El fortalecimiento la ciencia africana

Autora: Esther Ngumbi

Los países de la región subsahariana gastan apenas el 0,5% de su PIB en innovación e investigación. En Occidente, el porcentaje que se gasta se acerca al 3%

Los principales científicos, innovadores y formuladores de políticas de África se reunieron el pasado marzo en Kigali (Ruanda) con el propósito de intercambiar ideas sobre soluciones a un problema cada vez más apremiante: la baja calidad de la ciencia en el continente.

Todo buen líder sabe que los descubrimientos científicos y la innovación impulsan el progreso, facilitan el desarrollo y pueden ayudar a abordar temas como la inseguridad alimentaria, la escasez de agua y el cambio climático. Y, sin embargo, la mayoría de los gobiernos africanos no financian adecuadamente la Investigación y Desarrollo (I+D) en sus países. Según el Instituto de Estadística de la UNESCO, los países de África subsahariana gastan, en promedio, apenas el 0,5% de su PIB en esta área. En Occidente, el porcentaje que se gasta se acerca al 3%.

Esta disparidad subraya los desafíos de desarrollo que enfrentan los africanos. África alberga el 15% de la población mundial y el 5% del PIB del mundo, pero cuenta con un insignificante 1,3% del gasto total en investigación. Además, los inventores africanos poseen apenas el 0,1% de las patentes del mundo, lo que significa que incluso cuando se gasta dinero en ciencia, innovación e investigación, los hallazgos rara vez se traducen en soluciones para los desafíos más urgentes del continente.

Sin lugar a duda, estas tendencias no son universales; algunos gobiernos africanos están invirtiendo fuertemente en innovación dirigida por la ciencia. En Sudáfrica, por ejemplo, las autoridades se han comprometido a duplicar el gasto en I+D hasta el año 2020, hasta que llegue a representar el 1,5% del PIB. Este compromiso se realizó con posterioridad a otro compromiso que asumieron los jefes de Estado africanos respecto a incrementar los presupuestos de ciencia y tecnología con el fin de alcanzar al menos el 1% del PIB hasta el año 2025. Un puñado de países –incluidos entre ellos Kenia, Ruanda y Senegal– están trabajando arduamente para lograr este umbral de financiación.

África alberga el 15% de la población mundial y el 5% del PIB del mundo, pero cuenta solo con un insignificante 1,3% del gasto total en investigación

África también se beneficia de la generosidad de la ayuda a la investigación y el apoyo internacional. Uno de los principales donantes, la Fundación Bill y Melinda Gates, ha invertido más de 450 millones de dólares en iniciativas científicas africanas a lo largo de la última década. Los proyectos incluyen un programa de 306 millones de dólares para aumentar los rendimientos de los cultivos y una donación de 62,5 millones para mejorar los resultados en materia de salud. Estas y otras fuentes de financiación han ayudado a que los investigadores africanos desarrollen cultivos resistentes a la sequía, produzcan vacunas para enfermedades infecciosas como el ébola, y amplíen las oportunidades de educación en ciencia y tecnología.

Desafortunadamente, muchos Gobiernos africanos carecen de los recursos para financiar los programas que podrían aprovechar y construir avances basándose en estos logros. En pocas palabras, se necesita con urgencia un enfoque nuevo y más colaborativo para la ciencia africana.

Los líderes del continente han aunado sus recursos científicos en el pasado. En el año 2003, la Unión Africana y la Nueva Alianza para el Desarrollo de África comenzaron a implementar una estrategia que abarca todo el territorio “con el propósito de desarrollar y utilizar la ciencia y la tecnología para la transformación socioeconómica del continente y su integración en la economía mundial”. Este fue un objetivo ambicioso que tempranamente arrojó buenos resultados. Entre los años 2005 y 2014, el gasto en I+D aumentó, mientras que la producción investigativa se incrementó en más del doble en muchos países.

Desde entonces, sin embargo, el progreso se ha estancado. La reunión en Ruanda, que tuvo como anfitrión al presidente Paul Kagame y fue organizada por el Next Einstein Forum, se diseñó para ayudar a que la agenda vuelva a encarrilarse. Sin embargo, las cumbres son solo parte de la solución; los gobiernos también deben comprometerse a mejorar la calidad de la investigación y pueden empezar en el logro de este cometido al centrar la atención en tres áreas clave.

En primer lugar, los líderes de África deben involucrarse y trabajar en conjunto con directores ejecutivos de empresas, filántropos y donantes que entienden el valor a largo plazo de la inversión en ciencia. La innovación es costosa y se necesitará capital semilla para ayudar a fortalecer la capacidad científica del continente.

En segundo lugar, las universidades e instituciones deben alinear sus agendas de investigación con los objetivos nacionales y regionales. Por ejemplo, dado que uno de los desafíos más urgentes de África es alimentar a su creciente población, los centros de educación especializados en la investigación agrícola deben cerciorarse de que su trabajo contribuya al logro de soluciones.

Por último, pero sin restarle importancia, los países deberían alentar el espíritu empresarial en las organizaciones de investigación. Una forma de hacerlo es mediante el establecimiento de oficinas de comercialización, que podrían ayudar a los científicos a llevar su investigación al mercado. Los científicos de todo el mundo necesitan ayuda para sortear la burocracia a momento de convertir una idea en una empresa comercial, y este proceso es particularmente desafiante en una región donde los mecanismos por los que fluye la I+D se encuentran en sus albores.

Impulsar las capacidades científicas de la región requerirá que los líderes del continente hagan mucho más que solo formular preguntas difíciles en las cumbres; ellos deben también asignar más fondos y forjar nuevas alianzas. Para superar los desafíos de desarrollo humano, los Gobiernos africanos deben invertir en las personas que pueden superarlos.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/08/07/planeta_futuro/1533661344_149266.html

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TTIP, CETA, TISA y educación: un territorio para el saqueo

Por: Agustín Moreno

Hace tiempo que el neoliberalismo ha puesto los servicios públicos en el punto de mira de sus objetivos estratégicos. Cada vez que las instituciones internacionales encargadas de impulsar el capitalismo global han abordado un nuevo marco de acuerdo de liberalización, intentan convertir la educación, la sanidad y otros servicios públicos fundamentales en simples servicios susceptibles de ser privatizados. Es la vía para aplicar lo que David Harvey llama “la acumulación por desposesión” y que no es otra cosa que privatizar lo público para mayor gloria de los beneficios empresariales. Al considerar los servicios esenciales para la comunidad una mercancía, se convierten en un puro negocio. Pero hay algo más grave aún, como bien dice Adoración Guamán, se produce un asalto de las multinacionales a la democracia.

Sucesivas oleadas liberalizadoras del comercio y las inversiones han sido detenidas por la resistencia de los pueblos y los movimientos sociales o bien han fracasado por la contradicción de intereses entre los diferentes países. Así pasó con diferentes iniciativas de la OMC como el Acuerdo Marco de Inversiones (AMI) a nivel mundial o con la Directiva Bolkenstein en la Unión Europea (UE). Pero cuando se han impuesto estos tratados de “libre comercio” sus demoledores efectos no han tardado en dejarse sentir. El capitalismo persigue el máximo beneficio, ese es su objetivo fundamental. Llevado al paroxismo, el sistema hace que la riqueza se concentre en el 1% y haya un empobrecimiento generalizado en sectores del resto de la población.

Desde 2013 se viene negociado el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) entre la UE y Estados Unidos, así como el CETA, entre la UE y Canadá y el TISA, centrado en los servicios. Es una negociación rodeada de secretismo y total opacidad para hurtar a la ciudadanía lo que está en juego. Sus objetivos declarados son maximizar los intercambios comerciales entre los bloques económicos y potenciar la presencia de inversiones extranjeras. Para ello se pretende abordar las reglas de acceso al mercado, suprimiendo aranceles y liberalizando servicios; establecer las normas de cooperación reguladora y fijar mecanismos comunes de solución de las diferencias entre los Estados y los inversores. Esto último impediría la reversibilidad las privatizaciones realizadas por un gobierno que quisiera ejercer su soberanía y cumplir su programa electoral. Los negociadores norteamericanos exigen una mayor liberalización de los servicios y la disminución de las normas europeas y de los Estados miembros para que sus empresas multinacionales puedan entrar a hachazos en el mercado europeo.

Los conceptuados como “servicios” suponen dos tercios del PIB mundial. Desde el punto de vista de la educación, lo que más puede afectarle son los mecanismos para la desregulación de servicios del TTIP y CETA. Según la UNESCO, la educación es un tesoro fabuloso que se cifra en 2 billones de dólares al año. De ahí el interés económico para el capitalismo y sus empresas que no están dispuestas a renunciar a un suculento pastel.

Esta política de privatización de lo público para convertirlo en un nicho de negocio del capital financiero es una irresponsabilidad desde el punto de vista social y del interés general de los pueblos. La educación es un servicio fundamental, un derecho constitucional y un bien público. Pocas inversiones son más rentables social y económicamente. Además, todo lo que se invierte en educación-prevención se ahorra en reinserción o intervención en daños. En España estamos sufriendo una privatización de la educación que hace que seamos el tercer país de Europa (tras Bélgica y Malta) en presencia de enseñanza privada y concertada. Ello hace que cada vez se cuestione más si tiene sentido ahora la escuela concertada. Precisamente estos tratados de liberalización de los servicios servirían como excusa para intensificar el proceso privatizador. La derecha los aprovecharía para ir más lejos evitando el coste político. Quizá por ello, y a diferencia de otros gobiernos europeos como Francia, el de Rajoy no ha intentado condicionar dichos acuerdos: una de las pocas condiciones que ha puesto es que se asegure la solvencia financiera de las universidades y empresas que vengan a instalarse en España.

En Europa se están movilizando contra los tratados. Destacan las grandes manifestaciones de Alemania del 17 de septiembre, con cientos de miles de personas. Esta semana se desarrolla una movilización contra estos tratados en España convocada por organizaciones de la sociedad civil, ecologistas, ONG de desarrollo, campesinas, políticas y sindicales. El próximo 15 de Octubre se han convocado manifestaciones en dos decenas de ciudades españolas coincidiendo con el Día Internacional contra la Pobreza; también hay convocatorias en otras ciudades francesas. Los motivos están claros: “No a la pobreza, no a la desigualdad, soluciones con derechos: No a los tratados CETA, TTIP y TISA”. Lo que está en juego y las razones de la movilización se resumen muy bien por diferentes activistas en un magnífico vídeo (ver abajo) elaborado para la ocasión. Si no queremos que las personas, el medioambiente, la democracia y la soberanía de los pueblos sean relegadas a los intereses económicos de las grandes corporaciones, hay que salir a la calle para frenar esta agresión que, de aprobarse, solo traerá más pobreza, más desigualdad y más autoritarismo.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=217884

Fuente de la Imagen: http://tonyfdez.blogspot.com/2016/07/10-hechos-sobre-la-educacion-en-africa-antes-europeos.html

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