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Trece tesis sobre la catástrofe (ecológica) inminente y los medios (revolucionarios) de evitarla

Por: Michael Löwy.

 

I. La crisis ecológica está ya presente y se convertirá todavía más, en los meses y años próximos, en la cuestión social y política más importante del siglo XXI. El porvenir del planeta y de la humanidad va a decidirse en los próximos decenios. Los cálculos de algunos científicos en relación con los escenarios para el 2100 no son muy útiles, por dos razones: a) científica: considerando todos los efectos retroactivos imposibles de calcular, es muy aventurado hacer proyecciones de un siglo; b) política: a finales del siglo, todos y todas nosotros y nosotras, nuestros hijos y nietos habrán partido y entonces ¿qué interés tiene?II. La crisis ecológica incluye varios aspectos, de consecuencias peligrosas, pero la cuestión climática es sin duda la amenaza más dramática. Como explica el GIEC [Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, ndt], si la temperatura media sobrepasa más de 1,5 grados en relación con la del período preindustrial, existe el riesgo de que se desencadene un proceso irreversible de cambio climático. ¿Cuáles serían las consecuencias? A continuación se señalan algunos ejemplos: la multiplicación de mega-incendios como el de Australia; la desaparición de los ríos y la desertificación de los suelos; el deshielo y la dislocación de los glaciares polares y la elevación del nivel del mar, que puede alcanzar hasta decenas de metros, mientras que solo con dos metros amplias regiones de Bengala, de India y de Tailandia, así como las principales ciudades de la civilización humana –Hong-Kong, Calcuta, Viena, Amsterdam, Sangai, Londres, Nueva York, Río- desaparecerán bajo el mar. ¿Hasta dónde podrá subir la temperatura? ¿A partir de qué temperatura estará amenazada la vida humana sobre este planeta? Nadie tiene respuesta a estas preguntas…

III. Estos son riesgos de catástrofe sin precedente en las historia humana. Sería preciso volver al Plioceno, hace algunos millones de años, para encontrar una condición climática análoga a la que podrá instaurarse en el futuro gracias al cambio climático. La mayor parte de los geólogos estiman que hemos entrado en una nueva era geológica, el Antropoceno, en el que las condiciones del planeta se han modificado por la actividad humana. ¿Qué actividad? El cambio climático empezó con la Revolución Industrial del siglo XVIII, pero fue después de 1945, con la globalización neoliberal, cuando tuvo lugar un salto cualitativo. En otros términos, es la civilización industrial capitalista moderna quien es responsable de la acumulación de CO2 en la atmósfera y, con ello, del calentamiento global.

IV. La responsabilidad del sistema capitalista en la catástrofe inminente está ampliamente reconocida. El Papa Francisco, en la Encíclica Laudatio Si, sin pronunciar la palabra capitalismo, denunciaba un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente perverso, exclusivamente basado en “el principio de maximización del beneficio” como responsable a la vez de la injusticia social y de la destrucción de nuestra Casa Común, la Naturaleza. Una consigna universalmente coreada en las manifestaciones ecologistas en todos los lugares del mundo es: “¡Cambiemos el sistema, no el clima!” La actitud de los principales representantes de este sistema, partidarios del business as usual – millonarios, banqueros, expertos, oligarcas, politicastros- puede ser resumida en la frase atribuida a Luis XIV: “Después de mí, el diluvio”.

V. El carácter sistémico del problema se ilustra cruelmente con el comportamiento de todos los gobiernos (con rarísimas excepciones) al servicio de la acumulación de capital, de las multinacionales, de la oligarquía fósil, de la mercantilización general y del libre comercio. Algunos -Donald Trump, Jair Bolsonaro, Scott Morrison (Australia)- son abiertamente ecocidas y negacionistas climáticos. Los otros, los razonables, dan el tono en las reuniones anuales de la COP (¿Conferencias de los Partidos o Circos Organizados Periódicamente?) que se caracterizan por una vaga retórica verde y una completa inercia. La de más éxito fue la COP21, en París, que concluyó con solemnes promesas de reducciones de emisiones por todos los gobiernos participantes -no cumplidas, salvo por algunas islas del Pacífico-; ahora bien, si se hubieran cumplido, los científicos calculan que la temperatura podría sin embargo subir hasta 3,3 grados suplementarios.

VI. El capitalismo verde, los mercados de derechos de emisión, los mecanismos de compensación y otras manipulaciones de la pretendida economía de mercado sostenible se han revelado completamente ineficaces. Mientras que se enverdece a diestra y siniestra, las emisiones suben en flecha y la catástrofe se aproxima a grandes pasos. No hay solución a la crisis ecológica en el marco del capitalismo, un sistema enteramente volcado al productivismo, al consumismo, a la lucha feroz por las partes de mercado, a la acumulación del capital y a la maximización de los beneficios. Su lógica intrínsecamente perversa conduce inevitablemente a la ruptura de los equilibrios ecológicos y a la destrucción de los ecosistemas.

VII. Las únicas alternativas efectivas, capaces de evitar la catástrofe, son las alternativas radicales. Radical quiere decir que ataca a las raíces del mal. Si la raíz es el sistema capitalista, son necesarias alternativas anti-sistémicas, es decir anticapitalistas, como el ecosocialismo, un socialismo ecológico a la altura de los desafíos del siglo XXI. Otras alternativas radicales como el ecofeminismo, la ecología social (Murray Bookchin), la ecología política de André Gorz o el decrecimiento anticapitalista, tienen mucho en común con el ecosocialismo: en los últimos años se han desarrollado las relaciones de influencia recíprocas.

VIII. ¿Qué es el socialismo? Para muchos marxistas es la transformación de las relaciones de producción –mediante la apropiación colectiva de los medios de producción- para permitir el libre desarrollo de las fuerzas productivas. El ecosocialismo se reclama de Marx pero rompe de forma explícita con ese modelo productivista. Ciertamente, la apropiación colectiva es indispensable, pero es también necesario transformar radicalmente las mismas fuerzas productivas: a) cambiando sus fuentes de energía (renovables en lugar de fósiles); b) reduciendo el consumo global de energía; c) reduciendo (decrecimiento) la producción de bienes y suprimiendo las actividades inútiles (publicidad) y las perjudiciales (pesticidas, armas de guerra); d) poniendo fin a la obsolescencia programada. El socialismo implica también la transformación de los modelos de consumo, de las formas de transporte, del urbanismo, del modo de vida. En resumen, es mucho más que una modificación de las formas de propiedad: se trata de un cambio civilizatorio, basado en los valores de solidaridad, igualdad y libertad y respeto de la naturaleza. La civilización ecosocialista rompe con el productivismo y el consumismo para privilegiar la reducción del tiempo de trabajo y, así, la extensión del tiempo libre dedicado a las actividades sociales, políticas, lúdicas, artísticas, eróticas, etc., etc. Marx designaba ese objetivo con el término Reino de la libertad.

IX. Para cumplir la transición hacia el ecosocialismo es necesaria una planificación democrática, orientada por dos criterios: la satisfacción de las verdaderas necesidades y el respeto de los equilibrios ecológicos del planeta. Es la misma población –una vez desembarazada del bombardeo publicitario y de la obsesión consumista fabricada por el mercado capitalista- quien decidirá, democráticamente, cuales son las verdaderas necesidades. El ecosocialismo es una apuesta por la racionalidad democrática de las clases populares.

X. Para llevar a cabo el proyecto ecosocialista no bastan las reformas parciales. Sería necesaria una verdadera revolución social. ¿Cómo definir esta revolución? Podríamos referirnos a una nota de Walter Benjamin, en un margen a sus tesis Sobre el concepto de historia (1940) : “Marx ha dicho que las revoluciones son la locomotora de la historia mundial. Quizá las cosas se presentan de otra forma. Puede que las revoluciones sean el acto por el que la humanidad que viaje en el tren aprieta los frenos de urgencia”. Traducción en palabras del siglo XXI: todas y todos somos pasajeros de un tren suicida, que se llama Civilización Capitalista Industrial Moderna. Este tren se acerca, a una velocidad creciente, a un abismo catastrófico: el cambio climático. La acción revolucionaria tiene por objetivo detenerlo, antes de que sea demasiado tarde.

XI. El ecosocialismo es a la vez un proyecto de futuro y una estrategia para el combate aquí y ahora. No se trata de esperar a que las condiciones estén maduras: hay que promover la convergencia entre luchas sociales y luchas ecológicas y batirse contra las iniciativas más destructoras de los poderes al servicio del capital. Es lo que Naomi Klein llama Blockadia . Es en el interior de las movilizaciones de este tipo donde podrá emerger, en las luchas, la conciencia anticapitalista y el interés por el ecosocialismo. Las propuestas como el Green New Deal forman parte de ese combate, en sus formas radicales, que exigen el abandono efectivo de las energías fósiles pero no en las que se limitan a reciclar el capitalismo verde.

XII. ¿Cuál es el sujeto de este combate? El dogmatismo obrerista/industrialista del pasado ya no es actual. Las fuerzas que hoy se encuentran en primera línea del enfrentamiento son los jóvenes, las mujeres, los indígenas, los campesinos. Las mujeres están muy presentes en el formidable levantamiento de la juventud lanzado por el llamamiento de Greta Thunberg, una de las grandes fuentes de esperanza para el futuro. Como nos explican las ecofeministas, esta participación masiva de las mujeres en las movilizaciones proviene del hecho de que ellas son las primeras víctimas de los daños ecológicos del sistema. Los sindicatos comienzan, aquí o allá, a comprometerse también. Eso es importante, ya que, en último análisis, no se podrá abatir al sistema sin la participación activa de los trabajadores y las trabajadoras de las ciudades y de los campos, que constituyen la mayoría de la población. La primera condición es, en cada movimiento, asociar los objetivos ecológicos (cierre de la minas de carbón o de los pozos de petróleo, o de centrales térmicas, etc.) con la garantía del empleo de los y las trabajadores y trabajadoras afectados.

XIII. ¿Tenemos posibilidades de ganar esta batalla antes de que sea demasiado tarde? Contrariamente a los pretendidos colapsólogos, que proclaman, a bombo y platillo, que la catástrofe es inevitable y que cualquier resistencia es inútil, creemos que el futuro sigue abierto. No hay ninguna garantía que ese futuro será ecosocialista: es el objeto de una apuesta en el sentido pascaliano, en la que se comprometen todas las fuerzas, en un trabajo por lo incierto. Pero, como decía, con una gran y simple prudencia, Bertold Brecht: “El que lucha puede perder. El que no lucha ha perdido ya”.

Fuente del artículo: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=265523

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Necesitamos un nuevo pensamiento para salvar el planeta

Por: Javier del Arco

El futuro pasa por un mundo asentado en raíces biofilosóficas

Solamente en un mundo asentado en raíces biofilosóficas, la Tierra tiene aún una oportunidad de salir adelante, porque en el Homo Sapiens, absolutamente todos sus hechos, tienen naturaleza biológica. Una contribución para el Club Nuevo Mundo.

Pensar y repensar la ciencia es el oficio del epistemólogo. El Club Nuevo Mundo nos invita de manera expresa a contribuir en la medida que cada uno pueda a intentar salvar este deteriorado planeta que es nuestra casa: la Tierra, Gea o Gaia, como prefieran llamarla. Yo creo que si el deterioro de la Tierra comenzó por un mal uso de la tecnociencia por el leño torcido de la humanidad, ha de ser la vara derecha de la misma la que, uniendo una estrategia de tecnociencia e inteligencia emocional, contribuya a su salvación.

La codicia, eje maligno de nuestro mundo

En los últimos tiempos, el neoliberalismo codicioso y criminal ahora en manos de locos, visionarios y desaprensivos, ha roto todas las barreras desmarcándose del Acuerdo de Paris alcanzado en diciembre de 2015. Rememorando de alguna manera una idea de Ortega, digamos que los jabalíes han encontrado un payaso propio para hacer el trabajo sucio y visible.

En las entrañas del turbocapitalismo, se adivina una añoranza soterrada y muy oculta por el régimen puramente esclavista propio la edad moderna que los grandes países aplicaban en sus colonias. Si la realidad está por encima de la idea y dicha realidad es la única verdad tangible, de nada sirven las palabras y las instituciones de opereta que representan bonitas ideas que no se materializan. De nada sirve -y me refugio de nuevo en Ortega- el bello clamor y la trova servil de los tenores que ocultan la tragedia de la Tierra y sus pobres -en el sentido literal- habitantes.

Así está la cosa.

Una primera reacción por la vía de la ética

Cierto es que ya hay una serie de agravios a nuestra Gaia que son irreversibles. No voy a detallar estos agravios, traspasados ya los abusos, porque muchos lo han hecho con mucha más autoridad que yo.

Pero ante el abismo que se abre a nuestros pies, todavía hay un margen para pensar qué se puede hacer.

A comienzos de la década de los setenta se abrió una potente vía teórica sustentada en la ética -todavía entonces una disciplina respetada- para concienciar y actuar, si hubiese oportunidad para ello. Se desaprovechó la oportunidad porque estaba formulada desde la perspectiva de una ética fuerte. Me refiero al “Principio de responsabilidad” enunciado por el filósofo alemán Hans Jonas en 1973. Pese a que esa vía ha quedado abandonada al decaer la ética e irse ésta debilitando hasta licuarse, he creído conveniente traerlo a colación como argumento histórico en la defensa de la Tierra y como punto de partida para unas reflexiones más profundas sobre esta cuestión fundamental.

El Principio de Responsabilidad

Hans Jonas, y en eso acierta de pleno, fija como punto de partida que el  humano es el único ser conocido en la Tierra que tiene responsabilidad.

Ciertamente, solamente los humanos pueden escoger de manera consciente y libre entre diversas posibilidades de actuar ante algo y esa elección siempre tiene consecuencias. La responsabilidad pues, es una consecuencia de la libertad. Libertad. Aquí ya podrían ponerse los primeros reparos. Uno sería de orden neurocientífico (1) y otros de orden práctico, ya que el humano es un ser totalmente mediatizado por sus circunstancias (sean estas las que fueren) de manera que el “yo” está indisolublemente unido a su circunstancia. Además, como señala el Prof. Rubia Vila, el propio “yo” “es una ilusión que aísla al sujeto de su entorno, haciéndole creer que tiene una autonomía que no es real” (2). Esas dos objeciones ponen ya en entredicho la universalidad de la responsabilidad.

Hecha la salvedad de la conciencia de esas deficiencias y que toda filosofía ha devenido en biofilosofía (3), estimamos conviene iniciar esta serie de reflexiones sobre nuestro presente y futuro del planeta, por los pioneros en comprender su vulnerabilidad. El más significativo fue Hans Jonas.

La ética de Jonas es deontológica, es decir, formula imperativos. El imperativo que  plantea se suscitó al observar e interiorizar reflexivamente los efectos que la técnica, la mecanización y otros factores suponían de amenaza para la vida sobre la Tierra y del planeta en su conjunto.

Para Jonas, la responsabilidad moral del humano se origina [en los pocos que se origina] por la toma de conciencia personal del riesgo que pende sobre los seres vivos y la naturaleza en general, que se ven amenazados en su existencia por el progreso técnico descontrolado [y la codicia del humano que es el dueño y señor de la técnica, añado yo]. La Tierra y todos los seres vivos que alberga, son vulnerables y ello se observa a simple vista

Vulnerabilidad comprobada. Ahí reside el fundamento de la ética de Hans Jonas. Y por ello el Homo Sapiens actual tiene la obligación de hacer posible la continuidad futura de la especie. Ese deber, y ahí su profundo parentesco con la ética kantiana, lo expresa en forma de imperativo categórico.

En su importante libro “El principio de responsabilidad: ensayo de una ética para la civilización tecnológica” (4), se formula el imperativo categórico-ecológico como prefiero llamarlo:«Obra de tal manera que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica sobre la Tierra.

No voy a entrar en discusiones de escuela ni en su radical oposición a Bloch y su “Principio esperanza”, pues Jonas rechazaba la utopías. Voy a resistirme también a rebuscar reminiscencias heideggerianas y aristotélicas, que las hay, en sus formulaciones. Me he centrado en lo concreto, en una frase imperativa que, traída a nuestro primer quinto de siglo XXI, puede servir de punto de partida a la acción a realizar para salvar la Tierra.

Una nueva visión que quizá pueda contribuir a salvarnos

Esta formulación primigenia y fuerte no debemos tomarla como un rechazo del progreso tecnológico. Más bien al contrario. Debemos promover, adecuar e inventar nuevas tecnologías para tratar de salvar lo que se pueda de este maltratado planeta. Hay que tener en cuenta que la ciencia ofrece y la tecnología demanda. Y hoy la demanda urgente es de tecnologías salvadoras del planeta; apartando prejuicios, superando supersticiones.

La ética no es desdeñable aunque se halle en franca decadencia por dilución. Importantes también son los sentimientos que han surgido, tanto por la estética de lo viviente como por una necesidad de dar afecto a los animales en un contexto parcial de desafecto por lo humano, algunas veces justificado.

La razón juega un papel más importante aún porque el miedo racional, el pavor frío, será a buen seguro un aliado fundamental para salvar lo que quede de nuestro mundo. Nadie quiere morir y el hombre, lobo para el hombre, es quien maquina acabar con su propia especie.

Tenemos un ejemplo claro. Tras la II Guerra Mundial, en la que en sus horas postreras emergió el poder nuclear, surgió una gran desazón en el mundo. Al extenderse y perfeccionarse hasta límites insospechados, dicho poder nuclear y el terror que inspira, ha sido y sigue siendo el mayor factor de estabilidad.

Porque la III Guerra Mundial no estalló en su momento y no estalla por el terror egoísta a perder todo y a morir que tienen los poderosos. Solo el miedo vence a la codicia y al egoísmo. Solo en el miedo, incluso en el terror, radica la verdadera salvación. Tristísima conclusión que surge del conocimiento biológico del hombre y no de constructos artificiosos.

Decía que la filosofía es hoy biofilosofía y ello no es una osadía de visionario. Los últimos avances en neurobiología, genómica y proteómica, nos invitan a pensar en la posibilidad de un humano de naturaleza distinta del anterior. Repensar el Homo Sapiens desde una perspectiva diferente de las anteriores, por un mayor conocimiento de su íntima fisiología, nos impulsa a declarar fenecidos en su conjunto, los fundamentos más potentes de la vieja filosofía, especialmente metafísica y ética. El Homo Sapiens solo puede ser pensado desde una perspectiva biofilosófica.

Mi opinión, que iré desglosando en sucesivos artículos, es que solamente en un mundo asentado en raíces biofilosóficas, la Tierra tiene aún una oportunidad de salir adelante, porque en el Homo Sapiens, absolutamente todos sus hechos, tienen naturaleza biológica.

Fuente: https://www.tendencias21.net/Necesitamos-un-nuevo-pensamiento-para-salvar-el-planeta_a44796.html

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Nuevas aproximaciones al fortalecimiento de capacidades de los funcionarios de la administración forestal pública

01 de febrero de 2017 / Fuente: http://pcnpost.com/

Por: Rodrigo Arce Rojas

Los programas de fortalecimiento de capacidades de los funcionarios de la administración forestal pública (hombres y mujeres) tienen su especificidad y es el punto de partida. No se trata únicamente de capacitarlos para el cumplimiento de las políticas públicas forestales o en los procedimientos administrativos para el ejercicio de derechos de los ciudadanos (hombres y mujeres) que siendo aspectos muy importantes y necesarios el fortalecimiento de capacidades va mucho más allá que eso.

Lo primero es que los funcionarios reconozcan, aunque parezca obvio decirlo, que el fortalecimiento de sus capacidades tiene un público objetivo referido a los usuarios forestales (hombres y mujeres) con la finalidad de poder servirlos con los más altos estándares de calidad. Lo segundo es que el fortalecimiento de capacidades de los funcionarios tiene un sentido, un propósito, una razón profunda de ser y que subyace en todo lo que luego crean, piensen, sientan, digan o hagan. Ello refiere al reconocimiento de su gran paradigma motivador que en este caso está vinculado a los bosques (visto de una manera integral biofísica y sociocultural) y su relación con el desarrollo sostenible.

No basta una mirada de recurso o de producto, sino que requiere reconocer la trascendencia del rol que desempeñan con mirada amplia en la cual confluyen la gestión territorial y las estrechas interrelaciones entre naturaleza y sociedad.

¿Por qué el sentido profundo se antepone a las políticas públicas forestales y que se supone es lo que debe guiar a todo funcionario público? Porque reconocer el motivo trascendental permite tener una mirada más crítica del propio marco político y normativo y antes que quedarse solo en repetir la norma lo que se trata es desarrollar una actitud crítica, vigilante, de coherencia y pertinencia para reconocer si las políticas públicas están dando cuenta de la complejidad de la realidad y si cualquier acción que realice la administración pública forestal contribuye a la equidad, justicia y sostenibilidad. Ello porque se ha verificado casos donde la aplicación ciega y acrítica de la realidad se ha traducido en daños ambientales o injusticias sociales y eso es algo que no hay que repetir. No se trata por tanto de desconocer el Estado de Derecho sino por el contrario enriquecerlo.

Es frecuente escuchar la afirmación “lo que pasa es que no se puede normar sobre cada situación específica y por ello las normas son genéricas”. Con esta aproximación se está normando para los promedios pero eso ya no es suficiente. Se requiere también desarrollar gestión forestal sobre las especificidades sean ecológicas o socioculturales. Obviamente eso requiere ciencia y evidencias y no solo supuestos o el seguidismo de viejas costumbres o prácticas. Esto significa administrar con sentido de responsabilidad. Esta predisposición de ajuste y sincronía permanente con la realidad diversa tiene el propósito de mejora continua.

Por ello el fortalecimiento de capacidades de los funcionarios forestales no descansa en una lógica transferencista o repetitiva de contenidos. Existe demasiada información que es imposible que un funcionario pueda asimilarlo todo y esto no se resuelve ni siquiera con la especialización o la estructura de dependencias especializadas. Importa por tanto que los funcionarios tengan la capacidad de gestionar el conocimiento y gestionar su propia capacidad de aprendizaje permanente.

Un programa de fortalecimiento de capacidades de los funcionarios forestales debe tomar en cuenta los siguientes aspectos a desarrollar:

  • Capacidad para reconocer sistemas y las diferentes interacciones con otros sistemas más allá de miradas disciplinarias. Esto implica un enfoque de mirada de la complejidad.
  • Capacidad para saber reconocer pautas, patrones, interrelaciones, interdependencias
  • Infinita curiosidad e inquietud para ver más allá de lo evidente.
  • Capacidad de asombrarse y maravillarse sobre todo aquello que pareciendo obvio encierra nuevas posibilidades cuando lo escudriñas con nuevas miradas.
  • Capacidad para gestionar razones y emociones. Está demostrado que mucho del aprendizaje descansa en lo emocional.
  • Cultura orientada a la búsqueda de las múltiples posibilidades y no quedarse solo en lo conocido o instituido.
  • Cultura orientada a la generación de soluciones creativas pero sin perder el gran sentido y criterios fundamentales de sostenibilidad.
  • Cultura orientada a la invitación permanente al usuario forestal para que despliegue su capacidad imaginativa y creadora de soluciones pero, de igual manera, sin perder principios de sostenibilidad.
  • Predisposición a la investigación en acción de manera permanente.
  • Capacidad de sistematización para la capitalización de los nuevos conocimientos y aprendizajes.

Interesa mucho que los funcionarios participantes de programas de fortalecimiento de capacidades sepan gestionar la comunicación tanto en sus dimensiones verbales como no verbales. Por ejemplo con relación a la gestión de la palabra tenemos dos situaciones: Una que implica la economía de la palabra que refiere a saber expresar con pocas palabras el sentido, espíritu o contenido de algo que se desea compartir o reflexionar. Interesa reconocer cuáles son las palabras núcleo o significativas que se desea compartir para que se conviertan en inspiradoras, catalizadoras y evocadoras. La otra situación implica la licencia para usar sinónimos, énfasis y refuerzos que favorezcan el diálogo, la participación y la generación de propuestas y posibilidades. Aquí también ingresa el hecho de saber usar historias, leyendas, cuentos, metáforas para ilustrar una o más ideas fuerza que se desea compartir. Pero no solo importan los contenidos sino también el lenguaje del cuerpo que acompaña el discurso. Esta coherencia comunicacional es central para favorecer el proceso dialógico.

Un aspecto que no hay que descuidar es el uso de la imagen que se manifiesta a través de fotografías, esquemas, diagramas, dibujos, caricaturas tanto los de significación directa como indirecta, por ejemplo el uso de símiles o metáforas gráficas. Es conocido que una imagen poderosa ahorra palabras y tienen gran impacto comunicacional. No hay que desperdiciar este inmenso potencial de comunicación y aprendizaje.

Un aspecto que no hay subestimar refiere al ejercicio de lo lúdico. No solo nos remite a nuestro niño interior sino que los juegos tienen la virtud de mostrar nuestro universo psíquico: somos como jugamos. Ello tiene un gran potencial para la reflexión y el aprendizaje con la virtud de combinar cuerpo, mente y palabra.

Finalmente no podemos dejar de mencionar el carácter motivacional del fortalecimiento de capacidades. Participar en un proceso de fortalecimiento de capacidades no debe asociarse únicamente a lo racional, a lo estático y muchas veces a lo aburrido. Debe estar más bien asociado a la posibilidad de enriquecerse racional y emocionalmente, a la comprensión de los grandes objetivos de la gestión forestal y lograr un involucramiento activo y entusiasta. Eso significa darle un carácter altamente emotivo al fortalecimiento de capacidades. Reconocer que se es parte de objetivos trascendentales, de una gran apuesta para la gestión de paisajes, de comunión entre la naturaleza y la sociedad, de contribuir a la generación de la riqueza material y espiritual, de comulgar con la sostenibilidad.

Sintetizando entonces podemos decir que el programa de fortalecimiento de capacidades de los funcionarios forestales debe estar orientado a entender en profundidad lo que implica ser servidor público y reforzar el compromiso con la gestión de paisajes forestales para el desarrollo sostenible.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-nuevas-aproximaciones-al-fortalecimiento-de-capacidades-de-los-funcionarios-de-la-administracion-forestal-publica/

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Gestión territorial y gobernanza

14 de diciembre de 2016 / Fuente: http://pcnpost.com/

Por: Rodrigo Arce Rojas

En tanto el territorio es un concepto sistémico totalizador (masa, energía, información y sentido; dimensión biofísica y dimensiones socioculturales; tangibles e intangibles) es importante que podamos tener muy claro cuáles son sus límites. Simplificando podríamos identificar dos categorías: (1) Circunscripciones jurisdiccionales establecidas (criterios geográficos políticos), y (2) unidades convergentes.

En la primera categoría podríamos ubicar una comunidad, una localidad, una región, una provincia, un distrito (según la tipología que tenga cada país) y en la segunda categoría se ubican muchos sistemas que no necesariamente se inscriben en la categoría anterior y que tienen dinámica propia. Por ejemplo podemos estar hablando de unidades ecológicas, unidades hidrológicas (cuencas), corredores ecológicos, corredores económicos, corredores históricos, corredores culturales (caminos de las semillas),  entre otros criterios. Un ejemplo interesante de esta segunda categoría corresponde al territorio del pueblo Wampis.

Para la gestión sostenible del territorio necesitamos considerar 5 elementos fundamentales, estos son: buenos propósitos, buena gestión, buena ciencia,  buena comunicación y buena gobernanza. Explicaremos cada uno de estos elementos que en la práctica son convergentes e interrelacionados.

Buenos propósitos: refiere a la formulación participativa de los grandes objetivos de desarrollo, buen vivir, vivir bien o vida plena según prefieran llamarlo el conjunto de los actores. Alude a las grandes visiones o acuerdos concertados del ideal de vida para que las personas puedan desplegar a plenitud sus capacidades, facultades y potencialidades con pleno respeto a su dignidad, sus derechos y todas sus posibilidades siempre con respeto, solidaridad, reciprocidad entre todos los actores (hombres, mujeres, niños, niñas, discapacitados y otros) y con la naturaleza y el cosmos. Alude a la cultura de paz, la capacidad de adaptación y resiliencia; la fluidez de la creatividad y la innovación respetuosa de la vida. En estos tiempos es de suma importancia considerar el desarrollo territorial bajo de emisiones o desarrollo “descarbonizado” por todos los retos que nos imprime el cambio climático.

Los alcances y conceptos clave deben ser producto de amplios procesos democráticos de diálogo, deliberación y consensos.

Buena gestión: alude a los principios, mecanismos, herramientas, procedimientos, protocolos a tener presente para la correcta administración de la energía material y cultural del territorio. Alude a las condiciones objetivas y subjetivas para lograr los grandes propósitos establecidos en el elemento anterior con efectividad, justicia, equidad y sostenibilidad.

Buena ciencia: implica reconocer que las buenas decisiones parten de buenos sistemas de información que capitalizan los conocimientos, los aprendizajes. Significa contar con centros de excelencia de producción de conocimientos con capacidad para afrontar los problemas de frontera, aprovechar las oportunidades existentes. Implica grupos de pensamiento creativo y transformador de realidades siempre acorde con los grandes propósitos. En este elemento se toma en cuenta el valor de los conocimientos ancestrales y tradicionales bajo perspectivas de diálogo intercultural.

Buena comunicación: alude al hecho de generar mecanismos para la fluidez de la información, la conectividad, las redes que hacen posible pensamiento crítico, pensamiento autónomo y una cultura dialógica, democrática y participativa para la construcción de propuestas de mejora continua.

Buena gobernanza: significa la forma en la que todos los actores se organizan para la toma de decisiones, para resolver sus diferencias, controversias y conflictos, la forma cómo favorecen la mejor administración de la energía del territorio. Implica tomar en cuenta mecanismos para la transparencia, rendición de cuentas y lucha decidida contra la corrupción.


gestión forestal

Imagen cortesía de Tuomas Lehtinen en FreeDigitalPhotos.net


Es en este marco que se puede inscribir la gestión de los paisajes forestales sostenibles en los que bajo criterios de gestión holística se definen los elementos de convivencia entre las diversas propuestas productivas con consideraciones de mitigación y adaptación al cambio climático y la construcción de resiliencia de ecosistemas y de sociedades.

Bajo enfoques de gestión territorial sostenible se eliminan las falsas contradicciones entre enfoques productivistas y enfoques conservacionistas. Gestionar bosques con criterios de sostenibilidad permite que se pueda hacer un aprovechamiento económico responsable pero siempre con profundo respeto a la naturaleza de tal manera que no se afecte la capacidad productiva y reproductiva de los ecosistemas.

Implica también reconocer el papel de la agricultura adaptada al clima en la que tienen cabida los sistemas agroforestales de producción, enfoques de producción agroecológica y la importancia de la gestión de la agrobiodiversidad.

De ahí que el concepto de socioecosistemas tome real sentido en tanto la gestión toma en cuenta la estrecha relación entre el ser humano y la naturaleza (el ser humano es naturaleza) y no sucumbe bajo pensamientos colonizadores que pregonan que la naturaleza está al servicio del ser humano y por tanto se cuenta con licencia para explotarla, expoliarla, contaminarla.

A la luz de estas consideraciones es muy importante ser capaces de gestionar nuestros paradigmas, niveles de conciencia, creencias, discursos y acciones que construidos bajo el marco epistemológico de dominio del hombre sobre la naturaleza hemos provocado una crisis civilizatoria y ambiental que está poniendo en cuestión la propia viabilidad de la vida en el planeta.

Para hacer posible estos elementos de la gestión territorial sostenible se requiere sociedades dialogantes con alta capacidad para el pensamiento creativo y compromiso con la transformación positiva. Personas que no solo saben dialogar con otros sino también consigo mismo y con la naturaleza. Personas que no imponen sus intereses a toda costa sino que son capaces de reconocer la estrecha interrelación entre individuo-sociedad-especie y por tanto se reconocen como ciudadanos planetarios con responsabilidad con los ecosistemas que le han sido prestados y tienen la obligación de dejarlos saludables para las futuras generaciones.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-gestion-territorial-y-gobernanza/

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Abordando la gobernanza forestal desde la perspectiva de la complejidad

09 de noviembre de 2016 / Fuente: http://pcnpost.com/

Por: Rodrigo Arce Rojas

Existen muchas formas de definir la gobernanza. Para Bárcena (2012) la “gobernanza” de los recursos naturales se refiere al conjunto de políticas soberanas de los países sobre la propiedad de los recursos naturales, y la apropiación y distribución de las ganancias por la explotación de esos recursos, para maximizar su contribución al desarrollo.

Esto requiere de políticas públicas que involucran aspectos institucionales, regulatorios, fiscales, de planificación estratégica, de gestión y manejo de conflictos socio-ambientales. No obstante, la forma más entendible de definir la gobernanza es la que presentan Petkova, et al. (2011) quienes señalan que la gobernanza forestal se refiere a quién toma decisiones, cómo se toman las decisiones, tipos de decisiones que se toman y características de las decisiones con relación a los bosques.

Al centrar la gobernanza en las personas, que son los que finalmente toman las decisiones, se configura un sistema social en el que es importante entender su dinámica basado en el comportamiento de las personas. Ello a su vez nos conduce al reconocimiento de sistemas sociales complejos y la necesidad de abordarlo desde la perspectiva de la complejidad.

Lo “forestal” es una gran área o campo que se caracteriza por su complejidad. Refiere a la complejidad de la persona humana, complejidad de los diversos grupos que lo constituyen y la complejidad del entorno. Todo ello sumado a la propia complejidad de los ecosistemas forestales.

Complejidad entendida no solo como una gran cantidad de variables (que pasan a constituirse en datos) sino porque fundamentalmente se verifican interacciones, interferencias, interdependencias producto de la presencia de fenómenos no lineares de comportamiento que son muy sensibles a las condiciones iniciales, son altamente impredecibles y dan pie a propiedades emergentes.

Según Law y Mol (2002), hay complejidad si las cosas se relacionan, pero no se suman, si acontecimientos ocurren, pero no en un proceso en tiempo lineal, si fenómenos comparten espacio pero no pueden ser asignados a unas coordenadas tridimensionales únicas. Por su parte Rodríguez (2008) menciona que hablar de complejidad significa tratar con composiciones y colectivos de formas y tamaños que difícilmente encajan con las rígidas taxonomías y formas de representación de lo social que ha utilizado históricamente el pensamiento social.

Señalan Smyle et al. (2016) que la trayectoria del sector forestal en muchas partes del mundo es decepcionante. La extracción no sostenible, la explotación ilegal de madera y del comercio de productos forestales, la corrupción y la consecución de intereses creados, son solamente algunos de los males que desafían los esfuerzos regulatorios y que aún hoy dan origen a la deforestación y a la degradación forestal con demasiada frecuencia. En este contexto, los enfoques convencionales de abordaje de la gestión forestal fuertemente disciplinarios, lineares y deterministas basados en causas-efectos han mostrado sus límites.

La interacción sociedad humana-ambiente tiene propiedades emergentes que no pueden ser abordadas desde el punto de vista puramente social o ecológico. Las propiedades emergentes de tal interacción puede ser abordadas y descritas de mejor manera con una aproximación de redes complejas (Amaral & Ottino, 2007), en comparación con otras aproximaciones enfocadas en el nivel de individuo o de población, sin considerar la interacción entre sus elementos a describir (Munguía-Rosas et al. 2013).

Rayner et al. (2010) al revisar las relaciones entre complejidad y gobernanza forestal reconocen que la gobernanza forestal internacional es compleja y fragmentada. Señalan que muchos de los problemas críticos de los bosques son intersectoriales y que no pueden resolverse solo desde una perspectiva de administración forestal desde lo forestal para lo forestal. Mencionan que los problemas complejos forestales necesitan enfoques sinérgicos implicando una amplia gama de instrumentos políticos. Por ello plantean que el reto de la gobernanza forestal es pasar de una propuesta sobre los bosques hacia el concepto de ‘bosques’[paisajes], que abarca la complejidad intersectorial e interinstitucional y que es necesario una mejor comprensión de los intereses de los actores, sus ideas e incentivos en entornos complejos.

Un enfoque de gobernanza forestal por tanto remite inmediatamente a un enfoque de sistemas complejos en el que hay reconocer nítidamente todas las partes interconectadas e interdependientes que en buen romance quiere decir todos los actores, todos los intereses, todos los procesos y todos los temas. Visiones reduccionistas de concepción de lo forestal que privilegian solo lo productivo o solo la protección no dan cuenta de la complejidad de los fenómenos del sistema.

Pero como todo buen sistema, que siempre está inscrito en otro sistema, implica también reconocer las profundas interacciones con el entorno que no se reduce a lo forestal como se entiende convencionalmente. En esta suerte de diálogo entre sistemas que se traslapan también es importante reconocer los sistemas que favorecen o afectan la gestión sostenible de los bosques.  Ya no es posible seguir manteniendo una posición de isla de la profesión, del gremio o incluso del llamado “(sub) sector forestal”.

Por todo ello son de suma importancia los procesos de participación y diálogo intercultural tanto en el proceso de elaboración, como en la implementación y monitoreo de las políticas públicas forestales. Mecanismos claros de transparencia, rendición de cuentas y lucha contra la corrupción son señales del diálogo de buena fe. Se requiere desplegar un ambiente colaborativo de involucramiento en la gestión forestal para que todos los actores involucrados participen en los procesos de administración pública efectiva y sientan que no solo son co-constructores de las políticas públicas forestales sino también co-responsables en la gestión forestal sostenible, en el cumplimiento de las leyes y acuerdos.

Es importante avanzar hacia verdaderos esquemas de sostenibilidad forestal en donde los principios de equidad y justicia sean el fundamento del ejercicio de derechos de todos los actores y que no existan sectores invisibilizados, subestimados o incluso perjudicados, todo ello en nombre del Estado de Derecho cuyo marco epistemológico no estaba considerando a los actores de menor poder político.

Para avanzar en una perspectiva inclusiva hay que tener la capacidad de no quedarse únicamente en las generalidades o en los promedios. Las sobregeneralizaciones del marco normativo han terminado dañando a actores específicos y a mujeres. Hay que tener la suficiente sensibilidad para detectar las irregularidades, las fluctuaciones, los quiebres, las bifurcaciones, las discontinuidades que se presentan en el sistema forestal.

La gestión de sistemas complejos implica reconocer la necesidad de generar climas de diálogo y colaboración para construir significados compartidos con sentido de sostenibilidad. No solo hablamos que tan eficiente somos como “productores forestales” o como “protectores de bosques” sino cómo establecemos procesos dialógicos en donde los opuestos se encuentran, se complementan, se sinergizan.

En esta perspectiva sistémica no solo hablamos de la calidad de ciudadanos forestales sino también de la calidad de ciudadanos planetarios y eso implica mirar más allá del recurso. De ahí la importancia de los enfoques de gestión de paisajes forestales sostenibles donde importa tanto la ciencia como el saber local, la ingeniería como la poesía, las certidumbres como la intuición y la imaginación creadora. Más que pensar en que nos domine el caos lo que se trata es de reconocer ese orden que no queremos ver, más que temer a las inestabilidades lo importante es reconocer el juego entre estabilidad e inestabilidad que produce proceso adaptativos y evolucionarios.

Es la maravillosa complejidad que nos permite re-encontrarnos con nuestra esencia. De eso se trata.


Bibliografía citada:

Amaral, L. & Ottino, J. (2007). Augmenting the framework for the study of complex systems. Eur J Phys, 38:147-162.

Bárcena, A. (2012). Gobernanza de los Recursos Naturales en América Latina y El Caribe. Seminario Gobernanza de los Recursos Naturales en ALC 24 de abril de 2012. Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

Law, John & Mol, Annemarie (2002). Complexities. Social Studies of Knowledge Practices. Durham, NC: Duke University Press.

Munguía-Rosas, Miguel A., Montiel, Salvador, & Castillo, María T. (2013). Redes, Ecología y Ciencias Sociales: las redes complejas en Ecología Humana. Ecología austral, 23(2), 135-142. Recuperado en 14 de octubre de 2016.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-abordando-la-gobernanza-forestal-desde-la-perspectiva-de-la-complejidad/

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Sabiduría antigua: reflexiones sobre el hombre y la naturaleza

Por: Eco Portal

El hombre y la naturaleza siempre estuvieron interconectados. Las culturas milenarias, como la china, siempre han dado prueba de ello a través de su sabiduría y las lecciones que nos dejaron, aunque con el tiempo al parecer se fueron olvidando.

He aquí lo que usted puede hacer: suprimir al hombre y salvaguardar el medio ambiente, o suprimir el medio ambiente y salvaguardar al hombre. Puede suprimir juntos al hombre y al medio ambiente, o puede proteger juntos al hombre y al medio ambiente”.

Así resumió de manera muy concisa el maestro budista Ch’an Lin Zi en el siglo IX, los diferentes tipos de relaciones posibles entre el hombre y la naturaleza, que hoy constituyen el centro del debate sobre la ecología y medio ambiente.

Para saber cuál de estas afirmaciones es la más correcta, hay que comprender primero qué es el hombre, qué es la naturaleza y qué los vincula. Tal como expresó un maestro Zen: “esta hoja de papel está hecha totalmente de elementos “no hoja de papel”; del mismo modo, el hombre está hecho totalmente de elementos “no humanos”.

El budismo siempre tuvo por objeto reencontrar la naturaleza profunda de las cosas; por ejemplo, para transmitirle a su discípulo Kasyapa la esencia de su enseñanza, el Maestro Sakya Muni –creador del budismo- tomó una simple flor y se la mostró.

Observar profundamente un objeto hasta ver allí toda la creación, así como descubrir la temporalidad de los fenómenos y sus vínculos de causa y efecto, son los fundamentos de una ecología verdadera y espiritual.

Feng Shui – Viento y Agua

Feng Shui significa literalmente “viento y agua” y se refiere a la topografía de la tierra, sus montañas, valles y ríos. Sus formas y tamaños, dirección y niveles se crearon por las continuas interacciones de estas dos fuerzas poderosas de la naturaleza.

Es la geomancia china que ha desarrollado para convertirse en una práctica de técnicas que mezcla la creencia mística, la astrología, el folklore y el sentido común gobernando el arreglo y la orientación especial para alcanzar armonía en el ambiente.

a básica de la técnica del feng shui tradicional consiste en que el lugar (terreno) para construir esté cerca de una montaña y río, y que la montaña esté ubicada  a  su espalda y el agua al frente, para que pueda acumular qi (energía vital) y guardar el viento.

También se deben estudiar las direcciones. De acuerdo las teorías modernas del feng shui, cuando se escoge una casa se debe evaluar su estabilidad y habitabilidad, además de estudiar detalladamente el medio geográfico.

Si puedes escoger un lugar que esté rodeado de montañas y abrazado por el río, donde se escuchen los pájaros cantando y con flores y arboles que den sombra, obviamente es posible que las personas vivan con una fuerte salud de cuerpo y mente y puedan vivir felices por muchos años.

Como dice el dicho, “Los bendecidos habitan la tierra bendecida y viceversa”. Mientras uno haga lo que debe hacer, se cosechará eventualmente lo que merece.

Medicina china – Eco medicina

Otro ejemplo de gran sabiduría está dado por la medicina tradicional china, la cual -impregnada de budismo y taoísmo- entiende al ser humano como un sistema que vive al ritmo del universo que lo rodea.

Mientras tendemos a considerar que nuestra vida nos pertenece, la tradición médica china enseña que “la vida no nos pertenece, somos nosotros quienes le pertenecemos”. El hombre forma parte íntegramente de la naturaleza, no solo le pertenece, sino que le corresponde.

Otro ejemplo de gran sabiduría está dado por la medicina tradicional china, la cual entiende al ser humano como un sistema que vive al ritmo del universo que lo rodea.

Del mismo modo, la medicina china presenta al ser humano como un ecosistema en miniatura y subraya la semejanza que presenta su organismo con el de la naturaleza: protuberancias óseas como relieves montañosos, sistema piloso como bosques y sistema venoso como ríos.

Para hacer un paralelismo: cuando colocamos una presa en un río para generar energía eléctrica es como si cortáramos una vena de nuestro cuerpo.

Es incomprensible que el hombre, en su afán de búsqueda de riquezas y beneficios materiales, haya malogrado los ecosistemas, las tierras, la fauna y la flora.

Si nos entendemos como parte de ese “todo” que es la naturaleza, es irracional hacer algo así porque es como destruirse a uno mismo. Sin embargo, ya lo hemos hecho.

Afortunadamente, aun quedan algunas personas con consciencia que son las que van a plantar esos árboles que otros deforestaron, que van a cultivar los alimentos que nos forzaron a consumir con transgénicos y pesticidas y que van a volver a hacer respirable el aire de nuestro planeta.

Por ese camino va el futuro, esa es nuestra esperanza para el mañana, una sola persona no podría hacerlo, pero si somos muchos, podemos.

Fuente: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Desarrollo-Sustentable/Sabiduria-antigua-reflexiones-sobre-el-hombre-y-la-naturaleza

 

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