Los padres pueden ‘diseñar’ el cerebro de sus hijos

Por: Ana Camarero

La adquisición de técnicas de neuroeducación por parte de los progenitores ayuda a los niños a aprender con facilidad

Los momentos en el sofá del salón, antes de irse a dormir, eran especiales. Acurrucado junto a su madre, Martín escuchaba atentamente el fragmento del cuento que tocaba esa noche. Durante 15 minutos, atendía la historia que Laura le contaba de manera pausada. En ese tiempo, su madre le explicaba por qué el protagonista se encontraba triste, cómo disfrutaba jugando en los columpios del parque junto a sus amigos o por qué se había enfadado. Al finalizar la lectura, siempre surgían carantoñas, abrazos o achuchones que le hacían reír hasta que le dolía la barriga. Estímulos y emociones como estos, disfrutados en el entorno familiar, ayudan a los más pequeños a construir su mundo interior y a interpretar la realidad exterior. No en vano, aseguran los expertos, la familia es la primera escuela para el aprendizaje. Un aprendizaje que, en palabras del neurocientífico Francisco Mora, se produce solo si se ama aquello que se quiere aprender, y que está ligado estrechamente a lo emocional.

Hoy se sabe que el cerebro cambia biológicamente, por efecto de la plasticidad neuronal, con cada experiencia; que cada cerebro es único y que las emociones tienen un cometido preponderante en el aprendizaje y la memoria. Por eso, Nora Rodríguez, fundadora y directora de Happy Schools Institute (HSI), Neurociencias y Educación para la Paz, insiste en la importancia de que los padres aprendan neuroeducación, puesto que son los primeros diseñadores del cerebro de los hijos.

“Las neurociencias han demostrado cómo funciona el cerebro en tiempo real, y esto le otorga la oportunidad de sintonizar mejor con sus hijos, no solo a nivel afectivo, educativo y práctico. Por ejemplo, muchos ya ponen en práctica las ventajas de enseñarles a volver sobre sus pasos si no han hecho algo del todo bien, porque han entendido que equivocarse es, ni más ni menos, una gran oportunidad para aprender”, apunta la fundadora de HSI, que añade que “lo interesante es que, al asumir un papel de compromiso emocional en la educación de los hijos, los padres también cambian la química del cerebro, enseñando a sus hijos a conocer sus emociones y la forma en que aprenden mejor”.

En opinión de Nora Rodríguez, que los padres y madres adquieran conocimientos de las técnicas de neuroeducación ayuda a sus hijos a que aprendan más fácilmente. “Pueden llevar a cabo estrategias simples y fomentar en ellos la mentalidad de crecimiento, sabiendo que la plasticidad neuronal les posibilitará aprender mejor aquello que hoy les cuesta un poco, si lo practican. Se descarta el ‘no sirvo para esto’. Cuando un niño piensa, imagina, cuando construye su mente, también modela la biología de su cerebro en la interacción con los adultos”, concluye la experta en neuroeducación.

María Guijarro-García, subdirectora de la Unidad de Investigación Corporativa ESIC Valencia, explica que “padres e hijos pueden aprender sobre el funcionamiento del cerebro y así aprender metacognición, o pensar sobre cómo pensamos”. Guijarro-García insiste en que “saber cómo funciona el cerebro es útil para aprender ciencias y humanidades, y para desarrollar habilidades sociales e inteligencia emocional”. A través de la neurociencia, añade, los progenitores tendrán «mejores herramientas para ayudar al desarrollo emocional e intelectual de sus hijos, y podrán enriquecer su educación y aprendizaje usando la metacognición, la recuperación de la información, o retrieval practice (evocación o recuerdo), para aprovechar tales situaciones y desarrollar la empatía, la cooperación, el cuidado, el optimismo social, la amabilidad y el autoconocimiento».

No obstante, desconocer herramientas sobre neuroeducación y de neurociencia no implica que los padres no puedan educar de manera adecuada a sus hijos. Pero sí es una realidad, en opinión de Guijarro-García, “que el conocimiento de la neurociencia y su aplicación en la educación puede ayudar a que los padres eduquen a sus hijos de forma consciente e informada, y busquen que los maestros de sus hijos estén al tanto de estos conocimientos y los sepan aplicar en sus aulas”.

El docente se presenta, sostiene Nora Rodríguez, como la figura que pone en práctica una educación integradora y para ello es importante el aprendizaje de nuevos conocimientos, pero también, saber cómo funciona su cerebro, cómo conectan con sus alumnos, qué estrategias aplicar en las asignaturas de las primeras horas, o cerca del mediodía.

“Hoy no es suficiente con que los niños y los adolescentes acudan a diario a aulas tecnológicamente innovadoras si los docentes desconocen con qué nuevas técnicas neuroeducativas cuentan para desarrollar el potencial social y humano de sus alumnos», apunta Rodríguez, que insta a entender que cada cerebro es único y que, por tanto, no existe una única manera de aprender.

«El cerebro social debe ser parte del currículum», señala la fundadora de HSI. Una idea con la que coincide, María Guijarro-García: «Si los maestros aprenden y aplican estos principios, mejorará la calidad de vida, tanto de los padres e hijos como de los mismos maestros, porque aplicar las estrategias de aprendizaje basadas en principios de neurociencia, tales como la retrieval practice, espaciar las prácticas e intercalar contenidos no implica mayores recursos ni un exceso de carga laboral. Por el contrario, se pueden preparar actividades en muy poco tiempo y con un alto impacto en los resultados de aprendizaje de nuestros hijos».

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/12/16/mamas_papas/1576499793_458312.html

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Entrevista con Nora Rodríguez: «Muchos programas antibullying no funcionan porque no tienen en cuenta lo que ocurre en el cerebro»

Por: Carlota Fominaya

Entrevista con Nora Rodríguez, experta en el estudio de la violencia escolar, mentora de líderes internacionales, y fundadora de Happy Schools Institute.

¿Es posible acabar con el acoso? ¿Cuál es el papel de los profesores en la lucha contra esta lacra? Hablamos con Nora Rodríguez, experta en el estudio de la violencia escolar, mentora de líderes internacionales, y fundadora de Happy Schools Institute, donde combina la Neuroeciencia con la educación para la Paz, sobe esto, y sobre el programa LAZOS, destinado a prevenir e intervenir frente al bullying, que imparte a docentes y alumnos.

Usted afirma que muchos programas antibullying no funcionan porque no tiene en cuenta lo que ocurre en el cerebro. ¿Puede explicar por qué?

Más exactamente, porque no se educa en sintonía con el cerebro social. Porque hoy sabemos mucho sobre el aspecto social del cerebro y de las aptitudes internas, relacionadas con el cuidado del grupo, y sin embargo no se lleva este saber a las aulas para que los alumnos de todas las edades puedan ejercitar con otros aquello que nos hace humanos, esto es, sacar lo mejor de sí mismos. Los seres humanos somos mucho más buenos que malos. Por el contrario, se pone todo el esfuerzo en prevenir la violencia en las aula mediante enseñanzas en las que el adulto repite «eso no está bien, no lo hagas», y no se le dan a los alumnos oportunidades continuadas para que puedan actuar desde lo que son, desde las capacidades que nacen de su interior y que nos permiten desarrollar la empatía, la generosidad, el altruismo, la ayuda mutua….

Y ello sin contar que se tiende a frenar la violencia cuando se visibiliza con medidas disciplinarias firmes que a menudo incluyen mecanismos de exclusión, sin tener en cuenta que estos mismos mecanismos a menudo generan más acoso a mediano y largo plazo. Sé que es difícil entender, pero no alcanza con decir una y otra vez a los alumnos «no aceptamos que te comportes así», independientemente de que este sistema pareciera que tiempo atrás ha funcionado.

¿A qué alternativas se refiere?

Hoy hay otros paradigmas, otro modo de promover el aprendizaje social. Por ejemplo, sabemos que los alumnos deben reflexionar, prever consecuencias, y si no las han previsto, reparar. Durante las últimas dos décadas, una ola de investigaciones científicas ha documentado repetidamente el impacto dañino y duradero del acoso escolar entre los jóvenes. Investigaciones de todo el mundo han demostrado que el acoso escolar, considerado durante mucho tiempo como un rito de paso benigno, en realidad contribuye a la violencia y los problemas de salud mental. En respuesta, se han desarrollado una gran cantidad de programas contra el acoso escolar pero no sólo no han servido sino que en algunos casos lo han agravado.

… ¿Y el cerebro?

A diferencia de lo que creíamos hace algunos años, en la actualidad saber que nuestro cerebro es tremendamente moldeable por plasticidad neuronal, así que puede reorganizarse de forma estructural y funcional adaptándose continuamente en cada aprendizaje. Esto abre una puerta a la esperanza también frente al bullying, podemos esperar también lo mejor de los alumnos, independientemente de lo que hayan hecho, de la edad que tengan y del momento de desarrollo por el que estén pasando. En este sentido, si excluir y dejar a los alumnos fuera de juego los perjudica como persona, o no creer en ellos, o someterlo a exclusión social, ya sabemos que el resultado no va a ser satisfactorio. De hecho, la exclusión provoca el mismo dolor que una herida física, y el cerebro necesita de relaciones sociales, sentir que somos aceptados, que pertenecemos a un grupo, algo tan básico y fundamental como la alimentación. Los seres humanos necesitamos sentirnos integrados socialmente porque este es un factor de supervivencia. El daño causado por la exclusión social que a veces acompaña a las situaciones de bullying, no es sólo mental.

También se sabe que los niños y adolescentes ven afectado el córtex prefrontal ventral, cuya función consiste en regular la angustia que desencadena el dolor. Esta reacción cerebral es un aviso para que la persona proceda a la integración antes de que sea demasiado tarde para su vida. Todos los niños son conscientes de que están siendo marginados, lo cual llevado al ámbito educativo, hemos de ser conscientes de que sus cerebros se vuelven menos eficientes. Los neurotransmisores y las hormonas se liberan de manera diferente ante estímulos de peligro para la supervivencia que para situaciones agradables y de recompensa. Cuando la percepción es de peligro, la respuesta de nuestros alumnos será de lucha o de huida, secuestrando a la amígdala, bloqueando a la corteza prefrontal y a las funciones ejecutivas, es decir, las buenas decisiones. Lo cual perjudica no sólo el pensamiento analítico, sino también el pensamiento creativo y la resolución de problemas.

Es decir, cuando los alumnos necesitan sus habilidades mentales más sofisticadas, si hay bullying, y las respuestas al peligro provocadas en situaciones sociales tienden a ser más intensas y duraderas que la respuesta de recompensa en el cerebro, las funciones ejecutivas son bloqueadas.

¿Cuál es el papel del profesor en estos casos?

Personalmente, creo que no tienen en cuenta que cualquier alumno de sus clases sí sabe si hay intimidación, y también saben entre quiénes se produce. Esta es un gran ventaja, obviamente no para preguntarles, pero sí para enseñarles a detectar cuáles son las señales de que hay que actuar, y con qué recursos cuentan como grupo para frenarlo. En ningún caso usar la mediación llevada a cabo por ellos, porque eso se ha comprobado lleva a los mediadores a ser posibles víctimas. Si se ayuda a los alumnos de que ellos tienen todas las herramientas personales y emocionales que necesitan, y que necesitan pararlo entre todos, entonces ellos dejarán de poner excusas para no hacer nada. Hay que explicarles a los alumnos que la frase de Martin Luther King: «No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que sí me preocupa es el silencio de los buenos»… indica que ya no alcanza con tener el deseo de apoyar a la víctima y justificarse: hay que actuar, y hay que hacerlo en grupo.

Ya sabemos que uno solo no puede parar el bullying, ni dos, ni cinco, tienen que ser todos. Más cuando los que la ignoran creen tener razones fundamentadas según demuestran la investigaciones. («No es mi problema si alguien que no conozco está siendo atacado»; «No es agradable entrometerse en los asuntos de alguien»; «Ellos pueden resolver todo por sí mismos»; «No quiero ser un chivato contándoselo a un maestro»; «Él o ella debe defenderse por sí mismo»; «La mayoría de las personas pueden cuidarse a sí mismas y, a veces, las víctimas se lo merecen».

Sin contar que, lamentablemente, algunos niños y adolescentes, como algunos adultos, aprueban la intimidación, encuentran atractiva la violencia o la posibilidad de violencia. También frases como «me encanta ver pelea»; «A todos los niños les gusta divertirse y yo soy parte de eso»… son algunos ejemplos de esto.

¿Qué le dice usted a los profesores a los que forma?

Cuando formo a los profesores para que sean líderes en las aulas, les doy estrategias para que puedan hacen sentir bien a sus alumnos, teniendo en cuenta qué pasa en el cerebro, creando un clima positivo en el aula, dando autonomía para tomar decisiones, enseñándoles a dar algo de lo que saben hacer, enseñándoles cómo se establecen buenas relaciones, practicando el agradecimiento, la amabilidad, entre otros. Esto favorece la respuesta de recompensa, hay más dopamina en el cerebro, y la recompensa social es que tiene efectos duraderos, lo cual favorece el clima del aula, con una clase más efectiva, abierta a ideas y más creativa. Los docentes con alto liderazgo les hablan a los alumnos de quiénes son con sus características individuales, les ayudan con cierta periodicidad a los alumnos a ensayar lo que podrían decir en presencia de un acosador.

¿Cómo sería entonces un programa antibullying ideal?

Sin duda los que fomentan ante todo los buenos vínculos en el aula, el respeto y la reparación como forma de aprendizaje social. El aula, y por extensión el colegio, necesita ser vista ante todo como un laboratorio socioemocional, que permita poner en marcha lo que nos define como humanos. Y para ello es necesario que los docentes se perciban líderes inspiradores, transformadores, sintiendo que son importantes para sus vidas.

Se piensa en programas pero hay que pensar en cómo deseamos ser tatados, y qué podemos hacer por los demás. Algunos programas han demostrado ser efectivos, otros no, y otros no han sido evaluados científicamente. Ahora lo que identificamos e implementamos son mejores prácticas de prevención e intervención.

¿Cree que en algún momento será posible borrar el bullying de las aulas?

Sí, cuando sea prioritario conocer a las personas a las que se educa, y crear con ellas y entre ellas vínculos positivos. De ese modo, en lugar de poner el foco en lo que no saben, en lo que no aprenden, se tratará de descubrir qué los hace auténticos, como sus talentos y fortalezas les ayudan a aprender, y focalizarse más en conseguir relacionarse mejor con los demás.

Crear sistemas de ayuda mutua, practicar la generosidad, altruismo, y no sólo para planificar clases dinámicas y colaborativas en donde los alumnos cumplan un rol, sino para que se sientan parte del aula, porque si el cerebro reptiliano está tranquilo, y el instinto de pertenencia satisfecho, el ambiente del aula mejora de un modo increíble.

¿Qué es exactamente Lazos?

Un conjunto de buenas prácticas de alto alcance que pone el foco en los vínculos positivos, con 22 desafíos destinados a desarrollar aptitudes internas que los hacen mejores seres humanos, como la generosidad, la amabilidad, la empatía, la ayuda mutua, entre otros; primero en el colegio, pero luego el desafío va hacia las familias, y así uno cada mes, o dos, dependerá del colegio, el caso es que cada alumno es un mediador positivo entre el colegio y la familia. El programa incluye la formación liderazgo del docente, y 300 estrategias en las aulas para frenar el bullying según la fase en que se encuentra, y la edad de los alumnos, usando el espacio como cómplice, dinamizándolo según las necesidades.

El objetivo es el contagio de emociones constructivas. Con un enfoque de «toda la escuela», con una acción coordinada a nivel del estudiante individual, el aula y la escuela, evitando programas y estrategias que los dejen los dejan mal equipados emocionalmente para enfrentar sus problemas sociales y emocionales.  Y volvemos al cerebro, porque desde el nacimiento tenemos la capacidad para aprender interactuando con los demás porque disponemos de neuronas espejo que se activan cuando realizamos una acción, pero también cuando observamos a otros realizarla, del mismo modo, nos copiamos también de emociones negativas o positivas.

Así que jugamos con ventaja, porque una función básica de los grupos es el deseo de armonizar. Es una necesidad de nuestro cerebro estar en sintonía. Buscamos que ellos encuentren en su interior que hacer y lo hagan.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-muchos-programas-antibullying-no-funcionan-porque-no-tienen-cuenta-ocurre-cerebro-201912090145_noticia.html

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Mirando a la Neurociencia desde la educación

María Antonia de la Parte-Pérez*

     Al referirnos a la Neurociencia estamos abarcando el conjunto de ciencias cuyo objeto de estudio es el sistema nervioso central (SNC) y muy especialmente la actividad cerebral (AC) referida al pensamiento, los sentimientos, la conducta y el aprendizaje humanos. El objetivo final de la neurociencia es la localización anatómica de las funciones cerebrales y las múltiples interrelaciones que se crean, evidenciadas por el entramado de las conexiones neuronales denominado por Sebastian Seung conectoma. Visto así, el ser humano grosso modo, está formado a imagen y semejanza de su genoma y su conectoma.

     Desde la década de los 90 del siglo pasado, se han incrementado los estudios sobre la función del SNC para conocer cómo funciona el cerebro humano. Aunque el estudio de la localización de las funciones cerebrales arranca en tiempos de Herófilo y Galeno, unos tres siglos antes de Cristo y marcha en paralelo con el aumento del conocimiento de la anatomía y fisiología del SNC, el avance del conocimiento de la AC ha sido facilitado por los avances tecnológicos que permiten observar los cambios que se producen en el cerebro durante las actividades estudiadas, por medio de las técnicas imagenológicas disponibles: tomografía axial computarizada (TAC), resonancia magnética nuclear (RMN), resonancia magnética nuclear funcional (RMNf), tomografía de emisión de positrones (PET, por sus siglas en inglés), combinación de RMNf-PET y la tomografía computarizada con emisión de fotones únicos (SPECT, por sus siglas en inglés). Las neuroimágenes permiten cartografiar el cerebro y de este modo se ha podido diferenciar la forma en que procesan los datos los hemisferios cerebrales, y cómo hace el cerebro para incorporar información nueva. El cerebro tiende a procesar los datos desde el hemisferio derecho, relacionado con la intuición, la creatividad y las imágenes, entre otros muchos datos conocidos del funcionamiento del SNC del humano normal y del enfermo.

       Como resultado del avance del conocimiento obtenido a través de la Neurociencia, para apropiarse del mismo surgen disciplinas como la Neuroeducación y la Neurodidáctica, las cuales nos van a permitir explicar las bases neurológicas de las diferentes teorías del aprendizaje. Las actividades cognitivas son esencialmente hechos que tienen asiento en el sistema nervioso y los avances de la neurofisiología aportan el conocimiento para la comprensión de los procesos cognitivos que permiten también explicar el conocimiento adquirido mediante las diferentes fuentes de aprendizaje: formal, no formal e informal.

       La ciencia está demostrando lo que los educadores sospechábamos desde hace tiempo: la memorización y la repetición no son buenas prácticas para todas las formas de aprendizaje; aprendemos también haciendo, experimentando y emocionándonos. Se sabe también que al aprender en grupo, los conocimientos se afincan más intensamente en la memoria y que el ejercicio físico es otro elemento facilitador del aprendizaje. La comprensión del funcionamiento del cerebro, nos permite apreciar la importancia de la curiosidad y la emoción para la adquisición del conocimiento. Es así como la neurociencia ha descubierto a la emoción como el ingrediente mágico del aprendizaje, fundamental para el proceso de enseñanza-aprendizaje, de modo que se crea un binomio indisoluble entre la emoción y la cognición, explicable por la morfofisiología cerebral (Mora, 2013;Sáez, 2014).

     La neurociencia nos muestra que el binomio emoción-cognición es indisoluble, con base en la anatomía y fisiología cerebral, producto del proceso evolutivo humano. Toda información sensorial – recibida a través de nuestros sentidos – antes de llegar a la corteza cerebral para ser procesada por las áreas de asociación – áreas de procesamiento del conocimiento – es filtrada por la zona emocional del cerebro denominada sistema límbico en donde se otorga a esa sensación la impronta emocional y de ahí, revestida de la emoción correspondiente, está lista para el procesamiento cognitivo por el que se crea el pensamiento. Mediante este mecanismo se puede explicar la importancia de la emoción en todo proceso racional de aprendizaje y la memorización (Mora, 2013).

       El surgimiento de las neurociencias ha logrado que la Neurología y la Pedagogía se reúnan en una construcción multidisciplinar para el crecimiento de la Neuroeducación y de la Neurodidáctica. La neuroeducación es un nuevo enfoque de la enseñanza basada en la evidencia de la actividad cerebral. Esta nueva disciplina nos invita a reflexionar sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje de manera multifactorial de modo de acoplar las metodologías pedagógicas alineadas con la neurodidáctica de modo de lograr un proceso de enseñanza-aprendizaje cada vez más personalizado y dirigido al cumplimiento, seguimiento y evaluación de las políticas educativas requeridas para lograr la calidad de la educación proyectada.

       La neuroeducación como nuevo paradigma del proceso de enseñanza-aprendizaje, deber ser transversal en todos los niveles de la educación. Está demostrado que en el proceso de aprendizaje, primero es la motivación, le sigue la atención y por último, está la memorización.

       El desarrollo de las neurociencias en las últimas décadas, aportan a las Ciencias de la Educación conocimiento que requiere ser incluido en los currículos de la formación inicial docente. Son temas centrales: las bases neurofisiológicas del aprendizaje, así como del crecimiento, maduración y desarrollo del SNC humano que sustentan dichos procesos.

       La formación inicial docente en el futuro cercano – ya – si bien no necesita incluir en sus programas docentes asignaturas como neuroanatomia, neurohistología, neurofisiología, neuropsicologia y psicofisiología de las emociones, como se administran para los estudiantes de las Ciencias de la Salud, deberá cubrir los básicos que permitan al egresado de nuestros pedagógicos y escuelas de educación adquirir los elementos fundamentales que les permita comprender los procesos neurobiológicos relacionados con el aprendizaje o mejor expresado el enseñaje vocablo que alude al proceso de enseñanza-aprendizaje, para fundamentar la nueva disciplina de la neuroeducación, a saber: la neurodidáctica, con el objetivo de que la enseñanza del siglo XXI logre potenciar y perfeccionar las habilidades propias de cada sujeto.

       Los contenidos de las bases biológicas del comportamiento humano, construidos desde el campo transdisciplinar de las neurociencias, formulan en la formación docente una nueva mirada del hecho educativo e instalan un modo distinto de abordar las construcciones pedagógico-didácticas, en los diversos ámbitos y modalidades de la educación. Por todo lo explicado nos hallamos frente a la Neurodidáctica para proponer metodologías apropiadas como son el aprendizaje basado en proyectos (ABP), el aula invertida (flipped classroom), la teoría de las inteligencias múltiples, el aprendizaje colaborativo, entre otras, con el uso de las TIC’s preferiblemente.

       El educador que abraza la neurodidáctica, debe tener como meta la motivación de sus estudiantes por el efecto que este estado de ánimo tiene sobre la atención y la comprensión, hechos que no será posible alcanzar sin el clima docente favorable que mantenga la felicidad del binomio alumno-maestro para lograr los resultados programados. ¡Ah! Recordando siempre que enseñas, enseñar a dudar de lo que enseñas.

Referencias

Mora, F. (2013). Neuroeducación. Sólo se puede aprender lo que se ama. Madrid. Alianza Editorial. Pp.224

Sáez, C. (2014). Neuroeducación, o cómo educar con cerebro. Disponible en: https://cristinasaez.wordpress.com/2014/10/06/neuroeducacion-o-como-educar-con-cerebro/

Seung, S. (2012). El Conectoma. Disponible en: https://www.bbvaopenmind.com/sebastian-seung-presenta-los-resultados-de-su-estudio-sobre-el-conectoma

 

*María Antonia de la Parte-Pérez

Doctorante del Doctorado Latinoamericano en Educación: Políticas públicas y Formación docente (UPEL) Primera cohorte (2013).

contacto: mariantonia.delaparte@gmail.com

Fuente de la imagen: https://pixabay.com/en/skull-and-crossbones-skull-brain-1739995/

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Los misterios del cerebro, la pobreza y los aprendizajes

Javier Luque

Tradicionalmente, los economistas como yo, hemos pensado que la pobreza explica el bajo desempeño en la escuela porque las familias pobres no tienen la capacidad para acumular capital humano debido a limitaciones de efectivo en el corto plazo. Un lector desinformado podría pensar: ¿qué rayos significa eso? En términos sencillos, esto significa que los niños pobres suelen tener  menos recursos para pagar la escuela, comprar libros de texto o ropa, pagar los costos de transporte y tener una nutrición y salud adecuadas. A menudo, también tienen que trabajar para contribuir con la economía del hogar y ayudar a mantener a sus hermanos.

Por estas razones, los niños más pobres tienden a abandonar la escuela con mayor frecuencia o, en el mejor de los casos, sacrifican su juventud en vez de dedicarse al aprendizaje. Esto contribuye a la creación de lo que se conoce como el ciclo de pobreza, puesto que cuando estos niños crecen y tienen sus propios hijos, estos últimos repiten la historia de sus padres y así sucesivamente. El vídeo protagonizado por Agustín y Daniel presentado en el post de abajo ilustra exactamente este fenómeno.

Sin embargo, aparte de la teoría de la deficiente acumulación de capital humano por parte de los pobres, los economistas siguen teniendo dificultades para explicar por qué los niños pobres tienen bajo desempeño en la escuela. ¿Habrá algo más? ¿Qué ocurriría si asumiéramos un enfoque distinto?

Por ejemplo, los educadores, inspirados por su experiencia en el aula, han notado que los niños pobres presentan mal comportamiento, impaciencia e impulsividad, entre otros. También muestran un rango más limitado de respuestas de comportamiento, reacciones emocionales inapropiadas, y menos empatía hacia los infortunios de los demás, los cuales también afectan su aprendizaje. Entonces… ¿es posible que haya algo dentro de los cerebros de los niños pobres que hace que su experiencia escolar sea diferente? Y, más importante aún, ¿se puede cambiar?

Los hallazgos más recientes de la neurociencia presentan ideas nuevas y refrescantes. Libros como: Enseñar con la pobreza en mente: ¿Qué le hace la pobreza a los cerebros de los niños, qué pueden hacer las escuelas al respecto?por Eric Jensen, y Cómo pueden triunfar los niños: la valentía, la curiosidad y el poder oculto del carácter por  Paul Tough, resumen los hallazgos de la neurociencia, combinándolos con la evidencia de otras disciplinas.

En ese sentido, sobre la base de una variedad de esfuerzos de recopilación de datos (realizados en las últimas décadas), de experimentos controlados (con seres humanos y no humanos) y de nuevas tecnologías que permiten la exploración de las profundidades del cerebro, la neurociencia proporciona nueva y sólida evidencia de que los niños de hogares pobres desarrollan cerebros que luego terminan “conectados” de manera diferente. Esto explica, al menos en parte, sus problemas de acumulación de capital humano, los cuales también se extienden a sus interacciones sociales. Por ello, los hallazgos de la neurociencia han abierto una nueva dimensión en la comprensión de los pobres y sus desafíos al momento de aprender.

Fuente del articulo: http://blogs.iadb.org/educacion/2013/08/14/los-misterios-del-cerebro-la-pobreza-y-los-aprendizajes/

Fuente de la imagen: http://blogs.iadb.org/educacion/files/iStock_000014905976Small.jpg

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Redes interdisciplinares: Networking interneuronal

IberoamericaDivulga/8 de abril de 2016/Por: Alfredo D. Holguin Alfaro

IBERCIENCIA: Comunidad de Educadores para la Cultura Científica

La humanidad ha estredesado cerca de la interdisciplinariedad desde que existen las comunidades y lo que ha ocurrido en las últimas décadas es que se ha intensificado y extendido no solo porque la tecnología ha creado un gran soporte para que esto ocurra sino porque la capacidad humana ha sido estimulada.

No hay nada más sorprendente que mirar como los jóvenes de hoy tienden a comunicarse y a crear sus espacios, no solo presenciales sino en especial los virtuales, mundos tan vastos de íconos, imágenes, sonidos y todo
lo que se pueda trasladar en bytes.

Quienes son realmente, quienes son los representantes de estas nuevas formas de comunicación, no encuentro delimitaciones concretas y explícitas sobre estos intercambios en términos de edad, sexo, religión, geografía o de cualquier otra clasificación que se pueda utilizar y con seguridad no habrá ninguna categoría que pueda separar a quienes comparten las comunidades virtuales.

Alguno de ustedes podrá decir que si encontramos comunidades muy bien demarcadas como cuando mencionamos que pertenecemos a Comunidad de Educadores para la Cultura Científica, realmente aquí lo que existe es uno de las temáticas sobre las que los participantes de esa comunidad tienen preferencias, pero la información que manejan y que trasladan en diversas comunidades toman como referencia lo más significativo de dichas comunidades y la trasladan de un espacio a otro de un grupo a otro y aún más tan solo la diseminan en la red.

Esto pareciera una torre de babel que crece de manera extraordinaria, pero en realidad es un espacio equivalente a un universo en expansión, un universo en el que sus componentes recién están gestándose, recién están tomando alguna forma que permita utilidad para quienes nos hemos acercado o adentrado a esta nueva multidimensión.

Las redes que se forman implican un impresionante intercambio de experiencias y conocimientos de perspectivas muy diversas, en un mundo en el que la tecnología avanza con gran vertiginosidad, en un mundo en el que la generación «z» ya bordea un tercio de la población mundial.

Los cambios tecno culturales están creando tecno sociedades y no solo me refiero al tema de traslado de información o intercambio de la misma sino que la creación de bienes y servicios de manera clara está produciendo nuevas generaciones de productos conocidos como productos inteligentes. Esto mismo ocurre con el proceso de redes de intercambio, redes que ya no solamente crecen con la intención de alguien o de algunos participantes sino que las redes se reproducen de manera independiente a quien las origino y que a partir de las mismas gestan redes diversas y complejas.

La interdisciplinaridad desde la perspectiva de la revolución industrial, desarrollando paralelamente ramas del conocimiento e integrándolas en algún punto, ha sido rebasada de manera muy larga. Ya no hay dimensiones lineales del conocimiento sino que las dimensiones se agregan en espacios de n dimensiones, esto ocurre de manera casi natural con una energía interna que se auto recarga permanentemente y esto no es nada excepcional pues esta dinámica surge de la estimulación neuronal.

El cerebro humano aún tiene un gran potencial no explotado, y sobre esto se estima que al morir en promedio se ha utilizado a lo más el más que el 15% de su capacidad. Por lo tanto aquí tenemos la base de porque las redes de comunicación e información crecen de forma exponencial, no solo es el soporte tecnológico, sino es quienes dan vida a las plataformas de intercambio que son al final de cuentas personas.

Por consiguiente la interdisciplinariedad ya no es algo que sea escaso es algo abundante, ya no es algo que debemos provocar sino que la encontramos desarrollándose de manera espontánea. La tarea que queda es aprovechar la evolución de la interdisciplinariedad y no limitarla con paradigmas regresionistas, como en el caso de la educación en el que existe una sombra de rechazo frente a las plataformas o dispositivos que permiten este milagro de conexión y de pluralidad.

Siempre habrá quienes sienten una amenaza a su posición de confort, pero este aletargamiento será inevitablemente avasallado es imposible modificar las características que las nuevas generaciones traen ya ni siquiera en sus patrones aprendidos e tipo social o cultural sino en aquellas características que cargan en sus genes, pues el cerebro tiene una gran capacidad de adaptación, su plasticidad neuronal con seguridad es también trasladada como carga genética, es pare de la evolución.

Por tanto la interdisciplinariedad está más cerca de lo que a veces uno puede percibir, en los elementos más simples y cotidianos, siempre ha estado presente pero nunca antes ha estado tan extendido ni en una complejidad que se traduce en elementos aparentemente simples.

No busquemos más la aparente ausencia de interdisciplinaridad, integrémonos en ella a través de las networking neuronales, éstas son las principales fuentes del desarrollo de la gran diversidad que interactúa.

Fuente de la Imagen Principal:

http://crimina.es/blog/category/cibercrimen/

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