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La configuración emocional de la política

Por: Leonardo Díaz

Nuestro miedo a un futuro donde los valores que constituyeron nuestro mundo ya no existan puede traducirse de manera inconsciente en odio hacia las minorías excluidas de ese mundo; nuestro enojo por la pérdida de la estabilidad económica puede interpretarse en términos de ira hacia quienes interpretamos como “culpables” de nuestra precariedad.

En mis últimos artículos he sintetizado el modelo explicativo del psicólogo Manos Tsakiris sobre el rol de las emociones en la conducta política. Desde esta perspectiva, si nuestras acciones están condicionadas por variables fisiológicas y psicológicas dirigidas a buscar nuestra seguridad, muchas de las elecciones que parecen inexplicables, desde una perspectiva intelectualista, se esclarecen.

Así, en un entorno internacional caracterizado por un proceso económico y político de gran inestabilidad, a inicios de un siglo marcado por la transición de antiguas formas de vida a otras nuevas provocadas por la globalización; ante la emergencia de nuevas sensibilidades que socaban prejuicios ancestrales; en un clima donde se ha producido un socavamiento de referentes epistémicos y éticos acentuado por la revolución digital, nuestros estados fisiológico-psicológicos configuran la radicalización emocional de la política actual.

Las emociones configuran la vida política, porque, como recuerda Tsakiris, no constituyen meras reacciones al mundo, sino que lo constituyen a partir de las experiencias emocionales previas y los conceptos emocionales de los agentes políticos.

Nuestras emociones son constantemente interpretadas. Pero pueden ser entendidas de modo erróneo. Nuestro miedo a un futuro donde los valores que constituyeron nuestro mundo ya no existan puede traducirse de manera inconsciente en odio hacia las minorías excluidas de ese mundo; nuestro enojo por la pérdida de la estabilidad económica puede interpretarse en términos de ira hacia quienes interpretamos como “culpables” de nuestra precariedad.

Estas percepciones dan lugar a interpretaciones sesgadas, especialmente, si nuestro estilo de vida es afectado y, posteriormente, estimulan la construcción de narrativas que justifican nuestras emociones para resignificar el mundo en función de nuestros deseos, prejuicios y expectativas.

Dichas interpretaciones son hoy reforzadas por los “efectos burbujas” de las redes sociales y por la cultura de la posverdad alimentada por líderes políticos sectarios e inescrupulosos.

De este modo, las personas pueden operar en el espacio público ofuscadas sobre sus convicciones epistémicas a partir de una confusión sobre sus estados emocionales.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/la-configuracion-emocional-de-la-politica-8891339.html

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Entrevista a Mario García de Castro: «El posmodernismo ha invadido los medios de comunicación, las universidades y la vida cultural»

Por Javier F. Ferrero

La distorsión deliberada de una realidad ha encontrado su sitio en discursos en los que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales. La posverdad ha entrado en nuestro día a día y nos ha mostrado que, si no hacemos un trabajo conjunto para detener esta expansión generalizada de la mentira, cuando algo aparente ser verdad será más importante que la propia verdad.

En esta era de posverdades y trumpismo, de postmodernismo y populismo, de mentiras repetidas mil veces y convertidas en verdades, queremos poner un poco de cordura y para ello hablamos con Mario García de Castro, profesor Titular del Departamento de Ciencias de la Comunicación y Sociología en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.

Expone en su último artículo en The Conversation que «la hegemonía del subjetivismo cultural ha sido la base de la nueva autocracia digital», ¿se trata de un problema global? ¿qué porcentaje de culpa tienen las redes sociales en esta situación?

La hegemonía de este subjetivismo o relativismo cultural que tienen estos nuevos populismos autocráticos está basada, en el uso potenciador de la tecnología digital a través de su expresión mediática. Con esos potenciadores desarrolla sus interpretaciones sectarias de los propios hechos factuales. Esto se aprecia tanto en América, sur y norte, no solo USA, también en Brasil, México, Venezuela, como en Europa, no solo Hungría y Polonia, también han emergido estos movimientos populistas radicales en Reino Unido, Italia, o en fuerzas políticas concretas en Francia o España, por no hablar de Asia o de los países de la órbita rusa. Por tanto, claro que es tendencia histórica global. Es una regresión histórica que desde las bases masivas que ofrece la tecnología digital desarrolla fórmulas políticas autoritarias que persiguen la devaluación del sistema democrático.

El periodista debe volver a reivindicar y practicar la necesidad de la objetividad, la neutralidad y la independencia,

Pero desde luego esto no quiere decir que sean las redes sociales las responsables, como tampoco fue la radio propagandista del nazismo de Goebbels la responsable del nazismo. Pero ahora resulta que son el mejor instrumento mediático tanto para las fake news, la radicalización de la polarización política, o las actuales teorías negacionistas o conspirativas. QAnon o los Proud Boys son bastante inconcebibles sin las redes sociales. El medio es el mensaje, pero sería una barbaridad entender las redes como las responsables de estos movimientos neofascistas. Usadas con propósitos decentes aportan inédita transparencia al sistema mediático.

¿Por qué en este aspecto considera que Trump es el producto perfecto?

El trumpismo como movimiento político es el paradigma perfecto de este nuevo populismo que ha utilizado las técnicas de la posverdad para potenciarse hasta llegar a la presidencia de los Estados Unidos.

https://theconversation.com/el-ocaso-de-la-verdad-y-el-populismo-digital-150812

No olvidemos que ahora, aunque ha perdido la presidencia Trump ha obtenido 11 millones de votos más que hace cuatro años. Y lo es porque la cultura anglosajona que ofreció los mejores ejemplos del periodismo independiente o de la independencia y separación de los poderes, también ha resultado ser la vanguardia de este neofascismo sustentado en la desconfianza emocional en las instituciones democráticas y el conocimiento científico. Trump y sus seguidores son auténticos emboscados, como otros líderes mundiales, que desacreditan, por ejemplo, esa compensación de poderes o la neutralidad de las instituciones.

Eduardo Inda, uno de los referentes españoles de la verdad una vez declaró que para colar mentiras tan sólo «hay que generar sentimientos en los receptores, una vez ahí puedes colarle no solo una, sino millones de mentiras», ¿qué hay de cierto y cuál es la estrategia informativa de estos medios?

Pues es realmente lo contrario a lo que advertía Ryszard Kapuscinski sobre el buen periodismo al afirmar que los cínicos no sirven para este oficio. Pero Kapuscinski no tuvo en cuenta que el posmodernismo había invadido hace mucho los medios de comunicación, las universidades, la vida cultural y acabó convirtiéndose en un estado de ánimo que ofrecía prestigio intelectual al cinismo y al nuevo relativismo político.

La afirmación de que “los hechos no existen, solo las interpretaciones”, ha acabado propiciando que la razón la tengan los más pérfidos, fuertes o los poderosos que siempre tienen la última palabra. El posmodernismo, la filosofía cuántica, y al final el show business ha acabado imponiendo la supremacía de la ironía y del “divertirse hasta morir”, como dijo Neil Postman. Si todo es opinable también las verdades incómodas se pueden transformar fácilmente en opiniones, y así se oscurece fácilmente la realidad que no interesa, como estudió Hannah Arendt.

«Mientras que el posmodernismo se extendió a través de la televisión, la posverdad lo hace a través de las redes digitales. ¿Por qué? Porque en esto se ha basado siempre el ejercicio del poder, de la voracidad del capitalismo o del autoritarismo político totalitario»

La serie La Voz Más Alta cuenta la historia de Roger Ailes, el productor de televisión transformado en fundador y presidente de la cadena de noticias de Murdoch y finalmente denunciado acosador sexual por sus empleadas. Ailes tuvo que abandonar Fox pero mantuvo su lema de cabecera hasta llevar a Trump a la Casa Blanca: “Hay muchas personas que no saben qué creer. Si les dices qué tienen que pensar las pierdes, pero si les dices lo que tienen que sentir son tuyas”. La historia de ese productor de televisión metido a director informativo representa a la perfección la mutación en el antiguo paradigma televisivo entre información y entretenimiento. En los últimos cinco minutos del cuarto episodio de la serie de Showtime, Alies enarbola su leyenda ante sus pupilos: “No seguimos las noticias, creamos las noticias. Cambiamos el mundo. El periodismo es historia y la historia la escriben los vencedores”.

https://theconversation.com/politica-espectaculo-la-intoxicacion-de-la-realidad-141395

¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Por qué o con qué intereses se ha buscado?

Aunque los antropólogos nos han demostrado que siempre ha permanecido más o menos mitigada la permanente voluntad política de la desinformación como manipulación interesada de la realidad, el filósofo italiano, Mauricio Ferraris, ha estudiado cómo en este nuevo populismo hay un salto histórico, el que va del posmodernismo televisivo a la posverdad digital de las redes. De este modo, mientras que el posmodernismo se extendió a través de la televisión, la posverdad lo hace a través de las redes digitales. ¿Por qué? Porque en esto se ha basado siempre el ejercicio del poder, de la voracidad del capitalismo o del autoritarismo político totalitario.

Como decía, se trata de un nuevo populismo de uno u otro signo cuyas fórmulas autoritarias se apoyan precisamente en la cultura digital, porque sus comunicaciones están fundadas preferentemente en los sentimientos o las emociones de las audiencias por encima de los datos empíricos.

¿Qué relación guarda con la filosofía de finales del siglo XX?

La base intelectual de la era de la posverdad está en la filosofía posmoderna de finales del XX, que estudiaron los filósofos franceses del grupo de Foucault, Lyotard, Derrida, o Braudillard. Sus ideas partían de la consideración de una sociedad más pluralista que tenía que reconocer a múltiples agentes de género, de minorías étnicas, etc. Ahí se empieza a cuestionar el concepto mismo de realidad objetiva con lo que también se cuestiona la noción de verdad, porque su terreno natural del final del siglo era la ironía, las apariencias, el distanciamiento y la fragmentación, como reacción a las verdades absolutas que habían arrojado tanta violencia en el sangriento siglo XX.

Inspirado por el estalinismo, el nazismo y el imperialismo capitalista, George Orwell dibujó el futuro del totalitarismo. Los protagonistas eran el abuso del poder, la manipulación de la realidad por los medios de comunicación y la expansión de la tecnología: el Gran Hermano. Los medios, y especialmente la televisión, son los grandes protagonistas de 1984.

Algo parecido hizo la escritora judía Anna Harendt, al escribir Los orígenes del totalitarismo, quien coincidió con Orwell en identificar los mecanismos de control: si todos aceptan la mentira impuesta por el Partido, la mentira pasará a la historia y se convertirá en verdad. Lo llamaron “control de la realidad” o el “doblepiensa”.

¿Cómo puede se debe/puede combatir ese pseudoperiodismo?

El oficio de informador debe volver a reivindicar, frente a la propaganda y la manipulación política, el realismo. El periodista debe volver a reivindicar y practicar la necesidad de la objetividad, la neutralidad y la independencia, y a través de su ejercicio volver a adquirir la credibilidad perdida.

¿Cómo podemos diferenciar qué es verdad y qué opinión?

Antes delimitábamos muy bien entre información y comunicación. El infotainment es híbrido, mezcla los bucles de imágenes, los directos, las entrevistas, los debates y los concursos. Los nuevos usuarios ya no distinguen entre los noticieros clásicos y los programas de infotainment.

La inflación de la oferta informativa, la liberalización de la televisión y sus contenidos que imitan la realidad han acabado convirtiendo el mundo en una ficción. A través de la proliferación de los talks shows, el infotainment ha consolidado ese nuevo paradigma de que no hay hechos solo opiniones. Pero debajo de cualquier manipulación sigue existiendo lo que solo son hechos veraces, aquellos que pueden ser captados por objetivos honestos, las cámaras documentales, los ojos observadores.

Esta hibridación del posmodernismo ha llegado a difuminar cualquier límite entre la información y entretenimiento, entre lo subjetivo y lo objetivo. Sin embargo, debemos de distinguir al menos en la docencia o en la educación entre la realidad y lo ficticio, lo real y lo falso, que es como la verdad y la mentira. Hay algo deliberado de ocultamiento en la mentira que el ciudadano debe conocer. Hay que volver a distinguir la comunicación de la información.

¿Todo esto puede tener que ver con rechazar una teoría materialista de la realidad para abordarla desde un supuesto relativismo?

Con la preeminencia de la opinión sobre la información de los hechos, resulta que todo es relativo. Una opinión legitima la contraria. El negacionismo de los efectos de la pandemia o responsabilizar a los emigrantes de ella. La victimización de los discursos nacionalistas. Resulta indiferente si dicen la verdad o mienten. Ya no cabe la distinción entre verdad y mentira porque todo acaba siendo opinable. El resultado no es solo la banalización de la realidad sino el involucionismo o el regreso de la propaganda frente a la información de los hechos. La intoxicación de la realidad como norma.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/entrevista-a-mario-garcia-de-castro-el-posmodernismo-ha-invadido-los-medios-de-comunicacion-las-universidades-y-la-vida-cultural/

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Posverdad, democracia y filosofía

Por: Leonardo Díaz

Hoy, tercer jueves de noviembre, Día Mundial de la Filosofía, deseo recalcar la imperiosa necesidad de promover la actividad filosófica entendida como actitud crítica y dialógica ante la vida, como advertencia ante las implicaciones de la posverdad y de los fundamentalismos.

Uno de los problemas más acuciantes de nuestro tiempo es lograr que los proyectos democráticos no sean lesionados por la posverdad.

En la medida que la ciudadanía se hace más indiferente a las evidencias y al pensamiento racional, reforzada sus opiniones partidarias y sus prejuicios a partir del filtro burbuja generado por las redes sociales, el socavamiento del diálogo democrático es cada vez más profundo.

El politólogo David Held considera que las sociedades democráticas se caracterizan por ser un espacio para el debate justo de los valores y por su capacidad para la negoción de conflictos.

Entonces, una sociedad democrática se configura a partir de espacios para la discusión crítica y racional sobre nuestras formas de vida, los principios en que se sustentan y los procedimientos que permiten concretizar esos supuestos.

¿Cómo llevar a cabo ese debate si existe una inconmensurabilad de mundos entre los ciudadanos? ¿Si no existen unos referentes comunes para llevar a cabo una conversación?

Este es el grave daño que la posverdad realiza a la democracia. Si se acrecienta el número de personas que da la espalda a las evidencias en función de sus deseos y creencias, si no se comparte un conjunto mínimo de referentes, no es posible iniciar una conversación ni arribar a ciertos acuerdos mínimos necesarios para la coexistencia pacífica y sostenible.

Hoy, tercer jueves de noviembre, Día Mundial de la Filosofía, deseo recalcar la imperiosa necesidad de promover la actividad filosófica entendida como actitud crítica y dialógica ante la vida, como advertencia ante las implicaciones de la posverdad y de los fundamentalismos.

En un momento donde las redes sociales se han convertido en fuente de insumo para la charlatanería y las fake news, donde la radicalización política promovida oficialmente por líderes autoritarios irresponsables obnubila la atmósfera intelectual dificultando la comprensión de los problemas y fenómenos sociales, se hace más necesario la exposición de nuestros niños a la reflexión filosófica.

Porque, si bien la discriminación de la información está mediatizada por nuestras emociones, podemos educarlas a través de un ejercicio temprano y constante que nos permita desarrollar hábitos de pensamiento crítico. Son estos hábitos los que hacen viable el proyecto inacabado de la democracia.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/posverdad-democracia-y-filosofia-8884571.html

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Mentira, charlataneria y posverdad

Por:  Leonardo Díaz

La posverdad ha sido definida como la indiferencia hacia los hechos. Se asemeja a lo que el filósofo Harry Frankfurt denominó como “bullshit”. El término ha sido traducido en la literatura académica castellana como “charlatanería”.

En su obra On Bullshit, Frankfurt considera que la charlatanería se caracteriza por la carencia de interés en la verdad, por la indiferencia hacia “el modo de ser de las cosas”.

Así, la charlatanería se diferencia de la mentira en que ésta presupone la creencia en la verdad. La charlatanería implica la asunción de que no existe la verdad derivando de ello que los datos no se usan para contrastar afirmaciones, sino sólo para seducir y ganar adherencias. El acto de mentir requiere asumir el conocimiento de la verdad y tener la intención de ocultarla en función de unos intereses personales.

El entorno político contemporáneo se encuentra protagonizado por líderes que no pretenden encubrir la verdad y revelan su absoluta indiferencia hacia la misma. Líderes cuya concepción del mundo responde al supuesto de que la vida humana es una competencia implacable entre los seres humanos para obtener el éxito entendido como capacidad para acrecentar la riqueza, la fama y el poder personal.

En función de esta visión del mundo nadie busca la verdad. Todos nos valemos de los recursos disponibles para obtener nuestro propósito, el éxito comprendido en los términos descritos. Por consiguiente, las informaciones se emplean en función de si las mismas sirven al propósito de ganar: unas elecciones, un puesto político, la aceptación popular.

Parecen evidentes las implicaciones comunes que se derivan de la charlatanería y de la mentira. ¿Pero tienen también distintas implicaciones? Si la mentira implica el ocultamiento de la verdad, no el desconocimiento de su existencia, deja abierto el espacio para su desvelamiento. Por el contrario, la charlatanería y la posverdad, con su indiferencia hacia la verdad, clausuran dicho espacio dejando la búsqueda de la verdad como una mera quimera.

Y sin una idea de la verdad -no sostengo que deba ser necesariamente el supuesto de la verdad como correspondencia-, sin datos que sean aceptados como referentes comunes para validar nuestros discursos, la actividad política se reduce a un asunto de gustos, preferencias sin fundamentación, sentimentalismos, o sectarismos fundamentalistas.

Si es así, no es de extrañar el ascenso común de la charlatanería, la posverdad y las nuevas expresiones del fundamentalismo político en el escenario político internacional.

Fuente e imagen:  https://acento.com.do/opinion/mentira-charlataneria-y-posverdad-8876863.html

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De tribus políticas y posverdad

Por: Leonardo Díaz


Esto obedece a que se incrementa la percepción, con la ayuda de las redes sociales, de que los compromisarios del partido rival socavan el estilo de vida común, constituyen una amenaza contra el futuro de los hijos, o destruyen el orden de justicia.

Uno de los rasgos más destacables de la atmósfera intelectual contemporánea es el llamado “filtro burbuja”, un entorno de información personalizado construido a partir de algoritmos.

Como los algoritmos configuran un mundo personal de información a partir de las informaciones e intereses proporcionados a partir de nuestras búsquedas en la web, aumenta la probabilidad de que recibamos contenidos informativos que confirmen nuestras creencias o refuercen nuestros gustos.

Por tanto, no es casualidad que un hombre creyente en teorías de la conspiración sea retroalimentado con informaciones sobre el “complot del coronavirus”, o que una mujer convencida de los efectos curativos del yoga reciba promociones sobre cursos, libros, talleres o videos sobre los efectos saludables de la referida práctica.

En temas partidarios, los usuarios se verán dentro de “cámaras de información” sobre la base de sus adherencias políticas.

Por consiguiente, no es de extrañar que notemos en el ambiente político contemporáneo un reforzamiento de los radicalismos y sectarismos ideológicos. La sociedad norteamericana es un buen ejemplo de  ello, como  confirma el periodista José Galindo en un artículo del diario El país, titulado: “un país convertido en dos tribus”. ://elpais.com/internacional/elecciones-usa/2020-10-06/un-pais-convertido-en-dos-tribus.html

En el referido artículo, Galindo muestra los datos del Pew Research Center (2018), sobre la polarización en torno a la figura del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Según estos datos, de todos los presidentes de la postguerra, el mandatario norteamericano es quien goza de mayor aceptación entre los que se declaran seguidores de su partido (84%) y el del menor aceptación entre los que se definen contrarios. (7%).

Esta tendencia se ha ido gestando desde hace décadas. Los datos muestran diferencias significativas en función de la adherencia partidaria entre todos los presidentes desde la Segunda Guerra Mundial. Pero, al mismo tiempo, se aprecia un dato preocupante: desde 1994 se ha duplicado el porcentaje de percepción negativa que los seguidores de uno de los partidos principales de la unión americana posee con respecto a los simpatizantes del otro gran partido que disputa la intención del voto del electorado estadounidense.

En este contexto, se radicalizan las posturas. Lo que debería ser un debate sobre ejecuciones y propuestas sometibles a contrastación, se transforma en una batalla entre tribus para preservar el poder. Entonces, poco importa la evidencia, o justificar nuestras creencias. Solo importa imponer las opiniones personales. Se abren los senderos de la posverdad y, a través de ellos, se vislumbran en el horizonte formas autoritarias de vida.

Fuente:  https://acento.com.do/opinion/de-tribus-politicas-y-posverdad-8871930.html

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Notas para el desarrollo de una investigación de compromiso

En una sociedad que tiene como base la lucha de clases no puede existir una ciencia social ‘imparcial’. De uno otro modo, toda la ciencia oficial y liberal defiende la esclavitud asalariada, mientras que el marxismo ha declarado una guerra implacable a esa esclavitud. Esperar que la ciencia sea imparcial en una sociedad de esclavitud asalariada, sería la misma absurda ingenuidad que esperar imparcialidad por parte de los fabricantes en lo que se refiere al problema de si deben aumentarse los salarios de los obreros disminuyendo los beneficios del capital (Lenin. Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo).

 

 

  1. La Investigación tradicional

¿Cuál es el sentido actual de la Ciencia como vocación? La respuesta más acertada es la de Tolstoi: La Ciencia carece de sentido, puesto que no tiene respuesta para las únicas cuestiones que nos importan, las de qué debemos hacer y cómo debemos vivir (Max Weber. El Político y el Científico)

 

  1. 1. El discurso de la modernidad

La ciencia de la modernidad sentó las bases de una relación individualista y fragmentada, lo que devino en unas prácticas discursivas separadoras y unas representaciones cognitivas que marcaron la hegemonía del ser que piensa y conoce sobre el otro que es pensado y conocido.

Se afirma que la ciencia moderna es aristotélica (Metafísica) porque se fundamenta en supuestos binarios donde un tercero es excluido. El sujeto es el que piensa y el objeto es una cosa pensada por el sujeto, quien es el único que piensa.

Esa cosmovisión organicista fue modificada por la visión mecanicista. Con Francis Bacon (Novum organum), Rene Descartes (Discurso del método) y Galileo Galilei (Diálogo sobre los dos sistema máximos del mundo: el tolomeico y el copernicano), el mundo pasa a ser concebido como máquina y se inaugura así las bases de la nueva ciencia bajo el lema: saber es poder.

En esta visión el ser humano se concibe como un autónomo, un sujeto sujetado y habitado por un espíritu racional. Una racionalidad que ha conducido a la violencia y a la negación del otro/a, una clara manipulación de los saberes y los sentires. Un utilitarismo a ultranza que arrasó con la subjetividad, lo experiencial, lo vivido. Una suerte de mutación intersubjetiva hegemónica de la razón instrumental. El universo se escindió en un sujeto pensante y un objeto pensado.

El modernismo siempre concibió a la investigación como una actividad del sujeto cognoscente exclusivamente. Descarte con su duda metódica sentencia: “Pienso, luego existo”, es decir, lo pensado es lo primero y las cosas cobran vida porque existe alguien que piensa. Una razón hegemónica que ha predominado en nuestras universidades y que aún hoy goza de muy buena salud en los medios académicos. Esa relación entre el sujeto pensado y objeto cosificado, que no piensa, está en la tradición gnoseológica de la ciencia moderna.

Debe acotarse, con total propiedad, que la modernidad ciertamente produjo un pensamiento descentrado, pasando de lo teocéntrico a lo antropocéntrico, esto es, la verdad ya no es revelación divina sino está en la razón que solo encarna el hombre. Desde entonces el sujeto es el que conoce, tiene todo el poder para hablar del objeto, pensarlo, reflexionarlo, vivenciarlo, catalogarlo, definirlo. Así se desarrollaron relaciones asimétricas que conducen a espacios de poder de unos sujetos sobre otros convertidos en objetos inertes, sin voz, sin libertad, sin existencia propia. Con ello se institucionalizó la violencia de unos que conocen y saben, sobre otros que son conocidos y expoliados. Por tanto, la construcción del conocimiento se fundamentó en el control, la manipulación instrumental, sedimentándose un proceso objetivo, neutral, verificable, observable.

El conocimiento como un ser privado dentro de la esfera y dominio de un sujeto que conoce, porta en su seno relaciones de poder y por ende de violencia. Un desprecio por los otros que ha devenido en todo un pensamiento que excluye y sataniza las culturas mal llamadas de la periferia.

El Sociólogo Max Weber (Ensayos sobre teoría sociológica y El Político y el Científico), nos habla de la “neutralidad valorativa”, la “objetividad” cognoscitiva de la ciencia social y de la política social. La ciencia libre de valores, sólo dando cuenta del ser y no del deber ser. La clara separación entre los “juicios de valor” y los “juicios de hecho” (Lucien Goldman: Las Ciencias Humanas y la Filosofía)).

El investigador social no debe mezclar sus valores en sus análisis y explicaciones. Es decir, el investigador sólo debe ocuparse de cómo son las cosas o fenómenos sociales, no de cómo deberían ser.

Como ya se comentó, en la modernidad se dividió el universo en sujeto pensante y objeto pensado y se perdió el bucle individuo-especie-sociedad, según Edgar Morin (Los siete saberes).

En términos epistemológicos, en la modernidad coexisten variados enfoques, desde la postura positivista a la marxista, considerando los aportes de las teorías de refutación de Karl Popper en La Lógica de la Investigación Científica; Metodología de los programas de investigación de Imre Lakatos; de Los paradigmas como centro de la estructura de las revoluciones científicas de Thomas Kuhn y de las rupturas epistemológicas de Gastón Bachelard.

A.2. El discurso de la postmodernidad

Asumiendo que hay posturas encontradas sobre lo que realmente constituye la postmodernidad, por cuanto para unos se trataría simplemente de una prolongación en el tiempo de la modernidad, mientras que para otros sería una especie de ruptura.

Por ejemplo, para Gilles Lipovetsky (La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo), la noción de postmodernidad tiene el interés mayor de invitar a un retorno prudente a nuestros orígenes, a una puesta en perspectiva histórica de nuestro tiempo, a una interpretación en profundidad de la era de la cual salimos parcialmente, pero que, en varios aspectos, continúa su obra, así moleste a los heraldos ingenuos de la ruptura absoluta. Si una nueva época del arte, del saber y de la cultura se anuncia, se impone la tarea de determinar lo que es del ciclo anterior.

“Lejos de estar en discontinuidad con el modernismo, la era postmoderna se define por la prolongación y la generalización de una de sus tendencias constitutivas, el proceso de personalización y correlativamente por la reducción progresiva de su otra tendencia, el proceso disciplinario. Es por esto que no se puede adherir a las problemáticas recientes que, en nombre de la indeterminación y de la simulación o en nombre de la deslegitimación de los metarrelatos se esfuerzan en pensar el presente como un momento absolutamente inédito en la historia. Si se tiene una corta visión, ocultando el campo histórico, se sobrevalua la ruptura postmoderna, se pierde de vista que ella persigue siempre, aunque sea con otros medios, la obra secular de las sociedades modernas democrático-individualistas. Así como el modernismo artístico se ha revelado como una manifestación de la igualdad y la libertad, así la sociedad postmoderna, erigiendo el proceso de personalización, en forma dominante, continúa realizando las significaciones centrales del mundo moderno».

En síntesis, el tiempo postmoderno es la fase cool y desencantada del modernismo, la tendencia a la humanización a la medida de la sociedad, el desarrollo de estructuras fluidas moduladas en función del individuo y de sus deseos, la neutralización de los conflictos de clase, la disipación de lo imaginario revolucionario, la apatía creciente, la desustancialización narcisista, la reinversión cool del pasado…

Por su parte, Jean François Lyotard (La condición postmoderna), considera que la postmodernidad implica el abandono de la creencia en un fundamento seguro del saber, y la renuncia a la fe en el progreso tecnológico de la humanidad. La condición postmoderna, para él, se caracteriza por la desaparición de esos «Grandes Relatos», de esos metalenguajes que nos permitían situarnos en una Historia, cuyo devenir es portador de sentido y en la cual somos como un momento entre un pasado inteligible y un futuro previsible. La visión postmoderna distingue una pluralidad de saberes heterogéneos, donde la ciencia no ocupa el primer puesto.

Ahora bien, más allá de esas posturas, lo que parece cierto es que hablar sobre posmodernidad significa hablar de complejidad, amplitud, ambivalencia, contradicciones, indefiniciones y la falta de consenso. La postmodernidad es la época del desencanto, estado de la cultura, la renuncia a las utopías y a la idea de progreso de conjunto. Se apuesta a la carrera por el progreso individual. Se anuncia el fin o agotamiento de las ideologías, ocaso de las utopías, era del vacío, fin de la política, de los grandes relatos, movimientos de deconstrucción en los términos planteados por Jacques Derrida (“¿Qué es la deconstrucción?”) de desenmascaramiento de la razón ilustrada, una forma de estar en el mundo.

Toda una serie de paradojas intentar comprender el tiempo postmoderno: globalidad-particularidad, subjetividad-intersubjetividad, irracionalidad-racionalidad, ética universal-estética particulares.

Postmodernidad es sinónimo de tiempos inciertos, atmósfera de cambios epocales, del simulacro, descentralización del logos. La sociedad como espectáculo, diría Guy Debord. El tiempo postmoderno es sinónimo de pluralidad de criterios para abordar la complejidad del mundo de hoy.

El hálito postmoderno se anida en la búsqueda de estrategias, movimiento continuo, encrucijadas, entrecruzamientos. Y entreveramientos mutuos.

En el terreno del conocimiento, estaríamos en presencia de una relación interactiva entre el sujeto cognoscente y el objeto cognoscible, un acercamiento lingüístico con profundas implicaciones ontológicas.

El pensamiento postmoderno plantea que la realidad existencial del yo es la realidad existencial de los otros. El yo no puede afirmarse a sí mismo sin la liberación y reconocimiento del otro. La otredad en términos de lo planteado por Emmanuel Lévinas (Totalidad e infinito y El tiempo y el otro), que significa la negación de la primacía del ser (ontología) por la defensa de la alteridad, la primacía del otro. En resumen, se trata de privilegiar la ética por encima del saber.

En la postmodernidad se asumen posturas distintas existiendo igualmente diferentes enfoques que parten desde el establecimiento de un diálogo sin fronteras, reconociendo otros saberes; dichos enfoques se sustentan en una epistemología que argumenta la fundamentación de la dialógica asumida

  1. Hacia una investigación de compromiso

Hasta ahora los filósofos se han limitado a interpretar el mundo; de lo que se trata ahora es de transformarlo. (Carlos Marx. Tesis XI sobre Feuerbach)

Las respuestas ante la complejidad del mundo de hoy, incluyendo la crisis que se vive en distintos órdenes de la vida societal, entre ellos en el campo cognitivo, tienen que ser amplias y democráticas. Por ello en el terreno del conocimiento y en particular de la investigación, se habla de la transcomplejidad, de la transdisciplinariedad, lo transparadigmático y la transepistemología, que son respuestas actuales a los enfoques positivistas, fenomenológicos, etnográficos y el crítico dialéctico. En la investigación actual hay que dar cuenta de toda esta discusión.

Se debe trascender la investigación tradicional, acéfala, neutralista, sin compromiso de patria, alejada de los proyectos nacionales y asumir una investigación comprometida, militante en el buen sentido de la investigación-acción, que se desarrolle en el marco de una experiencia interactiva entre actores y actoras sociales a partir de los cuales, se producen miríadas de verdades relativas.

Debe desterrarse el determinismo absoluto, porque hoy hace presencia el principio del desorden y el principio de indeterminación, todo en el contexto de un diálogo de saberes, en una óptica dialéctica donde los diferentes actores investigadores/as puedan intercambiar visiones, percepciones, conocimientos, donde se transversaliza lo faber-mythologicus, oeconomicus-ludens, lo sapiens-demens del homo.

En una investigación comprometida se rompe con el parcelamiento del conocimiento y el investigador en solitario, por cuanto:

  1. a) La separabilidad choca con las relaciones entre distintas disciplinas. La interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad es hoy por hoy una realidad.
  2. b) Se establece la sinérgica como la capacidad de construir en conjunto visiones compartidas en un diálogo de saberes integradores.
  3. c) Se asume que la realidad es múltiple, diversa, relacional y en permanente construcción, por tanto, es integral y por ello trasciende al holismo.
  4. d) Deben considerarse las dimensiones social, cultural, política, ética, ambiental, estética y económica en permanente relación y contradicción. Por tanto, se asume la categoría de totalidad
  5. e) Es reflexiva por cuanto la realidad sólo puede ser abordada en relación con los actores/as que la escudriñan desde sus representaciones construidas.

Este nuevo modo de pensar en la investigación emplea la deconstrucción de Jaques Derrida (Estructura, signo y juego en el discurso de las ciencias humanas), como estrategia para cada situación que niega las modulaciones de los sentidos imperantes, reconstruyendo las supuestas lógicas de la dominación en el campo científico, tal y como la plantean Carlos Skliar y Magaldy Téllez, en el texto Conmover la Educación.

La investigación hoy en día debe ciertamente considerar los aspectos ontológicos, filosóficos, sociológicos, pedagógicos, antropológicos, axiológicos, históricos pero hace falta una investigación que además dé cuenta, según Gilles Deleuze (Nietzsche y la filosofía), del sí que sabe decir que no, el sí que crea libertad para pensar y luego ir a la acción considerando que no es posible abordar una situación a investigar desde un solo punto de vista.

Es preciso ver la realidad desde su totalidad, al asumir que no hay un camino o método determinado para orientar de manera definitiva el proceso investigativo para la obtención del conocimiento. Ante una realidad compleja, hace falta un pensamiento complejo, más allá de la lógica y de la razón; la incertidumbre y el azar juegan papel que debe ser considerado, no como accesorios, sino como fundamentales.

Debemos trascender las posturas investigativas conocidas en nuestras universidades tradicionales, donde predomina un conocimiento científico parcelado, aislado, excluyentes y reduccionista. Es el positivismo que ha predominado, con respuesta para todas las preguntas. Tiene las llaves para todas las puestas. Asume la realidad como externa al sujeto; la ciencia es una verdad inmutable; el investigador es acéfalo, es decir, es neutro, cuando hace ciencia se plantea el ser, y cuando se plantea el deber ser hace política; el razonamiento se hace sobre la base de los datos empíricos; la realidad puede predecirse y controlarse; se fundamenta en el método hipotético-deductivo y se corresponde con el paradigma de la simplicidad.

Por tanto, hay que trascender ese paradigma positivista, dar cuenta de la complejidad de Edgar Morin (Introducción al pensamiento complejo) y La transdisciplinariedad de Basarab Nicolescu para construir y transformar.  El sujeto y el objeto son agentes de investigación, ambos se encuentran en constante transformación.

Se postula una investigación que se hace en equipo, que todos trabajan en común para lograr productos, donde todos participan en un intercambio dialógico, sinérgico, cooperativo, enfatizando en la coproducción conjunta de la realidad, aportando ideas, escuchándose mutuamente y discutiendo las decisiones para llegar a acuerdos que contribuyen al éxito en el complejo proceso de hacer investigación.

Hay que saber tener oídos, o sea, hay que saber “escuchar” la voz del otro; es decir, trascender la fenomenología y la dialéctica, y buscar construir otro marco categorial desde el cual sea inteligible esta voz que me cuestiona, que en primera instancia es sólo un grito o un reclamo y que cuestiona la certeza de la ontología de la subjetividad moderna. Es lo que en el texto ¿Qué significa pensar desde América Latina? de Juan José Bautista se llamaría la analéctica (Enrique Dussel), esto es, pensar qué parte de esa dimensión de realidad que no está incluida en mi mundo y que es revelada únicamente a partir de la palabra interpeladora del otro.

No podemos debatir cuestiones de investigación científica en un vacío histórico. Las preguntas claves de una política científica sobre qué se investiga, para qué/quién se investiga y cómo se investiga cobran sentido en un contexto de descubrimiento que da cuenta de los factores socio-políticos, institucionales y académicos que sirven de anclaje a las decisiones del investigador. La investigación es una práctica social anclada en un determinado contexto sociohistórico.

Nuestras investigaciones deben, ciertamente, generar un conocimiento de alto nivel y relevancia científica, pero, a su vez, deben estar comprometidas con un proyecto de país que tiene como desiderátum construir una sociedad más justa e igualitaria, basada en un estado de derecho y sobre todo de justicia.

Por tanto, abogamos por una investigación comprometida y militante con el proyecto nacional de país que está concebido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV), en los planes gubernamentales y toda la legislación que de ellos se deriva.

B.1. El investigador y su espacio de juego

Los agentes llamados a desarrollar este tipo de investigación son seres humanos, que padecen y satisfacen necesidades, deben ser y hacer parte de la cultura que lo influye, no sujetos apologista de la indiferencia o de la indolencia ante lo que ocurre en el mundo, en Latinoamérica y Caribe y en nuestro país.

El investigador desarrolla su producción teórica también en un tiempo determinado, con un ritmo, con sus propias urgencias, con sus logros y sus temores. También juega en el tiempo y juega estratégicamente con el tiempo: tiene informes, plazos y formatos; porque, parafraseando al sociólogo Pierre Bourdieu (Intelectuales, política y poder y Campo de poder, campo intelectual. Itinerario de un concepto)), los investigadores no están fuera del juego.

Como agente social que juega el juego de la ciencia, está objetivamente condicionado por el estado de ese juego, por su historia, por el capital que ha logrado acumular en el transcurso del juego, y por lo que ha incorporado a lo largo de una trayectoria social general y específica del juego.

Bourdieu concibe al campo de las ciencias como un campo semejante a los otros campos sociales. Es decir, como lugar de relaciones de fuerza, como campo de luchas donde hay intereses en juego, donde los diversos agentes e instituciones ocupan posiciones diferentes según el capital específico que poseen, y elaboran distintas estrategias para defender su capital: simbólico, de reconocimiento y consagración, de legitimidad y de autoridad para hablar de la ciencia y en nombre de la ciencia.

Por tanto, debe tenerse claro que el mundo científico es un mundo de luchas y de competencias como cualquier otro, con intereses específicos, con sus apuestas, sus beneficios, y ello pone en tela de juicio un conjunto de creencias compartidas y denegadas colectivamente.

La manera y los instrumentos que utilizamos para aproximarnos al conocimiento de los diferentes aspectos de la compleja realidad social, las categorías conceptuales que ponemos en juego, las tesis que manejamos, etc., están condicionadas por la posición que ocupamos en el espacio social y, sobre todo, por la posición que tenemos en el propio terreno de lucha: el campo científico. En este sentido, esos instrumentos, esos conceptos, esas tesis, como aquellas otras maneras de percibir y evaluar, de clasificar y de construir lo real, están ligados a la posición que ocupamos en el mundo social.

El campo del conocimiento proporciona instrumentos adecuados para analizar el condicionamiento social de las producciones científicas, poniendo en evidencia los mecanismos de competencia, las relaciones de fuerza y las estrategias utilizadas por los agentes sociales que las producen, y también estaría en condiciones de señalar condiciones sociales de un control epistemológico, entre ellas, aquellas que contribuyan a un mayor fortalecimiento de la comunidad científica, sus instituciones, y sus propias leyes de funcionamiento.

Como investigadores estamos ante un contexto social que desafía nuestro conocimiento, nuestros interrogantes y el sentido de nuestra tarea de descubrimiento.  De allí que debemos preguntarnos: ¿Qué podemos hacer los investigadores para lograr que nuestros productos-resultados sean para satisfacer necesidades del pueblo de la República Bolivariana de Venezuela?

Aspectos teóricos y metodológicos

Una investigación de compromiso debe guiarse, al menos, por las siguientes premisas:

Desde el punto de vista epistemológico.

Asumir que hoy hace presencia, en el terreno del conocimiento, una racionalidad post-clásica que habilita e incorpora problemas ignorados o vedados por el pensamiento científico moderno, absolutamente racional, entre los cuales se encuentra cuestiones relativas al desorden, el caos, la no-linealidad, el no-equilibro, la indecibilidad, la incertidumbre, la contradicción, el azar, la temporalidad, el espacio, la emergencia, la auto-organización, la continuidad, la discontinuidad.

Desde el punto de vista metodológico.

Más que al análisis holístico que hipostasia el todo o el funcionalismo que endiosa a las partes, debe asumirse el análisis integrado, de totalidad, que da cuenta del todo y las partes en una relación dialéctica, contradictoria.

También partir de la premisa que lo complejo no puede dividirse, ya que se manifiesta en un tejido de elementos heterogéneos inseparables y asociados, que no permiten su comprensión en caso de separarse.

Por tanto, no se debe fragmentar lo complejo en partes, tampoco explicar la conducta de personas, agentes, instituciones, desde un solo aspecto; las teorías sociológicas y/o psicológicas unifactoriales sobre la conducta humana, no son recomendables para los tiempos que transcurren.

Más bien, comprender que en el momento actual, se debe tener en cuenta que el ser humano comprende no sólo la parte biológica, sino también y sobre todo el sello cultural que la sociedad deja en él.  De allí que ubicar el contexto en sus múltiples relaciones y contradicciones es una necesidad. Aislar los elementos contribuye muy poco a la comprensión del mismo.

Todo se desarrolla en el marco de lo global. Lo nacional y lo local existen, tienen independencia y organización, pero están fuertemente atadas a lo global. Los seres humanos, la sociedad, se encuentran afectados por una variedad de elementos naturales, biológicos, psíquicos, históricos, sociológicos, religioso, culturales, económicos.

Desde el punto de vista histórico,

Hacer uso de los tres tiempos verbales, es decir, entender de dónde viene o proviene el hecho o el fenómeno de estudio (las causas, lo diacrónico) para diagnostica el momento, los episodios en desarrollo (lo sincrónico) y en consecuencia vislumbrar para dónde se va (perspectivas, pronósticos, proyección). En ese sentido, Edgar Morin (¿Hacia dónde va el mundo?) insistirá que se debe sustituir la concepción simplista que sostiene que pasado y presente son conocidos, que los factores de evolución son conocidos, que la causalidad es lineal, y, por ello, que el futuro es previsible. Así pues, descubrimos una brecha en el pasado, a la que corresponde una brecha en el presente: el conocimiento del presente necesita el conocimiento del pasado que necesita el conocimiento del presente. El futuro nace del presente. Es decir, que la primera dificultad a la hora de pensar el futuro es la dificultad de pensar el presente. La ceguera del presente nos vuelve ip so facto ciegos al futuro.

Desde el punto de vista axiológico.

No hay neutralidad posible. La investigación de compromiso significa identidad con un determinado proyecto de país, con sus componentes políticos e ideológicos. Por tanto, con la parresia de Michael Foucault (El coraje de decir la verdad), nada debe ocultarse en el discurso (en la investigación), más bien hacer uso siempre y en todo momento de la isegoría o la libertad de palabra.

La verdad o la parresia se encuentran en las antípodas de la posverdad, adjetivo definido como relativo o referido a circunstancias en las que los hechos son menos influyentes en formar la opinión pública que las emociones y las creencias personales.

Entender que en el mundo de hoy, el del internet, de las nuevas tecnologías de poder, de las redes sociales, predomina la posverdad, es decir, las pasiones, las emociones, las ideologías y las convicciones de todo tipo, por encima de la parresia foucaultiana.

Fuente El autor escribe para el Portal Otras Voces en Educación

 

 

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El cerebro humano es irreemplazable

Nuestro cerebro está adaptándose permanentemente al contexto, generando nuevas conexiones. Es así que se modifica con cada nuevo aprendizaje. Esta plasticidad, la capacidad de adaptarse ante cada experiencia, ocurre hasta el último día de nuestra vida.

Cuando hablamos de educación nos referimos a cuestiones ligadas a la identidad, los propósitos, al desarrollo de la curiosidad, de una mente abierta sin prejuicios, a la movilización de nuestros recursos cognitivos, sociales y emocionales para tomar acción. Y esto es nuestra más eficaz arma ante la mayor amenaza de nuestro tiempo: la ignorancia, las mentes cerradas, los sesgos, prejuicios, el odio, la falta de empatía y el miedo.

Es por todo eso que cuando pensamos la educación en las instituciones escolares, debemos trabajar en potenciar aquellas habilidades que nos hacen humanos, aquello que la tecnología no puede –y difícilmente pueda algún día- imitar o reemplazar: las emociones, las habilidades sociales, la creatividad, la intuición, la empatía.

Las máquinas pueden ser “más inteligentes” que nosotros en muchos aspectos, pero nunca lo van a ser en habilidades como la compasión, en imaginar qué piensa el otro y en entender que ese otro piensa diferente a nosotros, en sentir la alegría o el dolor ajeno.

Tampoco tendrán la flexibilidad cognitiva que nos permite adaptarnos a entornos cambiantes. Las computadoras podrán reemplazarnos en tareas mecánicas o en determinados cálculos matemáticos, pero nada podrá sustituir el valor del vínculo y la interacción entre quienes aprenden y quienes enseñan porque existe un componente social y emocional muy fuerte ligado a cómo procesamos la información, a cómo memorizamos, a cómo aprendemos. La inteligencia colectiva, potenciar nuestras habilidades al trabajar en equipo, es otra fortaleza que nos diferencia de las computadoras.

Por eso, cuando hablamos de educación, es importante precisar el foco: en lugar de evaluar lo que los y las estudiantes pueden simplemente reproducir, debemos trabajar sobre lo que pueden extrapolar de lo que aprenden, aplicando el conocimiento a distintos escenarios y situaciones.

Es responsabilidad de quienes enseñamos, “amigarnos” con la tecnología, no demonizarla. El futuro será complementar la inteligencia artificial con las habilidades cognitivas, sociales, emocionales y los valores de los seres humanos.

Las tecnologías nos plantean y seguirán planteando ciertos debates éticos que es necesario dar. Respecto de esto, los humanos también seremos irremplazables.

La ética de una sociedad no surge de fórmulas algorítmicas, requiere información, conocimiento y pensamiento crítico aplicado a los contextos específicos. Estas habilidades son también las mejores herramientas para luchar contra uno de los grandes perjuicios de nuestro tiempo: las noticias falsas y la posverdad.

Asimismo, el contexto es un factor fundamental en nuestro desarrollo. En consecuencia, necesitamos generar un ambiente creativo para lograr ser sociedades basadas en el conocimiento en las que nuestras capacidades sean potenciadas.

Para que todo esto ocurra, es esencial sentar las bases para poder aprender (tanto dentro como fuera de la escuela). Pensar la educación como la mayor herramienta para la lucha contra las desigualdades implica pensar mucho más allá del sistema educativo.

Que debemos pensar y transformar nuestro sistema educativo es indiscutible. A pesar del esfuerzo cotidiano de docentes y trabajadores de la educación, la escuela actual no prepara a los estudiantes para un mundo dominado por las ideas, la creatividad y la innovación. Pero además, en América Latina, aun si reformáramos el sistema educativo y lográramos el mejor del mundo, si no aseguramos las condiciones para que los chicos y las chicas efectivamente aprendan, seguiremos en problemas. Para que se pueda enseñar y aprender es necesario lograr un mínimo indispensable de bienestar y equidad social.

Los resultados de las últimas pruebas PISA en nuestro país dan cuenta no solo de un nivel de rendimiento alarmantemente bajo, sino también de grandes desigualdades en el acceso a la educación de calidad.

Sabemos que el verdadero desarrollo se logra a través de la inversión en innovación educativa y la búsqueda de aprendizajes significativos e integrales para todos. No puede ser a la inversa. Es urgente devolverle a la educación su valor social transformador. Si queremos de verdad una Nación que se desarrolle de manera sostenida e igualitaria es fundamental garantizar educación de calidad para todos los niños y niñas y adolescentes.

En momentos difíciles como el que estamos atravesando las innovaciones educativas no son opcionales ni son un lujo: son claves para avanzar en justicia social, romper los círculos viciosos de crisis y encaminarnos hacia el desarrollo verdadero y sustentable. Debemos recuperar ese sueño colectivo, ese valor de la educación con el que muchos de nosotros crecimos.

Las máquinas tampoco podrán soñar ese futuro mejor para nosotros y nuestros hijos. Nuestra creatividad y nuestras herramientas cognitivas son los recursos más valiosos para pensar soluciones a largo plazo a los recurrentes problemas y construir finalmente la Argentina que queremos ser.

Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/cerebro-humano-irreemplazable_0_xX5k6VHJ.html

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