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Venezuela: Análisis crítico: Práctica vs praxis educativa

Análisis crítico: Práctica vs praxis educativa

Yuleima Rodríguez Torcat

Históricamente la pedagogía está concebida como el hacer de la maestra y el maestro. Ante esta concepción básica es necesario diferenciar tres casos:

  • El saber pedagógico
  • La práctica pedagógica
  • La praxis pedagógica.

 

En la actualidad y a partir de los cambios curriculares que se han gestado en el país, es necesario contextualizar cada uno de estos términos, en cuanto a qué se considera el saber pedagógico. Este surgió como un enunciado colonizante para dominar en la relación maestro- alumno, a través del ejercicio de la enseñanza, es decir, todo lo transmitido y reproducido por el maestro y la maestra a los denominados alumnos (vasijas que funcionaban como deposito), lo cual se concebía como el acto y la posibilidad sólo de enseñar; entendiendo que estos procesos se derivaban  de aspectos teóricos y didácticas reduccionistas, situaciones que en tiempos actuales siguen siendo practicados.

 

Entre tanto, la práctica pedagógica corresponde a la mutación del saber pedagógico, respecto a  los campos del conocimiento que fueron mezclados, aplicados y trasladados a un nuevo precepto disfrazado de practica pedagógica liberadora; pero que de igual forma continua siendo tradicionalista, reduccionista y reproductora de las ambiguas concepciones y formas del funcionamiento de métodos que se aplican en las instituciones educativas, ya desde una perspectiva teórica y metodológica que facilita a las maestras y maestros establecer una relación con el conocimiento y a su vez, con acercamiento a la cultura de integración social; pero que siguen siendo en la práctica  tradicionalistas en las concepciones del saber y el conocimiento..

 

En el caso de la praxis pedagógica, conlleva a procesos de enseñar- aprender y construir conocimientos a partir de la valoración de los saberes que convergen en un lugar determinado e integrado en las relaciones y sinergia educacional y comunitaria. Esta praxis surte una función de reflexiones, análisis, intercambio de experiencias, saberes, proposiciones, consensos, entre otros elementos, a partir de las y los estudiantes, en su relación con las y los maestros, quienes desde la conciencia y la puesta en marcha del sentido crítico son las y los principales entes transformadores de las instituciones educativas, de las comunidades y de sus características socio-culturales, tomando como principio los aspectos geo-históricos. Por lo tanto, la praxis pedagógica se debe convertir en un tejido reflexivo que facilita la construcción de las y los sujetos desde el saber y su interacción con la sociedad.

 

Más allá de lo mencionado, la praxis pedagógica implica la valoración humana, donde la participación democrática, horizontal y protagónica, el respeto fomentado entre estudiantes y docentes apuntan a la autonomía, a la libertad, el reconocimiento étnico, humildad, deseos de aprender haciendo, el desarrollo de capacidades a la creación científica, innovaciones, entre otros,  que en sus contextos educativos, lugar, territorio, comuna, entre otros,  les permite detectar y transformar las realidades que se presentan en la cotidianidad,  con el fin de trabajar colectivamente  usando herramientas propias de la dialéctica critica, reflexiva, analítica e integral que, van más allá de los conocimientos  basados sólo en los contenidos universales.

 

M.Sc. Yuleima Rodríguez Torcatt

 

Fuente de la Información: CII OVE

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Libro (PDF): Incidencia de la educación inclusiva en la gestión curricular para programas virtuales en educación superior con población en condición de vulnerabilidad en contextos rurales

Reseña: CLACSO

La Educación Inclusiva (EI) en Colombia se ha asumido como una estrategia para luchar contra la exclusión social, propiciando una apuesta con la cual la “educación sea para todos”, de manera que el acceso no esté delimitado por las condiciones o situaciones que experimenta el ser humano en los diferentes entornos; así se asume el reconocimiento y valoración de la diversidad como el insumo principal para asegurar la participación y aprendizaje en condiciones de equidad y calidad.

 

Autor/a:                               Granda García, Adriana María – Autor/a  Suárez Urquijo, Sandra Lavive – Autor/a  Benítez, Nilsa Shirley – Autor/a  Ceballos Betancur, Wilfer Arley – Autor/a  Arredondo del Río, José Mauricio – Autor/a  Jaramillo Mejía, Leydy Jhuliana – Autor/a  
Editorial/Editor: Editorial Tecnológico de Antioquia – Institución Universitaria
Año de publicación:  2020

 

País (es): Colombia
Idioma: Español
ISBN : 978-958-52996-9-6
Descarga:   Libro (PDF): Incidencia de la educación inclusiva en la gestión curricular para programas virtuales en educación superior con población en condición de vulnerabilidad en contextos rurales
Fuente e imagen:

 

http://biblioteca.clacso.edu.ar/

 

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España: El III Congreso Internacional Montessori acerca de manera gratuita alternativas a la educación tradicional

Tu Guía Montessori repite por tercer año consecutivo la organización de esta cubre virtual internacional. Treintena de ponentes de diferentes continentes abordarán el tema «Montessori en el mundo: otra educación es posible.» Las conferencias se podrán ver de forma gratuita del 5 al 9 de julio de 2021

Después del éxito de las dos primeras ediciones del Congreso Internacional Montessori la Guía Montessori Miriam Escacena vuelve a organizar este espacio de encuentro a nivel mundial en torno a la educación.

El evento tendrá lugar la semana del 5 al 9 de julio y reunirá a una treintena de expertos de España, México, Argentina, Chile, México, Perú, EEUU, Bélgica, Italia, India y Japón que ofrecerán conferencias sobre diferentes temáticas relacionadas con la Educación como un elemento de cambio social.

El programa de este año ha sido diseñado con el objetivo de divulgar desde la evidencia científica y derribar algunos mitos que giran en torno a esta pedagogía. Las ponencias de los expertos se podrán ver desde la web Tu Guía Montessori, y estarán basadas en cinco temáticas que se engloban bajo el título «Montessori en el mundo: otra forma de educar es posible». Los ponentes abordarán, entre otros, aspectos relacionados con la educación Montessori, el desarrollo de competencias, la aplicación de esta pedagogía a escuelas públicas, filosofía del método y proyectos que se hacen realidad aún con muy pocos recursos.

¿A quién va dirigido?

«El Congreso Internacional Montessori está dirigido a todas las personas interesadas en la educación, ya sean familias como profesionales. El año pasado fue muy especial, ya que celebrábamos el 150 aniversario del nacimiento de Maria Montessori en 1870 y más de 52.000 personas pudieron ver las conferencias desde distintos países del mundo» – explica Escacena, al frente de la organización.

«Nuestra audiencia es ya fiel a este evento y creemos que el Congreso de este año va a superar expectativas.

Cada vez son más familias que entienden el valor del legado educativo que van a transmitir a sus hijos, que anhelan una evolución del sistema tradicional hacia un enfoque más integral y respetuoso en el que los niños y niñas puedan construir su propio aprendizaje de forma significativa.

Al mismo tiempo, hemos notado un gran incremento de público de profesionales que asiste para mejorar su desempeño en el día a día, tales como educadores, maestros, docentes, psicólogos, integradores sociales, terapeutas… etc. Así como equipos directivos de instituciones educativas que desean poner en práctica la innovación en base a las últimas investigaciones de la neurociencia».

¿Cuándo y dónde tendrá lugar el evento?

Las conferencias podrán disfrutarse la semana del 5 al 9 de julio (de lunes a viernes), y el domingo anterior habrá un evento inaugural en vivo en el que la audiencia podrá interactuar con organizadores y ponentes.

A partir del lunes, cada día se podrán ver 6 ponencias al día de forma gratuita en la web de Tu Guía Montessori, las cuales estarán disponibles por 24 horas. El único requisito será tener una conexión a internet y registrarse previamente con el nombre y la dirección de correo electrónico.

Además, se ofrece la posibilidad de reservar un pase Premium para poder ver las ponencias durante un año y disfrutar, además, de material extra ofrecido por los ponentes, patrocinadores y colaboradores (seminarios en vivo, e-books, descuentos en programas de formación y en materiales relacionados con la pedagogía, etc.), siendo esta la forma de financiar el proyecto con un enfoque de reciprocidad.

Durante esta semana del congreso se harán entrevistas en vivo a los ponentes de diferentes países del mundo que se emitirán a través de las redes sociales.

Beneficios de participar en el Congreso

En palabras de la organización, «la finalidad de esta tercera edición del Congreso Internacional Montessori es lograr llevar a los hogares y a los profesionales un espacio que permita:

– Comprobar cómo la neurociencia demuestra hoy día lo que Maria Montessori intuyó hace más de 100 años.

– Descubrir cómo se desarrolla la educación Montessori, cuáles son las áreas de aprendizaje y cómo se trabaja con materiales manipulativos.

– Aprender sobre desarrollo de competencias tales como pensamiento creativo, inteligencia emocional, comunicación no violenta, etc.

– Conocer claves útiles que sirvan de inspiración, comenzando por crear un ambiente preparado en el hogar.

– Adquirir valiosas herramientas prácticas que se pueden aplicar en el día a día, tanto en la crianza y educación de los hijos como para los alumnos si se es maestro o se trabaja con la infancia.

– Tomar conciencia de la necesidad de que exista un cambio de paradigma en el mundo educativo y obtener argumentos sólidos para defender dicho planteamiento.

– Escuchar experiencias de primera mano sobre cómo crear una escuela Montessori incluso con muy pocos recursos, o como llevar esta pedagogía a la escuela pública desarrollando una adaptación curricular acorde a la legislación».

¿Cómo participar de forma gratuita?
De una manera sencilla a través de este link.

El único requisito es solicitar inscripción electrónica en este enlace: https://www.tuguiamontessori.com/congreso/ y seguir las instrucciones que aparecerán a continuación para confirmar la inscripción, (requisito indispensable para poder ser añadido a la lista de difusión cumpliendo el Reglamento Europeo de Protección de Datos Personales).

Para cualquier información adicional sobre el evento o posibles patrocinios se puede escribir directamente a la organización (congreso@tuguiamontessori.com).

Fuente: https://www.murcia.com/empresas/noticias/2021/06/17-el-iii-congreso-internacional-montessori-acerca-de-manera-gratuita-alternativas-a-la-educacion-tradi.asp

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Colección Pedagógica formación inicial de Docentes Centroamericanos de Educación Primaria o Básica. Volumen 2: Educación y Aprendizaje (PDF)

Costa Rica / 16 de junio de 2019 / Autor: José Solano Alpízar / Fuente: Yo Profesor

El contenido de este libro, ha sido elaborado con el propósito de compartir un conjunto de conocimientos sobre la educación, que se vienen a complementar con los que ustedes han adquirido, como producto de su proceso de formación docente y su propia práctica pedagógica cotidiana.

En este libro, se ofrece una secuencia temática, que busca mostrarla interrelación existente entre la filosofía de la educación, las teorías contemporáneas de la educación y las principales teorías del aprendizaje, que han venido influyendo de una u otra manera en la práctica pedagógica centroamericana; todo ello con el objeto de comprender que la educación se encuentra permeada por lo que se ha planteado en otras disciplinas, pero, sobre todo, para comprender cómo se manifiesta lo planteado por éstas, en el trabajo educativo que realizamos día con día.

El libro está concebido didácticamente, como un material para generar procesos de autoaprendizaje aunque no exclusivamente a partir de sus propias experiencias. En este sentido, busca ser consecuente con una perspectiva de trabajo que cree firmemente en la construcción compartida del conocimiento; entendiendo por tal, aquella experiencia educativa, mediante la cual compartimos nuestros conocimientos, nuestras inquietudes, y nuestras dudas, para realimentarnos cada una y cada uno de nosotros.

Link para la descarga:

http://unpan1.un.org/intradoc/groups/public/documents/icap/unpan031175.pdf

Fuente de la Reseña:

Colección Pedagógica formación inicial de Docentes Centroamericanos de Educación Primaria o Básica. Volumen 2: Educación y Aprendizaje. PDF.

ove/mahv

 

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«La importancia de leer» por Paulo Freire

 

En Freire, Paulo (1991), La importancia de leer y el proceso de liberación, México.

Rara ha sido la vez, a lo largo de tantos años de práctica pedagógica, y por lo tanto política, en que me he permitido la tarea de abrir, de inaugurar o de clausurar encuentros o congresos.

Acepté hacerlo ahora, pero de la manera menos formal posible. Acepté venir aquí para hablar un poco de la importancia del acto de leer.

Me parece indispensable, al tratar de hablar de esa importancia, decir algo del momento mismo en que me preparaba para estar aquí hoy; decir algo del proceso en que me inserté mientras iba escribiendo este texto que ahora leo, proceso que implicaba una comprensión crítica del acto de leer, que no se agota en la descodificación pura de la palabra escrita o del lenguaje escrito, sino que se anticipa y se prolonga en la inteligencia del mundo. La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra, de ahí que la posterior lectura de ésta no pueda prescindir de la continuidad de la lectura de aquél. Lenguaje y realidad se vinculan dinámicamente. La comprensión del texto a ser alcanzada por su lectura crítica implica la percepción de relaciones entre el texto y el contexto. Al intentar escribir sobre la importancia del acto de leer, me sentí llevado –y hasta con gusto– a “releer” momentos de mi práctica, guardados en la memoria, desde las experiencias más remotas de mi infancia, de mi adolescencia, de mi juventud, en que la importancia del acto de leer se vino constituyendo en mí.

Al ir escribiendo este texto, iba yo “tomando distancia” de los diferentes momentos en que el acto de leer se fue dando en mi experiencia existencial. Primero, la “lectura” del mundo, del pequeño mundo en que me movía; después la lectura de la palabra que no siempre, a lo largo de mi escolarización, fue la lectura de la “palabramundo”.

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La vuelta a la infancia distante, buscando la comprensión de mi acto de “leer” el mundo particular en que me movía –y hasta donde no me está traicionando la memoria– me es absolutamente significativa. En este esfuerzo al que me voy entregando, re-creo y re-vivo, en el texto que escribo, la experiencia en el momento en que aún no leía la palabra. Me veo entonces en la casa mediana en que nací en Recife, rodeada de árboles, algunos de ellos como si fueran gente, tal era la intimidad entre nosotros; a su sombra jugaba y en sus ramas más dóciles a mi altura me experimentaba en riesgos menores que me preparaban para riesgos y aventuras mayores. La vieja casa, sus cuartos, su corredor, su sótano, su terraza –el lugar de las flores de mi madre–, la amplia quinta donde se hallaba, todo eso fue mi primer mundo. En él gateé, balbuceé, me erguí, caminé, hablé. En verdad, aquel mundo especial se me daba como el mundo de mi actividad perceptiva, y por eso mismo como el mundo de mis primeras lecturas. Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto –en cuya percepción me probaba, y cuanto más lo hacía, más aumentaba la capacidad de percibir– encarnaban una serie de cosas, de objetos, de señales, cuya comprensión yo iba aprendiendo en mi trato con ellos, en mis relaciones mis hermanos mayores y con mis padres.

Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto se encarnaban en el canto de los pájaros: el del sanbaçu, el del olka-pro-caminho-quemvem, del bem-te-vi,  el del sabiá; en la danza de las copas de los árboles sopladas por fuertes vientos que anunciaban tempestades, truenos, relámpagos; las aguas de la lluvia jugando a la geografía, inventando lagos, islas, ríos, arroyos. Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto se encarnaban también en el silbo del viento, en las nubes del cielo, en sus colores, en sus movimientos; en el color del follaje, en la forma de las hojas, en el aroma de las hojas –de las rosas, de los jazmines–, en la densidad de los árboles, en la cáscara de las frutas. En la tonalidad diferente de colores de una misma fruta en distintos momentos: el verde del mago-espada hinchado, el amarillo verduzco del mismo mango madurando, las pintas negras del mago ya más que maduro. La relación entre esos colores, el desarrollo del fruto, su resistencia a nuestra manipulación y su sabor. Fue en esa época, posiblemente, que yo, haciendo y viendo hacer, aprendí la significación del acto de palpar.

De aquel contexto formaban parte además los animales: los gatos de la familia, su manera mañosa de enroscarse en nuestras piernas, su maullido de súplica o de rabia; Joli, el viejo perro negro de mi padre, su mal humor cada vez que uno de los gatos incautamente se aproximaba demasiado al lugar donde estaba comiendo y que era suyo; “estado de espíritu”, el de Joli en tales momentos, completamente diferente del de cuando casi deportivamente perseguía, acorralaba y mataba a uno de los zorros responsables de la desaparición de las gordas gallinas de mi abuela.

De aquel contexto –el del mi mundo inmediato– formaba parte, por otro lado, el universo del lenguaje de los mayores, expresando sus creencias, sus gustos, sus recelos, sus valores. Todo eso ligado a contextos más amplios que el del mi mundo inmediato y cuya existencia yo no podía ni siquiera sospechar.

En el esfuerzo por retomar la infancia distante, a que ya he hecho referencia, buscando la comprensión de mi acto de leer el mundo particular en que me movía, permítanme repetirlo, re-creo, re-vivo, la experiencia vivida en el momento en que todavía no leía la palabra. Y algo que me parece importante, en el contexto general de que vengo hablando, emerge ahora insinuando su presencia en el cuerpo general de estas reflexiones. Me refiero a mi miedo de las almas en pena cuya presencia entre nosotros era permanente objeto de las conversaciones de los mayores, en el tiempo de mi infancia. Las almas en pena necesitaban de la oscuridad o la semioscuridad para aparecer, con las formas más diversas: gimiendo el dolor de sus culpas, lanzando carcajadas burlonas, pidiendo oraciones o indicando el escondite de ollas. Con todo, posiblemente hasta mis siete años en el barrio de Recife en que nací iluminado por faroles que se perfilaban con cierta dignidad por las calles. Faroles elegantes que, al caer la noche, se “daban” a la vara mágica de quienes los encendían. Yo acostumbraba acompañar, desde el portón de mi casa, de lejos, la figura flaca del “farolero” de mi calle, que venía viniendo, andar cadencioso, vara iluminadora al hombro, de farol en farol, dando luz a la calle. Una luz precaria, más precaria que la que teníamos dentro de la casa. Una luz mucho más tomada por las sombras que iluminadora de ellas. No había mejor clima para travesuras de las almas que aquél. Me acuerdo de las noches en que, envuelto en mi propio miedo, esperaba que el tiempo pasara, que la noche se fuera, que la madrugada semiclareada fuera llegando, trayendo con ella el canto de los pajarillos “amanecedores”.

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Mis temores nocturnos terminaron por aguzarme, en las mañanas abiertas, la percepción de un sinnúmero de ruidos que se perdía en la claridad y en la algaraza de los días y resultaban misteriosamente subrayados en el silencio profundo de las noches.

Pero en la medida en que fui penetrando en la intimidad de mi mundo, en que lo percibía mejor y lo “entendía” en la lectura que de él iba haciendo, mis temores iban disminuyendo.
Pero, es importante decirlo, la “lectura” de mi mundo, que siempre fundamental para mí, no hizo de mí sino un niño anticipado en hombre, un racionalista de pantalón corto. La curiosidad del niño no se iba a distorsionar por el simple hecho de ser ejercida, en lo cual fui más ayudado que estorbado por mis padres. Y fue con ellos, precisamente, en cierto momento de esa rica experiencia de comprensión de mi mundo inmediato, sin que esa comprensión significara animadversión por lo que tenía encantadoramente misterioso, que comencé a ser introducido en la lectura de la palabra. El desciframiento de la palabra fluía naturalmente de la “lectura” del mundo particular. No era algo que se estuviera dando supuesto a él. Fui alfabetizado en el suelo de la quinta de mi casa, a la sombra de los mangos, con palabras de mi mundo y no del mundo mayor de mis padres. El suelo mi pizarrón y las ramitas fueron mi gis.

Es por eso por lo que, al llegar a la escuelita particular de Eunice Vasconcelos, cuya desaparición reciente me hirió y me dolió, y a quien rindo ahora un homenaje sentido, ya estaba alfabetizado. Eunice continúo y profundizó el trabajo de mis padres. Con ella, la lectura de la palabra, de la frase, de la oración,  jamás significó una ruptura con la “lectura” del mundo. Con ella, la lectura de la palabra fue la lectura de la “palabra-mundo”. Hace poco tiempo, con profundo emoción, visité la casa donde nací. Pisé el mismo suelo en que me erguí, anduve, corrí, hablé y aprendí a leer. El mismo mundo, el primer mundo que se dio a mi comprensión por la “lectura” que de él fui haciendo. Allí reecontré algunos de los árboles de mi infancia. Los reconocí sin dificultad. Casi abracé los gruesos troncos –aquellos jóvenes troncos de mi infancia. Entonces, una nostalgia que suelo llamar mansa o bien educada, saliendo del suelo, de los árboles, de la casa, me envolvió cuidadosamente. Dejé la casa contento, con la alegría de quien reencuentra personas queridas.

Continuando en ese esfuerzo de “releer” momentos fundamentales de experiencias de ni infancia, de mi adolescencia, de mi juventud, en que la comprensión crítica de la importancia del acto de leer se fue constituyendo en mí a través de su práctica, retomo el tiempo en que, como alumno del llamado curso secundario, me ejercité en la percepción crítica de los textos que leía en clase, con la colaboración, que hasta hoy recuerdo, de mi entonces profesor delengua portuguesa.

No eran, sin embargo, aquellos momentos puros ejercicios de los que resultase un simple darnos cuenta de la existencia de una página escrita delante de nosotros que debía ser cadenciada, mecánica y fastidiosamente “deletrada” en lugar de realmente leída. No eran aquellos momentos “lecciones de lectura” en el sentido tradicional esa expresión. Eran momentos en que los textos se ofrecían a nuestra búsqueda inquieta,
incluyendo la del entonces joven profesor José Pessoa. Algún tiempo después, como profesor también de portugués, en mis veinte años, viví intensamente la importancia del acto de leer y de escribir, en el fondo imposibles de dicotomizar, con alumnos de los  primeros años del entonces llamado curso secundario. La conjugación, la sintaxis de concordancia, el problema de la contradicción, la  enciclisis pronominal, yo no reducía nada de eso a tabletas de conocimientos que los estudiantes debían engullir. Todo eso, por el contrario, se proponía a la curiosidad de los alumnos de manera dinámica y viva, en el cuerpo mismo de textos, ya de autores que estudiábamos, ya de ellos mismos, como objetos a desvelar y no como algo parado cuyo perfil yo describiese. Los alumnos no tenían que memorizar mecánicamente la descripción del objeto, sino aprender su significación profunda. Sólo aprendiéndola serían capaces de saber, por eso, de memorizarla, de fijarla. La memorización mecánica de la descripción del objeto no se constituye en conocimiento del objeto. Por eso es que la lectura de un texto, tomado como pura descripción de un objeto y hecha en el sentido de memorizarla, ni es real lectura ni resulta de ella, por lo tanto, el conocimiento de que habla el texto. Creo que mucho de nuestra insistencia, en cuanto a profesores y profesoras, en que los estudiantes “lean”, en un semestre, un sinnúmero de capítulos de libros, reside en la comprensión errónea que a veces tenemos del acto de leer. En mis andanzas por el mundo, no fueron pocas las veces en que los jóvenes estudiantes me hablaron de su lucha con extensas bibliografías que eran mucho más para ser “devoradas” que para ser leídas o estudiadas. Verdaderas “lecciones de lectura” en el sentido más tradicional de esta expresión, a que se hallaban sometidos en nombre de su formación científica y de las que debían rendir cuenta a través del famoso control de lectura. En algunas ocasiones llegué incluso a ver, en relaciones bibliográficas, indicaciones sobre las¡ bpáginas de este o aquel capítulo de tal o cual libro que debían leer: “De la página 15 a la 37”.

La insistencia en la cantidad de lecturas sin el adentramiento debido en los textos a ser comprendidos, y no mecánicamente memorizados, revela una visión mágica de la palabra escrita. Visión que es urgente superar. La misma, aunque encarnada desde otro ángulo, que se encuentra, por ejemplo, en quien escribe, cuando identifica la posible calidad o falta de calidad de su trabajo con la cantidad páginas escritas. Sin embargo, uno de los documentos filosóficos más importantes que disponemos, las Tesis sobre Feuerbach de Marx, ocupan apenas dos páginas y media…

Parece importante, sin embargo, para evitar una comprensión errónea de lo que estoy afirmando, subrayar que mi crítica al hacer mágica la palabra no significa, de manera alguna, una posición poco responsable de mi parte con relación a la necesidad que tenemos educadores y educandos de leer, siempre y seriamente, de leer los clásicos en tal o cual campo del saber, de adentrarnos en los textos, de crear una disciplina intelectual, sin la cual es posible nuestra práctica en cuanto profesores o estudiantes.

Todavía dentro del momento bastante rico de mi experiencia como profesor dlengua portuguesa, recuerdo, tan vivamente como si fuese de ahora y no de un ayer ya remoto, las veces en que me demoraba en el análisis de un texto de Gilberto Freyre, de Lins do Rego, de Graciliano Ramos, de Jorge Amado. Textos que yo llevaba de mi casa y que iba leyendo con los estudiantes, subrayando aspectos de su sintaxis estrechamiento ligados, con el buen gusto de su lenguaje. A aquellos análisis añadía comentarios sobre las necesarias diferencias entre el portugués de Portugal y el portugués de Brasil.

Vengo tratando de dejar claro, en este trabajo en torno a la importancia del acto de leer –y no es demasiado repetirlo ahora–, que mi esfuerzo fundamental viene siendo el de explicar cómo, en mí, se ha venido destacando esa importancia. Es como si estuviera haciendo la “arqueología” de mi comprensión del complejo acto de leer, a lo largo de mi experiencia existencial. De ahí que haya hablado de momentos de mi infancia, de mi adolescencia, de los comienzos de mi juventud, y termine ahora reviendo, en rasgos generales, algunos de los aspectos centrales de la proposición que hice, hace algunos años en el campo de la alfabetización de adultos.

Inicialmente me parece interesante reafirmar que siempre vi la alfabetización de adultos como un acto político y como un acto de conocimiento, y por eso mismo un acto creador. Para mí sería imposible de comprometerme en un trabajo de memorización mecánica de ba-be-bi-bo-bu, de la-le-li lo-lu. De ahí que tampoco pudiera reducir la alfabetización a la pura enseñanza de la palabra, las sílabas o de las letras. Enseñanza en cuyo proceso el alfabetizador iría “llenando” con sus palabras las cabezas supuestamente “vacías” de los alfabetizandos. Por el contrario, en cuanto acto de conocimiento y acto creador, el proceso de la alfabetización tiene, en el alfabetizando, su sujeto. El hecho de que éste necesite de la ayuda del educador, como ocurre en cualquier acción pedagógica, no significa que la ayuda del educador deba anular su creatividad y su responsabilidad en la creación de su lenguaje escrito y en la lectura de su lenguaje. En realidad, tanto el alfabetizador como el alfabetizando, al tomar, por ejemplo, un objeto, como lo hago ahora con el que tengo entre los dedos, sienten el objeto, perciben el objeto sentido y son capaces de expresar verbalmente el objeto sentido y percibido. Como yo, el analfabeto es capaz de sentir la pluma, de percibir la pluma, de decir la pluma. Yo, sin embargo, soy capaz de no sólo sentir la pluma, sino además de escribir pluma y, en consecuencia, leer pluma. La alfabetización es la creación o el montaje de la expresión escrita de la expresión oral. Ese montaje no lo puede hacer el educador para los educandos, o sobre ellos. Ahí tiene él un momento de su tarea creadora.

Me parece innecesario extenderme más, aquí y ahora, sobre lo que he desarrollado, en diferentes momentos, a propósito de la complejidad de este proceso. A un punto, sin embargo, aludido varias veces en este texto, me gustaría volver, por la significación que tiene para la comprensión crítica del acto de leer y, por consiguiente, para la propuesta de alfabetización a que me he consagrado. Me refiero a que la lectura     del mundo precede siempre a la lectura de la palabra y la lectura de ésta implica la continuidad de la lectura de aquél. En la propuesta a que hacía referencia hace poco, este movimiento del mundo a la palabra y de la palabra al mundo está siempre presente. Movimiento en que la palabra dicha fluye del mundo mismo a través de la lectura que de él hacemos. De alguna manera, sin embargo, podemos ir más lejos y decir que la lectura de la palabra no es sólo precedida por la lectura del mundo sino por cierta forma de “escribirlo” o de “rescribirlo”, es decir de transformarlo a través de nuestra práctica consciente.

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Este movimiento dinámico es uno de los aspectos centrales, para mí, del proceso de alfabetización. De ahí que siempre haya insistido en que las palabras con que organizar el programa de alfabetización debían provenir del universo vocabular de los grupos populares, expresando su verdadero lenguaje, sus anhelos, sus inquietudes, sus reivindicaciones, sus sueños. Debían venir cargadas de la significación de su
experiencia existencial y no de la experiencia del educador. La investigación de lo que llamaba el universo vocabular nos daba así las palabras del Pueblo, grávidas de mundo. Nos llegaban a través de la lectura del mundo que hacían los grupos populares. Después volvían a ellos, insertas en lo que llamaba y llamo codificaciones, que son representaciones de la realidad.

La palabra ladrillo, por ejemplo, se insertaría en una representación pictórica, la de un grupo de albañiles, por ejemplo, construyendo una casa. Pero, antes de la devolución, en forma escrita, de la palabra oral de los grupos populares, a ellos, para el proceso de su aprehensión y no de su memorización mecánica, solíamos desafiar a los alfabetizandos con un conjunto de situaciones codificadas de cuya descodificación o “lectura” resultaba la percepción crítica de lo que es la cultura, por la comprensión de la práctica o del trabajo humano, transformador del mundo, En el fondo, ese conjunto de representaciones de situaciones concretas posibilitaba a los grupos populares una “lectura” de la “lectura” anterior del mundo, antes de la lectura de la palabra.  Esta “lectura” más crítica de la “lectura” anterior menos crítica del mundo permitía a los grupos populares, a veces en posición fatalista frente a las injusticias, una comprensión diferente de su indigencia.

Es en este sentido que la lectura crítica de la realidad, dándose en un proceso de alfabetización o no, y asociada sobre todo a ciertas prácticas claramente políticas de movilización y de organización, puede constituirse en un instrumento para lo que Gramsci llamaría acción contrahegemónica.

Concluyendo estas reflexiones en torno a la importancia del acto de leer, que implica siempre percepción crítica, interpretación y “reescritura” de lo leído, quisiera decir que, después de vacilar un poco, resolví adoptar el procedimiento que he utilizado en el tratamiento del tema, en consonancia con mi forma de ser y con lo que puedo hacer.

Finalmente, quiero felicitar a quienes idearon y organizaron este congreso. Nunca, posiblemente, hemos necesitado tanto de encuentros como éste, como ahora.

Fuente de la reseña: https://www.bloghemia.com/2019/04/la-importancia-de-leer-por-paulo-freire.html?fbclid=IwAR1RAtMqzBOlYMVeXHXE9MnhvHiSU6hxJudLBfyrHMGiEHYii4rnBtuTVH0
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Maestros de maestros: Jean Frederich Herbart (1776-1841) -PDF-

Colombia/ Autor: Rafael Reyes Galindo / Fuente: Compartir Palabra Maestra

Las ciencias deben lograr un fin: la educación.

La época que vivió Herbart fue fecunda en síntesis filosófica y pensamiento pedagógico. Había sido publicado el Tratado de Pedagogía de Kant (1803), Fichte y Hegel enseñaban en Jena, Schelling en Wurtzburgo. Hay que lamentar que todavía no  se ha estudiado con detenimiento la propuesta educativa de Fichte, la educación de una nación; ni las implicaciones de la idea de Formación, en alemán, Bildung, planteada por Hegel. Todo esto lo vivió Jean Frederich Herbart, filósofo alemán. En Suiza visitó a Pestalozzi, donde conoció su propuesta educadora; admiró profundamente su trabajo pedagógico, pero había que hacer ajustes a algunas de sus intuiciones.  Estamos ya en la era moderna donde estos pensadores buscaban una articulación entre ilustración y formación, una síntesis donde el Espíritu no se viera sofocado por las conquistas humanas, donde conocimiento y formación fueran compatibles, donde la formación no se viera agostada por la erudición y el conocimiento; donde todo pudiera referirse a un Espíritu fundador. Herbart encontrará una fórmula, no se trataría de oponer la instrucción y la educación, como si la enseñanza fuera la parte autoritaria de la pedagogía y la formación, sería, lo que se llamaría hoy, el libre desarrollo de la personalidad. En este escollo han caído muchas de las pedagogías del aprendizaje, o algunas de las pedagogías centradas en el estudiante: habrá que volver leer a Herbart: se llega a la educación a través de la instrucción, o como señala Compayre: la educación a través de la instrucción (2005).

Con Pestalozzi está de acuerdo de que la educación debe tener un fundamento empírico (hoy diríamos científico), cree que el filósofo Suizo acertó en partir de la psicología como fundamento y de la importancia de la intuición del niño. Pero, según Herbart, se quedó corto.  No sería la Psicología de las Facultades, que es la forma como lo desarrolla Pestalozzi, ni la intuición debería limitarse  solo la educación elemental. La educación, toda educación debe tener un principio psicológico y un fin moral: la educación del carácter, a esta educación del carácter la llama moral, y esta educación moral es lo que se llama disciplina.

Herbart es el iniciador de la pedagogía como ciencia. La práctica pedagógica aparece aquí como un despliegue de saberes, conocimientos, metodologías. Herbart lee todas las ciencias bajo el cristal de la pedagogía; se nutre de la filosofía, la psicología pero su matriz de pensamiento es la pedagogía. Porque nació pedagogo, se hizo filósofo y psicólogo. En 1808 asume la catedra de filosofía de Koenisberg, donde había enseñado Kant. Pero si Kant, como filósofo, había desarrollado su tratado de pedagogía, Herbart hará de la pedagogía una reflexión filosófica de por vida.  Escribió Filosofía práctica general (1808), Manual de psicología (1816), La Psicología como ciencia, seguida de un método nuevo sobre la experiencia, la metafísica y la matemática (1824), la Metafísica general (1828). Público todo esto con un solo fin de la educación se convirtiera en el campo a la cual todas estas ciencias llegaran.

Herbart no acepta de Kant su enfoque “trascendental” del pensamiento; tampoco acepta de Fichte de que todo sea expresión de un espíritu interior y que el mundo no sea más que reflejo de él. No hay ideas innatas, ni se nace con a priori establecidos. Tampoco está de acuerdo con Pestalozzi de una Facultades del niño las cuales hay que desarrollar. En algo sí está de acuerdo con Kant y Pestalozzi: hay que crear como lugares de experimentación pedagógica, es necesario el seminario pedagógico. “nos hacen falta escuelas normales y escuelas de experiencia”,  decía Kant.  Esto llevó a Herbart que mientras enseñaba en Koenisberg organizara, lo que Compayre, llama un “laboratorio practico”.  Sabemos que hoy la práctica pedagógica ha perdido esta dinámica pensadora, hoy es un territorio aplicacionista, procedimental y burocrático. Las actuales políticas de formación de maestros contribuyen mucho a este perfil procedimental; la práctica pedagógica aparece desconectada  de saberes, de preguntas, de experimentación, de reconceptualización; actualmente la práctica pedagógica verifica que el practicante siga un método y no se pregunta de qué forma produce saberes. Herbart no hubiera aprobado esto.

Para Herbart llegar a ser educador es un asunto complejo; como señala Gabriel Compayre (2005), biógrafo de Herbart, la formación en pedagogía no se da por “gracia de Dios” o “se nace educador”. Hoy se ofrecen cursos rápidos de pedagogía, como las oficinas de matrimonio exprés. Tampoco nuestro autor estaría de acuerdo, “El educador debe preparar su inteligencia y su corazón por medio de la meditación, de la reflexión y de la investigación, para estar en disposición de concebir, de sentir y de juzgar convenientemente los casos particulares y los casos especiales que le esperan en la carrera de la enseñanza”.

Dos palabras toman relevancia en la pedagogía: instrucción e interés. La enseñanza es construcción del espíritu. La instrucción es la base de toda educación, no existe, por un lado una educación intelectual y, por otra, una educación moral; esta diferencia la hacían, dice Herbart, la psicología de las facultades. No, la mente es una, y la instrucción es una, por tanto, educar a través de la instrucción es la base de toda empresa educativa. El dualismo y oposición de enseñanza/aprendizaje en el cual han instalado la formación de maestros actualmente, seria para Herbart psicologista y trascendental, basada en estructuras previas, a priori del individuo, que nuestro pedagogo no acepta. A cambio de facultades que se desarrollan, Herbart propone el concepto de interés.

El niño no viene con conocimientos al que la educación le ayuda a descubrir; el conocimiento se produce por el trabajo, por la producción del niño. Este es el trabajo de la instrucción: producir interés. Interés, no se debe confundir, con motivación. No es un asunto de unas dinámicas para que el niño se motive a aprender, se trata, más bien de un acto más estable de curiosidad: interés por la verdad, interés por el bien, interés por lo bello. Herbart desarrollo una Didáctica basada en la psicología, no es una Didáctica que subordine los intereses del niño en beneficio de una secuencia exitosa.  Tampoco es la didáctica un conjunto de acciones lúdicas para entrenar el conocimiento. Muy basado en sus fundamentos de psicología el interés nace de la experiencia con las cosas de la naturaleza y por el contacto con los hombres. Por tanto, curiosear las cosas e intercambiar con seres humanos son las dos bases del interés.

Su concepto de disciplina es muy distinta a la que nosotros estamos acostumbrados. Herbart también conocía la disciplina como castigo, rigor, mal necesario, etc. Pero para Herbart, ella tenía que ver, mejor,  con aquel ejercicio que tiene el artista sobre su obra. La educación además de ciencia es arte, y se trata de la vida disciplinada del artista. De un gobierno de los niños, de hacer de cada uno un artista de sí mismo. Por esto, la disciplina está relacionada con la vida moral, y la vida moral con la construcción de una vida artística.  Para entender la disciplina de Herbart hay que hablar mejor del gobierno de los niños, este gobierno se hace a partir de dos elementos: autoridad y amor. Luego, llega el momento decisivo del gobierno pedagógico: el éxito de este gobierno es que llega un momento en que desaparece: el niño se vuelve autónomo, con fuerza interior, un sujeto moral: la educación desemboca en libertad. Sin la estética no se entiende el gobierno en los niños.

Con Herbart, hemos iniciado, en la historia del saber pedagógico, la comprensión de la práctica pedagógica de forma inteligente. Ella se hace fuente de saber, matriz de formación de educadores,  lugar de reconceptualizacion de la pedagogía, articulación de ciencias, dialogo con la tradición, renovación del conocimiento; la practica pedagógica se hace lugar moral, construcción estética del sujeto, forja del carácter, acontecimiento donde se acrisola la enseñanza, oportunidad de aprender. No es una autor fácil de abordar, sus construcciones pueden aparecer abstractas. Pero sin él los maestros quedaremos expuestos a las prácticas pedagógicas procedimentales, sin fines y sin medios, quedaremos presos del diseño,  atenidos a la secuencia, y esperanzados en la transposición. Herbart nos la las herramientas epistemológicas, históricas, políticas y culturales para el rescate de la práctica pedagógica.

Link para la descarga:

https://compartirpalabramaestra.org/documentos/aliados/maestros-de-maestros/maestros-de-maestros-frederich.pdf

Fuente de la Reseña:

https://compartirpalabramaestra.org/especiales-tematicos/maestros-de-maestros/jean-frederich-herbart-1776-1841

ove/mahv

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