Uno de cada siete niños tiene problemas psicológicos en África subsahariana

Uno de cada siete niños en África subsahariana tiene problemas «psicológicos importantes», advirtieron hoy la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef, al pedir más inversión y acceso a los servicios de salud mental en la región.

En un comunicado conjunto publicado con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra este domingo, ambas agencias de la ONU recordaron que los niños y adolescentes siempre corren el riesgo de sufrir problemas mentales, especialmente aquellos vulnerables que afrontan pobreza, discriminación y violencia.

Los efectos del cambio climático, las altas tasas de infección de VIH (virus causante del sida), los embarazos en la adolescencia, las emergencias humanitarias también son amenazas constantes para el bienestar mental de niños y adolescentes en África.

La covid-19 ha dejado al descubierto aún más las desigualdades globales, incluida la atención de la salud mental.

Este 26 de septiembre, Suiza vota sobre el matrimonio para las parejas del mismo sexo y en torno a la fiscalidad de personas con grandes patrimonios.

Los niños africanos han estado sujetos a amenazas aún mayores con el cierre de escuelas, una mayor exposición a los conflictos armados y la falta de oportunidades para jugar y socializar con sus amigos.

Además, los confinamientos largos han aumentado los matrimonios precoces, los embarazos de adolescentes y la violencia sexual y doméstica hacia los menores, especialmente las niñas.

Sin embargo, subrayan la OMS y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), «la disponibilidad y la calidad de los servicios de salud mental para niños y adolescentes en África son muy deficientes».

Incluso en países donde existen psicólogos y psiquiatras especializados en menores, hay un promedio de sólo uno por cada cuatro millones de habitantes.

«La inversión en salud mental sigue siendo extremadamente baja en África, con un gasto público de menos de un dólar per cápita (…). No podemos permitirnos que millones de niños necesitados de cuidados no los tengan», afirmó la directora de la OMS para África, Matshidiso Moeti.

Según el director de Unicef para África oriental y meridional, Mohamed M. Malick Fall, «es urgente abordar la salud mental de niños y adolescentes en África».

«A lo largo de los años, millones de jóvenes se han visto expuestos a desafíos que serían muy difíciles de afrontar para la mayoría de los adultos, ya que a menudo tienen que lidiar con los impactos psicológicos por sí mismos. Nuestros sistemas todavía les están fallando», subrayó Fall.

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Cómo desarrollar la resiliencia en tiempos de COVID-19

Por:Educación 3.0

En épocas de crisis como la que ahora vivimos, la resiliencia es una capacidad que puede ayudar a las personas a afrontar de manera firme y anclada a la realidad los cambios que se avecinan. La psicóloga Rocío Rivero, autora del libro ‘El sentido de la vida es una vida con sentido. La resiliencia’, nos habla de ella y ofrece una serie de pautas para desarrollarla en plena crisis sanitaria por el coronavirus.

La vida nos enseña que nada es para siempre, que nuestros sueños no siempre se cumplen y que no podemos aferrarnos al pasado ni vivir suspirando por el futuro. Cuando alguien nos traiciona, cuando la salud nos falla, cuando no podemos controlar una determinada situación o las acciones de los demás, solo nos queda aceptar la realidad. Pero la realidad es difícil de definir porque cada uno de nosotros tiene su propio camino: su pasado, su presente y su futuro. La vida de cada persona es diferente, por lo que nuestra visión o percepción de la realidad también lo es.

Cómo vivir los nuevos tiempos con resiliencia

Cuando nos encontramos ante una situación crítica como la que estamos viviendo, el primer mecanismo que se activa en nosotros es el afrontamiento, es decir, la capacidad que tenemos para asumir en el momento una situación que puede ser destructiva.

Si bien el afrontamiento nos prepara para recibir el impacto inicial, la resiliencia nos equipa para sobreponernos al evento crítico y transforma la situación en una fortaleza para el futuro. Por tanto, ser resilientes nos va a ayudar a evitar determinados problemas psicológicos y que pueden derivar de una situación adversa. De este modo, la resiliencia requiere un esfuerzo cognitivo y una actitud determinada.
Ser resiliente no significa no sentir dolor, malestar o no encontrar dificultades ante las adversidades; la resiliencia parte de un punto de vista realista, de la confianza de que el golpe recibido no nos desestabilizará si hacemos frente a él, lo asumimos y lo utilizamos para mejorar nuestra vida. No podemos vivir convencidos de que no existen problemas porque eso nos aleja de la realidad y provoca que ésta nos golpee con más fuerza cuando decidamos volver a acercarnos a ella.

Pautas para mantener un estado resiliente frente a la situación actual

Existe un vínculo entre la resiliencia y saber vivir el momento presente con la creatividad, con la inteligencia emocional y con la felicidad, por tanto, si potenciamos todas estas habilidades estaremos entrenándonos en resiliencia.

Aunque es cierto que unas personas son más resilientes que otras, la resiliencia no es algo que unos tengan y otros no. Así que vamos a dar unas pautas que nos van a ayudar a mantener nuestro estado de resiliencia:

1. Permítete tener emociones intensas sin temerlas ni huir de ellas

Para ello es importante aprender a reconocer las emociones y no huir de los problemas, sino afrontarlos y buscar soluciones, tomándote el tiempo que necesites para descansar, siendo consciente de lo que te puedes exigir y cuándo debes parar.

2. Soluciona los problemas y libera tu mente

Coge papel y lápiz y escribe: ‘el tema a tratar es…’. Una vez que lo hayas definido, lleva a cabo una lluvia de ideas con posibles soluciones: las más y las menos posibles. Tras ello, vamos a hacer una lista con los beneficios y los inconvenientes de cada idea que hemos tenido y, finalmente, vamos a elegir aquellas que supongan menos inconvenientes. Así, nuestro problema ya no estará dando vueltas en nuestra cabeza porque estará plasmado en un papel y con posibles soluciones.

3. Acepta el cambio como parte de la vida

Cuando estamos en una situación difícil nos sentimos alejados de nuestras metas. Para volver a acercarnos a ellas, se hace necesario aceptar las circunstancias que no se pueden cambiar y comenzar a trabajar sobre los aspectos que sí son modificables.

«Ser resilientes nos va a ayudar a evitar determinados problemas psicológicos y que pueden derivar de una situación adversa»

4. Establece metas realistas

Una meta puede ser cualquier cosa que se desea hacer o conseguir y guarda una estrecha relación con la motivación porque de ella va a depender que alcancemos o no nuestro propósito. Tener metas es importantísimo porque incluye la capacidad de comprometerse. Pero posiblemente, y debido a la situación actual, todos nosotros tengamos que replantearnos algunas de nuestras metas y adaptarlas a este momento.

5. Piensa de manera práctica y constructiva

Son muchas las veces que le damos vueltas a un asunto que no podemos solucionar o nos imaginamos situaciones en las que las cosas van a ir de mal en peor. Cuando esto ocurra, céntrate en actividades que requieran una gran atención, como jugar al ajedrez o leer un libro de una temática de la que no tienes mucho conocimiento, pero que te resulte interesante.

6. Mantén una actitud optimista

resiliencia coronavirus

En realidad la diferencia que existe entre tener una actitud optimista o pesimista es mínima, pero significativa. El optimismo es la tendencia a esperar que el futuro depare resultados favorables y es lo que nos ayuda a enfrentarnos a las dificultades con ánimo, a descubrir lo positivo que tienen tanto las personas como las circunstancias.

7. Cuida las relaciones con los demás

En los momentos complicados las primeras personas que aparecen son nuestras amistades más cercanas y nuestra familia. Afortunadamente, contamos con medios tecnológicos con los que podemos mantener conversaciones mirándonos a la cara a pesar de estar lejos, así que usemos estos medios para hablar, para jugar, para animar y que nos animen, para compartir experiencias…

«La resiliencia parte de un punto de vista realista, de la confianza de que el golpe recibido no nos desestabilizará si hacemos frente a él, lo asumimos y lo utilizamos para mejorar nuestra vida»

8. Haz deporte

Cuando hacemos deporte estamos desarrollando una serie de valores personales y sociales que nos convierten en personas más resilientes sin que nos demos cuenta: nos marcamos retos, aumentamos la autodisciplina, el autoconocimiento, la autoestima…

9. Nutre tu autoestima

La autoestima depende de en qué medida nos sentimos valorados, queridos y aceptados por otros y en qué medida nos valoramos, queremos y nos aceptamos nosotros mismos. Toma conciencia de todo lo que has conseguido hasta el momento y de todo lo que te queda por conseguir. Para ello, haz el ejercicio de plantearte metas, ejercicio físico y no descuides a tus amistades (hay que buscar tiempo para enviar un mensaje de vez en cuando a las personas con las que menos hablas, por ejemplo).

10. Aprende a crecer con los problemas

No podemos evitar encontrarnos con problemas o situaciones de crisis, al menos no siempre podemos hacerlo. Por tanto, debemos tomar estas situaciones como retos que se nos presentan en la vida y que nos empujan a sacar lo mejor de nosotros mismos: a ser más fuertes, a pensar y a actuar en consecuencia. Utiliza cada experiencia que vivas para crecer como persona.

Fuente e imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/opinion/como-desarrollar-resiliencia-tiempos-covid-19/

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El niño de Medellín

Por: Gloria Hurtado

Un niño en Medellín, Miguel Angel, fue asesinado por su madre y su padrastro según dicen las autoridades. El niño, 2 años, una carita preciosa, fue agredido de tal manera que los golpes le causaron la muerte. En el barrio donde sucedió la tragedia, casi linchan a los posibles responsables. Tuvo que intervenir hasta el Smart para evitar mayores complicaciones.

Y es aquí donde cabe la pregunta básica: ¿aceptamos que existe la enfermedad mental? ¿Hay personas “buenas” y personas “malas”? ¿Causar daño a otro es una conducta aprendida, es un acto de sobrevivencia, o es un momento de enajenación mental? Aun cuando vivimos en una sociedad donde existen la ley u las normas, es claro que no todos caminamos de la misma manera, ni tenemos las mismas oportunidades, ni estamos en el mismo nivel de conciencia (en términos espirituales). Eso no significa que no haya que asumir responsabilidades y consecuencias. Fuimos educados para clasificar nuestra realidad bajo uno de estos dos parámetros: bueno o malo. Además términos excluyentes. Si eres bueno no eres malo y viceversa. No hay alternativa posible para el punto medio. Correspondiente con esta dualidad está el juicio. Tan fácil hacerlo. Tan sencillo que es convertirse en juez de una situación y condenar. Como mujer y como psicóloga me queda muy difícil señalar a una mujer que tiene dificultades con sus hijos. Una mujer que no los quiera, que los rechaza y hasta aquella que llegue al extremo de “desaparecerlos”. Porque es obvio que la enfermedad mental ronda en estos casos. Y comprueba, una vez mas, la gran falacia de la cultura cuando sigue sosteniendo la existencia del instinto maternal.

Una mujer con una pésima autoestima, educada dentro de la cultura machista, aprende que lo “único” que le da valor a su vida es tener un hombre al lado. Ni siquiera un hijo, que puede ser tan desvalorizado como ella, le da esa importancia. Peor dolor si tiene una hija mujer. En el libro “Donde está mi papá” me acerco a una respuesta para explicar la conducta. La dimensión de la desvalorización es tan enorme, que esta mujer no logra ver nada diferente que aquello que le “ofrece” (así sea mentira) importancia, remedos de afecto, o simplemente “mirarte y tenerte en cuenta”. Por eso perdura en una relación tóxica, aplastante y humillante. Entre nada y “esto” aquí me quedo. Como si fuera una pipa de oxígeno, el Hombre (con mayúscula) es lo que le da vida a su vida. La expresión “por llamar la atención” es repetitiva en la cultura y significa que un individuo patológicamente puede asumir cualquier conducta para “ser mirado”. Existen  seres que nunca han sido mirados lo que significa que nunca han construido un vínculo con nadie. Para ninguno han sido importantes. Su pequeñez y orfandad los hacen presas fáciles de cualquier “ofrecimiento” amoroso, a cualquier precio y bajo cualquier circunstancia.

Juzgar, tan fácil. Siempre hay una historia detrás de todo “crimen”, Hay que leerla no para justificar el hecho sino para entender qué tan responsables somos todos en la construcción de esta sociedad. Sí, hay que defender a los niños físicamente niños, pero también existen multitud de niños grandes cuyos cuerpos crecieron pero sus necesidades afectivas y su salud mental nunca evolucionaron. Aquí esta un caso.

Fuente: http://www.revolturas.com/en/articulos

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Irak: Una infancia destruida por el Estado Islámico

Asia/Irak/15 de septiembre de 2016/Fuente: el mundo

Los niños forzados a huir de la violencia del grupo yihadista en Irak arrastran serios traumas psicológicos de por vida

Unos 3,6 millones de menores iraquíes corren peligro de muerte o violencia sexual, según cifras de Unicef.

Said no puede dormir, se orina en la cama, tiene problemas para relacionarse y su autoestima es baja. Tiene 12 años y es un niño refugiado iraquí. Hace dos años, huyó de Mosul con su familia cuando el Estado Islámico conquistó la ciudad, en junio de 2014, y desde entonces es presa de las pesadillas. «Sus problemas psicológicos se deben a que vio, con sólo 10 años, tres muertes muy seguidas en aquellos días. Presenció cómo los milicianos yihadistas mataban a un policía, vio morir ante sus ojos a un familiar cercano y fue testigo de la muerte de un niñocomo él», cuenta el psicólogo Abdulwahid Abdulla, que lo trata.

Estos tres impactantes encontronazos con la crueldad del Estado Islámicoatemorizan a Said, que ha perdido la confianza y el amor propio. Para ayudarle, Abdulla hace terapia diaria con él. «Le pongo ante el espejo para mejorar su autoestima, por ejemplo. Tenemos un diario donde se premian las noches que no moja la cama. Otra de las cosas que ayudan a que se sienta más seguro es hacer de capitán del equipo de fútbol; aunque al principio se negó, luego conseguí que hiciera ese papel, con la ayuda de otro niño», cuenta. Said necesitará tiempo para recuperarse.

Abdulla hace equipo con otros tres trabajadores sociales en el campo de refugiados de Harsham (cerca de Erbil, capital del Kurdistán iraquí), donde vive Said. Los cuatro especialistas forman la unidad de Protección Infantil del campamento, que tiene en sus manos un total de 89 casos abiertos. Niños que, como Said (su nombre es ficticio para proteger su identidad), sienten todo el peso de la vida a su corta edad.

En Harsham viven 1.600 desplazados iraquíes que han tenido que dejar sus hogares para no morir a manos del Estado Islámico. El 95% de las familias son de Mosul y su provincia; el resto viene de Saladino, Anbar y Bagdad. «El campamento es un pequeño Irak, pero sin cristianos ni yazidíes», cuenta Ahmad Abdo, director de Harsham, él mismo un refugiado.

Un lugar donde se aprecian a pequeña escala los estragos que causa en los chiquillos la violencia en Irak. Según un reciente informe de Unicef, 3,6 millones de niños y niñas en el país árabe corren serio riesgo de muerte, lesiones, violencia sexual, secuestro o reclutamiento por parte de grupos armados. Uno de cada cinco pequeños. El 10% de los niños iraquíes ha sido forzado a huir de sus hogares desde que, en 2014, el Estado Islámico estableciera el califato. Hay muchos niños como Said.

Un futuro condicionado

En el último año y medio, coincidiendo con la escalada del conflicto, más de 100.000 niños reciben apoyo psicológico por parte de Unicef. «Primero eran las familias las que reclamaban nuestra ayuda, pero ahora son los mismos niños los que vienen directamente a nosotros. Primero vienen en busca de cosas más materiales, olvidando sus mentes. Pero es a partir de esa pequeña llamada de atención cuando nosotros detectamos si necesitan ayuda psicológica», explica Saded Zawor, otro de los trabajadores sociales de la unidad de Protección Infantil de Harsham, establecida por Unicef y la ONG Terre des Hommes.

Los problemas psicológicos causados por la violencia y la guerra forman parte del macabro capital intangible que acompañará a estos niños durante gran parte de sus vidas. Pero hay otras amenazas para estos pequeños que también condicionarán su futuro: el trabajo infantil y los matrimonios a edades tempranas.

«Tenemos niños con ocho años o incluso menos, cuyos padres se han visto obligados a ponerlos a trabajar. Sobre todo estos menores se encargan de trabajos en la construcción o bien en tiendas, ayudando a familiares. Actualmente seguimos en Harsham 19 casos e intentamos detectar otros que pueda haber. Aunque es difícil. Las familias no siempre nos escuchan; nos responden que tienen dificultades para ganarse el pan y que necesitan que sus hijos trabajen«, explica Zawor. «Por ejemplo, tenemos a un niño que mantiene a sus padres, ya mayores, y a sus siete hermanos. Hay muchos pequeños que no tienen padre y tienen que traer dinero a casa», añade.

Fuente: http://www.elmundo.es/internacional/2016/09/08/57d0514de2704e59558b45fe.html?cid=MNOT23801&s_kw=una_infancia_destruida_por_el_estado_islamico

Imagen: e02-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2016/09/07/14732707332343.jpg

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