Capacitación para el nuevo plan de estudios, ¿otra vez el mismo cuento?

Por: Abelardo Carro Nava

 

«Si existiera una pertinente formación continua del profesorado mexicano, ¿tendría que capacitarse el magisterio para que implementara un plan de estudios?»

 

Una de las demandas más sentidas del magisterio mexicano de los últimos años ha sido el tema de la formación continua. Un tema, sin duda, de enorme relevancia para el quehacer docente pues, independientemente de la formación inicial adquirida en las instituciones formadoras de docentes (o en las Instituciones de Educación Superior, por aquello de que cualquiera podía ser maestro), se requiere de un proceso formativo que acompañe a las maestras y maestros a lo largo de su trayectoria profesional, es decir, desde su inicio hasta su jubilación; se trataría de un proceso que no se limitaría a superar las exigencias de un esquema de ingreso y promoción salarial tal y como desde el peñanietismo – o antes de éste – se ha establecido en nuestro país, pero también, que superara ciertas exigencias profesionales derivadas de la implementación de un nuevo plan de estudios.

Se esperaba que, con la llegada de un profesor o profesora a una de las Secretarías de Estado de vital importancia para el desarrollo de los seres humamos, tal y como lo es la Secretaría de Educación Pública (SEP), las cosas en esta materia mejoraran o cambiaran, sin embargo, desde que asumió el cargo Delfina Gómez – quien se desempeñó como docente y directivo por varios años en el Estado de México – las cosas no se han movido mucho que digamos.

Hasta el momento, este tema ha sido uno de los grandes pendientes del régimen actual porque, si bien es cierto que la Comisión Nacional de la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU) ha venido trabajando con la intención de ofrecer un esquema formativo que apoye a los docentes y directivos en sus respectivos espacios escolares, también es cierto que ha sido visible una enorme falta de vinculación entre la SEP, la Unidad del Sistema de Carrera de las Maestras y los Maestros (USICAMM) y la propia MEJOREDU; por tanto, no sería nada descabellado afirmar que cada una de estas instancias ha venido “jalando” por su lado. ¿Y las maestras y los maestros? Veamos.

Un breve, pero muy breve recorrido histórico, nos recordaría la trascendental participación de las escuelas normales después de la Revolución Mexicana hasta la década de los cuarenta, cuando se acompañaron con la creación del Instituto Federal de Capacitación del Magisterio (IFCM); años más tarde, como sabemos, entraría en escena la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) y los Centros de Actualización del Magisterio. Instituciones con fines formativos específicos y que, derivado del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (ANMEB) en 1992 fueron, por así decirlo, prácticamente relegadas al olvido.

En este sentido no hay que olvidar que, con la firma de este último Acuerdo, se creó el Programa de Nacional de Actualización Profesional (PRONAP), con la intención de regular los servicios de formación continua para ampliar las posibilidades de acceder a una formación permanente de calidad que respondiera las necesidades educativas de los estudiantes inscritos en educación básica. La federalización del sistema educativo entró con todo en nuestro país y, con ello, el sistema de formación se desdibujó. Para pocos es desconocido que, en cada uno de los estados, a partir de esos años hasta nuestros días, siguen operando instancias de formación continua que nada más no terminar de apoyar la labor del profesorado mexicano.

Y es que, a través de los años, mientras en la federación se determinaba una cosa, otra muy diferente ocurría (y ocurre) en las diferentes entidades de la República Mexicana, consecuencia lógica de eso que se conoció como “descentralización educativa”.

Entonces, dado el reciente anuncio que realizó la profesora Delfina Gómez, en Chihuahua, al clausurar las Asambleas de Análisis del Plan de Estudios 2022 y Libros de Texto (SEP, 2022), estaríamos ante un esquema de capacitación tal y como lo hemos conocido en los últimos años, es decir, que un par de semanas antes de que inicie el ciclo escolar 2022-2023, como parte de los incomprensibles Consejos Técnicos Escolares (CTE), ¿se estaría capacitando a las maestras y los maestros sobre este plan de estudios?, ¿no sería esta una forma de reducir y desvalorizar una función tan sustantiva como lo es la docencia?, ¿no sería esta una forma de decirle al maestro y a la maestra que es un simple operador o instrumentador de un plan de estudios?

Cierto, habrá quien diga que, en su discurso, la Secretaria de Educación expresó dos términos por demás importantes “formación” y “acompañamiento” pero, a fuerza de ser sinceros, habría que preguntarse desde qué posición o mirada asumió tales conceptos la profesora. En consecuencia, nada mal estaría que al interior de la SEP se dialogara al respecto con la finalidad de superar aquel modelo carencial, remedial e instrumental que ha permeado la formación continua en nuestro país en las últimas décadas, para dar entrada uno donde los diversos actores que en éste concurren no queden desdibujados y sometidos a los que un “facilitador” (“poseedor” de todo el conocimiento y claro ejemplo de una educación bancaria dicha por Freire) determine en razón de una tradición formativa que no permite la participación activa para la construcción colectiva de conocimientos.

Se ha dicho hasta el hartazgo, de hecho, dicha Secretaria de Educación así lo afirmó en este evento, que las maestras y maestros son los expertos, entonces ¿podría pensarse y diseñarse una estrategia nacional que rompiera con el enfoque formativo e instrumentalista para dar paso a otro donde, a partir de ciertos ámbitos y ejes articuladores se favoreciera el quehacer que miles de profesores realizan en sus aulas escolares? Vaya, ¿hasta cuándo se podrá observar una pertinente vinculación entre las distintas instancias gubernamentales como lo es la SEP, MEJOREDU y USICAMM para este propósito?, ¿hasta cuando se terminará el sistema de ingreso y promoción salarial del magisterio que nada más no termina por abonar en una mejora sustantiva de la educación?

Hace unos días, encontré un material cuyo contenido me pareció bastante pertinente, se titula “Orientaciones para identificar y seleccionar contenidos curriculares indispensables” publicado por la MEJOREDU; desde mi perspectiva, es un material que abona para que los profesores conozcan y comprendan diversas estrategias que permiten organizar los contenidos que podrían trabajar con sus alumnos de acuerdo a la asignatura establecida. Me recordó a una actividad que hace años realizaba con mis estudiantes en la asignatura “Propósitos y contenidos de la educación básica I y II” del plan de estudios de las escuelas normales 1997. Sin duda, un tema necesario e indispensable para el conocimiento y desarrollo del quehacer docente que, desde luego, trasciende la instrumentalización de un plan de estudios acercando a sus actores a la comprensión del enfoque que lo permea y al por qué se hace necesaria la dosificación o articulación de contenidos.

Finalizó este cúmulo de ideas expresando una pregunta que, hace unos días, formulaba en mis redes sociales y en algunos eventos en los que he tenido la oportunidad de participar derivado del análisis del Plan de estudios 2022: si existiera una pertinente formación continua del profesorado mexicano, ¿tendría que capacitarse el magisterio para que implementara un plan de estudios?

Ojalá que la SEP respondiera este cuestionamiento.

Al tiempo.

Referencias:

 

Fuente de la información e imagen: https://profelandia.com

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La revolución humanista del aprendizaje virtual

Por: Mauricio Alarcón.

Aquí, en nuestro blog, ya hemos hablado de cómo el eLearning ha aprovechado la tecnología para cambiar la manera en la que adquirimos conocimiento, pero, nuestra visita al congreso sobre desarrollo del talento más grande del mundo, presentado por ATD, nos inspiró a ir más allá y mirar aquellas tendencias que nos presentan un nuevo enfoque para el aprendizaje virtual: el humanocentrista.

1. Ahora le enseñamos directamente al cerebro:

Antes, nos concentrábamos en presentar el contenido de la mejor manera, luego, comenzamos a entregar ese contenido pensando en el estudiante; sus labores, su perfil social, su posibilidad económica y su bagaje académico. Ahora, sumamos a esto a su actividad cerebral, y así, aparece la Neuroeducación, que tiene como objetivo formar a los estudiantes en el control de sus emociones (inteligencia emocional) para lograr el mejoramiento de sus habilidades y afrontar la posible resistencia ante los cambios y la adquisición de nuevos conocimientos.

2. El reloj corre y nuestra atención también

Sabemos que en ocasiones la cantidad de información para un proceso formativo -especialmente aquellos que son empresariales- puede llegar a ser muy alto. Teniendo en cuenta que nuestro lapso de atención es de máximo 20 minutos, en ocasiones, los contenidos de aprendizaje virtual (incluso los presenciales) pueden llegar a parecer extensos y tediosos para los estudiantes, es por esto que el Microlearning y la agilidad de estos contenidos es primordial para responder a los tiempos de concentración del estudiante y, como lo escribimos en el punto anterior a su actividad neuronal. Aun así, que sea rápido o corto no significa que carezca de contenido o que no cumpla con su razón de ser, esto nos lleva a lo siguiente:

3. “Simple no significa insuficiente”

La simplicidad no nos impone una falta de recursos o elementos para suscitar el aprendizaje, de hecho, es una herramienta por sí misma. Cuando nos concentramos en la información, en presentarla de una manera creativa que exhiba una realidad cercana para el estudiante mediante una narrativa enganchadora, comparativa, factual pero divertida nos podemos ahorrar recursos que no son necesarios para el aprendizaje, incluso, recurrir a herramientas y medios más informales como whatsapp o las redes sociales. Recordemos que lo importante para el aprendizaje es que la información sea clara y basada en la realidad.

De esta manera, mediante la construcción de un proyecto de eLearning, respondemos a la naturaleza del comportamiento humano, y nos preocupamos cada vez más por suplir las necesidades conscientes e inconscientes de la persona que adquiere el conocimiento logrando así un proceso más efectivo desde los recursos de aprendizaje y mucho más humano desde la realidad del estudiante.

Hay más tendencias de las que podríamos hablar –eventualmente lo haremos- y este definitivamente es solo el principio de este tema, así que nos gustaría saber: ¿Hacia dónde creen ustedes que se dirige el aprendizaje virtual? ¿Qué podremos esperar en el futuro? Estaremos esperando sus respuestas en los comentarios, a través de nuestras redes sociales o en el correo:experiencia@koideas.com.

 

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El Proceso de Orientación-Aprendizaje

Por: DCE Flavio de Jesús Castillo Silva

 

Resumen
A diferencia de la Pedagogía que centra su didáctica en el proceso de Enseñanza-Aprendizaje, la Andragogía se caracteriza por tener un proceso de Orientación-Aprendizaje, donde al no existir la enseñanza, los participantes serán quienes asuman la responsabilidad de la manera de desarrollar su proceso formativo y se minimice o desaparezca de diferentes maneras la dependencia hacia el facilitador y éste hará hasta lo imposible para que así suceda.
Palabras clave: Pedagogía, Andragogía, Proceso de Enseñanza-Aprendizaje, Proceso de Orientación-Aprendizaje, Proceso Formativo.

Abstract
Unlike Pedagogy, which focuses its teaching on the Teaching-Learning process, Andragogy is characterized by having an Orientation-Learning process, where there is no teaching, the participants will be the ones who take responsibility for the way to develop their process and minimizing or disappearing in different ways the dependence on the facilitator and he will do everything possible to make it happen.
Key words: Pedagogy, Andragogy, Teaching-Learning Process, Orientation-Learning Process, Formative Process

Introducción
El presente documento, tiene la finalidad de hacer una reflexión y aclaraciones acerca del proceso de Orientación-Aprendizaje (POA) fundamental en la Andragogía y lo que se espera del facilitador o andragogo en el manejo del mismo.
Desarrollo

Por años, aquellos que nos hemos incorporado o formado para estar frente a grupo, lo hemos hecho basados en la Pedagogía consciente o inconscientemente, como asumiendo la existencia por omisión de ésta como única ciencia que da soporte a la expresión de la Educación y por consecuencia, el Proceso de Enseñanza-Aprendizaje (en la combinación que se use: PEA, PEyA, etc.) siendo asumida la participación del responsable del curso como mediador y con procesos de enseñanza amplios, todo lo anterior bajo la premisa de que “…hay uno que enseña y otro que aprende” (Adam citado por Castillo, 2016, p. 64).
Sin embargo, los estudios y publicaciones de los Dres. Knowles y Adam a principios de la década de los 70 en el siglo pasado, demostraron la existencia de otra ciencia que tiene que ver directamente con la educación entre adultos: la Andragogía. Esta nueva ciencia, que tiene como objeto de estudio al adulto en situación de aprendizaje, de acuerdo al Dr. Adam citado por Castillo (2016), la sociedad, a través de la educación en los primeros años de vida del ser humano intenta hacer a sus futuros ciudadanos a imagen e intereses propios, pero, al hablar de adultos, “…trata no ya de una educación a imagen de una sociedad, sino de otra que responda a los intereses del educando, de una educación de hombre en función de su racionalidad humana” (Adam citado por Castillo, 2016, p. 7).
Por eso, como se está haciendo referencia al adulto y no al niño, “en la vida adulta la relación está referida al proceso de aprender […], toma como referencia la experiencia e inventiva, o sea, los descubrimientos científicos generados durante el quehacer humano” (Adam citado por Castillo, 2016, p. 65), por consecuencia, el proceso de aprendizaje prevalece en la Andragogía, más no el proceso de enseñanza, mismo que por las situaciones de ser un proceso formativo entre adultos, no hay mediadores, como en la Pedagogía y todos aprenden de todos, eso no exime que la técnica expositiva se use en la Andragogía como un medio de compartir con los demás participantes -incluyendo el facilitador-, como aseguró el Dr. Adam citado por Castillo (2016) que “…el aprendizaje deja de ser una transmisión de contenidos conceptuales, de ejecuciones motrices, de actitudes, de relación social para convertirse en una interacción entre iguales” (p. 65).

Una de las definiciones de orientar por la Real Academia Española (RAE, 2017) es “dirigir o encaminar a alguien o algo hacia un lugar determinado”, por lo que en palabras del Dr. Alcalá, la orientación-participación:

Es un proceso de interacción, con criterios de Horizontalidad y Participación, entre personas adultas motivadas por un acto educativo en el cual uno de ellos orienta los que aprenden y les facilita, según sus intereses, información de utilidad inmediata o posterior (Alcalá, 2010, p. 106).

El proceso de Orientación-Aprendizaje tiene como fin emancipar al participante y que pase de ser un ente pasivo a uno activo, al mismo tiempo, el andragogo deberá adoptar otra actitud, poniendo a la disposición del grupo bajo los principios andragógicos de Horizontalidad y Participación la responsabilidad del curso adoptando acuerdos de ganar-ganar que favorezca o facilite el proceso de aprendizaje de los participantes, de las primeras cosas que le quedará en claro a un andragogo es no asista a un salón de clases con el fin de enseñar o “dar su clase”, más bien, sus funciones son tan versátiles como las situaciones que al interior del aula puedan realizarse. Es necesario anticipar que un proceso formativo entre adultos en el salón de clases puede operarse con tantas versiones de cursos como equipos existan, ya que ellos decidirán la manera de abordarlo.

Y que en algún momento quizá sea necesario explicar un tópico de la materia a un equipo o a todo el grupo o también puede ser que revise para retroalimentar avances de productos de aprendizaje o quizá se incorpore en un equipo para observar y participar en algún debate o toma de decisión, discutirá con equipos o el grupo acerca de la perspectiva axiológica acerca de un tema, será un líder educativo, buscará aprovechar las capacidades y procurará potencializarla, teniendo como dos grandes apoyos los principios andragógicos de la horizontalidad y participación.

Aunado a que los rasgos más sobresalientes del adulto son: (a) la autonomía vital; (b) tener concepto de sí mismo como capaz de autodirigirse; (c) juega un papel social, toma decisiones y asume responsabilidades desde el punto de vista económico y cívico; (d) forma parte de la población económicamente activa y cumple una función productiva; (e) actúa independientemente en sus múltiples manifestaciones de la vida y (f) la inteligencia sustituye las reacciones instintivas-emotivas (Adam citado por Castillo, 2016, p. 50).

Considerando lo anterior, se espera del experto que funge como facilitador (andragogo), realmente no es necesario que sea bueno con su retórica y “enseñe” o “de clases”, sino más bien, sea versátil atendiendo equipos de diferentes tamaños, que pueda dialogar sobre los productos de aprendizaje que cada equipo determinó hacer, por lo que estará exigido constantemente en diferentes temas y actividades por el hecho que los equipos deciden cómo desarrollar su materia. Por lo antes descrito, el facilitador o andragogo debiese tener las competencias profesionales docentes necesarias para estar frente a grupo:
a) Comunicativa: manejo integral de la comunicación y sus medios más comunes de manera óptima, con un lenguaje claro, empático, analógico, equilibrado entre la entropía y la redundancia.

b) Tecnológica: uso efectivo de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) aplicadas a la educación (TICE), con diferentes estrategias didácticas para que sus estudiantes incorporen las tecnologías en la elaboración de trabajos, tareas y materiales didácticos.
c) Didáctica: como eje medular del docente, esta competencia establece el lineamiento de la práctica: (i) manejo de técnicas didácticas acorde a adultos (seminario, panel, debate entre otras) y (ii) uso de técnicas de aprendizaje colaborativo (TAC) como: casos, escenarios de Aprendizaje Basado en Problemas, escenarios o problemáticas para Aprendizaje basado en Proyectos, entre otros.

Por tanto, se pueden hacer las siguientes reflexiones a manera de conclusiones:
• Las instituciones de educación superior y posgrado debiesen asegurar que su modelo educativo sea basado en la Andragogía y no en la Pedagogía, asimismo, minimizar las variabilidades que suceden en la práctica de los facilitadores, creando o actualizando el procedimiento que provea un correcto proceso de inducción para los nuevos integrantes del claustro docente.

• El facilitador de educación superior o de posgrado es un especialista, que se asume que sabe mucho y está actualizado de un tópico especifico de alguna área del saber, pero que no necesariamente está preparado para facilitar procesos formativos entre adultos, debido a que no cuenta con las herramientas didácticas pertinentes, puede caer en adoptar una postura autocrática y si eso es grave, peor puede ser que adopte la postura magistrocentrista debido a su grado académico y se vuelva en lo que se conoce coloquialmente como una «vaca sagrada» y en esos matices extremosos, otra circunstancia ante la inseguridad o la inestabilidad es que usen técnicas y recursos didácticos creados originalmente para niños y adolescentes, o sea, técnicas pedagógicas.

Referencias
Adam, F. (1977). Andragogía. Caracas: FIDEA.
Adam, F. (1987). Psicología del Aprendizaje del Adulto. Caracas: FIDEA.
Adam, F. (1987). Andragogía y Educación Universitaria. Caracas: Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez.
Alcalá, A. (2010). Andragogía. Caracas: Universidad Nacional Abierta.
Castillo, F. (2016). Félix Adam. Padre de la Andragogía en Latinoamérica. Oaxaca: Soluciones Educativas.
Real Academia Española (2017). Diccionario. Recuperado de: http://www.rae.es

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