Entrevista: “Es un problema que el feminismo parezca una suma de individualidades”

“Es un problema que el feminismo parezca una suma de individualidades”

Entrevista a Justa Montero

Lleva cuatro décadas dedicada a la militancia feminista. Cuarenta años volcada en impulsar procesos de organización de mujeres. Se dice pronto. Y Justa Montero mantiene intacto su compromiso y su entusiasmo. Cofundadora de la Asamblea Feminista de Madrid, integrante de la Coordinadora Estatal de Organizaciones Feministas y de la Comisión Feminista 8M, la entrevistamos en el aniversario de las jornadas estatales de Granada de 1979 y de 2009, y resacosas de las jornadas de Euskal Herria celebradas en Durango.

Tenía 24 años y estudiaba Ciencias Económicas en la Universidad Complutense de Madrid cuando participó en las II Jornadas Estatales Feministas que tuvieron lugar en Granada en 1979. Cuarenta años después, Justa Montero (Barcelona, 1955) habla del feminismo de la Transición con la misma pasión con la que habla de las huelgas de los últimos dos años. Sin nostalgia, sin pensar que esos tiempos fueron mejores, porque se reconoce en las jóvenes que ahora toman el relevo, y comparte con ellas las asambleas en las que carga sus pilas inagotables. Podría ser una vaca sagrada o una santona feminista, como dice ella, pero se desmarca de esa lucha de poder generacional que observa a su alrededor. Porque entiende que “las mujeres jóvenes no se incorporan para dar color, sino que incorporan unas prácticas vitales y políticas diferentes” de las que ella aprende. “Qué te voy a decir a ti, que acabáis de tener unas jornadas extraordinarias en Euskal Herria”. Hablar con Justa es casi terapéutico por su actitud serena, optimista, constructiva. Y eso no le resta un ápice de radicalidad.

Le pregunto cómo llegó a Granada y desgrana su plurimilitancia de entonces. Acababa de montar en su facultad un grupo de la asociación de mujeres que ya estaba implantada en Medicina, Políticas o Periodismo. Se disponía también a participar en la creación de un centro de mujeres en la zona este de Madrid. Era un momento de eclosión de ese tipo de centros dedicados a difundir la propuesta feminista y a dar asistencia en materia de derechos sexuales y reproductivos con apoyo de ginecólogas feministas. “Facilitábamos anticonceptivos a las mujeres, que entonces eran ilegales, y también direcciones para acudir a abortar fuera del Estado español”, rememora.

También participaba en el movimiento estudiantil y en la Liga Comunista Revolucionaria, una organización de izquierda radical que contaba con una comisión de mujeres. El debate sobre la doble militancia fue el que más enfrentó a las participantes de esas jornadas de 1979, junto con la discusión entre feministas de la igualdad y de la diferencia. Ella era pues una doble militante y siguió siéndolo un tiempo, convencida de la importancia de que el feminismo atraviese todas las organizaciones sociales y políticas. Treinta años después, se volcó en la organización de las IV Jornadas Estatales Feministas que se volvieron a celebrar en Granada, las últimas que ha organizado la Coordinadora hasta ahora y, tal vez, para siempre. “Ahora sería dificilísimo por la extensión del feminismo. Y si se organizasen, tendrán que surgir desde otros espacios, lideradas por gente más joven con otras prácticas…”, apunta.

Resulta paradójico: “A la gente le parece imposible que organizásemos jornadas juntando a dos mil mujeres ¡sin tener móvil ni Internet!”, pero la popularización del feminismo en el que las redes han tenido mucho que ver hace impensable poder gestionar un encuentro estatal. Entre otras cosas, porque las redes amplifican los debates, pero también las broncas más agrias, los conflictos que han estado ahí, con distintas formas, desde 1979.

Montero subraya el trabajo invisible y de largo recorrido que implica organizar unas jornadas, ese que no conocen quienes critican por Twitter la composición de las mesas redondas o la elección de los temas de debate centrales. “No son una suma de cosas. Las de 2009 llevaron un año y pico de trabajo ingente de un montón de mujeres pensando cómo lograr que fueran útiles para la reflexión y el intercambio entre activistas. Ahí decidimos por qué no podía haber ponencias de instituciones o por qué el transfeminismo tenía que tener tanta presencia. Haces elecciones. Si no, es una feria feminista”.

Montero sigue enamorada del feminismo porque “ha sido en todos estos años un movimiento muy vivo, muy propositivo, con un nivel de debate, de producción teórica impresionante”. Del contexto de la Transición destaca que “ofrecía la oportunidad para dibujar una nueva forma de vivir, de relacionarnos, unas nuevas estructuras”. Y de la Cuarta Ola “su capacidad de dibujar un mapa enorme de los conflictos que atraviesan la vida de las mujeres”. Acaba de estar releyendo las ponencias de Granada 1979 y le brilla la voz contando lo estimulantes que son. La memoria es fundamental para seguir avanzando y profundizando en los debates, señala: “Es muy importante vincularlos a la práctica, tener en cuenta qué hemos dicho, que hemos conseguido…”. De eso va esta entrevista.

¿Cómo recuerdas esas jornadas de Granada en 1979?

Habían pasado cuatro años desde las primeras jornadas estatales (Madrid, 1975), a las que siguieron las de Catalunya en 1976 y las de Euskadi en 1977. Fueron cuatro años de una intensidad enorme tanto en el plano de las propuestas políticas como del debate teórico feminista. Habíamos logrado conquistas concretas, cambios de leyes, pero también llegábamos desencantadas por cómo se estaba formulando la Transición, frustradas por no haber logrado cumplir nuestras expectativas en el debate de la Constitución. El movimiento feminista había planteado un articulado alternativo de enorme valor, que si realmente se hubiera tenido en cuenta, la situación para las mujeres habría sido completamente distinta. Todo eso tuvo que ver con el debate de fondo de por dónde continuar. Se planteó una crítica fuerte a cómo se organizaron las propias jornadas, que se achacó a un control partidario. Se cometieron muchísimos errores, pero entonces era un movimiento muy joven, con poca madurez para gestionar los conflictos y para dar espacio a las distintas posiciones. Eso fue lo que crispó más el ambiente. Releyendo las ponencias, las posturas de unas y de otras eran de enorme interés. Fue un momento de ruptura muy doloroso, la primera ruptura, pero yo lo relativizo un poco porque inmediatamente después iniciamos la campaña en defensa de las once mujeres de Basauri [acusadas por haber abortado], y fue una campaña unitaria en la que participaron todas las corrientes del feminismo que se habían enfrentado en Granada. O sea que se demostró la capacidad del feminismo de rearticularnos y aprovechar la oportunidad de extender a la sociedad nuestras ideas sobre sexualidad, maternidad y el derecho de las mujeres a decidir en un sentido amplio.

¿Crees que podemos aprender algo de esa ruptura para lidiar con la crispación que hay ahora entre el movimiento feminista ligado a la Coordinadora Estatal y el sector autodenominado feminista radical?

La capacidad para el diálogo y el contraste de ideas es una fortaleza del movimiento feminista. Cuarenta años después, en los que nos hemos tenido que enfrentar a muchos enemigos poderosos y a situaciones sociales muy delicadas, a mí me resulta absolutamente incomprensible el nivel de virulencia en temas como la prostitución o el sujeto del feminismo por parte de un sector del movimiento. La Coordinadora Estatal de Organizaciones Feministas ha propiciado desde 1979 el diálogo entre distintas y nuevas expresiones del feminismo. En las distintas jornadas se ha explorado y ampliado la visión sobre la sexualidad de las mujeres y se ha cuestionado la relación natural entre sexo y género. Se ha ido avanzando para entender que la clase, la raza, la etnia, la identidad sexual y la opción sexual también marcan las experiencias, la subjetividad y la vida material de las mujeres. Eso es lo más interesante del momento en el que estamos y es a lo que llamo la Cuarta Ola. En cambio, en este momento de extensión del feminismo, también hay una vuelta a lo que en los ochenta llamábamos feminismo cultural, que considera que la opresión sexual es el factor determinante que explica la opresión de las mujeres. Esta corriente mantiene una visión muy reduccionista, binaria y uniforme de la sexualidad, del sujeto mujer y también del sujeto hombre.

¿No es exasperante que ese sector cuestione si las mujeres trans son sujeto feminista teniendo en cuenta la participación destacada de compañeras como Kim Pérez o Laura Bugalho en las distintas jornadas estatales?

Ese debate está fuera de la realidad del movimiento. Ya no estamos en los años ochenta, cuando empezaba el relato sobre la diversidad de las mujeres. Las mujeres trans están. Han formado parte del proceso de movilización feminista mayor que hemos tenido en el Estado español, que han sido las huelgas feministas. El sujeto lo conformamos en las movilizaciones y en los procesos que generamos. Otra cosa es que haya tensiones sobre cómo articulamos ese “nosotras” para que todes nos sintamos representades en él, como también ocurre con las mujeres racializadas.

Estas feministas destacadas que promueven postulados transmisóginos o que tensan la cuerda con el debate sobre la prostitución están en muchos casos vinculadas a partidos políticos. ¿Se mezclan intereses partidistas en ese conflicto?
El feminismo ha conseguido un nivel de penetración social y de fuerza como no había tenido nunca. Eso es lo que explica que ahora haya una pugna por el sentido del feminismo, como vemos con la propuesta del feminismo liberal. También hay una pugna dentro del movimiento. El feminismo que se ha expresado en las huelgas recoge toda una trayectoria de los colectivos que plantean una crítica al sistema en su conjunto. Vincular el sistema patriarcal con el capitalista, racista y colonial choca con los partidos que se sitúan en salidas neoliberales. Ha habido una reacción muy fuerte de estos sectores políticos para tratar de debilitar esa corriente. El debate de la prostitución no cabe duda de que es importante, pero plantearlo como el tema central de la agenda, con este nivel de confrontación y de poca voluntad de dialogar, de ruptura, exigiendo a las plataformas una posición unitaria… creo que puede ser muy funcional para acallar a un movimiento potente, crítico, radical, que plantea un sujeto inclusivo. Es necesario un debate tranquilo para avanzar y conseguir cambios concretos para las mujeres que están en situación de prostitución forzada y para aquellas que se autodefinen como trabajadoras sexuales por decisión propia. Mientras no se haga esa distinción, las medidas que se planteen no servirán para unas ni para otras.

En 1979 se debatió sobre si la maternidad es una experiencia alienante o emancipadora, un tema de moda hoy con el bum de las maternidades feministas. Los discursos lesbofeministas que escuchamos en Durango, citando a Monique Wittig, también recuerdan a los de los ochenta. ¿La falta de memoria nos hace seguir diciendo lo mismo como si fuera nuevo?

Es cierto que hay debates que se repiten y que hay poca memoria colectiva feminista, pero yo sí que creo que ha habido una evolución importante, impulsada por la propia práctica. Por ejemplo, ahora el movimiento autónomo tiene tal potencia que el debate de la doble militancia ya no tiene el mismo sentido que cuando se tenía que estar legitimando frente a cuestionamientos externos. El debate sobre el lesbianismo fue muy fuerte en los años ochenta, con el impulso de los colectivos de feministas lesbianas. Es interesante volver a él, pero teniendo en cuenta que el deseo lésbico hoy tiene una legitimidad, aún con todos los problemas, que no existía entonces. En los setenta era central criticar el modelo de mujer vinculado a la maternidad como destino natural de las mujeres. Quienes veíamos la maternidad como imposición fuimos intransigentes, dimos poco espacio para las mujeres que querían vivir la maternidad de una forma distinta. Es decir, puede ser de enorme utilidad volver a los debates y planteamientos teóricos de entonces, si se contrastan con lo que hemos logrado cambiar con nuestras prácticas no hegemónicas. Esto es fundamental, porque si no, parece que no cuenta nada cómo hemos conseguido transformar la vida de muchas mujeres.

En las respuestas feministas contra la justicia patriarcal suenan con fuerza voces reclamando penas de prisión más largas para los agresores machistas. ¿Vendría bien revisitar los discursos antiautoritarios del feminismo de la Transición, que era crítico con el papel del Estado como agente represor?

En la campaña del movimiento feminista para que la violación se incluyera en el Código Penal hubo un debate muy interesante. Por un lado, sobre la importancia de que se considerara como delito y por otro lado, sobre por qué los movimientos sociales estábamos planteando esta salida, como si el Código Penal pudiera resolver los conflictos sociales. Es muy importante recuperar este debate situándolo en el contexto actual, donde los poderes patriarcales neoliberales necesitan de estados cada vez más autoritarios. Plantear hoy como la salida mayores penas, refuerza ese estado autoritario que usa el discurso de la inseguridad y del terror sexual para generar miedo, que no sirve para la prevención ni la reparación a las mujeres que sufren violencias y que sin embargo es muy útil para limitar la expresión de nuestra sexualidad e imponer un control social muy fuerte. También sería interesante recuperar la valoración que hicimos cuando el PSOE llegó por primera vez al gobierno central y se crearon los institutos de la mujer, y reflexionar sobre cómo ha afectado ese proceso de institucionalización de algunos feminismos.


En Durango, la mesa de antirracismo y decolonialidad escoció mucho. En Granada 2009 ya había voces decoloniales y antirracistas como Ochy Curiel, Ana Murcia o Remei Sipi. El colectivo Amar llamó a dar un paso más y concretar cómo hacer política antirracista en la práctica de los colectivos feministas.

En los procesos de organización de las huelgas feministas ha sido un tema potente y de tensión porque siempre se tiende a plantear el tema del antirracismo en relación a las políticas públicas, como la crítica a la Ley de Extranjería, pero no se reconoce tanto el racismo social en el que caemos en nuestra cotidianidad, individualmente y como colectivos. En Madrid, algunos grupos de mujeres racializadas fueron muy críticos en relación a la huelga de 2018, y en 2019 trabajamos juntas para transversalizar la perspectiva antirracista. Ahí ves la cantidad de cosas que no estabas teniendo en cuenta. No podemos decir que el movimiento feminista es antirracista si no lo trabajamos con propuestas concretas respecto a absolutamente todos los temas. Luego hay otros feminismos que no tienen esa voluntad ni esa preocupación de observar quién tiene visibilidad y representación en ese “nosotras” colectivo. Esto del “nosotras” es interesante, porque yo lo visualizo como un “nosotras” realmente plural. Pero tenemos que ser conscientes, cuando lo enunciamos hacia afuera, de que en el imaginario colectivo sigue existiendo un “nosotras” muy mujer-hetero-blanca-etcétera.

Algunas feministas históricas comentaban a mi compañera Andrea que añoran la cultura de producción colectiva del pensamiento. Que en esta era de feminismo pop, vamos en masa a escuchar a Silvia Federici o Angela Davis como si fueran estrellas del rock pero no leemos y cuestionamos juntas sus teorías. ¿Qué opinas?

No solo estoy convencida de la importancia de los grupos sino que es mi opción, llevo desde que empecé en 1974 impulsando procesos colectivos. Ahora bien, el feminismo se ha extendido enormemente: en las redes, en revistas… Pikara ha jugado un papel tan importante en el impulso del debate desde posiciones radicales… Esos son espacios nuevos de producción del pensamiento colectivo. Es verdad que puede ser problemático esto de las santonas, como yo las llamo. El peso de lo académico lleva a esa aproximación más individual. Igual es verdad que tendríamos que darle otra vuelta y volver a promover en los propios grupos una cultura de producción de pensamiento colectivo. Fortalecería mucho al movimiento feminista organizado.

Y hacer llegar ese pensamiento colectivo a las influencers que marcan discurso y atraen a muchas mujeres al feminismo, ¿no? Pienso en Leticia Dolera, Irantzu Varela o Barbijaputa.

Sí, cumplen un papel muy importante. Algunas dialogan más con el movimiento feminista y otras van a lo suyo. Pero sí que es un problema que el feminismo parezca una suma de individualidades. Hay que lograr que tengan legitimidad y visibilidad las voces de las mujeres que están en colectivos feministas, que impulsan las huelgas, las marchas, las campañas concretas… Por ejemplo, Pikara es una herramienta fundamental porque dialoga con las preocupaciones de las activistas que están sosteniendo los grupos y el movimiento.

Dicen las compañeras de Bilgune Feminista que en cuanto más feminismo en redes sociales menos músculo en la militancia. Las movilizaciones y los encuentros son masivos pero los organizan unas pocas. Además, las redes sociales enturbian y exponen el debate intrafeminista. Pikara tuiteó la mesa redonda de prostitución de Durango y se usó para crear la bronca estéril de siempre.

Ese artículo de Andrea diciendo “Vale ya, joder” ha tenido un eco impresionante. Las compañeras lo difundieron diciendo: “Mirad, chicas, menos mal…”. Yo no estoy en Twitter porque no quiero estar constantemente enfrentada a situaciones de enorme violencia, y tampoco tengo mucho tiempo. Sí creo que hay que replantearse cuál es nuestra estrategia en las redes. Se genera un mundo propio que es tan virulento y tan poco reflexivo… El problema es que sustituyan otros espacios necesarios y que los debates complejos se resuelvan con mensajes muy breves y simples.

Y estas broncas se dan en un contexto de rearme de la extrema derecha. Se dice mucho que el feminismo es el movimiento que mejor puede hacer frente al fascismo. ¿Está realmente preparado?

El problema de la extrema derecha es que está logrando mover a las otras derechas hacia planteamientos que hasta ahora no se atrevían a defender. Tenemos que hacer frente por un lado a su actividad concreta de amedrentar a feministas, mediante las amenazas y agresiones que vosotras conocéis bien. Pero además, lo que plantean es una confrontación clara de modelo de sociedad, respecto a la salida a la crisis económica, su concepto de nación, de alteridad, en forma de ataques a las personas migrantes y a las mujeres… La respuesta feminista no puede ser solo defensiva sino que tiene que ser una propuesta anticapitalista, antirracista, antiautoritaria, que aporte soluciones a los problemas sociales porque ahí es donde la extrema derecha disputa su poder. La única forma de confrontarla es seguir avanzando y profundizando en la radicalidad de nuestras propuestas. El feminismo que se ha expresado en estos últimos años ha demostrado una capacidad de movilización impresionante y está en mejores condiciones para afrontar las amenazas de la extrema derecha que, ojo, no es solamente VOX. Ahora, no estoy de acuerdo ni me parece de recibo que se nos eche a las espaldas la mochila de la responsabilidad de confrontar a la extrema derecha. Las feministas ya lo venimos haciendo.

Conozco a mujeres de derechas que este año se han sumado por primera vez a las huelgas feministas. Las comisiones 8M defienden un discurso anticapitalista, pero si el feminismo se ha extendido tanto es porque ha penetrado en un espectro ideológico muy amplio. ¿Cómo se resuelve esa paradoja?

Es un dilema. Queremos conseguir que ese sentido común feminista por el que apostamos vaya calando cada vez entre más mujeres, queremos conseguir mayorías sociales para lograr los cambios estructurales que proponemos, que necesitamos: en el trabajo de cuidados, en el empleo, respecto a todo tipo de violencias… No nos contentamos con ser un movimiento autorreferencial pero tampoco con acomodarnos a lo posible porque entonces perdemos toda la capacidad de transformación y potencia del feminismo y facilitamos que el sistema moldee nuestras propuestas. Habrá mujeres que se movilicen por aspectos concretos y que no se identifiquen con una propuesta que confronte al patriarcado y al neoliberalismo. Estupendo, pero no pueden condicionar nuestros objetivos. Estamos en un momento complejo, atravesado por enormes paradojas: somos más fuertes que nunca como movimiento y sin embargo a las mujeres nos asesinan, nos violan, vivimos en la precariedad absoluta… Sabemos que no vamos a conseguir cambiar esto sin un cambio radical del sistema. Nos tenemos que mover también en la paradoja de que el feminismo ya no está estigmatizado pero existe una disputa enorme por el sentido del feminismo por parte de todos los poderes económicos y los partidos de derecha. Es una situación nueva. Por eso es importante también cómo abordamos los debates internos. No podemos permitirnos que nos debiliten, y además no nos ayudan a resolver los problemas concretos a los que hacen referencia esos debates, como en el caso de la prostitución.

Pongamos que sí que organizais unas nuevas jornadas estatales feministas. ¿Cuál es el tema que más te mueve ahora mismo, el que intentarías poner en el centro?

La precariedad de las mujeres en un sentido muy amplio, no solo la precariedad económica o del empleo. Que no te reconozcan tu identidad también es hacerte vivir en una situación de precariedad vital. El neoliberalismo profundiza en las desigualdades hasta extremos que están siendo insoportables, y que van a ir a más con la influencia de la extrema derecha.

¿Cómo mantienes el entusiasmo después de cuarenta años de militancia feminista? ¿No te sientes de vuelta de todo?

El feminismo en el que nos reconocemos tú y yo permite tener una visión global de la realidad y del mundo, y eso te puede llevar en cada momento a acercarte a distintos temas: el racismo, la ecología, la geopolítica… Durante todos estos años, el feminismo es ese foco que me centra, que me permite mirar las injusticias, los desastres… Escucho a las feministas latinoamericanas sobre lo que está sucediendo allá y puedo entender más, ir más allá… Por otro lado, estar siempre en colectivos te permite establecer un tipo de comunidad particular, donde vives muchos sufrimientos pero también la fuerza, la energía, el entusiasmo, las ganas de cambiar las mierdas que recorren nuestras vidas y la alegría de hacerlo colectivamente. Esto da mucha fuerza personal para seguir en la pelea. Es lo que somos. Nos hacemos con el feminismo.

Fuente de la Información: https://vientosur.info/spip.php?article15437

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El documental “La escuela contra el margen” : La educación pública como modelo contra la discriminación

El documental “La escuela contra el margen” revela cómo un grupo de alumnos de una secundaria de Villa Lugano se sobrepone a diversos tipos de violencia y maltrato.

Pensamientos, miradas y dedos que acusan. Burlas, críticas y miedo. Lo establecido como normal y anormal, esos estereotipos que rigen tantas vidas. ¿Se puede salir de esas reglas sociales? Diego Carabelli y Lisandro González rompen con los estereotipos en el documental “La escuela contra el margen”.

Este documental revela el día a día de los chicos en una secundaria de Villa Lugano. El film muestra la vida de cada alumno, la relación que entablan y cómo el grupo unido sigue adelante a pesar de las diferencias para terminar un proyecto. También deja testimonio de los diferentes tipos de violencia que sufren todos los días, incluyendo el acoso policial.

Diego Carabelli habló con Tiempo sobre “La escuela contra el margen”.

-¿Cómo surgió la idea de hacer esta película?

-Surgió a partir de varios factores que se juntaron. Yo había trabajado con Lisandro en el documental “Errantes” (2012) que tiene que ver con una cooperativa de viviendas en una fábrica tomada en la paternal y esa misma con una cuestión de presión de los vecinos y políticas se tuvieron que ir. Tuvieron un lugar en Mataderos, pero el desalojo se apuró y tuvieron que ir a Lugano. Ahí vimos toda una situación de desigualdad, discriminación y problemáticas que se hicieron muy visibles en el 2010, con la toma del Parque Iberoamericano. Ahí también se expuso de una manera muy fuerte el déficit habitacional que había en esa zona. También hubo toda una situación de represión policial y del otro lado vecinos que también fueron a sacar en forma violenta lo que fue la toma, con el saldo de tres personas muertas. Esas dos cosas que tenían que ver entre sí, con la película anterior y lo que pasó, nos hizo querer a volver a trabajar con la problemática que se había expuesto de la manera más fuerte con la toma del parque. Justo la escuela donde se hace la película está a un par de metros del parque, donde nosotros somos docentes.

-¿Qué significó hacer esta película?

-Fue un trabajo muy largo. Nos costó un año filmar todo el proceso del taller, más el equipo reducido qué grababa en el aula donde éramos cuatro camarógrafos y sólo teníamos dos cámaras. Al final teníamos un material de 90 horas donde la edición también fue muy extenso para poder ir puliendo y ver de qué cosas quedaban adentro y afuera, porque la forma siempre fue la misma: era mostrar el inicio y el final del taller y teníamos que ver qué cosas contar. Hay cómo una comunidad que trabaja junta para sostener el ese espacio que tiene que ver con el desarrollo de los chicos. Por el otro lado es valorar el rol de los jóvenes, tanto como los actores que tienen una voz. También cómo viven porque acá entra el rol de los estereotipos donde en Lugano o barrios más marginado y vulnerables, en general los que viven ahí se los considera peligrosos. Viene de la cuestión que voy a tal lugar y es peligroso. Nosotros queremos mostrar que no es así.

–Es cómo qué la película quiere romper el estereotipo qué está instalado.

–Claro porque ahí justo en la película los chicos dicen que por tener una gorra y un conjunto deportivo ya piensan que es un chorro. Además lo viven todos los días, cuando caminan por el barrio tiene a la policía cerca y ellos los detienen por cómo van vestidos, por su color de piel y cuando salen del barrio es peor y se nota mucho, no solo la policía sino también con la gente. Por ejemplo: nos pasa muchas veces cuando hacemos salidas de la escuela y vamos a otros lugares o barrios a que los chicos hagan practicas de cine y pasa que la gente se preocupa un poco o tienen miedo cuando ven que ellos llegan. Eso queríamos romper o ir en contra de esa mirada, de esos discursos hegemónicos del lugar donde exponen los chicos y la escuela pública.

–¿Cómo eligieron el elenco?

–A Florencia no fue difícil porque la conocíamos hace muchos años, conocíamos su trabajo como docente en “jóvenes y memorias” porque lo que hacía ahí era recibir los trabajos que hacían los chicos de otras escuelas, trabajar con todo lo que tiene que ver con derechos humanos, con muchos adolescentes y por tener una mente muy abierta y muchas propuestas interesantes para trabajar. En cambio, con los chicos de la escuela no los conocíamos por lo qué fuimos hablar con el director para saber el curso, el día a día y cantidad de chicos. Ahí nosotros pensamos en dos opciones: hacer con un grupo pequeño o un curso de 30 chicos. Pero al final lo que nos pareció interesante fue mostrar la realidad de un curso real de 30 alumnos de una escuela, no un grupo seleccionado.

–¿El proyecto “jóvenes y memorias” surgió de casualidad o estaba armado?

–Fue de casualidad porque durante la grabación de la película teníamos en mente que el taller sea solo de fotografía. Pero mientras Flor trabajaba con los chicos con el mapeo del barrio, fue lo que cobró más fuerza. No estaba planeado de que vayan a “jóvenes y memorias”, pero la idea central estaba en que al final presentaran un proyecto frente toda la escuela. Cuando vimos la oportunidad de que los chicos viajen y muestren lo que habían hecho, nos pareció bueno lo que propusimos y, por suerte, se dio esa posibilidad. Era una experiencia diferente para ellos.

 

-“La escuela contra el margen”. Todos los jueves de junio a las 21 en el Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543.

* Articulo realizado en el marco de las prácticas de estudiantes de la Universidad Nacional de Avellaneda en Tiempo Argentino.

Fuente: https://www.tiempoar.com.ar/nota/la-educacion-publica-como-modelo-contra-la-discriminacion
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¿Qué es la política pública? Apuntes desde México

Blanca Heredia

Dentro de la investigación académica, las definiciones abundan y los consensos escasean. La visión dominante, surgida en Estados Unidos y exportada al resto del mundo es que la política pública es la aproximación fría y racional, fundada en el análisis y el conocimiento científico, empleada por los gobiernos para resolver problemas o para generar estados de cosas deseables para la colectividad en su conjunto.

Todo ello, según esto, a través de procesos ordenados y sistemáticos que involucran una secuencia de fases encaminadas a lograr el objetivo planteado. Primero, la correcta identificación y formulación del ‘problema’. Segundo, el análisis de las opciones de solución disponibles y la elección de aquella que resulta mejor (más costo-efectiva para alcanzar los propósitos declarados de la iniciativa).

Tercero, la transformación de la opción elegida en leyes y/o programas, seguida de su implementación práctica. En el mundo ideal, todo este proceso, culminando con la evaluación de la política pública en cuestión.

Suena bonito. Definición clara del problema, identificación de la ‘mejor’ (la más eficiente, la más costo-efectiva) estrategia para atenderlo, implementación en tierra y evaluación. Gobiernos trabajando para todos echando mano, para ello, del mejor conocimiento disponible en pos del bien común. Todo claro, todo prístino, todo entendible y mucho muy técnico y racional.

En la vida real, ni en México ni en ninguna parte la política pública funciona así. En algunos países, en ciertos momentos y en algunos temas acotados, la narrativa racionalista dominante sobre qué es y cómo se hace la política pública puede resultar de alguna utilidad. En general y, desde luego, para países como México, esa historieta ayuda poco o nada para entender de qué va la política pública, sea en seguridad o en educación o en salud o en el tema que sea.

La falta de correspondencia entre lo que supuestamente es la política pública y lo que, en efecto, resulta problemático por varias razones. En términos analíticos, pues limita muy seriamente la posibilidad de explicar y entender por qué los gobiernos hacen lo que hacen y por qué, en infinidad de casos, fracasan en el intento.

El costo más grande e importante de la falta de correspondencia entre el discurso y la realidad ‘sucia’ y profundamente política sobre en qué consiste la política pública, sin embargo, es que contribuye a apuntalar la idea profundamente tóxica según la cual el gobierno, en particular, y la política, en general, no son sino una farsa y un engaño para beneficiar a políticos y burócratas a costa de todos y, en especial, de los prístinos ciudadanos.

Una manera más realista y productiva de entender a la política pública es definirla como el accionar concreto y cotidiano del gobierno. Del ‘gobierno’, esto es, en el doble sentido de organización burocrática y de acto de imprimirle orden y dirección a la vida en común. Vista así, la política pública es la forma en la que el gobierno y la política que construimos entre todos –con nuestras acciones y no acciones– se manifiestan día con día en nuestras vidas.

En todo tiempo y lugar, la política pública es el gobierno en acción, siempre con dos caras. La cara orientada a garantizar el orden (mínimos de predictibilidad y certidumbre, dispositivos para regular la violencia, entre otros) indispensable para la vida mínimamente civilizada y productiva en cualquier comunidad. Y la cara enfocada en atender e intentar resolver problemas colectivos en distintos ámbitos a través del empleo de medios técnicos.

Ahí donde, como en México, los asideros estructurales, institucionales y simbólicos del orden político y social son frágiles y crecientemente precarios, el papel de la política pública como productora de orden elemental tiende a magnificarse. En contextos de este tipo, la política pública acaba convirtiéndose en una herramienta central para intentar preservar orden y gobernabilidad básicos, más que en un dispositivo para atender, de forma técnicamente óptima, un determinado problema colectivo.

Así, y por tan sólo citar uno entre miles de ejemplos, la función de la política carretera de resolver los déficits en la materia de la forma más eficiente se ha visto crecientemente opacada e imposibilitada por su función en materia de gobernabilidad. Por su función, dicho más claramente, como espacio privilegiado para armar o sostener los apoyos y lealtades intra y extragubernamentales –requeridos en un sistema político clientelar, descentralizado y fuertemente competitivo en términos electorales– para mantener mínimos de orden y paz social y política.

A los costos (enormes) de un estado de cosas en el que ‘el gobierno’, en el sentido más básico (orden y dirección), conspira de forma cada vez más extendida y sistemática contra la posibilidad del ‘buen gobierno’ (resolución técnicamente competente de problemas colectivos), habría que añadir en nuestro caso un costo, gravísimo, adicional. Me refiero a la productividad claramente decreciente del accionar del gobierno –federal, y de forma especialmente aparatosa, estatal y municipal– en México como generador de orden y gobernabilidad.

Triste estado de las cosas. Política pública en la que solución técnica de problemas colectivos se subordina a la generación de orden y gobernabilidad, pero en la que el accionar del gobierno cada vez consigue producir menos orden, concierto y gobierno.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/que-es-la-politica-publica-apuntes-desde-mexico.html

Fuente de la imagen: http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2017/06/12/593f45fc8155a.jp

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«Mi escuela es formidable porque no hay reuniones: ¿Dónde quedan los procesos participativos?

Por Jaume Martínez Bonafé.

Si cuando voy a la reunión del Claustro ya sé que nada va a cambiar, porque todo discurre en el interior de un campo de juego marcado por adelantado, es muy difícil ilusionarse por lo que aún se desconoce.

En una conversación con maestras y maestros de enseñanza primaria alguien dijo: “!Mi escuela es formidable porque casi no se hacen reuniones!”. ¿Qué le ha pasado a la democracia, al sentido original de la participación, al deseo en la construcción de lo público, para que nos aburran las reuniones?

No seré tan cínico como para dejar solo en la boca de aquel colega lo que a mí mismo me ha sucedido al vivir con resignación y hastío muchas de las convocatorias a reunión de Consejo de Departamento. La cuestión, por tanto, más allá de las actitudes de cada cual, es si los procedimientos de los que nos dotamos en los procesos participativos responden realmente a la construcción de un proyecto público o simplemente sostienen lo que es puramente formal: una democracia de consumo, algo ya construido para que no sea necesario soñarlo de nuevo.

Me parece imposible pensar, enriquecer, mejorar la escuela pública, hacer más pública la escuela pública, si no nos dotamos de procesos de discusión y toma de decisiones en los que la pluralidad real de la vida social se sienta reconocida, y los significados diversos con los que dotamos de sentido a nuestras prácticas no puedan ser conocidos y contrastados.

Somos sujetos políticos, sujetos sujetados, pero sujetos, con capacidad para la construcción del proyecto público de educación. Cuando se reduce, se niega, o se pervierte el sentido original de nuestra participación, se nos traslada a la condición de objeto, se nos impide sabernos, sentirnos sujetos. Me parece que el 15 M fue una clara manifestación de la indignación por el proceso progresivo de reduccionismo de nuestra capacidad de ser sujeto, de nuestra capacidad de poder y querer protagonizar la política, todos los sentidos cotidianos de la política.

Ustedes me disculparán este rollo, pero no puedo entender la escuela, la escuela que es de todos y todas, y que está hecha por todas y todos, no puedo entender ese espacio público común, dialógico y plural, sin la voluntad de participación activa y consciente de todos y todas. Por eso no sería mala idea que a quienes el asunto nos preocupa echáramos un vistazo, bueno, un vistazo en profundidad, a los mecanismos y dispositivos que poco a poco pervierten y dificultan la política viva, la política de la participación real en la escuela.

Apunto algunas cuestiones, que podrán estar presentes en ese análisis. La primera, la institucionalización burocratizante de la práctica. Recuerdo aquella escuela que hacía asambleas con los chavales los viernes por la tarde, y decía que practicaba la pedagogía freinet, mientras la vaciaba de significado. La segunda, la tecnologización de la experiencia educativa: un día le pedí a un colega de la Facultad sus horas de la tarde para hacer una salida a la ciudad con mis alumnos, y me dijo que me las cedería encantado pero tenía mucha dificultad porque le rompía su programación que desde el inicio de curso cumplía a rajatabla. La tercera, la profesionalización del expertismo. Nunca olvidaré la transformación de aquel despacho en el que originalmente se reunía un equipo de maestras en formato de dirección colegiada de la escuela, y acabó en desierto solitario de un barbudo que aportó sus titulaciones y diplomas para optar a la nueva dirección de la escuela. Cada cual puede proseguir su particular listado. Yo apuntaré una última cuestión: el sentido de la política y la participación: la política como eje de las transformaciones sociales o la política como negación de esas transformaciones, quedando en un plano puramente instrumental y técnico. Si cuando voy a la reunión del Claustro ya se que nada va a cambiar, porque todo discurre en el interior de un campo de juego marcado de antemano, es muy difícil ilusionarse por lo que todavía se desconoce, por lo que todavía puede ser posible.

Claro que el asunto problemático de la democracia real y la participación activa no está solo dentro de la escuela. También habrá que leerlo en otros planos o espacios institucionales. Si las leyes educativas se hacen al margen de la opinión, la experiencia, y el saber de los maestros y las maestras, de los padres y las madres, de los niños y las niñas, no me digan luego que esperan de estos sectores de la sociedad civil una ilusionada participación en la implementación y desarrollo de esas leyes. Algo de esto creo que se está recordando en la llamada Subcomisión para el Pacto Educativo. A ver si se hace posible,…

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/05/25/mi-escuela-es-formidable-porque-no-hay-reuniones-donde-quedan-los-procesos-participativos/

Fotografía:  El Diario de la Educación

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Entrevista a Ricardo Amasté: «Tenemos que rebajar la ansiedad en los procesos colectivos»

02 Julio 2017/Fuente: bloginteligenciacolectiva /Autor: Amalio Rey

Ricardo AMASTÉ, Richi para los amigos, es un “desartista” y habitante de ColaBoraBora, desde donde exploran colectivamente los territorios del procomún, el feminismo, la permacultura o la “ecoSInuestra” (juego de palabras que refuta la “ecoNOmía”). Aprecio mucho a Richi no sólo por su brillantez, sino también por su honestidad e implicación en lo que hace. Dice moverse habitualmente entre el “preferiría no hacerlo” y el “¡no puedo parar!” pero mi experiencia es que si dice que va a estar, está. De hecho, es de las personas que más me está ayudando en el proyecto de libro de Inteligencia Colectiva que estoy escribiendo.

Va a ser difícil resumir en formato post la extensa conversación que tuvimos vía e-mail (más un encuentro más distendido en Málaga, donde tratamos más temas) pero espero conseguir transmitir lo más interesante que me contó este fenómeno 😊

¿Qué te sugiere la “Inteligencia Colectiva” en términos prácticos, o sea, qué significado le darías si lo escuchas o utilizas en un texto o conversación? Que conste, Richi, que no busco necesariamente una definición académica.

Para mí es la suma multiplicadora resultante del equilibrado cruce de deseos, capitales y coyunturas, de una comunidad y los individuos que la componen. El resultado de la combinación de capacidades y la superación de limitaciones de un grupo para acometer una situación. El producto de la cooperación y el mutualismo, o como decían en La Bola de Cristal: Solo no puedes, con amigos si”.

Dicho eso, la verdad es que últimamente tengo más sospechas que nunca hacia la proliferación de lo “inteligente”. Lo smart está por todas partes y va de la mano de unos intereses cada vez más evidentes y determinados. Parece que lo inteligente está asociado a lo civilizado (civilizatorio), al pensamiento normativo, lógico, heteropatriarcal, capitalista… e incluso a lo creacionista. Es curioso con lo que te encuentras al buscar “diseño inteligente” en la Wikipedia.

Es cierto que las perspectivas de la inteligencia colectiva, o las inteligencias múltiples, tratan de transformar ese paradigma, igual que la idea de smart citizens contrapuesta a la de smart cities. Pero quizás de lo que se trate sea de poner en cuestión la propia idea de “inteligencia”. No tengo una respuesta, pero creo que el tema tiene bastante relación con la bipolaridad inteligente vs. estúpido. También con lo socialmente reconocido y legitimado, y lo que supuestamente son decisiones inteligentes.

También hay que tener claro que la inteligencia colectiva potencia la cooperación, pero no desde el reduccionismo de todas juntas todo el rato. Significa saber distribuir roles y responsabilidades de forma colectiva y consensuada (idealmente de forma cíclica y equilibrando tareas productivas y reproductivas), dejando también espacio para los desbordes. En una contrarreloj por equipos, el tiempo no lo marca quien llega primero, sino el tercero, cuarto o quinto ciclista. No gana alguien suelto que corre más por libre, sino quienes consiguen optimizar el ritmo colectivo. No es la entelequia de la autonomía individual, sino la potencia de la interdependencia colectiva. Eso no significa que no haya que tener en cuenta a las especialistas o atender a las sensaciones individuales. Al contrario, la inteligencia colectiva consiste en saber interpretar de la mejor forma posible todos esos factores.

¿Qué ejemplos de éxito conoces de Inteligencia Colectiva (IC)? Me gustaría que me cuentes algunos ejemplos de proyectos colectivos en los que has participado, que conoces de primera mano, y que han ido bien.

Hay muchos ejemplos de muy diversos tipos. Uno de ellos, por ejemplo aquí en Euskal Herria es la puesta en valor, recuperación y normalización del euskera desde la sociedad civil organizada, ya desde la dictadura y que con el tiempo ha conseguido trasladarse a las instituciones. Este proceso se ha servido de dispositivos como las ikastolas(escuelas en las que la enseñanza se imparte íntegramente en euskera), euskaltegis (academias para el aprendizaje de la lengua) o la Korrika (una marcha reivindicativa bienal con forma de carrera popular de relevos de dos semanas de duración que recorre distintos puntos de Euskal Herria).

Otro es el 15M, una forma de movilización social que ha superado la lógica de los movimientos sociales, con características rizomáticas, abiertas, distribuidas, informales, inclusivas. Un proceso de calado, de cocinado lento, conflictivo desde lo dialógico, contradictorio desde sus propios desbordes; que ha generado y seguirá generando poderosos efectos, algunos ya visibles, pero cuya verdadera potencia probablemente es aún imperceptible.

Uno de mis favoritos, por lo concreto en el qué y lo transformador en el cómo, es la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca). La PAH agrupa, como sabes, a personas con dificultades para pagar la hipoteca o en proceso de desahucio y personas solidarias con esta problemática. Para mí lo más significativo de la PAH es cómo, partiendo del estigma culpabilizador individual del “has vivido por encima de tus posibilidades”, hizo de la vulnerabilidad una virtud, para pasar del drama individual a la potencia política colectiva.

Por último, WikiToki, una comunidad en la que estamos involucradas desde ColaBoraBora, que a primera vista puede parecer un co-working pero es un laboratorio de prácticas colaborativas en Bilbao, en el que distintos agentes desarrollamos nuestra actividad productiva, tratando de articular relaciones mutualistas y poner la vida en el centro. WikiToki es una comunidad de práctica dispuesta a experimentar consigo misma, problematizándose de manera propositiva, abordando los conflictos desde los afectos y los cuidados, poniendo tanta o más atención a los procesos que a los resultados, o escuchando sus sentires para redefinir y ajustar sus ritmos y expectativas.

Ahora te propongo invertir la pregunta: ¿Qué ejemplos de fracaso conoces de Inteligencia Colectiva (IC)? Sugiero entender como “fracaso”, si te parece, que haya tenido un impacto, o unos resultados, significativamente inferiores a las expectativas creadas.

El fracaso es simplemente una parte más del proceso de (des)aprendizaje colectivo, en el camino de deconstruir el paradigma competitivo del capitalismo heteropatriarcal, para hacer posible otro. Vivimos en una época manierista en la que un paradigma está dejando de ser (y se revuelve), y otro no termina de ser (y se revuelve también).

Quienes apostamos por lo colectivo, cooperativo, solidario, feminista, procomunero… tenemos que rebajar la ansiedad, entender que las transformaciones profundas son cíclicas y generacionales (por ejemplo, no estaríamos aquí sin los anarco comunitaristas del XIX), disfrutar de la prueba-error como parte del proceso, ir consolidando y desplegando iniciativas… La prisa, la eficacia y el éxito son tres potentes drogas que nos ha inoculado el sistema y aunque reconozcamos su adicción, no somos tan capaces de pasar de “el mono”. Una forma de hacerlo es pasarlo en colectivo, en plan “Alcohólicos anónimos”. Tenemos que aprender de la historia para leer el presente y dejarnos fluir hacia el futuro. Y en ese camino, los fracasos son hitos de los que aprender tanto como de los aciertos.

¿Qué factores determinan, a tu juicio, que un grupo sea más inteligente colectivamente?

Quizá la clave sea encontrar el equilibrio entre lo individual y lo colectivo (deseos, necesidades, intereses, capacidades…). Dos principios que ayudan a fijar esta posibilidad es: 1) “Dar lo mejor de una misma y conseguir lo que cada cual necesita” (meetcommons) y, 2) “Vivir el comunismo y propagar la anarquía” (Comité Invisible). Como factores críticos podríamos identificar: los egos, las prisas o los miedos no compartidos, entre otros.

En nuestro proceso de investigación-práctica alrededor de lo colaborativo, en ColaBoraBora nos ha resultado de gran utilidad el vídeo “On rules and monsters – An introduction to free cooperation”, de Christoph Spehr y Jörg Windszus, un ensayo audiovisual sobre los monstruos que habitan el camino de ida y vuelta entre la cooperación forzosa y la cooperación libre. Es muy interesante cómo su propuesta para pasar de un paradigma al otro se basa en cambiar tres principios: 1) Del ¡No toques las reglas básicas!, al ¡Hazte con las reglas!, 2) Del ¡Nunca pares la máquina!, al ¡Tú pones los límites!, 3) Del ¡Obedece o paga!, al ¡Nadie es imprescindible y todas somos necesarias! Los tres son igual de importantes, pero si hubiese que quedarse con uno, me quedaría con el primero. Es fundamental que el grupo pueda establecer de forma dialogada sus propios objetivos y sus propias reglas, que no le vengan predeterminadas y siempre puedan ser modificables. ¡¡No dejes de ver este vídeo, Amalio!!

Te dejo también el link a la ”Guía incompleta para colaborar” en la que se tratan algunas cuestiones sobre los procesos colaborativos. Está escrita hace ya bastante, así que con la experiencia acumulada habría muchas cosas que matizar, pero creo que aún puede resultar útil.

¿Cuándo una decisión colectiva se puede considerar “estúpida”? ¿Cómo definirías a la “estupidez colectiva”? ¿Dónde crees tú que deberíamos poner el marco de referencia para discernir lo que es “estúpido” o “sabio” colectivamente?

Se me ocurren varias definiciones: 1) “La estupidez colectiva es como la tragedia de los comunes, una trampa social, un oxímoron muy conveniente para el sistema imperante”, 2) “La estupidez colectiva es el producto del desencuentro de individuos que en vez de escuchar al resto se encierran en su pensamiento de que ellos lo harían mucho mejor”, 3) “La estupidez colectiva es querer tener las respuestas sin haberse hecho las preguntas, pretender el resultado sin atender al proceso”.

Quizá la propia dicotomía binaria entre inteligencia y estupidez sea ya perniciosa e interesada.  Pienso en películas como “Dos tontos muy tontos”, “No me chilles que no te veo”, “Loca academia de policía”, “La cena de los idiotas” o “Accepted”. Esta última es mi favorita, porque bajo la apariencia de una “estúpida” comedia americana se esconde todo un tratado sobre educación e inteligencias propio de Howard Gardner y sus inteligencias múltiples, o de Jacques Rancière y su maestro ignorante. ¡Si no la has visto, vela!!

He pensado mucho en esta pregunta en los últimos meses y sobre todo tras las elecciones del 26J. Lo fácil es pensar que un % muy elevado de la sociedad española es estúpida, que sigue votando a quienes claramente le estafan. Pero quizás la estupidez esté del lado de quienes no estafando y con supuestas intenciones favorecedoras del bien común, siguen sin conectar con la mayoría social. Tan estúpido es el conservadurismo del más vale lo malo conocido, que la soberbia del si no me votas es que no sabes lo que haces. Quizás la clave no esté tanto en los qué’s, sino en los cómo’s, para que sean mucho más dialógicos, procesuales, empáticos, didácticos, experienciales, de ir haciendo posibles las condiciones e ir ajustando los ritmos. Creo que la verdadera inteligencia, la sabiduría colectiva, se encuentra no sólo en descubrir eso, sino en aceptarlo, para poder operar desde una lógica mucho más permacultural que revolucionaria. Una inteligencia basada en el (h)mor, con h, de dejarse habitar por el otro, sin ser colonizada.

Sabes que este tema me interesa mucho y que ha sido materia de conversación (incluso de discrepancia) nuestra en ocasiones: ¿Crees que la “eficienciacolectiva” es un atributo necesario para el éxito de estos proyectos, o piensas que por la propia naturaleza de los procesos colectivos, deberíamos prescindir de ella?

La eficiencia puede ser un buen horizonte, si vaciamos el término de la lógica productivista capitalista que lo liga a la eficacia, para vincularlo a lo “aefectivo” (tan afectivo como efectivo). Creo que tiene que ver con la ecología política y el buen vivir, con disfrutar del tiempo que pasamos juntas (incluyendo ahí el tiempo de los conflictos y lo reproductivo), sin caer en exceso en el regodeo, la autocomplacencia y la autorreferencialidad.

Volviendo al tema nuclear de la participación y su impacto, por ejemplo, en la democratización de la política, te pregunto: ¿Tiene sentido pedirle a la gente que opine/decida sobre algo que le afecta pero que (por la complejidad del asunto) puede no saber cómo le afecta? Está claro que hay que consultar a lo/as afectado/as por un mero sentido de legitimidad, pero… ¿qué pasa cuando consultamos a la multitud sobre algo que no entiende con la profundidad necesaria? ¿Será demagógico, o populista, hacer eso? Pero por otra parte: ¿Cómo sabemos que no lo entienden?

Entonces la clave es que entiendan. Lo importante no es tanto decidir, como comprender y por tanto, hacer deseable y accesible esa comprensión (individual y colectiva). La inteligencia colectiva se fundamenta en ciudadanas inteligentes, implicadas y co-responsables.

La administración burocratizada se ha escudado mucho en este tipo de discurso, igual que las ciencias y las artes, o ahora todo el entorno tecnológico. Esos tipos de ámbitos se han legitimado a si mismos, en parte gracias a la incomprensión técnica de la masa. Movimientos diversos como los del “Open source”, la “Lectura fácil”, la “Accesibilidad universal” o la “Vida independiente”, son muy pertinentes en este sentido, poniendo el centro en las personas como sujeto político y no como meras destinatarias o usuarias de productos y servicios.

Un ejemplo muy interesante son las D.O.T. (Directrices de Ordenación del Territorio), algo complejo y holístico, cuya existencia generalmente desconoce el ciudadano medio, pero cuya determinación puede afectar a las formas de vida de varias generaciones en una región y por tanto, en lo que hay muchos intereses en juego. Ante eso, los procesos de toma de decisiones se hacen habitualmente por la Administración junto a agentes expertos y lobbies. Pero dado el calado de las decisiones es necesario abrir esos procesos a la ciudadanía y para ello, lo primero es entender de qué se trata. Un ejemplo de un intento de avanzar en esta dirección puede ser el reciente proceso participativo de revisión de las DOT de la CAPV. (un proceso institucional que entre otras cosas es fruto del trabajo ciudadano hecho previamente desde Desazkundea).

Los bajos niveles de participación suelen ser un problema en los procesos colectivos: ¿Por qué la participación suele ser tan baja? ¿Crees que la gente está verdaderamente interesada en participar?

Hay un problema de base que afecta a la educación y costumbre de todas las partes. Nos hemos educado en la delegación y la representación y no en la participación directa, co-responsable y auto-organizada. Los propios mecanismos de participación democrática están desarrollados en esas claves de delegación representativa y no están preparados para la conversación, para el intercambio, para el trabajo colaborativo y las decisiones colectivas. En este sentido, también es necesario pensar sobre las condiciones materiales para participar:el asegurar la sostenibilidad de la participación de las diferentes partes afectadas, la disposición de tiempo (tanto la cantidad de dedicación necesaria como las horas a las que suelen convocarse estos procesos), o las barreras tecnológicas, de lenguaje y conocimiento,

Además. son necesarios procesos de empoderamiento de quienes no están habituados a participar y decidir, y de desempoderamiento de quienes dan por hecho que el poder de tomar decisiones le corresponde a ellos. Lo más importante es que a participar como de verdad se aprende es participando.

Ahí te dejo una presentación que hicimos hace dos años para un curso de verano sobre participación y planificación estratégica que aborda un poco estas cuestiones.

¿Por qué tenemos tan pocos casos de éxito (Wikipedia, Linux) de proyectos de Inteligencia Colectiva basados en la colaboración a gran escala? ¿Eso se debe a un déficit estructural, de viabilidad, o es un problema de diseño, de cómo se han concebido y gestionado en la práctica esos proyectos?

Desde luego, hay un (fascinante) problema de diseño, que se está abordando desde lógicas como la del software libre y la ética hacker, el design thinking, la permacultura, etc. Pero diría que ese es sólo el síntoma o la cara más visible y evidente del problema. Probablemente ahí subyacen problemas culturales y/o de percepción.

En cuanto al problema cultural, estamos en un momento de cambio de paradigma, aprendiendo a hacer las cosas de otra manera. Esos ejemplos recurrentes son sólo la punta del iceberg, pero cada día hay más y más ejemplos que van haciéndose visibles y cogiendo escala. Pero quizá también es el momento de repensar esas ideas de escala-crecimiento.

Esto último enlaza con el problema de percepción. Seguimos reconociendo como proyectos exitosos aquellos que juegan con una escala-lógica global, total, unívoca, monoteísta y binaria. No valoramos otras posibilidades para definir el éxito, ni queremos asumir, ni disfrutar, la complejidad.

Y por otra parte, nos hemos acostumbrado a significar hitos puntuales, pero en realidad todo es fruto de una evolución colectiva que tendemos a minusvalorar, desde el hallazgo del fuego a Internet, todo son procesos. No sólo es el momento en que salta la chispa, sino todo el camino hecho hasta ahí (con todas las pruebas y error) y el que hay que hacer para que cada hallazgo cale en la sociedad, se desarrolle y consolide.

Fuente de la entrevista: http://bloginteligenciacolectiva.com/tenemos-rebajar-la-ansiedad-los-procesos-colectivos-entrevista-ricardo-amaste/

Fuente de la imagen: http://bloginteligenciacolectiva.com/wp-content/uploads/2017/05/Ricardo-Amaste.jpg

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Construyendo pensamiento pedagógico, situando la cooperación como estructurante

Por: José Yorg

“La función de la sociología, a partir de todas las ciencias, es revelar lo que está oculto”
Pierre Bourdieu   



Y entonces nos interrogamos ¿Qué está oculto en el sistema educativo?

Adriana Puiggrós nos advierte al respecto que “Nuestros niños/as y jóvenes, los adultos y los ancianos, viven inmersos en un discurso que incluye, subordina y usa nuestros símbolos, nuestras tradiciones, nuestra lengua, a los fines de consolidar la hegemonía del capitalismo en la más salvaje de sus etapas”.

Por su parte el español Jurjo Torres Santomé nos habla de las “agendas ocultas del curriculum”. Aquella que interpretamos que se exterioriza en la interrelación en los establecimientos educacionales y que son reproductoras de las desigualdades, que no es posible advertir a simple vista porque son productos de costumbres, de hábitos y de procederes muy arraigados y que fluye a partir del pensamiento y accionar de los docentes, transmisores de estos “puntos de vista”, claro está que no figuran en las mallas curriculares oficiales.

El XII Seminario Internacional PROCOAS Comité de Procesos Cooperativos y Asociativos Asociación de Universidades Grupo Montivideo nos invita a la “reflexión conceptual y de las prácticas propias de la Economía Social y Solidaria que enfrentan los nuevos procesos políticos, económicos y sociales emergentes en el mundo y fundamentalmente en América Latina, a partir de la interpelación a una configuración nueva e inédita de su base social y de sus instituciones políticas”.

Este importante evento que se realizará ente los días 14, 15 y 16 de setiembre de 2016 en Rosario, Argentina, bajo el lema “Los desafíos de la economía social y solidaria frente a los nuevos escenarios políticos en Latinoamérica”, del cual nos enfocamos sobre el eje temático “Educación y procesos colectivos”.

Este eje alude que “Los modelos políticos hegemónicos en toda sociedad, permean las concepciones pedagógicas dominantes. Las instituciones y organizaciones, aún aquellas que no dependen del Estado, reproducen culturalmente la concepción dominante. Los procesos educativos en la Economía Social y Solidaria no escapan de manera general al supuesto enunciado”.

En ese orden de ideas nos aclaran que “El énfasis en el XII Seminario en el tema Educación y procesos colectivos, buscan establecer un diálogo entre las diferentes experiencias y reflexiones que se plantean alterar los formatos pedagógicos, disputando y discutiendo las matrices culturales dominantes, así como con quienes construyen pensamiento pedagógico situando la cooperación como estructurante”.

La cooperación como estructurante

Es allí, es en se lugar donde nos ubicamos, desde donde fijamos nuestro territorio cooperario y “construimos pensamiento pedagógico situando la cooperación como estructurante”.

Y es que lo hacemos desde una reiterada llamada de atención: “Ponemos acento al señalar que con demasiada frecuencia se incurre en el error de asimilar a la pedagogía y didáctica cooperativa con métodos de enseñanza oficial, liberal, y así se contravienen en deformaciones de los contenidos, fines, objetivos, valores y principios cooperativos”. J.Y.

Nosotros afirmamos y ratificamos que la Pedagogía cooperaria aporta saberes que destraba las confusiones, artificialmente introducidas, en las denominadas “agendas ocultas del curriculum”.

Cuestiones técnicas-pedagógicas que -dado el espacio que tenemos aquí nos compelen a reducirnos exclusivamente a señalarlos- dado que nos son necesarias para argumentar a favor de nuestra propuesta educativa cooperaria: Estructura y esencia del proceso de enseñanza-aprendizaje, sus componentes cardinales e interrelaciones con las diversas disciplinas aúlicas, independientemente del nivel educativo que hablemos.

Los ejes fundamentales del cooperativismo educacional hacen posible develar aquello que la “agenda oculta del curriculum” dificulta.

Por tanto, la enseñanza de la cooperación abarca ejes integrados e integradores que giran en lo histórico y su análisis que explican su surgimiento como reacción a un esquema socio-económico irremisiblemente injusto, dando nacimiento a la Doctrina cooperativa como guía del proceso de desarrollo del pensamiento crítico y transformador.

Saberes interrelacionados con las disciplinas diversas hacen posible entender la economía, la política y en general las ciencias y su vinculación con la empresa, la sociedad, y el hombre, y que determinan jerarquías sociales injustas, pero pasibles de superación bajo otra forma de organización.

Partir de la realidad para intentar cambiar aquello que podamos cambiar

Pero también ponemos nuestra atención al interior del Movimiento Cooperativo Organizado, puesto que, infectados por esos vicios de la agenda oculta del curriculum, se filtran en las cabezas de las dirigencias y hace que se asimilen en demasía a los impugnadores de la cooperación retaceando su apoyo a quienes planteamos innovaciones. Proponemos partir de la realidad para intentar cambiar aquello que podamos cambiar.

Por la ilación que vemos con el párrafo anterior consignamos como ejemplo nuestro propio caso en las expresiones del economista y profesor universitario argentino Julio C. Gambina en un trozo de su texto denominado “Solidaridad con la lucha”:

“Es el trabajo que vienen desarrollando los compañeros docentes de TECNICOOP que bregan por esos objetivos y valores en la educación formoseña y que como trabajadores se les retacea la jerarquización laboral y la remuneración salarial correspondiente.

Está claro que no alcanza con demandar al gobierno de Formosa que responda la justa reivindicación laboral y profesional de los docentes cooperativos de TECNICOOP, sino que debemos concentrar potencia solidaria, en primer término, del movimiento cooperativo Latinoamericano, argentino y en segundo término de fuerzas sociales y políticas, encaminando una gran “movida” que llame a los impugnadores a cejar esas impropias políticas anticooperativas.

Se requiere, sin dudas, de un Estado que encause las luchas y valores alternativos, que consolide la enseñanza del cooperativismo en las escuelas y en las universidades.

Así se habrá de consolidar el sector social de la economía, estimulando a los emprendimientos autogestionarios del movimiento popular, a las empresas recuperadas por sus trabajadores, cortándole el paso a la concentración y centralización del capital contra toda experiencia de alternativa no lucrativa.

Por eso estas líneas, contextualizando los reclamos de los docentes sobre sus justos derechos de reivindicación laboral y profesional del cooperativismo escolar y universitario en Formosa, y que por cierto germinan interrogantes sobre la naturaleza de una gestión gubernamental que desaprovecha recursos humanos altamente cualificados como lo son los destacados docentes cooperativos, quienes potenciarían planes o proyectos estratégicos de capacitación a medianos y pequeños productores, ávidos de estas herramientas.

Para ellos mi más solidario reconocimiento, acompañándoles y alentándoles a continuar la lucha y la predica solidaria contra insensibles burócratas y socios menores del capitalismo contemporáneo”.

¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo! 

Fuente del artículo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=213240&titular=construyendo-pensamiento-pedag%F3gico-situando-la-cooperaci%F3n-como-estructurante-
Fuente de la imagen: https://zur2.wordpress.com/2011/08/04/pensamiento-pedagogico-latinoamericano-educacion-libertaria-y-pedagogias-alternativas-en-el-fortalecimiento-del-poder-popular/
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