Cuba: La Reforma universitaria

La Reforma universitaria

 Graziella Pogolotti

Transcurría el año 1918 cuando en Córdoba, Argentina, estallaba un brote renovador que muy pronto, como mancha de aceite, se extendería a la América Latina toda. Un siglo después de haberse desgajado nuestras repúblicas del dominio de España las universidades permanecían anquilosadas.

La propuesta transformadora de los jóvenes argentinos incluía aspectos de orden académico, pero se proyectaba mucho más allá. Problematizaba, en términos innovadores, la función del alto centro docente en la sociedad. Estudiantes asumían responsabilidades políticas, culturales y educacionales con vistas a salvar las brechas que los separaban de las masas populares desamparadas.

Aunque el contexto desfavorable cercenó la realización total del propósito, el modelo introdujo algunos cambios.  Aparecieron en todas partes departamentos de extensión cultural que, en alguna medida, trataron de paliar las deficiencias de las políticas gubernamentales y, sobre todo, a partir de entonces las universidades se convirtieron en focos de fermento de ideas y de participación juvenil en la vida pública.

En Julio Antonio Mella coincidieron el cuerpo atlético y la inteligencia poderosa, dotada para conjugar el análisis de la realidad concreta con la lectura provechosa, libre de esquemas y simplificaciones dogmáticas, de Marx y Martí. Asimiló la lección renovadora de la Reforma universitaria de Córdoba. Animó la fundación de la FEU, intentó depurar el claustro de los profesores adocenados y dio cauce a la creación de la Universidad Popular José Martí, destinada a la formación de la clase obrera.

Asesinado en México por la tiranía de Machado, algunos logros iniciales fueron cercenados. Pero la semilla estaba sembrada. La juventud universitaria se lanzó al combate. Dejó una estela de mártires, a quienes se les rendía homenaje cada 30 de septiembre, fecha de la caída de Rafael Trejo en 1930.

La tradición se radicalizó al perpetrarse el golpe de Estado de Fulgencio Batista. Las universidades se convirtieron en centros propulsores de acciones combatientes que trascendían la voluntad de derrocar la dictadura. Había que modificar las raíces de un sistema conformado por la dependencia del capital foráneo y los rezagos del neocolonialismo.

Sin embargo, el proyecto reformador de la enseñanza había quedado trunco. Al cumplirse un año de la Campaña de Alfabetización tomaba cuerpo el rediseño integral de la educación superior. Para fundar soberanía en el área del conocimiento se abrieron las hasta entonces inexistentes facultades de Economía y Biología.

En la base de la pirámide, el departamento devino la célula básica que articulaba investigación y docencia, configuraba programas y planes de estudio, planeaba la superación permanente del claustro y emprendía la urgente actualización y modernización del saber en los distintos ámbitos de la ciencia. En la Universidad Central de Las Villas, el Che había llamado a los centros de educación superior a pintarse de pueblo.

Para los profesores de entonces, muchos de ellos novicios, se planteaba un desafío gigantesco de estudio y búsqueda de amplias fuentes bibliográficas. Era una carrera contra el tiempo, porque los estudiantes de nuevo ingreso estaban tocando a las puertas. En algunas áreas pudo contarse con la colaboración de especialistas procedentes de otros países. Llegaron de la América Latina, de Europa occidental, de Estados Unidos y de los países socialistas. Deslumbrados por los rasgos singulares de una Revolución triunfante que enlazaba el movimiento de liberación nacional con la proyección hacia el socialismo, los movía un generoso espíritu solidario.

Inmersos en el empeño de participar en la edificación de un país, no habíamos cobrado conciencia de tener una asignatura pendiente. No bastaba con instruir. Era necesario formar. Para hacerlo, resultaba indispensable conocer la Cuba que habíamos heredado. Pasar de la concepción teórica de la naturaleza del subdesarrollo al contacto concreto con sus dimensiones sociales y culturales.

Fidel convocó a impulsar un trabajo de animación sociocultural en zonas intrincadas de la isla. Con entusiasmo misionero acopiamos un muestrario de imágenes de las artes visuales y selecciones de textos literarios. Marchamos dispuestos a enseñar. Topamos entonces con el universo largamente marginado en lo profundo de la sociedad. Nos sentimos desarmados. Comprendimos la necesidad de forjar herramientas para edificar el diálogo con el otro. De maestros nos convertimos en aprendices. Modificamos definitivamente nuestra noción de cultura, entendida ahora desde perspectivas antropológicas y sociales.

Integrada al proyecto transformador revolucionario, la Reforma universitaria modernizó la enseñanza. Abrió la mirada hacia anchos horizontes. Siguiendo el precepto martiano, injertó el saber del mundo en el tronco de nuestras repúblicas.

(Tomado de Juventud Rebelde)

Fuente de la Información: http://www.cubadebate.cu/opinion/2022/01/09/la-reforma-universitaria/

 

Comparte este contenido:

¿Crisis moderna o posmoderna de las universidades? Nostalgia por la Reforma de Córdoba

Por: Iliana Lo Priore Infante.

Nadie pone en duda que las universidades están en crisis.  Donde no existe acuerdo es con respecto al tipo de crisis que atraviesan.  Parece, a primera vista, desconcertante que se reconozca la existencia de la crisis pero no haya consenso para reconocer cómo clasificarla.  Incluso, el consenso no existe dentro de la “comunidad” misma de una específica universidad. Entre otras razones, porque la idea de comunidad universitaria está también en crisis, aspecto este que poco se admite sobremanera por los burócratas del populismo universitario, según cierta interpretación inferida de los indicadores recabados en torno a su situación crítica.  Esto pudiera conllevar a que la crisis para algunos se debatiera entre dramática o trágica.

Dramática por cuanto su narrativa podría tener desenlace por más precario que fuera, si existiera la voluntad y la claridad suficientes para superarla por sus propios integrantes, pero no hay signos evidentes de ello; por el contrario, hay manifiestos signos de lo opuesto, –por encima  de episódicos actos grupales de manifestación que son más evidencias de la crisis que eventos voluntariosos y  preclaros de contrarrestarla–, lo que, en consecuencia, nos conduce a caracterizar la crisis como trágica, esto es, sin desenlace pronosticable, o inviable si se hace depender tan solo de la “comunidad universitaria”.  Al decir esto, no estamos coincidiendo con aquellos que reclaman sempiternamente que la crisis universitaria principalmente es cuestión del presupuesto otorgado externamente por  insuficiente, admitiendo que esto es una media verdad.  Presupuesto, para quienes lo reclaman, que debe ser otorgado por los gobiernos, para los progresistas o liberales, o por los sectores económicos capitalistas poderosos de la sociedad, para los neoliberales privatizadores, a fin de funcionar debidamente a cambio de satisfacer sus expectativas político-ideológicas y económicas.

Cuando decimos que la superación de la crisis universitaria es inviable si se hace depender únicamente de sus “comunidades”, estamos reconociendo la incapacidad propia de la institución para convertirlas en sujetos de su transformación, y reconociendo además, la necesidad de hacer intervenir a otros actores o agentes, externos a la universidad, para impulsar y sostener las dinámicas de su cambio institucional, si aún se está a tiempo de renovarla y salvar su vigencia histórica instituida por la Modernidad occidental principalmente.  Cuestión que de suyo es ir a contracorriente ya que, como es más que conocido, la Modernidad, en tanto modelo civilizatorio, está en crisis debido a su agotamiento y decadencia. Agotamiento y decadencia que evidencia el derrumbe de sus ideas-fuerza: progreso, desarrollo, saber científico, aplicación tecnológica, etcétera. Y siendo que la universidad es una institución depositaria de esas ideas-fuerza, y, a la vez, se fundamenta en ellas para justificar su institucionalidad, (su docencia-investigación-extensión), la crisis de la Modernidad, es la crisis de la universidad vigente.  Esto explicaría el porqué la universidad no puede asumir, con base en su fundamentación y praxis moderna,  la comprensión de su crisis y su superación, mucho menos animar y consolidar una fuerza propia, con apoyo en esas ideas-fuerza, que favorezca un desenlace basándose en sus “principios y postulados” modernos. No puede acudir a darse sustentabilidad en un ethos universitario agotado.

Por otra parte, es comprensible también que su “comunidad” se sienta desasistida y anómica. Incapaz de darse su propia dirección y sentido, por cuanto no ha reconocido esta realidad, y ha desestimado o negado, contradictoriamente por ser esa una de las principales razones de ser liberales-modernas de la universidad, el requerimiento de pensar perspectivistamente su situación, desde diversos ángulos críticos y ambivalentemente, cuando se supone que ese es su primera fortaleza, el libre pensar y la libre discusión de ideas,  junto con el resguardo que le brinda para ello la autonomía y la democracia universitarias, afianzadas también por el pensamiento liberal moderno, para preservarse de las presiones o exigencias  gubernamentales y del mercado capitalista.

El agotamiento y decadencia de la Modernidad europea-occidental, impuesta colonial y neocolonialmente en Indoafrolatinoamérica  en forma de remedo  por medio de la modernización para mayores alienaciones ya que ha sedimentado híbridamente en lo sociocultural de las naciones, indignificando a nuestros pueblos al obligarlos a asumir identificaciones extranjerizantes negadoras de sus alteridades, ha conllevado a que estemos atravesando un momento epocal que se ha denominado posmodernidad, que a través de los intelectuales y cultores orgánicos que en nuestro contexto regional la han asumido, está impugnando críticamente los remedos residuales de la Modernidad, desde una racionalidad o pensamiento propio en todos los aspectos y ámbitos, entre estos, los universitarios.

Posmodernidad que en sus vertientes más críticas ha enfatizado en las características culturales diferenciadoras que han emergido de la reivindicación de los saberes y conocimientos excluidos o subalternos, así como de los emergentes, y que se manifiestan en la reclamación de una reforma o renovación universitaria radical pertinente con base en una nueva mundialización alternativa a la globalización neoliberal depredadora de la naturaleza y la humanidad, así como de una universidad con responsabilidad social ante la sociedad, por vía de sintetizar el sentido común popular y el sentido crítico universitario alternativo en un sentido-común-crítico (implica unas ciencias-otras y unas tecnologías-otras, o no depredadoras, no reproductoras de los residuales de la Modernidad postiza, racionalidades liberadoras, decolonizadoras, etcétera), que se articule con las transformaciones sociales populares requeridas para afianzar nuestra autodestinación histórica  a través de la reivindicación de las alteridades que somos los indoafrolatinoamericanos.

En esa perspectiva inscribimos la posibilidad de superar la crisis de la universidad al reconstruirla o reconvertirla radicalmente (en lo académico, la docencia, la extensión, la investigación, lo organizacional,  lo administrativo funcional, y otros) en la dirección y el sentido de esa autodestinación como nueva institucionalidad insurgente posmoderna.  A semejanza de la lucha de impacto histórico-cultural en toda la región de la Reforma Universitaria de Córdoba en la Argentina de 1918 por moderna que esta haya sido.

  • Correo: ilianalopriore11@gmail.com
Comparte este contenido:

El movimiento de la Universidad de Córdoba, la hora de los pueblos y la Universidad actual

Por: Heriberto Rivera

Por estos días de junio 2018, se estarán cumpliendo los cien años de la llamada Reforma de Córdoba, hecho de gran trascendencia para Nuestra América. Dicho acontecimiento, a diferencia de como lo han querido presentar los sectores del conservadurismo, no solamente fue una rebelión de corte académico, así como tampoco fue un evento espontaneo; por el contrario, fue un acontecimiento emancipatorio (Tatian, 2018), en los albores del siglo XX, con orientaciones hacia la justicia social, la redención del pueblo que buscaba subvertir los valores impuestos por la sociedad, el clero y los privilegiados de la clase dominante proveniente de la “chaucocracia”.

El movimiento de Córdoba, si bien nació a partir de reclamos estudiantiles y pedagógicos, inmediatamente  sus ideas  se prolongaron en un ideal político antiimperialista y en un proyecto social de unidad con la clase trabajadora.

Para algunos pensadores, los tiempos académicos no son los tiempos de la revolución, pero en el caso de la gesta de los jóvenes de la Universidad de Córdoba de la  sureña Argentina del año 1918, ambos tiempos confluyen, pues la  necesidad de una formación más allá de los textos y de los claustros universitarios, eran sin duda el ansiado momento de  búsqueda de MAESTROS, que estuvieran a tono con los cambios que para el momento se venían dando  en el mundo, aunque entrando tardíamente al siglo XX; situación ésta que marchaba aunada, aunque muchos no lo refieran así, a la consolidación de la “hora americana”, de hacer realidad el sueño de nuestros libertadores, Bolívar, San Martín y Rosas, así como tantos otros que batallaron entre la vida y la muerte, con la pluma y con la espada, para forjar la gran Patria Americana.

La herencia del movimiento de Córdoba, trasciende lo académico en lo que las tres misiones principales se refiere a  la universidad  como son docencia, investigación y extensión, de hecho su “influencia más profunda estará marcada por una reaparición en escena del ideal revolucionario americano de fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX contribuyendo a la recuperación de la necesidad de una identidad común y del destino de Patria Grande que habían soñado Bolívar Y San Martín para una  América Unida e independiente”(Pittelli y Hermo, 2010).

Reivindicar el movimiento de Córdoba es extraerlo  de los claustros del oscurantismo académico en la que lo ha colocado la ortodoxia, es rescatarlo de las homilías republicanas que siempre han pretendido desnaturalizar el verdadero sentido del subversivo movimiento de los estudiantes de Córdoba en la  oportunidad de su aniversario.

Así mismo, es rescatar la firmeza revolucionaria de su líder fundamental Deodoro Roca que fue el ideólogo principal de la Reforma Universitaria de 1918 y que en 1920 propuso suprimir el doctorado cuarenta años antes que el mayo francés, cuestionado los exámenes, constituyendo una pedagogía socialista, antiautoritaria a partir de la propia pedagogía latinoamericana.

Ciertamente Deodoro Roca fue la pluma más inspirada del movimiento autor del manifiesto liminar que llego a tener proyección de carácter internacional.

En ese sentido, según Pittelli y Hermo (2010) expresan que el movimiento de Córdoba llego a influir en el Mayo francés de tal forma  que la “herencia de Deodoro Roca afloraría en la enorme rebelión de los 60 y 70 y su influencia sería universal, a tal punto que como reconociera Daniel Cohn Bendit, “la rebelión juvenil europea del Mayo francés estaría inspirada  directamente por  su pensamiento, incluso textualmente en alguna de sus consignas tales como << a los exámenes responda con preguntas>> o <<prohibido prohibir>> estampados en los muros de París”.

El ideario de la reforma universitaria argentina se adelanto 50 años al clima cultural europeo, fue un movimiento con mayor  sustrato político superando en muchos aspectos al movimiento francés,  éste por el contrario dio  inicio a lo que algunos llaman la cultura del espectáculo y de los grafitis. “Precursoramente, Deodoro Roca, se esforzó por conjugar a tres pensadores que volverían a ocupar la escena en los años sesenta: Marx, Freud y Nietzsche” (Kohan, 2011).

En el campo pedagógico, suficiente razón tiene Néstor Kohan (2011) al establecer que la obra precursora de Deodoro Roca sienta las bases para una “pedagogía socialista centrada en la libertad y no en la disciplina autoritaria, en una relación entre maestro y alumno dinámica y no mecánica, horizontal y ni vertical. Muchísimos años después, algunas de estas ideas serán trabajadas por el pedagogo brasileño Paulo Freire en su pedagogía del oprimido”.

En este contexto, se hace necesario recuperar la memoria  de aquellos  hitos históricos que sedimentaron el movimiento de alta política, pedagógica y social surgida en la Universidad de Córdoba, así como su vigencia y la situación actual de la  universidad venezolana del siglo XXI.

Los protagonistas del movimiento de Córdoba, estaba compuesto por estudiantes, profesores de la universidad, ubicados muy lejos del reformismo e iniciaron una revolución que con el paso del tiempo fue traicionada y vulnerada; el engendro de los estudiantes de Córdoba, estaba impregnado del espíritu de la lucha de la independencia forjada cien años atrás; por cierto una independencia aún inconclusa.

Realizar el presente escrito tiene la intención, siguiendo el camino de la historia, él cual es la verdad, ser testigo del pasado, que supere el hábito de algunos historiadores de convertir a los grandes acontecimientos y sus protagonistas en muñecos de cartón, en esterilizarla para que sea menos incomodo su recuerdo y rememoración.

El movimiento de Córdoba, trasciende el hecho meramente pedagógico, rompe las cuatro paredes del claustro universitario y se planta como un movimiento político social que tuvo la intención de desgarrar los “virreinatos espirituales” que seguían dominando a las universidades luego del proceso de independencia. (Tünnermman, 2008).

Dentro de ese marco, la Reforma de Córdoba, permitió que por primera vez en Latinoamérica, la Universidad fuese al reencuentro con su pueblo y lograra asumirse como efectivamente  consigue  convertirse en un gran movilizador social, en el gran catalizador para proyectar los cambios sociales y político que emergen de la sociedad que se abre pasos a codazo entre los  amarres de la tradición que paralizaban los avances planteados.

El movimiento de Córdoba, inicia la vía de originalidad latinoamericana en el campo político, económico y social, pudiéndose afirmar que hoy a cien años de su surgimiento, sus planteamientos tienen aún plena vigencia y no se han extinguido por el paso de los años.; los jóvenes de Córdoba, tuvieron la valía y el coraje de “enfrentar a la universidad europeísta que, con contadas excepciones, culturalmente sometida al pensamiento impuesto e importado por las metrópolis y considerablemente reacia a problematizar la necesaria “hora americana”.

El ímpetu y la osadía e irreverencia  estudiantil decidieron enfrentar a un régimen universitario anacrónico “fundado sobre una especie de derecho divino” en la que por siglos el saber y la verdad fueron monopolios de élites sociales que, para perpetuarse en sus privilegios pretendieron y aún pretenden mantener celosamente bajo su control las claves del conocimiento y de las ciencias, que de esa manera se tornan en instrumentos de dominación y vasallaje.(Márquez, 2003).

Comentario aparte merece equiparar y  hacer notar la especie de “derecho divino” si se iguala con la infausta  política del “Destino Manifiesto”, el caballito de batalla que los Estados Unidos en su afán de imponer el capitalismo en todo el mundo han usado para aislar, invadir, derrocar gobiernos y masacrar a los pueblos resistentes.

Ese “derecho divino” lamentablemente aún persiste en la universidad en pleno siglo XXI, el cual se expresa en los grupos y parcelas de poder de corte academicistas que persisten en imponer modelos educativos inspirados en el norte y otros centros hegemónicos. Ese “derecho divino”, que se manifiesta  a través de una visión epistemológica colonial que media las relaciones jerárquicas y organizativas sobre la cual se ha montado la universidad tradicional venezolana. (Portillo y Memdez, 2017).

Las propuestas del manifiesto Liminar de Córdoba, tuvieron siempre sus enemigos, que hicieron retroceder los avances, contando para ello con gobiernos que lograban abortar los cambios y transformaciones; por esa razón, es que en las llamadas universidades tradicionales e históricas, los cantos  conventuales alejan las posibilidades de servir al pueblo, guardando bajo llave sus saberes y sus estudiantes  cuidan sus cerrojos; de tal forma que hoy en pleno siglo XXI, la universidad continua tercamente por ser una abadía benedictina.

En Venezuela, las influencia del movimiento de Córdoba nacida de la inspiración estudiantil no tuvieron cabida en los años inmediatos luego de 1918 debido  ala situación política dominante en esos años- dictaduras como forma de gobierno- dicha ascendencia aparece apocadamente por los años 1946, siendo  “la primera vez en nuestro país que oficialmente se toma en cuenta al estudiantado en funciones relacionadas con el gobierno y la administración de las universidades”(Márquez; 2003). El Estatuto Orgánico de 1946  estableció,  por primera vez en el país, la representación de los estudiantes en el Consejo universitario, los Consejos de Facultad y las Asambleas de Facultad. Dicho Estatuto, fue ratificado por gobierno de Delgado Chalbaud el 23 de diciembre de 1948, vigente  hasta que la junta de gobierno interviene la UCV mediante decreto 321 del 17 de octubre de 1951 es derogado el estatuto orgánico de 1946.

Por cierto en ese tiempo la godarria merideña tuvo a su representante más acérrimo cuando años mas tardes fue nombrado rector de UCV Eloy Dávila Celis de infausto recuerdo pues cuando fue rector de la ULA tuvo gran desprestigio por su actuación despótica y represiva  como rector, contra quien se habían  producido graves disturbios en aquella universidad.

Pero el movimiento que se acerco con más aproximación a la impronta de la  reforma de Córdoba , guardando las distancias, fue el movimiento de Renovación Académica que estalló en 1969 en la Universidad Central de Venezuela y otras universidades autónomas, dicho movimiento alcanzó según Márquez (2003) “niveles muy radicales y entre sus objetivos la renovación perseguía la revisión a fondo de los planes y programas de estudio; la llamada auditoria académica, por lo cual los estudiantes harían la evaluación de sus profesores en razón de sus condiciones éticas y de su rendimiento académico, la ampliación de la representación estudiantil en las funciones electorales y de cogobierno, hasta hacerla paritaria con la delos profesores, y la participación de los empleados y obreros de la Universidad en dichas funciones” .Esto ultimo constituye un justo reclamo que hace la comunidad universitaria en los actuales momentos.

Dicho movimiento de renovación académica fue la expresión del momento estructural donde el poderoso movimiento estudiantil más allá de los partidos acompañados de docentes y trabajadores impulsaba la renovación que había colocado en evidencia pública el agotado modelo de universidad.

Ese movimiento renovador de Venezuela, cincuenta años después, se planteo lo que en su momento hicieron los jóvenes de Córdoba, querían según el profesor Nelson Méndez “una universidad para el mañana, desprendida del conservadurismo institucional y del peso de los intereses de poder establecidos, que anunciase y prefigurase rumbo a la Venezuela socialista futura”.

En ese sentido se debe tener presente, según lo mantiene López (2017) que “sobre la Renovación (académica) influyó igualmente las luchas universitarias que en América Latina se habían suscitado a partir del movimiento de Reforma Universitaria en Córdoba, Argentina, en 1918. Desde Córdoba, la autonomía universitaria[2] se hizo sinónimo de reforma (Febres Cordero, 1959:17), y la reforma universitaria se hizo sinónimo de progreso social (Roa y Núñez Tenorio,1971:18). Entendiendo por autonomía universitaria la independencia de la institución con respecto al Estado, tanto en lo académico como lo administrativo (Pinto, 1990: 65)” (www.aporrea.org/educacion/a241119.html.05-02-2017).

Esta aspiración fue ahogada, la convirtieron en un cono inaudible tanto por sectores de la derecha y de la izquierda, calificándola  de   alucinación  voluntarista y utópica; según narra el profesor Méndez, protagonista y fuente viva de ese momento “sus enterradores le enfrentaron un proyecto para hoy, respetuoso de las tradiciones de ayer y de la hegemonía reinante, eficiente y racional ante la demanda de la sociedad contemporánea, donde la institución operaría como servidor técnica, productiva y virtuosa que como faro de inteligencia critica y creación alternativa”.

Para ser rigurosos con la historia, La reforma de Córdoba en su momento también fue combatida por los sectores de la izquierda conservadora  y según Rivera (1952), “tildaron a la Reforma de movimiento pequeño burgués reaccionario” conceptos que se pueden entender si partimos de la falta de identificación  real de la unificación de los pueblos ignorada por los seguidores en aquel tiempo de la antigua  URSS. “Obviamente  la ceguera de los socialistas y comunistas frente a la Reforma de Córdoba fue parte de su ceguera frente a la cuestión nacional”.

El movimiento de renovación académica centro sus esfuerzos a la critica del saber que se impartía en la universidad, el cual era visto como elemento responsable de que la institución fuese incapaz de dar respuestas a los problemas sociales que en Venezuela comenzaba a suscitarse como la creciente migración interna producto del abandono del campo y el crecimiento exponencial de los cordones de miseria que comenzaban a tomar lenta y persistentemente  los núcleos urbanos. (Negrón, 2007)

Ese movimiento que enfrento y señalo con gallardía  la alternativa ante la profunda crisis de la Universidad rebatió con grandeza las objeciones tecnocráticas y al realismo que  proclamo la imposibilidad/inutilidad de transformar la Universidad  sin que le país cambie.

Según Carlos Tünnermman (2008), académico y estudioso aquilatado sobre la Reforma de Córdoba, la propuesta de los estudiantes de Córdoba, en su manifiesto Liminar, en ese sentido nos relata que “el concepto de autonomía sustentado por el movimiento de Córdoba era muy amplio: implicaba el reconocimiento del derecho de la comunidad universitaria a elegir sus propias autoridades, sin interferencia de extraños; la libertad de cátedra; la designación de los profesores por procedimientos puramente académicos que garantizara su idoneidad. Incluso se llego a recomendar la búsqueda de un mecanismo que permitiera a la universidad su autofinanciamiento (autarquía patrimonial), a fin de evitar las presiones económicas por parte del estado o de otras fuentes de ingreso, que en determinado momento podían hacer irrisoria la autonomía formal”; agregando que “mas tarde yante la constante amenaza de parte de las fuerzas públicas, se incluyo la inviolabilidad de los recintos universitarios. Con esto el concepto de autonomía adquirió característica que no sedan en otra parte del mundo”.

Ante la realidad de hoy, justo es reconocer los grandes avances que en su momento inspiraron los estudiantes de Córdoba, pero también se reconoce que los efectos permanentes de las democracias funcionales  y liberales y de dictaduras como forma de gobierno, convirtieron y desvirtuaron los postulados de Córdoba en valores ajenos a la vida de la Universidad.(Muñera,2011).

En Venezuela ante la necesidad de continuar adaptando la universidad a los interese de el modelo neoliberal, ya anteriormente en 1970 habían reformado la Ley de universidades de 1958- con la cual coartaron la autonomía, fue nombrada por el gobierno de turno  la Comisión Redactora  del Anteproyecto de Ley de Educación Superior del año 1981, lo que con eufemismo  llamaron la comisión de los sesenta por el numero de sus miembros,tuvo la intención de proponer una Ley para superar la distorsión y desvirtuación en la cual se mantiene hasta el sol de hoy. Dicha propuesta de la reforma fue engavetada por el gobierno de entonces a la cabeza del cual se encontraba Jaime Lusinchi y su partido Acción Democrática. Una vez el proceso de  transformación universitaria fue abortado y silenciado por los interese político partidistas.

Esa desviación se fundamenta en suficientes razones para estar distorsionados. El sistema educativo venezolano sufre un flagelo de la “distorsión” ( en esencia no es otra cosa que la contradicción de la estructura social del país), que se manifiesta en problemas como el analfabetismo (25%); la deserción escolar (el rechazo o exclusión del usuario por el sistema educativo), la poca inclinación hacia carreras técnicas; la formación de profesionales y técnicos sin planificación; docentes sin actualización de conocimientos, y la tendencia formar individuos para servir de empleados y no como agentes creadores”. De allí que “el resultado es un hombre sin iniciativas para el cambio o la transformación social, victima y producto del esquema intelectualista y del modelo educativo que no propicia la participación del estudiante en la solución de los problemas.”(Ortega y Otero,1986).

La universidad latinoamericana, cuya  aspiración de originalidad fue distorsionada durante buena parte del siglo XX “ocupó su tiempo en búsqueda de certezas, apegada al paradigma newtoniano y en producir con vehemencia verdades absolutas y rígidas”(Escotet); agregando además el precitado autor de la cita anterior, que en consecuencia, al estudiante se le ha venido formando para un mundo inmutable y predecible, a pesar de que el corazón y el cerebro intuían cambios profundos y enormes agujeros negros.

Al perder el camino de su originalidad, la universidad consolido  la idea de progreso con la mirada puesta en los centros de poder y sus pretensiones, de tal forma que la consecuencia lógica de la universidad venezolana se vio reflejada en la construcción de una política educativa para la sumisión y formación de estudiantes acríticos que los hace fértiles para el consumismo.

Dentro de ese marco se desarrollaron  los contenidos curriculares basados en formas de aproximación a la realidad dictada en otras latitudes, obviando su riqueza cultural, por tanto las investigaciones responden dentro de este paradigma principalmente a una visión capitalista, basada en una visión reduccionista de nuestros países marginando la diversidad  nacional y la pluralidad  de actores.

El nuevo siglo arropado con grandes y excelentes contribuciones entre las cuales destacan las de Heisenberg, Ilya Pregogine (estructuras disipativas), Geymonat, Piaget, Morín, Moscoviei, Dussel, Buenaventura Dos Santos así como otros científicos y humanistas de nuestro tiempo, promete moverse hacia concepciones menos dogmáticas y por ello  menos deterministas.

La Universidad reclama, sin negar la relevancia de los epistemes de visión eurocentristas, de  incorporar otras visiones epistémicas que vinculen a la universidad  una visión critica de la realidad con la inclusión de una visión desde  abajo, plural, diversa a partir de las formas de aprehensión del pueblo en todas sus expresiones.

En ese sentido la critica al eurocentrismo no es para hacer valer  otros centros, sino para procurar como los sostiene Buenaventura Dos Santos, un reconociendo de otras culturas de probada riqueza discursiva y reflexiva, que tienen su propia metodología para hacer aportes al conocimiento y su difusión. Se trata de la Universidad donde se conjugan y condensa todo el conocimiento.

La universidad, ha vivido muchas veces al reverso de la sociedad, del sistema productivo y del propio sistema de ciencias y tecnología, aunado al distanciamiento entre la escuela secundaria y la universidad. Esa universidad que aspiró a ser puntal de la lucha de los pueblos, ser su redentor, que aspiró y fue durante un corto tiempo popular, autónoma y democrática, al tomar distancia del movimiento de Córdoba, se fue transformando en un círculo de la aristocracia de la educación, donde “el estudiante también empeñado en la búsqueda más que de aprendizaje, en  busca de certificaciones profesionales, está convertido en un negocio de la academia” (Escotet).

La praxis educativa ofrecida en la educación universitaria venezolana debe estar centrada en la pertinencia, colaboración y solidaridad, pues las universidades, en estos momentos, padeciendo todos los males del cientificismo: rigidez en sus programas de estudios, escasa capacidad de respuesta a las demandas sociales, poca capacidad para atender lo que escapa del método verificable universal, excesivo disciplinarismo y concretismo, que parcelan el conocimiento y lo disgregan, perdiendo el sentido y orientación de la realidad y dirigiendo el conocimiento cada vez más hacia la especialización de la especialidad, es decir, a la «super-especialización», sin ninguna conexión con el contexto social.

La universidad del siglo XXI, requiere con urgencia ser transformada; la autonomía, hoy reconocida con  carácter constitucional, no puede convertirse en poder supraestatal, a pesar de que su origen fue político, ya que fue producto de la movilización social, durante este tiempo la influencia de los partidos políticos ha sido-para bien o para mal- determinante, hasta el punto de hoy día sigue siendo manipulada por los mismos factores que la adaptan a sus intereses particulares, donde a pesar de los cambios instituidos a partir de Córdoba, todavía tiene bemoles como las cátedras que se obtienen como un “derecho” de sucesión,  irremediablemente esta situación necesita un cambio de estructuras.

La Reforma  Universitaria de Córdoba, al irrumpir en la posibilidad de construir otra sociedad, una nueva sociedad, donde el ser humano sea su centro, ha tenido muchos enemigos, pues la tradición y su intereses de clase es impedir que  las instituciones se transformen para bien de la humanidad; hoy muchos conversos quieren minimizar la acción estudiantil de Córdoba y se refieren a ella como un mito sin mayor trascendencia.

La fraternidad nacida entre generaciones de estudiantes en defensa de los ideales reformistas, de la enseñanza laica, de la autonomía universitaria y la solidaridad con los pueblos latinoamericanos sometidos al vasallaje de los imperios colonialistas, no fue un mito. Tampoco fue mitológica la heroica participación de los reformistas enfrentando los sistemas dictatoriales  y las democracias abstractas que anularon la autonomía universitaria y abolieron las garantías constitucionales, así como en defensa de la enseñanza pública de la universidad autónoma, popular y democrática, por la cual seguiremos luchando.

Si reconocemos que somos parte de un mundo plural, diverso y multicultural,  obliga al hombre educado a ser capaz de lograr la aprehensión de la realidad en la búsqueda de la utopía.

“EDUCAR, NO ES ENSEÑAR AL QUE NO SABE, ES DECUBRIR AL QUE NO EXISTE”

Bibliografía:

Aritz Recalde. Reflexiones sobre la Reforma  Universitaria del año 1918: Siete hipótesis para el Análisis.

Escotet, M. Desafíos de la Educación Superior En Una era de Transición.

Kohan, N. (2011).La Reforma Universitaria en el siglo XXI.

Luquez, E. A los cien años de la Reforma Universitaria. Proceso de Alta Política (1918-2018). En ffyl.uncuyo.edu.ar

Márquez, A. Autonomía Universitaria y Revolución. DIKAIOSYNE, nº 10. Universidad de Los Andes. Mérida.2003.

Muñera, L. La Reforma de Córdoba y el Gobierno de las Universidades Públicas en América Latina. Ciencia política nº 12, julio-diciembre 2011.

Méndez, N (1995). La Renovación en la Universidad Central de Venezuela. Erase una vez el futuro.

Negrón, J (2007). Saber y Poder: El proceso de Renovación Universitaria en la Universidad Central de Venezuela (1967-1970). Boletín Antropológico, año 25, nº 71, septiembre-diciembre, 207. ISSN: 1325-2610.

Ortega, K y Otero, M. (1986).El Fin de La Comedia. Consideraciones acerca del Anteproyecto de Ley de Educación Superior.

Pittelli, C y Hermo, J. (2010). La reforma Universitaria de Córdoba (Argentina) de 1918. Su influencia en el origen de un renovado pensamiento emancipatorio en América Latina.

Portillo, M y Memdez, J (2017). De la Universidad que tenemos a la  Universidad necesaria. Un estudio desde el pensamiento decolonial. Fondo editorial UNERMB.

Rivera, E. La Reforma Universitaria. Edición electrónica: Marxists Internet Archive, noviembre 2002.

Tünnermann, C. (2008). Noventa años de la Reforma de Córdoba (1918-2008), Buenos Aires, CLACSO.

Comparte este contenido:

A cien años de la Reforma Universitaria de Córdoba

Por: Juan Carlos Yáñez

A pocos días de este centenario, elementos como el gobierno democrático de la universidad o la renovación de prácticas arcáicas en ella siguen vigentes. La universidad solo puede enseñar si aprende antes.

El 21 de junio de 1918 se publicó el Manifiesto Liminar, de “La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sud América”. Firmado por la Federación Universitaria de Córdoba constituye uno de los más emblemáticos legados del siglo XX latinoamericano, bandera del movimiento que impulsó la Reforma Universitaria, punto y aparte en la historia de la instituciones superiores en el continente.

“Hemos resuelto llamar a todas las cosas por su nombre”, escribieron, y en ese tono denuncian los hechos en el panorama universitario cordobés que desembocaron la elección ilegal del rector de su Universidad Nacional.
Su descripción de las instituciones universitarias es una severa crítica social que produjo la pluma de un no tan joven llamado Deodoro Roca: “Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos –y lo que es peor aún– el lugar en donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara. Las universidades han llegado a ser así el fiel reflejo de estas sociedades decadentes, que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil”.

Autoridades y docentes son foco de la crítica: “Nuestro régimen universitario –aun el más reciente– es anacrónico. Está fundado sobre una especie de derecho divino: el derecho del profesorado universitario. Se crea a sí mismo. En él yace y en él muere. Mantiene un alejamiento olímpico”. El concepto de autoridad, “arcaico y bárbaro”, dice, “es un baluarte de absurda tiranía y solo sirve para proteger criminalmente la falsa-dignidad y la falsa-competencia”.

Contra ese estado de cosas y esos personajes, los jóvenes cordobeses reclamaban un gobierno democrático y sostenían que “el demos universitario, la soberanía, el derecho a darse el gobierno propio radica principalmente en los estudiantes”. Son enfáticos: “La autoridad en un hogar de estudiantes, no se ejercita mandando, sino sugiriendo y amando: enseñando”.

Su proclama es valiente e inspirada en una idea épica: “La juventud vive siempre en trance de heroísmo. Es desinteresada, es pura. No ha tenido tiempo aún de contaminarse. No se equivoca nunca en la elección de sus propios maestros. Ante los jóvenes no harán méritos adulando o comprando”. En esa perspectiva, reivindican su derecho “sagrado” a la insurrección. “¿Es la juventud siempre desinteresada y pura?”, se pregunta y responde Alejandro Grimson: “Al compararse con una casta corrupta que teje tramas en intereses particulares, los adjetivos cobran sentido”.

Asumen la responsabilidad íntegra por los actos de violencia: “Volteamos lo que representaba un alzamiento anacrónico y lo hicimos para poder levantar siquiera el corazón sobre esas ruinas”, y contra “un régimen administrativo, contra un método docente, contra un concepto de autoridad”. El Manifiesto termina contundente: “La juventud ya no pide. Exige se le reconozca el derecho a pensar por su propia cuenta. Exige también que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio de los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa”.

En el festejo por sus 400 años (2013), la Universidad Nacional de Córdoba publicó un libro que contiene el Manifiesto Liminar y un conjunto de breves, diversos e incisivos artículos que reflexionan sobre temas ligados a su legado y actualidad. Las posturas no son unánimes: hay críticas contra la sacralización en que a veces se incurre de la Reforma y el Manifiesto, hasta quienes ven la vigencia de postulados con la comprensión de los tiempos que son distintos, como el contexto; entre ellos, el profesor Luis Alberto Romero escribe: “El reformismo universitario debería hoy atreverse a revisar sus premisas, apartarse de la letra y recuperar el espíritu”.

Por su parte Eduardo Rinesi, exrector de la Universidad Nacional de General Sarmiento, advierte un conjunto de cuestiones importantes en el campo de preocupaciones sobre la universidad, que le conceden al documento parte del interés vigente. Entre otras, propone de manera sucinta el intento siempre acechante de desnaturalizar a la universidad pública: “Sigue siendo indispensable mantener en ellas la vigilia frente a cualquier forma de naturalización de su tarea, a cualquier tentación de dejar de examinar críticamente, todo el tiempo, el tipo de conocimiento que produce y  que hace circular, y cualquier impulso que lleve a consentir formas dogmáticas de autoridad”.

Del legado histórico quedan vigentes la participación de los jóvenes en el gobierno de las universidades y la elección de rector, así como el compromiso social de las universidades y la libertad de cátedra, temas de permanente discusión que deben reinventarse para la adaptación a los tiempos turbulentos en curso.

En el Movimiento cordobés hay lecciones y razones para reflexionarlo en las universidades porque, como escribió la también exrectora de la Universidad Nacional de Córdoba, Carolina Scotto, “las universidades no pueden enseñar si no aprenden, no pueden construir nuevos conocimientos si no revisan o suspenden los recibidos, no pueden ni transmitir ni edificar las líneas del crecimiento cultural que se proyecta a través de las generaciones, si no son capaces de interpretar, cuestionar o imaginar su misión evitando la tentación de la autorreproducción y el fantasma del aislamiento”. Más que una oración, una actitud vital, como debe serlo las universidades.

Imagen: https://i.ytimg.com/vi/e7i6qzvBpu0/hqdefault.jpg

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/05/31/a-cien-anos-de-la-reforma-universitaria-de-cordoba/

Comparte este contenido:

Colombia: Declaración final: Encuentro Nacional de Estudiantes de Educación Superior #ENEES 2018

Colombia / 25 de marzo de 2018 / Autor: COMOSOC / Fuente:  Coalición de Movimientos y Organizaciones Sociales de Colombia

A cien años de la Reforma Universitaria de Córdoba, nos encontramos alrededor de dos mil estudiantes de múltiples y diversos procesos de las diferentes instituciones de educación superior del país, en las instalaciones de la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá los días 17, 18 y 19 de marzo, con el firme propósito de unir nuestros esfuerzos y voluntades por la defensa de la educación superior como un derecho fundamental y un bien común.

“Hombres de una república libre, acabamos de romper la última cadena que en pleno siglo XX nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resulto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana.”

Manifiesto Liminar, Federación Universitaria de Córdoba 1918

A cien años de la Reforma Universitaria de Córdoba, nos encontramos alrededor de dos mil estudiantes de múltiples y diversos procesos de las diferentes instituciones de educación superior del país, en las instalaciones de la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá los días 17, 18 y 19 de marzo, con el firme propósito de unir nuestros esfuerzos y voluntades por la defensa de la educación superior como un derecho fundamental y un bien común.

El Encuentro Nacional de Estudiantes de Educación Superior -ENEES-, representa un nuevo momento de la unidad y el renacer de la esperanza, la imaginación y la alegría de las jóvenes generaciones de estudiantes colombianos, dispuestas a conquistar la conciencia y el corazón de las inmensas mayorías del pueblo colombiano para luchar por un proyecto de país soberano, democrático y en paz.

La educación superior en Colombia atraviesa una prolongada y profunda crisis producto del modelo neoliberal que se evidencia en la desfinanciación de las Instituciones de Educación Superior –IES- Públicas; el endeudamiento de miles de familias colombianas con créditos educativos del ICETEX e instituciones financieras; el desvío de recursos públicos para la financiación de instituciones privadas; el desmonte progresivo del bienestar universitario que impide brindar condiciones materiales dignas para garantizar la permanencia y culminación de los programas académicos por las y los estudiantes.

La asfixia presupuestal tiene como efecto el detrimento de la planta docente y con ello de la calidad, la investigación y la formación académica al interior de las instituciones de educación superior. Toda esta situación tiene una repercusión directa en el acceso a la educación superior por parte de sectores populares del país, distintos grupos étnicos y diversidades sexuales.

Frente a esta situación, exigimos plena financiación a la educación superior, el reconocimiento y pago de la deuda histórica que ha provocado el desfinanciamiento de las universidades públicas y cuyo monto asciende a cerca de 16 billones de pesos. Estos recursos son fundamentales para el mejoramiento de las condiciones de infraestructura, formalización de la planta docente, investigación y bienestar de nuestras Casas de Estudios.

Manifestamos nuestro rechazo al Sistema Nacional de Educación Terciaria y a los proyectos de Ley 262 que crea el Sistema de Financiación Contingente al Ingreso y, el proyecto de Ley 275 que convierte el programa Ser Pilo Paga en política de Estado. Estas iniciativas legislativas profundizan las lógicas de mercantilización y privatización de la educación superior mediante el fortalecimiento del subsidio a la demanda y, con ello, el endeudamiento de miles de jóvenes y familias en el país, al tiempo que desvía recursos públicos hacia el sector privado agudizando la crisis presupuestal de las IES públicas. Hacemos un llamado al estudiantado a estar alerta ante la intención de aprobación de dichas iniciativas legislativas.

Exigimos el retiro de estos proyectos y el desmonte del “Ser Pilo Paga”, garantizando la permanencia, graduación y no endeudamiento de las y los estudiantes que han accedido a este programa. A su vez, proponemos un modelo de financiación basado en los principios de la universalidad y gratuidad de la educación superior, que garantice condiciones de acceso, permanencia y graduación. Levantamos la bandera de un sistema nacional de becas y matrícula cero para estudiantes de las IES públicas como paso conducente hacia la gratuidad.

Por otra parte, la ausencia de democracia y autonomía en instituciones públicas y privadas cierra espacios de participación y vocería estudiantil, además de atar a las instituciones educativas a intereses particulares aislados de las necesidades que presenta la sociedad colombiana. Respaldamos los procesos constituyentes de reformas democráticas al interior de las IES como los que se adelantan en la Universidad Distrital y la Universidad de Nariño, donde nos jugamos el derecho constitucional a la autodeterminación de las comunidades académicas.

Llamamos a la lucha por la democracia y la autonomía universitaria. En los próximos días se elegirán en 23 universidades rectores y autoridades académicas, exigimos del gobierno garantías democráticas vinculantes para que la comunidad educativa pueda por fin definir sobre su destino. Nos solidarizamos con la movilización de las y los estudiantes de la Universidad Autónoma del Caribe contra la corrupción en dicha institución y las pretensiones de intervención del Ministerio de Educación Nacional desconociendo de las propuestas de la comunidad universitaria para darle solución a la crisis.

Expresamos nuestro absoluto rechazo a la estigmatización de las universidades públicas y la criminalización del movimiento estudiantil. Las declaraciones del Alcalde Mayor de Bogotá, Enrique Peñalosa, sobre los hechos presentados en la Universidad Pedagógica Nacional son irresponsables, violan la autonomía universitaria y atentan contra la integridad de la institución y sus estudiantes. No aceptamos la imposición de la fuerza pública en las IES como forma de resolver los conflictos; en nuestras Casas de Estudios privilegiamos el diálogo y la confrontación racional de las diferencias, es decir, el debate argumentado de las ideas.

Por otra parte, manifestamos nuestro dolor y repudio frente al sistemático asesinato de líderes sociales, defensores de DDHH, excombatientes y sus familiares a lo largo y ancho del país. La construcción de paz y reconciliación exigen el respeto a la vida y el derecho a la protesta. Exigimos al Estado colombiano las acciones y garantías correspondientes para que estos condenables hechos no se sigan presentando. A su vez, exigimos la libertad de las y los prisioneros políticos, en particular, del movimiento universitario.

El ENEES convoca al estudiantado de todas las instituciones de educación superior del país a fortalecer desde las bases los espacios asamblearios y las expresiones gremiales unitarias en aras de avanzar en la conquista de los objetivos programáticos del movimiento estudiantil. A su vez, hace un llamado a la más amplia confluencia de la comunidad académica, al movimiento educativo y de los diferentes sectores de la sociedad colombiana que históricamente han sido vulnerados y despojados de sus derechos, a proponer e impulsar estrategias conjuntas de pedagogía, comunicación y movilización que permitan consolidar procesos de lucha en defensa de las aspiraciones del estudiantado y del movimiento social popular.

Frente a las lesivas políticas que profundizan las desigualdades sociales y que afectan profundamente a la educación superior, convocamos a la realización del II Encuentro Nacional de Estudiantes de Educación Superior, para el segundo semestre del presente año, los días 14, 15 y 16 de septiembre, con el objetivo de darle continuidad al proceso de unidad estudiantil por la defensa de nuestras Casas de Estudios.

El proceso de movilización se orientará hacia la acumulación de la fuerza estudiantil y la consolidación de un espacio amplio y democrático de articulación y coordinación nacional. El momento exige el fortalecimiento de la dinámica de movilización y la preparación de las condiciones para llamar a la realización de un paro nacional de la educación superior que confronte la crisis actual de la misma. Convocamos al estudiantado a la Jornada Nacional de Protesta los próximos días 24 y 25 de abril con un cese de actividades académicas en todo el país por la defensa del derecho a la educación, como también a sumarse a la agenda de movilización emanada de este encuentro.

Somos la Generación del Centenario, dispuestos a escribir nuestra propia historia bajo el legado de los gigantes de Córdoba y de las precedentes generaciones que entregaron todo por transformar la educación. Reafirmamos nuestro férreo compromiso por conquistar para el pueblo colombiano educación pública, gratuita y digna para toda la juventud. Queremos vivir en un Macondo en paz, digno y feliz.

¡Seamos realistas, hagamos lo imposible!
¡Nos aguarda un futuro mejor, si el presente es de lucha!

Bogotá, marzo 19 de 2018

Link para descargar la Declaración Final en formato pdf:

http://comosoc.org/IMG/pdf/declaracio_n_final_enees.pdf

Fuente de la Noticia:

http://comosoc.org/declaracion-enees-01-2018

Comparte este contenido: