Colombia: “Si usted no tiene salud, educación, una buena productividad, una vivienda… pues no va a haber nunca paz en la vida”

América del sur/Colombia/Noviembre 2020/eldiariodelaeducacion.com

  • Resiliencia, organización y acción por la paz con perspectiva de género entre los cafetales del sur del Tolima, Colombia.

Los arbustos de café mezclados con los plátanos perfilan el color rojizo de las carreteras, planas solo de vez en cuando. Al girar la ladera, por encima del camino, un cartel estampado con numerosos logos institucionales da la bienvenida a “Planadas, Municipio de Paz”. A su lado, diversos plafones publicitan la calidad de los cafés especiales de Planadas, ganadores de la Taza de la Excelencia en varias ocasiones.

Anuncios que resumen toda una declaración de intenciones de una localidad con más de 50 años de conflicto en su historia, y que está cansada de que únicamente se la conozca como “la cuna de las FARC”.

Una de las mujeres supervivientes y resistentes a la violencia de décadas es Leonoricel Villamil Toro. En 2020 desarrolla su tercer período como concejal en Planadas por el Partido Verde, en representación del corregimiento de Gaitania, uno de los dos corregimientos rurales del municipio del sur del departamento del Tolima, a unos 1.500 metros de altitud. Leo, como se le conoce en toda la región, ejerce de 2ª vicepresidenta del Concejo, siendo ella la única mujer entre los trece miembros de la asamblea municipal. En 2015, después de asistir a un encuentro de Mujeres por la Paz en Bogotá, vio claro lo que tenía que hacer. «Me tomé el atrevimiento de vincularme, participar y representar a la mujer planaduna. Empecé a ir a las veredas a decirles cómo debíamos comenzar a articularnos, mostrar que sentimos un dolor pero que ya debemos dejar los miedos y hemos de reclamar los derechos que tenemos según la Constitución», declara Leo al recordar sus primeros pasos en la organización de mujeres. Es muy sencillo.

Además de dedicarse a la función pública y al trabajo por la comunidad, Leo también se hace cargo de la finca y los cafetales familiares. Mientras recorre la finca paterna, repasa su dura historia familiar, ligada al devenir del conflicto. “Me he visto afectada tanto y de tal manera que… una de ellas fue la terminación de mi familia, que constaba de cinco hermanos varones y mi persona. De ellos ya no queda ninguno”. Después de tomar aire, Leonoricel reflexiona: “Cuando a una le tocan es cuando siente y sabe el valor de las demás mamitas”.

Parir en medio de la guerra

La campesina llegó a Gaitania con tres años y desde ese entonces allí se crió, se educó y tuvo tres hijos, de los cuales solo le quedan dos. “El hijo me lo asesinaron el 27 de septiembre de 2015, a la edad de 28 años, junto con mi hermano y otro campesino”. Mientras clava la mirada en las montañas lejanas que los cafetales pintan al estilo puntillista, Leo habla del “temor de la gente a venir” durante años y años, y recuerda “cuando los helicópteros pasaban por encima de nuestras cabezas mientras el Ejército se desplazaba por tierra, y uno no sabía a quién ponerle cuidado; estábamos en medio de las balas, pero se seguía recolectando café”.

Según rememora la campesina: “A nosotras nos tocó parir a los hijos en medio de la guerra. Con lo que vivimos acá en la región —porque nosotros vivimos tomas guerrilleras— nos ha tocado salvar vidas, intermediar por personas, enterrar gente que quizás su familia nunca supo qué pasó… Asimilamos eso, y con mucha prudencia y cautela hemos aprendido a vivir en esta región donde nos hicieron mucho daño. A mí, y a las demás mujeres de Planadas, y más que todo, en la vereda Marquetalia, que fue en la que nacieron las FARC».

Según recoge la historiografía fariana, los fundadores de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, nacidas en 1964, fueron “48 campesinos que habitaban en la región de Marquetalia, una colonia agrícola fundada por ellos mismos, 10 años atrás, a principios de los cincuenta”. Leonoricel narra que entre los desplazados de esas primeras guerras de la Violencia en Colombia estaba Pedro Antonio Marín, que se hizo llamar Manuel Marulanda Vélez. De él, Leo recuerda que se presentó como ingeniero y que fue el que trazó la vía hacia el municipio de Neiva: “Ese señor ya tenía también unas ideologías buenas, tampoco era todo malo”.

Vistas de la cordillera donde se ubica Gaitania, Planadas. Además de los núcleos urbanos, una buena parte de la población reside en veredas rurales alejadas. | Imagen: Leider Guerrero

​Como las otras zonas de colonización de mediados del siglo XX ubicadas en Planadas, “las colonias agrícolas fundadas por el campesinado desterrado de sus zonas de origen pasaron a ser consideradas Repúblicas Independientes a las que había que aniquilar”, según recoge la página web de la organización guerrillera. El relato de las FARC continúa: “El Ejército Colombiano, bajo la orientación de la misión militar yanqui” lanzó la Operación Soberanía u Operación Marquetalia, con la que combatió el comando guerrillero que dirigía el propio Marulanda, alias “Tirofijo”, quien después sería Comandante en Jefe de las FARC. El también fundador de las FARC, Jacobo Arenas, explica en el libro Diario de la resistencia de Marquetalia que “es de esta agresión contra las colonias de Marquetalia, el Pato, Riochiquito y El Guayabero que nacen las FARC como respuesta armada”. En el Programa Agrario de los Guerrilleros, proclamado el 20 de julio de 1964, los campesinos revolucionarios justificaban su lucha explicando que se alzaron en armas porque en Colombia estaban cerradas las “vías de la lucha política legal, pacífica y democrática”.

Más allá del mito fundacional

La historia aún sigue viva en la memoria de los y las habitantes de las veredas y casas de Planadas. “Aquí hay gente todavía que vivió y vio la Operación Marquetalia —remarca Leo—, y hay gente que combatió obligatoriamente contra la guerrilla, porque en ese entonces prestaban su servicio militar y todavía están acá”. Pero esta historia narrada desde la distancia y la falta de empatía se ha convertido para muchos en una marca que desean olvidar. “Aún hoy día todavía sigue el estigma de que aquí nació la guerra… Y eso es lo que nosotros estamos tratando de borrar”, dice Leo, a la vez que su mano derecha hace un gesto de borrar una pizarra.

 

Pese al mito fundacional, el conflicto en los montes del sur del Tolima venía de antes. De hecho, cuando hablan del conflicto armado en el Tolima, los expertos del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y de las instituciones académicas locales hablan de “una estructura endógena de largo aliento” y unos “orígenes asociados al período de La Violencia (1946-1958)”. En ese entonces, el conflicto armado era entre liberales y conservadores. Según la terminología local, Gaitania se clasificaría como un “municipio rojo”, aludiendo a su composición mayoritariamente liberal, en términos del bipartidismo tradicional.

“Aquí tildaron, aquí juzgaron. Aquí señalaron, pero ellos nunca supieron cuál era verdaderamente el conflicto, y nadie sabe por qué nació verdaderamente la guerra”, prosigue Leo, que corrobora que “no fue solamente la guerrilla”. La represión de las fuerzas militares, los falsos positivos y los montajes contra campesinos para ganar unas recompensas por haber capturado a unos supuestos guerrilleros atemorizaron la población civil del mismo modo, tal y como recoge el Colectivo de Abogados “José Alvear Restrepo” (CAJAR), entre otras organizaciones defensoras de derechos humanos. “Nos tocó vivir una etapa muy dura porque tanto el gobierno como las Fuerzas Militares también causaron mucho daño”.

Planadunas organizadas por la reconciliación y la paz

Pese a toda la violencia sufrida, Leo no duda que “hay que seguir, hay que dejar esos resentimientos, esos dolores, y hay que tratar de reconciliar. Ese es el ejemplo que tenemos que dar nosotras como mujeres, que somos las que generamos vida, que somos las que procreamos, las que parimos hijos. Ninguna madre quiere perder a un hijo ni quiere seguir trayendo hijos a este mundo para una guerra”, recuerda la concejal. Precisamente, fue en septiembre de 2015, después de la muerte de su hijo, cuando Leonoricel dio el paso de organizarse y luchar por los derechos de sus vecinas, especialmente por las mujeres víctimas del conflicto.

Los murales que enmarcan el parque infantil de Gaitania dan cuenta de la movilización de las mujeres planadunas por la paz. | Imagen: Helena Rodríguez

En el primer encuentro que organizaron participaron más de 500 mujeres, e hicieron una videoconferencia con Victoria Sandino, directora de la Subcomisión de Género de los diálogos de Paz de La Habana (Cuba), y durante la cual todas las mujeres de las veredas presentaron una propuesta. Así nació el Consejo de Mujeres por la Paz de Planadas, y según reporta Leo, hoy en día hay otras ocho asociaciones de mujeres en el municipio. Durante los últimos 5 años, las mujeres de Planadas han interactuado también con las mujeres del Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de El Oso, la zona veredal para el proceso de desmovilización de la guerrilla de las FARC ubicada dentro de la jurisdicción de Planadas.

Sobre las mujeres de la zona veredal, Leo destaca que “ellas hoy en día tienen sus hijos, quieren que estudien, que se formen, y no quieren que vuelvan a la guerra”, eso, para ella, es todo un triunfo de la paz. Por otra parte, Leo reconoce que, tal y como las excombatientes denuncian, el Gobierno les está incumpliendo. “Por eso nosotras tenemos que aprendernos bien los cinco puntos, los puntos recogidos en los Acuerdos de Paz para uno poder hacer un reclamo”. Esos puntos a los que la concejal hace referencia son la implementación de una política de desarrollo agrario integral, la mejora de la participación política, el fin del conflicto con el cese de hostilidades bilateral, la solución al problema de las drogas ilícitas y la reparación de las víctimas, más un sexto punto referente a los mecanismos de implementación, verificación y refrendación de los acuerdos.

En busca de una verdad reparadora y una vida digna

Pese al reconocimiento de la fortaleza que les ha supuesto que los Acuerdos de La Habana hayan incluido en uno de sus principales puntos la equidad de género, Leonoricel opina que ellas, las mujeres víctimas supervivientes, sólo están representadas en parte. “En parte sí, porque hemos trabajado para que la paz continúe, y la inclusión de la equidad de género ha sido vital para nosotras salir a reclamar y mostrar que lo podemos hacer. Pero en parte no, porque nosotros también hemos sido afectados por el gobierno nacional, y en eso uno no ve justicia, uno no ve nada. Por eso nosotros hacemos parte y reclamamos el esclarecimiento de la verdad, que tanto los Acuerdos como la JEP (la Jurisdicción Especial para la Paz) recogen. Si usted cuenta la verdad, está sanando. Y a eso es a lo que nosotros hacemos un llamado”.

A su vez, la lideresa denuncia que hay gente que aún vive con temor, porque “todavía siguen los señalamientos”, que “la gente no sabe por qué fue víctima de la guerra” y que “todavía después de este Acuerdo de Paz, hay muchas irregularidades”. No fue hasta mediados de febrero de 2020, casi cuatro años después de la firma de los acuerdos, que la Comisión de la Verdad instaló la primera Mesa Técnica de No Repetición, como recogen los documentos publicados por la propia alcaldía de Planadas.

De igual forma, la concejala llama la atención sobre el acoso a los líderes sociales, una situación que también se siente en Planadas. “Hay mucha incertidumbre, no sabemos lo que está pasando”, explica Leo, que habla de la amenaza de los llamados “grupos posdesmovilización”: “Hablan de disidencia, de grupos que no sabemos quiénes son, de dónde son, cómo son… Con la guerrilla se sabía quién era el guerrillero, pero uno ahoritica no sabe quién es quién”. “158 armados con fusiles en Ataco-Planadas. ¿Y eso es delincuencia común?”, Ironiza Leo mientras conversa con las vecinas. “El último que mataron fue dentro, aquí en el pueblo, en plena calle, y las mujeres no nos estamos escapando de la muerte, lo asesinan por callarlo o callarla a uno”, lamenta la lideresa.

​El camino hacia la paz: la superación de la pobreza

En su acción política, Leonoricel denuncia especialmente las condiciones de empobrecimiento en las que viven muchas de las campesinas de Gaitania. Por eso, Leo reclama que las mujeres “que se levantan a las 3 o 4 de la mañana y son las últimas que se acuestan, pero no tienen remuneración ni una vivienda digna”, sean reconocidas, recompensadas y visibilizadas, “porque en el campo y en el hogar lo fundamental es la mujer”. En la misma línea, Leo exige “que el gobierno cumpla y haga realidad los proyectos productivos y todo lo recogido en el acuerdo de paz”. Tal y como la lideresa remarca, “si usted no tiene salud, no tiene educación, una buena productividad, comercio, una buena vivienda… pues no va a haber nunca paz en la vida”. Pero si hay una necesidad que Leo destaca por encima de las demás es la de fortalecer la educación y ampliar la oferta formativa, para que los niños y niñas del municipio tengan la oportunidad de acceder a carreras universitarias.

Pese a su fortaleza externa, Leonoricel reconoce que no es fácil ser lideresa, y no es fácil ser una concejal entre doce hombres. “El machismo todavía sigue reinando en Colombia y en todo el mundo, y creen que las mujeres no somos capaces de administrar y manejar. Pero se equivocan, porque las mujeres somos más conscientes y más organizadas, y lo hemos demostrado”. Por eso, Leo está convencida de que las charlas y capacitaciones de equidad de género y empoderamiento a las mujeres y a las familias son fundamentales. “Esto es lo que más reclaman las mujeres. Que lleguemos a las veredas, a lo más profundo del campo”. La concejal tiene clara cuál es su perspectiva de futuro en cuanto a la organización de las mujeres en Planadas: “Las quiero ver bien, viviendo bien, educadas y empoderadas como mujeres».

Fuente e imagen tomadas de: https://eldiariodelaeducacion.com/educacion-por-la-paz/2020/11/25/si-usted-no-tiene-salud-educacion-una-buena-productividad-una-vivienda-pues-no-va-a-haber-nunca-paz-en-la-vida/

 

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La resiliencia comunitaria, la esperanza de África

Redacción: Iagua

Epidemias y pandemias han marcado la historia africana. La COVID-19 llega al continente solapándose con otras enfermedades endémicas, serias deficiencias médicas y objetivos aún no conseguidos en acceso al agua y saneamiento. La población africana conoce bien el poder que tiene el espíritu comunitario. Es su más poderosa arma en la lucha contra la pandemia de la que todos podemos aprender.

Un viaje al frente de la lucha contra el ébola. Beni, región de Kivu del Norte, República Democrática del Congo. Hospital general de Beni. Photo: World Bank / Vincent Tremeau

La pirámide demográfica en países africanos presenta una población mucho menos envejecida que la de los países desarrollados. Esto apunta a que algunos epidemiólogos lo consideren un factor tendente a reducir la mortalidad por la COVID-19 atendiendo a las estadísticas mundiales que se han generado hasta ahora. Ocurrió con el coronavirus del SARS, en 2002-2003, y la gripe H1N1, en 2009. Sin embargo, al igual que en otras enfermedades, la vulnerabilidad del sistema inmunitario de los africanos más pobres, debilitado por la malnutrición, y la simultaneidad con otras enfermedades endémicas, amenazan en sentido contrario. Es el caso de muchas regiones de África en las que la falta de acceso pleno al agua y al saneamiento plantean el peor escenario para la propagación y mortalidad de la pandemia.

Un solapamiento letal


El acceso al agua segura es esencial para la supervivencia. © 2016 European Union (photographer: Jose Cendon).

Las pandemias que llegan a África suelen solaparse con las endemias propias de determinadas zonas, por lo que los pronósticos de riesgo se vuelven más inciertos. Un ejemplo lo constituyen las enfermedades debidas al mal estado del agua, como la diarrea, una lacra que diezma y deja sin defensas al organismo de la población infantil africana; y las enfermedades respiratorias como la neumonía infantil y la tuberculosis que, asociadas con el sida, otra de las endemias lacerantes de África, incrementan la vulnerabilidad de la población de forma dramática.

En su boletín semanal sobre brotes epidémicos y emergencias médicas, la OMS señala que la COVID-19 llega a África coexistiendo además con más de 90 brotes epidémicos, como el ébola en la República Democrática del Congo, el sarampión en la República Centroafricana y la fiebre amarilla en Uganda, entre otros.

A las alertas de la OMS se ha añadido la de la FAO sobre las plagas de langosta que se ciernen sobre la agricultura de los países del este de África, como  Somalia, Kenia, Uganda, Sudán del Sur y Etiopía. A causa de las lluvias generalizadas que cayeron a fines de marzo, los enjambres de este insecto devorador de cultivos amenazan con extenderse de junio a julio coincidiendo con el inicio de las cosechas. Esto representa una amenaza sin precedentes para la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia de los campesinos de una de las zonas geográficas más amenazadas por el cambio climático.

Falta acceso al agua, saneamiento y servicios médicos


En el África subsahariana, el 40 % de la población vive en zonas urbanas, la mayor parte de las cuales han experimentado un crecimiento desordenado. ©UN Photo/Christopher Herwig.

En el África subsahariana, el 40% de la población no tiene acceso al agua salubre. Esto significa que 300 millones de personas están expuestas a las enfermedades características del agua contaminada, y que las expectativas de mantener programas eficientes de higiene personal son remotas.

Por otra parte, un 40 % de la población vive en zonas urbanas, la mayor parte de las cuales han experimentado un crecimiento desordenado. ONU Habitat estima que 570 millones de africanos viven en tugurios en condiciones de hacinamiento sin los mínimos servicios de suministro de agua y saneamiento, y para los que la cobertura médica es un bien remoto. En estas condiciones, el confinamiento y distanciamiento social son objetivos difíciles de conseguir.En las zonas rurales subsaharianas el confinamiento genera problemas se supervivencia notables. La OMS estima que en África, más de una cuarta parte de la población, la gran mayoría mujeres, sobrepasa los 30 minutos andando para ir y volver a una fuente de agua. En total pasan 40.000 millones de horas al año fuera del hogar buscando agua y, pese a ser una lacra inaceptable, este tiempo es el que emplean muchas mujeres y niñas para socializar entre ellas.

Los países africanos tienen los sistemas de salud más precarios del mundo. En general, en todo el continente, no llega al 50 % la población que tiene acceso a servicios médicos eficientes. Sus sistemas sanitarios funcionan por debajo de la mitad de sus posibilidades en cuanto a recursos humanos y materiales, por lo que son incapaces para hacer frente a un aumento exponencial de pacientes con necesidad de cuidados intensivos.

La Unión Africana ha reaccionado con rapidez ante la COVID-19. Los 55 estados miembros han sido conscientes de la importancia de aprender de lo ocurrido en China, Europa y EEUU y lanzar un programa de medidas coordinado con la OMS y con instituciones científicas y médicas internacionales. El plan se basa en sistematizar la vigilancia, los test de detección, la prevención, la gestión de los centros médicos y las estrategias de comunicación con la población. Este programa, multilateral e integrador, está reflejado en el documento Africa Joint Continental Strategy for COVID-19 Outbreak que se aparece como una experiencia de cuyos resultados todo el mundo puede aprender para esta crisis y las futuras pandemias que puedan surgir..

El poder de la comunidad


La concienciación de que lo bueno para uno ha de ser bueno para la comunidad está sólidamente enraizada entre los africanos, especialmente en las comunidades rurales. © Carlos Garriga / We Are Water Foundation.

La concienciación de que lo bueno para uno ha de ser bueno para la comunidad está sólidamente enraizada entre los africanos, especialmente en las comunidades rurales. La experiencia de la Fundación en el proyecto que llevó agua potable y educación en la higiene en Brakna, en Mauritania, lo demostró.

Brakna es una de las regiones más deprimidas del país, con una tasa de pobreza superior al 40%. Allí la población lleva décadas afectada por crisis recurrentes de enfermedades, como la diarrea o la malaria, y severas sequías que aceleran la desertización y abocan al país a un círculo vicioso de inseguridad alimentaria, malnutrición y pobreza.

 


En Brakna, Mauritania, donde la Fundación desarrolló uno de sus proyectos, el 62 % de la población utilizaba fuentes no seguras de agua. ©Carlos Garriga /We Are Water Foundation.

En Brakna, en noviembre de 2017, el 62 % de la población utilizaba fuentes no seguras de agua debido a su imposibilidad de pagar el suministro o por la lejanía de sus casas de las fuentes salubres. La falta de acceso a productos para la potabilización del agua era una de las causas de la prevalencia de la diarrea que alcanzaba al 21% en la zona de intervención del proyecto.

El trabajo de la Fundación, en colaboración con Save the Children, tuvo como objetivo mejorar el acceso al agua y las prácticas de higiene para reducir la desnutrición infantil. Se distribuyeron 250 kits de higiene entre los hogares más pobres, alcanzando a unas 1.500 personas. El kit contenía cloro para el tratamiento del agua, jabón para promover el lavado de manos, un recipiente para almacenar el agua y detergente en polvo.

Las distribuciones de kits se realizaron con sesiones educativas en las que se explicó cómo utilizar los productos, las prácticas de higiene básicas de lavado de manos y las prácticas culinarias seguras.

El proyecto logró sus objetivos de beneficiar al resto de los aldeanos gracias a su espíritu participativo. Esto facilitó la formación y gestión de comités comunitarios que monitorizaron las buenas prácticas y las transmitieron a más de 43.000 habitantes repartidos en 124 aldeas de la región. El convencimiento de que el empoderamiento comunitario es la mejor herramienta para combatir las crisis sale fortalecido en todos los proyectos de ayuda que se desarrollan en África, asegurando así su plena sostenibilidad.


La celebración por la consecución de agua y saneamiento es un sentimiento que se enraiza y comparte como el logro comunitario de un pueblo que está obligado a sobrevivir día a día. © Carlos Garriga / We Are Water Foundation.

Esta experiencia se hace extensiva a los 12 proyectos que la Fundación ha desarrollado en la África subsahariana. En todos ellos la celebración por la consecución de agua y saneamiento es un sentimiento que se enraiza y comparte como el logro comunitario de un pueblo que está obligado a sobrevivir día a día. Esto permite al extraordinario pueblo africano lograr una resiliencia ejemplar para el resto del mundo, una de sus principales armas para luchar contra el coronavirus y de la que todos deberíamos aprender para superar la crisis que estamos viviendo.

Fuente: https://www.iagua.es/noticias/fundacion-we-are-water/resiliencia-comunitaria-esperanza-africa

 

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