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Mundo: El trabajo no remunerado puede afectar más la salud mental de las mujeres que de los hombres

El trabajo no remunerado puede afectar más la salud mental de las mujeres que de los hombres

Las mujeres suelen tener muchas horas de trabajo en el hogar y tareas de cuidado además de un empleo, mientras que los hombres tienen tareas menos sensibles al tiempo, como cortar el césped.

En todo el mundo, las mujeres realizan más trabajo no remunerado —las labores del hogar, el cuidado de los niños y los ancianos y la carga mental de gestionar una familia— que los hombres. Un nuevo estudio sugiere que esto afecta la salud de muchas de ellas.
Un metaanálisis de 19 estudios, que incluyó a 70.310 personas en todo el mundo, publicado en septiembre en la revista especializada The Lancet Public Health, encontró que cuanto más de este tipo de trabajo realizan las mujeres, peor es su salud mental. Esta investigación analizó el trabajo no remunerado de personas que también tenían un trabajo remunerado. De igual manera, otros estudios recientes han encontrado que el trabajo del hogar que realizan las mujeres se asocia con una mala salud, tanto física como mental.

Los hallazgos señalan una razón por la que a las mujeres se les suele diagnosticar ansiedad y depresión con más frecuencia que a los hombres y ayuda a explicar por qué, ahora que las escuelas están abiertas y las madres regresaron a sus empleostodavía sienten más estrés del que sentían antes de la pandemia. Los efectos en la salud mental de ese trabajo adicional que las madres hicieron durante los momentos más difíciles de la pandemia aún prevalecen.

La investigación encontró que las labores domésticas y el cuidado de los niños tienen un menor impacto en la salud de los hombres. Tal vez esto se deba a que lo realizan en una proporción mucho menor. En Estados Unidos, las mujeres trabajan un promedio de 4,5 horas en esas actividades, en comparación con 2,8 horas en el caso de los hombres, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (calcula promedios generales, sin considerar si las personas tienen un empleo remunerado o no). En Grecia, el promedio es de 4,3 horas en el caso de las mujeres contra una hora y media, en el de los hombres. Incluso en los países donde hay mayor equidad de género, como Suecia, las mujeres dedican a esas labores 50 minutos más al día que los hombres.

Durante los confinamientos por la pandemia, los hombres realizaron más trabajo no remunerado del que habían hecho antes, pero lo mismo sucedió con las mujeres, así que sus porcentajes totales continuaron igual. Esto sucedió en diversos países.

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Los hombres suelen encargarse de las tareas exteriores, como cortar el césped, que se realizan con menos frecuencia y en un horario más flexible que algunas tareas domésticas típicas.
Credit…Travis Dove para The New York Times
Los hombres suelen encargarse de las tareas exteriores, como cortar el césped, que se realizan con menos frecuencia y en un horario más flexible que algunas tareas domésticas típicas.

Pero también se debe a que el tipo de trabajo de esta índole que realizan los hombres no está sujeto a horarios fijos y es más disfrutable o al menos más tolerable. Por ejemplo, los hombres suelen estar a cargo de actividades al aire libre, como podar el césped, que se hacen con menos frecuencia y en un horario variable. Es más probable que las mujeres realicen tareas cotidianas en horarios fijos, como preparar los alimentos o limpiar la casa.

Puede que las expectativas sociales tengan algo que ver. Por ejemplo, hay estudios que han demostrado que las mujeres sienten la presión de mantener la casa limpia y se sienten juzgadas si no lo hacen. Por su parte, a los hombres suele elogiárseles por actividades cotidianas como limpiar la casa o llevar a un hijo a una cita médica.

El trabajo no remunerado en sí no es problemático, según la investigación. Más bien, es todo lo que conlleva: si entra en conflicto con las responsabilidades de alguien más, como el trabajo remunerado, y si es lo que alguien quiere hacer.

Los científicos sociales nombraron por primera vez estos problemas hace más de medio siglo, y desde entonces se han agudizado, ya que cada vez más mujeres han asumido un trabajo remunerado. El término “tensión de roles”, acuñado en 1960 por el sociólogo William J. Goode, describe lo que ocurre cuando los múltiples roles de una persona interfieren con su rendimiento en otros: cuando las largas horas de trabajo doméstico no remunerado hacen que la gente se sienta menos capaz de hacer su trabajo remunerado, o viceversa.

La “pobreza de tiempo” —un término que los científicos sociales utilizan para describir el hecho de no tener suficiente tiempo para trabajar o realizar actividades recreativas— afecta en especial a las mujeres con demandas de cuidado y a personas con trabajos sin flexibilidad y mal remunerados. La pobreza de tiempo contribuye a declives en la salud mental y también dificulta hacer cosas que mejoran la salud como hacer ejercicio, dormir o cultivar amistades. Un estudio encontró que aunque es cada vez más probable que las parejas heterosexuales compartan la responsabilidad del trabajo remunerado y el que no lo es, los hombres tienen mucho más tiempo de ocio los fines de semana mientras las mujeres realizan más labores del hogar.

En algunos casos, se encontró que los padres que renunciaron al trabajo remunerado para cuidar de los hijos se sienten más contentos con sus labores no remuneradas, pero no siempre es así. Depende de qué tanto coincide con lo que querían hacer o si sienten que en realidad no tuvieron muchas alternativas al momento de elegir.

“No está claro que realizar una mayor cantidad o una mayor proporción de trabajo doméstico no remunerado se asocie negativamente con la salud física o mental per se”, dijo Daniel L. Carlson, sociólogo de la Universidad de Utah, que estudia el tema. “Las madres que tienen la responsabilidad mayoritaria de esas tareas, pero que también son muy convencionales en sus roles de género, no están en conflicto con esa responsabilidad. Pero en el caso de las mujeres que creen más en la igualdad, tener esas responsabilidades conlleva una salud mental más deficiente”.

De ahí se derivan en parte las identidades discordantes, explicó: “Quiero ser esta persona, pero no lo soy”.

Resulta revelador que, aunque las parejas del mismo sexo tienden a repartirse la responsabilidad principal del trabajo y la familia una vez que tienen hijos, suelen estar más contentas con la división. Hay investigaciones que han descubierto que esto se debe a que es más frecuente que se hable de quién hará qué, en lugar de suponerlo en función del género.

Los investigadores de The Lancet afirman que es difícil extraer conclusiones definitivas de los 19 estudios y que sería conveniente realizar más investigaciones. Hay un vacío en la investigación académica, que algunos estudios más recientes están empezando a llenar: se trata de un análisis más detallado de cómo afectan a las personas los distintos tipos de tareas y responsabilidades.

Por ejemplo, para algunas personas es más agradable hacer la compra que lavar la ropa o disfrutan más cocinar que lavar los platos. El cuidado de los niños puede resultar más gratificante que las tareas domésticas, y leer o dar un paseo con un niño es más agradable que calmar un berrinche o levantarse a las tres de la mañana a atender a uno de los hijos que se despertó.

Pero, según los investigadores, una cosa está clara, cuando los hombres realizan más trabajo no remunerado, se alivia el impacto en las mujeres.

Claire Cain Miller escribe sobre género, familias y el futuro del trabajo para la sección The Upshot. Se unió al Times en 2008 y formó parte de un equipo que ganó el Pulitzer al servicio público en 2018 por informar sobre temas de acoso sexual en el lugar de trabajo. @clairecm  Facebook

Fuente: https://www.nytimes.com/es/2022/10/06/espanol/trabajo-no-remunerado-mujeres.html

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¡Urgente! Hay que cuidar la salud mental en las aulas

Por: Susana Velasco

La depresión o la ansiedad son cada vez más comunes entre nuestros niños y jóvenes. ¿Está la escuela preparada para prevenir y detectar los posibles problemas de salud mental en momentos vitales tan determinantes como la infancia y la adolescencia?

Comienza un nuevo curso y con él múltiples retos. Aunque la crisis sanitaria ya no es tan acuciante y la sociedad se ha podido relajar en gran medida, sus efectos todavía están presentes hoy en numerosos niños y jóvenes. Y es que la pandemia trajo consigo aislamiento, deterioro en la socialización, problemas económicos y de convivencia intrafamiliar… Un caldo de cultivo que disparó y agudizó diversos problemas relacionados con su salud mental. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 1 de cada 5 niños y adolescentes tiene un problema de salud mental diagnosticado y cerca de la mitad de estos trastornos aparecen antes de los 14 años. Podemos añadir un dato aún más escalofriante: el suicidio ya se ha convertido en la quinta causa de muerte en el mundo entre este sector de la población.

A estos problemas, hay que sumar otros trastornos preocupantes como la depresión o la ansiedad que representan el 40% de las enfermedades mentales diagnosticadas, según el informe ‘En mi mente’ de Unicef. Podríamos agregar el incremento de los trastornos fóbicos, los obsesivo-compulsivos, de conducta, alimentarios y un (lamentablemente) largo etcétera.

Así están las cosas. Y me viene una pregunta a la cabeza: ¿está la escuela preparada para prevenir y detectar los posibles problemas de salud mental en momentos vitales tan determinantes como la infancia y la adolescencia? Es urgente que así sea. Es básico que la Promoción de la Salud Mental en las aulas sea una prioridad y que la educación emocional ocupe el espacio que merece en el día a día escolar.

La pandemia ha sido el detonante para que los jóvenes expresen de forma más libre cómo se sienten psicológicamente.

Claves para mejorar la salud mental del alumnado

De todo ello hablamos en profundidad en el reportaje sobre salud mental que incluye este número (el 47 ya) de la revista EDUCACIÓN 3.0. En él se abordan las claves para mejorar la situación, se reclama la imprescindible labor de los orientadores y psicólogos, y se informa de la nueva figura del coordinador de bienestar y protección que entrará en las aulas este curso con el objetivo de fomentar el buen trato y el bienestar del alumnado.

salud mental

De la grave y preocupante situación actual solo se desprende un matiz positivo: según los expertos consultados, la pandemia ha sido el detonante para que los jóvenes expresen de forma más libre cómo se sienten psicológicamente. Sin duda, esto es clave para que la sociedad en general, y la escuela en particular, se centre en normalizar estos problemas y así evitar el estigma que acarrean.

Desde luego, no son pocos los retos que nos esperan este curso. Lo importante es sentar las prioridades y, sin duda, la salud mental de nuestros niños y jóvenes debe ocupar los primeros puestos. ¿Listos?
¡Feliz curso 2022-23!

Este texto es el editorial que aparece en el Nº 47 de la revista EDUCACIÓN 3.0 impresa, correspondiente a septiembre-octubre 2022. Para acceder a todos sus contenidos es preciso suscribirse: podéis hacerlo desde nuestra tienda online

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/opinion/salud-mental-educacion/

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Ucrania: Casi 1.000 niños muertos o heridos en 6 meses

Al menos 972 niños en Ucrania han muerto o han resultado heridos por la violencia desde que la guerra se intensificó hace seis meses, una media de más de cinco niños muertos o heridos cada día.

La guerra en Ucrania ha dejado casi 1.000 niños muertos o heridos. Y estas son solo las cifras que la ONU ha podido verificar. Creemos que el número real es mucho mayor.

El uso de armas explosivas ha causado la mayoría de las víctimas infantiles. Estas armas no discriminan entre civiles y combatientes, especialmente cuando se utilizan en zonas pobladas, como ha ocurrido en Ucrania: en MariupolLuhanskKremenchuk y Vinnytsia. La lista es interminable.

«Una vez más, como en todas las guerras, las decisiones imprudentes de los adultos están poniendo a los niños en un riesgo extremo. No hay ninguna operación armada de este tipo que no provoque daños a los niños», ha explicado nuestra directora ejecutiva global, Catherine Russell.

No hay ninguna operación armada que no provoque daños a los niños

«Mientras tanto, más allá del horror de los niños que mueren o resultan heridos físicamente en los ataques, casi todos los niños de Ucrania han estado expuestos a acontecimientos profundamente angustiosos, y los que huyen de la violencia corren un riesgo considerable de separación familiarviolenciaabusosexplotación sexual y tráfico de personas«, ha añadido.

Nuestra directora también ha querido recordar que el inicio del curso escolar dentro de poco más de una semana será un duro recordatorio de lo mucho que han perdido los niños en Ucrania.

El sistema educativo ucraniano, devastado

«El sistema educativo ucraniano ha sido devastado por la escalada de las hostilidades en todo el país. Las escuelas han sido objeto de ataques o han sido utilizadas por las partes, por lo que las familias no se sienten seguras para enviar a sus hijos a la escuela. Calculamos que 1 de cada 10 escuelas ha sido dañada o destruida. Todos los niños deben ir a la escuela y aprender, incluidos los niños atrapados en situaciones de emergencia. Los niños de Ucrania y los desplazados por esta guerra no son una excepción», ha afirmado Russell.

El trabajo de UNICEF para apoyar a los niños de Ucrania

Paloma Escudero en el almacén de suministros de UNICEF

Como explica nuestra directora de Comunicación a nivel global, Paloma Escudero, en UNICEF trabajamos sin descanso con nuestros aliados para ampliar los programas que salvan vidas de niños y niñas de Ucrania dentro y fuera del país.

Dentro de Ucrania, hemos:

  • Proporcionado material didáctico a cerca de 290.000 niños y niñas, e involucrado a más de 402.000 en la educación formal y no formal.
  • Llegado a más de 1,4 millones de niños y cuidadores con salud mental y apoyo psicosocial.
  • Llegado a más de 52.000 mujeres y niños con servicios de respuesta a la violencia de género.
  • Facilitado el acceso al agua potable a más de 3,4 millones de personas en Ucrania que viven en zonas donde las redes han sido dañadas o destruidas.
  • Proporcionado suministros de saneamiento e higiene a casi 455.000 personas.
  • Distribuido suministros sanitarios y médicos para salvar vidas a casi 4 millones de personas en las zonas afectadas por la guerra.
  • Llegado a más de 422.000 personas con ayuda monetaria polivalente dentro de Ucrania.

Desde UNICEF seguimos pidiendo un alto el fuego inmediato en Ucrania y que se proteja a todos los niños de cualquier daño. Esto incluye poner fin al uso brutal de armas explosivas en zonas pobladas y a los ataques contra instalaciones e infraestructuras civiles.

Los niños de Ucrania necesitan urgentemente seguridad, estabilidad, acceso a un aprendizaje seguro, servicios de protección infantil y apoyo psicosocial. Pero más que nada, los niños de Ucrania necesitan paz.

Fuente de la información e imagen: https://www.unicef.es

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La salud mental en Palestina, una cuestión política

Por: Carmen Diez Salvatierra

Corría el año 2017, yo apenas llevaba un año viviendo en Francia, lo suficiente como para darme cuenta de que Palestina era un tema tabú. En un pequeño cine del barrio latino proyectaban un documental, Tras los frentes: resistencias y resiliencias en Palestina, que había visto anunciado en un cartel de una calle del barrio de Belleville.

Después de dos horas de documental, se abrió frente a mí una realidad hasta entonces desconocida: cómo la ocupación y el apartheid israelí estaban afectando a la salud mental de las y los palestinos. Hasta hace nada, poco se hablaba de salud mental. Menos aún de las consecuencias que tiene este violento sistema capitalista, patriarcal y colonial en ella, en nuestras relaciones afectivas, en nuestro esquema relacional con el mundo. Y ahí estaba Samah Jabr, poniendo el dedo en la llaga, desde su propio contexto, pero abriéndonos las puertas a una situación que en realidad es universal: la de cómo el sistema de opresiones se enzarza en dificultarnos el bienestar.

La verdadera solución para la salud mental en Palestina está en manos de los políticos, no de los psiquiatras. Porque vivimos nuestras vidas, a pesar de nosotras, bajo ocupación militar, tenemos que combatir a nuestro opresor, luchar cada día por liberar nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestra tierra.

Al salir de la proyección, vi que se había editado una recopilación de artículos de Samah en francés. No necesité reflexionarlo mucho antes de proponer al comité de la editorial Hojas Monfíes la traducción y publicación al castellano. Y, gracias al paro técnico del covid, que me libró de la insoportable carga del trabajo, pude traducir y coordinar la aparición de este libro que hoy ha podido ver la luz: Tras los frentes, crónicas de una psiquiatra y psicoterapeuta palestina bajo ocupación.

Un abanico andaluz con el estampado de una kufiya palestina. Fatima Azahara
Abanico andaluz con estampado de kufiya palestina. @ftmzzhr1492 (©)

Pero, ¿quién es Samah Jabr? Es una psiquiatra, psicoterapeuta y escritora palestina, que ha recibido varios premios internacionales y hoy es la jefa de la Unidad de Servicios de Salud Mental de Cisjordania. Gran parte de su trabajo se centra en sensibilizar a la opinión pública, tanto a nivel local como internacional, sobre la importancia de la salud mental y el impacto de la ocupación en la integridad mental de los ocupados. El poco tiempo libre que le queda lo dedica a escribir artículos, dar conferencias y participar en emisoras de radio y televisión locales e internacionales.

Tenemos fe en nuestra capacidad colectiva para embellecer la ladera desnuda de la montaña e inspirar una primavera revolucionaria entre los oprimidos de la tierra.

Samah aprendió inglés de forma autodidacta y empezó a publicar sus crónicas a principios de los 2000 en medios como The Middle East Monitor o The Washington Report on Middle East Affairs. Su testimonio, tierno e incisivo a la vez, propone una mirada crítica de la ocupación ahondando en el trauma colectivo, la colonización cultural y psicológica y las estrategias israelíes de deshumanización progresiva del pueblo palestino. Humillación, aislamiento, control y sospecha, torturas, checkpoints, precariedad, marginación… Todos los males posibles se dan en Palestina. Como ella afirma en una de sus crónicas, “Un trauma individual puede dañar el espíritu, un trauma colectivo puede dañar el conjunto de la sociedad”. Ese trauma no dejará de existir mientras Palestina no sea libre.

Esperar que los palestinos no tengan odio o sentimientos negativos hacia Israel es como esperar que una mujer violada empatice con su violador. El activismo contra la opresión es el remedio para nuestro trauma político.

Samah denuncia en estas crónicas las múltiples violencias sistemáticas a las que está expuesto el pueblo palestino, lo que provoca un problema de salud mental generalizado. Para ella, la tierra palestina no podrá liberarse si no se liberan las mentes de su pueblo, si no se pone la vida en el centro. Hacer de la vida un acto de resistencia, hacer de la ternura un lugar de enunciación que nos libere: es lo que nos enseña este libro que, partiendo de un contexto particular, nos regala una mirada universal.

Hoy, cuando nos siguen llegando noticias tan aberrantes como la de Ahmad Manasra, preso desde los 12 años de edad, me digo que ni el dolor ni la rabia bastan. Como diría Samah, “nuestra acción de curación y recuperación es inseparable de nuestra lucha por la liberación. La vida bajo la opresión y la sumisión a la injusticia es incompatible con la salud psicológica”.

El libro de Samah Jabr puede adquirirse aquí.

Una entrevista que me hicieron las amigas de Mujeres por carta Francia, donde hablo de Samah y de su libro:

Fuente de la información e imagen:  El Salto

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Los daños ocultos

Por: Carolina Vásquez Araya

Pocas sensaciones resultan tan amenazadoras como la incertidumbre.

La población mundial ha entrado en un círculo interminable de temor por su vida, por la integridad de su estado de salud y, en consecuencia, por su futuro. De un modo nunca antes experimentado, una invasión viral se ha instalado como un escenario nuevo e inevitable del cual todavía se desconocen sus verdaderas dimensiones. Una y otra vez, como en un mar embravecido, se suceden las olas con distinto nombre, con diversas consecuencias, con la fuerza que les otorgan sus características ocultas. Es un entorno al cual -como en toda nueva realidad- los humanos comienzan a habituarse, obligados por la necesidad de conservar cierta estabilidad emocional.

Los esfuerzos estériles por contener los contagios -una situación patente en la mayoría de países- chocan de frente con la actitud resignada y progresivamente descuidada de la población. Esta, no acostumbrada a mantener las incómodas precauciones recomendadas por las autoridades sanitarias, las cuales les alejan física y emocionalmente de su entorno cotidiano y de sus seres queridos, prefieren el riesgo y olvidan las mínimas acciones capaces de contener los contagios. La mente juega la peligrosa partida del olvido cuando el miedo se hace presente. En tales circunstancias, ya queda claro cómo el esfuerzo por regresar a cierta normalidad resulta inevitable.

Un aspecto muy importante y poco atendido de la actual situación sanitaria del globo, es la salud mental. Sometida a una amenaza constante y en un estado general de ignorancia con respecto a lo implícito en este estallido viral, la población se ve orillada a buscar un nuevo marco de conducta para no perder del todo el contacto con la realidad. Si este desafío resulta duro y complicado para la población adulta, se vuelve un trastorno mucho más impactante para quienes dependen de las decisiones de otros, es decir: niñas, niños y adolescentes.

En la mayoría de países, en especial los menos desarrollados, el impacto de las oleadas de la pandemia ha dejado una fuerte cauda de actos de violencia, dirigidos de manera muy puntual contra este segmento tan vulnerable de la población. El resultado se ha visto en un incremento de delitos sexuales con el resultado de embarazos en niñas y adolescentes, aumento de las agresiones dentro del seno familiar y, sobre todo, en cifras de suicidio de jóvenes como una de las consecuencias del aislamiento y las condiciones en las cuales se debate la mayoría de núcleos familiares.

Ante este desolador panorama, los gobiernos -ya abrumados por su escasa capacidad de enfrentar el nuevo panorama sanitario- han abandonado por completo uno de los temas fundamentales: la atención prioritaria de la salud mental- por la costumbre atávica de marginarlo en sus políticas tradicionales. Atrapados en un contexto tan hostil, las nuevas generaciones no solo han perdido espacio físico para desarrollar sus distintas habilidades, sino también aquellas libertades capaces de proporcionarles un entorno más apropiado para su crecimiento social y emocional.

Estas carencias, provocadas por una situación que sobrepasa a la capacidad de adaptación, sin duda tendrán fuertes consecuencias futuras para quienes, por su edad y su condición de vulnerabilidad, recién comienzan a asomarse a los desafíos que les esperan. Por ello, la atención enfocada a proveer un ambiente de protección para este segmento de la población, debería contar entre las prioridades de quienes deben responder por su bienestar.

La mente tiende a olvidar cuando el miedo se hace presente.

Fuente de la información:    www.carolinavasquezaraya.com

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España: Educación reforzará la lucha contra el ciberacoso ante el aumento de casos

Europa/España/03-06-2022/Autora: OLGA ESTEBAN/Fuente: www.elcomercio.es

Ha evitado la consejera de Educación dar datos, aunque sí ha admitido que «el acoso está presente en nuestros centros educativos». No solo eso, sino que desde 2018 hubo un «aumento exponencial, luego bajó y este curso ha habido otro ligero aumento».

Las últimas cifras oficiales que se tienen son las del curso 2017-18, con 129 denuncias pero 85 expedientes abiertos y solo 6 casos reconocidos. Y las del curso 2018-19, con 179 denuncias y 20 casos admitidos. Porque Lydia Espina explicó que «siete de cada diez denuncias no pueden llegar a considerarse acoso», ya que no cumplen con las características propias de lo que está considerado como acoso, como la intencionalidad, la repetición. Aún así, «son situaciones indeseables que debemos evitar». Ha hablado la consejera de amenazas físicas y verbaleshumillaciones y cibercaso, entre otros.

Y es este último el tema en el que la consejería va a hacer un mayor esfuerzo, ya que en una de cada diez denuncias se menciona esta circusntancia, que hasta hace unos pocos años era «anecdótica». Por eso, ha anunciado Lydia Espina, la consejería va a actualizar el protocolo de prevención y actuación contra el acoso escolar y va a ofrecer formación a los docentes sobre este tema.

La consejera ha explicado estas cuestiones en la Junta General del Principado en respuesta a una pregunta planteada por la diputada de IU, Ángela Vallina, que considera que habría que estudiar la relación «entre el aumento de casos de acoso escolar y el de problemas de salud mental entre los jóvenes».

Por otro lado, Espina ha aunciado que en el próximo curso se van a aumentar las Aulas Abiertas o Aulas TEA. En estos momentos hay 16 aulas de este tipo en centros ordianrios, a las que acuden niños y niñas con Trastorno de Espectro Autista. Ha sido la diputada del PP Gloria García la que ha llevado el tema a la Junta, lamentando que las cifras no son suficientes. Ahora hay 80 alumnos en las Aulas Abiertas, con 32 docentes, especialistas en Pedagogía Terapéutica y Audición y Lenguaje. La idea para el próximo curso es abrir al menos cinco aulas más, para 25 niños y con 10 docentes. Se estudia sumar otras dos más.

Finalmente, el diputado de Foro Adrián Pumares ha pedido a la consejera que ponga en marcha un Plan de Educación Emocional y Bienestar, un ámbito en el que, aseguró, «existen grandes lagunas», especialmente después de la pandemia. Lydia Espina ha asgurado que el bienestar emocional del alumnado «es una prioridad» y que la nueva ley educativa le concede mucha importancia.

Fuente e Imagen: https://www.elcomercio.es/asturias/educacion-reforzara-lucha-ciberacoso-aumento-casos-20220531124702-nt.html

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El 25% de las y los jóvenes tomaron psicofármacos en el último año

Por:

  • La FAD publica la tercera edición de su Barómetro Juvenil. Salud y Bienestar en el que certifica la «mala salud» de la población entre los 15 y los 29 años; una situación que, en algunos indicadores, ha empeorado de forma alarmante.

Que el 25 % de las y los jóvenes de entre 15 y 29 años haya consumido psicofármacos es un problema, casi se mire como se mire. Bien es cierto, como explica Anna Sanmartín, directora del centro de estudios Reina Sofía, dependiente de la FAD, que del barómetro de 2019 a este ha habido una levísima mejora. Pero ya es un porcentaje elevadísimo.

Para Sanmartín esto tiene mucho que ver con una deficiente atención psicológica desde el sistema de salud en el que falta personal de psicología y psiquiatría y, tal vez con más frecuencia de la necesaria, se recurre a recetar psicofármacos para evitar las largas listas de espera en estos servicios públicos.

La FAD acaba de publicar su Barómetro Juvenil. Salud y Bienestar, el tercero que realiza (2017 y 2019 fueron antes) con una encuesta a 1.501 jóvenes de entre 15 y 29 años. En él ha preguntado sobre salud mental, uso de fármacos, ideación suicida, o cuáles son los temas que les preocupan.

El estudio de FAD deja una foto fija de 2021 poco alentadora que, en algunos momentos, cuando se compara con las de 2019 y 2017, resulta peor. Uno de los datos más llamativos es el obtenido al preguntar a las y los jóvenes por la percepción que tienen de su propia salud. El 54% cree que es buena o muy buena. En 2019 eran algo más del 77 % y en 2017, estsaba por encima del 86 %; 32 puntos porcentuales son una bajada estrepitosa en cuanto a la percepción que tienen las y los jóvenes de su propia salud.

O el dato de que el 56,4 % crea que ha sufrido, en el último año, algún problema de salud mental. Un autodiagnóstico que no consigue una certificación médica porque, de este grupo, el 49 % no pidió ayuda (principalmente porque no tenía cómo pagarla o porque subestimó el tema).

Y como suele pasar, los datos no son iguales para ellas que para ellos. En la práctica totalidad de los indicadores, ellas se encuentran en peor situación que ellos, salvo en el consumo de psicofármacos sin receta, donde ellos están a la cabeza. Para la investigadora Anna Sanmartín la cosa está en que «ellas tienen más presión» que ellos; «están más expuestas, se sienten más vulnerables y tienen más riesgo de sufrir algún tipo de violencia».

En cualquier caso, «no es fácil dar una respuesta sencilla», asegura Sanmartín y, no quiere que parezca un lugar común el hecho de que son cuestiones que están atravesadas por la visión de género. Ellas tienen más presiones en los estudios, en el mundo laboral y en las relaciones afectivas. También han sufrido una mayor cantidad de estrés por la responsabilidad de los cuidados en los últimos dos año. Sanmartín asegura que estos datos, esta tendencia, es conocida en la población general, pero es preopante que ya en edades adolescentes está tan presente.

Ingesta de medicamentos

El de la salud mental es, sin duda, uno de los temas «estrella» de los últimos meses. El confinamiento y la pandemia se han limitado a sacar a la luz la situación en la que miles de personas se encuentran a diario: con necesidad de algún tipo de tratamiento y/o terapia y sin posibilidad de acceder a la segunda, aunque sí al primero. Esta es una de als realidades de muestra este barómetro, al revelar que un algo porcentaje de personas, el 25 %, ha hecho uso de psicofármacos  en los últimos 12 meses.

Los datos globales mejoran unos pocos puntos para las mujeres mientras empeoran de forma muy leve en el caso de los hombres entre la oleada de 2019 y la de 2021.

Al preguntar a estas personas cómo han tomado este tipo de medicación, en el global, el 50,4 % lo hizo sin receta médica. Hablamos de medicamentos como ansiolíticos, hipnóticos, antidepresivos, etc. Los datos aquí son peores para los hombres, que en un 58,9 % no tienen receta frente al 41,8 % de ellas.

Si se atiende a las edades, cuanto mayores son más consumo hacen de este tipo de medicación. El barómetro de la FAD cubre entre los 15 y los 29 años, aunque se divide en tres bloques de edades: 15-19, 20-24 y 25-29. Mientras en este último grupo las cifras se reducen del 32,6 % de 2019 al 26,1 % de 2021, en el grupo de los más jóvenes las cosas han empeorado: de 18 % a 22,3 %. Y, en este caso, todavía es peor el uso sin receta médica: el 58,9 % de las personas entre los 15 y los 19 años lo hacen.

Ideación suicida y salud mental

Y más allá del uso de medicación o incluso de psicofármacos, la FAD ha querido preguntar por la ideación suicida en los últimos 12 meses. También lo hizo en 2019, año en el que, globalmente, el 5,8 % de las personas encuestadas afirmó tener ideas suicidas continuamente o con mucha frecuencia. En 2021 el porcentaje ha llegado al 8,9 %. Datos que empeoran más en hombres que en mujeres.

Bien es cierto que otros indicadores de menor frecuencia sobre ideación suicida con mejores. La ideación de baja frecuencia pasa de 34,3 % al 35,4 %. En este caso, las cifras de las mujeres mejoran, al mismo tiempo que las de los hombres empeoran. Para el porcentaje de quienes nunca las han tenido, de media pasan del 56,6 % al 52,8 % entre 2019 y 2021.

Estos son los datos globales. En el detalle por edades, la pandemia ha supuesto un golpe más duro entre las personas más jóvenes.

Como explicita Anna Sanmartín, «la salud mental empeora, en todos los casos. Pese a todo, baja el porcentaje de quienes piden ayuda». Este es uno de los puntos en los que la investigadora pone el foco; al hablar de las dificultades de acceso a ayuda psicológica. En el último año hay un 56,4 % de personas jóvenes que cree haber sufrido algún tipo de problema de salud mental (autodiagnóstico). De estas, el 49 % no pidieron ayuda y, de estas, el 37,3 % no lo hico por el coste. El 34 %, por subestimar el problema.

En la franja de los 15 a los 19 años, la mayor parte de los jóvenes (66,9 %) siente estrés por los estudios/trabajo, su salud física o mental (46,3 %) o su situación económica (44,8 %). Puesto esto, junto con los modos que tienen de intentar lidiar con el estrés, sale a la superficie que es el colectivo que menos herramientas tienen o utiliza para combatir el estrés (como puedan ser realizar actividades deportivas, relajantes o hablar con alguna persona sobre sus problemas).

Del total de las personas que han participado en el estudio, el 37,5 % sí tiene un diagnóstico. El 17 % de depresión y el 16,5 % de ansiedad, pánico o alguna fobia.

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/2022/06/02/el-25-de-las-y-los-jovenes-tomaron-psicofarmacos-en-el-ultimo-ano/

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