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Millones de niños africanos en riesgo de desnutrición

Más de 10 millones de niños en varios países de África sufrirán desnutrición aguda durante 2021, en medio de graves crisis humanitarias, advirtió hoy el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

 

Debido a esa situación, se afectarán profundamente la salud y el bienestar de 10,4 millones de menores de edad en República Democrática del Congo, el noreste de Nigeria, Sudán del Sur, Yemen y la región del Sahel Central, según indica un reporte de esa agencia de ONU.

Esos son países o áreas afectadas por graves crisis humanitarias, conflictos, inseguridad alimentaria, hambruna y también por la pandemia de Covid-19.

Para las naciones que se recuperan de las consecuencias de los conflictos, los desastres y el cambio climático, la pandemia se ha convertido en una crisis nutricional, en una catástrofe inminente, recalcó la directora ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore.

‘Las familias que ya normalmente luchan por alimentar a sus hijos están ahora al borde de la hambruna. No podemos dejar que sean las víctimas olvidadas de 2020’, expresó.

Unicef instó a los actores humanitarios sobre el terreno y a la comunidad internacional a ampliar urgentemente el acceso y el apoyo a los servicios de nutrición, salud, agua y saneamiento para esos niños y sus familias.

En el contexto de la pandemia, esa agencia de Naciones Unidas continúa brindando asistencia a los menores más vulnerables y sus familias, en zonas difíciles de alcanzar.

Para ello tuvo que realizar ajustes en los programas existentes, con el fin de mantener y aumentar el acceso.

En ese sentido, Unicef pidió más de mil millones de dólares para apoyar durante el próximo año 2021 sus programas de nutrición en aquellos países afectados por graves crisis humanitarias.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=420794&SEO=millones-de-ninos-africanos-en-riesgo-de-desnutricion
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La pandemia potencia la brecha en la educación, también en Argentina

América del sur/Argentina/13 Agosto 2020/elpais.com

Estudiar sin clases presenciales es todo un desafío. El 44% de los alumnos que asisten a escuelas estatales no cuentan con dispositivos electrónicos para hacer las tareas. Las organizaciones de la sociedad civil son un respaldo para muchos estudiantes

“Muchas veces me amargué durante la cuarentena porque no podía hacer mis tareas”, expresa María Paz Bassi, una estudiante de 17 años, que vive en San Lorenzo, provincia de Santa Fe, Argentina. Ella cursa el cuarto año del secundaria en una escuela técnica y la razón por la que no puede cumplir con sus deberes escolares es porque no cuenta con una computadora ni Internet en su casa.

Bassi hizo algunos trabajos prácticos con el celular, pero no le resultó sencillo. “A veces, mi mamá me comparte datos móviles de su teléfono para conectarme con mis compañeros y consultarles mis dudas a través de las redes sociales. En algunas oportunidades fui hasta la casa de mi tía, que ella si tiene WiFi”, relata la adolescente.

En Argentina, el 16 de marzo se suspendieron las clases presenciales para evitar la expansión de la covid-19. Desde ese día, más de 10 millones de estudiantes y casi 900.000 docentes de nivel inicial, primaria y secundaria dejaron de encontrarse en las aulas de las escuelas. El sistema educativo no estaba preparado para enseñar y aprender en forma remota. La escuela, sin embargo, no dejó de funcionar: se recurrió a la modalidad virtual. El problema es que de esta manera no se pudo garantizar que todos tuvieran los recursos digitales necesarios y la posibilidad de contar con espacios adecuados para el aprendizaje en el hogar.

El 18% de los adolescentes entre 13 y 17 años no cuenta con Internet en el hogar y el 37% no dispone de dispositivos electrónicos para realizar las tareas escolares. Este valor aumenta al 44% entre quienes asisten a escuelas estatales. La encuesta desarrollada por Unicef permite advertir que aquellos que no cuentan con estos recursos enfrentan dificultades mayores para la realización de determinadas tareas escolares, para mantener el contacto con los docentes, así como también para poder recibir de estas correcciones sobre sus trabajos.

Los más aventajados de la sociedad tienen clases casi regularmente a través de plataformas donde se encuentran con sus docentes y compañeros de clase. Otros tratan de seguir el curso con el apoyo de organizaciones sociales que los acompañan. Un tercer grupo de niños pasó esta cuarentena sin la posibilidad de recibir su educación en casa.

“La pandemia nos complica la forma de estudiar. Extraño estar con los profesores y que me expliquen. En estos meses, nunca me preguntaron cómo iba con las tareas. Trato de googlear y entender los temas. También le pido ayuda a mi tutora de Cimientos”, cuenta Bassi.

Cimientos es una organización de la sociedad civil que desde hace más de 20 años implementa programas educativos diseñados para mejorar las condiciones en la que los jóvenes transitan la escuela secundaria. El director ejecutivo de la organización Marcelo Miniati resalta la importancia de que los estudiantes cuenten con un referente al cual acudir en este contexto. Dice: “Muchos padres no pueden acompañarlos y el tutor de Cimientos termina siendo un soporte para mantener el vínculo con la escuela. Una de las cosas que más extrañan los chicos es el contacto con el docente”.

A Miniati le preocupa que un grupo grande de jóvenes perdió el contacto con la escuela porque tienen mayores necesidades en las casas, tienen que hacer changas o hacerse cargo de tareas del hogar. “Cuando se retomen las clases presenciales, se van a tener que tomar medidas para que estos chicos vuelvan”, enfatiza el referente de Cimientos.

Petronila Yanayaco vive en el asentamiento informal conocido como el Playón de Chacarita, en la Ciudad de Buenos Aires. Ella se sienta junto a su hijo Daniel, de 15 años, cuando estudia, pero ella dice que no puede ayudarlo mucho. Más que nada lo acompaña. “Con los profesores, él no tiene contacto visual. Le mandan trabajos por mail o por WhatsApp. En casa no somos maestros. Cuando quedan dudas, lo ayudan mis hijos más grandes por videollamada. Con francés, lo ayuda una amiga mía. Si no fuera por ese seguimiento familiar estaría en la nada. Hay otros chicos, que los padres no pueden estar atrás y tienen que rebuscárselas. Hay jóvenes que no tienen seguimiento escolar ni apoyo psicopedagógico”.

Yanayaco cuenta que muchas veces en su barrio no funciona Internet. “Yo pago el servicio, pero acá la conectividad es precaria”, dice.

Desde la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) señalan que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no diseñó un plan para mejorar la conectividad de los niños y niñas. “Realizamos una demanda judicial porque observamos que en villas y asentamientos populares no se provee acceso a internet. Las compañías no quieren invertir en proveer ese servicio y el Gobierno de la Ciudad no genera una política pública de convenio con esas compañías. Hay cooperativas que proveen acceso a Internet, pero hay problemas porque no llegan a todo el barrio y es un servicio caro”, dice Francisco Rodríguez Abinal, integrante del área de Derechos Económicos Sociales y Culturales en ACIJ.

En la casa de Yanayaco hay una computadora que le prestó su sobrina. “Mi hijo y mi hija, que está en el primer año de la universidad, la comparten. El preceptor de Daniel, lo inscribió en la lista de espera para recibir una computadora, pero hasta ahora no tuvimos respuesta”, dice la mujer de 54 años.

Para Magdalena Fernández Lemos, directora ejecutiva Enseñá x Argentina, la escuela siempre trató de equiparar las condiciones de los estudiantes, pero en las casas eso no sucede. “Hay chicos que tienen que cuidar a los hermanitos, no tienen un lugar para sentarse a escribir o no tienen alguien que los acompañe. La escolaridad se transformó en un lujo, en lugar de un derecho”, opina.

Educación, pero también alimentos

En paralelo al acompañamiento de las medidas de continuidad educativa, es importante fortalecer las estrategias que garanticen la seguridad alimentaria para los chicos y las chicas más desfavorecidos que reciben sus viandas en las escuelas. Según el informe de Naciones Unidas, Covid-19 en Argentina: Impacto Socioeconómico y Ambiental, en el país, el 80% de las escuelas de gestión estatal ofrecen desayuno, almuerzo o refrigerio. En ese sentido, en el marco de la pandemia, el Ministerio de Educación Nacional y provinciales tuvieron que adecuar los protocolos para contener a aquellos sectores vulnerables que no pueden prescindir de su asistencia alimentaria.

En este sentido, Constanza Oxenford directora de la Fundación Germinare dice que el primer desafío complicado que dimensionó con la pandemia fue ver cómo acercar alimentos a las familias. “Nosotros trabajamos con familias de bajos recursos, que llegan a generar los ingresos para sostenerse. Con esta crisis comenzaron a pedir ayuda para alimentarse. En Argentina, hay una red de asistencialismo enorme, pero ellos no participaban y ahora muchos tuvieron que participar”, cuenta Oxenford.

Desde Germinare se tomaron diferentes medidas para poder seguir acompañando y sosteniendo a cada uno de los adolescentes y jóvenes que forman parte de la organización. Algunos de los beneficiarios no contaban con un dispositivo para poder participar de las clases, ni tampoco tenían wifi. Por eso, el primer paso fue gestionar computadoras para algunas casas y acercarse a organizaciones de asistencia social en cada zona. El objetivo fue ayudar a las familias que se encuentran en una situación más vulnerable a recibir lo que necesitan para transitar este momento.

En el nivel universitario, la pandemia también trajo dificultades. Ricardo Maidana tiene 20 años y vive en Pilar, provincia de Buenos Aires, con sus padres y dos hermanos. Él está cursando el tercer año de la carrera de Administración de empresas. “Cuando nos dijeron que no íbamos a tener clases presenciales fue rara la sensación. Lo tomé bien al principio, pero después se volvió cansador y abrumador. En casa, no tengo un lugar específico para estudiar, pero me arreglo bien. Tuvimos que mejorar el WiFi porque se cortaba y era un problema para rendir finales”, cuenta Maidana.

La familia Maidana tiene una computadora que comparten los tres hijos y el padre. Germinare le prestó una más para que puedan estudiar mejor. “Desde los 11 años la fundación me acompaña”, dice Maidana.

En relación con el desempeño de los estudiantes, Oxenford comenta: “Hay un par de casos más complicados porque empezaron su primer año en el secundario con mucha expectativa, tuvieron dos semanas de clases y se terminó el colegio. No llegaron a conocer a nadie. En esos casos les está costando más. No tienen grupo y les resulta más difícil sociabilizar”.

Mara Ferreyra empezó la universidad este año. A ella, Germinare también la acompañó durante la secundaria. La joven de 18 años vive con su mamá y dos hermanos. Ella está estudiando psicología. “La cuarentena me tiró abajo al principio. Tenía mucha expectativa de empezar. No pude conocer a los profesores y tuve que conocer a algunos de mis compañeros por WhatsApp. Armamos un grupo para darnos tips para estudiar. Con el tiempo, algunas personas empezaron a bajarse del grupo. Al despedirse nos decían que iban a arrancar el año que viene”, relata Ferreyra.

Antes de la cuarentena, Ferreyra no tenía WiFi en su casa. Dice: “Usaba los datos del celular para estudiar. Este año, Germinare me puso en contacto con otra fundación que me dio una beca y así pude contratar el servicio de Internet. También me prestaron una computadora. Eso me facilitó todo”.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/08/05/planeta_futuro/1596639463_535924.html

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Entrevista a Bertrand Badie: ¿Quién gestionará políticamente el miedo?

Por: Eduardo Febbro

La impotencia de las potencias, la disputa por capitalizar el miedo, la crisis de Europa, los esfuerzos de China por sacar provecho de su lucha contra la pandemia y la expansión del virus hacia el Sur: estos son algunos de los temas en juego en la «geopolítica del coronavirus». El destacado académico Bertrand Badie los analiza en esta entrevista.

El trastorno planetario provocado por la propagación del Covid-19 no tiene espejos en la historia. Siete años después de que China pusiera en marcha su programa más ambicioso de reconquista del mundo reactualizando el mito de la Ruta de la Seda, esa ruta se convirtió en un sendero de muerte. En 2013, Beijing desplegó una red de infraestructuras repartida por los cinco continentes mediante comunicaciones marítimas y ferroviarias entre China y Europa, pasando por Kazajistán, Rusia, Bielorrusia, Polonia, Alemania, Portugal, Francia o el Reino Unido. El sueño de 1.000 millones de dólares dio lugar a la tercera extinción del siglo XXI: la primera fue financiera, con la crisis bancaria de 2008; la segunda fue la extinción de las libertades cuando el ex-analista de la Central de Inteligencia Americana (CIA) Edward Snowden reveló la extensión y la profundidad del espionaje planetario orquestado por Estados Unidos y sus agencias de seguridad; la tercera es sanitaria.

Ya nadie se pregunta hacia dónde va el mundo sino, más bien, si mañana habrá un mundo. Las máscaras del tecnoliberalismo y su construcción global, es decir, la globalización, se han caído. La máscara, ese objeto tan precioso para sobrevivir, se volvió el revelador del abismo mundial; sin máscaras se corrió el telón de la ausencia de consenso a escala europea para enfrentar la crisis sanitaria y financiera, o pactar ordenadamente el cierre de las fronteras; sin máscaras, la Organización Mundial de la Salud (OMS), supuestamente a cargo de la salud del planeta, demostró que era un gigante burocrático sin incidencia en la realidad; sin máscaras, la cooperación internacional apareció como una ficción desesperada. Las divergencias entre estadounidenses y europeos nunca fueron tan insuperables, tanto como las que atraviesan a los Estados que componen la Unión Europea. Entre insultos, incomprensión, golpes bajos y visiones antagónicas entre la preservación de la vida o la salud o la de la economía y las finanzas, los dirigentes de las potencias sobresalieron por su incapacidad para diseñar un horizonte.

El mundo que existía desde la Segunda Guerra Mundial dejó de respirar. Donald Trump enterró el multilateralismo heredado del siglo XX, mientra el coronavirus ponía la cruz sobre un sistema internacional que de «sistema» solo tenía el nombre.

Muchos de estos acontecimientos han sido anticipados por Bertrand Badie a lo largo de una obra consagrada a las relaciones internacionales. Profesor en Sciences Po París y en el Centro de Estudios e Investigaciones Internacionales (CERI), Badie desarrolló una obra del otro lado de los consensos. En 1995 se adelantó en La fin des territoires [El fin de los territorios], en 1999 exploró cómo sería Un monde sans souveraineté [Un mundo sin soberanía] y en 2004 empezó a tejer el análisis sobre la inercia de los poderosos, es decir, la impotencia de los potentes y publicó L’Impuissance de la puissance. Essai sur les incertitudes et les espoirs des nouvelles relations internationales. Los ensayos siguientes lo acercaron a la configuración actual: El tiempo de los humillados. Una patología de las relaciones internacionales y Diplomacia del contubernio. Los desvíos oligárquicos del sistema internacional (ambos editados por la Universidad Nacional de Tres de Febrero). En esta entrevista, realizada en plena crisis mundial, el profesor le sigue los pasos a un mundo que se cae y esboza los contornos del próximo.

Hemos cambiado de paradigma con esta crisis sanitaria. Usted sugiere que, desde ahora, la seguridad de los Estados ya no es geopolítica sino sanitaria.

Así es, y hay un conjunto de cosas. Están la seguridad sanitaria, la seguridad medioambiental, la seguridad alimentaria y la seguridad económica. Conforman varias seguridades que ya no son militares sino de naturaleza social. Se trata de un gran cambio con respecto al mundo de antes. En este momento, por primera vez en la historia, estamos descubriendo la realidad de la globalización. Este descubrimiento no atañe a los Estados, sino que toca a cada individuo. Esto es lo nuevo. En la historia, es raro que los individuos aprendan en directo, en su propia carne, en su vida cotidiana, cómo son realmente las transformaciones de la vida internacional. Antes estaban las guerras para acercar este aprendizaje, pero las guerras afectaban indirectamente a la población. Aquí, todo el mundo está afectado. Podemos entonces esperar un cambio de la visión del mundo y de los comportamientos sociales. Esta tragedia puede conducir a una transformación brutal de la visión que tenemos del mundo y de nuestro medio ambiente. Tal vez, se dejarán de lado todos los viejos esquemas, es decir, los esquemas como el de la concepción militar y guerrera de la seguridad, entiéndase, un mundo fragmentado entre Estados-nación en competencia infinita y una concepción de las diferencias que remite siempre a esa dualidad de la vida entre amigos y enemigos. Hoy ya no hay amigo o enemigo sino asociados que están expuestos a los mismos desafíos. Esto cambia completamente la gramática de la sociología y de la ciencia de las relaciones internacionales. El otro ha dejado de ser un rival, el otro es alguien de quien dependo y que depende de mí. Esto nos debe conducir hacia otra concepción de las relaciones sociales y de las relaciones internacionales, en la que estoy obligado a admitir que, para ganar, necesito que el otro gane; tengo que admitir que, para no morir, necesito que el otro no caiga enfermo. Esto es algo completamente nuevo.

Sin embargo, los desacuerdos entre los Estados nunca habían sido tan abismales. Las relaciones entre Europa y Estados Unidos han empeorado con esta crisis sanitaria mientras que, dentro de la Unión Europea, los antagonismos se han profundizado en el momento más dramático de la humanidad.

En la situación actual nos encontramos con desacuerdos entre Estados Unidos y el resto del mundo a los que ya estamos acostumbrados. Pero también vemos profundos desacuerdos dentro de Europa con, por ejemplo, el rechazo de Alemania a los famosos «coronabonos», es decir, la mutualización de las deudas. Ese será justamente el gran enigma cuando salgamos de la crisis. Seguimos estando coyunturalmente en un esquema de desacuerdos enormes y de competencia tal vez más agudos que antes. Pero eso es porque estamos en una situación de urgencia y, en estos casos, el reflejo natural es esconderse detrás de un muro, cerrar las puertas y las ventanas. Podemos esperar que el miedo suscitado por esta crisis conduzca a que se reconozca que no será viable enfrentar en forma duradera este tipo de nuevo desafío sin una profunda cooperación internacional. Es comprensible que los desacuerdos y la competencia entre los Estados sean densos en medio del incendio. Sin embargo, es necesario entender que, a corto plazo, habrá que cambiar de programa.

Queda entonces la tarea de redefinir una nueva geopolítica.

La geopolítica ha muerto. La visión tradicional, geográfica, de las relaciones internacionales no vale más porque estamos en un mundo unido. La realidad ha dejado de ser la confrontación entre regiones del mundo y Estados para volverse la capacidad o la incapacidad de gestionar la globalización.

El colapso sanitario explotó en un mundo ya muy trastornado por el surgimiento casi planetario de movimientos sociales y por la redefinición de las propuestas políticas marcadas por la nostalgia nacionalista. Las tres figuras emergentes de este contexto son los negacionistas de la pandemia: Donald Trump, Boris Johnson y Jair Bolsonaro.

La pandemia intervino en un contexto doble que no se debe olvidar. El primero es el ascenso vertiginoso del neonacionalismo en diferentes latitudes: en Estados Unidos, Gran Bretaña, Brasil, Europa e incluso en los países del Sur. Ese nacionalismo lleva a los dirigentes en el poder a promover o halagar a las opiniones públicas fomentando la ilusión de una respuesta nacional o de protección frente a los peligros. Ello agrava la situación porque esta tentación demagógica viene a complicar la gestión multilateral de esta crisis. El segundo contexto remite a que recién salimos de un año 2019 absolutamente excepcional. 2019 fue el año en que se dieron una multitud de movimientos sociales a través del mundo: América Latina, Europa, Asia, África, Oriente Medio. Estos movimientos sociales reclamaban lo mismo: un cambio de políticas. Las revueltas sociales denunciaban el neoliberalismo y la debilidad de la respuesta de los Estados y, también, de las instituciones y de las estructuras políticas. Hoy, para los Estados, la gran dificultad se sitúa en el hecho de que tratan de responder a corto plazo y con un perfil nacionalista mientras que, al mismo tiempo, cuentan con muy poca legitimidad en el seno de sus sociedades. La consecuencia de este esquema han sido las dudas, los tanteos y la ineficacia demostrada por los gobiernos. Una situación semejante obligará a cambiar la gramática de los gobiernos.

Hay, en toda esta tragedia, una contradicción cruel: justo antes de la crisis sanitaria, China se encontraba en plena expansión. En 2013 empezó a reactualizar el mito de la Ruta de la Seda y para ello desplegó una impresionante red de comunicación y de infraestructuras a través del mundo. Pero esa Ruta de la Seda mutó en ruta de la muerte.

Es cierto y hay dos puntos esenciales. En primer lugar, esta crisis que se inició en Wuhan golpeó muy fuerte a la economía china y, diría, a la propia credibilidad de los políticos chinos y sus políticas. La crisis también reveló las debilidades del sistema chino. No olvidemos que el virus nació debido a la fragilidad del sistema sanitario y alimentario de China: el coronavirus nació en esos mercados que no responden a las reglas elementales de higiene. Fue la base de su propagación. La credibilidad china se vio disminuida debido a esta fragilidad sanitaria. Al mismo tiempo, hay una paradoja: China ingresó antes que nadie en esta crisis, pero también salió de ella antes que los demás y de forma eficaz. No estoy seguro de que Europa tenga la misma capacidad de reacción que China. Salvo si, por desgracia, China conoce una segunda ola de contaminación, es muy probable que esté de pie cuando Estados Unidos y los países de Europa sigan de rodillas. China está tratando de probarlo enviando médicos y equipos y ofreciendo ayuda a los países que están en plena tormenta. Esto puede significar que cuando nosotros continuemos peleando contra el virus China se habrá levantado y tendrá, entonces, una ventaja frente a las viejas potencias.

A lo largo de esta crisis hemos asistido a una suerte de geopolítica de chez zoi, es decir, una geopolítica de casa para adentro. Cada país se concentró en su problemática cuando el imperativo no era financiero como en la crisis de 2008, sino sanitario.

La urgencia es doble. Es sanitaria ahora y será económica y financiera muy rápidamente. El problema radica en que Europa ha sido la primera víctima del coronavirus. Europa fue el primer muerto. Todos los reflejos que se esperan de Europa están ausentes. La primera intervención de Christine Lagarde, la directora del Banco Central Europeo (BCE), fue catastrófica. Hasta llegó a invitar a los Estados a que se las arreglaran por su cuenta. Luego, la respuesta de la Comisión Europea resultó igualmente débil. El desacuerdo entre los principales países europeos (Alemania, Francia, España, Italia, Países Bajos) en torno de la gestión de la mutualización de las deudas muestra hasta qué punto se carece de un resorte europeo. Luego de la Segunda Guerra Mundial, Europa se construyó por primera vez en su historia porque los europeos tenían miedo de una tercera guerra mundial y sabían que no podría reconstruirse ni salir de las ruinas únicamente con el esfuerzo nacional. Por eso se eligió una reconstrucción colectiva. Hoy, como todas esas metas han sido alcanzadas, la dinámica europea ha dejado de existir. No obstante, es precisamente allí donde está la clave de su porvenir. El miedo que los europeos tenían en 1945 lo vuelven a sentir ahora con el coronavirus. Los europeos van a descubrir que esa necesidad de reconstrucción que había en 1945 persistirá en cuanto salgamos de este drama sanitario. Tal vez, la conjugación de estos dos factores conduzca a que Europa renazca al final de esta crisis. Pero claro, cuando llegue ese momento habrá que cambiarlo todo.

Aunque los paralelismos puedan resultar tramposos, muchos analistas trazan un paralelo entre la situación actual y la crisis de 1929. Luego de aquella hecatombe vino la Segunda Guerra Mundial y, justo antes, el ascenso del nacionalismo. ¿Acaso el virus no podría volver a fecundar un contexto semejante?

Es demasiado pronto para saber cómo serán las consecuencias. Las cosas pueden ir en los dos sentidos. Pero quisiera igualmente señalar que, antes del fascismo y el nazismo, el primer resultado de la crisis de 1929 fue el keynesianismo y Franklin D. Roosevelt, es decir, la reorientación de la economía mundial que permitió su salvación. No hay que tener una visión exclusivamente pesimista sobre los efectos de esta crisis. Creo que todo dependerá de la manera en que el miedo actual evolucione y de cómo ese miedo sea gestionado políticamente. Si el miedo desaparece rápidamente, se corre el riesgo de que volvamos a comenzar con el viejo sistema. Si el miedo perdura, tal vez esto nos conduzca hacia las transformaciones que necesitamos. Sin embargo, desde ahora, se plantea el gran problema de la gestión política del miedo. ¿Quién se hará cargo? Seguramente, la extrema derecha utilizará ese miedo como recurso electoral explicando que es urgente reconstruir las naciones, los Estados y restaurar el nacionalismo. No obstante, la extrema derecha no es la única oferta política existente.

Sí, pero ya antes de esta crisis la extrema derecha se erigió como planteo político reestructurado y con mucha legitimidad.

Hay mucho de eso. Si se observan los Estados europeos, todos tienen un sistema político descompuesto. En Francia no hay más partidos políticos, en Alemania la socialdemocracia no cesa de debilitarse mientras que los demócrata-cristianos de la canciller Angela Merkel están sumidos en una crisis, en Italia la democracia cristiana y el Partido Comunista desaparecieron, e incluso en Gran Bretaña el sistema partidario que antaño estaba tan bien estructurado ya no existe más. Estamos en plena recomposición política. La versión optimista quiere que esta recomposición política desemboque en el nacimiento de partidos con capacidades de llevar las riendas de la globalización. De hecho, actualmente, ningún partido político sabe qué es la globalización. Tal vez advenga un keynesianismo político. Por el contrario, el horizonte negativo sería que esa recomposición no se lleve a cabo.

En uno de sus últimos libros y, más recientemente, cuando estallaron las insurgencias sociales en 2018 y 2019, usted planteó que estábamos ingresando en el segundo acto de la globalización. ¿Acaso esta crisis no ha barrido con ese segundo acto?

No, para nada, es el mismo. No hay que disociar lo que ocurrió en 2019 de lo que está pasando ahora. Es lo mismo, es decir, el redescubrimiento angustiado de una urgencia social. Ese es el segundo acto de la globalización, el cual consiste en distinguir globalización de neoliberalismo, es decir, dejar de confiarle al mercado la gestión exclusiva de la globalización. En el curso de este segundo acto se trata de construir una globalización humana y social. Estas fueron las demandas de 2019 y los mismos reclamos vuelven ahora con urgencia ante la crisis del coronavirus. Si somos optimistas, podemos esperar que esta crisis termine por acelerar el advenimiento del segundo acto de una globalización humana y social. De lo contrario, cabría pensar que la catástrofe sanitaria no hizo sino complicar y atrasar la marcha hacia la segunda secuencia.

2019 nos mostró a una humanidad ligada por lo que usted llamó un perfil intersocial. ¿Persiste aún esa dimensión de conexión, de diálogo y de compenetración entre identidades sociales?

Sí, claro, tanto más cuanto que esta crisis nos revela que las relaciones intersociales se vuelven determinantes a través del planeta. Estas relaciones intersociales son incluso más importantes que las relaciones entre los Estados, los gobiernos o los militares. El porvenir del planeta está en las interacciones sociales, en la tectónica de las sociedades, es decir, en esa capacidad propia de las sociedades para interactuar entre ellas más allá de la voluntad de los gobiernos.

Uno de los ejes constantes de su reflexión ha sido plantear la forma en que, en las relaciones internacionales modernas, es el Sur quien fija la agenda del Norte y, también, cómo ello desembocó en una representación geopolítica marcada por la impotencia de los poderosos. El coronavirus ha dejado al desnudo esa impotencia.

¡Estamos más que nunca en ese esquema!. Estamos viendo cómo los instrumentos clásicos de la potencia no pueden hacer absolutamente nada frente al coronavirus. Estados Unidos, que es la superpotencia de las potencias, conoce una propagación de la infección superior a la de China y Europa. Hemos dejado de estar en el registro de la potencia. Los recursos clásicos de la potencia nada pueden hacer. Debemos pasar ahora de la potencia a la innovación. Solo ganaremos si convertimos la vieja concepción de la potencia en capacidad de innovación para encontrar nuevos tratamientos, una vacuna, así como los medios técnicos capaces de remodelar la globalización para que esta no sea, como hoy, una fuente de dramas. Estamos ante un nuevo umbral de la historia.

Un nuevo umbral con un interrogante dramático: ¿qué ocurrirá cuando el coronavirus se expanda en los países del Sur carentes de toda estructura sanitaria?

Esa eventualidad anuncia una catástrofe. Si la pandemia llega al Sur, será todavía más dramática y lastimará más profundamente al planeta entero. Ello prueba que los centros de gravedad de nuestra historia y de nuestro porvenir están en el Sur. El auténtico momento de la verdad se planteará cuando África se vea confrontada masivamente a esta tragedia.

Se han caído tantas máscaras con esta crisis global. La búsqueda de una vacuna, por ejemplo. Cada país la elabora por su cuenta: Francia, Estados Unidos, Rusia, China, Cuba. Y en el medio está el espectáculo indecente de la OMS: no tiene voz, ni influencia, ni capacidad alguna de organizar acciones coordinadas. Se ve como un monstruo vacío y burocrático.

Este tipo de anarquías son frecuentes en las situaciones de urgencia porque se establece una competencia entre un conjunto de actores que trata, más o menos sinceramente, de encontrar un remedio. Es algo paradójicamente normal porque así se estimula y se aceleran las investigaciones. Ahora claro, si estuviésemos en un mundo ordenado, la OMS habría debido encargarse de la definición de los protocolos de investigación y de los protocolos terapéuticos. Pero la OMS se ha vuelto alguien que cada tarde lee comunicados carentes de interés. Pero la naturaleza humana termina siempre por triunfar. El problema consiste en saber qué sacrificio habrá que hacer para todo esto. Un muerto es un muerto de más y ahora vamos ya por miles de muertos. Pienso que la humanidad renacerá de todo esto más fuerte y más consciente.

Fuente e imagen: https://nuso.org/articulo/entrevista-bertrand-badie-febbro-coronavirus-geopolitica-capitalismo/

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Cuba será sede por vez primera de encuentro regional sobre biodigestores

Redacción: Cadena Gramonte

El XI Encuentro de la Red de Biodigestores para Latinoamérica y el Caribe (RedBioLAC), a desarrollarse del 14 al 18 de octubre del presente año, tendrá a Cuba como sede por primera vez para debatir sobre esta opción agroecológica energética en el contexto rural.

Según el sitio web oficial del evento, el propósito de la cita es compartir conocimientos que permitan el desarrollo de un mundo mejor, con resultados que favorezcan la seguridad y soberanía alimentaria, tecnológica y energética.

Para ello participarán usuarios de estas tecnologías, técnicos, investigadores y desarrolladores, se mostrarán ejemplos de investigación e implementación en diferentes partes de América Latina y el Caribe y se conectará a los participantes de diversos sectores.

El programa del evento incluye dos cursos introductorios; un día de campo, donde se harán visitas a usuarios de biodigestores e implementadores para conocer el contexto cubano, y dos días de trabajos técnicos y científicos.

La Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, entidad de ciencia, tecnología e innovación del Ministerio de Educación Superior, será la anfitriona del evento, ya que se destaca por la ejecución de proyectos de sistemas integrados para la producción de alimentos y energías en el medio rural cubano de forma sostenible y amigable con el medio ambiente.

Desde el 2008 Indio Hatuey trabaja en la utilización de la biomasa para la producción de energía, en las líneas de la biodigestión anaeróbica, la gasificación de biomasa y la producción de biodiesel.

Asimismo, se incentiva desde la estación la utilización de los efluentes líquidos del digestor para la mejora de los suelos e incrementar las producciones agrícolas, así como los sólidos que se obtienen después de tratar los residuales que constituyen abonos orgánicos que sustituyen los fertilizantes químicos.

El XI Encuentro de RedBioLAC se realizará previo a la V Convención Internacional Agrodesarrollo 2019 que prevé tres eventos científicos: el XII Taller Internacional Los árboles y arbustos en la ganadería tropical; el VI Simposio Internacional Extensionismo, transferencia de tecnologías, aspectos socioeconómicos y desarrollo agrario sostenible y el V Taller Internacional Agroenergía y seguridad alimentaria.

La Red de Biodigestores para Latinoamérica y el Caribe (RedBioLAC) tiene 11 años desde su creación y ha realizado encuentros anteriores en países como Perú, Costa Rica, México, Nicaragua, Honduras, Colombia, Chile, Argentina y Brasil. (ACN) (Foto: Archivo)

Fuente: http://www.cadenagramonte.cu/articulos/ver/89235:cuba-sera-sede-por-vez-primera-de-encuentro-regional-sobre-biodigestores

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“Hay que saber qué tenemos y quererlo para poderlo proteger”: Richard Deverell

Por: Semana Sostenible. 

En 121 hectáreas está Kew Gardens, el jardín botánico más grande del mundo. Más de dos siglos de historia investigando y preservando miles de especies de todo el Planeta. Semana Sostenible habló con su director sobre su papel a la hora de enfrentar retos como cambio climático y seguridad alimentaria.

Richard Deverell llegó a Colombia gracias a una invitación hecha porMaloka y el Hay Festival. Pero, su interés en el país ha existido desde siempre, pues representa para él un gran laboratorio. Un paraíso para la investigación.

Este hombre ha dedicado su vida profesional a liderar propuestas innovadoras en materia de participación y educación, por eso, cuando se le pregunta si Colombia necesita una política pública que enmarque la educación ambiental no duda en decir: “Sí”.

En septiembre de 2012 asumió la dirección del famoso Kew Gardens o Jardín Botánico Real de Londres. Desde allí se ha destacado por fortalecer la investigación científica, con un claro enfoque: ayudar a salvar el mundo o resolver los desafíos críticos que enfrenta la humanidad en el siglo XXI.

De hecho a Bogotá llegó a presentar su conferencia: ¿Pueden los jardines botánicos salvar el mundo? Semana Sostenible habló con Deverell sobre este interrogante y otros más que se van desprendiendo a hora de convertir en afirmación la pregunta.

Semana Sostenible: Richard, ¿pueden los jardines botánicos salvar el mundo?

Richard Deverelle: Creo que los jardines botánicos pueden tener una contribución enorme a la hora de hacerlo. Por ejemplo, uno de los grandes problemas que enfrentamos es la extinción y la pérdida de biodiversidad. Frente a esto, una de las cosas que se puede hacer es identificar las zonas que tienen muchas plantas en riesgo y hacer ‘lobby’ para su protección.

Otra cosa que se  puede hacer son bancos de semillas donde podemos guardar cualquier planta, es como un seguro para el futuro en caso de extinción. Por ejemplo, nosotros trabajamos en Colombia con algunos compañeros para proteger el bosque seco tropical y buscar que no desaparezca nunca. Pero, además, también podemos jugar un papel muy importante frente a la seguridad alimentaria.

Kew Gardens cuenta con la colección más grande de plantas vivas y disecadas del mundo. Foto: Cortesía Kew Gardens London

S.S.: ¿El tema de seguridad alimentaria lo manejan a partir del banco de semillas?

R.D.: Sí, pero no es la única forma. Hoy en día tres cuartas partes de la carga calórica que consumimos proviene solo de 12 especies de plantas. Tres de ellas son arroz, trigo y maíz. Pero, existen 7 mil más que se pueden comer.

Sobredepender de unas pocas es muy peligroso. Pero para dejar de hacerlo hay que conocer las diversidad que existe e investigar sobre posibilidad que ofrecen. Por ejemplo, saber cómo se adaptan al cambio climático. Esto sí que puede salvar a la especie humana.

S.S.: En Colombia hemos dejado la investigación a los institutos de investigación. Los jardines botánicos casi que se ven solo como museos. ¿Pasa lo mismo en Inglaterra? ¿Cómo los perciben?

R.D.: En Reino Unido nosotros tenemos el mismo problema. La gente ve el jardín solo como un sitio para ir de visita. Normalmente no ven ese maravilloso grupo de científicos que están trabajando para comprender más las plantas y entender toda la historia de ellas y cómo su conocimiento puede resolver esos problemas globales que enfrentamos.  Así que tenemos el mismo problema.

S.S.: ¿Han hecho algo al respecto?

R.D.: Sí, muchas cosas. De hecho, una de ellas son las historias que contamos a nuestros visitantes. Por ejemplo, nosotros hemos incrementado las historias sobre el trabajo de nuestros propios científicos, y los vínculos entre lo que la gente ve en el jardín y el trabajo científico y eso es una experiencia que une los dos lados del trabajo.

Otra cosa importante para aumentar la conciencia del público sobre lo que hacemos es publicar en los medios de comunicación resultados de nuestras investigaciones científicas. Hace poco lo hicimos con un trabajo realizado sobre las plantas de café y el riesgo de extinción que enfrentan. Esto ayuda mucho a que la gente tenga en su mente Kew y pienso en él y su trabajo científico sin tener que estar allí.

S.S.: ¿Cómo se financia Kew Gardens?

R.D.: La tercera parte del presupuesto viene del Ministerio de Ambiente en Gran Bretaña, el resto lo conseguimos nosotros a través de proyectos, entradas, eventos y otro tipo de actividades.

S.S.: ¿Cuál es la oferta de Kew Gardens?

R.D.: En este momento tenemos 30 mil especies de plantas distintas que le hacen ser el más diverso del mundo, con la más grande colección de plantas. Nosotros tenemos enormes invernaderos que nos permiten hacer crecer plantas de diferentes zonas climáticas porque podemos controlar la temperatura. También contamos con 14 mil árboles, entre ellos 8.000 especies distintas. Algunos tienen más de 250 años. Son tan viejos como el jardín.  Tenemos una colección espléndida de orquídeas, el próximo mes haremos una exposición dedicada a Colombia.

S.S.: A propósito, ¿Kew Gardens tiene proyectos en Colombia?

R.D.: Llevamos dos años trabajando con el programa de Colombia Bio (de Colciencias) en Boyacá. Eso incluye bancos de semillas, taxonomía, identificar lo que hay en esta parte del mundo y su potencial uso.

A futuro también quisiéramos hacer un intercambio de estudiantes y profesionales para aprender los unos de los otros.

S.S.: ¿Cómo hacer que Colombia encuentre en su biodiversidad un verdadero capital, que económicamente, pero, también en términos de seguridad alimetaria le de más valor?

R.D.: Cada año en el mundo descubrimos 2.000 nuevas especies, entonces la primera parte es saber lo que tenemos. Investigar para saber lo que tenemos es el primer paso. Entender las familias de plantas es muy importante. Saber que si cierta planta me sirve para determinada cosa, las de su familia deben tener propiedades similares.

Cuando conocemos lo que tenemos podemos plantear alternativas alrededor del turismo, la alimentación y medicina.

S.S.: Para conocer e investigar mucho más, entonces, ¿deberíamos tener una política pública de educación ambiental?

R.D.: Sí, creo que es necesaria una política pública. Siempre creo que si el público entiende algo lo van a querer mucho, y si lo quieren lo van a proteger. Entonces, hay que entenderlo para quererlo y hay que quererlo para protegerlo. Hay un vínculo entre el conocimiento y la protección que es muy fuerte y que se deba dar siempre.

*Fuente: https://sostenibilidad.semana.com/tendencias/articulo/hay-que-saber-que-tenemos-y-quererlo-para-poderlo-proteger-richard-deverell/42732

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Panamá: Desnutrición y sobrepeso impactan en infancia latinoamericana

Centro América/Panamá/13 Septiembre 2018/Fuente: Prensa Latina
El 15,4 por ciento de los menores de cinco años en Mesoamérica presenta retardo en el crecimiento, mientras que el sobrepeso afecta al seis por ciento, refiere hoy un informe regional.
Según el Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe, los altos índices de desnutrición crónica infantil y la creciente tendencia al sobrepeso y la obesidad persisten, pese a los esfuerzos de los gobiernos.

Por ello, el Fondo de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) promueve un proyecto de asistencia técnica, de conjunto con los países miembros del Sistema de la Integración Centroamericana (Sica), para vincular los productos de la agricultura familiar a la alimentación escolar.

A juicio de algunos expertos, este programa es una de las intervenciones más efectivas de la organización de Naciones Unidas para garantizar el derecho a la alimentación adecuada, especialmente de los más vulnerables, y representa un gran potencial para desarrollar la agricultura familiar y las economías locales.

De acuerdo con la experiencia del Proyecto de Fortalecimiento de los Programas de Alimentación Escolar, impulsado por la FAO y el gobierno de Brasil, si los agricultores familiares abastecieran el 30 por ciento de la demanda de alimentos de los programas escolares, esto significaría un ingreso de cerca de 28 millones de dólares para los productores.

‘Los programas de alimentación escolar son una de las estrategias más eficaces de protección social en la región. Su articulación con la agricultura familiar permitirá avanzar en la lucha contra la pobreza, el hambre y la malnutrición en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible’, expresó recientemente el coordinador de la FAO para Mesoamérica, Tito Díaz.

Al respecto, el secretario ejecutivo de la Coordinación Educativa y Cultural Centroamericana del SICA, Carlos Staff, destacó que el proyecto promoverá una adecuada articulación intersectorial e impulsará la producción agrícola, mediante la integración de las comunidades campesinas de escasos recursos económicos.

De igual forma, fomentará la educación nutricional para que la población escolar pueda mejorar sus hábitos alimentarios y la de sus familias, acotó.

‘Este proyecto promueve un abordaje intersectorial, al articular acciones de diversas instituciones de los sectores educación, agricultura, desarrollo social, salud, economía y finanzas, para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional, y el desarrollo sostenible de los territorios rurales’, agregó Díaz.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=209040&SEO=desnutricion-y-sobrepeso-impactan-en-infancia-latinoamericana
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Kasai, un tsunami de pobreza, privaciones y conflicto

Por: Tiziana Trotta

La violencia amaina en esta región de la República Democrática del Congo, pero el hambre, la falta de acceso a sanidad, escuelas poco seguras y el reclutamiento en el conflicto amenazan a la infancia

La región de Kasai, en el centro de la República Democrática del Congo (RDC), no consigue levantar la cabeza, a pesar de que se ha producido una tregua de los combates y que algunos desplazados están empezando a regresar a sus comunidades. La zona está sumida en la violencia desde finales de 2016 y la situación humanitaria, denuncian las organizaciones internacionales, se mantiene muy grave, sobre todo para la infancia. Malnutrición, ataques a escuelas, reclutamiento de niños por parte de grupos armados y falta de acceso a cuidados médicos son algunos de los problemas a los que tienen que enfrentarse los más pequeños.

Pese al descenso de la violencia desde la segunda mitad de 2017, sigue existiendo el riesgo de que se reanuden los combates y en la zona rige la inseguridad, con lo cual los movimientos de población no se han detenido. Aunque el acceso a los servicios básicos está mejorando, las consecuencias para la infancia son devastadoras.

El hambre amenaza la vida de al menos 400.000 menores de cinco años que sufren desnutrición severa

Al menos 770.000 niños, la mitad de todos los menores de cinco años de la región, sufren desnutrición aguda, denuncia el informe Kasai: una crisis para los niños, publicado este viernes por Unicef, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. El hambre amenaza a la vida de 400.000, una cifra que podría dispararse si no se toman medidas de manera rápida, alerta el estudio. La malnutrición crónica es la causa de que la mitad de los menores de cinco años de la región sufra un retraso en el crecimiento.

Esta situación no representa una excepción en un país con uno de los índices de desnutrición más elevados del mundo, donde seis millones de niños padecen desnutrición crónica y otros dos millones, aguda, según los últimos datos de Unicef. “La desnutrición crónica siempre se ha mantenido muy elevada”, explica Inés Lezama, jefa de nutrición de la organización en RDC. “La aguda, en cambio, se había reducido entre 2007 y 2013”.

Un hombre junto a su mujer, enferma de malaria, en el centro de salud de Kananga (RDC), el pasado 20 de enero.
Un hombre junto a su mujer, enferma de malaria, en el centro de salud de Kananga (RDC), el pasado 20 de enero. VICENT TREMEAU / UNICEF

Las tierras, abandonadas tras la fuga de la población, se han dejado de cultivar y, en algunas zonas de Kasai, se han perdido ya tres cosechas agrícolas. “Si bien el conflicto está retrocediendo y empieza a haber más productos en los mercados, la inseguridad alimentaria sigue en niveles de emergencia y muchas familias no disponen de los recursos económicos para acceder a los alimentos”, asegura la experta desde una de las regiones más pobres del país. “Hay que actuar de manera rápida”.

Más de un niño de cada diez muere antes de celebrar su quinto cumpleaños. “A menudo, las necesidades de los más pequeños están desatendidas, ya que las mujeres cuentan con una sobrecarga importantes de trabajo, al tener que ocuparse del hogar y de la agricultura”, añade Lezama. “Si necesitan ir al campo, dejarán a los hijos solos en casa”.

Otro desafío para la región reside en subsanar el colapso del sistema de salud. A pesar de que mejora el acceso a los centros, alrededor de 200 de estas estructuras han sido saqueadas, quemadas o destruidas durante el conflicto. “Si las instalaciones sanitarias no disponen de suficiente material o de personal, las familias dejarán de acudir”, destaca Lezama. Por el momento, no se han registrado brotes de cólera y sarampión, pero la experta de Unicef advierte que no se puede bajar la guardia; después de la fase de emergencia más aguda, es crucial asegurar una asistencia continua.

Unos niños descansan con sus padres durante una evaluación médica en el centro de salud de Kananga, en la región de Kasai (RDC), el 20 de enero de 2018.
Unos niños descansan con sus padres durante una evaluación médica en el centro de salud de Kananga, en la región de Kasai (RDC), el 20 de enero de 2018. VICENT TREMEAU / UNICEF

Más de 400 escuelas de Kasai han sido atacadas o utilizadas con fines militares desde el comienzo del conflicto y 100 han sido destruidas. El año pasado, casi medio millón de niños no pudieron acabar el curso escolar. Unicef prevé que esta situación se mantendrá inalterada a lo largo de este 2018.

Miles de niños han sido, además, reclutados por grupos armados activos en la región. Durante el auge de la crisis (entre otoño de 2016 y el verano de 2017), más de la mitad (60%) de los milicianos tenía menos de 18 años, según estimaciones del Grupo Mundial de Protección y el Grupo Mundial de Educación. La mayoría de ellos, incluso no llegaba ni a los 15 años. Kate Shaw, asesora de World Vision para la respuesta de emergencia a la crisis de Kasai, sostiene haber hablado con exniños soldados que le han informado de la presencia entre las milicias de menores de cinco años.

Mientras que los más jóvenes se emplean en las cocinas o en otras tareas domésticas, los mayores se pueden ver obligados a matar o se utilizan como escudos humanos. Sea cual sea su edad, señala el informe de Unicef, tienen que someterse a ritos de iniciación que incluyen beber brebajes que pueden contener alcohol o huesos humanos molidos, o comer carne humana para adquirir supuestos poderes que les protegerán en los combates.

UN PAÍS AL BORDE DEL ABISMO

A Kasai, se suman otros focos de violencia e inseguridad del país, como las zonas de Kivu, Tanganica e Ituri. En la última conferencia de donantes, organizada por Naciones Unidas y celebrada el pasado mes de abril, se recalcó que las necesidades de la RDC están aumentando y que para hacer frente a la crisis se necesitarían casi 1.700 millones de dólares este año (1,4 millones de euros), el doble de la suma pedida para el año anterior.

Sin embargo, las autoridades de la RDC no acudieron a Ginebra al considerar que el encuentro ofrecía una mala imagen del país y que el Estado puede hacerse cargo de las necesidades humanitarias internas.

“La mayoría de estos niños fueron obligados a unirse a los combatientes por parte de sus familiares u otros coétaneos”, explica Shaw. “Se les amenazaba, de lo contrario, con matar a sus padres o a ellos mismos”. Aunque las milicias están poniendo en libertad a los soldados más jóvenes desde el pasado verano, muchos de ellos necesitan apoyo para la reinserción y superar los traumas que han vivido. “A menudo, se sienten culpables por lo que han sido obligados a hacer o siguen con el miedo a ser perseguidos, pero tienen que lidiar solos con ello”.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/05/10/planeta_futuro/1525962484_477827.html

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