Latinoamérica en brasas

“El cambio climático se ensañará con el continente”

En 2020 la Amazonia perdió una superficie de selva igual a siete Londres

Si la Tierra arde, América Latina y el Caribe son como brasas: son de las regiones del planeta más afectadas por el cambio climático. Las prevenciones anti-riesgo regionales sufren de insuficiencia crónica.

Solo una semana después de que el Grupo de expertos internacionales (IPCC, en inglés) publicara su informe sobre la dramática situación mundial, el tercer martes de agosto la alarma sonó con decibeles latinoamericanos

La radiografía continental del nuevo estudio de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), publicado el 17 de agosto revela un diagnóstico grave.

2020 fue uno de los tres años más calientes –desde que existen mediciones– en México/América Central y el Caribe. Y el segundo más cálido en América del Sur. Las temperaturas se situaron en 1°C, 0.8°C y 0.6°C, respectivamente, por encima de la media de las décadas 1980-2010.

En el sur de la Amazonia y el Pantanal, donde confluyen las aguas de nueve países de América del Sur y se concentra una décima parte del carbono terrestre, los incendios explotaron exponencialmente como resultado de la intensa sequía que azotó esa región. Sequía que no es inocente, sino el resultado del talado a gran escala de los bosques con el propósito de generar tierras para la cría del ganado y los cultivos de agroexportación. Fue la peor sequía de los últimos 60 años.

Según datos del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais (INPE), la Amazonia brasileña registró en junio del año en curso 2.308 focos de incendios, su peor cifra desde 2007.  Superó en un 2.6% los del año pasado, los cuales, según el informe de la OMM, ya habían sido récord.

La reducción de la selva amazónica en tan solo un año equivale aproximadamente a un área siete veces el tamaño de la ciudad de Londres. A este ritmo, la Amazonia corre el gran riesgo de no poder jugar más su rol de pulmón del planeta. La pérdida de vegetación selvática podría convertirse, a corto plazo, en una fuente aún mucho más grande e intensa de emisión de carbono. En la actualidad, América Latina y el Caribe reúnen más del 55% de los bosques primarios del mundo, los cuales almacenan unas 104 gigatoneladas de carbono. Entre el 40% y el 50% de la biodiversidad mundial y un tercio de todas las especies botánicas se encuentran allí.

El estudio de la OMM indica que la sequía generalizada en esa región tuvo un impacto considerable en las rutas de navegación interior, el rendimiento de los cultivos y la producción de alimentos, debido a lo cual se agravó la inseguridad alimentaria en muchas zonas. Fenómeno que se visualiza, en particular, en la región del Caribe, con una vulnerabilidad muy alta. Varios de sus países integran la lista de territorios con mayor estrés hídrico del mundo, con menos de 1.000 m3 de recursos de agua dulce per cápita. En el centro de América del Sur, en 2020, los totales de precipitación se aproximaron al 40 % de los valores normales. El período de precipitaciones estacionales de septiembre de 2019 a mayo de 2020 estuvo marcado por un déficit de lluvias que se agravó, particularmente, entre enero y marzo.

En la Argentina, 2020 fue un año seco, con una anomalía nacional estimada del −16.7 % con respecto a la media de 1981-2010. Fue uno de los peores años desde 1961 y el más seco desde 1995. Los totales de precipitación por debajo de lo normal fueron el resultado de la misma sequía que afectó a la región del Pantanal.

Este calentamiento sistemático repercutió en los glaciares andinos de Argentina y Chile. Según el estudio de la OMM, la pérdida de masa ha ido en aumento desde 2010, en consonancia con el incremento de las temperaturas y de la reducción considerable de las precipitaciones.

Cataclismos de un carácter muy diferente, aunque igualmente devastadores, los huracanes Eta e Iota, con una intensidad 4, golpearon en rápida sucesión a Centroamérica. Siguieron trayectorias igualmente destructivas por Nicaragua y Honduras acentuando así los impactos acumulativos de una región tan interconectada. Los daños estimados en ambas naciones y en Guatemala abarcan a casi 1 millón de hectáreas cultivadas.

Los ecosistemas marítimos y litorales, así como las comunidades humanas que dependen de ellos, en particular en los pequeños Estados insulares, se confrontan hoy a las crecientes amenazas derivadas del calentamiento y la acidificación de los océanos, el aumento del nivel del agua y una mayor intensidad y frecuencia de las tormentas tropicales. En la región, el 27% de la población vive en áreas costeras. Y entre un 6 y un 8% habita en zonas amenazadas gravemente por eventuales inundaciones.

Con un promedio de 3.6 milímetros de incremento anual en los últimos treinta años, el nivel del mar en la región del Caribe ha superado el promedio mundial, que fue de 3.3 milímetros. El estudio recuerda que el océano absorbe cerca del 23 % de las emisiones antropogénicas anuales del CO2 presente en la atmósfera, y es, por lo tanto, un elemento esencial que contribuye a mitigar los efectos del aumento de las emisiones en el clima de la Tierra. Sin embargo, el CO2 reacciona con el agua aumentado su acidez. Este proceso en paulatino incremento afecta a muchos organismos y ecosistemas marinos y amenaza la seguridad alimentaria al poner en peligro la pesca y la acuicultura.

Doble condena: clima y deuda

El Informe El estado del clima en América Latina y el Caribe elaborado por la Organización Meteorológica Mundial (https://library.wmo.int/doc_num.php?explnum_id=10765), reúne los aportes multidisciplinarios de 40 expertos. Sus conclusiones se basan en una metodología estándar que evalúa los aspectos físicos del sistema climático a partir de datos de 1.700 estaciones meteorológicas de toda la región.

Sus conclusiones preliminares crean alarma y producen escalofríos. Las medidas de adaptación — en particular los sistemas de alerta temprana multirriesgo– no están lo suficientemente preparadas para hacer frente a los cataclismos. El apoyo de los gobiernos, así como de la comunidad científica y tecnológica, sería fundamental para reforzarlas y también para mejorar la recopilación y el almacenamiento de datos. De este modo, podría integrarse mejor la información sobre el riesgo de desastres en la planificación del desarrollo. No se puede subestimar el costo de la prevención: es fundamental contar con un apoyo financiero sólido para lograr esos objetivos.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) anticipa malas noticias. El cambio climático se ensañará con América Latina, donde se batirán récords en concepto de huracanes, se sufrirán sequías severas, seguirá aumentando el nivel del mar y habrá más incendios. Todo podría empeorar si no se logra detener urgentemente la emisión de gases de efecto invernadero.

El futuro ya es presente. Las peores sequías en 50 años en el sur de la Amazonia y el récord de huracanes e inundaciones en Centroamérica durante 2020, constituyen la nueva normalidad que le espera a América Latina. El continente se proyecta como una de las zonas donde los efectos e impactos del cambio climático serán más pronunciados: olas de calor, disminución del rendimiento de los cultivos, incendios forestales, agotamiento de los arrecifes de coral y eventos extremos relacionados con el aumento del nivel del mar.

Los expertos son contundentes. Aseguran que es de vida o muerte poner límites al calentamiento global por debajo de 2 grados centígrados en una región que ya enfrenta asimetrías económicas y sociales para su desarrollo sostenible.

Y algunos ejemplos hablan por sí mismos: en el Caribe, los desastres naturales se triplicaron en los últimos 30 años y las pérdidas económicas asociadas se quintuplicaron. La destrucción causada por los huracanes Irma y María en 2017 produjo pérdidas equivalentes al 250% del Producto Interno Bruto (PIB) en países como Dominica (https://www.cepal.org/es).

Adicionalmente, en el terreno financiero internacional, entre los efectos inesperados del cambio climático se encuentra la actitud nefasta de las agencias calificadoras dedicadas a evaluar los riesgos de inversiones. Las mismas consideran que la vulnerabilidad climática es un criterio para rebajar la calificación de seguridad y beneficio. Lo que produce, según la CEPAL, consecuencias gravísimas porque aumenta, injustamente, el costo de la deuda soberana y el pago de intereses para aquellos países en desarrollo altamente vulnerables ante el cambio climático. Según el organismo continental, esto agrava, por ejemplo, las capacidades del Caribe, de Argentina y de Ecuador los cuales ya tienen una “carga muy pesada por los altos niveles de deuda enraizada en los shocks externos agravados por el impacto de los desastres y las debilidades estructurales, sociales y económicas”.

La protesta se consolida

América Latina y el Caribe se confrontan con un laberinto casi sin salida. A pesar de ser responsables solamente del 8.3% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, pagan uno de los precios más altos por el deterioro climático global. Y lo pagan con su vulnerabilidad cotidiana, que incluye la fragilidad de sus sistemas de prevención de riesgos.

Realidad planetaria compleja, donde la descripción fáctica del drama climático esconde, muchas veces, los diferentes niveles de responsabilidad por continentes, regiones y países, así como por sectores de actividades y formas y lógicas de producción. De ahí que sean cada vez más potentes las voces sociales que se escuchan a lo largo y a lo ancho del mundo entero, especialmente las juveniles, que no se contentan de constatar la crisis climática mundial. Y que exigen que se hable también de la necesidad de una verdadera justicia climática planetaria.

Fuente: https://rebelion.org/latinoamerica-en-brasas/
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Algunas sequías terrestres comienzan en alta mar

Los océanos padecen sequías por falta de lluvia que luego emigran hacia tierra, donde provocan efectos más devastadores que las sequías terrestres. Un fenómeno global que afecta a todos los continentes.

Científicos de la Universidad de Stanford han identificado un nuevo tipo de «sequía que toca tierra»: se origina sobre el océano antes de viajar a la tierra y puede causar condiciones más grandes y secas que las sequías que ocurren únicamente sobre la tierra.

El nuevo tipo de «sequía marina» se puede predecir antes de que afecte a las personas y los ecosistemas terrestres, según los investigadores.

Descubrieron que estas sequías, que se forman sobre el océano y luego migran hacia la tierra, pueden causar condiciones peores que las sequías que ocurren únicamente en la tierra.

De todas las sequías que afectaron áreas terrestres en todo el mundo, desde 1981 hasta 2018, aproximadamente una de cada seis fueron sequías que tocaron tierra procedentes del mar, según esta investigación, cuyos resultados se publican la revista en Water Resources Research.

“Normalmente no pensamos en las sequías en el océano, incluso puede parecer contradictorio. Pero, al igual que en tierra, puede haber momentos en los que grandes regiones del océano experimentan menos lluvia de lo normal”, explica el autor principal, Julio Herrera-Estrada, en un comunicado.

«Descubrir que algunas sequías comienzan en alta mar, con suerte, motivará conversaciones sobre los beneficios de monitorear y pronosticar sequías más allá de los continentes», añade.

Difíciles de predecir

Para identificar las sequías a gran escala que se originaron en el océano, los investigadores utilizaron un algoritmo de seguimiento de objetos para identificar y seguir grupos de déficits de humedad en todo el mundo, que se remontan a décadas en el tiempo.

Descubrieron que las sequías originadas en el mar que luego tocaban tierra, crecían aproximadamente tres veces más rápido que las sequías solo terrestres y, por lo general, tardaban varios meses en llegar a un continente.

“No todas las sequías que causan daños a los seres humanos y los ecosistemas van a ser estas sequías que llegan a tierra”, señala el segundo autor del estudio Noah Diffenbaugh.

Y añade: “hay algo en las sequías que comienzan sobre el océano que las hace más propensas a convertirse en eventos grandes e intensos».

Patrones atmosféricos

Los investigadores analizaron los procesos físicos de las sequías que llegan a tierra en el oeste de América del Norte, donde ocurren con una alta frecuencia.

Descubrieron que las sequías que tocan tierra en la región se han asociado con ciertos patrones de presión atmosférica que reducen la humedad en el mar, similar al patrón de “Cresta ridículamente resistente”, en anticiclón persistente que fue una de las principales causas de la sequía de California de 2012-2017, que acabó con la vida de más de 100 millones de árboles.

Los autores afirman que análisis similares pueden confirmar explicaciones similares para las sequías que llegaron a tierra en otras áreas del mundo, incluidos Chile, Argentina, Nueva Zelanda y el este de Australia.

“Nuestro documento muestra que las sequías que llegan a tierra son un fenómeno global que afecta a todos los continentes”, dijo Herrera-Estrada.

Investigar más

Debido a los grandes impactos humanitarios y económicos de las sequías severas, el potencial para pronosticar sequías que toquen tierra puede justificar una mayor investigación, según los investigadores.

“Este es un hallazgo importante porque es probable que estas sequías que toquen tierra sean estadísticamente más grandes y más severas en relación con las sequías que no tocan tierra”, dijo Diffenbaugh.

«Debido a que por lo general tardan varios meses en migrar a la tierra, existe la posibilidad de que el seguimiento de los déficits de humedad sobre el océano pueda proporcionar una advertencia anticipada para ayudar a proteger contra al menos algunas de las sequías más severas».

Referencia

Landfalling Droughts: Global Tracking of Moisture Deficits From the Oceans Onto Land. Julio E. Herrera‐Estrada,  Noah S. Diffenbaugh. Water Resources Research, Volume 56, Issue 9. DOI:https://doi.org/10.1029/2019WR026877

Fuente: https://tendencias21.levante-emv.com/algunas-sequias-terrestres-comienzan-en-alta-mar.html

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Incendios forestales: el cambio climático y la deforestación aumentan el riesgo global

Por: Tim Schauenberg

Enormes incendios forestales han estado ardiendo en Australia durante meses. Pero el riesgo de incendios está aumentando en todas partes. Una mirada al vínculo entre el cambio climático y esta tendencia devastadora.

Después de meses de calor extremo y sequía en Australia, finalmente llegaron los incendios. Australia experimenta incendios forestales cada año. Pero este año son particularmente extremos, y el verano en el hemisferio sur acaba de comenzar.

Según la evaluación preliminar de los incendios, ocho millones de hectáreas han sido destruidas por las llamas hasta el momento. Veinticinco personas y millones de animales han muerto. Regiones enteras se han quedado sin energía y las nubes de humo ahora cubren la mitad del continente.

Docenas de incendios arrasan el paisaje australiano. Millones de animales y 25 personas han muerto hasta ahora.

Docenas de incendios arrasan el paisaje australiano. Millones de animales y 25 personas han muerto hasta ahora.

Pero Australia no es el único lugar en llamas. En 2019, la plataforma en línea Global Forest Watch Fires (GFW Fires) contó más de 4,5 millones de incendios en todo el mundo que fueron mayores de un kilómetro cuadrado. Eso es un total de 400.000 incendios más que en 2018.

«El número de incendios y su tamaño varían de año en año, pero la gran tendencia es que el riesgo de incendio aumenta a nivel mundial», dijo a DW Susanne Winter, gerente del Programa Forestal de WWF en Alemania.

Las razones por las cuales los incendios comienzan y se establecen en principio son complejas. Pero los expertos ahora apuntan a una conexión entre el creciente número de incendios y las temperaturas oceánicas más cálidas como resultado del cambio climático.

Los mares más cálidos actúan como aceleradores de fuego

Los gases de efecto invernadero producidos por el hombre han elevado la temperatura promedio de la Tierra en un grado Celsius estimado desde el siglo XIX. La superficie del mar también se ha calentado 0,8 grados centígrados. Cuanto más cálido se vuelve el océano, menos energía y CO2 de la atmósfera es capaz de absorber y almacenar el agua.

«El océano es como el aire acondicionado del planeta», explica Karen Wiltshire, subdirectora del Instituto Alfred Wegener de Investigación Marina y Polar.

Los fuertes vientos conducen el fuego cada vez más profundamente en el monte. Es casi imposible extinguir los incendios en este punto.

Los fuertes vientos conducen el fuego cada vez más profundamente en el monte. Es casi imposible extinguir los incendios en este punto.

Las consecuencias de esto podrían ser devastadoras. Si el mar continúa calentándose, tendrá un enorme impacto en el clima, desde temperaturas extremas, tormentas y sequías hasta inundaciones y temporadas de lluvias tardías que perturban los ecosistemas.

Cuando fuertes vientos desgarran paisajes cálidos y secos como Australia, el riesgo de incendios forestales aumenta significativamente. Pero el riesgo también está creciendo en regiones que alguna vez fueron templadas y frescas.

Incluso el Ártico está ardiendo

Además de los grandes incendios en Europa y California, en 2019 también se produjeron incendios forestales en el Ártico. «El tipo de incendios que nunca habíamos visto antes», dice Clare Nullis de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

El fuego se encuentra con el hielo. La cicatriz de la quemadura claramente visible de uno de los muchos incendios forestales en Siberia en 2019.

El fuego se encuentra con el hielo. La cicatriz de la quemadura claramente visible de uno de los muchos incendios forestales en Siberia en 2019.

Alaska experimentó temperaturas récord de hasta 32 grados centígrados, creando condiciones para los incendios. Según la OMM, podemos esperar ver arder los bosques en el hemisferio norte como nunca lo han hecho en los últimos 10.000 años.

En Alberta, en el norte de Canadá, cientos de incendios quemaron durante meses más de 800.000 hectáreas de tierra en el verano de 2019. Según las estimaciones de las autoridades rusas, se quemaron alrededor de 9 millones de hectáreas de bosque en Siberia, un área más grande que todo Portugal. El humo tóxico se asentó sobre pueblos y ciudades.

 Waldbrände in Sibirien im Juli 2019 (NASA/J. Stevens)

Columnas de humo de incendios siberianos en julio de 2019 a la deriva a cientos de kilómetros hacia el oeste desde el este

Los humanos tienen la culpa del incendio de los bosques

Los incendios son en realidad un proceso natural en la regeneración y renovación de los ecosistemas. Sin embargo, el 96 por ciento de los incendios del mundo ahora están siendo provocados deliberadamente o causados involuntariamente por humanos. Solo el 4 por ciento de los incendios se dan naturalmente, por ejemplo, debido a la caída de rayos, según un informe de WWF.

Muchas áreas se limpian utilizando el método de tala y quema para dar paso a la agricultura, la ganadería o la industria, particularmente en la región amazónica. También en Indonesia, más de 27 millones de hectáreas de bosque han sido destruidas desde 1990 para las industrias del papel y el aceite de palma.

Infografik Karte Waldbrände weltweit ES

África

Los datos de Global Forest Watch Fires muestran que muchos incendios afectan a África, desde Sudán del Sur hasta África Occidental. Los expertos dicen que la alta densidad de población ha llevado a un uso cada vez más intensivo de los recursos naturales, lo que significa que los ecosistemas tienen cada vez menos tiempo para recuperarse. Y los incendios también se están volviendo más comunes.

«La razón principal de esto es el uso generalizado de los cultivos itinerantes», explica Winter. «Los propietarios de tierras y los agricultores usan el fuego para limpiar sus campos, a fin de deshacerse rápidamente de la vegetación y hacer que el suelo sea fértil a corto plazo». Algunos de estos incendios pueden salirse de control y provocar incendios forestales más grandes.

El Amazonas

El año pasado hubo más incendios en Sudamérica que en 2010. Grandes áreas de bosques fueron taladas para la agricultura en la región amazónica en 2019. «Estas no fueron causas naturales», dice Nullis. «Los incendios forestales en Brasil tienen motivaciones políticas. Por supuesto, no podemos compararlos con los incendios en África», agregó Winter.

Entre enero y noviembre de 2019, más del 80 por ciento de los bosques fueron destruidos en comparación con el año anterior. Hace treinta años, el Amazonas todavía estaba tan húmedo que incendios como los que vemos hoy no hubieran sido posibles, dice Winter. Sin embargo, el Amazonas se está volviendo cada vez más seco gracias a la tala cada vez mayor.

Más incendios forestales crean un ciclo de retroalimentación: el CO2 liberado alimenta el cambio climático, lo que a su vez aumenta el riesgo de más incendios.

Más incendios forestales crean un ciclo de retroalimentación: el CO2 liberado alimenta el cambio climático, lo que a su vez aumenta el riesgo de más incendios.

El cambio climático y el ciclo del fuego

La deforestación, el cambio climático y el riesgo de incendios forestales están directamente relacionados. «Estamos lidiando con un efecto de retroalimentación», dice Winter. «Más deforestación significa un aumento en el cambio climático, lo que aumenta las posibilidades de que la vegetación se seque, lo que a su vez aumenta el riesgo de incendio».

Los incendios de 2019 en el Amazonas fueron devastadores. En toda América del Sur se han dado más incendios en comparación con 2010.

Los incendios de 2019 en el Amazonas fueron devastadores. En toda América del Sur se han dado más incendios en comparación con 2010.

Y los incendios continúan aumentando los gases de efecto invernadero en la atmósfera. Según Greenpeace, cada año se liberan alrededor de 8 mil millones de toneladas de CO2. Esto es aproximadamente la mitad de las emisiones causadas por la quema de carbón en todo el mundo.

Los incendios forestales en Australia ya han liberado la mitad de la cantidad de CO2 que el continente produciría normalmente durante un año. Y el humo ahora se está extendiendo a través del Pacífico hacia Argentina y Chile.

Fuente e Imagen: https://www.dw.com/es/incendios-forestales-el-cambio-clim%C3%A1tico-y-la-deforestaci%C3%B3n-aumentan-el-riesgo-global/a-51946276

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Enfrentar las sequías con aguas residuales

Sergio Ferrari
La búsqueda de alternativas para el riego destinado a la producción de alimentos se convierte en un tema casi obsesivo entre técnicos y especialistas. La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) anticipó algunas propuestas concretas.

Las mismas se dan en el marco de un aumento constante de las temperaturas planetarias y su incidencia directa en cultivos y cosechas.

Es el momento de dejar de pensar que las aguas residuales son un desecho y se hace necesario aprovecharlas como un recurso útil para los cultivos y la agricultura. Un método oportuno para hacer frente a la demanda creciente de alimentos y a la escasez de agua, sostuvo un alto funcionario de la FAO durante un Foro Global que aborda estos desafíos y que se realiza en la tercera semana de enero en Berlín, Alemania.

Olcay Ünver, director adjunto en la FAO para asuntos de la tierra y el agua, explicó en ese cónclave la importancia de hacer frente al grave problema de la escasez de ese líquido. “Dos tercios de la población mundial sufrirán de escasez de agua en algún momento del año, por un periodo de al menos un mes. Esto es significativo”, enfatizó.

Con el aumento de la población, los cambios en la dieta y un incremento de la competencia por los recursos hídricos se ampliará cada vez más el problema de la escasez de agua, anticipó.

La agricultura utiliza ya el 70% del agua que se obtiene de las capas subterráneas y la perspectiva es que de aquí a 2050 las demandas agrícolas aumentarán, tendencialmente, en un 50%.

A fines de diciembre pasado, la Organización Meteorológica Mundial publicó un informe que indicaba que en 2016 se registraron las más altas temperaturas desde que se procede a medirlas. Lo que implicó que se dieran los niveles más altos de concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, además de un mayor calentamiento de los océanos. Se registraron en todo el planeta numerosas inundaciones, olas de calor y ciclones tropicales que afectaron tanto a millones de personas como a los cultivos.

El funcionario de la FAO insistió en el evento de Berlín en que las aguas residuales, que incluyen las utilizadas en las casas, la industria y la lluvia, pueden usarse de forma segura para la producción agrícola. Aunque advirtió sobre la necesidad de tratamientos imprescindibles de las mismas. Si no fueran tratadas pueden contener con frecuencia microbios y patógenos, residuos químicos y antibióticos que amenazan la salud de los agricultores, los trabajadores de la cadena alimentaria y los consumidores. El organismo de la ONU subrayó que existe una serie de tecnologías y estrategias en el sector para sobreponerse a esos riesgos.

Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=221942

Fuente de la imagen: https://www.alainet.org/sites/default/files/aguas_residuales_fa

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El planeta pierde 33 mil hectáreas de tierra fértil por día

Por: Ecoportal.07-09-2016

El mundo pierde 12 millones de hectáreas de tierra fértil por año, lo que equivale a 33.000 hectáreas diarias, de 30 a 35 veces más que la proporción histórica.

Esudios científicos calculan que la superficie terrestre en condiciones de sequía pasó de 10 a 15 por ciento a principios de 1970 a más de 30 por ciento a principios de 2000, y que esas cifras seguirán aumentando.

Aunque las sequías ocurren en todas partes, África parece ser el continente más perjudicado. De acuerdo con la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (UNCCD, en inglés), dos tercios de las tierras africanas son desierto o tierras áridas.

El reto es enorme para el segundo continente en tamaño del planeta, con 1.200 millones de habitantes distribuidos en 54 países y que fue la región más afectada en 2015-2016 por el fenómeno climatológico conocido como El Niño.

“A nivel mundial, las sequías son cada vez más graves, con mayor frecuencia, más duración y extensión espacial. Su impacto es cada vez mayor, e incluye al desplazamiento humano masivo y la migración. La sequía actual es evidencia”, expresó Daniel Tsegai, funcionario de la UNCCD, en la Conferencia sobre la Sequía en África que se desarrolla en Windhoek hasta el viernes 19, organizada por el organismo y el gobierno de Namibia.

La conferencia hace hincapié en la llamada “resiliencia ante la sequía”.

“La resiliencia ante la sequía se define simplemente como la capacidad de un país para sobrevivir sequías consecutivas y ser capaz de recuperar las condiciones previas”, explicó Tsegai, en diálogo con IPS.

“Para empezar, hay cuatro aspectos en la sequía, el meteorológico (clima), el hidrológico (aguas superficiales), el agrícola (cultivo) y el socioeconómico (las consecuencias para los seres humanos)”, indicó.

Los cinco grandes “ausentes”

Para Tsegai, los principales obstáculos para lograr la resiliencia ante la sequía en África son:

a) La falta de una adecuada base de datos que incluya al clima, los recursos hídricos – superficiales y subterráneos -, la humedad del suelo, así como las incidencias de sequías pasadas y sus impactos.

b) La mala coordinación entre los diversos sectores y actores relevantes en un país y entre países de una región.

c) El bajo nivel de capacidad para aplicar medidas de reducción del riesgo de sequía, especialmente a nivel local.

d) La falta de voluntad política para implementar políticas nacionales de sequía.

e) El elemento económico de la preparación para la sequía no está bien investigado.

En cuanto a los objetivos de la UNCCD, Tsegai explicó que esta procura mejorar la productividad de la tierra, restaurar o preservarla para establecer un uso más eficiente del agua y mejorar las condiciones de vida de las poblaciones afectadas por la sequía y la desertificación.

El funcionario señaló algunas de las estrategias que se pueden adoptar para aumentar la resiliencia ante la sequía. En primer lugar, un cambio de paradigma en la manera de lidiar con el problema. Debemos cambiar la forma de pensar sobre la sequía, añadió.

“La sequía ya no es más un evento aislado y ni siquiera una ‘crisis’. Va a ser más frecuente, grave y de mayor duración. Es un riesgo constante”, aseguró Tsegai.

“Por lo tanto, tenemos que dejar de ser reactivos y ser proactivos, pasar del enfoque de la gestión de crisis a la gestión de riesgos, del enfoque fragmentado a uno más coordinado / integrado. Tratar a la sequía como una crisis implica tratar con los síntomas… y no las causas”, advirtió.

“En resumen, el camino a seguir es el desarrollo de una (política de) sequía nacional basada en los principios de la reducción del riesgo”, recomendó.

En segundo lugar es necesario fortalecer los sistemas de control y de alerta temprana de las sequías. También es importante evaluar la vulnerabilidad del país ante el fenómeno y realizar perfiles de riesgo: quiénes se verán afectados, en qué zonas y cuáles serán los impactos.

La ejecución de medidas de reducción del riesgo incluye el desarrollo de sistemas de riego sostenible para los cultivos y el ganado, el seguimiento y la medición del abastecimiento de agua y sus usos, el reciclaje y la reutilización de las aguas, y la posibilidad de cultivos más tolerantes a la sequía y la ampliación de seguros de cosechas.

Las cinco grandes opciones

Tsegai espera cinco resultados de la conferencia de Windhoek:

Un documento de estrategia común a nivel de África para fortalecer la preparación ante la sequía del continente, que pueda aplicarse y compartirse entre los países.

Que conduzca al desarrollo de políticas nacionales integradas destinadas a la construcción de sociedades más resilientes a la sequía, basadas en el uso sostenible y la gestión de los recursos naturales – tierra, bosques, biodiversidad, agua, energía, etc.

Se espera que los países acuerden un protocolo que sea vinculante y que se presentará en la Conferencia Ministerial Africana sobre el Ambiente en 2017, para su aprobación en la cumbre de la Unión Africana (UA).

Los resultados de la conferencia se presentarán ante los gobernantes de la UA para obtener su respaldo.

Se espera, además, que la conferencia fortalezca las alianzas y la cooperación Sur-Sur, para apoyar el desarrollo de políticas nacionales y la mejora de las ya existentes sobre gestión de la sequía.

Traducido por Álvaro Queiruga

Ecoportal.net

IPS Noticias

http://www.ipsnoticias.net/

 

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