La importancia de la educación consciente a través de la Filosofía

Por: Educación 3.0

Transformar la educación pasiva de los conocimientos hacia una educación consciente es el hilo conductor de este artículo escrito por Alejandro Moreno Lax, autor de ‘Filosofía viva. Una iniciación a la vida filosófica’.

En los modelos educativos hay un temario sistemáticamente ausente, el que se refiere al conocimiento de sí mismo. En la actualidad disponemos de tantos ‘conocimientos’ que en las escuelas se producen muchas discusiones en torno a cuáles han de ser los prioritarios y cuáles no: cuántas horas para Matemáticas, cuántas para Lengua… Lo que tienen en común estos debates es que no se cuestionan la forma de entender el conocimiento, pues tienden a asumirlo como algo ya demostrado, registrado, clasificado, objetivado y descubierto por ‘otros’. Es decir, los estudiantes son receptores más o menos vacíos que reciben con cierta pasividad un contenido exterior que han de memorizar y ‘aprender’. Poco importa lo que piensen al respecto y la utilidad que le encuentren a dicho saber; y todavía importa menos, más allá de lo anecdótico, si ellos traen algún saber que vaya más allá de lo establecido por el programa de estudios.

De alguna manera, lo que en su día fue un revolucionario modelo emancipador que ha enseñado a millones de personas a leer, escribir, contar… bebe de este imaginario cultural basado en la división entre quienes saben y los que no saben, entre quienes ‘poseen’ un conocimiento ‘científico’ y los que no. Lo curioso de todo esto es que no hay nada menos científico que esta visión educativa que entiende a los alumnos como entidades pasivas, una visión dentro de la cual apenas hay lugar para espíritus científicos, para seres inquietos capaces de investigar por sí mismos y desarrollar sus capacidades.

Conócete a ti mismo

Pero aquí no acaba el asunto. En el modelo educativo actual, los alumnos no sólo son (de forma implícita) asumidos como pasivos, como receptores de contenidos construidos por otros; no solo carecen de espacio para desarrollar sus capacidades; sino que, además, carecen de espacio para conocerse a sí mismos. Aquí está lo fundamental.

educación consciente

Esto quiere decir que no es relevante en su desarrollo educativo contactar con los límites impuestos por la personalidad; dilucidar los supuestos y creencias asumidos automáticamente de otras personas y que les lleva a vivir una vida que no ha sido elegida por ellos; reconocer los personajes egóticos con los que se identifican y enmascaran su ser; en definitiva, un espacio donde pueden reconocer su ser, donde puedan contactar con la ‘experiencia de ser’.

“No hay nada menos científico que esta visión educativa que entiende a los alumnos como entidades pasivas, una visión dentro de la cual apenas hay lugar para espíritus científicos”

Por eso lleva razón el educador Carlos González Pérez, protagonista del documental ‘Entre maestros’ cuando reivindica la necesidad de una segunda alfabetización, una nueva alfabetización que no se refiere a la era digital, sino a la ‘era de la consciencia’, al despertar de las visiones duales de la realidad y al inicio de un modo de entender la educación consciente basado en procesos de transformación y desarrollo de la consciencia, y no tanto en la adquisición de contenidos construidos por otros.

Un nuevo enfoque filosófico

En el ensayo que acabo de publicar, ‘Filosofía vivaUna iniciación a la vida filosófica’, exploro algunas de las cuestiones básicas para el autoconocimiento desde un enfoque filosófico experiencial, como son la experiencia de la insatisfacción, el vacío, el miedo a la soledad, el descubrimiento de la presencia, el reconocimiento de las heridas del ser, el contacto con el dolor, el significado sobre el propósito de vivir, la importancia del silencio…

Considero que todas estas cuestiones no solo son importantes para todo adulto que experimenta una crisis personal o se acerca a la vejez, sino que han de ser cuestiones centrales que han de acompañar todo proceso educador; todo proceso en el que educar ayude a sacar al estudiante su propia sabiduría personal, su propia comprensión sobre quién es.

“En un mundo donde la tecnología está transformando a pasos agigantados y a un ritmo vertiginoso todos los ámbitos sociales, debemos recuperar el primero de todos los saberes, el conocimiento de sí mismo”

Asumir este nuevo paradigma educativo implica no tanto crear una asignatura específica para ello, ni implica solamente modificar los contenidos y metodologías correspondientes a la asignatura de Filosofía, sino más bien implica que el profesorado se involucre en un proceso de educación consciente en el autoconocimiento que le ayude tanto a cuestionar los aspectos superficiales de la personalidad (incluyendo su rol de docente), como a transformar la visión de su propósito educativo así como proporcionar a los estudiantes de una serie herramientas transformadoras de su propio ser que, sin duda alguna, agradecerán.

En un mundo donde la tecnología está transformando a pasos agigantados y a un ritmo vertiginoso todos los ámbitos sociales, debemos recuperar el primero de todos los saberes, el conocimiento de sí mismo, el saber que nos prepara para vivir.

Filosofía viva
  • Autor: Alejandro Moreno Lax
  • Editorial: Desclée De Brouwer

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/opinion/educacion-consciente/

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Manifiesto del Movimiento al Buen Vivir Global.

Por: Andrés Kogan Valderrama

El Movimiento al Buen Vivir agrupa y entrelaza a personas, colectivos y movimientos sociales que abrazan o tienen como horizonte el Buen Vivir, como otra vía a las corrientes eurocéntricas y reduccionistas que han dirigido el mundo desde hace 500 años.

El fracaso de todas las concepciones oscurantistas y proyectos contra natura ha llevado a buscar otros caminos, entre ellos, la experiencia acumulada de los pueblos indígenas o milenarios, quienes han estado en este continente por lo menos 20.000 años, los cuales tienen mucho que ofrecer y compartir.

El quiebre y ruptura colonizadora impuesto por la monarquía no logró terminar con los pueblos ancestrales, los que han pervivido y resistido, unos mejor que otros o a diferentes niveles. Desde ahí, nos levantamos en medio de la noche para abrir y expandir la luz, como nos dijeron nuestros abuelos que deberíamos hacerlo después de 500 años. Somos los herederos, continuadores y tejedores de todas estas sabidurías, prácticas y valores; enarbolando el Buen Vivir en las distintas lenguas, formas, y colores de Amaruka o del Abya Yala.

Somos un movimiento plural, cobijado por la diferencia y la diversidad, característica propia de la naturaleza y de la cual es parte el ser humano, y cuyo sentido de existir es el encontrar el equilibrio y la armonía entre sus diferentes lados y posiciones, para evitar caer en cualquier tipo de dogmatismo o fanatismo. La oposición es la constante de la vida humana y natural, la que genera desencuentros, disputas, peleas, y ante ello, la herramienta es la conciliación y el acuerdo basado en el principio de “armonía de complementarios”.

Totalmente diferente al paradigma civilizatorio que busca anular o eliminar al oponente o disímil, posición y actitud que básicamente destruye y que genera continuamente guerra, muerte, destrucción, violencia, dolor. Somos conscientes de que no es fácil vivir en armonía y equilibrio (buen vivir), pero tenemos la perspectiva, las herramientas y los conocimientos para responder desde esta filosofía complementaria, para buscar siempre restablecer la estabilidad y mantener la equidad como las fuentes primordiales de una vida sustentable y simbiótica.

En este sentido, queremos visibilizar, potenciar y consolidar estas ontologías, epistemologías, axiologías y hermenéuticas, para reconstruir nuestras vidas personales y comunitarias. Las cuales nos permitan encontrar otro estilo de vida, a partir de otro modo de entender la realidad, y de establecer otras relaciones a las impuestas por la civilización y particularmente por la plandemia del capitalismo. Entendemos que la civilización surgió como un proyecto para romper con la madre tierra y para controlar a todo lo femenino de la vida. La civilización se separó de la naturaleza y la catalogó de inferior y procedió a objetivarle e instrumentalizarle. Lo mismo hizo con la mujer, la sensibilidad, la afectividad, la sexualidad, las diosas, los pobres de Europa; hasta llegar a hacerlo con los pueblos de otros lares, de otros colores, y de otras cosmovisiones y filosofías, en los últimos 500 años.

Luego de más de 2000 años de ello, en Europa y en todo el mundo se han levantado las mujeres, las diversidades sexuales, las espiritualidades, los pueblos indígenas de todos los colores de la madre tierra, para decir que no queremos más patriarcalismo, machismo, racismo, clasismo, sexismo, homofobia, xenofobia, aporofobia, nacionalismo, curdismo; para ningún ser humano ni pueblo. Como así mismo, no más extractivismo, ecocidio, tortura, agresiones a los demás seres de la madre tierra, que constituyen y hacen posible la vida en este planeta, y a los cuales consideramos nuestros hermanos pues, nos sentimos otro miembro más de la naturaleza y del cosmos sagrado.

No cuestionamos solamente al clasismo, ya que es tan solo una parte de la conflictividad social sino, otra serie de factores fundacionales, estructurales y paradigmáticos, con la denominada civilización o más concretamente con el paradigma homogenista y supremacista. Las diferencias entre los promotores del capitalismo y del socialismo-comunismo son básicamente diferencias de clase pues, ambos comparten los mismos presupuestos conceptuales sobre la realidad, la naturaleza, la ciencia, la cultura, la sociedad. Y nosotros nos desmarcamos de todo ello pues, manejamos otros principios, valores y categorías.

Aspiramos a una descolonización de las corrientes provenientes del eurocentrismo de izquierda, para poder avanzar a cambios profundos en la humanidad y no quedarnos en simples cambios epidérmicos, tal como hemos visto en todos estos años que tan solo han sido puros gatopardismos, esto es, simples cambios de piel para que todo siga igual. Ambas tendencias hegemónicas, básicamente pretenden cambios económicos pero dejan inalteradas las concepciones e instituciones creadas por el reduccionismo y la pandemia civilizatoria.

En Occidente, hay quienes han comprendido que ellos también son presas del colonialismo eurocéntrico, materialista, positivista, racionalista, dogmático; y han levantado los saberes y prácticas de sus ancestros indígenas, poniendo como referente a los “Bienes Comunes”, los que están en la misma onda del Buen Vivir. Y lo mismo está sucediendo en el África (Ubuntu) y en el Asia; es decir, en todo el planeta. Consecuentemente, no se trata de experimentar nuevas aventuras ni de regresar al pasado, sino de aprovechar la vivencia acumulada de los pueblos indígenas de todo el mundo, como asimismo lo positivo de la autodenominada “civilización”.

Entendemos que el axioma derecha-izquierda es un dogma colonial, impuesto al mundo por el monoteísmo político para dividir a los seres humanos, pero al mismo tiempo, sabemos que es una manera bajo la cual la mayoría de seres humanos se manejan actualmente dentro de estos términos y códigos para tomar posiciones dentro del capitalismo. En este sentido, nos ubicamos a la izquierda, sin embargo, somos críticos de la izquierda, especialmente de la izquierda ortodoxa, institucional, electorera, instrumentalista. Y fuera de esta dicotomía hegemónica, nos inscribimos en la “alteridad” a todo el pensamiento único o monárquico o eurocentrado. Por tanto, no abogamos por un cambio civilizatorio sino por una trans-civilización, para salir de todo el modelo antropocéntrico, antropomórfico, geocéntrico, monista, cartesiano, cosificador, que creó el imperio greco-romano y su paradigma centralizado en la razón instrumental.

En este sentido, dejamos claro que el Buen Vivir no es un modelo de desarrollo ni una alternativa al desarrollo, como lo presentaron deformadamente los progresistas. El Buen Vivir es un sistema socio-político-espiritual, que reproduce al sistema de la naturaleza, es decir, de la vida, en una versión y aplicación humana. Tampoco es solo un proyecto cultural, sino que es un paradigma integral aplicable a todos los elementos que hacen la vida social y natural. Queremos construir un mundo vital, recíproco, complementario, correspondiente, mutual, en donde “quepan todos los mundos”, como dicen los zapatistas.

Abogamos por disminuir las desigualdades, pues entendemos que las inequidades son las que generan o son el caldo de cultivo para la explotación, la pobreza, la delincuencia, la enfermedad, el sufrimiento. Nuestra propuesta es reducirla al mínimo posible entre los seres humanos, como de igual manera con los demás seres de la vida. Mientras para la derecha el centro es el capital, para la izquierda es el hombre, para la alteridad es la vida en su conjunto. Por tanto, consideramos que lo comunitario debe estar sobre lo público-estatal y lo privado. Y de esta manera, también salir del binarismo entre el privatismo y el estatismo, poniendo a lo comunitario (cooperativo, asociativo, grupal, colectivo) como otro ente fundamental y primordial sobre la economía y la propiedad. Todo ello dentro de un Estado plurinacional, como la posibilidad de compartir y de convivir entre multiplicidades y heterogeneidades; muy diferente al estado unicista, homogeneizador, piramidalista, represor, que nos gobierna actualmente.

En nuestro movimiento practicamos la biocracia o el consenso y nada se decide o se hace por que gana la mayoría sobre la minoría, como en la democracia. Buscamos el acuerdo, la conciliación, la mediación, la compensación; para salir de toda forma de competencia que es el principio rector del eurocentrismo de derecha e izquierda. Nos interesa más construir el mundo nuevo que destruir el capitalismo. Nos interesa más vivir ya en otro mundo, que dedicarnos más a la toma del poder. Nos gusta más los proyectos colectivos de producción regenerativa y de nuevas formas de vida, que dedicar todo nuestro tiempo a la lucha electoral. Nos preocupa más las acciones de resistencia cotidiana frente al desarrollismo y al neoliberalismo, que poner nuestro empeño en la lucha armada para asaltar el poder, para posteriormente dedicarnos a defenderlo convirtiéndonos en dominadores y autoritarios que buscan retener ese pingue poder político. Por tanto, nos anima más la “rebeldía social” que genera una vida nueva, que las revoluciones armadas y las elecciones democráticas, pero igual, asumimos posiciones frente a estos escenarios que se presentan, apoyando o criticando a los políticos profesionales y a los partidos políticos que son presentados como los únicos entes de dirección pública y social.

De esta manera, no somos otra fuerza más de la izquierda, sino que marcamos encuentros y distancias, abriendo otros caminos que puedan ser posibilidades reales de cambios profundos y no nuevos espejismos que se dan la vuelta en lo mismo. Buscamos dar esperanza a todos quienes no ven en los partidos políticos mecanismos de cambio, para generar otros procesos desde la alteridad y alejados de las prácticas conocidas y fracasadas. En última instancia, lo que hacemos es sistematizar las experiencias de rebeldía de distintos pueblos en el mundo, para ofrecer guías y luces a quienes todavía no pueden ver que hay algo más allá de lo que nos ofrece el pensamiento hegemónico y supremacista.

Si tú como nosotros, sientes el llamado de la Madre Tierra de aflorar toda la potencia y locura creativa para juntos construir el mundo que queremos para nuestros hijos. Si tú como nosotros, sientes la urgencia de tomar acción para construir un mundo de cuidado a todas las formas de vida. Si tu como nosotros, está cansado de la pandemia del capitalismo súmate al buen vivir.

Página web: https://buenvivir.global/

Escríbenos: elbuenvivir@riseup.net

Miembros fundadores:

Isabel Álvarez (Argentina)

Marcelo Fernández (Argentina)

Jorge Parra (Argentina)

Fernando Fava (Argentina)

Janete Schubert (Brasil)

Tercio Jacques (Brasil)

Vilmar Alves Pereira (Brasil)

Nicolas Van Caloen (Canadá)

Carlos del Valle (Chile)

Andrés Kogan Valderrama (Chile)

Carlo Zarallo (Chile)

Aura Isabel Mora (Colombia)

Carlos Duque (Colombia)

Omar F. Giraldo (Colombia)

Alexandra Ríos (Colombia)

Alix Amado (Colombia)

Pablo Dávalos (Ecuador)

Diego Velasco (Ecuador)

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Marco Andrade (Ecuador)

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Fabián Espinosa (Ecuador)

María Fernanda Andrade (Ecuador)

Patricia Mendieta (Ecuador)

Julio Lojano (Ecuador)

Pablo Yépez (Ecuador)

Arturo Alvarez (México)

Samuel Cielo (México)

Cricia Ochoa (Perú)

Francisco León (Perú)

Emiliano Terán Montavani (Venezuela)

Andrés Kogan Valderrama. Sociólogo. Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable. Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea. Doctorando en Estudios Sociales de América Latina. Integrante de Comité Científico de Revista Iberoamérica Social. Director del Observatorio Plurinacional de Aguas www.oplas.org. Miembro del Movimiento al Buen Vivir Global https://buenvivir.global/

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Fotografía: Rebelión.

Fuente e Imagen: https://insurgenciamagisterial.com/manifiesto-del-movimiento-al-buen-vivir-global/

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Que cada quien coloree su casita por Merlin Serrano

Por: Melin Serrano.

 

Cristina Muller, me ha pedido que hable de “la casa como símbolo”.  Así que veo casas desde hace un buen rato en todos lados.  Y  me doy cuenta cada día que la casa está en todos lados, todos los días, de la mano de cada persona que me cruzo. Porque está. Porque va, viene, entra-sale, o porque no está. Porque se recuerda, porque te enseñó, porque construyes una, porque la destruiste o la reciclaste.

No es que yo la vea mucho por la fijación de la tarea.  Está en las historias de migrantes por anhelo o referente, en las obras de los artistas como en “La Perfecta soledad” de Herna Freiber, en la obsesión de los fotógrafos por mirar “afuera”, desde “adentro” (yo quiero mirar adentro).  En las casas navegantes de las islas de Chiloé, de las que flotan en Delta Amacuro, en el apego de mis padres a la primera casa.  En la casa centralidad del mundo, de la artista Consuelo Méndez, con sus flores, su mirada a El Avila, su altar…  La casa que la perra reconoce, de la que teme irse.

La ciudad toda. De los barrios de Caracas. Las casas perdidas, las casas que se inundan, la que improvisas en la intemperie, con precariedad.  Las casas oscuras, con lugares oscuros para albergar secretos condenables, silencios de violencia.

La casa de la emoción. La casa alegre… la casa triste. La casa del adentro, del alma. La casa sonido. La CASA CANCIÓN.

La psicología, la filosofía, la hermenéutica, la fenomenología, la arquitectura, la antropología, la sociología… todas toman la casa como centro de análisis.  En esta tarea que me ha pedido Cristina he preferido a Bachelard, en su Poética del Espacio, porque reconoce de entrada la condición múltiple del significado de LA CASA.  Lo de Bachelard es una revisión exhaustiva de la casa, del nido, de las lecturas de la casa en la expresión poética y de la forma que da cuenta del ser. En especial cuando se hace poética de un espacio que sale directo del alma.  De adentro, del corazón. Así como la imagen que Irene Pizzolante nos da de LA CASITA. Una casita que se despliega desde el corazón de la niña. Una casa en la que cada niño tiene alas de plumas dibujadas para correr.  Una casa cuenco en las manos, fuego, cabello de río, lleno de pájaros y peces.

Lo que encontramos en LA CASITA, se escapa sin embargo a los casos que revisa Bachelard. Porque aunque hace mención de la idea de casa como centralidad, verticalidad, de conexión con la tierra o de separación, de recuerdo de sí misma/os, de la noción de “intimidad”, no se trata de esas casas que él ve.   Habla de la casa como “el primer mundo del ser humano”, donde se produce el “adentro” y “afuera”. Lugar de la “infancia inmóvil”, de los protectores (o agresores) de la maternidad, de la soledad y el mundo, pero su casa no se encuentra con LA CASITA. 

LA CASITA, que nos presentan Cybele e Irene, en este proyecto de la editorial utopía{portátil}: es una casa que precede a la división del ser.  En ese sentido LA CASITA tiene algo de triste anhelo, de mundo íntimo perdido para los adultos y de vivo presente para los niños/as.

La casa se levanta, se agiganta cada tarde. No se rompe, no se separa. Va en el corazón. LA CASITA, pide “llévame al rio, muéstrame un nido”. LA CASITA, se sorprende. Mira por primera vez, una y otra vez.  ¿Cuántos de nosotros recordamos la primera vez? La primera vez cuando nos maravillamos de algo y aun somos capaces de maravillarnos y disfrutar del placer del ver por primeras veces…el río, el nido?

¿En cuál lugar del alma se te agolpan las resonancias de esa imagen-objeto que no ves?  El nido, el rio, la sensación del frío, la sombras, la oscuridad, los pájaros, su canto.   LA CASITA, nos muestra las imágenes y emociones que experimentamos cuando empezamos a darnos cuenta del ser. Del tiempo en que nos constituimos.  La casa puede desaparecer como objeto o ser sustituida, pero la historia que nos constituye está allí en el centro de nosotros.  Luego se vuelve recuerdo, luego querremos retornar, re-hacerla. Crear otra.

En LA CASITA que nos trae utopía {portátil} cantamos otra vez desde el ser indivisible que somos, antes del rompimiento, durante la niñez.  Así que ésta, LA CASITA, en su sencillez profunda, nos trae imágenes poderosas y atávicas de lo que hemos sido (y que como adulto recordamos a la distancia del tiempo y el espacio en nuestra alma) pero que los niños/as la dibujan, la colorean, la reconocen y la llevan consigo a donde van.  ¿Quién no ha sido parque, rio, caballito, barco y zapato descalzo para correr? 

LA CASITA no es la casa que recordamos. En el ser niños/as somos la casa toda.  Sin la noción de “afuera y adentro”. No hay límites. LA CASITA, se levanta, se agiganta (crece el ser) y no se rompe, somos nosotros. Vuelve cada tarde.   Somos la casa, la teta, el fuego, la identidad, el cuerpo.  LA CASITA, está entera. No se ha separado, no se ha divido. No es recuerdo todavía.  Bachelard nos dice, citando a Pontalis “el sujeto que habla es todo el sujeto”. Ese es el lugar desde el cual se habla en LA CASITA. Desde el sujeto todo, completo.

La casa- tiempo y espacio puede ser por otra parte, una “fijación en espacios de estabilidad” (Bachelard). Por ejemplo, la casa-hogar idealizado y del orden normativo que podemos hacer de ella hombres y mujeres, en particular como espacio para la violencia antes que para el amor.  No es que LA CASITA apunte a una casa idealizada, sabemos que las casas también guardan espacios oscuros, de peligro.  En este caso la apuesta va por una casa/identidad como espacio para el ser en plenitud.

Siguiendo a Bachelard, la casa es también mucho más que lo obvio: objeto/refugio.  Aunque se concibe como un espacio físico que se opone a la naturaleza, en el sentido de protegernos de los elementos, sus formas y materiales, también nos remiten a la conexión con la tierra, con el agua, con el calor/centro, sea que se encuentren pegadas a la tierra o en grandes edificios en las ciudades. En LA CASITA, habitan los elementos y símbolos del movimiento.

Cybele nos canta llévame al río, al agua en movimiento. Todos en conjunto apuntan al movimiento, a la vida: el fuego, las casas dentro de la tierra, el río, el aire, el barco, los peces, la bici. Somos nosotros quienes hacemos la relación con los elementos, y LA CASITA ya no es un objeto.

La canción nos da una casa que se levanta, que se agiganta: “Todas las tardes la pequeña casa de la niña/se levanta” Una casa que va “afuera” que retorna, una casa-nido. E Irene nos da el nido con la niña al centro, sonreída y confiada. Quien haya visto un nido sabe que el centro es el lugar más cálido, impermeable y mullido. Hecho de pistilos. Un centro escogido para ser, crecer y migrar. LA CASITA, es en ese sentido centralidad del mundo. Acogida al centro de sí misma. LA CASITA nos canta “muéstrame un nido” en los árboles y pájaros que Irene dibuja.  Y luego, vemos el centro del nido, para la niña soñar.

LA CASITA es también verticalidad. Irene nos da los árboles de los pájaros que arrullan en el canto de Cybele. Esta imagen nos da un lugar para subir.  Nos da la verticalidad del trepar hacia el soñar.  Donde reposa el nido.  Para mirar desde arriba, para desarrollar el pensamiento, la visión.  LA CASITA es verticalidad para soñar y volar, también centralidad del ser.

Pregúntese cada uno sobre su casa. Cada casa nos cuenta una historia, su propia poesía. Y LA CASITA, es poesía. Hacemos poesía del espacio en que estamos. Entramos al nido, lo acunamos. Lo hacemos cálido y familiar, traemos la tierra adentro. Germinamos plantas, volvemos a la naturaleza. Acogemos “mascotas urbanas”, damos alimento a los pájaros para atraer la naturaleza olvidada.  LA CASITA de Cybele e Irene, va afuera, a la naturaleza, juega, retorna “todas las tardes”.  Así en La Casita celebramos el mundo-universo.

Entonces, LA CASITA: centro, naturaleza, mundo, Dios, intimidad, añoranza, tiempo/espacio, origen, secreto/oscuridad, refugio, escondite. La Casa hombre, la Casa mujer: ternura, continente, fuerza- vulnerabilidad- resistencia.  Secreto/verdad.  La casa entera, la casa sin bordes. La casa no es obvia. No es un objeto bello o feo. La casa es y cuenta sus historias.

Pregunté a un ingeniero sobre su casa de niño. Dijo enseguida: “era fuerte, de una estructura… materiales… etc.”  Entonces contó que el techo necesitó reparaciones. De tejas antiguas, no se encontraban con facilidad. Se le ocurrió subir al entretecho para mirar el daño y quedó conmovido. Encontró allí tejas para restaurar todo el techo. Las habían dejado allí sus padres y tíos. Podían ponerlas desde adentro. En sus palabras encontró la casa eternidad, la casa amor, la casa que se recupera y sana desde adentro. El lugar de los protectores, un lugar de fuerza y de poder (aunque haya desaparecido materialmente) LA CASITA, es TIEMPO. La recordamos en el tiempo de las emociones y los recuerdos. La casa de la infancia.

Por eso, la patria es la casa de la infancia, como dice Gabriela Mistral. El lugar de las primeras veces, el lugar “del primer mundo” como dice Bachelard, donde LA CASITA se levanta, se agiganta… trepa a los sueños, busca la tierra, el rio de nuestra profundidad y el movimiento.  LA CASITA que contamos…

Y los niños, no se reprimen el deseo de ser “escritores” (como apunta Bachelard de aquel adulto que lee y siente la resonancia de las palabras/imágenes en su alma). No tienen miedo, no tienen arrogancia y no tienen modestia… porque viven en la imagen de la palabra, indivisibles. Por eso en utopía {portátil} apreciamos al niño/a como creador.

Les pido a todos que ensayemos volver a vivir en ese estado de gracia. Vivir la impresión de la primera vez, porque “lo imprevisible de la palabra libera” (Bachelard).

Que cada quien coloree su casita

Merlin Serrano. Sobre “la casa” a propósito del libro LA CASITA de utopía {portátil} editorial

19 julio 2020, Santiago de Chile

Fuente: Equipo de Ove

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La reducción de nuestra felicidad

América del Norte/México/13-10-2019/Autor: Luis Miguel Alvarado Dorry

Por: Luis Miguel Alvarado Dorry

Para Aristóteles (Butler-Bowdon, 2013, págs. 14, 35-42), la felicidad reside en conocer y reconocer el sentido que tiene nuestra vida, pero, ¿nos hemos detenido o como los peripatéticos de la antigua Grecia, hemos caminado para pensar-nos y reflexionar-nos sobre qué sentido tiene nuestra vida? En este mismo contexto ¿Qué tanto nos conocemos y reconocemos?

En este mundo que cada vez va más y más de prisa, no nos da tiempo siquiera de disfrutar de las «pequeñas» bellezas o, como dicen mis hermanos y hermanas venezolanas, «bellesuras» que nos ofrece nuestra madre tierra, mucho menos a pensar-nos y reflexionar-nos con el hito de conocer-nos y reconocer-nos.

Por otro lado, en realidad conocemos y reconocemos siquiera ¿qué parte de nuestro cuerpo es sensible a cualquier roce o caricia? ¿Qué parte de nuestro cuerpo, fuera de los genitales, nos produce placer? En el único espacio y tiempo en donde nos acariciamos y tocamos es al momento de bañarnos, pero lo hacemos tan rápido que pasamos por alto muchas de nuestras zonas sensibles, nos ignoramos; si han cepillado cuidadosamente por un prolongado periodo sus encías con el cepillo que usamos para cepillar nuestros dientes, corroborarán lo placentero que es.

Dice el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga en (Marcos, 2019) que, «la vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado», es decir, anteponemos el tener por encima del ser y del relacionarse con la o el otro y, con la naturaleza; dedicamos toda una vida en trabajar para tener, tener para gastar, gastar para acumular, acumular para llenar vacíos que se han creado a lo largo de nuestra vida, vacíos que dejaron la falta de caricias y afecto, o bien el abandono o pérdida de un padre, de una madre, de una hija, de un hijo, de un hermano o una hermana, etc. Estos vacíos debido a la falta de conocimiento de sí mismo y del otro o la otra, asimismo del sentido que tiene nuestra vida, si es que tiene un sentido, por lo tanto, nos embarga la infelicidad, en este contexto, no podemos reducir el sentido de nuestra vida en ir rellenando nuestros vacíos con objetos consumibles, en las deudas agobiantes que deviene, en trabajar para acumular y, por lo tanto, en sufrir la patología del siglo XXI, el estrés.

Pero ¿será porque así lo quiere el destino? O será que no existe un destino, sino una programación a través de la escuela y del complejo industrial cultural (Bonilla-Molina, 2018), con base en la alienación de nuestra vida por un sistema que nos quiere ignorantes de nosotros mismos que, mientras menos conocimientos tenga de mí mismo, le conviene a sus intereses, ya que éste va creando otros vacíos tan reales que, sus productos, son la panacea para rellenarlos.

Entonces, en esta lógica de consumo, llevamos una vida de relleno, siento tristeza, compro; siento alegría, compro; siento frustraciones, compro; siento coraje, compro y, para comprar, es necesario trabajar y, en este mundo de explotación, no hay salario que alcance a la magnitud de la programación de nuestras subjetividades que hace el sistema capitalista con base al consumismo desmedido, por lo tanto, nos endeudamos para seguir rellenando.

En este sentido, nos vamos alejando poco a poco de nosotros y, por lo tanto, de los otros, de las otras y de nuestra madre tierra, ella sabe bien su sentido de vida, es decir, un perro o una perra se conoce y reconoce como perro o perra, su sentido de vida es proteger, jugar, amar y ser amada(o), aunque en ocasiones el amor y el juego no son recíprocos, sino que solo él o ella ama y juega, mientras que recibe a cambio violencia de todo tipo, pero al final de cuentas él o ella ama, juega y protege, porque ese es su sentido de vida.

Un árbol se conoce y reconoce como tal, al crecer va penetrando con sus raíces cada vez más profundo a la tierra en busca de agua y de los mejores nutrientes, podríamos cuestionarnos ¿qué beneficio tiene la tierra? Ésta no se erosiona ni por el agua, ni por el viento, sino que su fuerza consiste en la simbiótica relación entre la tierra y las raíces del árbol, también, al caer las hojas del árbol a la tierra, se convierte en abono con ayuda de microorganismos, insectos y lombrices, el cual ayuda a la tierra a recuperar sus nutrientes y a su vez en alimentar al árbol, este da sombra, provee de semillas y frutos para alimentar a otro u otra ser vivo, es decir,  en palabras de Freire (1997, pág. 102) “La conciencia del mundo que implica la conciencia de mí en el mundo, con él y con los otros, que implica también nuestra capacidad de percibir el mundo, de comprenderlo, no se reduce a una experiencia racionalista”. El árbol al conocerse y reconocerse como árbol, conoce y reconoce a la tierra, a los microorganismos, insectos y lombrices, es decir, conoce y reconoce a los demás, por ello ese árbol tiene y sabe que su vida, tiene un sentido.

Desde esta perspectiva, podría aseverar que, tanto los animales como las plantas, en sí, todos los seres vivos (a excepción de la mayoría de los seres humanos que, no tenemos ni sabemos si nuestra vida tiene un sentido o cuál es ese sentido) saben que su vida tiene un amplio y dialéctico sentido, en permanente interrelación con las y los demás, por lo tanto, son felices.

Es por ello que, para ser feliz, primero tenemos que conocer-nos y reconocer-nos a nosotros, nosotras y nosotres mismos, a la otra, al otro, a la otre y, a la naturaleza, con el fin de conocer que nuestra vida tiene un sentido y que este no sea reducido, sino ampliado en un horizonte de posibilidades en permanente dialogicidad. Conociendo y reconociendo nuestro sentido de vida nos permite vincular-nos con el todo, no restando ninguna importancia a las partes, al contrario enfarizándolas, esta felicidad genuina se va construyendo desde y, con nosotros, nosotras y nosotres, desde y con los y las demás, no una felicidad ficticia que solo se basa en rellenar nuestras vidas con superfluos artículos de consumo, una felicidad dada, pasajera e impuesta.

Referencias

Bonilla-Molina, Luis. (2018). Mafaldas o Zombis. El complejo industrial cultural en el siglo XXI. Caracas: Otras Voces en Educación.

Butler-Bowdon, Tom. (2013). 50 Clásicos de la Folosofía. Málaga: SIRIO, S.A.

Freire, P. (1997). A la sombra de este árbol. Barcelona: El Roure Editorial, S.A.

Marcos, Adeline. (31 de Mayo de 2019). “La vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado”. Obtenido de El País: https://elpais.com/elpais/2019/05/31/ciencia/1559293697_965411.html

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