¿Es posible otra batalla de Valencia?

Por: Hector SanJuan.

Politólogos, sociólogos y analistas examinan las consecuencias electorales y sociales que tiene en la Comunidad Valenciana el desafío catalán

Consideran que el debate nacional puede desgastar al Consell que ya no marca la agenda

Alertan de la tensión en la calle y del auge de la extrema derecha aunque apuntan que no se materializará en una nueva opción electoral

«Nunca había visto en Valencia tantas banderas de España». El comentario de la doctora en Ciencia Política y de la Administración Astrid Barrio lo complementa el catedrático de Geografía Humana Joan Romero, «al menos, desde la Transición». La cuestión catalana se ha apoderado de la agenda valenciana para disgusto del Consell. Como explicaba un alto cargo, esta situación es «un drama» que se puede llevar por delante el Gobierno. La misma fuente apunta que, aunque se pueda considerar a la Comunidad de izquierdas, el hecho de que el foco del debate esté en el campo de la confrontación identitaria en lugar de en el campo social les perjudica: «la sociedad valenciana sigue sintiéndoles profundamente española».

Esta idea entronca con la del politólogo valenciano y contertulio habitual de Catalunya Ràdio Jordi Muñoz. El profesor de Ciencia Política de la Universitat de Barcelona apunta que los partidos que conforman el Gobierno valenciano intentan «huir» del debate identitario y tener un «perfil bajo» conscientes de que la confrontación les puede perjudicar. Joan Romero está convencido que lo sucedido en Cataluña tendrá «un impacto electoral en forma de trasvase de votos». ¿Entre quién? El catedrático de la Universitat de València, convencido de que las encuestas habrán cambiado en el último mes, cree que se produciría un incremento de votos de la derecha que podría canalizar Ciudadanos. También el abogado y analista José Morgan considera que Ciudadanos, «que tiene una posición más sencilla pues no tiene responsabilidades de gobierno», se puede aprovechar con sus posicionamientos «más radicales».

Por su parte, el analista político e histórico del valencianismo regionalista Joan Ignaci Culla apunta que la reacción de muchos miembros de Compromís al conflicto catalán pueden pasarle factura electoralmente. El también presidente de Som Valencians considera que «ha habido una reacción en la calle» y que «el catalanismo subterráneo ha emergido». Culla hace suyas las palabras que el ex presidente del Gobierno,José María Aznar, puso el jueves encima de la mesa: «Las mismas fuerzas ideológicas que han quebrado la convivencia en Cataluña, quieren actuar en la Comunidad».

¿Rédito electoral?

Con todo, Morgan admite que «electoralmente» el debate identitario ha dado, en los últimos años, pocos «réditos» puesto que la gente mira otras cuestiones a la hora de depositar su voto. Eso sí, pronostica que «ese votante valencianista neutro» que apoyó a Compromís en 2015 puede abandonarlos en las próximas elecciones.

Así las cosas, Astrid Barrio no se atreve a hacer una proyección electoral. Lo que sí que tiene claro es que, si no se resuelve la cuestión catalana, ésta será el centro del debate como lo fue en la anterior contienda electoral el binomio nueva-vieja política.

Al margen de la afectación en el equilibrio electoral, los analistas consultados por ELMUNDO alertan del resurgimiento de la vieja tensión entre regionalismo y catalanismo y de la tensión en las calles. «A nivel social el debate estaba apagado», admite Culla.

El sociólogo y editor de Politikon, Jorge Galindo, y la profesora Astrid Barrio coinciden en que la vuelta de este eterno debate no se da únicamente por la cuestión catalana. Galindo apunta que la fractura siempre ha existido en la Comunidad Valenciana y que, incluso antes de implosionar el desafío catalán, ya había resurgido en Valencia tras el cambio de Gobierno. «La actuación de la Conselleria de Educación ha activado esta división», explica Galindo. El doctorando en Sociología por la Universidad de Ginebra apunta que, aunque está localizado en determinadas comarcas, «puede poner en problemas al PSPV en zonas castellanohablantes y reforzar al PP y a Ciudadanos que lo han cogido como un elemento de crítica al Consell». Barrio apunta que el impacto de Cataluña en la Comunidad es mayor puesto que es un añadido a las políticas del nuevo Consell que no agradan a todo el mundo. Este rechazo de una parte de la población se refuerza con la confrontación que se vive en Cataluña.

Extrema derecha

Como respuesta a Cataluña, todos los analistas alertan de la vuelta a las calles de la extrema derecha, como se vio en la contramanifestación del 9 d’Octubre o en el escrache en casa de la vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra. El profesor Romero habla de un rearme ideológico de «las versiones más duras del nacionalismo español». Galindo explica que los extremistas «están envalentonados» y tienen la sensación de que «la sociedad no es ahora tan censora contra sus acciones». Una percepción que, apunta, podría ser errónea. Sin embargo, Galindo y Barrio vuelven a coincidir en que la extrema derecha ha visto «una ventana de oportunidad» en el actual contexto que quiere aprovechar. El sociólogo explica que su oferta siempre ha existido pero que hay que ver si hay demanda.

Galindo adelanta que no ya que la activación de la extrema derecha no va acompañada de otros factores. «El peor momento de la crisis ha pasado, el sentimiento antipartidos ya se ha cubierto con el nacimiento de Podemos y Ciudadanos y el eje cultural o antiinmigración no tiene demasiada demanda ni en España ni en Valencia». Barrio añade que el hecho de que no haya una clara identificación entre izquierda y derecha y el fenómeno nacionalista también corta las alas a los ultras. Asimismo, indica que «el recuerdo de la dictadura» todavía pasa factura a estos movimientos que «están muy desconectados del populismo radical right» que ha tenido éxito en Europa.

Jordi Muñoz indica que las posiciones del PP y Ciudadanos en la cuestión nacional no dejan «espacio» para el crecimiento de otro partido. Si el debate fuera sobre la inmigración, donde estos dos partidos tienen posiciones más moderadas, sí que habría más nicho de mercado, apunta Muñoz. «Ciudadanos en España ha cogido este espacio del patriotismo constitucional desde el centro-derecha y no ha dejado espacio para nuevos partidos», ratifica Galindo.

¿Otra batalla?

Los episodios de violencia ocasionados por la extrema derecha preocupan a los analistas. José Morgan indica que «en la medida que haya tensión en Cataluña, es posible que el conflicto se refleje en las calles de la Comunidad». Aún así, Morgan ve complicado que se pueda volver a la situación de la Transición. Un pronóstico en el que coincide Jordi Muñoz que cree que no es comparable con los momentos de tensión que se vivieron entonces. El problema es que la situación en Cataluña, explica el profesor de Ciencia Política, parece complicado que se reconduzca. También muestra su preocupación Galindo que, consciente de que la extrema derecha ya está movilizada, teme que «una aplicación dura del 155 puede hacer que la izquierda también se lance a la calle». «Sería el peor escenario posible», concluye.

Ante esta coyuntura, Joan Romero hace un llamamiento a la sensatez y muestra su esperanza de que el conflicto vaya a menos y las instituciones «y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado corten de raíz cualquier conato de violencia»

Fuente:

http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2017/10/22/59eb6355e2704e4c3c8b45a8.html

Imagen: http://e00-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2017/10/21/15085982918486.jpg

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Papanatismo plebiscitario

Por: Mariano Fernández Enguita 

Corría el año 1852 cuando Karl Marx, en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, y Friedrich Engels, en Revolución y contrarrevolución en Alemania, acuñaron la expresión “cretinismo parlamentario”. Marx se apiadaba de los afectados, confinados “en un mundo imaginario y [privados] de todo sentido, toda memoria y toda comprensión del rudo mundo exterior”; Engels se reía de las “infelices víctimas” y su “solemne convicción de que todo el mundo, su historia y su futuro se rigen por la mayoría de votos de aquella institución representativa que tiene el honor de contarlos entre sus miembros.” Se referían, claro está, a que sus proclamas y resoluciones iban a chocar con la dura realidad de los poderes establecidos y de la lucha de clases. El sambenito hizo fortuna y fue repetido una y otra vez por Lenin, Trotsky, Gramsci y, claro está, todos sus corifeos. “No es un insulto”, diría Trotsky, “sino la característica de un sistema político que sustituye la realidad social por construcciones jurídicas y morales, por un ritual de frases decorativas.”

Tienta calificar de tal la pretensión secesionista, sea desde el parlament o el govern, de representar la voluntad inequívoca del grueso de la sociedad catalana, cada vez que aprueban leyes del calibre del referéndum de autodeterminación y la desconexión o secesión en una cámara que no tiene competencias para ello, a la que no fueron elegidos para eso y en la que representan el 53% de los escaños, el 48% del voto y el 36% del electorado. Pero sería ingenuo hablar de cretinismo cuando han organizado con notable eficacia y apoyo un autogolpe que, en su análisis, sólo puede beneficiar a la causa: en el improbable caso de salir todo a su antojo, alcanzarían la independencia desde una minoría de la sociedad y del electorado; en el más que probable de no lograrlo, el gobierno se verá abocado a negociar entre alguna forma de ejercicio del derecho a decidir y, al menos, una batería de concesiones, sobre todo si no faltan los equidistantes que temen tomar partido o tratan de contentar a todos; en el peor escenario, la aventura dejará una nutrido archivo audiovisual de simpáticas jóvenes ofreciendo flores a los ceñudos represores, si es que no se añade algo con lo que alimentar el martirologio. (También es mala suerte que nos haya cogido con el peor y más débil gobierno de la democracia, pero no es casual.) Cretinismo, si acaso, el de los incontables indignados que, sin ser protagonistas del plan, aceptan y aplauden la reducción de la democracia al voto de unos representantes ignorando en bloque el procedimiento parlamentario debido (tecnicismos), el Estado de derecho y el  imperio de la ley (con lo mal que suena), la división de poderes (no se la cree nadie), la letra y el espíritu de la Constitución y el Estatut (¡uy, esos!) y la soberanía del conjunto del pueblo español (¿el pueblo qué?).

En la segunda oleada de la epidemia, el virus parlamentario muta en plebiscitario. Pues plebiscito es un referéndum que no se limita a tratar de cambiar tal o cual ley sino que promete y reclama fe incondicional en un futuro esplendoroso: al poco, asegura la vieja y corrupta CiU, Cataluña será Dinamarca, Holanda, o las dos; al día siguiente, promete ERC, será una república social y libre de corrupción; tarde o temprano, añade la CUP, llegará el socialismo, pero el de verdad, el comunismo. Les falta citar a Pujols: Perquè seran catalans, totes les seves despeses, on vagin, els seran pagades. Lástima que el viaje sea más bien de la pátria de la veritat (Pujols) al país de la mentira desconcertante (Ciliga). Si votar en el parlamento es bueno, hacerlo en la calle tiene que ser el bien supremo. ¿Cómo oponerse al derecho a decidir? “Més democracia” (Colau); “esto no va de independencia, sino de democracia” (Guardiola); “España no tiene un problema con Cataluña, sino con la democracia” (Ibarretxe); “una manifestación política legítima” (Iglesias). Es una idea de la democracia que se reduce a que todo vale si se vota, no importa qué ni por quién. El voto pasa a ser como blanquear el dinero: no importa de dónde venga ni a dónde vaya, siempre que se pueda presentar un recibo en orden de la última transacción. Dos mil quinientos años dando vueltas a quién, cómo y cuándo votar, a como separar y contrapesar los poderes, y resulta que era sólo esto. Si els fills de puta volessin no veuríem mai el sol, cantaba Quico Pi de la Serra. Vamos a dejarlo en que, como levanten demasiado el vuelo los papanatas, a los que la Academia define por su sencillez y credulidad, la democracia va a vivir un eclipse imprevisible. Si no lo creen, asómense a Twitter.

*Fuente: http://blog.enguita.info/2017/10/papanatismo-plebiscitario.html

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