«Me han faltado abrazos este curso»

Por: Educación 3.0

El curso 2020-21 ha sido atípico y complejo en todos los sentidos. María José Molina, docente de Infantil, reflexiona sobre lo que ha vivido en su aula y en su centro a lo largo de estos difíciles meses.

Mayo de este atípico curso 2020-21. Me encuentro seleccionando fotos de mis niños para mostrárselas a sus padres y madres en la última reunión general de este curso. La cantidad de fotos que tengo es enorme, nunca había hecho tantas fotos a mis alumnos, nunca había reflejado con mi cámara tantos momentos en un solo año. La razón es sencilla: en cualquier momento sobrevolaba nuestro cole (y otros tantos en el mundo entero) la posibilidad de que la ola de turno nos llevase a todos de nuevo a un confinamiento estricto o que a nuestra aula la mandaran a casa unos días.

Curso 2020-21

Por eso, cuando ahora revivo tantos momentos disfrutados, desde septiembre hasta hoy, los valoro doblemente y me emociono al pensar que ha sido posible disfrutar de los amigos y amigas y que el colegio ha podido desarrollar la irremplazable y valiosísima misión que le da sentido. Además, de valorar que ha podido desplegar las alas que tuvimos que recoger en marzo de 2020. El colegio ha podido acoger con toda su grandeza a tantos niños y niñas que tanto lo necesitan, porque gran parte de su vida la constituye el centro educativo.

Dichas fotos reflejan momentos que la pandemia nos quitó el curso pasado, desde marzo. Pero eso se terminó y en septiembre, volvió el ruido a nuestras aulas, patios y pasillos. Bendito ruido. En mi caso particular, por un lado, estoy muy contenta y orgullosa de haber tenido la oportunidad de ser la maestra de los niños y niñas de 3 años durante este curso tan difícil, porque, a pesar de ser los más pequeños del cole, han demostrado ser igual de ejemplares que los alumnos mayores en el cumplimiento de las normas de la Covid-19.

Sentimientos encontrados y dudas

Este orgullo que siento se mezcla con pena, ya que el curso pasado no pude despedirme de la mejor manera de mis niños de cinco años, con los que compartí tres cursos estupendos y a los que he visto crecer. El tiempo hizo aflorar en nosotros un cariño especial y muchos recuerdos. Ellos han dejado la etapa de Educación Infantil y han comenzado Primaria con su mochila nueva, con su mascarilla y con mucha valentía. Ojalá pudiera darles un abrazo de esos que recargan pilas cuando los veo por el pasillo del cole, para transmitirles seguridad y confianza en que lo harán muy bien en esta nueva etapa.

Curso 2020-21

Y por si el virus no nos había sacado ya de nuestra zona de confort, a las puertas de una tercera ola, en enero, llega la borrasca Filomena. Otra vez la incertidumbre de cuándo podremos volver al cole, de cómo planificar las lecciones online, que no se me vaya la conexión… Y entre medias: el temor a que se congelen las tuberías en casa, la luz que se va varias veces por la humedad… Pero para nuestros alumnos fue toda una aventura: se disfrazaron, nos enseñaron los juguetes de Reyes por la pantalla y eso les encantó. Aunque la clase online no podía reemplazar los momentos vividos en el cole, había que llevarlo de la mejor forma posible, y así lo hicimos. Pero también durante este curso, con la primavera llegó la vacuna, y con ella, poco a poco, la esperanza.

Dificultades y temores, a la orden del día

Este año los profesores hemos tenido que esforzarnos por no dejarnos llevar por el miedo y continuar con normalidad, no había otra opción, había que hacerlo por nuestros alumnos. Hemos mostrado cariño y cercanía a pesar de nuestros propios temores, el miedo a contagiarse y a contagiar. La ilusión y el trabajo bien hecho han ganado al miedo, pero no podemos decir que no nos haya costado. Además, en el caso de las maestras de Infantil, hemos seguido conviviendo con los típicos fluidos habituales (babas, mocos, lágrimas, pis…) y con niños sin mascarilla.

Todo eso ha seguido igual, pero me han faltado otras cosas típicas de nuestra etapa. Han faltado abrazos, besos y muestras de afecto en general. Ha habido contacto físico, pero menos del habitual, y eso no es bueno, porque ese cariño constituye alimento para el alma. En mi caso, he recurrido al uso de un mayor número de palabras bonitas, de guiños de ojos, de miradas cómplices, de sonrisas con los ojos… No he escatimado en halagos, en palabras de ánimo y de consuelo para mostrar, de manera diferente, ese afecto que hemos reprimido tanto desde que comenzó la pandemia. Conectar con los alumnos ha sido más difícil durante este curso que en cualquier otro, pero considero que lo hemos logrado.

Futuro esperanzador

Gracias al esfuerzo de todos: niños, padres y profesores (de todos los niveles educativos) y también de otros muchos miembros de la comunidad educativa hemos salido adelante. Sin olvidarnos del fundamental personal de limpieza que ha echado el resto durante este curso por la seguridad y el bienestar de todos o de los equipos directivos, para los que la palabra responsabilidad ha supuesto un peso mayor del habitual. Este fin de curso estamos ya a las puertas del comienzo de otro capítulo: con muchas personas vacunadas, con una menor incidencia de casos y con la relajación de las normas. En el nuevo capítulo espero que lo que ahora es normal (mascarilla, gel, distancia…) nos deje de parecerlo y lo que antes era normal vuelva a parecerlo de nuevo.

Curso 2020-21

Esta es mi historia, pero puede ser la de cualquier otra maestra de Infantil durante este año. Un curso entero de pasar frío con las ventanas abiertas, de micrófono casi imprescindible, de guantes, de manos agrietadas de tanto lavarlas, con ese olor a gel hidroalcohólico en todas partes o a lejía en la alfombrilla de la entrada, de desinfectar el teclado, la fotocopiadora o el teléfono que había tocado la compañera, con los patios separados por aulas, las entradas y salidas escalonadas o la falta de tutorías presenciales con las familias.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/opinion/curso-2020-21/
Comparte este contenido:

Perú: ‘Aligerando mochilas’: orientación en salud mental para niños y adolescentes en pandemia

América del Sur/Perú/26-02-2021/Autor(a) y Fuente: www.andina.pe

Línea gratuita de ayuda y consejería 0800-00194 es iniciativa del Minsa, Unicef y Cedapp.

‘Aligerando mochilas, salud mental y adolescencia en días de pandemia’ es el nombre de la línea telefónica de ayuda que el Ministerio de Salud (Minsa), Unicef y la ONG Cedapp han puesto al servicio de niñas, niños y adolescentes que afrontan problemas de salud mental.

Esta línea gratuita brinda consejería a los niños y adolescentes para ayudarlos a superar sus temores, en escenarios particularmente difíciles como el actual, marcado por la incertidumbre debido a la segunda ola del covid-19.
De acuerdo con el estudio ‘Salud mental y adolescencia en días de pandemia’, elaborado por el Minsa con apoyo de Unicef, se conoce que el encierro, la convivencia y las relaciones interpersonales al interior de la familia tienen un notable impacto directo sobre el bienestar de la niñez y la adolescencia.
Pandemia y deterioro
“Ahora sabemos que, durante la pandemia, 3 de cada 10 adolescentes tienen problemas emocionales. Sin embargo, esta cifra se dispara a 7 de cada 10 cuando sus cuidadores presentan depresión”, advierte la representante de Unicef en el Perú, Ana de Mendoza.
“El encierro prolongado, la pérdida de socialización y, además de ello, el ver que sus padres viven estresados, deprimidos, con problemas económicos, de salud y hasta de violencia, en muchos casos, ha hecho que la salud mental de niños, niñas y adolescentes se vea deteriorada”, añadió.
“Los adolescentes viven una situación de duelo –refiere la psicóloga del Centro de Desarrollo y Asesoría Psicosocial (Cedapp), Elena Soto–; no solo por si pierden a alguien querido sino porque existen situaciones que deberían vivir en esta etapa de su vida, y ya no las podrán vivir”.
Por ejemplo, la socialización con otros chicos como ellos y todo lo que eso implica ha sido trastocado. “Es algo de lo que necesitan hablar y muchas veces no son escuchados”, enfatiza la psicóloga.

Alicia y Júnior
Alicia, adolescente de Huancavelica, dice que nunca imaginó vivir así esta atapa de su vida. “Es una mezcla de emociones: tengo tristeza por no poder ver a mis amigos, conversar de nuestras cosas, y mucha frustración porque acá el internet se va a cada rato y no puedo conectarme con ellos”.
Un día, Alicia se enteró de la línea gratuita 0800-00194 “Aligerando mochilas” y se decidió a llamar: “Fue un alivio que me escucharan sin pensar que mis problemas son absurdos; yo tenía mucho miedo de eso, pero me ayudaron y me dieron consejos sobre lo que debo hacer para mejorar mi estado de ánimo”.
Otro de los problemas por los que atraviesan chicos y chicas en la pandemia es el de las clases virtuales. 
Entre los estudiantes a quienes les gustaron las clases por internet y no tuvieron problemas académicos, solo 2 de cada 10 presentaron dificultades emocionales. Sin embargo, si no se acostumbraron a esta manera de enseñanza y les fue mal en el plano académico, la cifra se eleva a 7 de cada 10.
 “Inicié mi primer ciclo universitario cuando no estábamos en pandemia y me sentí feliz, me encantaban las reuniones de estudio y logré ingresar al equipo de futbol. Hasta que el covid-19 lo cambió todo”, relata Júnior.
“Las clases virtuales se me complicaron; me frustré y eso me llevó a una crisis de ansiedad que me hizo abandonar el ciclo. Busqué apoyo psicológico porque sentirse bien debe ser la mayor prioridad; por eso que esta línea de ayuda ‘Aligerando mochilas’ me parece tan importante”, explica.
Alerta y atención
Para la doctora Jully Caballero, de la Dirección de Salud Mental del Ministerio de Salud, existen cambios en la niñez y adolescencia que sirven como signos de alerta. Estos van desde la falta de sueño, sentirse cansado todo el día o dormir en exceso, entre otros problemas.
“Cuando eso ocurre, debemos entender que esa niña, niño o adolescente necesita ser escuchado, compartir con alguien lo que está viviendo. Lo ideal es brindarles una estructura para tener horas de estudio, descanso e interacción con amigos a través de las redes, de compartir con la familia”, detalla.
“El problema es cuando el adulto de casa no da esta respuesta; por eso la línea de ayuda ‘Aligerando Mochilas’ es tan importante”, señala Jully Caballero.
La línea 0800-00194 es un mecanismo atendido por profesionales que, de lunes a sábado, de 7:00 de la mañana hasta la 1:00 de la madrugada del día siguiente, están listos a escuchar a los adolescentes que necesiten compartir lo que sienten para brindarles un soporte emocional y confidencial para ellos y sus familias.
Fuente e Imagen: https://www.andina.pe/agencia/noticia-aligerando-mochilas-orientacion-salud-mental-para-ninos-y-adolescentes-pandemia-834960.aspx
Comparte este contenido:

La teoría de la elección, el método de enseñanza del siglo XXI

Por: El Espectador/Juan Pablo Aljure

A diferencia del colegio, en el mundo real las personas necesitan saber usar los conocimientos; no es suficiente con adquirirlos. Instituciones y organizaciones alrededor del mundo trabajan por formar a estudiantes con destrezas y conocimientos que les permitan enfrentar los retos de esta época.

La mayoría de las personas que pasaron por el colegio saben lo tedioso que era tener que memorizar los 18 grupos de elementos de la tabla periódica, las tablas de multiplicar, historias como la teoría del Big Bang, las capitales del mundo, los presidentes de cierto número de países y un sinfín de conceptos que hasta hoy muchos no han utilizado. Se trataba de un método de estudio tradicional que medía al ser humano con calificaciones que valoran más su capacidad de memorizar la información, que su habilidad de ponerla en práctica para solucionar los problemas de su vida real y hacerla mejor.

Fue así como se formaron varias generaciones alrededor del mundo y como aún se siguen formando muchos niños y adolescentes, con un modelo de transmisión, repetición y reproducción de conocimiento que no logra educar a los estudiantes para vivir y desenvolverse con éxito en la era globalizada del conocimiento.

Conscientes de esta falencia, gobiernos, organizaciones e instituciones alrededor del mundo hoy les apuntan a las habilidades que una persona necesita para enfrentar el mundo real, habilidades que han sido llamadas competencias del siglo XXI. Dentro de ellas se incluyen destrezas, conocimientos y actitudes necesarias para enfrentar exitosamente los retos de esta época. Pues la globalización y el uso de las tecnologías han cambiado sustancialmente la forma en que las personas se comunican y colaboran, y, por ende, la forma en que se produce conocimiento.

No se trata de algo nuevo. Hacia el año 1965, William Glasser, médico psiquiatra y psicólogo, creó la Teoría de la elección. Dicha teoría explica el funcionamiento del cerebro, de la mente y del comportamiento humano, y plantea que las personas aprenden más y mejor cuando se retan, se motivan y actúan por su propia elección.

Para Glasser, “el método educativo tradicional castiga con bajas calificaciones y reprobación a los estudiantes que se rehúsan a aprender de memoria información, que tanto ellos como sus profesores saben que pronto olvidarán. El castigo por no aprender de memoria es una práctica educativa destructiva. Se trata de tiempo que podrían usar en la lectura, investigación de información en libros y utilización de lo que han consultado”.

Cambiar el chip de enseñanza y aprendizaje no resulta tan sencillo. Sin embargo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) considera que cambiar el modelo educativo tradicional es un deber en el que todos los sectores de la sociedad a escala mundial deben intervenir si se desea una nueva generación productiva y feliz.

“El método tradicional debe ser reemplazado, ya que el desarrollo social y económico actual exige que los sistemas educativos ofrezcan nuevas habilidades y competencias que les permitan a los estudiantes beneficiarse de las nuevas formas emergentes de socialización y contribuyan activamente al desarrollo económico bajo un sistema cuya base principal es el conocimiento”, señala un informe de la organización.

Para ellos, “las personas deberán poseer un conjunto de habilidades y competencias que se ajusten a la gestión del conocimiento, que incluye procesos de selección, adquisición, integración, análisis y colaboración en entornos sociales en red. Para muchos jóvenes, las escuelas son el único lugar en el que se aprenden tales competencias”.

En Colombia, el tema no es aislado. El colegio Rochester, ubicado en Bogotá, cuenta con calidad Glasser en Latinoamérica, certificación otorgada por el Instituto William Glasser International a organizaciones educativas alrededor del mundo que basan su sistema pedagógico en la Teoría de la elección.

Para Juan Pablo Aljure, presidente de la Fundación Educativa Rochester, “los niños y jóvenes de hoy requerirán para el mañana mayores habilidades analíticas y comunicativas, capacidad para resolver problemas, creatividad e iniciativa, así como trabajo en equipo, adaptabilidad y dominio de las relaciones públicas para colaborar de manera constructiva y efectiva con otros”.

La metodología, implementada en el colegio desde 1997, permite ver cambios rápidos y evidentes como que los niños se interesan por ir al colegio, no porque de lo contrario les pongan una mala calificación, sino porque conviven en un ambiente de respeto, confianza y cooperación.

“El objetivo inicial es eliminar las relaciones de adversarios, es decir, llenas de miedo. El miedo es el enemigo del aprendizaje. Bajo estrés crónico las personas sobreviven, no aprenden. Después de esto lo que empezamos a ver es gente alegre y en ese contexto sucede todo el cambio curricular para que los estudiantes desarrollen competencias basadas en un aprendizaje útil, donde los estudiantes resuelvan asuntos de la vida cotidiana, creen soluciones, conserven la biodiversidad, tengan y mantengan una salud mental y física, aprendan a liderar sin autoritarismo, y a ser sistémicos al pensar y actuar”, puntualizó Juan Pablo Aljure.

Fuente: https://www.elespectador.com/noticias/educacion/la-teoria-de-la-eleccion-el-metodo-de-ensenanza-del-siglo-xxi-articulo-752720

Comparte este contenido:

Educar para vencer el miedo

Líbano/Julio de 2016/La Estrella de Panamá

Por:  Irene Ortega Guerero

‘Cualquier persona que tenga un sueño, cualquier sueño que venga a la mente, se puede realizar en el futuro si esa persona tiene la oportunidad de recibir una educación ‘. Quien así habla es Shahed Habbad; tiene 10 años y es refugiada siria en Líbano. Juan tiene 9 años y es de Madrid, para él ‘lo que intentan las personas que hacen la guerra es que (los niños y las niñas) no tengan derechos ‘. Ambos, Shahed y Juan, forman parte de un proyecto educativo que une rincones del mundo y enlaza las vidas y sueños de estos pequeños.

Estos proyectos requieren comprensión, análisis, compromiso y articulación. Una receta sencilla pero con propiedades esenciales para el mundo complejo en el que vivimos. Se conoce como ‘Educación para la Ciudadanía Global ‘ y su objetivo es formar personas que comprendan que la teoría del batir de alas de mariposa nos afecta directamente, y que nuestras vidas están irremediablemente unidas por hilos invisibles que precisan ser identificados.

Se trata de ofrecer herramientas que permitan analizar de forma crítica cómo se han tejido las interdependencias desiguales e injustas que rigen los ámbitos político, económico, social o cultural en el mundo. Un análisis que lleva a conciencia ciudadana y, de ella, al compromiso personal y político por la justicia. Y es de ahí de donde surgen las redes ciudadanas supranacionales que presionan contra los efectos nocivos de la globalización.

Parece lógico pensar que este tipo de educación es esencial en un contexto mundial que asiste a la peor crisis de migración y refugio desde la Segunda Guerra Mundial. 60 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares. Mientras, la Europa que da lecciones al mundo, parece haber perdido sus valores en el camino y atenta sistemáticamente contra los derechos humanos de miles de personas.

Europa se mira al ombligo. Olvida que la situación que se vive en nuestras fronteras es una realidad cotidiana en otros lugares del mundo. Países con condiciones peores que las nuestras acogen a cientos de miles de personas. Tal es el caso de Líbano, donde el 25 % de su población está compuesto por personas refugiadas —un millón—, de las que la mitad son menores que viven bajo el umbral de la extrema pobreza.

En Europa —la región más rica del planeta—, comienzan a surgir reacciones de rechazo, desconfianza, racismo y xenofobia. Comportamientos a menudo azuzados por declaraciones políticas y (des)informaciones en los medios de comunicación. Urge dar una respuesta que, frente al miedo, genere solidaridad; que, frente al individualismo, articule una ciudadanía comprometida con los valores que dan sentido a la identidad europea y a la identidad de habitantes de un planeta común.

Esta tarea es compleja. Una educación para la ciudadanía global debe comprender los porqués y los cómos, ponerse en los zapatos de quienes sufren las injusticias. Sin empatía nunca podremos entender que toda injusticia nos afecta. La empatía debe venir acompañada de la autoestima, el respeto, la igualdad, la justicia… elementos clave para garantizar que no miramos a ‘los otros ‘ como enemigos, sino como personas con quienes caminar de la mano.

Se trata de dialogar y convivir con distintas culturas. Quien se cuestiona sus propios puntos de vista fortalece la convivencia. Es imprescindible derribar estereotipos y prejuicios; respetar, valorar y convivir con personas de diferentes culturas y orígenes; y hacerlo desde las primeras etapas de nuestra vida.

También hay que participar para construir un mundo más justo. El mundo del S. XXI exige que nuestra participación política sea internacionalista. Tenemos que articularnos, porque ante problemas globales solo caben soluciones colectivas sin fronteras.

La madurez de Shahed Habbad impresiona. Afirma con un gran convencimiento que le gusta aprender ‘porque aprendiendo avanzamos y nos ayuda a alcanzar nuestros sueños ‘. Shahed quiere ‘aprender todo lo que hay que saber ‘. Conmueve también la entereza de Juan, quien reivindica ‘el derecho a hacer amigos y a aprender cosas nuevas ‘.

Ojalá que los sueños de estos pequeños no sepan de muros, alambradas, guerras y conflictos. Que el pensamiento crítico, el aprendizaje emocional, la convivencia y la participación sociopolítica arrojen luz ante el miedo y dignidad ante las fronteras.

Fuente: http://laestrella.com.pa/opinion/columnistas/educar-para-vencer-miedo/23952492

Comparte este contenido: