Política y fundamentalismo religioso

Por: Leonardo Díaz

 

Imponen, como lectura escolar obligatoria, un texto religioso en las aulas; se oponen, en los planes de estudio, a la enseñanza de teorías científicas incompatibles con sus dogmas.

 

Hace siete años, publiqué un artículo titulado: “La avanzada del fundamentalismo religioso”, donde externé mi preocupación por el avance de un movimiento religioso conservador que, consciente de su crecimiento popular, pretendía convertirse en una fuerza decisiva en el escenario político dominicano.

Casi una década después, ese movimiento, que articula una amalgama de sectas de carácter protestante, y que suele aliarse en determinadas situaciones con el sector más conservador de la Iglesia católica y movimientos nacionalistas, tiene una mayor incidencia social y política. En el proceso electoral recién concluido, propagó una campaña insidiosa contra candidatos políticos de honesta trayectoria pública contrarios a su agenda, mientras apoyó a cuestionables candidatos compromisarios de la misma.

La exclusión social y las deficiencias educativas son, como sabemos, variables definitorias de la sociedad dominicana. En condiciones de pobreza extrema y de incertidumbre cotidiana, en entornos familiares desestructurados, se propicia un entorno de dependencia psicológica donde los líderes de las mencionadas sectas encuentran espacio para proporcionar consuelo, ayuda y establecer relaciones de compromiso.

Ya sea por adoctrinamiento, o por simple adhesión pragmática al grupo que proporciona apoyo y solidaridad, los individuos asumen los preceptos ideológicos de sus benefactores y padrinos espirituales. Entonces se va cerrando un círculo de adherencia ciega y manipulable que se convierte en una fuerza política capaz de decidir el curso de los procesos políticos de una sociedad.

Entonces, las bases mismas de la democracia se comienzan a socavar porque los movimientos religiosos fundamentalistas se valen de los mecanismos institucionales de la democracia para desnaturalizar el debate público. No hay procedimientos racionales que los hagan cuestionar sus creencias más arraigadas. Y lo peor es que pretenden otorgarle carácter de ley a las mismas.

Imponen, como lectura escolar obligatoria, un texto religioso en las aulas; se oponen, en los planes de estudio, a la enseñanza de teorías científicas incompatibles con sus dogmas. De igual modo, defienden una sola forma de composición familiar, un modelo único de comportamiento sexual, un sólo código moral.

En otras palabras, rechazan la diversidad y la pluralidad que han permitido a la especie humana sobrevivir, prosperar, acrecentar su conocimiento del mundo y crear formas de vida donde personas de distinto credo, nacionalidad, etnia, preferencia sexual, e ideología pueden coexistir y trabajar en un proyecto común de bienestar y de paz.

Por esto, es importante erradicar las condiciones materiales y psicológicas donde fructifican los fundamentalismos.

También, es importante que los movimientos liberales de la sociedad civil dominicana se articulen políticamente en torno a los jóvenes políticos liberales que han ascendido en el recién finalizado proceso electoral, evitando el ascenso de líderes fundamentalistas, como ha ocurrido ya en otros países de América Latina. Las luchas impuestas por nuestra cotidianidad no deben dejarnos indiferentes a la defensa del inalienable derecho a vivir una cultura de la libertad.

Fuente e imagen:  https://acento.com.do/actualidad/muere-el-destacado-cantautor-victor-victor-8840014.html

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Los olvidados de la ciencia

Por: Montero Glez

Hay científicos que han seguido los mismos pasos, alcanzado las mismas teorías, no sólo en la misma época sino también en la misma cultura

No hay casualidades, sino destinos, dejaría escrito Ernesto Sabato en una de sus novelas. Si tomamos al pie de la letra tal sentencia y con ella identificamos la realidad de la vida con la realidad de la literatura, nos encontraremos con científicos cuyos destinos han coincidido. Siguiendo los mismos pasos han alcanzado las mismas teorías, no sólo en la misma época sino también en la misma cultura.

No hay casualidades, sino destinos, dejaría escrito Ernesto Sabato en una de sus novelas

Sin ir más lejos, cuando Galileo, desde Florencia, ajustó su ojo al telescopio y descubrió cuatro objetos luminosos girando alrededor de Júpiter, otro astrónomo de nombre Simon Mayr cuyo apodo era Marius, los estaba viendo de igual manera desde Alemania aunque sus resultados científicos los hiciera públicos, cuatro años después, en un tratado de investigación que saldría a la luz bajo el título Mundus Iovialis.

La reacción de Galileo ante dicha obra fue de denuncia, acusando a Marius de plagio en su libro Il Saggiatore. Sin embargo, Marius no sólo había investigado de manera independiente los mismos cielos que Galileo, sino que fue más ajustado que Galileo en lo que se refiere a la inclinación del plano de trayectoria de los satélites de Júpiter, argumentando de una manera precisa las diferencias de latitud. Además, Marius constató que la luminosidad de dichos satélites era variable según los periodos.

Alfred Russell Wallace es el gran olvidado de la teoría de la evolución

La polémica que mantuvieron ambos científicos se solucionaría años después, bautizando a las cuatro lunas de Júpiter como lunas de Galileo cuyos nombres se corresponderían con los nombres propuestos por Marius, es decir: Europa, Io, Calixto y Ganímedes. De esta manera, con decisión salomónica, la ciencia rinde tributo al hombre que pasa desapercibido cada vez que se nombra la teoría heliocéntrica.

Otra teoría que fue concebida por partida doble y también de manera independiente, fue la teoría de la evolución. En este caso, el destino de Darwin viene unido al del naturalista inglés Alfred Russell Wallace, que es el gran olvidado de la teoría de la evolución. Para que no caiga en el olvido, aquí van unas breves notas que arrancan cuando Wallace llegó a Manaos, con 25 años.

Decidido a descubrir lugares poco explorados, se sirvió de una canoa para navegar el Amazonas hasta el cauce del Río Negro donde se sorprendió ante las diferencias entre especies vecinas de mariposas; un asombro que le llevaría a considerar que algunas especies se habían desarrollado de manera distinta. Tal y como nos dejó escrito, intuyó que existía “alguna frontera que determinase el ámbito de cada especie, alguna peculiaridad externa que marcase la línea que cada una de ellas no puede cruzar”. Al igual que Darwin, el naturalista Alfred Wallace regresaría de los trópicos convencido de que las especies relacionadas divergen a partir de un linaje común. Pero la coincidencia más azarosa vendría con otra lectura, la del clérigo inglés Thomas Robert Malthus que, con un estilo pesimista, señaló en su obra Ensayo sobre el principio de la población (1798) que la población se multiplicaba más rápidamente que la comida.

El destino se disfraza de casualidad para concebir la vida como una fábula

A partir de la citada lectura, Darwin se da cuenta de que tiene una teoría con la que trabajar pues si era cierto lo que aseguraba de Malthus, de que la población aumentaba en progresión geométrica mientras que la comida aumentaba en progresión aritmética, entonces la naturaleza actúa como una fuerza selectiva, matando a los débiles y creando especies nuevas a partir de los supervivientes que mejor consigan adaptarse a su medio. Años después de que Darwin empezase a trabajar en su casa con el chispazo malthussiano, a muchas millas de distancia, en las islas Molucas, Alfred Wallace cae enfermo y en su noche febril, entre delirios y sudores fríos, le viene a la mente el libro que leyó hace tiempo y que revelaba la teoría que en aquellos momentos experimentaba en su propio cuerpo y que decía que los más fuertes escapan de las enfermedades y que sólo los más adaptados logran sobrevivir. Con dicha revelación, Alfred Wallace convierte dudas en certezas.

De esta manera, sin estar sujeto a cálculo alguno, el objeto de la teoría de la evolución fue concebido dos veces de manera independiente por dos naturalistas que vivieron la misma época. Lo que nos lleva a suponer que, en ciertos casos, el destino se disfraza de casualidad para concebir la vida como una fábula.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/05/15/ciencia/1526369752_416734.html

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6 de las más extrañas teorías científicas olvidadas de la historia

Por: BBC Mundo

Hipótesis acerca de experimentos terroríficos para determinar la mejor manera de sobrevivir a climas helados, creencias erróneas, como la predicción del tiempo con animales muertos, telepatía, morfina para manzanas y otras extravagancias se han tratado de comprobar a lo largo de los últimos 500 años.

Probablemente no sorprenda saber que esas teorías no superaron los criterios establecidos por el rigor científico, pese a la convicción y los argumentos de quienes las defendían.

BBC Mundo te presenta algunas de las hipótesis «científicas» más extrañas de la historia.

1. Hadas darwinistas

En 1913, el clérigo inglés Charles Webster Leadbeater (1854 y 1934) publicó un libro llamado «El lado secreto de las cosas», con el que trató de crear un nuevo árbol evolutivo… para hadas.

«Cuando eran parte del mundo vegetal, estos seres fantásticos dependían de grama, avena y trigo para vivir. Posteriormente, en el mundo animal, se alimentaban con hormigas y abejas. Actualmente están en el estadio de minúsculos espíritus de la naturaleza», afirmaba Leadbeater.

Y una vez que llegaban a ese punto, observarlas era muy agradable. Según el clérigo, las razas tenían distintos colores, lo que diferenciaba las tribus, así como las plumas de las especies de pájaros no eran iguales.

Pero como las hadas no existen, Leadbeater no pudo probar su teoría.

Marcha de soldados naziDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLos médicos nazis realizaron experimentos terribles.

2. Medicina nazi

El doctor Sigmund Rascher realizó algunos de los experimentos más horribles durante la era nazi en el campo de concentración de Dachau, en el sur de Alemania.

Uno de los que realizaba con más frecuencia tenía que ver con el frío extremo. Quería saber cuál era la mejor manera de tratar a los pilotos que habían tenido que escapar de su avión en paracaídas en el mar del Norte. Estas pruebas también le servían para simular las condiciones climáticas con las que tenían que lidiar los soldados alemanes en el frente de guerra.

Así que en invierno obligaba a los prisioneros a pararse en el exterior durante 14 horas o los forzaba a meterse en un tanque de agua helada. Cuando perdían la conciencia trataba de revivirlos con baños de agua caliente.

Sin embargo, Heinrich Himmler, uno de los oficiales nazi de más alto rango, tenía una teoría distinta. Aseguraba que las esposas de los pescadores del mar del Norte revivían a sus maridos, cuando en un accidente terminaban en el mar, con el calor corporal.

Para comprobar la hipótesis de Himmler, mujeres gitanas fueron enviadas a Dachau a solicitud de Rascher. El médico las obligó a desnudarse y a acostarse con las víctimas de hipotermia.

Concluyeron que lo más efectivo eran los baños de agua caliente.

SalarDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionUn homeópata estadounidense estaba convencido de que la sal era el secreto de la vida.

3. La sal milagrosa

El homeópata estadounidense Charles Wentworth Littlefield aseguraba haber descubierto el secreto de la vida.

Cuando atendía a pacientes que habían sufrido alguna cortadura, oraba para curarlos.

Un día tomo una muestra de sales orgánicas que ayudan a que la sangre se coagule y empezó a rezar pensando en un pollo.

Cuando analizó la muestra bajo un microscopio, se sorprendió al ver que la formación de los cristales de la sal era igualita al pollo en el que había estado pensando.

Asumiendo que tenía poderes telepáticos, Littlefield publicó un libro en el que aseguraba que al fijar sus pensamientos en pequeños montones de sal había logrado reproducir con los cristales la silueta del Tío Sam (la característica ilustración de un hombre vestido con los colores de la bandera de Estados Unidos que se usaba para reclutar soldados).

Según el homeópata, las sales también se transformaban en animales minúsculos como cangrejos y peces. Incluso en humanos de tamaño miniatura.

La mayoría de las especies no estaban vivas, a excepción de una raza microscópica de pulpos que, según Littlefield, eran el origen de la vida en la Tierra.

August StrindbergDerechos de autor de la imagenHULTON ARCHIVE / GETTY
Image captionEl novelista sueco August Strindberg se creía científico.

4. Las manzanas también tienen sentimientos

Contrario a lo que él creía, el novelista sueco August Strindberg, quien vivió entre 1849 y 1912, no era un científico.

Según una de sus teorías, las plantas tenían un sistema nervioso. Para comprobarlo se llevaba jeringas a sus caminatas matutinas y le inyectaba morfina a las plantas con las que se tropezaba para determinar si exhibían los efectos del consumo de drogas.

Un día, un policía lo descubrió introduciéndole la aguja a una manzana y lo arrestó. Fue puesto en libertad cuando explicó el experimento que estaba realizando. El funcionario se dio cuenta de que Strindberg era un excéntrico inofensivo y no un siniestro envenenador de frutas.

ManzanasDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image caption¿Manzanas con morfina?

5. ¡Hola homúnculo!

El homúnculo era una especie de humano artificial minúsculo que los alquimistas «cultivaban» en laboratorios.

Sin duda, la historia más famosa de esta creación es la de Paracelsus, un médico suizo-alemán que vivió entre 1493 y 1541.

También era químico, astrólogo, místico, alcohólico y alquimista. En su libro, «De Rerum Natura», el autor se refiere al tema de la siguiente manera:

«Hay que dejar que el esperma de un hombre se pudra en un vaso sellado por 40 días. Cuando haya transcurrido este período de tiempo, será algo así como un hombre, pero transparente y sin cuerpo. Si se le cuida y alimenta con sangre humana durante 40 semanas… se convertirá en un infante».

Paracelsus, de hecho, afirmaba haber creado un homúnculo de 30 centímetros siguiendo las indicaciones descritas con anterioridad.

VeletaDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionA falta de una veleta… un pájaro muerto.

6. La vida de los pájaros

La obra maestra del filósofo inglés Thomas Browne, quien vivió en el siglo XVII, fue «Pseudodoxia Epidemica», un libro publicado en 1646.

Era un catálogo inmenso de creencias erróneas que tenía la población y que incluía los extraños experimentos que Browne había realizado para probarlas o refutarlas.

Uno de los «errores vulgares» que el filósofo investigó fue la idea de que guindar de una cuerda a un pájaro martín pescador muerto lo convertía en una precisa veleta para determinar la dirección del viento.

Así que Browne consiguió uno de esos ejemplares y lo guindó, comprobando que se movía de manera aleatoria. Hizo lo mismo con otro pájaro que puso al lado del primero. Ambos animales empezaron a moverse en distintas direcciones.

Fue así como el inglés verificó que los martín pescador no tienen habilidades para predecir la dirección del viento.

 Fuente: http://www.bbc.com/mundo/noticias-41860997

 

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