El calendario escolar 2022-2023, entre la administración y lo vivido

Por: Abelardo Carro Nava

«Hace unos días se “filtró” en las redes sociales, la propuesta de Calendario Escolar de Educación Básica 2022-2023»

Como ya se ha hecho una costumbre durante este gobierno, hace unos días se “filtró” en las redes sociales, la propuesta de Calendario Escolar de Educación Básica 2022-2023, de 190 días que, posiblemente, entraría en vigor en el mes de agosto pues, como se sabe, el actual ciclo escolar concluye el 28 de julio. Filtración que bien a bien no se entiende, salvo por el hecho de que, a través de su difusión por estos medios de comunicación, la autoridad educativa “sondea” las reacciones de los diversos actores educativos y no educativos sobre tal o cual tema para que, derivado de dichas reacciones, “pueda” tomar algunas decisiones para corregir o mejorar dichas propuestas.

 

Desde luego que las apreciaciones que a continuación expongo parten de esta idea, de que el documento fue “filtrado” por quién sabe quién en las redes sociales y, por tanto, no goza de la oficialidad requerida, pero sí de un análisis que posiblemente aporte al conocimiento de maestras y maestros.

En realidad, pocos estudios o investigaciones se han hecho con relación al calendario que ha venido organizando el trabajo escolar en las escuelas mexicanas. Al respecto, más adelante compartiré tres de trabajos que, desde mi perspectiva, aportan algunos elementos importantes para su posterior reflexión. Comencemos.

 

Desearía iniciar por mencionar que, conceptualmente, dicho calendario escolar puede concebirse como una norma o disposición de naturaleza administrativa que regula el funcionamiento de las instituciones escolares de, prácticamente, todos los niveles educativos. Por un lado, permite la organización de las actividades escolares, desde lo pedagógico, didáctico y administrativo, pero también, puede verse como un instrumento de política educativa gubernamental mediante la cual se emprende tal o cual proyecto educativo.

En este sentido, tiempo y actividades, resultan ser fundamentales para comprender la esencia de lo que implica la puesta en marcha de un calendario escolar; esto, en virtud de que, como tal, la programación de dichas actividades deberá corresponder a los tiempos que, de acuerdo a las disposiciones normativas o administrativas se hayan estipulado. En razón de esto, no es de extrañar el uso del término periodos o ciclos lectivos en tal calendario, debido a que éste alude a un periodo de tiempo determinado, desde que inicia hasta que concluye el proceso de enseñanza y de aprendizaje.

Dicho lo anterior, recomendaría revisar el texto “De cuándo a cuándo. La transformación del calendario escolar en las escuelas mexicanas del siglo XIX” de Anne Staples, Doctora en Historia y Profesora de El Colegio de México, en el que traza un recorrido muy interesante sobre este tema, partiendo del movimiento independentista de nuestro país hasta el porfiriato; en dicho texto Staples señala contundente: “Uniformar la educación en México fue justamente una de las metas de los gobiernos ilustrados desde la constitución de la monarquía española de Cádiz, de 1812. Se logró en el papel por primera vez en el México independiente con el Plan General de Estudios de 1843, que daba pie para normar las vacaciones y los días de estudio en todo el país”. Sin embargo, detalla la misma Anne más adelante: “Ni el orden y progreso del porfiriato fueron suficientes para resolver el problema de los tiempos escolares. Todavía no se ponían de acuerdo en cuanto a los horarios, planes de estudio, método de enseñanza, etc.” (Staples, 2004).

De esta breve referencia saltan a la vista dos conceptos que me parecen importantes resaltar uniformar y tiempos escolares; esto, en virtud de que un rasgo que ha caracterizado la elaboración de un calendario escolar ha sido el de lograr esa uniformidad estableciendo tiempos para las actividades escolares en las escuelas de nuestro país. Asunto que, en el lapso del tiempo en el que la autora realizó este estudio no se concretó como debiera, por varias razones, entre las que destacan la incipiente organización del Sistema Educativo Mexicano – si es que así podría concebírsele en ese entonces –, los constantes conflictos y luchas políticas sociales que se vivieron durante varios momentos de la historia de México, la injerencia del clero en los asuntos del estado, entre otras. En fin.

Con la creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en 1921, este asunto no fue un tema menor pues, hasta 1966, de acuerdo al texto “Los calendarios de México. Administración Pública, educación y cívicos, y trabajo”, del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), publicado en 1969, particularmente, en el apartado de Luis Álvarez Barret titulado “El calendario escolar”, se señala la existencia de dos calendarios, el Tipo “A” y el Tipo “B”. En el primero, el Tipo “A”, las labores iniciaban en febrero para concluir en noviembre, con variaciones finales en diciembre y enero; y el Tipo “B”, comenzaba en septiembre y terminaban en junio, con vacaciones finales en julio y agosto. Sin embargo, como bien argumenta Álvarez, “la adopción de uno u otro calendario no siempre se ajustó a las razones que debían justificarla; por el contrario, pronto se cayó en la más completa anarquía” (Álvarez, 1969) pues cada estado ajustaba el calendario de acuerdo a su criterio e intereses.

Desde luego que las razones por las que, durante el periodo del entonces Secretario de Educación Pública, Agustín Yáñez, se unificó el calendario escolar en todo el país, son diversas y que, por razones de espacio no de tiempo, no expongo en este momento, sin embargo, con ello, se dijo, que la SEP no sólo buscaba elevar el rendimiento escolar, sino también, acabar con los problemas derivados de la existencia de dos calendarios – el Tipo “A” y “B” expuestos –, debido a, por ejemplo, cuando por cualquier circunstancia algún estudiante debía cambiar de residencia a una entidad donde regía un calendario distinto, éste se veía obligado a perder hasta un semestre por la disparidad de tiempos; o también, porque para los maestros, implicaba problemas al solicitar cambio de plaza y, en el área administrativa a la llegaba, realizar cualquier trámite se complicaba al tener que satisfacer las necesidades de dos regiones (Álvarez, 1969).

En cualesquiera de los casos, el dato no hay que perderlo de vista, desde la década de los sesenta se unificó el calendario escolar en nuestro país, un tema que no es menor porque ello permite contar con elementos para la comprensión de la organización escolar (tiempos y actividades escolares) que de éste se han desprendido hasta nuestros días.

Finalmente, con la llegada de la década de los noventa – y, desde luego del año dos mil – y las reformas emprendidas a partir de lo que se denominó Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (ANMEB) y Reforma Integral para la Educación Básica (RIEB), México se vio envuelto en una oleada reformista y “transformadora” derivada de las políticas internacionales que, en materia educativa, se implementaron en el territorio mexicano. Para nadie es desconocido que, en nombre de la “calidad educativa”, los calendarios escolares se fueron modificando sustancialmente pues los procesos de gestión escolar dotaron de “nuevos” significados el quehacer docente: equidad, pertinencia, relevancia, eficacia y eficiencia fueron algunos rasgos que intentaron caracterizar ese quehacer y, por tanto, los tiempos y actividades escolares se fueron incrementado hasta reducir al máximo posible los periodos vacacionales o de receso escolar tal y como eran conocidos (de septiembre a junio en la década de los sesenta, setenta y ochenta, a agosto a julio tal y como ahora los conocemos).

Algunos años después, con la llegada el peñanietismo a la presidencia y, desde luego, con la aprobación de la mal llamada reforma educativa de 2013, conocimos la existencia de algo que se denominó “flexibilidad del calendario escolar” puesto que, palabras más palabras menos, los “Consejos Técnicos” podrían elegir entre un calendario de 200 días (en marcha en 2016) o uno de 185 o 195 días (Lamoyi y Armenta, 2019), pero con jornadas más largas dependiendo de las características de cada región. De nueva cuenta el tema de la tan prometida y anhelada “calidad educativa” no dio paso a otra concepción sobre el tema que estamos abordando, el del calendario escolar; parecería ser que incrementar más días de actividades en las escuelas agregándolos al calendario como parte de las tareas escolares y/o clases por mes, traería mejores y mayores aprendizajes en los estudiantes.

Este principio, el de más días de clases (es igual a) mayores aprendizajes, desde mi perspectiva, ha sido la base que ha sostenido iniciar un ciclo escolar en agosto para terminarlo en julio, sin embargo, dadas las condiciones actuales que nuestro país enfrenta, ¿no habría la imperiosa necesidad de hacer un estudio o investigación que permita vislumbrar los efectos emocionales, físicos e intelectuales de todos los involucrados con un calendario escolar cuyo inicio se de en los últimos días de agosto y terminen en los últimos días de julio?, ¿no cabría la posibilidad de hacer un estudio o una investigación sobre esa premisa para ver si se cumple en razón de determinados criterios que permitan comprobar que efectivamente a mayor cantidad de días de clase mayores y mejores aprendizajes?, ¿no existiría la posibilidad de acotar los días de clase “efectiva” para realizar otro tipo de actividades donde el arte, la cultura, la música o el deporte adquieran la importancia que merecen?

Ahora bien, no hay que perder de vista que, hoy día, las maestras y maestros operan en las instituciones educativas dos planes de estudio, el 2011 y el 2018, cuyo carácter “enciclopédico” evidencia un exceso de contenidos y que, desde luego, poco favorecen su pertinente abordaje en un tiempo determinado; esto, sin olvidar, la terrible y abrumadora carga administrativa que tienen todos los docentes de nuestro país; entonces, sobre el segundo tema: ¿para qué sirve elaborar una serie de reportes de naturaleza administrativa que nadie lee o, peor aún, que se desconoce su destino?, ¿para qué sirve cumplir con las disposiciones administrativas que se dan a conocer en los Consejos Técnicos Escolares si no hay una debida retroalimentación o realimentación de lo realizado por parte de las autoridades educativas o agentes correspondientes? En fin.

Regresando al tema que me ocupa y que dio origen a la escritura de estas líneas, tengo que decir que calendario escolar 2022-2023 difundido en las redes sociales, no rompe con lo dicho en los párrafos anteriores en cuanto al número de días contemplados pues, claramente, establece 190 días de clases “efectivas” – sea lo que eso pueda significar para la SEP –; tal vez, el cambio que observo tiene que ver con la formación continua que se plantea con relación al Marco Curricular 2022 puesto que está sería de manera continua y permanente durante todo el ciclo escolar en referencia, un tema que desde luego varios colegas de la pluma y papel habíamos solicitado se revisara e incluyera, ya sea como parte de los Consejos Técnicos o como Actividades complementarias – pero en el transcurso de la jornada escolar, no a contra turno – para que se lograra este propósito.

En este sentido no está de más mencionar que, desde mi perspectiva, no es nada descabellado y desafortunado la intención de programar un Taller con la participación de padres de familia y alumnos porque, por ejemplo, si la idea es que este currículo responda tanto a la imperiosa necesidad de lograr un vínculo con la comunidad y territorio, habría que considerar las formas en las que se daría ese vínculo, sobre todo, si pensamos en términos de roles y/o funciones de cada uno de esos actores; roles y/o funciones que no solamente correspondan al hecho social y comunitario, sino, muy probablemente, con el hecho pedagógico o socioeducativo.

Ahora bien, la idea de incorporar a los alumnos a esos talleres, quiero pensar que se está pensada, por la forma en la que se podría dar un viraje al quehacer docente puesto que, si tal y como se ha contemplado en el Marco Curricular 2022, abordar los contenidos de los campos formativos a través de diálogos, el trabajo por proyectos, los centros de interés o las actividades relacionadas con un enfoque globalizador, bien podrían desarrollarse durante dos semanas de trabajo compartido entre todos los integrantes de la comunidad educativa.

El meollo fino de todo este asunto es: ¿quién se encargará de coordinar las actividades de formación continua en cada uno de los estados si, como se sabe, éste ha sido el gran pendiente en nuestro Sistema Educativo? Vaya el que se mencione que la Pedagógica Nacional, las escuelas normales o los Centros de Actualización del Magisterio ofrecerán algunas propuestas, NO ASEGURA que se trazará una ruta fina de formación en este rubro; ojo, no para operar un plan de estudios sino para conocer, analizar, comprender, reflexionar y trabajar con el plan de estudios que se le ponga enfrente al docente. En fin. Ya veremos.

Por cierto, ya que en las últimas semanas se viene habla y hablar de romper con las hegemonías y todo aquello que el neoliberalismo dejó como una maldición en nuestro sistema educativo, ¿por qué no pensar en la posibilidad de que cada territorio, comunidad y comunidad educativa fije sus propios calendarios escolares a partir de una normativa establecida porque, no es desconocido que lo que en el centro o federación sucede (atrás de un escritorio), no es lo vivido en cada uno de esos territorios o comunidades educativas. ¿Estaríamos hablando de respetar y atender la diversidad no es cierto?

Al tiempo.

Fuente de la información: https://profelandia.com

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Los días previos al arranque del ciclo escolar. ¿Cómo se preparan los docentes para regresar al trabajo escolar?

Por: Miguel Ángel Pérez

El ciclo escolar 2019 – 2020 está por arrancar, las escuelas se preparan, los docentes han asistido a una serie de cursos con la intención de conocer los contenidos y las orientaciones de lo que será el nuevo modelo o la nueva propuesta de trabajo llamada a nivel nacional “Nueva escuela mexicana”.

Estamos a unos cuantos días de que todo inicie, en la cercanía del ciclo escolar 2019 – 2020, (en este último año concluye la segunda década del tercer milenio), los maestros y maestras han regresado a las escuelas, el descanso ha sido corto pero sustancioso, que se compensa con el entusiasmo de volver a clases, de volver a ver y saludar a los colegas de la escuela, de esperar con ansia a que regrese el bullicio infantil.

He asistido a varias escuelas en estos días con la intención de observar lo que ahí sucede incluso a algunas escuelas Normales. Los rostros de las personas no son de entusiasmo tampoco de certeza, veo más incertidumbre interrogantes de preguntas no aclaradas. Vivimos tiempos de turbulencia, así son los tipos de las reformas educativas, los rostros de los y las docentes también así lo dicen.

Quisiera poder entrar en la mente de los docentes, en este inicio de ciclo escolar, ¿Qué preguntas se hacen. Qué textos consultan. Qué tipos de lecturas están haciendo para prepararse de la mejor manera y enfrentar el regreso al trabajo de un ciclo escolar que se vislumbra demandante y agotador?

Ante este contexto me pregunto ¿Cuáles son los textos de cabecera que se debieran consultar en estos días? ¿En dónde ha quedado la lectura de los clásicos: Freyre, Vygotsky, Freinet, Piaget, Macarenko, etc.? ¿Cómo se planea el ciclo escolar y qué hay de con las equidades e inclusiones de todo llegará a buen puerto?

En estos días de abundante lluvia en algunas escuelas también son de reflexión, no de las cosas que ya pasaron (que ya de por si es mucho) sino de las cosas que están por venir. La práctica de los maestros y las maestras está entre dos tiempos, entre el que ya pasó y el que viene, pero paradójicamente ambos tiempos se articulan en el presente.

La práctica docente es hacer cosas en un contexto determinado, con palabras y silencios, con lápiz y papel, con gis y pizarrón, con tijeras y borradores, es hacer cosas con una intencionalidad educativa lo más clara posible ¿en dónde estamos parados hoy en día  hacia donde nos dirijamos? ¿Qué cuentas habremos de dar en el primera semana de julio del año 2020 cuando este ciclo escolar concluya?

Todo es así fugaz, efímero, lo único que queda (si es que queda algo) son recuerdos distantes y uno que otro texto escrito, que algún docente por curiosidad o por ocio se puso a hacer, en donde plasma qué está pasando hoy en día y qué sentido le da a sus vivencias educativas. En tiempos de crisis, de turbulencia es decir de un nuevo intento de reforma educativa.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/los-dias-previos-al-arranque-del-ciclo-escolar-como-se-preparan-los-docentes-para-regresar-al-trabajo-escolar/

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Singapur: el “campeón educativo” muestra varias debilidades

Redacción:  Río Negro

La ciudad-estado domina los estudios realizados por la OCDE para evaluar sistemas educativos. Chicos presionados, con gran estrés y ansiedad, son la contracara.

Singapur, que encabeza las listas mundiales en calidad de educación, lanzó una reforma para tratar de reducir el estrés en las escuelas, dado el enorme número de niños que son víctimas de ansiedad desde la escuela primaria.

“Debemos equilibrar la diversión del aprendizaje y el rigor de la educación”, apuntó el ministro de Educación, ONG Ye, al anunciar recientemente ante el Parlamento los cambios propuestos.

Entre los objetivos inmediatos se incluye eliminar algunos exámenes y modificar un currículo escolar considerado demasiado rígido.

Desde su independencia en 1965, Singapur tornó a la educación una prioridad.

La ciudad-estado domina los estudios realizados por la OCDE para evaluar los sistemas educativos de decenas de países, una especie de Campeonato Mundial de la Educación.

Pero la OCDE también detectó tasas de estrés más elevadas que el promedio entre los alumnos de Singapur a causa del trabajo escolar. Y esas informaciones coinciden con un estudio interno.

Alumnos resultan literalmente atornillados a los pupitres en jornadas interminables de clases, y luego se imponen los deberes para hacer en el hogar y los cursos de apoyo.

Así, la marcha hacia la excelencia tiene un peso enorme en la salud mental de los alumnos, al punto que se registran numerosos suicidios.

Demasiado jóvenes

Wendy, quien no quiere ser identificada con su nombre completo, está convencida de que únicamente con cursos de apoyo podrá garantizar el éxito de su hija.

Mucha tarea

9,4 horas por semana invierten los chicos de Singapur en hacer deberes en sus casas,m el tercer puesto a nivel mundial

Dos veces por semana la niña de 12 años toma clases particulares de matemática y ciencias. También sigue cursos de inglés y chino, tres veces por semana en un centro privado.

“Debo vigilarla, verificar que ella haga una buena revisión de sus cursos”, dijo Wendy sobre su hija.

Al fin de la escolaridad primaria, los alumnos en Singapur son sometidos a un examen fundamental para el acceso a las prestigiosas escuelas de que dependerán en adelante.

La presión es tan elevada que el apoyo escolar privado se tornó la norma.

Los alumnos de Singapur ocupan el tercer lugar en el escalafón mundial sobre tiempo invertido en hacer deberes en sus casas, con un promedio de 9,4 horas por semana, según la OCDE.

“La sociedad no quiere permitirse el lujo de tomar las cosas con más calma”, dijo el psicólogo Daniel Joh, del Centro Insights Mind.

“Los niños son obligados a crecer demasiado rápido”, apuntó Koh, quien tiene un paciente para tratar el estrés escolar que acaba de terminar el jardín de infantes.

Los exámenes

La ansiedad es palpable durante todo el año pero cuando se aproximan los exámenes se multiplican los pedidos de ayuda de alumnos en profundo estrés.

En esa época aumentan los llamados al grupo de Samaritanos, que ofrece soporte para prevención al suicidio, relató el vicedirector de la entidad, Wong Lai Chun.

En el 2016, un niño de 11 años que no había pasado dos exámenes se arrojó por una ventana antes de anunciar los resultados a sus padres.

“En los últimos años (…) he visto más y más adolescentes que llegan de escuelas con buena reputación pero son dominados por el estrés”, dijo Lim Choon Guan, del Instituto de Salud Mental de Singapur.

Para reducir la presión escolar, las autoridades pretenden suprimir ciertos exámenes tanto en la educación primaria como en la secundaria.

Este especialista observa que este fenómeno puede estar relacionado a una presión excesiva proporcionada por responsables escolares.

Para reducir la presión escolar, las autoridades pretenden suprimir ciertos exámenes tanto en la educación primaria como en la secundaria.

La reforma prevé también realizar una selección de alumnos apenas con base en un pequeño grupo de materias, como matemática y ciencias.

Al mismo tiempo, todos estarán nivelados para la enseñanza artística y musical, así como para la educación física.

“La reforma reconoce ciertos efectos nocivos que la selección pudo haber tenido sobre los estudiantes”, dijo Jason Tan, un experto del Instituto Nacional de Educación.

Padres exigentes

Sin embargo, un obstáculo a esta reforma puede ser hallado en la actitud de muchos padres.

Las escuelas ya lanzaron una campaña para explicar de qué forma “los cambios van a beneficiar a los niños en el largo plazo”, apuntó Cindy Khoo, directora de planificación en el Ministerio de Educación.

No obstante, ella admite que el hábito de presionar a los niños es “profundamente enraizada” en Singapur.

En este sentido, Singapur no es un caso aislado en Asia.

El trabajo escolar es citado por el Centro de Estudios de Hong Kong sobre mortalidad infantil como una de las principales causas de suicidio entre adolescentes.

En 2016 y 2017, Japón registró la más elevada tasas de suicidios entre adolescentes en los últimos 30 años. En los dos años, la estadística mostró un pico de súbito crecimiento en el 1 de septiembre, fecha de inicio del año escolar.

Fuente: https://www.rionegro.com.ar/singapur-el-campeon-educativo-muestra-varias-debilidades-1029364/

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