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África: El trabajo infantil es una lacra silenciosa

Redacción: Opinión

Entre los compromisos que hemos adquirido a nivel mundial a través de la Agenda 2030 hay un tema del que apenas se habla y que, sin embargo, limita las oportunidades de desarrollo físico, mental y social de 152 millones de niños y niñas en todo el mundo, llegando a poner en peligro su salud y sus vidas.

Hablamos del trabajo infantil, y en particular del trabajo en condiciones extremas y peligrosas, que afecta a 73 de esos 152 millones de niños entre 5 y 17 años, en lo que supone una gravísima violación para sus derechos.

Ya sea extrayendo oro o coltán en minas de Camerún o República Centroafricana, recolectando algodón en China o Pakistán, en fábricas textiles o tecnológicas en Bangladesh o Turquía, rebuscando en vertederos en Brasil o India, o invisibles como empleadas domésticas en Filipinas o Togo, niños y niñas extremadamente vulnerables soportan largas jornadas en entornos insalubres, sufriendo distintas formas de violencia y sin ningún tipo de protección, a cambio de pagas exiguas con las que contribuir a las necesidades de sus familias.

Un niño que trabaja no va a la escuela, está expuesto a problemas de salud debidos a la contaminación con pesticidas o químicos, la falta de higiene, una alimentación insuficiente y la realización de esfuerzos excesivos para su edad, y es una víctima indefensa frente al aislamiento, los abusos y la violencia verbal, física o sexual. En todas estas situaciones, se producen graves vulneraciones de derechos: el derecho a la educación, al juego, a la salud, a la protección… en definitiva, privamos a estos niños de su derecho a ser niños.

Se han logrado avances significativos desde el año 2000. El número de niños que realizan trabajos peligrosos se ha reducido a más de la mitad. Pero el progreso es demasiado lento si queremos cumplir la promesa marcada en la meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de acabar con el trabajo infantil para el año 2025. Por tanto, es imprescindible impulsar medidas y programas que cambien esta situación y ofrezcan esperanza y oportunidades a todos los niños.

No debemos olvidar que el trabajo infantil está vinculado a la pobreza y la vulnerabilidad. Por tanto, las estrategias para erradicarlo han de abordar estas causas profundas e interconectadas. Es fundamental que las familias cuenten con ingresos e información suficientes sobre la importancia de la educación, contar con redes eficaces para detectar y apoyar a los niños y niñas en riesgo de exclusión, así como generar cambios sociales y un entorno protector de la infancia, que condene y prevenga que los niños trabajen.

Merece una mención especial el impacto de los conflictos y otras crisis humanitarias. Ante situaciones de inestabilidad y pérdida de fuentes de ingresos, las familias activan distintos mecanismos de respuesta: utilizar los ahorros, pedir ayuda a familiares y amigos, solicitar préstamos, etc.

Cuando las crisis se prolongan en el tiempo, estas opciones se agotan y entran en juego mecanismos «negativos», entre los que se encuentra el trabajo infantil. Como ejemplo, entre los refugiados sirios en Jordania en 2015, un 47 por ciento de las familias manifestaron depender total o parcialmente de los ingresos generados por un niño o niña.

Fuente: http://www.opinion.com.bo/opinion/articulos/noticias.php?a=2018&md=0706&id=259552

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Colombia: Hidroituango y el «Smartphone»

Por: Renán Vega Cantor. La Haine. 04/07/2018

Un nuevo celular consume más energía eléctrica que una nevera de tamaño medio.

La construcción de represas, como la de Hidroituango, tiene por objeto generar electricidad con el fin de satisfacer el consumo de energía en grandes cantidades, sin la cual no podría funcionar la economía capitalista contemporánea. La producción de teléfonos celulares alcanza niveles escalofriantes, hasta el punto que ya en 2014 había más celulares que seres humanos, tanto a escala global, como en Colombia. Eso puede observarse diariamente, con la esquizofrénica utilización del celular desde que las personas se levantan de la cama, hasta que se acuestan, puesto que gran parte de ellas no puede despegarse ni un segundo de ese invasivo artefacto, una prótesis permanente que acompaña a los seres humanos hasta en los momentos más íntimos: cuando satisfacen sus necesidades fisiológicas o cuando tienen relaciones sexuales.

El ‘smartphone’, el celular más avanzado, es una mercancía de consumo masivo a la que se le atribuye vida propia como si funcionara por sí misma en forma milagrosa, sin necesidad de recurrir a ninguna fuerza externa que lo active. Ese fetichismo se basa en la creencia de que esos aparatos son autosuficientes, máxime que pueden prenderse y apagarse en cualquier lugar, conectarse con el mundo exterior, hablar a través de ellos, enviar mensajes, utilizar aplicaciones, escuchar música, rebasando fronteras y superando los límites territoriales.

Esa sensación de autonomía es un espejismo, puesto que el celular funciona con energía, más concretamente con su forma más común: la electricidad. El ‘smartphone’, por más “inteligente” que sea, opera con una batería recargable que se abastece de electricidad. De ahí que las baterías tengan que cargarse de electricidad en una forma esquizofrénica, como lo apreciamos en los aeropuertos, hospitales, universidades, viviendas, en las que todo el tiempo se enchufan los cargadores del ‘smartphone’ para alimentarlos con electricidad, sin la cual no pueden funcionar.

Puede suponerse que el gasto de electricidad de un celular o un ‘smartphone’ es mínimo, porque es un pequeño dispositivo microelectrónico que, se nos dice, entre más inteligente menos electricidad consume. Esto ni siquiera es cierto para un aparato individual, porque diversas investigaciones han comprobado que un nuevo celular consume más energía eléctrica que una nevera de tamaño medio. Así, el refrigerador común y corriente consume 322 Kilovatios hora (kWH) al año, mientras que el nuevo celular consume 388 kWh en el mismo período de tiempo, en lo que se incluyen sus conexiones inalámbricas, utilización de datos, la carga de la batería y el almacenamiento de información. Una diferencia notable radica en que un hogar cuenta en el mejor de los casos con un refrigerador, mientras que en ese mismo hogar puede haber 5 o más celulares, puesto que se ha vuelto casi normal que una persona tenga dos o tres celulares. El problema adquiere una dimensión crítica si tenemos en cuenta que en el mundo hay unos 9 mil millones de celulares, incluyendo viejos y nuevos modelos, y en Colombia hay más de 50 millones. En pocas palabras, existen más celulares que seres humanos. Y eso origina el problema de cómo garantizar el abastecimiento de electricidad para que funcionen esos aparatejos, en apariencia mágicos.

Y aquí es donde viene el nexo con las represas que generan electricidad, porque están son indispensables para suministrar una creciente oferta de energía, que se usa de muchas formas, pero es cada vez mayor la cantidad que se destina a los ‘smartphone’, cuya producción es un fabuloso negocio para empresas multinacionales. Si se quiere alimentar el crecimiento exponencial en el consumo de ‘smartphone’ (del que se dice que se venden 3.7 millones de unidades por día en el mundo entero) es obvio que debe garantizarse la producción de energía eléctrica. Para hacerlo posible se construyen represas, como la de Hidroituango, las cuales suministran electricidad, una parte de la cual se destina al funcionamiento de los artefactos microelectrónicos, que en conjunto ya consumen el 10% de la generación de electricidad mundial. Y dentro de esos cacharros microelectrónicos es el ‘smartphone’ el que más consume electricidad, por la sencilla razón que se utiliza frenéticamente durante el día y la noche por sus poseedores, en la medida en que el celular ya no se emplea solo para llamar por teléfono y hablar, sino que ahora existen múltiples aplicaciones. Eso requiere que los usuarios tengan que conectar sus equipos dos o hasta tres veces al día, con el notable incremento del consumo de electricidad. El paroxismo en el despilfarro de electricidad con el abuso de los ‘smartphone’ se encuentra en la artificial necesidad de mantener siempre cargados los aparatos, porque su descarga es considerada como una tragedia, que genera pánico entre sus usuarios.

Por otro lado, debe recordarse que estos aparatos están untados de sangre por varias vías: por los materiales y minerales necesarios para su producción, que generan esclavitud y guerras por los recursos como la del Congo, con millones de muertos en los últimos años, pero también los asesinados (campesinos y pescadores) en los lugares donde se construyen las represas. Y ese es el caso de Hidroituango. De manera, que cada vez que el lector de este artículo utilice su ‘smartphone’ debería pensar en la sangre virtual contenida en el pequeño aparato que opera hábilmente con sus manos, porque esa sangre ha sido necesaria para impulsar los faraónicos proyectos de “desarrollo” que como el localizado en el Bajo Cauca antioqueño, finalmente se hacen para generar suficiente electricidad para que el ‘smartphone’ suene y suene en forma ininterrumpida, aunque su uso enfermizo también contribuya a recalentar nuestro sufrido planeta.

Fuente: https://www.lahaine.org/mundo.php/colombia-hidroituango-y-el-smartphone

Fotografía: La Haine

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México: La educación y el trabajo infantil

México/16 de Junio de 2018/newsweekespanol

De acuerdo con los datos del INEGI, en México hay 29.34 millones de niñas, niños y adolescentes entre 5 y 17 años de edad. De ellos, 27.21 millones asisten a la escuela, el resto, 2.12 millones no asisten a ninguna institución educativa. Es interesante observar las “razones” que el INEGI documenta como las causantes de la no asistencia escolar de las niñas y los niños.

En efecto, de los 2.12 millones que no tienen la oportunidad de estudiar, 255,812 (12% del total que no asisten), no asisten a la escuela por trabajo; y 291,936 (13.7%), no asisten por falta de recursos económicos; en sentido estricto, se puede aducir que ambas categorías tienen una relación muy fuerte, y en general, que el 25% de las niñas, niños y adolescentes que no van a la escuela lo hacen fundamentalmente por motivos de carencia económica.

A esa suma debe añadirse la relativa a los 111,306 niñas, niños y adolescentes que no asisten a la escuela porque deben desarrollar quehaceres domésticos en el hogar (5.2% del total). En este caso, es igualmente evidente que se trata de un segmento de la infancia que se encuentra en condiciones relevantes de pobreza y carencias.

Hay una categoría, entre las que reporta el INEGI, que debe discutirse. De acuerdo con el Instituto, 897,047 niñas, niños y adolescentes (42.2%) no asisten a la escuela: “por falta de interés, aptitud o requisitos para ingresar a la escuela”. La categoría más problemática entre estas tres mencionadas por el Instituto, es la de “falta de aptitud”: ¿qué significa que una niña o niño no es apto para estudiar?

La categoría llama a duda, porque puede indicar un sinfín de problemas, comenzando por la discriminación. Puede ser que se refiera a niñas y niños con alguna discapacidad; o bien, a niñas y niños con bajo desempeño académico que no tienen el promedio de calificaciones exigido para incorporarse a otros niveles. Y si esto es así, el indicador es revelador del carácter excluyente que mantiene el sistema educativo en sus diferentes modalidades y niveles.

En ese sentido, es relevante destacar que 109,547 (5.2% del total) no asisten por “inseguridad, discriminación y distancia de la escuela; mientras que 122,756  (5.8%) no asisten porque padecen alguna enfermedad, han tenido algún accidente o viven con alguna discapacidad.

El otro dato dramático es que hay 183,912 niñas, niños y adolescentes (8.7%), que no asisten a la escuela por embarazo, matrimonio o unión y motivos familiares. En este apartado es importante destacar que de esos 183,912, un total de 152,090 son niñas o mujeres adolescentes, cifra reveladora de las condiciones de desigualdad, no solo en el ámbito educativo, sino en general de los estereotipos y prácticas discriminatorias vigentes en nuestra cultura.

En este contexto, sólo 12.65 millones de las niñas, niños y adolescentes de 5 a 17 años han recibido alguna beca o ayuda, indicador que muestra la relevancia de universalizar el cumplimiento de los derechos y en esa medida, avanzar hacia la construcción de una sociedad igualitaria y auténticamente incluyente.

Asimismo, de los 29.34 millones que tienen de 5 a 17 años, hay 2.31 millones que trabajan (en su medición extendida, INEGI contabiliza 3.4 millones); y de esos 2.31 millones, 2.069 millones lo hacen en ocupaciones peligrosas o por debajo de la edad permitida por la Ley. Asimismo, entre quienes trabajan, se encuentran 915 mil de quienes, en el grupo de edad, no asisten a la escuela.

El trabajo infantil es una de las deformaciones más aberrantes del mundo del trabajo. Representa un fenómeno de explotación infame, y de inaceptable privación de los derechos de la niñez. Su permanencia normalizada en una sociedad es muestra de la ausencia de escrúpulos, de buena parte del sector privado, pero también y sobre todo del público.

El trabajo infantil es uno de los pasajes oscuros de nuestra modernidad podrida. Y es la hora de erradicarlo.

Fuente: https://newsweekespanol.com/2018/06/la-educacion-y-el-trabajo-infantil/

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OIT: Unos 73 millones de niños trabajan en condiciones peligrosas (Audio)

OIT / 20 de junio de 2018 / Autor: Redacción / Fuente: Radio ONU

Los pequeños laboran arduamente en minas y campos, fábricas y hogares, expuestos a pesticidas y otras sustancias tóxicas, transportando cargas pesadas o trabajando largas horas. Muchos sufren consecuencias físicas y psicológicas y hasta sus propias vidas pueden estar en riesgo.

 

 

“Los niños son más vulnerables a los riesgos que los adultos. Se necesitan medidas urgentes para garantizar que ningún menor de 18 años participe en trabajos peligrosos”, declaró Guy Ryder, el director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), con motivo del Día Mundial contra el Trabajo Infantil.

Este año la atención se centra en poner fin a los trabajos peligrosos y fomentar un empleo seguro y saludable para los jóvenes en edad laboral legal.

Alrededor de 73 millones de niños se encuentran endesempeñan trabajos de este tipo, casi la mitad de los 152 millones de menores de 5 a 17 años inmersos en la labor infantil. Estos niños trabajan arduamente en minas y campos, fábricas y hogares, expuestos a pesticidas y otras sustancias tóxicas, transportando cargas pesadas o trabajando largas horas. Muchos sufren consecuencias físicas y psicológicas para toda la vida.

Las consecuencias del trabajo infantil peligroso

 

Un nuevo informe de la OIT dirigido a la eliminación urgente del trabajo infantil peligroso revela que ciertos riesgos ocupacionales, entre ellos la exposición al estrés psicológico y a los productos químicos de uso común, son aún más graves para los niños de lo que se pensaba.

Otro hallazgo clave es que la adolescencia, como un período de maduración física, puede comenzar más temprano y durar hasta mediados de los años veinte. Dentro de este período lapso prolongado de crecimiento, los niños (y los adultos jóvenes) se enfrentan a una serie de vulnerabilidades que requieren respuestas en la ley y en la práctica.

Además, el informe describe el vínculo crucial y mutuo entre la educación y la salud: la falta de educación aumenta el riesgo de resultados negativos en la salud del debido al trabajo y, a la inversa, la educación de calidad tiene efectos positivos y protectores en la salud de los niños trabajadores.

Aunque el número total de niños menores en trabajos peligrosos ha disminuido en los últimos años, el progreso se ha limitado a adolescentes. Entre 2012 y 2016, casi no hubo reducción en el número de niños de 5 a 11 años que laboran, y el número de pequeños en trabajos peligrosos aumentó.

La obligación de los Estados

Ningún niño menor de 18 años debe realizar trabajos peligrosos, según lo estipulado en los Convenios de la OIT sobre trabajo infantil, concretamente el Convenio sobre la edad mínima y el Convenio sobre las peores formas de trabajo infantil.

Los gobiernos, en consulta con los interlocutores sociales, deben establecer y hacer cumplir una lista nacional de trabajos peligrosos prohibidos para los niños.

La ratificación de los convenios de la OIT por hasta 181 Estados refleja el compromiso de acabar con el trabajo infantil en todas sus formas.

El trabajo infantil en la agricultura

 

El Fondo de la ONU para Alimentación y la Agricultura (FAO), reveló también este martes datos preocupantes: después de años en constante declive, el número de niños trabajadores en la agricultura aumentó más de un 10% desde 2012, impulsado en parte por conflictos violentos y desastres.

Esta tendencia preocupante, no solo amenaza el bienestar de millones de niños, sino que también socava los esfuerzos para acabar con el hambre y la pobreza en el mundo, advierte la FAO.

Se pasó de 98 millones a 108 millones de niños trabajadores desde 2012, según las últimas estimaciones. Los conflictos prolongados y los desastres naturales relacionados con el clima seguidos de la migración forzada han empujado a cientos de miles de niños a laborar.

Los hogares en los campos de refugiados sirios en el Líbano, por ejemplo, son propensos a recurrir al trabajo infantil para garantizar la supervivencia de su familia. Los niños refugiados realizan una serie de tareas y a menudo están expuestos múltiples riesgos que incluyen pesticidas, condiciones deficientes de saneamiento en el campo, altas temperaturas y fatiga por realizar trabajos tareas físicamente exigentes durante períodos prolongados.
Al mismo tiempo, los esfuerzos para eliminar el trabajo empleo infantil en la agricultura enfrentan desafíos persistentes, debido a la pobreza rural y la concentración del trabajo infantil en la economía informal y el trabajo familiar no remunerado..

La FAO subraya que el trabajo infantil en la agricultura es un problema mundial que está perjudicando a los niños, dañando el sector agrícola y perpetuando la pobreza rural. Por ejemplo, cuando los niños se ven obligados a trabajar largas horas, su oportunidad de asistir a la escuela y desarrollar sus habilidades es limitada, lo que interfiere con su capacidad de acceder a oportunidades de empleo decentes y productivas más adelante en la vida, incluidas las oportunidades en un sector agrícola modernizado.

Datos clave

• Casi tres de cada cuatro niños inmersos en el trabajo infantil, están en el sector agrícola.

• Hay 10 millones más de niños en la agricultura desde 2012.

• Casi Cerca del 70% del trabajo infantil es trabajo familiar no remunerado.

• La incidencia del trabajo infantil en los países afectados por el conflicto armado es un 77% más alto que el promedio mundial.

• Casi la mitad de todo eldel trabajo infantil en el mundo ahora tiene lugar en África: 72 millones, o uno de cada cinco niños de Áfricaafricanos, laboran, en su mayoría en la agricultura, seguido de. En segundo lugar se encuentra Asia, con 62 millones.

Indonesia, ejemplo de compromiso

El país se ha comprometido a eliminar toda forma de trabajo infantil de cara a 2022 para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. La siguiente fotogalería ilustra las circunstancias en las que se encuentran algunos jóvenes.

Fuente de la Noticia:

https://news.un.org/es/story/2018/06/1435662

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América Latina y el Caribe registran la mayor reducción de trabajo infantil peligroso

América Latina y el Caribe / 17 de junio de 2018 / Autor: Redacción / Fuente: Radio ONU

En cuatro años, ese tipo de trabajo disminuyó 2,4% y el empleo infantil en general cayó 1,5%, según las cifras de la Organización Internacional del Trabajo. La mitad de los niños que trabajan lo hacen en el sector agrícola.

América Latina y el Caribe se han convertido en la región del mundo donde más se ha reducido el trabajo infantil peligroso, registrando una baja de 2,4 % entre 2012 y 2016, destacó hoy la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Además, el empleo infantil en general disminuyó 1,5 % durante el mismo periodo en la región.

Los datos se publican en el informe más reciente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), referido específicamente al trabajo infantil peligroso.

Detrás de América Latina y el Caribe el declive más importante ocurrió en Asia y el Pacífico, seguida por el África Subsahariana.

De acuerdo con la OIT, el porcentaje de niños y niñas latinoamericanos y caribeños entre 5 y los 17 años que trabaja se redujo de 8,8  % en 2012 a 7,3 % en 2016.

Una gran noticia

“La reducción del trabajo infantil y sobre todo de sus formas más peligrosas es una gran noticia para todos. El trabajo infantil es inaceptable desde todo punto de vista, y es muy positivo que en nuestra región estemos avanzando para erradicarlo”, dijo el representante regional de la FAO, Julio Berdegué.

Agregó, no obstante, que con un poco más de esfuerzo de los gobiernos y las empresas del sector agroalimentario se podría acelerar el paso hacia su eliminación.

La mitad de los menores que trabajan en América Latina y el Caribe lo hacen en la agricultura. A nivel global esa cifra es aún mayor: tres de cada cuatro niños y niñas trabajadores laboran en la agricultura. Así, 108 millones se dedican a la agricultura, la ganadería, la silvicultura o la acuicultura.

“Para lograr que ningún niño o niña tenga que trabajar, los gobiernos deben desarrollar políticas específicas enfocadas en el trabajo infantil agrícola. Pero, además, las empresas del sector deben hacer la parte que les toca, que no es poca”, señaló Berdegué.

Fuente de la Noticia:

https://news.un.org/es/story/2018/06/1435702

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La pobreza obliga a trabajar a 3.2 millones de niños mexicanos, dice Inegi; y se les paga una miseria

México / 17 de junio de 2018 / Autor: Redacción / Fuente: Sin Embargo

Unos 3.2 millones de niños, niñas y adolescentes trabajan en México para escapar de la pobreza, lo que representa el 11 por ciento de la población de 5 a 17 años, informó hoy el Inegi en el marco del Día Mundial contra el Trabajo Infantil que se conmemora hoy.

Por entidad federativa, en 2017 Nayarit tuvo la mayor tasa de trabajo infantil con 19.7 por ciento, mientras que en Querétaro se observó la tasa más baja con 5.3 por ciento.

De acuerdo con el Inegi, 2.1 millones de población infantil de 5 a 17 años realiza un trabajo en actividades no permitidas, es decir, labores peligrosas donde no reciben ingresos por su trabajo o perciben como máximo hasta uno y dos salarios mínimos.

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Lanzan en Brasil campaña contra trabajo de menores de edad

América del sur/Brasil/14 Junio 2018/Fuente: Spanish.xinhua

La organización Foro Nacional de Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil (FNPETI) de Brasil lanzó hoy una campaña para denunciar el trabajo infantil en el país, con motivo del Día Mundial Contra el Trabajo Infantil.

Con el título «No proteger la infancia es condenar el futuro», la campaña cuenta con el apoyo del Ministerio Público de Trabajo y de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Pretende denunciar las «peores formas» de trabajo infantil, como las relacionadas a la agricultura, actividades domésticas, tráfico de drogas, exploración sexual y el trabajo informal urbano.

Según el FNPETI, más de dos millones de niños y adolescentes brasileños de 5 a 17 años trabajan en el país.

Esto se traduce en una falta de competencia y cualificación necesarias para la inserción laboral, y en una jubilación precoz debido a las secuelas sufridas por realizar actividades de riesgo.

«¿Cuál es el futuro que tendrán estos niños? Un niño que trabaja no tiene la misma concentración y energía que necesita para estudiar», dijo la asesora del FNPETI, Tania Dornellas.

«Sólo el hecho de que el Estado no garantice la educación pública de calidad para todos ya es una agresión. Y unido a la iniciación precoz al trabajo, se está condenado estos niños», agregó.

En declaraciones a la estatal Agencia Brasil, Dornellas denunció que en los últimos años hubo un aumento de menores brasileños de cinco a nueve años de edad que trabajan en la agricultura.

«Aunque el número absoluto del trabajo infantil está en el medio urbano (…) en las áreas rurales hay una menor concentración, pero es donde más trabajan», comentó.

Según el censo del gobierno de 2015, Brasil registraba 2,7 millones de niños y adolescentes trabajando de manera irregular.

La campaña lanzada este martes busca concienciar a la sociedad sobre el problema que representa el trabajo infantil y expandir acciones para combatirlo.

Las acciones de la campaña se realizarán en varios puntos del país.

Según el Ministerio de Salud, de 2007 a 2017 al menos 236 niños y niñas fallecieron en Brasil por realizar actividades peligrosas.

En ese mismo periodo se recibieron notificaciones de 40.000 accidentes laborales de personas de 5 a 17 años, de los cuales 24.000 fueron graves, con fracturas o miembros amputados.

Fuente: http://spanish.xinhuanet.com/2018-06/13/c_137249762.htm

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