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Cerca de 140,000 puestos de trabajo para jóvenes se crearon en Perú, Colombia, Chile y México

Este resultado se logró en los últimos tres años como parte del Acuerdo de Empleabilidad Juvenil de la Alianza del Pacífico. ¿De qué trata?

Como parte del Acuerdo de Empleabilidad Juvenil de la Alianza del Pacífico se logró que 70 empresas crearán 140,000 puestos de trabajo para jóvenes de Perú, Colombia, Chile y México entre 2017 y 2020, las cuales incluyen pasantías, prácticas y oportunidades laborales.

Estamos muy orgullosos que pese a la crisis que vivimos, tanto el sector público como privado hayamos podido reunirnos en este encuentro que es una plataforma de diálogo, intercambio de buenas experiencias y entrega de herramientas concretas para los jóvenes. Y además que hayamos logrado generar 140,000 oportunidades de desarrollo junto a empresas aliadas desde 2017 a la fecha”, dijo Laurent Freixe, CEO de Nestlé para las Américas, empresa que forma parte del acuerdo.

Según información entregada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), al menos uno de cada seis jóvenes en el mundo está sin trabajo debido a la pandemia provocada por el virus COVID-19.

En Perú, la tasa de desempleo juvenil antes de la pandemia era del 8.8%. Hoy, esta es de 24%. Asimismo, aquellos que no estudian ni trabajan (Ninis) representan el 29% de la población juvenil.

Esta información se dio a conocer durente “V Encuentro de Jóvenes de la Alianza del Pacífico”, evento contó con la participación de Ricardo Cuenca Pareja, ministro de Educación; y Javier Palacios Gallegos, ministro de Trabajo y Promoción del Empleo.

Estos estuvieron acompañados por la presencia de las máximas autoridades de Trabajo y Educación de Colombia, México y Chile.

Ellos debatieron sobre el enfoque del evento: «Jóvenes, empleabilidad y el impacto de la pandemia».

También se profundizó sobre el modelo de alternancia en formación, como la educación dual, que compatibiliza lo aprendido en la sala de clases con la práctica presencial en las empresas, como una variante que toma relevancia en el actual contexto.

Fuente: https://gestion.pe/economia/cerca-de-140000-puestos-de-trabajo-para-jovenes-se-crearon-en-peru-colombia-chile-y-mexico-noticia/

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El trabajo os hará libres

Por:  Manuel Jesús Pérez Alcázar

Desgraciadamente, este tampoco será un final. Sobreviviremos al Covid-19, lo cual no termino de saber si me anima. Lejos de una nostalgia por los olvidados, aquella mentalidad del norte —de la cual nos vienen advirtiendo desde hace tiempo— parece que ha encontrado la manera de asentarse.

Si molestaba la vida para el trabajo precarizado, se acaba con la vida. En cualquier conversación podemos oír esa idea que nos percute la cabeza “Salimos para lo necesario, trabajar” Se prohíbe toda vida a excepción del trabajo. Se ataca a aquello donde lo mediterráneo se hacía grande: la comunidad.

En ese hacer nuestro su eslogan, se inyecta el deseo de trabajar. No olvidemos que están y vienen los despidos. La tasa de desempleo en poco tiempo despegará y dejará a una cantidad de gente cuya salida queda en interrogante ¿a qué saldrá quien no tiene trabajo? ¿No es la calle necesaria? Se implanta entonces en nosotros el anhelo al trabajo. No al trabajo, a trabajar. No a trabajar, querer trabajar.

Alemania se inventa un nuevo confinamiento: Cerrar el ocio. Cada rincón de vida es amputado. Al oír la orden no pude quitarme de mi cabeza una idea: El ocio tiene un lugar físico. Se puede cerrar el ocio, porque el ocio existe como forma. Ya no hay un ocio abstracto, un ocio que acompaña al simple hecho del estar. Ser ocioso no era carecer de motivo. Andar también en abstracto.

Nuestras ciudades, las cuales llevan tiempo tomando forma de microcárceles de lujo: Urbanizaciones cerradas con piscina, pista de baloncesto, parques y barrotes. No tanto para que no entre la gente, con la idea de prohibir la salida. Toda urbanización es un microuniverso. La fuga de la cárcel está justificada para el trabajo.  Vive, pero no te mezcles con el entorno.

Hasta el momento toda vida era un mezclarse, un impregnarse de lo accidental. Hemos olvidado que todo hombre muere. Al olvidarlo, solo podemos pelear contra lo mortal. Sorprendiéndonos cuando no ganamos. Allí afuera, tras la puerta de casa o del trabajo, puedes morir. Si sales, puedes traer la muerte a casa ¿no hemos oído aquello de con quién has estado?

En esta nueva dicotomía entre vida y economía cabe preguntarse ¿qué es la vida? Recuerdo hace años, cuando estábamos intentando salir de la “otra” crisis, que quien es nuestro ministro de consumo planteaba muy bien la duda de la vida, decía: Vivir no es acumular tiempo, es tener calidad de vida. ¿Qué calidad de vida hay en este parón a fascículos en el que, paradójicamente, parecemos vivir?

Me decía una amiga la otra noche: De la izquierda no espero nada, pero como la derecha no pelee por volver al costumbrismo de antes ¿qué nos queda? Una de las medidas para salvar la hostelería es adelantar la cena. Lejos de analizar lo estúpido de adelantar nada —todo se adelantaría— ¿no vendrían todos estos cambios a quedarse?

Recuerdo aquel lejano mes de marzo en el que nos íbamos a encerrar durante quince días ¿Quién creía en esos quince días? No olvidemos que nos pidieron esforzarnos, que nos pidieron parar y lo hicimos. Una vez encerrados, “protegidos”, salió ese lenguaje bélico contra un enemigo ausente, invisible. Las calles vacías no mostraban más que a nuestros policías y soldados tomando las ciudades. Entonces cabria mirarse a uno mismo. Eso nos estaban diciendo. El enemigo no es el virus, ante el cual poco tienen que hacer las escopetas, éramos nosotros. Nuestra manera de vivir. El toque de queda en el que vivimos nos dice aquello que nadie quiere oír: No nos han educado.

La gente se llevaba las manos a la cabeza ante las palabras de Trump sobre Biden, el cual irónicamente advertía, “si gobierna Biden harán caso a los científicos”. La ciencia lleva tiempo postulada a favor de un sistema que quiere avanzar.

El progreso se ha postulado —y no por ello soy negacionista— Las redes de información nos muestran el apocalipsis fuera de nuestras tierras. Solo aquí estamos seguros —a esta idea atacó el ISIS—Las redes sociales nos dan un altavoz al vacio, como dar un grito sin tener que escucharlo. Un desahogo a nadie. Un soportar sin la idea del contacto que el propio verbo lleva implícita. La psicología para reorientarnos ante las crisis que nos asaltan ¿vivir no era una crisis? Ahora, lo sanitario para mantenernos frescos.

Quisiera estar, sin la necesidad de hacerlo ¿Qué es la vida? La pregunta sigue en el aire, pero tengo esa sensación de pérdida. Vivir no es una casa baja con la puerta a la calle, donde la transición salón y acera es inmediata. Vivir es un pasar filtros en forma de portales y puertas. Andar es un verbo olvidado, requerido para pequeños espacio. No un ocio. El metro es un transporte y el trabajo una liberación.

El trabajo os hará libres” que irónica es la democracia.

Fuente: https://nuevarevolucion.es/el-trabajo-os-hara-libres/

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Rumanía: Trabajadores migrantes nepalíes, sin salario ni ayuda médica durante la pandemia

Europa/Rumanía/Autora: Marine Leduc/ Fuente: equaltimes.org


Sin salario ni ayuda médica durante la pandemia, los trabajadores migrantes nepalíes despiertan de su sueño de un futuro mejor en Rumanía


Asomado a la ventana de su habitación, donde se encuentra en aislamiento forzoso, como ocurre con otra sesentena de trabajadores migrantes de Asia, Sabin, un joven nepalí de 27 años, dio positivo en las pruebas de covid-19. Ahora se pregunta si recibirá un salario por los días en los que esté de baja, y cuál será su futuro profesional en Rumanía. (Andreea Campeanu)

A principios de octubre, Sabin y veinte de sus colegas enfermaron en Bucarest. “Teníamos fiebre, tos y migrañas. El Departamento de Recursos Humanos nos llamó una sola vez y nos pidió que nos quedáramos en casa durante dos semanas”, cuenta este joven nepalí de 27 años. No consiguieron un PCR ni una visita médica para obtener una baja por enfermedad. El empleador rumano tenía, no obstante, la obligación de facilitarles el nombre de un médico. Transcurridas las dos semanas, un médico vino a verlo y le hizo una prueba. Resultado: Sabin da positivo de covid-19 y tiene que permanecer unos días más aislado, sin saber si a final de mes le pagarán las dos primeras semanas de baja.

Desde su habitación ve los mismos edificios amarillos y beige claro construidos hace poco en un barrio pobre del sur de la capital rumana, donde se alojan otros 400 trabajadores procedentes de Nepal, la India, Vietnam y Sri Lanka. A mediados de octubre comenzó Dashain, el mayor festival religioso nepalí, que dura dos semanas. Aunque no pueden organizarse grandes reuniones, Sabin espera poder salir del aislamiento e invitar a varios amigos para celebrar los últimos días de las festividades, y también para olvidar, aunque sólo sea por una noche, estos últimos meses de angustia para él y sus compatriotas.

“Estuve trabajando en un restaurante italiano en el centro de la ciudad desde la primavera de 2019. Cuando todos los restaurantes cerraron en marzo, me quedé sin trabajo, con un tercio menos de mi sueldo”, explica Sabin.

“Solo tenía 1.500 lei de paro [360 dólares USD, 308 euros] y la situación es muy complicada para los trabajadores como yo, porque tenemos préstamos que devolver, además de ayudar a nuestra familia”. A principios de mayo fue contratado por una gran empresa rumana de comercio electrónico. “Escaneo los productos, los empaqueto, hago un poco de todo”, señala. “El problema es que trabajo a tiempo parcial, 32 horas semanales, por 270 dólares USD netos. Iba a empezar a trabajar a tiempo completo este mes, antes de enfermar”. En seis meses solo ha podido enviar 300 USD (253 euros) a su esposa, que en marzo se quedó sin trabajo y sin recursos en Katmandú.

Prácticas ilegales por parte de los empleadores

Según la Inspección General de Inmigración de Rumanía, Sabin es uno de los 4.324 nepalíes que llegaron a Rumanía en 2019. En Europa Occidental viven 3 millones de rumanos (según un estudio de Eurostat de 2017), por lo que el país recurre a miles de trabajadores asiáticos para compensar la falta de mano de obra. Entre 2016 y 2020, la cuota anual de trabajadores extracomunitarios (de países que no pertenecen a la UE) aumentó de 3.000 a 30.000 visados. En un primer momento se centraron en la contratación en Vietnam, pero los empleadores están recurriendo cada vez más a los indios y los nepalíes. En 2020, los nepalíes han pasado a ser el grupo más numeroso procedente de Asia, con 2.831 visados. Muchos de ellos trabajan en la industria hotelera y en la restauración, los primeros sectores afectados por la pandemia. Según las estimaciones, casi la mitad de los 230.000 empleos del sector podrían desaparecer a finales de año.

Y aunque no hayan perdido su trabajo, hay trabajadores que no están recibiendo su sueldo. Padam, de 39 años, y otros ocho compañeros de trabajo llevan cuatro meses sin recibir ni un céntimo. “Yo trabajaba en un restaurante en Bucarest y ahora llevo dos meses en una pizzería en Timisoara, al oeste del país, que pertenece a la misma empresa. Nuestro empleador nos dice que el salario va a llegar, pero seguimos esperando”, se lamenta. Aunque le dan comida y alojamiento, este padre de dos niños ya no puede enviar dinero a su familia ni hacer frente al préstamo que pidió al banco para pagar a la agencia nepalí que le envió aquí y para comprarse un terreno en Nepal. Padam y sus colegas han recurrido a un abogado, pero el proceso es muy enrevesado. “Todos los meses hemos estado firmando un documento que nos daba nuestro jefe. Nos decía que era para que pudiéramos recibir nuestro salario, pero al final nos hemos dado cuenta de que se trataba de un recibo de nuestro salario, que normalmente nos paga en efectivo. No teníamos que haber firmado aquel papel, porque ahora no tenemos ninguna prueba de que en realidad no nos ha pagado el sueldo”.

Ya antes de la pandemia algunos empleadores no respetaban los derechos de los trabajadores extracomunitarios, y a veces se aprovechan de que desconocen sus derechos sociales y el idioma rumano.

Los propios trabajadores estacionales rumanos son víctimas de vulneraciones de la legislación laboral en Europa Occidental, pero los nuevos trabajadores que emigran a Rumanía sufren el mismo trato: viviendas insalubres que tienen que compartir con una decena de personas, jornadas de 12 horas sin descanso, y semanas de seis días por 520 dólares USD netos al mes. En comparación, el salario medio rumano equivale a 750 dólares USD netos por 40 horas semanales. Algunos empleadores también les confiscan el pasaporte y no les indican las gestiones básicas necesarias en caso de problemas de salud.

“Se trata de un efecto dominó de dumping social que va a tener consecuencias negativas para los derechos sociales en Rumanía y en Europa”, denuncia Bogdan Hossu, presidente del sindicato Cartel-Alfa, uno de los más activos en Rumanía (con 600.000 miembros). “En 2011 se promulgó una nueva legislación que desreguló completamente el mercado laboral. Está prácticamente prohibido tener convenios colectivos interprofesionales y sectoriales, y eso abre la puerta a todo tipo de abusos. Antes de que llegara esta ola de trabajadores asiáticos, los rumanos ya eran esclavos modernos”.

Luchar contra la depresión y el aislamiento

El visado rumano de los trabajadores migrantes está vinculado a un contrato de trabajo de dos años de duración. “No se atreven a protestar ni a solicitar cambiar de trabajo porque los empleadores a veces les exigen a cambio una gran suma de dinero o les anulan el contrato. Si no consiguen encontrar otro trabajo en un plazo de tres meses, tienen que regresar a Nepal. Durante la pandemia es aún más arriesgado, porque casi no hay empleo”, explica Uva Raj Laahmichane, de 26 años, que hace vídeos en Youtube para explicar a otros nepalíes cómo no dejarse engañar por las agencias ni por los empleadores.

“Estuve tres años en Dubái y aprendí sobre mis derechos”, explica. “La mayoría de los nepalíes que vienen aquí los desconocen, y eso les hace más vulnerables a la explotación.

Al llegar a Bucarest en noviembre de 2019, Uva Raj estuvo trabajando en una imprenta, 40 horas semanales, por 820 dólares USD al mes. Una perla poco común. Este antiguo locutor de radio y trabajador social se convirtió rápidamente en un referente para los nepalíes. Algunos le contactan para que les ayude a encontrar un nuevo trabajo o para pedirle consejo en caso de problemas. “Creen que soy del gobierno”, dice riéndose, “pero les respondo: ‘Soy un trabajador como vosotros’. Solo quiero ayudar”. Luego les da el número del cónsul honorario de Nepal, Nawa Raj Pokharel, que dispone de más cursos de acción.

El cónsul representa al único organismo oficial para los nepalíes en Rumanía, puesto que la embajada de Nepal está en Berlín. “Llegué en 1986 y fui el único nepalí hasta 2008, momento en el cual decidí crear una asociación para ayudar a mis compatriotas”, cuenta Pokharel. “En 2018 el Gobierno nepalí me nombró cónsul honorario para que me ocupara de los documentos y los problemas de los trabajadores nepalíes”. Aunque este nombramiento le da más credibilidad de cara a los empleadores, el cónsul no recibe ninguna compensación, salvo cuando traduce documentos oficiales. “Es una función que desempeño en paralelo a mi trabajo como asesor empresarial. A veces recibo un centenar de llamadas al día y me quedo hasta la una de la mañana ocupándome de los documentos”, comenta. Contacta con las empresas cuando estas no respetan las condiciones de trabajo y de alojamiento de sus empleados. “Hasta ahora, todos estos problemas se han resuelto con una llamada de teléfono”, señala con satisfacción, “sobre todo cuando las empresas se quedan con los pasaportes. Algunas no saben que eso es ilegal”.

A principios de junio un acontecimiento conmocionó a la comunidad nepalí de Rumanía: un joven de 25 años que estaba trabajando en un restaurante se ahorcó en un parque de la capital rumana. Pokharel era el único interlocutor: “Es la primera vez que he tenido que afrontar una situación de este tipo. Tuve que ocuparme de todos los documentos para enviar el cuerpo a la familia”. Debido a la pandemia, el cuerpo del difunto no pudo enviarse a Nepal hasta principios de octubre.

Uva Raj consiguió hablar con los amigos del joven: “Es difícil saber realmente por qué alguien se quita la vida. Según sus familiares y amigos, él estaba bien y no tenía grandes problemas económicos. Pero lo cierto es que hay muchos nepalíes que padecen depresión en estos momentos, sobre todo cuando están lejos de nuestro país y tienen grandes deudas que pagar”.

Del sueño europeo al sueño Schengen

En Katmandú, los anuncios para trabajar en Rumanía, Polonia y la República Checa siguen abundando en los periódicos a pesar de la pandemia. Esto se debe a que el nuevo mercado de la migración a Europa es un buen negocio para las agencias de contratación nepalíes, que no dudan en endeudar a los futuros trabajadores. Venden el “sueño europeo” y un clima mejor que el de Qatar y los Emiratos, principales destinos de los trabajadores nepalíes. A cambio, el candidato debe desembolsar hasta 6.000 dólares USD, una suma considerable teniendo en cuenta que el salario mínimo en Nepal no supera los cien euros.

En 2018, Sabin, entonces recién casado y periodista, se compró una casa en Katmandú con su pareja. Para reembolsar el préstamo de varios miles de euros y ayudar a su familia, decidió irse a trabajar al extranjero durante unos años, una iniciativa popular en Nepal, donde más del 25% del PIB depende de las remesas de los trabajadores migrantes.

“En mi país, las agencias venden Rumanía como un país hermoso con empresas magníficas”, señala. “Prometen buenos horarios y horas extras bien remuneradas, y destacan que se puede viajar al resto de Europa. Vi que el salario podía llegar a los 820 dólares USD y que los empleadores tenían la obligación de pagar el alojamiento y la comida, así que me lancé”. Tras haber obtenido un nuevo préstamo de 4.700 dólares USD para pagar a la agencia, días antes de su partida esta le anuncia que solo ha encontrado un trabajo en un restaurante por el que pagan 520 dólares USD.

Acorralado entre las deudas y el visado ya pagado, no le quedaba otra opción: “Estaba muy enfadado, pero no podía hacer nada. Así que, a pesar de todo, me fui a Rumanía. Pero me está costando mucho reembolsar las deudas”.

Pokharel conoce los tejemanejes de algunas de estas agencias: “Cuando las descubro, las pongo en la lista negra y entonces no pueden firmar ningún acuerdo más con las autoridades nepalíes para enviar trabajadores”. No obstante, algunas consiguen escabullirse, puesto que nada les impide crear nuevas agencias con otro nombre.

Los trabajadores también descubren que, aunque Rumanía forma parte de la Unión Europea, no pertenece al espacio Schengen, por lo que, contrariamente a lo que prometen las agencias, los trabajadores no pueden salir del país para viajar al resto de la UE. Las agencias aprovecharon rápidamente la oportunidad para jugar con esta desilusión: durante el confinamiento, en los grupos de nepalíes en Rumanía aparecieron anuncios procedentes de perfiles falsos que decían: “¿No encuentras trabajo en Rumanía? ¿Quieres trabajar en Polonia o en la República Checa? Contáctanos”. A cambio de varios miles de euros, les prometen un mejor trabajo en esos países. Allí también llegan decenas de miles de trabajadores de Nepal. Polonia, que también está experimentando una emigración masiva, ha recibido en su territorio a 42.703 nepalíes en los últimos tres años, lo que representa la segunda mayor afluencia de trabajadores migrantes después de los ucranianos. “No sé quién escribe esos anuncios, pero es totalmente ilegal. Los trabajadores no pueden salir de Rumanía”, denuncia Nawa Raj Pokharel. “Y si su contrato se cancela, tienen que encontrar otro trabajo en Rumanía o, de lo contrario, regresar a Nepal”.

Sobre todo que en Polonia y la República Checa la situación no es mucho mejor: los trabajadores no disponen de baja por enfermedad y trabajan muchas horas seguidas sin descanso. El salario es un poco más alto, pero a veces tienen que pagar el alquiler y la comida. A diferencia de Padam y Uva Raj, que quieren quedarse unos años más, Sabin sueña con una vida mejor en Occidente: “Cuando se me acabe el contrato quiero marcharme de Rumanía e ir a otro país, a Francia o Alemania, por ejemplo”. Sobre esos sueños de un futuro mejor, los rumanos y los polacos también saben algo.

Este artículo ha sido traducido del francés.

Este artículo ha sido posible gracias a la European Cross-Border Grant de Journalism Fund, que permite a periodistas de diferentes países colaborar en un mismo tema. La autora de este artículo obtuvo esta beca con los periodistas Ula Idzikowska (Polonia, República Checa) y Abhaya Raj Joshi (Nepal).

Fuente e imagen: https://www.equaltimes.org/sin-salario-ni-ayuda-medica?lang=es#.X6FeFlhKjIV

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Ecuador: Unicef alerta sobre riesgo de pobreza para la niñez ecuatoriana

América del Sur/Ecuador/25-10-2020/Autor(a) y Fuente: www.telesurtv.net

Plantearon que Ecuador requiere con urgencia un pacto social y fiscal que proteja y aumente la inversión social.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en Ecuador alertó que un aproximado de 3,1 millones de niñas, niños y adolescentes caerán en pobreza multidimensional al término de este año, como consecuencia de la situación económica que se vive.

De acuerdo con un informe presentado por la delegación, «esto significa que sus hogares sufrirán una o más privaciones en educación, salud, alimentación, vivienda, trabajo y seguridad social por los efectos de la pandemia en el país».

Precisaron que el mayor impacto de la pandemia se verá en alrededor de 715.000 familias con niños, niñas y adolescentes que pasarán a vivir en condición de pobreza multidimensional, como resultado de la reducción del empleo, la drástica disminución de los ingresos de los hogares, el aumento del trabajo infantil y la salida del sistema educativo.

Para mitigar el choque de la Covid-19 en la pobreza en Ecuador, la organización infantil realizó un llamado al Gobierno, el sector privado, la sociedad ecuatoriana y la comunidad internacional para sumar esfuerzos y plantear una estrategia de respuesta y recuperación.

La misma debe considerar que «la mejor política económica para hoy y mañana será invertir en una política social para proteger a las familias con niños», por lo cual, «los esfuerzos deben centrarse en proteger e incrementar el capital humano de las niñas, niños y adolescentes, ante todo de los grupos más afectados por el choque».

En este sentido, el Fondo estima que es necesario, en un primer momento, una inversión de 2.599 millones de dólares, el 2.4 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de Ecuador, a través de la activación del sistema de protección social, que proteja la inversión en paquetes de servicios esenciales y diferenciados de atención.

El representante de Unicef Ecuador, Joaquín González-Alemán, afirmó que «2.600 millones de dólares no es nada descabellado para salvar a toda una generación de niños, porque si no, Ecuador sufrirá un retroceso grande y la recuperación será más dura».

Fuente  e Imagen: https://www.telesurtv.net/news/unicef-ecuador-alerta-mas-tres-millones-ninos-caeran-pobreza-20201022-0010.html

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Pobreza multidimensional impacta a primera infancia en Panamá

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Covid, asfixia y deslocalizaciones

Por: Puertos33


¿No os parece que todo apesta a final? Algunos ya advertían que el capitalismo necesitaba de un final constante, una muerte, para poder sobrevivir. En esta tónica, la Covid-19 no ha invocado nada nuevo, tal vez, ha hecho que algunos terminen de apreciar dicha obligatoriedad.

Ningún modo de vida ha cambiado. Seguimos corriendo, sin parar, con la necesidad de ruido. Nuestras vidas solo son vidas cuando se realizan ¿Cuándo ocurre esto? Nunca. No existe tal meta. Nuestra meta muta constantemente en otra distinta con el único fin de obligarnos a seguir corriendo. No, una vez dentro, no podemos parar.

Meses después los dispositivos de control han aumentado cuantitativamente sus herramientas, nuestros niveles de vida son mermados con el fin de “sobrevivir” ¿A qué precio? El trabajo y el consumo son los únicos espacios de “libertad” que se nos permite. Primero el ocio, luego la familia. Cada refugio del capital es acribillado y eliminado del imaginario ¿Cuántos abuelos no sabrán de lo que hablo?

Sobrevivir, esa es la siguiente meta. No obstante piensa en el futuro. Ya habíamos hablado de la invasión laboral, toda casa es una oficina. La izquierda aquí, vuelve a pecar, sin reconocer el calor del contacto físico hace alarde del desprecio autóctono de nuestra nación para reivindicar los trabajos a distancia ¿Qué sale de aquí? Una praxis inexistente y una economía a merced de no sé qué desorganización obrera.

La Covid-19 ha empujado hacia adelante a una evolución que bajo nuestro consentimiento ya estaba ocurriendo. Sin hacer mucho ejercicio de memoria podemos recordar cualquier brutalidad policial, también la reforma laboral, también los recortes en sanidad y educación. Bienaventurados los que olviden, porque podrán dormir.

¿Ahora qué? Nada, no hay nada. La huelga se muestra inútil bajo la verdad de la separación. El viejo lema: “Proletarios del mundo, uníos” La distancia es la vida ¡Qué frío es el mundo! ¡Qué frío lo hemos dejado!

Mentir será más fácil. Las mascarillas ocultan un rostro que llevaba tiempo queriendo desaparecer del momento. No hay encuentros, hay momentos de escape. Pequeñas paradas que toman forma al sentarse en alguna terraza. El encuentro entre dos rostros es momentáneo, indurable. Esto únicamente simboliza una despersonalización cada vez mayor de los lugares.

No hay organización posible porque no hay demanda sabida. El mundo se paró y con ello la construcción de todo pensamiento reaccionario. En vez de construir, de tener construida la alternativa, la oposición no sabe a qué se enfrenta –El otro también ha cubierto su rostros, cualquier mirada puede vigilarnos-

Nos asfixiamos al respirar nuestro aire calentado, al correr de un lugar a otro, al apretarnos en los vagones del metro. No es que Madrid se haya vuelto incómodo, es que se prima la deslocalización de los cuerpos. El covid ha servido de excusa para callar la lentitud que pudiera sobrevivir en nosotros. El ocio que gobernaba nuestros días.

No, no se trabaja lo mínimo para poder vivir ¿Quién aguantaría el embiste de unos al decir, como señala aquel libro: “Yo, soy un hombre ocioso”? Vivir sin preocupaciones no es el vivir conocido ¿Qué hará ese hombre que no corre? ¿Esa mujer que no acepta apretarse? Las preocupaciones han invadido el trabajo.

La economía es una de las mil caras ocultas del sistema. Podríamos definirlo todo por el tiempo. Por el movimiento, por el lugar. No estamos y de estarlo, ya ha pasado. El café en cápsulas, la comida de microondas, nada que requiera un estar puede realizarse. Hasta los gimnasios que encapsulan aquello que el ocioso puede hacer: Pasear, libre, respirando la involuntariedad de la vida. Sin ninguna meta a final de semana, a final de mes. Con la única meta del día, con lo eterno de reconciliarse con el momento.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/covid-asfixia-y-deslocalizaciones/

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Morir de Covid-19 en los pueblos indígenas de México y no contar ni en las estadísticas

Por: Tlachinollan

Nadie tiene un conteo de los contagios y muertes por Covid en las comunidades de la Montaña. El gobierno estatal se basa en el registro que llevan los hospitales para dar las “cifras oficiales”. En las comunidades indígenas las personas pueden morir de Covid-19 y no ser parte de la estadística, los decesos que deja la pandemia no existe forma de saber si son por coronavirus, ni siquiera hay pruebas para el diagnóstico.

Desde que empezó la pandemia en el país, el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan ha documentado un alza en la población que viaja a los campos agrícolas en autobuses en mal estado, sin seguro de viajero y llevando a los niños en los pasillos o en las piernas la mayoría de veces.

“Tan solo del mes de abril a julio se tiene el registro de 4 mil 800 personas que migraron, un 150% más que el año pasado. En las comunidades los precios de los productos han subido, no hay empleo y prefieren arriesgarse e irse a trabajar que morir de hambre en su comunidad”, dice el director de Tlachinollan, Abel Barrera Hernandez.

Gerardo tiene 21 años, es Na savi (gente de la lluvia), de la colonia de Rancho de los Hilarios, anexo de Calpanapa, municipio de Cochoapa el Grande, enclavada en la región de la Montaña del estado de Guerrero. Estudió hasta el 4to. año de primaria y él, como la mayoría de las y los habitantes de su comunidad, no tienen otra opción más que migrar a los campos agrícolas del norte del país.

A la edad de 10 años empezó a ir con  su papá a los campos, como a los 16 años inició su trabajo. “De niño no hay nada que hacer, nada más jugar con los otros niños. En los campos empezamos a sembrar chiles y cuando están buenos los cortamos. Aquí en la comunidad se siembra maíz, calabaza, frijol, no hay otra cosa que funcione porque es cerro, aquí pura milpa”.

Victoria es la esposa de Gerardo. Tiene 16 años, es de la comunidad de Calpanapa y solo habla Tuú Savi. Se juntó cuando tenía 15 años. Se le ve un silencio profundo en el rostro.

“Cuando nació pensé que iba a crecer, que iba a salir bien todo, pero a los tres o cuatro días empezó a estar mal y comencé a preocuparme. Nació el 8 de mayo de este año, en Rancho de los Hilarios, ahí estuvimos como un mes y luego nos fuimos a trabajar”, cuenta Gerardo.

“La niña cuando nació no podía respirar ni alimentarse bien, estuvo así como un mes y  días.  Llegamos allá a inicios de junio y al primer hospital que la llevamos, ya llegó mal, no podía respirar y la entubaron, después la mandaron al Centenario Hospital Miguel Hidalgo en Aguascalientes, ahí estuvo como dos meses y me dijeron que su corazón ya no aguantaba.

“Yo pensé que tenía mucha flema o algo así, pero no, era otra cosa. A lo mejor así nació. Lo primero que me dijeron en el hospital es que era covid-19, pero luego dijeron que no y que su garganta era pequeña y que al respirar se tapaba; no podía comer leche y la operaron para meter una sonda, eso fue un viernes. El miércoles falleció. De ahí venimos para acá”.

Acompañados por sus padres y en medio de la lluvia, tuvieron que dar sepultura a su hija como a media noche porque no hubo rezos, ni el sacerdote ni el rezandero quisieron acudir porque la niña no fue bautizada.

Gerardo y Victoria sólo regresaron a la Montaña para enterrar a su pequeña hija, la trasladaron en una carroza desde Aguascalientes, les cobró 23 mil pesos, de los cuales deben más de la mitad, por ello regresarán en unos días a esos mismos campos para volver a trabajar y pagar su deuda.

“Podemos tardar un poco para regresar porque tengo que hacer unas cartas, así me dijo la funeraria, que tengo que ir y llevar un papel, pero no sé qué, no me acuerdo para qué me dijo que era ese papel, pero tenemos que entregarlo para que salga bien, para que me den un acta de nacimiento, algo así. Me siento mal, no puedo ni pensar en nada. No estaba registrada, pero se llama Alexa Fernanda”.

Fuente e imagen: http://www.tlachinollan.org/reportaje-morir-de-covid-19-en-los-pueblos-indigenas-de-mexico-y-no-contar-ni-en-las-estadisticas/

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