Las máquinas inteligentes, los bárbaros y la educación

Juan Freire

1. Máquinas inteligentes y el fin del mundo que conocemos

Los anuncios del “final del trabajo” son cada vez más frecuentes y las evidencias que lo demuestran más sólidas y preocupantes. Nos encaminamos a un futuro muy próximo donde el trabajo será escaso, lo cual nos sitúa ante al menos dos retos enormes: como afrontar la desconexión entre trabajo y sostenibilidad económica de las personas y que funciones continuaremos desarrollando los humanos en ese mundo.

Sobre el primer reto, debemos empezar a pensar en marcos diferentes dado que para entender el nuevo escenario muy probablemente ya no valen los enfoques ideológicos y éticos tradicionales. A modo de ejemplo la renta básica se ha convertido en bandera de Silicon Valley, aunque la iniciativa presenta muchos matices.

En lo que respecta al papel de las personas, nos lleva a pensar sobre la educación como la única solución: es esencial entender qué, cómo y para qué aprender en la era de las máquinas inteligentes. Existen múltiples respuestas que en todos los casos intentan identificar lo que nos hace únicos como humanos y por tanto definir cuales serían las funciones que no pueden ser reemplazadas por máquinas y algoritmos. Un reciente libro propone un espacio de humanidad en el trabajo muy sugerente: “Work that involves courage and counterintuitive ideas won’t be taken away from humans”.

Daniel Goleman y Peter Senge, en The Triple Focus, describen con claridad los nuevos perfiles profesionales destinados a liderar el futuro de las organizaciones:

Las empresas necesitan personas que piensen por sí mismas, que se automotiven, sean autodidactas y que puedan trabajar en equipo de forma efectiva, especialmente cuando se enfrentan a problemas realmente complejos.

En este momento de cambio, es una buena noticia que empresas y sociedad necesiten personas equipadas con las mismas competencias y valores. Por supuesto, siguen existiendo empresas que buscan perfiles técnicos muy específicos destinados a cumplir funciones concretas que probablemente sean reemplazadas por máquinas en breve. Pero más allá de esta necesidad coyuntural, que no debería ser la referencia a la hora de rediseñar la educación, la sociedad y las organizaciones precisan ahora de nuevos líderes capaces de trabajar al servicio de lo colectivo y de afrontar retos en un entorno de incertidumbre.

2. La falsa modernidad del status quo

Por tanto, como sociedad debemos repensar modelos y actuar construyendo nuevas propuestas para el aprendizaje de forma quede ciudadanos y profesionales sean realmente útiles y además se sientan motivados en su trabajo y en su papel cívico.

Quizás por esta razón vivimos en los últimos meses dos obsesiones paralelas de los medios de comunicación: por el fin del trabajo y por el cambio educativo. Una burbuja mediática que no se acompaña de propuestas realmente diferentes; mas bien branded content de los agentes convencionales que quieren aprovechar la oportunidad para vender y venderse como una apariencia de cambio. Un cambio cosmético que resulte cómodo para todos y en realidad deje las cosas como siempre pero con nuevos nombres, mobiliarios diferentes … apariencia de cambio para evitar que los verdaderos “bárbaros” transformen la realidad.

La portada de El País del 29 de Mayo es un buen ejemplo al anunciar que “La educación vive una revolución que exige consenso y cambios en la organización de los centros y la formación de los docentes”. Consenso, centros y docentes se anuncian como las bases del supuesto cambio. Pero en realidad resulta muy difícil construir algo verdaderamente nuevo a partir de esas bases. Se puede cooperar con el sistema, y ayudar a su transformación, pero desde la disrupción (no desde el consenso), la autonomía (y no desde los centros) y con nuevos agentes (y no sólo ni principalmente los docentes actuales). Otra cuestión es si docentes y centros son capaces de cambiar radicalmente; pero esto afecta mas a su propio futuro que al de la educación.

De hecho, más allá del bullicio mediático, existen en realidad poco modelos realmente nuevos y su impacto es por el momento muy limitado. Incluso algunos de esos “nuevos modelos”, como la finlandesa Team Academy, llevan ya casi 25 años de práctica … casi tres décadas en que el mundo se ha transformado de manera dramática

3. Emprendimiento y pensamiento crítico

En nuestra opinión la verdadera transformación nace de la interacción de dos mundos aparentemente alejados: el emprendimiento y el pensamiento crítico. El emprendimiento ha vivido quizás su burbuja, pero llega el momento de la madurez donde debe demostrar su verdadero valor y potencial como herramienta de cambio. Hemos de reivindicar el emprendimiento como herramienta de aprendizaje y actitud ante los desafíos y no solo como un objetivo final. Más allá del emprendedor como creador de startups, Goleman y Senge definen un perfil más interesante: personas con actitud y competencias emprendedoras capaces de convertir ideas en realidad liderando equipos. Del mismo modo, el Presidente delTecnológico de Monterrey, Salvador Alva, iniciaba su conferencia en el Congreso Internacional de Innovación Educativa explicando como el pensamiento crítico es la competencia más apreciada por las organizaciones más innovadoras.

Los problemas realmente complejos, aquellos en que las relaciones causa-efecto solo se pueden comprender retrospectivamente y que solo pueden ser abordados desde las prácticas emergentes, seguirán siendo un ámbito reservado a la inteligencia y acción humana. Y su abordaje solo puede darse con la mezcla de pensamiento crítico y actitud y habilidades emprendedoras.

4. Los bárbaros y la educación post-digital

¿Quiénes son los bárbaros? los destinados a transformar el mundo en que vivimos desde la irreverencia y propuestas disruptivas. La denominación de bárbaros proviene del libro deAlessandro Baricco, donde defendía la tesis de que “estamos asistiendo a una transformación de la cultura y de los valores que hasta ahora marcaban las pautas de las sociedades desarrolladas”. Y efectivamente, sucesivas “hordas” de bárbaros, impulsados desde la disrupción digital, han ido desbaratando diferentes sectores, desde la cultura o los medios de comunicación a la política o el transporte público. La educación ha salido, hasta el momento, aparentemente indemne. Posiblemente su resistencia se deba a sus barreras de entrada y a las dificultades que oponen superestructuras muy tradicionales y fuertemente atrincheradas en su status social y político. Pero hace poco se anunciaba que la mitad de las universidades desaparecerán en 10 años. Nuevos bárbaros llegan para desbaratar la educación convencional y provocar una transformación radical. ¿Desde dentro o desde fuera? Eso dependerá de la capacidad de entender la inevitabilidad de este futuro inmediato por parte de las instituciones tradicionales.

Como en ocasiones anteriores, los bárbaros deben trabajar desde una comprensión profunda del presente y desde la irreverencia. Tomar todo lo bueno del pasado y hackearlo con lo nuevo para crear modelos y procesos radicalmente diferentes y por tanto adaptados a un mundo que tiene poco que ver con el de hace 10 años, no digamos ya con el del siglo pasado.

Los bárbaros, el libro de Alessandro Baricco, será por todas estas razones una lectura esencial del área de pensamiento crítico de XTribe.

Fuente del articulo: http://juanfreire.com/maquinas-inteligentes-barbaros-educacion/

Fuente de la imagen:http://juanfreire.com/wp-content/uploads/2016/05/movement_2.png

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México: Edomex impulsa educación para indígenas con acceso a nuevas tecnologías

México / 31 de mayo de 2016 / Por: Redacción / Fuente: http://www.24-horas.mx/

El mandatario estatal informó que se han invertido más de tres mil millones de pesos en diferentes acciones para el desarrollo de las comunidades indígenas mexiquenses

El mandatario estatal, Eruviel Ávila Villegas, informó que a la fecha se han instalado 17 bibliotecas digitales en comunidades indígenas, así como la Universidad Intercultural, que cuenta con laboratorios de cómputo, y mediante el internet en estas instalaciones pueden conocer también las convocatorias para programas estatales y federales destinados a este sector.

Asimismo, se pronunció a favor de fomentar y defender las tradiciones, vestimentas y dialectos de los grupos étnicos que viven en el Estado de México, sin excluirlos de las nuevas tecnologías para enriquecer su formación educativa.

“Vamos a seguir apoyando la educación de nuestras niñas, de nuestros niños mazahuas, otomíes, nahuas, matlazincas, tlahuicas, de etnias migrantes porque la educación es palanca de desarrollo y, quiero que mis niñas, mis niños indígenas, sí, mantengan su tradición, mantengan sus lenguas originarias, las conserven, conserven sus tradiciones, su vestimenta”.

Detalló que, en lo que va de esta administración, se han invertido más de tres mil millones de pesos en diferentes acciones para el desarrollo de las comunidades indígenas mexiquenses, como jornadas médico-asistenciales en más de 20 municipios, más de 500 obras de infraestructura de electrificación, vialidad, ampliación de la red de agua potable, la puesta en marcha de 746 comedores comunitarios, entre otras.

Acompañado por Nuvia Mayorga Delgado, directora general de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, y luego de inaugurar la modernización y ampliación del camino Dotergiare, Eruviel Ávila destacó también que en apoyo a los cinco grupos étnicos originarios de la entidad, se cumplió con la meta de duplicar el número de beneficiados del programa Apadrina a un Niño Indígena, el cual ahora ya cuenta con 10 mil pequeños que reciben útiles y uniformes escolares, así como canastas alimenticias, cumpliendo con uno de sus compromisos de campaña.

En este evento se entregaron apoyos de diferentes programas destinados a las comunidades indígenas, como Apoyo a Vivienda, mediante el otorgamiento de casas habitación; Mejoramiento de Producción Indígena y Proyectos Productivos, que permiten impulsar negocios y actividades que dejen ganancias económicas.

Fuente noticia: http://www.24-horas.mx/edomex-impulsa-educacion-para-indigenas-con-acceso-a-nuevas-tecnologias/

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Chiloé y formas de conocimiento en pugna

José Joaquín Brunner

Hemos aprendido que la abundancia del conocimiento -en esta sociedad intelectualizada, cientifizada y tecnológica que a sí misma se llama “del conocimiento”- no nos pone a salvo de los riesgos que entraña nuestra propia civilización, así como no nos evita vivir las contradicciones culturales del capitalismo.

I

Una de las lecciones que dejan las protestas de Chiloé es sobre el valor y el uso del conocimiento, su aplicación a los procesos productivos de la isla, la relación de las ciencias con la política, los riegos creados por la acción humana, las decisiones humanas basadas en el saber provisto por las disciplinas académicas y, ¡oh paradoja!, sobre el campo en continua expansión de la ignorancia dentro de las llamadas “sociedades del conocimiento”.

Darwin avistó el fenómeno de la marea roja hace 180 años, primero frente a la Costa de Brasil y luego en el sur chileno. En su diario escribió: “observé que el mar había adquirido un tinte pardo rojizo. Vista con lente de aumento, toda la superficie del agua parecía cubierta de briznas de heno picado y cuyas extremidades estuviesen deshilachadas. […] Mr. Berkeley me advierte que pertenecen a la misma especie que las encontradas en una gran extensión del Mar Rojo, y las cuales han dado este nombre a ese mar”. La ciencia llegaba entonces a nuestras costas y servía para reconocer un mar de antiguas resonancias bíblicas; el mare rubrum de Tácito y los latinos.

Son múltiples las formas de conocimiento que ahora giran en torno a la marea roja y sus devastadoras consecuencias para la población de la isla. Particularmente para los pescadores artesanales del archipiélago, entre los paralelos 41 y 43 de latitud sur.

Uno es el conocimiento científico-técnico, empresarial y de gestión, de mercados e inversiones, que hizo posible hace ya un tiempo la creación de una industria salmonera, cuya presencia en esas latitudes y más al sur ha sido un proceso verdadero schumpeteriano de creación y destrucción; una historia de empleos y desarraigos; un choque de extracción y medio ambientes, entre modernidad y tradiciones.

Es la historia misma del proceso de modernización industrial capitalista que, cabalgando sobre el conocimiento provisto por las ciencias y armado con siempre renovadas tecnologías, transforma la naturaleza en fuente de energías y riquezas, en un pacto faustiano de progreso sin fin. A su paso, el poder transformador de las empresas aumenta sin cesar, creando una vorágine de cambios y dejando tras de sí un estela de beneficios y daños, de ventajas y menoscabos, de progresos y estragos como intuyó J.W. Goethe en los albores de la época industrial moderna y luego explicó Marshall Berman en su famoso libro sobre la modernidad.

Es el conocimiento productivo, transformador, del Fausto que nunca cesa de crear nuevas obras y de destruir a cambio las obras del pasado y el medio ambiente que nos contiene. Al comenzar la obra reflexiona por eso así: “¿Y aún te preguntas por qué tu corazón se para, temeroso, en el pecho? ¿Por qué un dolor inexplicable inhibe tus impulsos vitales? En lugar de la naturaleza viva, en medio de la que Dios puso al hombre, lo que te rodea son osamentas de animales y esqueletos humanos humeantes y mohosos”.

II

Al lado opuesto del conocimiento científico-técnico con sus expertos y lenguajes esotéricos se despliega el conocimiento nacido de la experiencia de los pescadores. Un conocimiento tácito, escasamente codificado, comunicado de manera práctica, que sirve para vivir y sobrevivir. Este conocimiento, que podemos llamar étnico o popular, desde el primer día entró en conflicto con el conocimiento de los expertos. Por dos motivos.

Por un lado, los pescadores reclamaban a los hombres del saber y los laboratorios, de la academia y la razón científica, que explicaran por qué en esta ocasión la marea roja los había golpeado de manera tan extensa e intensa, arrancándoles sus trabajos y medios de subsistencia. ¿Acaso la ciencia no lo sabe todo? Sin embargo, los científicos apenas tenían hipótesis, hablaban en “quizás” y en “no es evidente ni seguro”. Usaban frases tentativas, anunciaban nuevos estudios, consultas con otros expertos y, al final del día, atribuían la causa de los males al calentamiento global, ese fenómeno moderno, natural e industrial a la vez, que hoy constituye un misterioso demarcador de nuestra ignorancia.

Por ahí se dice que a medida que avanza la luz del conocimiento, desde Darwin hasta nuestros días, más amplias son también las zonas que quedan a la sombra de nuestra ignorancia. Incluso un fenómeno tan antiguo como la marea roja no tiene un diagnóstico completo ni un remedio seguro. Es, más bien, otro de esos riesgos que nacen de la naturaleza y la manufactura abriendo un signo de interrogación sobre el futuro. Riesgo e incertidumbre. Forma parte por eso mismo del catálogo de amenazas y catástrofes biológicas, químicas, ingenieriles, farmacológicas o ecológicas que han pasado a ser un rasgo consustancial a nuestra civilización y cultura.

Por otro lado, ante el vacío que crea la ignorancia, los pescadores -recurriendo a su propio conocimiento tácito, de ancestrales navegaciones y saberes prácticos, también de mitos y prejuicios (al igual que las ciencias), buscan explicaciones al alcance de la mano y de la desconfianza aprendida respecto de las industrias que amenazan su hábitat. Así, uno de sus dirigentes señalaba en los días más álgidos del conflicto: “Se vertieron 5 mil toneladas de desechos salmoneros al mar y luego aparece la marea roja más fuerte de la historia de Chiloé”. ¿Acaso existe una relación, directa o indirecta, entre ambos hechos? ¿Es uno causa del otro? ¿O existe entre ambos, al menos, un cierto parentesco común? De esta manera, el conocimiento vivido, tácito, sedimentado a lo largo de las generaciones, se manifestaba y cuestionaba el conocimiento de los expertos y las empresas.

III

Tales interrogantes se alimentaban además de otro fenómeno propio del mundo del conocimiento contemporáneo. Se trata del conflicto entre expertos, donde científicos reputados discrepan entre sí respecto de causas y consecuencias, o de las explicaciones plausibles, o de las responsabilidades y la evaluación de impactos. Este tipo de desacuerdos son cada vez más habituales -piénsese en los cisnes de cuello negro del río Cruces en Valdivia, del Transantiago, los pueblos inundados del lodo en el norte, del puente Cau Cau, de los desbordes del río Mapocho, etc.- e inquietante, pues anuncian el fin de la conciencia ingenua que creyó en el poder total de las ciencias y la técnica.

En efecto, esa conciencia imaginó que la ciencia, al secularizar y desencantar al mundo, y someterlo a la razón esclarecida, proporcionaría verdades únicas, indiscutibles, sólidas como rocas, autoritativas como los dogmas, y resolvería por fin los misterios que tanto perturban al Fausto de Goethe. Sin embargo, igual como ocurre con otros personajes que anhelan tener la capacidad de conocer y transformarlo todo, Fausto concluye la inutilidad de sus saberes y la impotencia de su acción: “Ay, he estudiado ya Filosofía, Jurisprudencia, Medicina y también, por desgracia, Teología, todo ello en profundidad extrema y con enconado esfuerzo. Y aquí me veo, pobre loco, sin saber más que al principio. Tengo los títulos de Licenciado y de Doctor y hará diez años que arrastro mis discípulos de arriba abajo, en dirección recta o curva, y veo que no sabemos nada”. Tendrá pues que firmar un pacto con Mefistófeles -representativo de las fuerzas creativo-destructivas de la empresa y del capitalismo- para alcanzar el dominio transformador del mundo. ¿Se puede salvar el alma individual en medio de esa empresa colectiva? De eso se trata el Fausto, precisamente.

Mientras tanto, hemos aprendido que la abundancia del conocimiento -en esta sociedad intelectualizada, cientifizada y tecnológica que a sí misma se llama “del conocimiento”- no nos pone a salvo de los riesgos que entraña nuestra propia civilización, así como no nos evita vivir las contradicciones culturales del capitalismo. Las ciencias coexisten con otras formas de conocimiento que ahora -como acaba de ocurrir con los pescadores de Chiloé- demandan ser escuchadas, tomadas en serio y participar en la elaboración de las soluciones a los problemas que los afectan. Los científicos no son -como imaginan algunos positivistas ingenuos o tediosos empiristas- una nueva casta sacerdotal encargada de la fe verdadera. También sus saberes son limitados, igual que los demás saberes nacidos de las diversas formas de conocimiento. Y por eso sus opiniones suelen contradecirse y, a ratos, enmudecer, al ingresar en la zona de sombras de la ignorancia.

En cuanto al capitalismo global, volvemos a confirmar que es una máquina de conocimientos transformadores de las actividades humanas, los equilibrios naturales, los paisajes, las relaciones tradicionales, los valores ancestrales, las comunidades fraternas y los relatos sagrados. Como escribió Marx, a su paso todo lo sólido se desvanece en el aire. ¿Podrá algún día crear él mismo, o la democracia que lucha por conducirlo, un balance tolerable entre creación y destrucción que no arruine el entorno, al propio trabajo y salve el alma del Fausto del poder corrosivo de Mefistófeles?

Chiloé nos obliga a pensar en ese tipo de posibilidades y riesgos y a abordarlos con todas las formas de conocimiento a nuestro alcance. O llegará el día que terminaremos desapareciendo cubiertos por la marea roja.

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