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Libro: «Narrar el aprendizaje. La fuerza del relato en el aprendizaje basado en proyectos»

Reseña: www.juanjovergara.com

Los alumnos necesitan narraciones para comprender el mundo, hasta el punto de que prácticamente nada de lo que aprenden fuera del centro educativo se les presenta como ajeno a la narrativa. Por ello es importante plantearles el aprendizaje como una historia en la que tienen un papel activo relevante que acaba convirtiéndolos en verdaderos protagonistas.

El aprendizaje basado en proyectos busca una lógica narrativa en el diseño didáctico. Cuando planteamos un proyecto lo que hacemos es diseñar una situación conflictiva a la que enfrentamos al alumnado, que está conectada con su propio entorno.

Esperamos que la resuelva y para eso emprende un viaje de aprendizaje. En ese camino los alumnos trabajan cooperativamente y ponen encima de la mesa sus distintos intereses, opiniones y valores.

La capacidad del grupo para resolver grandes problemas demuestra a sus miembros que, juntos, mediante el conflicto y la búsqueda de consenso e ideas creativas, pueden lograr lo que por separado pensaban que no podrían conseguir. De este modo el proyecto les forma, les transforma y les mueve a actuar, a participar en la mejora de la sociedad desde su contexto cercano, como héroes y heroínas de una historia que les implica y compromete.

Autores (as):  Juan José Vergara Ramírez

Editorial/Editor: SM (Biblioteca de Innovación Educativa)

Año de publicación: 2018

País: España

Idioma: Español

ISBN: 978-84-9107-664-3

Fuente: Narrar el aprendizaje. La fuerza del relato en el aprendizaje basado en proyectos

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“Es muy distinto África narrada por un africano que descrita por un europeo”

Por: Chema Caballero

Assane Sosseh habla de las imágenes con las que capta la cotidianidad de Dakar y su incursión en los retratos de la sociedad madrileña

“Es muy importante que los africanos contemos África”, afirma tajantemente el fotógrafo senegalés Assane Sosseh. “Es muy distinto África narrada por un africano que descrito por un europeo. El africano está inmerso en su propia cultura, en su propia vida. Tienes que estar en el corazón de un barrio para comprender los problemas de sus gentes, de esa sociedad. Son cosas que tienes que vivir desde dentro para poder explicarlas en su propio contexto, sin falsificarlas. Sin embargo, muchas veces las fotos son descritas de tal forma que no tienen nada que ver con la realidad de donde han sido tomadas», decribe Sosseh, que considera que por eso los africanos están mejor situados para contar lo que sucede en África. «Llevo en Madrid ocho meses y todavía no llego a comprender ni a conocer muy bien esta sociedad. En cambio, muchas personas que vienen a África muy poco tiempo, con sus imágenes dan la impresión de que la conocen a fondo”, añade.

Sosseh no presume de conocer África. Él nació en Dakar y conoce su país. “Soy un senegalés que cuenta Senegal, o mejor, Dakar, que es la realidad donde he crecido y madurado”. Si algo caracteriza sus fotografías es que siempre muestran la dignidad de la persona en mitad de la situación en la que vive, sus sacrificios por salir adelante y su capacidad de esfuerzo y trabajo. “Los senegaleses son muy trabajadores. Todo el mundo está en la calle buscándose la vida y yo quiero mostrar esta faceta de la sociedad senegalesa. A pesar de que no hay mucho trabajo en el país, la gente hace lo que puede con lo que tiene. Cuando ves mis fotos dirías que son el paradigma de la pobreza, pero la persona fotografiada muestra siempre una sonrisa o un brillo en sus ojos que son el distintivo de su dignidad”.

Sosseh proviene de una familia de artistas. Es hijo de Laba Sosseh, pionero de la fusión afrocubana y primer disco de oro del continente. Su madre, Madeleine Tall, fue directora de escena del Teatro Nacional de Dakar. Él tocó el bajo en la orquesta de su barrio y tiene dos hermanos músicos. Empezó a hacer fotografía muy joven porque el padre de un amigo trabajaba en Air France y les traía cámaras no profesionales. Cuando en el barrio había una fiesta o una celebración iban al mercado de la Medina y compraban un carrete de 36 exposiciones. Él se encargaba de hacer las fotografías y, si les sobraba algún disparo, al día siguiente retrataban a sus amigos en sus casas. Fue así como empezó a interesarse por la fotografía callejera. Más tarde, entró en la Escuela de Bellas Artes de Dakar donde era necesario tener una cámara para captar escenas antes de dibujarlas. Después estudió infografía donde también tenía que hacer fotos y vídeos. A partir de ahí se incorporó en un colectivo de fotógrafos llamado Regards sur la ville, con el que expuso en la Bienal de Dakar de 2016. Dentro de este grupo, el artista Boubacar Touré diseñó un proyecto para fotografiar y mostrar la insalubridad y el abandono de la comuna de Rufisque, en Dakar, que también cuajó en una exposición.Mercado de pescado de Tiléne, Medina, Dakar.

Mercado de pescado de Tiléne, Medina, Dakar. ASSANE SOSSEH

Desde entonces ha seguido haciendo su trabajo individualmente y captando imágenes tanto en Dakar como en sus viajes por el país, buscando mostrar lo cotidiano, las escenas insólitas que llaman su atención, sobre todo de lo que ocurre en su ciudad. «Es esta mirada la que he querido enseñar aquí en Madrid y es por lo que hice una primera exposición en enero en la que mostré la cotidianidad de Dakar: la playa, los mercados, las calles, la actividad, los vendedores ambulantes…” cuenta el fotógrafo.

“Mi mirada ha evolucionado mucho desde que comencé a hacer fotografía”, confiesa Sosseh. “Me he vuelto mucho más curioso, incluso cuando camino sin la cámara de fotos la mirada se ha vuelto mucho más atenta, hay cosas y personas que me interrogan. Quizás antes las veía y no me cuestionaban, por eso siempre camino con mi cámara. Esta es la clave de la fotografía callejera. En la foto de calle las escenas son espontáneas, inmediatas, y hay que estar preparado para capturarlas. La escena va a desaparecer rápidamente y siempre puede darse delante de ti, en cualquier ocasión», prosigue el artista. «Aquí, en Madrid, hay un gran cambio de escena, pero sigue dándose la misma situación con imágenes que cuestionan: las personas mayores con sus perros, que no verás nunca en Senegal, por ejemplo. Aquí hay muchas más reglas, más condiciones. En Dakar hay mucha más locura que en Madrid. En wólof decimos mbéd mi mbédou bour leu, la calle no pertenece a nadie, pertenece a todo el mundo y esto conforma un modo de vivir la ciudad. Pero yo puedo hacer fotos allí donde esté porque la fotografía callejera está en todas partes”, añade.

Cada vez que sale con su cámara por las calles de Madrid, Sosseh es cuestionado. Muchas personas le preguntan qué hace, qué si ese es su trabajo… porque a muchos les llama la atención ver a “un africano en Madrid con una cámara”. Confiesa que en esta ciudad hace las fotos con mucha timidez porque la actitud de la gente es muy distinta de la de los senegaleses. “En Dakar la gente te puede pedir que les hagas una foto, o si le preguntas a alguien si puedes hacerle una, se prepara, se peina para ella, también puede ser al contrario, que la gente salga corriendo como si la cámara fuese un arma. Pero aquí no ocurre ninguna de las dos cosas, nadie te pide que le hagas una foto, les es indiferente”. Sosseh vive ahora entre Madrid y Dakar y sus planes de futuro pasan por continuar con lo que más le gusta: hacer fotos en las dos ciudades con la intención de preparar próximas exposiciones.

Vendedor ambulante, Medina, Dakar.
Vendedor ambulante, Medina, Dakar. ASSANE SOSSEH

Fuente e imagen: https://elpais.com/elpais/2019/06/27/africa_no_es_un_pais/1561647976_199548.html

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Mujeres de América Latina se adiestran en paneles solares en India

Asia/India/19 Septiembre 2019/Prensa latina

Un grupo de mujeres indígenas, de sitios recónditos de Ecuador, México, Guatemala y Colombia, recibieron adiestramiento en la India para montar paneles solares en sus comunidades rurales.
Entre estas decididas mujeres que cursaron prácticas aquí por medio de la llamada cooperación Sur-Sur las hay provenientes de la etnia Chachi, un grupo indígena que habita en la zona selvática del noroeste de la provincia Esmeraldas, sobre la costa norte en el océano Pacífico de Ecuador.

Los Chachi hablan el idioma cha’palaa o cha’palaachi y junto con los tsáchilas y los éperas son los tres únicos grupos amerindios prehispánicos que sobrevivieron en el área costera ecuatoriana, aunque los épera son originarios de Colombia y llegaron a Ecuador en épocas recientes.

Entre estas valientes muchachas, que dejaron por un momento los avatares diarios de sus vidas junto a sus familias para llegar a un sitio para ellas desconocido como es la India, está Lucía Quintero, quien solo piensa en el bien de su comunidad una vez que ya concluyó su curso sobre paneles fotovoltaicos.

‘Durante seis meses aquí en la India aprendí sobre esos sistemas y ahora me marcho a mi país a apoyar con mis conocimientos a quienes no tienen electricidad’, explicó a Prensa Latina esta dispuesta mujer chachi.

De Altos de Chiapas, uno de los municipios más marginados de México, mujeres de Mitontic, que hablan la lengua Tzotzil, atravesaron miles de kilómetros por primera vez en sus vidas para llegar a la India en aras de adentrarse en el uso de estas técnicas de las energías renovables.

Blanca Fabiola Ordóñez Martínez dijo a Prensa Latina que este aprendizaje fue algo totalmente nuevo ‘y resulta muy bonito para ella saber que de no conocer nada acerca de resistencias y lo que es un capacitor, ahora todas estas mujeres conocen para qué son, y están aptas para armar un circuito eléctrico para un controlador de carga o para una lámpara LED de una instalación del hogar’.

Mi municipio es uno de los más pobres de México, agregó, y por eso fue seleccionado para enviar a una persona a capacitarse aquí en estos temas.

La colombiana Laddie Vernaza Vidal quiere cambiarle la vida a Tumaco, un municipio colombiano ubicado en el departamento de Nariño, en el suroccidente de Colombia, cerca de la frontera con Ecuador.

‘Con los conocimientos adquiridos aquí quiero aportar mi granito de arena. Vamos a crear fuentes de ingreso para las mujeres y aprovechar las energías alternativas para cambiarle la calidad de vida a ellas y sus familias’, aseveró.

La cooperación para el desarrollo ocupa un lugar primordial en la política exterior de la India, que incrementó la asistencia a los países del tercer mundo, incluyendo líneas de crédito, donaciones, consultoría técnica, socorro en casos de desastre, ayuda humanitaria, becas educacionales y programas de fomento de la capacidad mediante cursos cortos de formación.

Fuente e imagen: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=306456&SEO=mujeres-de-america-latina-se-adiestran-en-paneles-solares-en-india
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La última generación mutilada

Reseña/19 Septiembre 2019/El país

Más de 200 millones de mujeres y niñas de 30 países viven hoy las secuelas de algún tipo de mutilación genital. Asha Ismail es una de ellas y hoy trabaja desde su ONG para conseguir un sueño: que la suya sea la última generación que tenga que pasar por ello

el desafío de una madre es conseguir la felicidad de sus hijos no es extraño encontrar a mujeres que se dejen la vida en ello. Hayat Traspas Ismail nació en Somalia hace 30 años, estudió Ciencias Políticas y hoy reside feliz en España con un trabajo y una familia. Hayat es el espejo mágico donde Asha Ismail —su madre— puede verse crecer con los derechos que ella nunca tuvo.

Hayat y Asha son las fundadoras de la ONG Save a Girl Save a Generation, una organización que lucha contra la mutilación genital femenina (MGF) y que está dirigida tanto por mujeres a las que se les negó el derecho a defender sus libertades, como por mujeres que hoy pueden hacerlo gracias al despertar de una lucha colectiva. Hayat significa vida y es la primera generación familiar que no ha sufrido una ablación. Es el estandarte y la sonrisa de un proyecto que habla de transformación cultural, de sacrificios, de sinergias familiares y colectivas y que sirve de inspiración a toda una ola de mujeres que están rompiendo el silencio: “Las chicas somalíes me preguntan hoy ‘¿qué se siente al ser completa?’. Hasta entonces no se lo habían planteado. Cuando lo han compartido entre ellas han descubierto que todo esto es una injusticia común”, dice Hayat en una de sus conferencias.

Su madre, Asha Ismail (Garissa, Kenia, 1968), fue una de esas niñas modeladas y forzadas a construir una vida con un hombre que ni siquiera amaba. Huyó a España en 2001 y hoy trabaja con su hija para proteger a las futuras generaciones de esta tradición consolidada en culturas que hoy conviven con toda naturalidad con la nuestra. Más de 18.000 niñas viven en riesgo de someterse a esta práctica en España estando en tránsito o acogida. Asha utiliza su relato como herramienta de trabajo, sabe que su flaqueza es la desmemoria y que sus cicatrices son el mejor recuerdo para combatir el olvido.

“Siempre me emociono, perdonadme”, nos previene durante la entrevista. Es su manera de prepararnos también como víctimas, de avisarnos de que su experiencia vivida es una violación de derechos humanos y como tal, nos afecta a todos, no solo a ella, no solo a África. La MGF es la consecuencia de un relato social, no tan lejano y extraño, construido a la medida del hombre y donde hay un sacrificio físico de las mujeres. Las niñas deben ser sometidas al ritual para permanecer vírgenes al deseo de sus futuros dueños. El dato es demoledor: 5 de cada 100 mujeres viven por todo el mundo con esa herida eterna, el estigma de haber sido modeladas para un proyecto de vida que no es el suyo.

Despertar conciencias

Dentro de Asha sigue vibrando la energía rebelde de esa niña que subía por los árboles de Garissa para robar los mangos del vecino, esa adolescente que retaba al patriarcado comiendo en el salón de los hombres en las comidas familiares, o esa mujer que recuerda a sus padres con eterno cariño, a pesar de toda aquella angustia consentida.

Asha impartiendo clase.
Asha impartiendo clase. SAGSAG

Pero dentro de Asha también quedan las huellas de los cambios que quebraron su inocencia. De la ilusión por convertirse en una mujer pura, en el centro de atención familiar… a la frustración de no entender el dolor que le infringía “por amor” su propia familia.

Asha dejó de correr, dejó de subirse a los árboles, de jugar con los niños, nunca aprendió a montar en bici y nunca más en su vida tendría el valor de coger una simple aguja para coser un botón. El miedo la paralizó entonces hasta que brotó toda esa rabia contenida, esa insurrección natural que generaría un nuevo reto como misión de vida: “Si yo llego a tener una hija jamás le haré pasar por todo esto”, se dijo una y mil veces a partir de aquel día. Tenía solo 5 años.

Asha con su hija Hayat y sus nietas
Asha con su hija Hayat y sus nietas

Ese momento llegaría unos años después, tras un matrimonio arreglado por su familia y el infierno de una noche de bodas diseñada para todos menos para ella. Y nueve meses después: “‘¡Felicidades, has tenido una niña!’, me dijeron. Fue el momento más duro de mi vida. Me dieron esa criatura en los brazos y yo pensando: ¿por qué?, ¿por qué tenía que ser una niña?”.

El nacimiento de Hayat fue el camino para despertar una conciencia de cambio en su comunidad y para contestar todas esas preguntas sobre la MGF que nadie se atrevía ni a formular. Primero a sus hermanas: “¿Estamos haciendo lo correcto?”, luego a sus primas: “¿Por qué se lo hacéis a vuestras hijas?”, para acabar organizando fiestas donde poder convencer a los líderes de su comunidad. Asha encendió a todas esas madres para rebelarse en grupo, inspirar un cambio y acabar dando sentido a su proyecto. Salvando a una niña, al final salvas a toda una generación.

Tan lejos, tan cerca

Cuenta Asha que, años más tarde, la primera vez que fue al ginecólogo en España, de nuevo se sintió morir. Su maltrecha autoestima volvió a tambalearse con la vergüenza de verse desnuda frente a cuatro especialistas que la examinaban entre exclamaciones de asombro y sorpresa: “Entendí el desconocimiento que existía y pensé: ¿cuántas mujeres en mi situación no acudirán al ginecólogo por eso?”.

Pero entonces fue distinto. Aquella niña pequeña que se quemaba por ser la primera en servirse con las manos del plato de arroz familiar, la adolescente que cuestionaba el papel de una mujer somalí que no podía ni reír en público, o la mujer que se juró librar de aquella pesadilla a su hija, inspiraron la decisión más adecuada: “Si los ginecólogos no saben, también habrá que informarles”. Hoy, desde su ONG, dan formación sobre los cuatro tipos de mutilación genital a personal sanitario, a policías, a profesores e incluso a jueces. Porque la prohibición no sirve de nada si no hay un proceso educativo detrás que modifique los arquetipos sociales, si no se inocula la libertad individual en lo más profundo de las estructuras familiares o si desde aquí rehuimos por tabú o miedo el problema. “Esto es global, no tiene color, esto no tiene continente ni religión y como mujeres tenemos que apoyarnos al 100%, porque lo que le pasa a una les pasa a todas”, nos recuerda Asha. Por eso ahora están trabajando también desde la ONG en un hogar residencial y un refugio en Nairobi, para que niñas rescatadas de la MGF puedan crecer seguras y acceder a una educación de calidad.

Asha es una mujer valiente que retó al código dominante desde sus principios. Que haciéndose preguntas comprometidas despertó la conversación, tejiendo una red colectiva que iniciaría un cambio muy poderoso e inspirador. Hoy Hayat y sus nietas comparten misión y sonrisa con ella y son parte de esa generación que ha roto la tradición para crecer en libertad sin mirar atrás. Son la generación de la esperanza.

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MÍRALA

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Fuente: https://elpais.com/sociedad/2019/09/16/pienso_luego_actuo/1568619637_139654.html

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La lógica sexista que no para

Por: Elena Simón

Son urgentes modelos humanos positivos, originales, satisfactorios, no dicotómicos, no jerárquicos, no sexistas, compatibles, para que nuestras chicas y chicos puedan educarse, crecer y ganar para sus vidas el valor de lo humano sin servidumbres de género.

La lógica sexista está instalada en redes ocultas y visibles, materiales y virtuales y, en numerosas ocasiones, pasa desapercibida porque se disfraza de “orden natural de las cosas”. Para neutralizarla, contrarrestarla y conseguir hacerla desaparecer, es menester aunar muchas voluntades y muchos esfuerzos en la misma dirección. En gran parte, esos caminos están iniciados pero no acaban de confluir por la enorme cantidad de obstáculos que encuentran a su paso, que interceptan el buen desarrollo y funcionamiento de este cambio cultural y social de enormes dimensiones. Todo lo humano que se achaque al orden natural de las cosas tiene una intencionalidad clara o confusa de hacer creer a las personas –al mayor número posible– que las jerarquías e injusticias tienen base natural convertida en material de forma indiscutible.

Así fue y así es con el orden feudal, el racial, el clasista y, por supuesto, con el orden de sexo-género. Presentando estos sistemas de dominación e injusticia como naturalmente derivados de las diferencias, se consigue inferiorizar a quienes han de sufrirlos (las inmensas mayorías) y superiorizar a quienes han de disfrutarlo (las inmensas minorías privilegiadas y dominantes).

Actualmente todo esto sigue vigente pero oculto tras discursos de humanidad y democracia, donde se presenta la igualdad, la libertad y la justicia como patrimonio de cualquier ser humano y, sin embargo, se toleran y propician por otros lugares muchas formas de opresión que se dejan de nombrar y se disfrazan de cualquier cosa. El lobo se viste de abuelita.

Estamos en una cultura narcisista que exalta los valores de la excelencia, el éxito, la popularidad y la felicidad, reservándola a minorías atrevidas y abusadoras que practican valores no demócráticos, hacen confundir derechos con privilegios y le dan a los deseos carácter mágico y surrealista. “Si tienes un sueño, se te cumplirá”. Estos mensajes aparecen de forma machacona por doquier, haciendo creer y desear que te ocurra o no te ocurra a ti lo que no le ocurre a nadie o le ocurre a todo el mundo. La cultura de los “me gusta” es el espejismo más despiadado y engañoso con el que un enorme porcentaje de la población convive y vive.

Entre estas falacias representadas de continuo -también en los medios de comunicación más convencionales- está la imagen de éxito. Los concursos, campeonatos, certámenes, etc… nos lo muestra posible para todo el mundo, al alcance de cualquiera. Y, por tanto, en tu mano está el alcanzar fama, dinero o éxito.

Lo que también ocurre es que las expectativas y los mensajes tienen altas cotas y sesgos sexistas, son diferenciales y divergentes en los mensajes de género. Los sueños de chicas y chicos se muestran en cada generación como no coincidentes ni compatibles. Y, por ello, se repone continuamente la idea de la complementariedad, cuando las realidades la descoloca.

Este es el caso de las persistentes imágenes de las mujeres puestas al día: bellas pero asexuales, amables, sonrientes, cariñosas, abnegadas, útiles, disponibles, mediadoras, listas, ocupadas en hacer la vida fácil a otros y otras. Pero también tienen que aparecer las dicotomías para aderezar el asunto: las perversas seductoras que abducen la voluntad de los hombres en su propio beneficio. En suma: brujas, madastras, hadas, princesas o cenicientas actualizadas y con looks de moda. En este momento este es el espectro para que las chicas elijan. Pequeños tintes de mujeres autónomas y asertivas decoran la escena para que no se diga y se haga creer que el sexismo es cosa del pasado, para que no se desarrollen mecanismos de oposición y resistencia.

Para los chicos, los mensajes de género, junto con la masculinidad triunfadora y feliz se han exhacerbado. La fuerza representada en los cuerpos musculados, en los deportes de riesgo, en las figuras mediáticas repetidas hasta el hastío. El dinero como muestra de triunfo y de posesión sobre las cosas y personas (sobre todo de las mujeres) y el poder de inventiva, de creatividad, de emprendimiento, como patrimonio masculino por excelencia. Todo ello muy reforzado por las maniobras fratriarcales que aparecen en los medios continuamente, donde ellos se miden sin interferencias femeninas. Las mujeres están en sus vidas pero no a su lado visible, a veces como trofeos, a veces como demasiado maravillosas, a veces como controladoras y pesadas, a veces como adornos.

Las chicas queriendo triunfar con sus rasgos de belleza y aceptación y los chicos imaginándose superhéroes que salvan el mundo a costa de lo que sea, de su propia humanidad y su propia vida.

Son urgentes modelos humanos positivos, originales, satisfactorios, no dicotómicos, no jerárquicos, no sexistas, compatibles, para que nuestras chicas y chicos puedan educarse, crecer y ganar para sus vidas un valor añadido: el de lo humano de nueva planta, sin servidumbres de género.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/06/19/la-logica-sexista-que-no-para/

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Dos mil mujeres salen de la sombra para explicar su mundo

Reseñas/05 Septiembre 2019/El País 

El documental ‘Woman’ reúne en el festival de Venecia testimonios recogidos por todo orbe para promover la igualdad

Corría de un continente a otro, pero le perseguía una constante. Anastasia Mikova cruzaba el planeta, visitaba escenarios y gentes de lo más distintos y volvía a asistir a la misma escena, como aquella vez en un rincón remoto de Bangladés. “Las mujeres nos miraban con suspicacia, nos preguntaban qué hacíamos allí. Los hombres, en cambio, estaban deseando ponerse delante de la cámara”, relata. Aquello, en realidad, le confirmaba que el proyecto iba por el camino correcto. Porque la periodista y cineasta ucrania buscaba precisamente lo contrario.

Junto con el codirector, Yann Arthus-Bertrand, y su equipo visitaron 50 países y colocaron su micrófono ante unas 2.000 mujeres. Les preguntaron por sus sueños, sus miedos, su pasado y su futuro. Por la guerra y el acoso sexual, por su gran amor y su mayor herida, por la menstruación y la maternidad. Les pidieron que, por una vez, salieran de las sombras y se situaran bajo los focos, normalmente reservados a sus padres, maridos, hermanos y amigos. “Muchas nunca habían visto una cámara. Cuando se sentaban y se les daba la oportunidad, veíamos que su necesidad de hablar y ser escuchadas era enorme”, agrega Mikova. El resultado es el documental Woman, que debuta en el festival de Venecia, ante de poner rumbo a las salas. La fecha prevista para su estreno es otro mensaje: el 8-M.

Hace cuatro años, Arthus Bertrand y Mikova ya habían lanzado una iniciativa parecida. “Human es el padre de Woman”, se ríe ahora la directora. Aquel filme daba voz a cientos de personas para mostrar que los seres humanos pueden vivir en una chabola o una mansión, en Australia o en Guatemala, pero su sonrisa y sus lágrimas se parecen y se contagian. “Dudé de que pudiéramos hacer algo más poderoso y personal”, reconoce Mikova. A posteriori considera, sin embargo, que lo han logrado.

Un fotograma de 'Woman'.ampliar foto
Un fotograma de ‘Woman’. WOMAN

La fórmula es la misma: un fondo negro, un rostro y lo que quiera contar. Pero las protagonistas solo son ellas. “Y el efecto espejo es aún mayor”, defiende la directora. Se refiere al impacto que Woman suscita en el espectador: una entrevistada recuerda eufórica cuando aprendió a escribir su nombre; una anciana reivindica que ya no está “para mordiscos” en la cama; y dos mujeres rememoran la mutilación más íntima y dolorosa de su vida. El público escucha, reflexiona y compara con sus propias experiencias. Woman quiere conmover y entristecer, helar la sangre y provocar carcajadas. “No es un filme solo para mujeres. Es importante que los hombres lo vean. Nuestras películas van de vivir todos juntos y de cómo nos entendemos mejor”, lo resume Mikova.

Para ello, pasaron horas y horas en compañía de sus entrevistadas. Tenían un cuestionario de partida, con ciertas cuestiones que repetían. Pero no había “ninguna fórmula milagrosa”, asegura la cineasta. A veces, nada salía de una charla eterna. Otras, se desataba lo que Mikova define como “tormenta”: “Si encontraba la puerta apropiada, salía todo. Mucho más de lo que se pueda imaginar. Seguía haciendo preguntas, pero a partir de ahí esa mujer ya estaba hablando consigo misma”. Hasta el punto de compartir con un grupo de desconocidos confesiones jamás pronunciadas en voz alta: en Woman hay víctimas del ISIS vendidas por “cinco dólares o un paquete de cigarros”, una india atacada con ácido por su pareja y una rusa que pidió ayuda a su madre tras los desencuentros con su marido. “¿Tan difícil es abrir las piernas?”, le espetó su progenitora. Todo ello lo cuentan las voces y los ojos de sus protagonistas, las que lo vivieron en su piel.

Aunque los codirectores se esmeraron en que la película mantuviera un equilibrio. Que hubiera mozambiqueñas, venezolanas, francesas o vietnamitas; mujeres que se coronaron en Wall Street y otras que batallan por comer cada día; adolescentes y ancianas, felices y melancólicas, ordinarias y excéntricas. Básicamente, el mundo. Mikova se empeñó también en que las temáticas oscilaran entre lo más impactante y lo cotidiano. Woman debía hablar de la ablación o del cáncer de pecho, pero también del deseo de ser guapa. La cineasta, por ejemplo, convenció al director de que la regla debía tener su espacio en el corte final. Al fin y al cabo, sus protagonistas la sufren cada mes. Mikova detectó otro denominador común a todas: “La resiliencia”.

Una de las protagonistas de 'Woman', en un fotograma del filme.ampliar foto
Una de las protagonistas de ‘Woman’, en un fotograma del filme. WOMAN

Ella misma, con Arthus, debió adaptarse a las exigencias comerciales. De las cuatro horas originales, lograron reducir el metraje a los 105 minutos y 100 testimonios que llegarán a los cines. De entre todos, Mikova recuerda especialmente el que abre Woman: “Norma llegó a la grabación tan bella, tan segura de sí misma. Entendí que tenía algo único, pero no lo que yo creía”. Contó que, de niña, sufrió los abusos de su abuelo, hasta que encontró una vía de escape hacia Japón. Resultó, sin embargo, el atajo hacia otro infierno: acabó esclavizada en la prostitución. Pero siguió adelante, se compró su libertad y huyó a Canadá. Allí, encontró una pareja y tuvo un hijo. Aunque la vida apenas le concedió descanso: descubrió que, por una enfermedad, su niño estaba destinado a quedarse ciego. Norma se derrumbó, y se refugió en el alcohol. Hasta que un día agarró la botella, volvió a soltarla sin probar ni un trago y salió a correr.

Hoy tiene el récord Guinness por el triatlón más largo. Y ofrece conferencias en las que repasa la historia que relata en Woman: “Me aterrorizaba compartirlo, pero quería romper el silencio porque es lo que hace posible la violencia. Dicen que las víctimas no tienen voz: si la tenemos, pero no queréis escucharnos”. El mensaje resonará ahora en las salas de medio mundo. Al fin, hablan ellas.

Yann Arthus-Bertrand y Anastasia Mikova.ampliar foto
Yann Arthus-Bertrand y Anastasia Mikova. PETER LINDBERGH

Fuente: https://elpais.com/cultura/2019/08/26/actualidad/1566804963_412969.html

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Las mujeres de Bangladés ya no tendrán que declarar su virginidad para casarse

Asia/Bangladesh/28 Agosto 2019/El país

Las organizaciones feministas consiguen que el Supremo cambie una exigencia que consideran humillante y discriminatoria

Tras cinco años de batalla legal, defensoras de los derechos de la mujer de Bangladés han consiguido borrar el estigma con el que se certificababa el matrimonio de toda soltera en esta sociedad de mayoría musulmana. Hasta ahora, el código civil del país asiático requería que la novia declarase su estado en el registro matrimonial: viuda, divorciada o kumari, es decir, virgen y/o soltera, según las dos acepciones del término en el subcontinente indio. Una exigencia que se eliminará después de que este domingo, el Tribunal Supremo haya ordenado su sustitución por el término «soltera». Esta  desambiguación legal ha sido celebrada por grupos feministas bangadesíes, que habían criticado el concepto kumari por considerarlo humillante y discriminatorio.

“Este veredicto marca un hito”, dijo Aynun Nahar Siddiqua, abogada de la Fundación para Servicios y Ayudas Legales en Bangladés (BLAST, por sus siglas en inglés). «Es una sentencia que nos hace creer que podemos luchar y crear más cambios para las mujeres en el futuro», declaró a Reuters la letrada, una de las implicadas en el caso desde el principio: «Presentamos un recurso escrito porque preguntar a alguien si es virgen o no va en contra del derecho a la privacidad de la persona».

El litigio se remonta a 2014, cuando la organización de Siddiqua, junto a Nari Pakkho y Bangladesh Mahila Parishad, presentó un recurso para cambiar el formulario existente en la Ley de Matrimonio y Divorcio Musulmán. Según declaró la propia Siddiqua al diario local The Daily Star, la fórmula fue introducida bajo el régimen político anterior, cuando Bangladés aún era Pakistán oriental tras la partición del subcontinente indio, pero no se modificó después de que este país consiguiera la independencia en 1971.

“Nosotros [Bangladés] hemos firmado la Convención de la ONU para la Eliminación de toda forma de Violencia Contra la Mujer para asegurar la igualdad entre hombres y mujeres. Pero la igualdad había sido cercenada para las mujeres desde el comienzo del matrimonio”, añadió la abogada.

El sucinto veredicto del Tribunal Supremo declaró que la palabra kumari debía ser eliminada de todo trámite matrimonial y sustituida por el término bengalí obibahita, que significa literalmente «soltera», según el fiscal general adjunto, Amit Talukder. En una sentencia diferente, el tribunal también exigió que, de ahora en adelante, el novio debía declarar su condición de soltería, divorcio o viudedad. Se espera que ambos veredictos sean publicados en octubre, cuando los cambios en los certificados empezarán a tener efecto.

Desde la capital de Bangladés, el funcionario del registro matrimonial, Mohamad Ali Akbar Sarker, explicaba a Reuters que burócratas como él esperan a que el Ministerio de Justicia les informe oficialmente sobre los cambios. «He registrado muchos matrimonios en Dacca y me solían preguntar por qué los hombres tenían la libertad de no desvelar su estatus y las mujeres no. Siempre les decía que no estaba en mi mano. Supongo que ya no me plantearán más esa pregunta», resumió Akbar Sarker.

Bangladés es el tercer país musulmán con más población del mundo. Cerca del 90% de sus 168 millones de ciudadanos profesan la religión del islam.

Fuente: https://elpais.com/sociedad/2019/08/27/actualidad/1566905127_414078.html

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