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Estados Unidos: El fraude de la Universidad Trump se resuelve tras siete años de batalla legal

América del Norte/Estados Unidos/02 Abril 2017/Fuente: Elpais/Autor:SANDRO POZZI

El juez Curiel da el aprobado final al pacto extrajudicial por el que se compensará con 25 millones a miles de alumnos

El juez californiano Gonzalo Curiel, el mismo que dijo que Donald Trump era una “auténtica vergüenza” por su retórica contra los inmigrantes de origen mexicano, dio el aprobado final al pacto extrajudicial por el que se compensará con 25 millones de dólares a los miles de estafados por la Universidad Trump. La batalla legal duraba siete años. Los afectados podrán recibir de vuelta el dinero que abonaron para los cursos.

Trump aceptó pagar esa cantidad para resolver las reclamaciones en noviembre pasado, horas antes de que comenzara el juicio en San Diego, cuando era presidente electo. La organización, según denunció el fiscal neoyorquino Eric Schneiderman, engañó a más de 6.000 estudiantes con falsas promesas. Los seminarios, cuyos títulos no tenían validez alguna, costaban hasta 35.000 dólares. El magnate negó siempre que su negocio fuera una estafa.

La demanda colectiva que está en el origen de este litigio fue interpuesta en nombre de antiguos alumnos de Nueva York, California y Florida. Schneiderman calculó las pérdidas para los estudiantes en hasta 40 millones mientras que Trump habría tenido un beneficio personal de cinco millones gracias a esta escuela. Curiel, sin embargo, considera que la cantidad pactada es “extraordinaria”.

El caso queda así resuelto después de que una alumna, Sherri Simpson, presentara su objeción al pacto. La residente de Fort Lauderdale, que pagó 19.000 dólares para conocer los secretos de Donald Trump, tuvo oportunidad de presentar el jueves sus argumentos ante el juez, buscando mantener vivo el litigio. Pero Curiel, como estaba previsto, optó por rechazarla y dar carpetazo al asunto.

Schneiderman, que atacó también a la fundación de la familia Trump, valoró el pasado noviembre que el presidente electo aceptara pacta. “Luchó contra nosotros en cada paso del camino, negándose a pagar cantidades incluso modestas de indemnización a las víctimas de su universidad falsa”, dijo el fiscal, que calificó el acuerdo como “un impresionante cambio” de actitud.

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Trump y el sistema

Pablo Gentili

Trump sorprende. Su capacidad para generar desconcierto suele verse amplificada por algunas peculiares interpretaciones sobre los motivos que explicarían su abrumador éxito político. Analistas y cronistas de los más diversos orígenes y orientaciones, sostienen estupefactos que el nuevo presidente norteamericano es una anomalía del sistema. La afirmación sirve para explicar las razones que justificarían la inconveniente evidencia de que un outsider ha asumido el principal cargo político del mundo. Algo ha fallado. La Casa Blanca ha sido invadida por un intruso que nunca debería haber llegado hasta allí. El mundo civilizado parece observar como los valores que siempre guiaron el progreso humano se desvanecen ante las grotescas bravuconadas de un energúmeno capaz de llenar sus bolsillos de dinero, pero no de gobernar los destinos del mayor imperio que ha existido sobre la faz de la tierra. Estamos en peligro.

La explicación parece tentadora, al menos en términos mediáticos. Anunciar que el mundo corre el riesgo de desintegrarse ante las fanfarronadas prepotentes de un psicópata nos hace sentir ciudadanos de Ciudad Gótica y nos obliga a añorar la presencia salvadora de Batman. Debemos, esa es nuestra meta, defender el sistema de sus enemigos.

Suena épico, aunque se trata de una interpretación limitada y simplista no sólo de la figura de Donald Trump, sino especialmente de las supuestas virtudes de un sistema que hoy parecería estar amenazado por un maligno demonio con peluca naranja.

Hace ocho años, aunque por razones diferentes, el asombro inundaba los medios de comunicación cuando la presidencia de los Estados Unidos era ocupada por primera vez por un político negro. Si hoy cunde el pánico, en aquel momento, las perspectivas eran de optimismo y confianza. El mundo estaba, finalmente, en buenas manos. De hecho, basándose quizás en esa esperanza, el Comité Noruego le concedió a Obama el Premio Nobel de la Paz. Aunque no había ningún motivo para hacerlo, se suponía que su presidencia sería un soplo de pacifismo en el mundo. El presidente norteamericano agradeció la generosidad nórdica aumentando el gasto militar y transformándose en el mandatario de su país que más tiempo ha permanecido en guerra. Superó así a Abraham Lincoln durante la Guerra de Secesión, a Franklin Roosevelt, en cuyo mandato se desarrolló la Segunda Guerra Mundial, a Lyndon Johnson y Richard Nixon, que comandaron la desastrosa incursión del país en la interminable Guerra de Vietnam, y al mismo George W. Bush, a quien Obama sustituyó prometiendo acabar con las guerras. ¿Devolverá ahora Obama el Nobel? No lo creo, aunque tampoco creo que ahora los noruegos se lo otorguen a Donald Trump. Al menos, eso espero.

Obama también fue una sorpresa, aunque no por los motivos que muchos esperaban. Prometió promover el crecimiento y disminuir la pobreza. Cumplió lo primero, pero no lo segundo. Tuvo tasas de crecimiento del 5%, aunque la deuda pública creció más del 85% en su mandato. En 2008, momento en que George W. Bush concluía la presidencia, 13,2% de la población vivía por debajo de la línea de la pobreza, Obama termina su mandato con una proporción ligeramente superior, 13,5%, lo que en números absolutos significa más de 43 millones de pobres, 14 millones de ellos menores de edad, 3,3 millones más que los que había antes del inicio de su gestión.

Estados Unidos sigue siendo una de las naciones desarrolladas más desiguales del planeta, aunque debe reconocérsele a Obama, importantes esfuerzos en la creación de empleos (11 millones de nuevos puestos creados en 8 años) y en la defensa y promoción de una política que incluyó más de 16 millones de personas a la atención médica básica. El llamado ObamaCare permitía confiar que, en materia del derecho a la salud de su población, la más poderosa nación del planeta dejaría finalmente de pertenecer a la Edad Media. Fue una buena política, aunque duró poco. El mismo día que asumió la presidencia, Trump ha firmado un decreto que comienza a desmontar su estructura de protección. Lo bueno dura poco, hasta en Estados Unidos.

Obama iba a acabar con el racismo, pero en Estados Unidos se intensificaron los conflictos raciales y la violencia, especialmente policial, contra la población pobre y negra que vive guetificada en los grandes centros urbanos. También iba a ser una esperanza para los latinos, pero consiguió la proeza de ser el presidente que más inmigrantes ha deportado en la historia norteamericana: 2,5 millones, muchos de ellos padres que dejaban a sus hijos o hijos que dejaban a sus padres en el país.

Obama también era caracterizado como un antisistema, un outsider, pero de los buenos. Trump es un antisistema, un outsider, pero de los malos.

Ocho años de gobierno Obama han mostrado una elástica generosidad en el uso de las palabras “antisistema” y “outsider”. Creo que también lo es en el caso de Donald Trump, aunque sus declaraciones nos aprieten el estómago y nos causen las más diversas formas de nausea política y ética.

Trump es una persona detestable. Un sujeto verdaderamente retrogrado, aunque debo discrepar que represente cualquier forma de ejercicio antisistémico de la política. Menos aún que se trate de un “hombre bebé”, como lo ha llamado el periodista inglés John Carlin. Comparar un monstruo político como Trump con un niño recién nacido es algo que me parece trivial, basado en la plena ignorancia de la psicología infantil, así como ofensivo con los niños y niñas del mundo. ¿Por qué cada vez que se quiere decir que alguien parece un verdadero imbécil se lo compara con un niño?

Del mismo modo, creo ofensiva y banal la comparación que algunos periodistas hacen entre Trump y los políticos o la política latinoamericana. Hemos tenido y aún tenemos en América Latina dictadores despreciables. Pero sorprende que un periódico conservador, aunque generalmente serio, como La Nación, y una periodista conservadora, aunque generalmente seria, como Inés Capdevila, editora de la sección Mundo en dicho medio, haya usado el calificativo “latinoamericano” de forma despectiva para referirse al nuevo presidente norteamericano y a su particular discurso de asunción del cargo: Un Donald Trump “latinoamericano” en su debut como presidente o Refundar EEUU, un plan a la manera latinoamericana. Capdevilla, también latinoamericana, no debe haberse inspirado en ningún periodista europeo para realizar semejante metáfora. Fue en Europa que se llevaron a cabo algunas de las mayores masacres de la humanidad. Fueron naciones europeas las que comandaron algunos de los peores genocidios. Hitler, Mussolini y Franco eran europeos. Y también lo son los brutales y reaccionarios líderes de la derecha fascista y neonazi que aspiran al trono de algunos de los países más desarrollados del continente europeo. Sin embargo, a ningún periodista de Europa se le ocurría, a pesar de semejantes antecedentes, sostener que Trump es un típico líder europeo.

Pero volvamos al supuestamente truculento y agitador antisistema que hoy ocupa la presidencia de los Estados Unidos.

Se supone que la naturaleza contestataria y agresiva de Donald Trump contradice las normas de un sistema mundial republicano y democrático. Se supone también que su estilo de hacer política, en rigor, su antipolítica, objeta, contradice y transborda las expectativas, referencias y márgenes en los que se han manejado, al menos hasta el momento, los líderes mundiales de las naciones más desarrolladas. Trump, dicen, nos pone ante la aterradora evidencia de que un exaltado fanfarrón tenga en sus manos la vida y los destinos de buena parte del mundo. El nuevo presidente norteamericano expresaría una nueva forma de antiestablishment, el de los hombres ricos que se hartaron de pagar impuestos y de ser gobernados por una burocracia corrupta, inepta y perezosa. El sistema tiembla y se sobrecoge ante la escalada de amenazas del nuevo presidente.

¿En qué consiste esa anomalía llamada Trump?

Según las crónicas, y como él mismo se encarga de demostrar en cada aparición pública que realiza, se trata de un hipermillonario egocéntrico y narcisista, de un personaje misógino y sexista, de un repugnante racista, de un xenófobo prejuicioso y discriminador, de un violento y agresivo personaje dispuesto a enfrentar militarmente a quien se interponga en su camino. Aunque es dudoso que exista algo que defina la normalidad en términos políticos, Trump es un subnormal que se entrenó en el arte de la política conduciendo un reality show en el que se divertía despidiendo gente.

Entre tanto, no creo que sea necesario leer demasiada literatura anticapitalista para descubrir que los atributos que definen la odiada personalidad del nuevo presidente norteamericano son, nada menos, que las principales características del sistema al que supuestamente él se opone: hiperconcentración de riquezas, egoísmo, cultura narcisista, sexismo, discriminación y violencia de género, racismo, guerras, opresión. No creo que haya cualquier disonancia entre la personalidad codiciosa y vehemente del millonario devenido en presidente y la enorme injusticia social, violencia y desigualdad que estructura y da sentido al desarrollo capitalista contemporáneo.

Más allá de las historias heroicas que se cuentan en Davos, el capitalismo mundial es un sistema cuyo desarrollo se ha subordinado cada vez más al poder de hipermillonarios egocéntricos y narcisistas. El dominio del 1% de la población por sobre el resto de la humanidad ha alcanzado niveles de concentración del poder y de la riqueza como nunca antes existieron en la historia humana. Una de las noticias que más ha circulado en los últimos días es el contundente informe de Oxfam que muestra el inaceptable grado de injusticia al que ha llegado el mundo: 8 personas tienen más riqueza que la mitad de la humanidad, o sea, que 3.600 millones de seres humanos. El sistema que ha llevado a Trump a la presidencia se ha beneficiado inmensamente de esta concentración que contradice los principios éticos y políticos sobre los que debe edificarse cualquier democracia estable. El nuevo presidente norteamericano no contradice lo que ha sido un persistente endiosamiento de los hombres de negocios, de los millonarios que se supone que contribuyen a conducir los destinos del progreso humano.

¿Qué Trump es antipolítico? No lo creo. Hace política a su manera, despreciando a los políticos profesionales y criminalizando la acción colectiva. En suma, hace política valorizando al extremo la sabiduría que otorga el mundo de los negocios. Odia la democracia y aspira a construir una CEOcracia, un gobierno de gerentes que han sido capaces de amasar una inmensa fortuna personal y, por eso, son los que están en mejores condiciones de gobernar los destinos de una nación. La política mundial avanza en esa dirección. No parece que sea el Sr. Trump quien va a contramano. No es el presidente norteamericano que desprecia la política, es que de tanto machacar con el desprestigio de los políticos, de tanto sostener la necesaria despolitización de los asuntos públicos, la derecha, buena parte de las principales y más poderosas corporaciones del mundo y algunos medios de comunicación, no han hecho otra que contribuir a que aparezca una figura como Trump. Fue de tanto entonar el réquiem desentonado de la muerte de la política, que finalmente apareció el funebrero con un cirio sobre la cabeza.

Trump es un narcisista. En su discurso de asunción del cargo sólo se citó a sí mismo. Nada sorprendente en un sujeto que tiene la particularidad de ejercer un culto a su propia inteligencia, sagacidad y picardía. Entre tanto, no ha sido Trump el creador de la cultura del narcisismo, del imperialismo ético que exalta el egoísmo y la auto referencia, cuestionando la solidaridad, el compromiso social, la lucha por el bien común y la igualdad entre los seres humanos. Trump no es un traspié del orden moral dominante, sino la expresión más perversa del éxito de un sistema que valoriza al individuo y desprecia a la comunidad, que exalta el supuesto mérito de seres humanos que son capaces de acumular riquezas, mientras humilla y desprecia a los más pobres, a los abandonados y excluidos.

¿Puede la misoginia y el sexismo ser considerados antisistémicos, en un mundo donde las desigualdades de género, donde la violencia sexista y el femicidio siguen imperturbables, discriminando, excluyendo y matando a miles de mujeres todos los días? El capitalismo siempre fue patriarcal, y, aunque la lucha del movimiento feminista y de las mujeres en el mundo ha conseguido revertir algunas de las más brutales formas de discriminación de género, las empresas siguen siendo machistas y le pagan más a los hombres que a las mujeres, como son machistas también casi todos los partidos políticos y los sindicatos, los parlamentos y los juzgados, la policía y el ejército, así como lo son casi todos los espacios en donde se ejerce el poder en nuestras sociedades. Antisistémico es el feminismo, antisistémica es la lucha por la igualdad de género, no un violento empresario machista que carga sobre sus espaldas denuncias de abuso sexual y que siempre ha considerado que las mujeres son un objeto de consumo.

Trump es un repugnante racista que gobernará un sistema que siempre se sostuvo gracias a la reproducción del racismo. Negros y negras pobres sufren cada día múltiples formas de discriminación y violencia en los Estados Unidos. También lo sufren en todo el planeta los que son discriminados por el color de la piel o por atributos que los vuelven inferiores, ante la perspectiva de los poderosos. El capitalismo y el racismo conviven, volviendo más profunda y más compleja la dominación de clase y las desigualdades que el sistema multiplica. En Brasil, por ejemplo, el país con mayor población negra del mundo, después de Nigeria, cada 30 minutos un joven negro con menos de 24 años muere asesinado. En los primeros 15 días de 2017, más de 150 presos murieron en las prisiones brasileñas, casi todos decapitados. Más del 90% de ellos era negro.

Lo que debería sorprendernos es que el mundo siga siendo tan racista, no que ahora haya un presidente norteamericano declaradamente racista.

El egoísmo, el racismo y el patriarcado son el cemento cultural del sistema. Trump no parece ser otra cosa que la combinación más siniestra de estas formas de opresión que el capitalismo no ha conseguido eliminar y que, en determinados contextos, no ha hecho otra cosa que volverlas más sofisticadas e inhumanas.

Trump es un xenófobo que promete ser muy poco hospitalario con sus vecinos mexicanos y con los extranjeros que provengan de los países pobres. Sería algo alarmante que el presidente norteamericano pensara de tal forma, si no fuera esta la norma que han seguido casi todos los líderes mundiales contemporáneos, con muy raras excepciones. Que Donald Trump consiga que hasta Angela Merkel parezca progresista no es otra cosa que un problema de percepción, de intensidad en el ejercicio de su aversión a los extranjeros y al peligro que ellos representan para las grandes potencias mundiales. Pero Angela Merkel, es bueno recordarlo, nunca ha sido progresista y ella también representa de forma cabal un formato de liderazgo político conservador que ha sido valorizado por los votantes de las naciones más ricas del planeta, aquellas que suelen ver al resto de mundo como una amenaza a sus intereses y privilegios.

Más de 5 mil personas han muerto ahogadas el año pasado en las orillas de una Europa que no ha querido atender con decisión la urgencia humanitaria de los refugiados. Mientras escribo esto, miles y miles de seres humanos, muchos de ellos niños y niñas, sufren por el frío y por el hambre en campos y asentamientos precarios, mugrientos y sin otra ayuda que la de las organizaciones humanitarias. Dicen que los refugiados mueren por la dureza del invierno, pero mueren por la indiferencia y la hipocresía de un mundo que mira hacia otro lado cuando se trata de comprender y de asumir cuál es la responsabilidad de cada uno en las guerras y en las atrocidades que obligan a millones de personas a huir de sus hogares.

Claro que Trump es un xenófobo nauseabundo. Pero su presencia en la política de la nación más poderosa del mundo no expresa el fracaso sino más bien el catastrófico triunfo del desprecio hacia los valores democráticos de protección, de acogida, de reconocimiento y de solidaridad con los extranjeros que viven en la pobreza o que sufren con las guerras y la opresión. Trump no es una anomalía monstruosa, es quizás quien mejor expresa el fracaso de una democracia que ha elegido sobrevivir construyendo muros. Podemos y debemos indignarnos cuando Trump dice que construirá una muralla para separar aún más a México de los Estados Unidos. Pero debemos recordar que parte de ese muro ya existe. Y que también existen otros que siguen siendo muy eficientes para preservar los beneficios de los que se arrogan a sí mismos el derecho a vivir con dignidad. Trump es el sucesor de Barack Obama, que fue llamado por la comunidad latina “Deportador en Jefe”. La anomalía, si existe, viene de antes y es mucho más profunda de lo que solemos estar dispuestos a aceptar.

Finalmente, que Trump parezca ser un sujeto violento, agresivo y, por transferencia directa, un peligroso belicista, debe ser motivo de extrema preocupación. Sin embargo, no ha sido el pacifismo ni la preservación de la paz mundial una característica del capitalismo contemporáneo. La violencia y las guerras crecen y se multiplican en el mundo. Ya mencionamos que Obama, un demócrata progresista, fue el presidente norteamericano que más tiempo permaneció en estado de guerra en toda la historia norteamericana. A pesar de su sensibilidad hacia la situación de los más pobres, el mandatario nunca dejó de aumentar los gastos militares, una industria que hoy domina la política mundial y que constituye la principal amenaza a los derechos humanos de todo el planeta.

Trump no es la causa, sino la consecuencia de un mundo cada más violento, donde las potencias militares siguen actuando como fuerzas coloniales de ocupación, invasión y multiplicadoras de guerras donde quiera que puedan.

Comienza, sin lugar a dudas, una nueva era. Una era en la que los discursos no buscarán el amparo de lo políticamente correcto. Donde el poder se ejercerá sin concesiones ni eufemismos balsámicos para las conciencias, aunque inútiles para disminuir el sufrimiento de los más pobres y excluidos. Comienza una nueva era, no la de un presidente norteamericano que se ha vuelto antisistema, sino la de un sistema que, finalmente, ha decidido tener un presidente a la altura de su mandato de exclusión, de opresión, de muerte y dolor.

Fuente del articulo: http://blogs.elpais.com/contrapuntos/2017/01/trump-y-el-sistema.html

Fuente de la imagen:http://blogs.elpais.com/.a/6a00d8341bfb1653ef01b8d256b44d970c-p

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Entrevista: Los embates de los grandes medios de comunicación contra la libertad de expresión

Entrevista a Jeffrey St. Clair

“Cabría preguntarse qué gobierno extranjero tenía mayor interés en la victoria de Trump sobre Clinton y cuál ha sido el que más ha influido en ello: Rusia o Israel. Sheldon Adelton dedicó, supuestamente, 25 millones USD para apoyar a Trump y Netanyahu hizo campaña en su favor de manera pública desde Tel Aviv”.

-Jeffrey St. Clair

Mike Whitney: CounterPunch ha sido clasificado como uno de los 200 portales web que, de acuerdo con el Washington Post, “publicó o difundió, deliberada o involuntariamente, propaganda rusa”. La misteriosa organización que sostiene estas acusaciones se llama PropOrNot, un grupo de investigadores que ha hecho todo lo posible para mantenerse en el anonimato. En lugar de perder el tiempo preguntándote si eres o no un agente ruso (lo cual resulta ridículo de pensar), ¿qué motivación crees que tiene este grupo para acusar y atacar a las páginas web listadas?

Jeffrey St. Clair: A ese respecto, solo se pueden hacer especulaciones, ya que todavía no sabemos quiénes son y nadie sabría ni que existen de no haber sido por el Washington Post. Incluso, referirse a ellos como “investigadores” quizás sea inflar sus currículums. Mark Ames ha seguido algunos de los tweets relacionados con las cuentas de PropOrNot y sugiere vínculos con los nacionalistas ucranianos. Pero esto no es más que conjeturas, hasta que salgan de la oscuridad y revelen sus identidades, lo cual es una posibilidad que no creo que vaya a suceder. De hecho, es probable que tengamos que demandarlos para poder contestar esas preguntas.

En cuanto a la propia historia del Washington Post, eran crónicas falsas sobre noticias falsas, basadas en acusaciones falsas hechas por fuentes falsas. Es posible que le den el premio Pulitzer gracias a ello.

Mike Whitney: ¿Cómo debemos entender que se haya involucrado a Rusia en todo esto? ¿Se está buscando un pretexto desde Washington para justificar una mayor confrontación en Siria y Ucrania?

Jeffrey St. Clair: ¿Qué Washington? Parece haber una división en Washington: el FBI contra la CIA y el Director de Inteligencia Nacional contra ambos. La victoria de Trump ha hecho patente una serie de divisiones internas en el seno de las élites dirigentes. Es poco común que se hagan públicas este tipo de confrontaciones entre estos grupos de poder, que algunos llaman Estado en la sombra. Por supuesto, hay muchas razones bipartidistas para inflar la amenaza rusa que poco tienen que ver con Ucrania o Siria, como podría ser la defensa de grandes contratos militares de compra de armamento inútil como los F-35 y una nueva generación de armas nucleares.

Mike Whitney: El Washington Post parece indignado por la idea de que las elecciones estadounidenses puedan haber sido manipuladas por un gobierno extranjero. ¿Recuerdas alguna ocasión en los últimos 30 o 40 años en que el Washington Post se haya mostrado molesto por las operaciones de cambio de régimen instigadas desde Washington que conllevaron el derrocamiento violento de 40 o 50 gobiernos soberanos o por las revoluciones de colores financiadas por ONG estadounidenses? ¿Qué explicación tiene esta indignación selectiva del Washington Post?

Jeffrey St. Clair: Evidentemente, no. El Washington Post y el New York Times, haciendo uso de su particular propaganda, han apoyado muchas de esas intervenciones y operaciones secretas. No creo que el Washington Post haya mostrado, en algún momento de su historia, ni la más mínima intención de investigar situaciones en las que algún país diferente de Rusia haya intentado influir en las elecciones norteamericanas, como Arabia Saudí o Israel. Cabría preguntarse qué gobierno extranjero tenía mayor interés en la victoria de Trump sobre Clinton y cuál ha sido el que más ha influido en ello: Rusia o Israel. Sheldon Adelton dedicó, supuestamente, 25 millones USD para poyar a Trump y Netanyahu hizo campaña en su favor de manera pública desde Tel Aviv. Israel tiene un importante historial de injerencias en los procesos electorales estadounidenses. Si no, pregúntaselo a Cynthia McKinney. Los rusos, no. Al menos, todavía no.

Mike Whitney: Durante los meses en que seguí de cerca la campaña presidencial de Trump, reparé en algo extraordinario: parece que los medios de comunicación de masas hayan perdido capacidad de influir en la opinión pública. Esto se hacía especialmente patente cuando se destapaban los numerosos escándalos sexuales de Trump, mientras que su base electoral apenas se modificaba. Esta situación sugiere que los grandes medios de comunicación estén perdiendo con rapidez su capacidad de control de las masas, en tanto que líderes de opinión. ¿Crees que PropOrNot podría ser un intento de los “grupos de interés” para restablecer su monopolio sobre la información, atacando las páginas web y las fuentes alternativas de noticias que suponen una gran amenaza para la perpetuación de su poder?

Jeffrey St. Clair: Trump no solo entró al trapo, sino que recibió con alegría todas y cada una de las controversias políticas; y no solo ha sobrevivido a ellas, sino que ha sacado provecho, como si se tratase de un supervillano. Es, sin duda, una cosa extraordinaria. Los medios de comunicación de masas llevan años en decadencia y la campaña de Trump puso énfasis en la debilidad e impotencia política de The New York Times o del Washinton Post y otros medios y agencias de información, al menos, cuando se trata de un candidato atípico como Trump. Por cierto, Bernie Sanders también desarrolló su campaña frente a la indiferencia y después hostilidad de los medios de comunicación. Pero a Bernie no fue derrotado por los medios, sino por la estructura antidemocrática de las primarias demócratas y el sabotaje interno promovido por los cuadros dirigentes del partido. (Para más información, véase mi libro Bernie and the Sandernistas). El sistema de primarias republicano, por el contrario, se ha mostrado mucho más abierto y democrático.

No sé suficientemente sobre PropOrNot para especular sobre sus orígenes. Personalmente, me parece un portal poco profesional. Pero el gobierno ha realizado con anterioridad operaciones similares de “control de la opinión”. Recuerde el acuerdo contraído por la empresa armamentística Lincoln Group y el gobierno de Bush para redactar y financiar noticias propagandísticas durante la Guerra de Irak. Es lícito preguntarse si ahora se está haciendo algo parecido. Algo está pasando, tal como dicen, pero todavía no sabemos suficiente. El verdadero misterio es por qué el Washington Post participó en la difusión de una información tan débil e infundada desde un principio. Debemos saber qué vínculos mantuvo el diario con personas reales de PropOrNot y si ha habido algún tipo de coordinación entre el Washington Post, PropOrNot y miembros del Congreso con el objetivo de establecer una nueva inquisición al estilo del Comité de Actividades Antiestadounidenses contra el supuesto peligro ruso.

Mike Whitney: ¿Se encuentra en peligro la Primera Enmienda, que consagra y protege la libertad de expresión y de prensa?

Jeffrey St. Clair: La primera enmienda siempre está bajo presiones. La novedad, ahora, es que el ataque se produce por parte de los grandes medios de comunicación.

Jeffrey St. Clair es el editor de CounterPunch.
Fuente de la entrevista en inglés: http://www.counterpunch.org/2016/12/13/the-corporate-medias-assault-on-free-speech-an-interview-with-jeffrey-st-clair/D
Traducción: José Manuel Sío Docampo

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/ee-uu-los-embates-de-los-grandes-medios-de-comunicacion-contra-la-libertad-de-expresion-entrevista

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Estados Unidos: Histórica universidad afroestadounidense encendió la polémica por enviar a su banda a la toma de posesión de Trump

Estados Unidos/06 de Enero de 2017/Univisión

El Talladega College, una universidad fundada en 1867 por descendientes de esclavos en Alabama, aceptó desfilar para el presidente electo, quien basó su campaña electoral en retórica racista, misógina y xenófoba.

Varias universidades privadas encendieron la polémica y provocaron críticas por haber aceptado enviar a sus bandas de marcha a la ceremonia de toma de posesión del presidente electo Donald Trump, entre ellas la universidad afroestadounidense más antigua de Alabama, Talladega College.

La participación de bandas musicales escolares y universitarias en las ceremonias de tomas de posesión presidenciales es una tradición de larga data en EEUU.

 Sin embargo, que una universidad histórica afroestadounidense asista a la investidura de un presidente que basó su campaña electoral en retórica racista, misógina y xenófoba provocó malestar entre los críticos que perciben que aceptar tal invitación podría interpretarse como un acto de apoyo al mandatario entrante.

Las universidades históricas afroestadounidense, conocidas como HBCU’s, por sus siglas en inglés, son una serie de instituciones educativas fundadas en su mayoría tras la Guerra Civil y con el propósito de proveerles educación superior a los afroestadounidenses.

El Talladega College fue fundado en 1867 por descendientes de esclavos que ayudaron a construir su primer edificio.

Una de las HBCU’s, la Universidad Howard, en la capital estadounidense, participó en la primera ceremonia de toma de posesión de Obama y desde mediados de diciembre había adelantado que no pediría ir a la de Trump.

Fuente: http://www.univision.com/noticias/universidades/historica-universidad-afroestadounidense-encendio-la-polemica-por-enviar-a-su-banda-a-la-toma-de-posesion-de-trump

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Un nuevo mapa de la desigualdad en la Unión Europea (EU)

Unión europea/05 de Diciembre de 2016/ El Nuevo País

Variables como la tolerancia, la inclusión y el desarrollo personal marcan el nuevo paradigma.

Los datos ayudan a comprender el mundo, pero interpretarlos puede ser tan complicado como caminar descalzo por un campo de cactus. El PIB per capita dice que, por ejemplo, un gallego (con 20.619 euros) está al mismo nivel que un valenciano (21.468 euros). Sin embargo, en la comunidad del botafumeiro la fortuna de un solo vecino, Amancio Ortega (fundador de Inditex), supera el PIB generado por el resto —2,7 millones de personas—. Del otro lado, el patrimonio que la revista Forbes asigna a Juan Roig, presidente de Mercadona, serviría para pagar las pensiones de los 8,5 millones de jubilados españoles durante un mes. Saltando el charco, un estadounidense puede sentirse afortunado por formar parte del 10% de la población más rica del planeta. Pero si así fuera, el Gobierno de la nación más poderosa no habría acabado en manos de una persona como Donald Trump.

¿Cómo hemos llegado al punto de no comprender lo que está pasando?, se preguntan muchos analistas ante fenómenos como el norteamericano o el Brexit en Europa. Quizá no baste con las clásicas variables económicas (renta, riqueza) para calibrar el descontento social, la frustración por la falta de empleo o la creciente intolerancia contra los inmigrantes. “Medir la desigualdad no es desde luego fácil, y aparte de las dificultades técnicas del propio cálculo están los temas relacionados con la calidad de la información en la que esos cálculos se basan”, reflexiona el profesor Francisco J. Beltrán Tapia, historiador económico de Magdalene College, de la Universidad de Cambridge.

Un nuevo mapa de la desigualdad en la UE
LUIS TINOCO

Recientemente la Comisión Europea, junto con el Instituto Vasco de Competitividad (Orkestra), ha aplicado el índice de progreso social ideado por la ONG norteamericana Social Progress Imperative a 272 regiones europeas. Este indicador, apadrinado por el economista Michael Porter, valora en cada territorio cientos de variables gracias a las bases de datospublicadas por la oficina estadística (Eurostat) y a centenares de encuestas. El resultado es elocuente: las regiones con un mayor PIB per capita no son las que mejor lo hacen en términos de progreso social. España, y por extensión los países del arco mediterráneo, cubre de manera muy eficaz las necesidades básicas de sus ciudadanos, pero no facilita oportunidades igualitarias en la medida en que sí lo hacen otros países con el mismo nivel de riqueza.

El índice aporta datos sobre tres dimensiones: atención a necesidades humanas básicas —ahí la mayoría de las regiones europeas muestran buenos resultados—; fundamentos de bienestar, como acceso a conocimientos básicos, información o cuidados médicos esenciales y, en tercer lugar (y no menos importante), las oportunidades que ofrece cada territorio en la medida que permite a sus habitantes desarrollarse personal y profesionalmente, proteger sus derechos personales, su libertad para elegir o sus decisiones.

María Luisa Blázquez de la Hera, del Centro Internacional de Competitividad del IESE y colaboradora del proyecto, subraya que, si bien hay una correlación muy estrecha entre la medición de las necesidades básicas y el PIB per capita (cuanto más PIB, mejor cubiertas están), en el terreno de las oportunidades hay mucha más dispersión. “La riqueza no necesariamente se emplea en mejorar los derechos personales, la tolerancia, o en facilitar el acceso a la enseñanza superior”, señala. Con este análisis, resalta, han comenzado a bucear en un territorio inexplorado. “Este tipo de conceptos [por ejemplo, analizar la obesidad en una región o la tolerancia hacia los homosexuales] no se suelen incorporar y desde el ICC creímos que era una buena idea hacerlo, porque, recordemos, lo que no se mide, no existe”. El baremo utilizado en el estudio suma variables básicas —como acceso a la sanidad, alcantarillado, mortalidad infantil o calefacción en el hogar— junto a otras menos previsibles, como muertes por accidentes de tráfico, seguridad por la noche, confianza en el sistema político, penetración de la corrupción, acceso de la banda ancha en el hogar o contaminación del aire.

ÍNDICE DE GINI Y OCDE.

España sale mal parada en casi todos los estudios sobre la desigualdad. Uno de los últimos, de la OCDE, muestra cómo entre 2010 y 2014 los empleados españoles con los sueldos más bajos sufrieron el mayor recorte salarial de entre los 34 países que forman la organización, solo por detrás de Portugal. El índice de Gini, además, coloca al país en una de las peores posiciones de Europa.

Si el mundo fuera un país, obtendría 62 puntos en la escala marcada por el estudio (en un rango del 1 al 100). China, con niveles de progreso medios, e India, con registros bajos, influyen fuertemente en los resultados al combinar una población de 2.000 millones de personas. Rusia, Arabia Saudí y Venezuela, con ingresos relativamente altos, presentan bajos niveles de progreso social y, en Europa, las regiones nórdicas (Dinamarca, Finlandia, Islandia, Suecia y Noruega) confirman que su modelo funciona pese a sus históricos talones de Aquiles, como las elevadas tasas de suicidios.

Con 85 puntos, España figura en el puesto número 17 entre los Estados con un mejor resultado en el índice de 133 países analizados. La clasificación la encabezan Finlandia, Canadá

—con su modelo multicultural— y Dinamarca; y la cierran la República Centroafricana, Afganistán y Chad. Pese a la buena posición global de España, acercando la lupa a las autonomías el estudio constata que a la hora de ofrecer mejores oportunidades a sus ciudadanos para progresar, ninguna de las 17 obtiene una mejor nota respecto a otras regiones del globo con niveles de riqueza similares. Un total de 11 presentan registros más bajos que la media. “Tenemos que conseguir, por ejemplo, mayores oportunidades de acceso a la enseñanza superior. Aunque tenemos muchas y buenas universidades, no es suficiente”, cree Blázquez.

Las oportunidades de los jóvenes españoles respecto a otros europeos son, de partida, inferiores. “España es un país que ofrece un sólido acceso a conocimientos básicos, aunque en alfabetización de sus adultos está en desventaja. Es un país con un buen sistema de salud y bienestar, pero con desventajas relativas en temas de tolerancia, por ejemplo, tolerancia religiosa”, apunta Blázquez. Susana Franco, investigadora de Orkestra, destaca que el país acarrea un gran déficit en educación por culpa de que gran parte de su fuerza laboral abandonó en su día la secundaria. “Otro de los indicadores que peores resultados ofrece tiene que ver con la poca confianza en las instituciones, en el sistema legal y político”, que enlaza con la sensación de hartazgo por los casos de corrupción.

Para conocer la realidad social de manera más precisa otros economistas ofrecen sus propias recetas. “No podemos basarnos en un solo indicador porque, por definición, son limitados, miden unas cosas y olvidan otras. Además, el crecimiento por sí solo no nos asegura el progreso social”, cree Raúl Flores, analista e investigador social de Cáritas. Habla de hasta cuatro referencias(índices Gini y 80/20, tasa Arope e informes de la OCDE) para aproximarse a la fotografía real, esa que puede explicar por qué una ola de extremismo hace que la ultraderecha esté tomando posiciones en países clave de Europa.

El poder es mío

Luis Molina, miembro de Economistas frente a la Crisis, recuerda en sus estudios publicados que, según el reparto del patrimonio, “el 1% de la población española posee el 27,2% de la riqueza conjunta”. Su diagnóstico sobre el futuro es muy sombrío. “Lo que está salvando la situación en España (como en Grecia, que registra una distribución de patrimonio muy parecida) es el hecho de que amplias capas de la población vienen compartiendo su modesto patrimonio familiar para paliar las consecuencias de las políticas de austeridad. Una solución de emergencia, porque comerse el patrimonio por carecer de rentas es pan para hoy y hambre para mañana”. Los recortes de derechos sociales y los desahucios corroboran, según él, el proceso de vaciamiento patrimonial de los que menos tienen. Y la reforma laboral vendría a dar la puntilla a un marco de relaciones laborales que permite “trabajar y seguir siendo pobre”, como lo demuestra el hecho de que casi seis millones de trabajadores ingresen el salario mínimo (o menos), sin “ensombrecer” las estadísticas.

En este punto se detiene la reflexión de otro economista, Luis Ayala, coordinador de dos informes sobre desigualdad (Los Libros de la Catarata, Fundación Alternativas, 2015). Ayala cree que los salarios bajos derivados del sistema productivo (centrado en la construcción y los servicios) hacen que estemos “peor que hace 15 o 20 años”. Es lo que Raúl Flores llama “la pérdida del espacio de seguridad”. Porque para muchas familias tener un trabajo ha dejado de ser una forma de satisfacer sus necesidades.

Pero ¿y si el problema no está en la desigualdad? El profesor de sociología de la Universidad Complutense Julio Carabaña desafía el aparentemente sólido consenso sobre el aumento de las diferencias sociales que trasladan economistas de Europa y EE UU, desde Thomas Piketty a Joseph Stiglitz o los investigadores de The Luxembourg Income Study (LIS), un centro apoyado por personas como Paul Krugman, Nobel de Economía. “La desigualdad social en el mundo está disminuyendo, lo dicen los datos. En España ha aumentado durante la crisis el equivalente a lo que disminuyó durante la época de bonanza”, cree Carabaña. “En la Europa de los 15 no ha aumentado en absoluto desde el año 1995, en el último ciclo económico, aunque sí lo ha hecho en EE UU”. ¿Por qué, según él, se exagera? “Porque hay un desplazamiento perverso de la atención, porque parece que el problema es que haya mucha gente rica, y no que haya pobres. Pero el aumento de las rentas en la parte alta de la tabla no es el problema”.

Alternativas

El índice del Social Progress Imperative y otros análisis económicos arrojan otra conclusión: hay margen para que los Gobiernos cambien las cosas porque es la política la que favorece o ataja esos desequilibrios. Francisco Beltrán pone como ejemplo las trayectorias de EE UU y Reino Unido, donde el porcentaje de riqueza en manos del 1% de la sociedad no ha dejado de crecer desde los años setenta (alcanza el 18% y 14%, respectivamente), frente al camino opuesto recorrido por países como Alemania o Dinamarca (que están por debajo del 10%). “Mientras la Europa continental ha logrado mantener relativamente controlada la desi­gualdad medida, los ricos en EE UU y Reino Unido han incrementado de forma sustancial la parte del pastel económico que acaba en sus manos”.

Bajo la globalización capitalista, piensa Luis Molina, es difícil actuar: “Cualquier síntoma de irracionalidad colectiva se produce porque el sistema responde a una razón económica minoritaria, y por cierto irracional: la acumulación patrimonialista sin límite en un entorno de desigualdad extrema y creciente”. Para enfrentarlo propone que la mayoría social recupere la capacidad de hacer que el poder político represente sus intereses. “Se pueden mejorar las desigualdades de renta, destinar transferencias donde más se necesitan, potenciar los servicios públicos, organizar mejor la carga de la fiscalidad, subir el salario mínimo, acabar con las puertas giratorias …”. Otros economistas recetan más mecanismos de redistribución para corregir los fuertes déficits. “Tanto desde el punto de vista de impuestos como de prestaciones sociales. Gastamos menos que otros países con un PIB per capita más bajo”, recuerda Ayala.

“Tenemos que generar elementos propositivos, ir hacia adelante”, enfatiza Raúl Flores. “No podemos dejar que el ascensor social, ese que en los años de bonanza subía, no pare en las plantas más bajas”.

RADIOGRAFÍA DE LA FALTA DE OPORTUNIDADES

Yugoiztochen, la peor de la UE. Al sudeste de Bulgaria se encuentra Yugoiztochen, una región con poco más de un millón de habitantes, apenas 5.237 millones de PIB y una renta de 9.000 euros. Según el Social Progress Index, es la que menos oportunidades ofrece a los ciudadanos de toda la UE. Le sigue Severozapaden, en el mismo país, zona donde apenas hay universidades y que tiene la peor tasa de esperanza de vida.

La zona con más oportunidades. Rodeada por vastos paisajes, Övre Norrland, la región más septentrional de Suecia (forma parte de Sápmi, Laponia) encabeza el ránking regional de las zonas que ofrecen más oportunidades del continente. Más del 20% de su población tiene estudios superiores (las mujeres, en proporción, están mucho mejor formadas que los hombres). Es una gran exportadora de madera y minerales.

Madrid, la mejor situada de España. En el puesto número 92 entre 273 regiones del continente se sitúa Madrid dentro de la clasificación del índice que mide el progreso en Europa. A su favor, ofrece un buen acceso a servicios básicos y aceptables niveles de tolerancia. En su contra, la baja confianza de sus ciudadanos en el sistema político así como una alta percepción de la corrupción.

Londres, ¿una gran capital? Con un PIB per capita de 80.400 euros, el más alto de la UE, Londres ofrece, comparativamente con otras ciudades de su nivel, muy malos resultados en sanidad (mortalidad infantil y muertes antes de los 65 años altas), calidad del agua, sanidad básica y seguridad personal. También falla en aspectos como su alto número de jóvenes que ni estudian ni trabajan.

El débil corazón europeo. Bruselas es otro de esos ejemplos sorprendentes: ocupa el tercer puesto en la generación de riqueza pero queda relegada al 81 (de 272 regiones) en relación a lo que ofrece a sus ciudadanos. Un bajo nivel educativo, el alto coste de la vivienda (que comparte con Londres), una alta tasa de muertes por enfermedades cardíacas o una alta tasa de homicidios lastran su puntuación.

Poca potencia italiana. Cinco de las 10 regiones que menos oportunidades de desarrollo ofrecen a sus ciudadanos (en relación a su PIB) están en Italia. Se trata de Véneto, Liguria, Piamonte, el Valle de Aosta y Lombardía. Además, las regiones del sur del país registran las peores puntuaciones globales, entre otras cosas por la baja calidad de los servicios públicos y la escasa confianza en las instituciones.

Los grupos de la cabeza y la cola. Junto a la capital de España, las regiones más avanzadas del país son el País Vasco, Navarra, Cantabria y Castilla y León. El informe sitúa en la cola, por este orden, a Melilla, Ceuta, Andalucía, Baleares y Castilla La Mancha. Los autores del estudio destacan el gran desequilibrio que existe entre las autonomías españolas, mayor que el que se detecta en países de tamaños similares.

Educación. Baleares presenta la tasa de inscripción en educación secundaria más baja del país, seguida de Melilla, Ceuta y Canarias. En cambio, Ceuta, Extremadura y Andalucía son las tres regiones donde el abandono temprano de la escuela es mayor. Extremadura, Baleares y Castilla La Mancha tienen las peores puntuaciones en acceso a la educación superior. En el lado opuesto están País Vasco, Madrid y Navarra.

Sanidad. España sale muy bien parada en los parámetros que miden la salud y el bienestar, así como en el acceso a cuidados sanitarios básicos y nutrición. Y eso pese a que el presupuesto para sostener hospitales y centros de salud ha caído un 14% durante la crisis (más de 10.000 millones). Sin embargo, los indicadores de opinión de los ciudadanos y las listas de espera anticipan que esa situación puede terminar por revertirse.

Corrupción.La corrupción es un grave problema en un buen número de regiones de Italia, Bulgaria, Rumanía o Grecia. España se encuentra en posiciones intermedias en la tabla. La clasificación tiene en el lado opuesto la limpieza de los países nórdicos. En España a principios de este año había un millar de políticos con causas judiciales pendientes. Un 95% de ciudadanos están convencidos de que el sistema favorece la impunidad.

La pobreza de los salarios. Según un estudio de UGT, un total de 5,9 millones de personas, es decir, el 35% de los asalariados, cobra menos del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), fijado en 655,20 euros para 2016. A eso se añade, según datos del INE, que en la última década los trabajadores con ingresos bajos, (en especial los trabajadores a tiempo parcial), han perdido un 11,4% de salario.

Jóvenes con la vida difícil. Solo el 20% de la población joven (entre 16 y 29 años) ha conseguido emanciparse de sus padres, según los datos del Consejo de Juventud español. El 92,5% de las contrataciones realizadas a personas menores de 30 años son de carácter temporal y la tasa de paro en ese colectivo se eleva al 34,4%. Un panorama desolador que marcará el futuro económico del país.

Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2016/12/02/actualidad/1480701723_042348.html

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La agenda educativa del presente con la mirada en el pasado

Miguel Ángel Pérez

Los recientes acontecimientos que de manera coyuntural se han presentado han cimbrado a los distintos sistemas incluyendo el educativo. El triunfo de Donald Trump en la elección presidencial de los EU, la desafortunada aparición mediática del titular de la SEP Aurelio Nuño, el cual fue corregido por una niña al pronunciar durante tres ocasiones la palabra “ler” sustituyendo la palabra correcta “leer”, inaugurando con ello una forma de distorsionar el lenguaje y logrando de rebote la distorsión de la educación, el aferramiento desde la esfera de gobierno de continuar defendiendo a toda costa la propuesta de reforma educativa, junto con el anuncio de recortes al presupuesto. Estos acontecimientos aunque son ajenos en algunos de ellos al sistema lo están determinando, la actual agenda pública en educación se mueve mucho más por las dinámicas políticas que por necesidades e iniciativas desde el interior del sistema.

El destaco sociólogo francés Pierre Bourdieu, había construido la categoría de campo para referirse a la construcción y delimitación de un espacio social determinado, con reglas, disputas y confrontaciones, bajo esta lógica el campo educativa ha sido invadido por personajes que se mueven a partir de intereses y motivaciones ligados a una racionalidad política, la racioinañliodfad educativa o pedagógica aparece desdibujada en el mapa de grupos, propuestas y dinámicas al interior del propio campo.

La agenda pública se traza a partir de los temas e intereses que desde la opinión publica se van tejiendo y luego pasan al sector público. La actual agenda pública se ha trazado a capricho de intereses políticos a partir de las aspiraciones y el deseo de los gobernantes, la actual agenda educativa está trazada por el interés político, el cual se distancia de las necesidades sociales y ciudadanas, se pierde de vista que una sociedad movilizada reclama espacios en la toma de decisiones y en el interés de la inclusión de sus temas de interés.

En la gestación y el trazo de la actual agenda pública aparecen el miedo o el temor por el ascenso al poder de un personaje impredecible cuya señal es que habrá excesos de conservadurismo en toda la sociedad estadounidense y gran parte del mundo, un segundo elemento de la agenda es el clima de austeridad a partir del recorte al presupuesto, de tener (una vez más): hacer más con menos, de amarrarse el cinturón, de abastecerse en gastar en cosas innecesarias, cuando han sido los trabajadores los que por sistema siempre se han sacrificado y el tercer elemento tiene que ver con la reforma educativa como bandera y como obsesión y capricho desde el poder.

El temor, la austeridad y la imposición son los ingredientes que desde la esfera del poder regulan la gestión y ruta de acción de la actual agenda pública en educación, el resultado que se espera (desde el escaparate publicitario) es que de ahí surja una educación de mejor calidad, ¿será posible lograrlo? Me parece que no, debido a que las variables de los insumos no están vinculadas con la calidad. Desde una perspectiva lineal el escenario que se vislumbra es que tendremos educación de más baja calidad en el corto plazo, habrá alumnos que deserten o abandonen las escuelas, el trabajo de los docentes (ya muy violentado por la amenaza de la reforma junto a la evaluación punitiva), seguirá la tendencia al deterioro, y desde la esfera gubernamental tenderá a endurecer aún más la postura de poder.

A partir de estas tendencias, no se visualiza un panorama favorable para los amplios grupos sociales, no existe ninguna agencia que sirva de contrapeso y que confronte con propuestas los excesos gubernamentales, el SNTE que aunque de manera tibia lo hacía lo hacía en otro tiempo, sólo de manera declarativa en los tiempos de Elba Esther Gordillo, hoy ha pasado a la colaboración descarada de las iniciativas del gobierno. Pareciera que el SNTE se ha convertido en un apéndice más del poder y desde ahí su tarea y su misión es la de sensibilizar es decir ‘convencer’ a los docentes para que apoyen la reforma, que es buena, y que está bien hecha. El viraje en el SNTE por llamarle de cierta manera es a cambio de algunos pesos que han recibido desde el gobierno para desplegar una política perversa en donde se traiciona de facto a los agremiados y se amplía el horizonte de los aliados al gobierno y a los grupos de poder.

¿Cómo pensar en una forma diferente para elaborar una agenda pública en educación que incluya las necesidades de la gente, Que mire en perspectiva el escenario de manera estratégica y que administre adecuadamente los recursos con los que se cuenta?

La respuesta no es sencilla se requiere, dinamizar una voluntad política y colectiva que en este momento que no existe y crear una sinergia desde todas las incisivas alternativas, opositoras, y contestarías. La CNTE goza de autoridad política para encabezar dicha iniciativa pero sola no puede hacerlo, ha sido mucho el desgaste de los contingentes, se requiere abrir las alianzas con grupos y colectivos que de manera no tan combativa se han pronunciado en contra de la reforma, la clave está en trazar un objetivo muy claro que permita hacer coincidir una serie de fuerzas hoy dispersas e incluso incompatibles entre sí, en el diseño de un proyecto común.

¿Cómo imaginamos el servicio educativo en algunos años o en los primeros meses después de que este gobierno concluya su gestión sexenal? El problema más grave es que no lo podemos imaginar es tanta la devastación que la imaginación utópica ha quedado truncada parcialmente, debemos imaginar una realidad diferente menos tensa y desfavorable, que comience a armonizar de mejor manera o todos los componentes del sistema y que coincidan en una mejor educación. Como decían los viejos soñar no cuesta nada y ahí inicia la ruta para caminar en un mundo mejor.

Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/la-agenda-educativa-del-presente-con-la-mirada-en-el-pasado/

Fuente de la imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2016/06/enfrentamiento-cnte-chiapas2.jpg

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