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Eduardo Nava Hernández: Universidad pública y neoliberalismo

El debate abierto hace unas semanas por el presidente Andrés Manuel López Obrador a propósito de la penetración de la ideología y las políticas neoliberales en la UNAM y en general en las universidades públicas mexicanas no debe darse por concluido, sino entrando apenas en su etapa de planteamientos.

De inmediato diversos y dilectos representantes de las burocracias universitarias, encabezados por el mismo rector Enrique Graue de la Universidad Nacional, rechazaron los señalamientos del presidente, reivindicaron la autonomía de sus instituciones y sacaron a relucir ante la opinión pública los logros y aportaciones al conocimiento científico y social realizadas por las mismas. Destacó la intervención en una videograbación del secretario general de la misma UNAM, Leonardo Lomelí Vanegas, resaltando la crítica que desde más de 125 publicaciones universitarias se han hecho al orden neoliberal contemporáneo. Desde luego, como economista, el funcionario conoce la amplia bibliografía escrita al respecto por sus colegas e investigadores de otras disciplinas sociales. Pero el punto nunca fue si, como resultado de las libertades de cátedra e investigación, los académicos han expresado esas posiciones críticas, sino cómo las instituciones en cuanto tales se amoldaron a las ideologías y prácticas dominantes en la sociedad y la administración pública durante las décadas de predominio del privatismo y el fundamentalismo del mercado.

Uno de los aspectos que debiera colocarse sobre la mesa es, desde luego, la funcionalidad de la autonomía universitaria, legítima y ampliamente justificada desde la Carta de Córdoba de 1918, para la configuración de grupos burocráticos autorreproducidos que dominan las instituciones y generan intereses particulares, más allá de la naturaleza pública de éstas. Ejemplos hay con profusión: la Sosa Nostra de Gerardo Sosa Castelán (hoy preso, pero cuyo grupo logró colocar diputados y funcionarios municipales en alianza con el Morena en las pasadas elecciones) en la Universidad Autónoma de Hidalgo; el grupo de Raúl Padilla en la Universidad de Guadalajara; el de Fernando Moreno Peña en la de Colima, entre otros; todos ellos surgidos bajo la otrora indisputada hegemonía del PRI, aunque hoy corran por otros derroteros políticos.

Hasta el presidente del Tribunal Universitario de la UNAM, Eduardo López Betancourt, se sumó a la crítica a esas prácticas mafiosas en su propia institución cuando declaró “[…]somos los universitarios los que debemos transformar a las universidades públicas, que por naturaleza deben ser esencialmente democráticas, por lo que es inaceptable que nuestras casas de estudios sean gobernadas por grupúsculos que durante años se han favorecido en todos los ámbitos económicos y particularmente en la obtención de prebendas académicas” (https://www.sinembargo.mx/07-10-2021/4038223).

En otros muchos casos, como ocurre con la Universidad Michoacana, son directamente los gobernadores en turno los que asumen el control político de las instituciones universitarias imponiendo a los rectores de su preferencia, muy a pesar de la formalidad de la autonomía. Quizá sea éste el patrón más extendido en nuestra educación superior.

No se trata, entonces, de cuestionar o poner en duda la importancia de ese nivel educativo para la población ahí formada profesionalmente, ni los aportes que sus investigadores y docentes hacen a la sociedad. Lo que está y debe estar en el debate son sus orientaciones educativas y de investigación y sus estructuras de comando, que es un tema eminentemente político tratándose de grandes organismos con repercusiones en los ámbitos regionales o nacionales.

El control político y el autoritarismo no iniciaron con la etapa de las doctrinas neoliberales; son de vieja data y tienen raíces profundas en la naturaleza casi por definición elitista de sus orígenes como instituciones o en haber surgido de decisiones de los grupos gobernantes; pero esos componentes se acentuaron como reacción a la presencia de pujantes movimientos estudiantiles y sindicales en las décadas de los sesenta y setenta. De las instituciones universitarias surgían muchos de los cuestionamientos al orden político autoritario y a la estructura social que reproduce en prácticamente todos los ámbitos la desigualdad: económica, sexual, laboral, etcétera, y el insuficiente cumplimiento de derechos para los grupos sociales debilitados.

¿Se acoplaron nuestras instituciones de educación superior a las prácticas dominantes de la política de privatización de la ganancia y el patrimonio sociales que es el núcleo del llamado neoliberalismo? Claro que lo hicieron; y lo raro sería que no lo hubieran hecho, dados sus múltiples enlaces y vasos de comunicación con las diversas instancias de poder político y, más recientemente, las económicas, también con intereses privatistas.

Baste, en primera instancia, con ver la proliferación de instituciones educativas privadas que ofrecen diversas licenciaturas, cursos y posgrados (no siempre de buena calidad). Tal propagación en los lustros recientes da cuenta, ante todo, de la insuficiencia de las instituciones públicas para satisfacer la demanda educativa y la formación reclamada por los mercados de fuerza laboral profesionalizada (es decir, de trabajadores capacitados en ámbitos casi siempre muy particularizados del conocimiento). Desde los años ochenta se frenó el crecimiento de la educación superior pública, junto con los presupuestos destinados a ese fin; se impusieron restricciones al ingreso (en áreas como Medicina, particularmente, con el costo social que eso ha representado ante una nueva situación como la actual pandemia) y a la matrícula, y todo eso dio lugar a un gran crecimiento de las empresas de formación profesional en el país, como es ya bien conocido.

Pero también se combatieron sus expresiones de autonomía más acentuada (como en las universidades de Guerrero, Puebla y Sinaloa) y se impusieron a la enseñanza orientaciones claramente técnicas por sobre las humanísticas y sociales, se prefirieron las carreras de alta particularidad, no los conocimientos enriquecidos interdisciplinariamente, y se buscó la vinculación con los mercados como prioridad educativa.

La entrega neoliberal de la autonomía universitaria se ha expresado también como una transferencia de funciones a organismos privados evaluadores o dictaminadores (el Ceneval, Centro Nacional de Evaluación de la Educación Superior), que incluye desde la selección de aspirantes al ingreso hasta la titulación de los egresados mediante exámenes estandarizados. Nuestras instituciones han abdicado ahí por completo de sus atribuciones legales sin que ante esos actos se eleven voces de protesta como lo hacen ante la crítica de sus desviaciones.

Una modalidad más reciente de la política universitaria de los gobiernos federal y estatal es la precarización creciente del trabajo académico. Según estimaciones recientes, en la misma UNAM, sin duda la mejor institución de educación superior en el país, el 70 por ciento de los trabajadores académicos son de asignatura contratados interinamente (https://www.sinembargo.mx/03-11-2021/4052400). La brecha salarial entre académicos de tiempo completo y docentes por materia se ha ampliado sustantivamente y, sobre todo, se han hecho mucho más estrechos los canales de ascenso a mejores plazas. La llamada meritocracia es una absoluta falacia, cuando las instituciones relegan a sus propios egresados a posiciones de labilidad laboral por decisiones de los grupos de poder que manejan las universidades para dar cobijo solamente a sus protegidos y adherentes.

La precarización no es meramente una determinada ubicación en el mercado laboral, sino un medio de control político que las autoridades usan ampliamente sobre los trabajadores. La amenaza del despido o de la no recontratación convierte al docente en un instrumento manejable al antojo de los directivos e introduce una diferencia sustantiva entre los definitivos de carrera y aquéllos que periódicamente tienen que postularse a exámenes o concursos, o simplemente al criterio de las autoridades de la institución, para conservar el empleo.

Esta situación también ha contribuido a debilitar al sindicalismo, y se extiende también, penosamente, a los organismos no autónomos, dependientes directamente del gobierno federal, como lo han mostrado los reportajes de Montserrat Antúnez sobre el hostigamiento laboral y la precariedad en el Instituto Politécnico Nacional (https://www.sinembargo.mx/30-10-2021/4049540) y de Mathieu Tourliere en la revista Proceso (2348, 31 de octubre de 2021) acerca de las Universidades para el Bienestar “Benito Juárez García”, creadas por el actual gobierno. Y no deja de ser una gran paradoja que a cargo de la Subsecretaría de Educación Superior de la SEP y de las UBBJG, aplicando esas políticas discriminatorias y atentatorias contra el trabajo, estén dos ex militantes comunistas como Luciano Concheiro Bórquez y Raquel Sosa Elízaga, respectivamente.

Pero eso no es todo. La aplicación por el actual gobierno de topes salariales y de un modelo de contención a las prestaciones establecidas en los contratos colectivos de trabajo es otro de los legados del en realidad no superado periodo de neoliberalismo en la educación pública. Y recientemente ha aflorado otra política de afectación a los trabajadores de la educación superior, con la pretensión de trasladar el régimen laboral de los trabajadores de los centros de investigación directamente dependientes de la Federación, del apartado A del artículo 123 al B, limitando por esa vía su capacidad para negociar contratos colectivos y para estallar huelgas, como se pretende con el CIESAS, o con la reducción del presupuesto (se ha hablado hasta de su desaparición) al CIDE y al Instituto Mora.

Sí, en estos casos y en muchos más, la recepción del liberalismo por las universidades formalmente autónomas y por las dependientes del gobierno federal ha sido amplia y abarcante en sus equipos dirigentes, y recorre con sus efectos también a las comunidades de estudiantes y trabajadores que los padecen. Por eso es que el debate debe seguir abierto dentro de las propias comunidades académicas y en el conjunto de la sociedad, y sobre todo conducir a acciones de fondo que lleven a recuperar su vocación democrática, su justificada autonomía y su espíritu de servicio al pueblo.

Eduardo Nava Hernández. Politólogo – UMSNH.

Fuente: https://rebelion.org/universidad-publica-y-neoliberalismo/

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La universidad pública y presencial agoniza

Por: Marcos Roitman Rosenmann

Para un mejor y mayor control de la población, el capitalismo acelera su transición digital. En este proceso está obligado a introducir cambios estructurales en sus instituciones. Nuevos tiempos nuevos requerimientos, otras funciones. Algunas nacerán bajo palio, otras serán declaradas obsoletas, y las restantes sufrirán mutaciones. La universidad es una de ellas. Por razones utilitarias, mantendrá su nombre, pero su ADN habrá mutado. La universidad pública será una caricatura de sí misma, al introducir el ideario empresarial de las universidades privadas. Hasta hoy, los fines de la pública han sido la promoción de las ciencias, las artes, el pensamiento crítico, la investigación y los saberes poco convencionales. Sus valores y principios aquilatan sus enseñanzas. Siempre encuentra un espacio para incorporar avances científicos o modificar planes y programas de estudio. En sus 10 siglos de existencia pervive gracias a mantener el norte en sus reformas: defender la libertad de pensamiento, la crítica, y ser atalaya contra la inquisición y el dogmatismo. Además, tiene fama de incentivar itinerarios nada rentables, como la historia del arte, griego, latín o las humanidades.

Una sociedad democrática se proyecta en sus aulas universitarias. Autonomía, libertad de cátedra, representatividad estudiantil, respeto, valores republicanos, responsabilidad y compromiso ciudadano. En las ciudades universitarias está grabada la memoria colectiva de los pueblos. Murales, esculturas, pinturas, arquitectura, bibliotecas, centros de investigación. Las luchas universitarias sintetizan momentos democráticos, y represión. Cómo no recordar aquel ¡adelante, adelante, obreros y estudiantes!, sello de la revolución universitaria de Córdoba, Argentina, en 1918. En España, los recitales y las manifestaciones reivindicando el fin de la dictadura franquista. Las movilizaciones estudiantiles en México y la matanza de Tlatelolco en 1968. Los ejemplos son muchos. Resulta significativo que en cada golpe de Estado, la universidad es una las instituciones más castigadas. Se cierran facultades, expulsan docentes y estudiantes. Se criban bibliotecas y sus aulas se convierten en espacio yermo donde predomina la mediocridad, el miedo y el autoritarismo.

Hoy, en la transición digital, el camino de las reformas universitarias tiene las mismas consecuencias que un golpe de Estado. Entre sus tareas no estará promover el librepensamiento, la creación artística o fomentar la capacidad de juicio crítico. El estudiante será considerado un cliente. Desaparecerán itinerarios poco rentables. El éxito se medirá por los ingresos y las matrículas en grados, masters, doctorados y su capacidad para digitalizar la enseñanza. Será una universidad castrada. Dejará de enseñar valores éticos para apoyar la competitividad, el individualismo y un exacerbado egoísmo.

En esta nueva realidad, la universidad, forjada en el humanismo y el pensamiento crítico, constituye un estorbo. Los lemas que identifican las universidades quedan obsoletos. Por mi raza hablará el espíritu, de la UNAM; La virtud argentina es la fuerza y el estudio, de la Universidad de Buenos Aires; Busca la verdad en las aulas de la academia, de la Universidad de Bogotá; Hacia la libertad por la cultura, de la Universidad de El Salvador; La libertad ilumina todas las cosas, de la Complutense de Madrid; Id y enseñad a todos, de la Universidad de San Carlos de Guatemala; La casa que vence a la sombra, de la Universidad Central de Caracas, o En busca de la luz, de la Universidad de Costa Rica. Tal vez surja otro acorde con la digitalización y la economía de mercado: “Por el big data hablará mi algoritmo” o la inteligencia artificial nos hará libres.

Sustituir hábitos, modificar técnicas pedagógicas y modernizar la docencia es el objetivo. Las aulas se reconvierten para albergar la tecnología digital. Acoplados a la mesa del profesor, los ordenadores, cámaras para retransmitir las clases y los usuarios y clientes conectados en tiempo real desde cualquier lugar. Las clases magistrales son un estorbo. La docencia debe digitalizarse. No más pizarras, tiza ni borradores. Las clases, por videoconferencia. Aquella complicidad, chistes, risas, gestos de admiración o aburrimiento desaparecen. ¡Y todo comenzó con el Power Point!

Grabados, observados y objeto de manipulación a distancia, la docencia pierde su valor formativo. Educar en valores, guiar motivaciones, compartir y socializar conocimientos, conductas sólo posibles en el aula de clases, se desvanecen. Lo siguiente, profesores robots. Ya será posible dar clases desde el wáter. El único requisito: tener un dispositivo para engancharse a la red. Al otro lado, los usuarios viven la experiencia virtual. Es posible que el cliente-alumno nunca tenga un encuentro cara a cara con su profesor. Así, las ciudades universitarias irán desapareciendo y con ello el sentido humanista de la docencia y vida universitaria. La deshumanización seguirá su curso.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2020/08/04/opinion/018a2pol

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Verdad y política: la universidad en su laberinto

Por: Pedro Flores

Creo que la responsabilidad central de la universidad pública es cultivar y defender la verdad. Me pregunto si en el México democrático de hoy vamos por este camino o ya lo perdimos.

Yuval Noah Hararihistoriador de la Universidad Hebrea de Jerusalénescribió un texto en The New York Times intitulado, “Puedes votar, pero no elegir lo que es verdad”en donde clarifica el lugar que tienen el poder político y la verdad dentro de una elección democrática (03/02/20). Las elecciones populares son para encauzar los deseos de la gente por medio del candidato X, Y, o Z, no para hallar la verdad. Las cuestiones referidas a la verdad deberían dejárseles a los expertos, asiente Harari.

Al discutir la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein, explica el historiador, pesa más la opinión del profesor de física que las observaciones de cientos de historiadores o de miles de abogados. Esto no significa, reflexiona el también filósofo, que el especialista no se equivoque ni que sus instituciones estén ausentes de “corrupción, sesgos y errores”, pero subordinarlas al Ministerio Oficial de la Verdad (governmental Ministry of Truth) empeora las cosas.

Los gobiernos, prosigue Harariconstituyen la institución más poderosa dentro de la sociedad y con frecuenciason tentados por el deseo de distorsionar y encubrir las verdades inconvenientes. Esto no es extraño: el poder tiende “justificarse” siempreagregarían José Antonio Marina y Javier Rambaud en su Biografía de la Humanidad. Por eso, permitir al gobierno que supervise la búsqueda de la verdad es como nombrar al zorro el guardián del gallinero, dice Harari.

Para proteger la verdad, prosigue el profesor universitario,es mejor confiar en los mecanismos internos que las propias instituciones académicas han diseñado. La publicación científica sometida a revisión de pares es mucho mejor que la supervisión de los agentes gubernamentales (government officials). Harari también observa que el desarrollo y la promoción académica depende comúnmente de reconocer errores previos y de descubrir hechos no conocidos. La autocorrección por medio de la exposición y crítica pública es entonces un mecanismo valioso y un código académico que, como podemos suponer, al poder político clásico no sólo no le hace mucho sentido, sino que podría atacarlo.

Según el historiador, van en ascenso “regímenes populistas” que primero fomentan el odio hacia lo extranjero y hacia las minorías para después atacar sistemáticamente cualquier institución que limite su poder. Estas instituciones son principalmente los medios de comunicación, las cortes de justicia y la academia que, si son independientes, serán los garantes de proteger la verdad.

Un gobierno atacaría a estas instituciones precisamente porque la verdad no lo obedece, al contrario, por su naturaleza, lo cuestiona e incomodaEl típico líder populista, agrega Hararitrata de seducir a la gente diciéndole que la única cosa que importa son sus deseos, por eso cuando algún especialista señala una verdad incómoda la reacción desde el poder es rebautizarlo como el traidor que se opone a la voluntad del pueblo.

El breve texto de Harari ayuda a enfatizar y a reflexionar sobre al menos tres aspectos. Primero, la construcción y defensa de la verdad no es una cuestión de popularidad o de mayorías. “El congreso puede pasar una ley declarando que la teoría de la evolución está equivocada, pero dicha norma no cambia la realidad”, dice el filósofoSi bien es más fácil establecer criterios de verdad en los fenómenos naturales que en los sociales, esto no obsta para construir argumentos veraces sobre si, por ejemplo, un programa social está funcionando de manera efectiva o no. Una cosa son los resultados de estos ejercicios y otra la medición de la popularidad del líder.

Segundo, dado que la academia independiente es algo valioso que preservar, habría que repensar en cuáles son los mecanismos más idóneos para formar y elegir a los expertos que podrían cultivar y defender la verdad ante el poder político. La doblez intelectual ante el gobierno es latente¿No habremos ya perdimos la capacidad de ser autónomos e independientes en la universidad pública de MéxicoCreo que no, pero vamos por este camino dado el mantenimiento del control burocrático (interno y externo) que han originado las políticas restrictivas de financiamiento impuestas tanto por gobiernos “populistas” como “neoliberales.

Tercero – y último punto –, si la academia es una de las instituciones que construye las verdades incómodas por sus propios códigos además, posee la libertad de manifestarse pública e independientemente, hay posibilidades reales de delinear una postura crítica y de oposición ante cualquier gobierno democráticamente electo. Con ello, los académicos no sólo estaríamos haciendo nuestro trabajo, sino también mostrando una capacidad humana que en otros tiempos sería valorable. Oponernos con razón y efectividad al poder tendría que incorporarse a alguna noción alternativa de “excelencia” o de “calidad educativa”. ¿Por qué?

Porque construir y defender la verdad, así como hacerle oposición al poder político con ella, puede beneficiar a las mayorías, aún cuando éstas no intervengan en su construcción, como bien sostiene HarariMe explico: ¿se imagina usted cuántas vidas se habrían salvado alrededor del mundo si el gobierno Chino no hubiera proscrito la voz del doctor Li Wenliang, quien alertó por redes a sus amigos sobre el brote del Coronavirus? Por “difundir rumores” Wenliang fue apercibido por la policía, fue a dar a la comisaría, firmó una declaración donde se declaraba culpable y prometía no reincidir (El País, 07/02/20, nota de Macarena Vidal Liy). Días más tarde el oftalmólogo tristemente moriría a consecuencia del virus.

¿Qué discusión entonces tendríamos ahorita si el doctor Wenliang hubiera tenido la libertad de que alguna universidad o medio de comunicación independiente lo respaldara ante el gobierno para exponer la verdad de sus observaciones? La placentera mentira y el ocultamiento de la realidad, en cambio, probablemente agravó pandemia.

En México, aún estamos en posibilidad de elegir entre acomodarnos ante el veleidoso poder del gobierno en turno o mantenernos firmes para cultivar la verdad, exponerla de manera independiente, defenderla y en su caso, hacer oposición antes de que las consecuencias las paguen otros que no precisamente están sentados en la silla del poder.  La universidad pública mexicana aún no está moralmente derrotada.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/verdad-y-politica-la-universidad-en-su-laberinto-2/

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Colombia ahora cuenta con su primera universidad pública indígena

América del sur/Colombia/30 Enero 2020/semana.com

El Ministerio de Educación y el Consejo Regional del Cauca suscribieron un acuerdo para que la Universidad Autónoma Indígena Intercultural (UAIIN) reciba este año 11.600 millones de pesos para su funcionamiento. ¿Cuál es la historia de esta institución?

A raíz de las múltiples movilizaciones de estudiantes, maestros y ciudadanía en general en los últimos años, la educación ha obtenido una evidente prioridad en la agenda del país. Por ejemplo, en materia presupuestal, los recursos destinados a este sector (44,1 billones) ocupan el primer lugar, por encima ya de defensa (35,7 billones). No obstante, las necesidades en el sector son muchas, y en las recientes marchas, muchos de los manifestantes han reiterado un pedido, el fortalecimiento de la educación superior pública.

Antes de finalizar 2019, el 31 de diciembre, el Gobierno anunció que la Fundación Universitaria Internacional del Trópico Americano (Unitrópico), en el Casanare, pasaría de ser privada a pública, con lo que el país inició el 2020 con 20 instituciones públicas pertenecientes al Sistema de Universidades del Estado (SUE).

Ahora, a esa lista del SUE, hay que sumarle una nueva universidad pública, que además se convierte en la primera institución de educación superior indígena del país, la Universidad Autónoma Indígena Intercultural (UAIIN), la cual funciona en el Cauca.

Este viernes, el Ministerio de Educación y la UAIIN suscribieron en Popayán un Convenio que asegura la financiación de la base presupuestal de la Institución, con lo que se le garantiza aportes de la Nación por un monto de 11.600 millones de pesos. De esta manera la Universidad se convierte oficialmente en parte del Sistema de Universidades del Estado.

Estos recursos serán destinados al financiamiento de los gastos de funcionamiento (pago de profesores, administrativos, adquisición de bienes y servicios y otros gastos generales). Sin embargo, la ministra de Educación, María Victoria Angulo, precisó que en el primer trimestre del año se firmará un nuevo convenio para asignarle a la universidad recursos para inversión.

Con la firma del Convenio ahora queda habilitado, y de manera permanente, la transferencia de recursos de la Nación para la Universidad que antes funcionaba únicamente con recursos propios. Adicionalmente, se abre la posibilidad para que la Institución acceda a las demás fuentes de financiamiento para la educación superior pública.

La universidad fue concebida por el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), que tras consolidar el proyecto mediante sus proyecto de participación internos, adquirió su sede administrativa en el 2003; solo con recursos de las autoridades indígenas. Con la movilización indígena del 2013, fue firmado el decreto 1953, el cual reconoció los sistemas de gobierno propio de las comunidades indígenas; entre ellos el Sistema Educativo Indígena Propio (Seip), que dentro de sus componentes abrió el camino para el reconocimiento por parte del Gobierno a una universidad indígena.

A partir de ese momento, inició el camino hacia la acreditación de calidad, un filtro realizado por académicos nacionales e internacionales que verifican el estado de la universidad desde componentes administrativos y pedagógicos. De esa manera, es hasta finales de 2018 cuando la UAIIN adquiere el registro calificado para 10 programas de formación. Aunque durante 2019 funcionó solo con recursos propios, desde ahora la Universidad funcionará con los aportes del Gobierno.

Para este año la UAIIN tiene poco más de 1.000 estudiantes matriculados en los programas académicos que se construyeron conjuntamente con la Cric: Pedagogía Comunitaria, Administración y Gestión Propia, Buen Vivir Comunitario 6 , Lenguas Originarias, Derecho Propio Intercultural, Revitalización de la Madre Tierra, Salud Propia Intercultural, Comunicación Propia Intercultural, Pedagogía de las Artes Ancestrales.

Además de la Ministra de Educación, en el acto de firma del Convenio estuvieron presentes la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez y el representante legal del Cric y de la UAIIN, Hermes Evelio Pete Vivas, quien estuvo acompañado por un grupo de autoridades indígenas.

Fuente e imagen tomadas de: https://www.semana.com/educacion/articulo/colombia-ahora-cuenta-con-su-primera-universidad-publica-indigena/649188

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Entrevista a Joan Elias: “La universidad pública necesita más dinero y más autonomía, el modelo actual nos encorseta”

Entrevista/Autor: Victor Saura/eldiariodelaeducacion.com

Dividir universidad e investigación en dos ministerios “no tiene ni pies ni cabeza”, afirma el rector de la UB, Joan Elias. Con todo, a ambos ministros les pone deberes: a Ciencia, que recupere los presupuestos precrisis. Y a Universidades, que emprenda una nueva reforma como la que representó la LRU de 1983.

En los últimos meses, Joan Elias (Barcelona, 1956), catedrático de Matemáticas y rector de la Universitat de Barcelona desde 2016, ha alzado la voz para alertar sobre el deterioro de la universidad pública. Le tocaba hacerlo no solo como rector de la primera universidad catalana, sino sobre todo como presidente de la ACUP (Asociación Catalana de Universidades Públicas), cargo rotatorio en el que acaba de ser relevado por la rectora de la Universidad Rovira i Virgili, María José Figueras.

Elias reconoce que a comienzos de curso, con el resto de rectores, se plantearon convocar una concentración en la calle si se confirmaba que en los nuevos presupuestos de la Generalitat el incremento de la dotación para universidades resultaba pírrico. Es una idea que está ahora aparcada, pero no descartada, explica. En lugar de eso, el 8 de octubre hicieron un acto entre académico y reivindicativo en el Paraninfo de la UB con los ocho rectores de las universidades públicas catalanas como protagonistas. Un acto que tuvo un amplio eco mediático. Desde entonces queríamos sentarnos con él y finalmente hace unos días lo hemos logrado.

Después de todas las movilizaciones que tuvieron lugar en el primer trimestre del curso, parece que les han escuchado…

Hicimos aquel acto público en el Paraninfo que fue tan masivo porque había una razón clara de falta de financiación, sabíamos que se estaba empezando la discusión de presupuestos y sabíamos que la cosa no mejoraba. Después de aquel acto fuimos a ver al vicepresidente y confirmamos que el incremento que ellos proponían se agotaba con el tema de los atrasos salariales y la rebaja de tasas, y después de esto ya quedaba muy poco de incremento real. Esto fue antes del 14 de octubre, que es cuando se publica la sentencia del Procés, que lo paraliza todo, pero nosotros hemos continuado trabajando con los grupos parlamentarios, explicándoles cómo estamos.

En aquel momento se hablaba de 100 millones más, en el acuerdo de presupuestos entre el Gobierno y los Comuns esta cifra se eleva a 140, además de una partida de 57,4 millones para compensar la rebaja de tasas. ¿Cómo lo valoran?

Las sensaciones son buenas, pero esto va por semanas. Lo que se ha anunciado no es 100% seguro. Cuando lo sea haremos una valoración.

Lo que es seguro es que habrá una rebaja de tasas del 30%, como pedía la ILP Universidades.

Sí, pero lo que nadie pide, y esto se lo explicamos al vicepresidente, es que la rebaja de tasas sea de golpe. Ni la ILP Universidades, ni los sindicatos de estudiantes, nadie pide que sea el próximo año; comprenden la situación financiera de las universidades y por tanto entienden que, por ejemplo, se pueda hacer una rebaja del 10% durante tres años.

Se supone que es para favorecer la equidad.

Y por eso tiene que hacerse bien. Desde mi punto de vista, sería razonable que no fuera generalizada, sino que tuviera en cuenta el nivel socioeconómico de la familia. De acuerdo que aquellos que tienen un alto poder adquisitivo pagan más impuestos, pero teniendo en cuenta el sistema que tenemos, y el país que tenemos, que no es un país rico, creo que esta rebaja de tasas se tiene que modular.

Además de la financiación de la universidad, el otro gran tema es la situación de precariedad laboral de un gran número de profesores asociados, o falsos asociados.

No tenemos falsos asociados. Lo que tenemos son asociados cuya situación no es correcta. Durante la crisis, las universidades no podían contratar a nadie, y esto provocó que tuvieran que hacerse muchos inventos, sencillamente porque nuestro objetivo social es asegurar la docencia. Todo el mundo hizo lo que pudo y, entre otras cosas, en algunas facultades, ante la imposibilidad de dotar plazas de profesores titulares, agregados, catedráticos e incluso lectores, se suplió con asociados. Hay asociados que tenían fuera una actividad profesional muy potente cuando entraron en la universidad, pero que después la perdieron. Y también los hay que tuvieron que usar plazas de asociados porque no había becas doctorales. O eran insignificantes. Hablo de la época de la crisis dura. Pero esto ahora se está normalizando. De hecho, el movimiento de asociados está parado, ¿por qué motivo? Porque estamos sacando muchas plazas de lectores. Aquellos asociados que son doctores y se han acreditado salen como lectores. En el caso de la UB, la previsión es que en 2020 saquemos una media de 2,5 plazas de lectores por departamento.

¿Y esto no incrementará el gasto en nóminas?

No, porque también se está jubilando mucha gente, obligatoria o voluntariamente. Y como son nóminas muy potentes, porque son personas con muchos años de antigüedad y de investigación, eso genera esta capacidad de contratación. El capítulo 1 del presupuesto no se puede tocar. No se puede incrementar y no lo incrementamos, entre otras razones porque estamos bajo la lupa del Departamento de Economía. O sea que estamos incorporando a gente joven, y lo estamos haciendo a una velocidad alta, pero mucho me temo que no será bastante alta para tapar el agujero que se creó en su momento. Y como que hay este agujero, en algún momento lo sufriremos.

Perdone, pero no acabo de entender a qué agujero se refiere.

En su momento, no entró gente joven de lector. Y esto quiere decir que cuando llegue el momento que tengamos que empezar a coger gente para ser agregado o titular, en algunas áreas no tendremos suficientes candidatos. Esto es un flujo: salen unos y tienen que entrar otros; pero si esto se rompe, llega el momento en que no tienes a suficientes candidatos con méritos para sustituir a los que salen.

Los docentes precarios denunciaban que trabajan full time cobrando 400 o 500 euros al mes. ¿Esto, por lo tanto, se está acabando?

No están full time. Tienen contratos de obra y servicio para hacer unas horas de docencia, y vigilamos que hagan lo que tienen que hacer y no otras cosas. Evidentemente que puede haber abusos, como pasa en cualquier empresa, pero cuando nos enteramos de algún abuso actuamos. Ha bajado la presión porque estamos sacando muchas plazas; piense que ha habido más de uno que ha pasado de asociado a fijo, directamente, o incluso a catedrático. Porque son gente que estaba ahí, que no pudo acceder a ninguna plaza fija porque no las había, y estamos intentando que toda la gente pueda entrar.

Pep Vilalta dice en su libro que en Cataluña tenemos un gran sistema universitario que está en un momento muy delicado. ¿En relación con el resto de universidades españolas, este riesgo es mayor o menor?

El riesgo financiero se puede arreglar de un día para otro si el ministro o el consejero de turno sacan el talonario. Pero el problema es el personal. Esto no se improvisa. Formar a un senior en la universidad son diez años. Una persona consolidada lo está entre los 35 y 40 años. Si esto lo pierdes, es muy difícil rehacerlo. Un gran investigador no se improvisa, un gran equipo no se improvisa. Este es el riesgo fundamental, deshacer todo aquel esfuerzo que se hizo en los años ochenta y noventa, y que es la razón por la cual tenemos una gran universidad. Si esto lo perdemos, no sé si podremos reconstruirlo.

Es decir, que todavía no hemos acabado de ver las consecuencias de lo que pasó durante los años de la crisis.

Estamos muy bien en los indicadores internacionales –la Universidad de Barcelona es la mejor de España y del espacio iberoamericano–, pero a la vez lo que estamos viendo, tanto en la universidad catalana como en la española, es que nuestro crecimiento es más lento; es decir, que los otros crecen mucho más rápidamente y nosotros nos estamos frenando.

¿Qué deberes le pone al nuevo ministro… o a los dos ministros: el nuevo y el que continúa?

Lo ha dicho el ministro Castells, que no estaba de acuerdo. En la CRUE [Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas] también lo hemos dicho. Luchamos para conseguir un ministerio de investigación y universidades… y ahora va, y nos lo dejan en dos. Es un error. La docencia y la investigación no se pueden separar en la universidad. Más del 70% de la investigación en España se hace en las universidades. Por lo tanto, separarlas en dos ministerios no tiene pies ni cabeza. Estamos convencidos. Es un error.

¿Y los deberes?

En relación a Ciencia, es evidente. Tenemos que recuperar los presupuestos que teníamos hace unos años dedicados a investigación, porque estamos perdiendo posiciones respecto a los objetivos que dice la Unión Europea, y nos tendríamos que situar en la media de la UE. Y, en cuanto a Universidades, también está claro. El modelo actual de universidades ha sido muy útil, la LRU [Ley de reforma universitaria, de 1983] supuso la ruptura con la universidad franquista y fue muy buena, estamos donde estamos gracias a aquella reforma en profundidad. Pero ahora nos hace falta otra reforma. Otro pacto social sobre qué modelo de universidad pública quiere la sociedad española. El modelo que tenemos ahora es un corsé. Nos impide salir adelante, hacer otro salto de calidad, y estamos en disposición de hacerlo.

¿Por qué motivo es un corsé?

Nos falta autonomía. La gobernanza me preocupa poco, porque es cuestión de que el rector quiera mandar. El problema fundamental es la captación de profesorado, esto está demasiado encorsetado. ¿Por qué tenemos tan pocos profesores o profesoras extranjeros? Y, de hecho, muchos de los que tenemos lo son porque el marido o la mujer son españoles, y ya viven aquí. Es decir, la universidad española sería un polo de atracción si no fuera por las barreras que lo impiden. En la UB, por ejemplo, hemos demostrado que sabemos hacer bien las cosas, y por eso en los rankings estamos donde estamos. Si nos dejaran hacer, y con algo más de presupuesto, nos situaríamos entre las 100 primeras del mundo.

Por lo tanto, más flexibilidad en la contratación.

Totalmente. Yo eliminaría las acreditaciones, esto ya se lo he pedido al ministerio. Solo dejaría una, quizás: la de hacer funcionarios. Pero también pongo en duda que los profesores universitarios tengan que ser funcionarios. No hace falta. Como en otros casos de profesionales que son funcionarios y tampoco hace falta. Esto es algo del siglo XIX. Pero claro, como los profesores tienen que ser funcionarios, entonces entramos en la Ley de Función Pública, y eso lo complica todo. Si nos fijamos en el modelo anglosajón, es otra historia. O en el caso de los nórdicos, que cuando tienen que contratar a un catedrático convocan un concurso internacional, se presenta quien quiere, hacen un proceso de selección y eligen. Y se ha acabado. Pero, claro, aquel catedrático o aquel departamento después será evaluado por su rendimiento. Si eliges mal, tu rendimiento en investigación bajará y a la larga lo pagarás.

¿Los nórdicos tienen más controles de calidad que nuestra universidad?

No, nosotros tenemos muchos más controles que ellos. Tenemos de todo tipo, pero no tengo tan claro que sean los más eficaces para mejorar. Por lo tanto, ahora se tiene que hacer un cambio para desregular esta estructura que nos impide que entre gente de fuera. Y de las titulaciones ya no digo nada.

Si quiere decir algo, adelante…

Mi pregunta es: ¿por qué un titulado de matemáticas de nuestra universidad –hablo de matemáticas porque es lo que conozco–, tiene que ser igual que en la Complutense de Madrid? Hay algunas titulaciones que sí, como Medicina, que tienen un control especial en el ámbito europeo, y esto es razonable. Pero ¿por qué motivo un químico de la UB tiene que ser muy parecido a un químico de la Autónoma? No tiene ni pies ni cabeza. Yo defiendo la autonomía de las universidades. Obviamente, tiene que haber una evaluación, porque es dinero público y si no se está usando bien, a la calle. Pero creo que tendrían que dar la oportunidad a las universidades, sobre todo a aquellas que hemos demostrado estar en un nivel muy bueno en el ámbito internacional, lo que por tanto quiere decir que tan mal no lo hacemos. Esto se le he dicho al president Torra: “Hemos demostrado que lo sabemos hacer, dadnos los medios y la autonomía para subir aún más arriba”. Pero necesitamos esto: más dinero y más autonomía.

¿En la evaluación sobre la calidad de una universidad pesa mucho más la investigación que la docencia, verdad?

Una universidad sin investigación no es universidad, y una universidad solo con investigación, tampoco. Es decir, nosotros tenemos que hacer docencia e investigación a altísimo nivel. Si no, seríamos una escuela o un centro de investigación, y no somos ni una cosa ni la otra. Somos una universidad. Nuestra docencia es de calidad si estamos en la línea de poder comunicar las últimas noticias en cualquier disciplina. Es decir, lo que estos días está hablando el doctor Massagué seguramente será explicado en poco tiempo en nuestros másteres o cursos de doctorado.

En la universidad no hay ningún conflicto entre una cosa y la otra, el único conflicto es que el día tiene 24 horas. Una docencia de altísima calidad viene alimentada también por la investigación de gran nivel. El investigador de altísimo nivel tiene que hacer docencia, porque tiene que transmitir lo que sabe. Y un profesor no puede ser bueno si no está al día de lo que se cuece a nivel internacional. Esto no quiere decir necesariamente que lo expliques, sobre todo si estás haciendo un curso de primero, aunque yo siempre digo que los profesores de primero tienen que ser los mejores, puesto que son los que tienen una visión estratégica de la disciplina.

Investigador y docente parecen dos perfiles muy diferentes. Al primero te lo imaginas metido en su mundo y sus análisis, y al segundo con una gran capacidad didáctica y divulgadora…

No, no es así. Paul Dirac, premio Nobel de Física que descubrió la antipartícula del electrón, el positrón, daba clases de física de primero. Tenía que ser un lujo. O le pongo el caso de otro Nobel, Richard Feynman, considerado uno de los físicos más importantes del siglo XXI; ves videos suyos y te das cuenta de que era un gran comunicador. También le podría hablar de grandes matemáticos que han sido grandes comunicadores. Gente que hace el esfuerzo de explicarse. En mi área, que es el álgebra computacional, mi experiencia es que los científicos son grandes comunicadores. Porque al científico le gusta explicar lo que hace.

Hablemos un poco de la función social de la universidad. Hace unos meses la ACUP participó en el lanzamiento de la Agenda de Innovación Social, con un diagnóstico muy pesimista en cuanto a la cohesión social y el papel de la educación.

El diagnóstico es terrible. Pero los trabajos que se han hecho desde el Pacto Nacional por la Sociedad del Conocimiento demuestran claramente que el problema no es de las universidades. La universidad es equitativa, puesto que una vez has llegado, tu extracción socioeconómica prácticamente no tiene ninguna influencia con tu resultado académico. El problema no es lo que nos llega, sino es lo que no nos llega. Lo que no es equitativo es aquello previo a la universidad. Es decir, el nivel socioeconómico es lo que hace que muchos chicos y chicas no lleguen a la universidad, pero cuando llegan no hay ningún sesgo en los resultados, o es muy poco significativo. Las cifras son clarísimas.

¿Esto quiere decir que cada vez llegan menos alumnos que son hijos de familias pobres?
Vamos mejorando, pero poco. Es aquello de “dime la parada de metro más cercana a tu casa y te diré tu esperanza de vida, probabilidades de fracaso escolar… y, también, qué posibilidades tienes de llegar a la universidad”. Y no digo que la universidad sea totalmente equitativa, porque también tenemos problemas, pero el problema gordo está antes.

¿La selectividad influye en este sesgo?

No, la selectividad es simplemente ordenar a la gente. La aprueba casi todo el mundo.

Pero después hay unas notas de corte.

Es que esto depende de la oferta que podemos hacer. Los diferentes centros tienen la capacidad que tienen, y de esto depende la cifra que pueden admitir. Hay otros países en los que cada universidad hace su examen de acceso, y los candidatos tienen que ir aplicando en varios centros, pero al final siempre hay un número limitado de plazas. Aquí es un examen para todo el mundo igual, les ordenas y el primero elige. Es como aquello de la democracia y el sistema parlamentario, del que se dice que es el menos malo que hemos inventado hasta ahora. Pues esto sería el mismo, es el sistema menos malo que tenemos.

Hay elecciones en la UB a finales de año. ¿Se volverá a presentar?

Sí. Ya he expresado esta voluntad a la gente de mi equipo.

Déjeme aprovechar su condición de matemático para preguntarle por la escuela. ¿Cómo le parece que se imparten las mates en los institutos?

No soy un especialista, pero visto lo que ocurre, hay algo que no debemos estar haciendo bien. Ya sé que matemáticas es una disciplina dura (aunque a mí siempre me pareció muy fácil), con un elevado nivel de abstracción y que para los chicos y las chicas es un hueso, y les cuesta entrar. Y, por tanto, algo tenemos que hacer, porque es una disciplina preciosa. Las facultades de matemáticas tenemos contacto con los institutos, y es algo que nos preocupa a todos. No digo que lo estemos haciendo mal, sino que tenemos que reflexionar sobre ello, pero la realidad es que ningún país del mundo ha encontrado una solución.

Fuente e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2020/01/27/la-universidad-publica-necesita-mas-dinero-y-mas-autonomia-el-modelo-actual-nos-encorseta/

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Colombia: Universidad pública a cambio de prestar el servicio, la propuesta de Uribe

América del Sur/Colombia/12-01-2020/Autor(a) y Fuente: www.publimetro.co

La propuesta educativa del expresidente que ya causa controversia se dio a conocer esta semana. Universidad pública a cambio de prestar el servicio es lo que propone Álvaro Uribe.

Sin embargo, la idea no ha tenido gran acogida debido a que muchos lo ven como una estrategia para forzar a los jóvenes a ser parte del las Fuerzas Militares.

Universidad pública a cambio de prestar el servicio

Por eso el expresidente dijo: «Hoy por hoy la Ley permite que tengan un descuento del 30 por ciento de la matrícula». Es decir, que entre los beneficios que ya tienen los estudiantes que presten el servicio es un 30% de descuento en la matrícula.

Ahora, él busca que hagan parte del programa Generación E, que reemplazó Ser pilo Paga.

«Ustedes saben que el Gobierno tiene un compromiso de 320 mil becas y ya han asignado 84 mil. Por lo pronto el proyecto dice que el colombiano que preste servicio militar, al concluir la prestación del mismo, tiene derecho al cupo de la universidad pública», dijo en Semana.

Fuente e Imagen: https://www.publimetro.co/co/noticias/2020/01/09/universidad-publica-por-prestar-servicio.html

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Costa Rica se levanta para defender la Universidad Pública

Por: Ana  Montanaro Mena. 

 

Ana Marcela Montanaro Mena|Una marcha multitudinaria tomó las calles de la capital el 23 de octubre pasado. Miles de estudiantes universitarios tomaron las calles de la capital, San José, con el propósito de defender el derecho a la educación superior pública.

Ese mismo día, el gobierno se sentó con las dirigencias formales estudiantiles y administrativas de las universidades públicas y firmaron un acuerdo, el mismo es rechazado por una gran parte del movimiento estudiantil de base y autónomo.

También, se comunicó la renuncia de Rocío Aguilar, hoy exministra de Hacienda, quien fue la cara visible de las políticas de un ajuste fiscal regresivo que, ha golpeado a la gente ya de por sí empobrecida.

La lucha por el aumento de salarios mínimos, podría generar una ruptura, esta última demanda podría convocar a quienes no se sienten identificadas en las luchas dispersas de un sindicalismo desgastado, añejo y casposo.

Costa Rica, el país centroamericano en el que más ha aumentado la desigualdad respecto a todos los demás de la región y donde vivir es caro, porque no hay salario mínimo que alcance para vivir con dignidad. El país, en donde parece que nunca pasa nada, también se mueven las aguas de las protestas, de la indignación y del hastío.

El actual gobierno del Partido Acción Ciudadana, heredero del añejo bipartidismo, que baila al son de los mandatos de los grupos financieros y cámaras empresariales, es hoy la cara joven del grupo de políticos criollos y oligarquías internas que gobiernan el país.

Algunas dirigencias sindicales y estudiantiles asumen esta renuncia y el acuerdo suscrito con el gobierno como un logro del incipiente y aún débil, movimiento social. Evidentemente esto no es ninguna victoria. La salida de la ministra y el acuerdo firmado con las cúpulas universitarias, es una apuesta del sector rico y de los políticos progre neoliberales para frenar el descontento social.

Las cámaras empresariales, a pesar de que están divididas, tienen claro que hay que contener la olla de presión que puede calentarse más y explotar.  No vaya ser que Costa Rica el país de paz, de la pura vida y la felicidad eterna, se contagie de la ola de lucha e indignación que arde en toda América Latina.

Mientras tanto los sectores políticos y ricos criollos, tienen certeza que quienes pueden hacer explotar la olla de presión neoliberal, semejante a lo que está pasando en Chile, Ecuador, Haití y darle un giro al embate neoliberal son las voces y fuerzas del movimiento estudiantil. Lo tienen claro: es la gente joven creativa, con pedagogías diferentes, pero sobre todo valientes, quienes podrían dar una estocada.

El movimiento estudiantil autónomo, ha sido violentamente reprimido, sin apoyo claro de otros sectores. Pero al parecer están reduciendo  la lucha a la defensa del derecho a la educación superior pública y al FEES, el fondo especial que financia las universidades públicas costarricenses.

Se manifiestan en defensa del derecho a la educación pública superior, pero en su mayoría, siguen viendo la hoja de un árbol; desde la corta distancia no ven el árbol completo, mucho menos están viendo el bosque y no miran más allá de las montañas que cercan el Valle Central.

Por ello la lucha debe ampliarse a poner la vida en el centro y defender los derechos sociales, para los y las de abajo, olvidados en la fragmentación de demandas y discursos. Corresponde romper con la lógica de la política criolla….Y del “no se puede”.

Un movimiento estudiantil, que resurge, y que tiene la fuerza para unir más sectores. Entre ellos valorar una muy concreta:  la demanda por el aumento de salarios mínimos para todas las personas trabajadoras del sector privado. Porque la lucha debe ser también por salarios que permitan una vida digna.

El problema no sólo es el presupuesto de las universidades. Corresponde enfrentar el problema que está en la precariedad de todos los trabajos, la precarización de la vida de muchas personas, que se traduce en la dificultad para que la mayoría de madres y padres puedan brindar condiciones dignas y alimentación a su familia y para que sus hijas/os asistan a la escuela primaria, a la secundaria y que algunas/os puedan decidir llegar a la universidad pública, es la lucha por los y  las trabajadoras, la de la gente que cada día es golpeada por el neoliberalismo, la violencia, el ajuste fiscal y  la corrupción.

La tormenta neoliberal, que se traduce en pobreza, en la represión de la protesta y el cercenamiento del derecho a la huelga. Por ello la pelea es contra la precarización del agro, las costas empobrecidas y saqueadas por el turismo que arrasa el agua, los bosques, contra las plantaciones de piña que envenenan ríos y suelos. Contra el racismo interno, la violencia histórica contra pueblos indígenas, la xenofobia contra las personas migrantes y los intentos certeros de la explotación petrolera.

La lucha no es sólo contra el presidente Carlos Alvarado, los rectores universitarios Alberto Salom o Henning Jensen o contra el Partido Acción Ciudadana, y sus aliados. Corresponde luchar por vidas que merezcan la pena ser vividas.

La lucha es contra un modelo que atenta contra la vida misma y contra un proyecto de despojo impuesto hace ya más de cuarenta años por los organismos internacionales, el gran capital transnacional y la clase política criolla. Es contra el embate del sistema, sus políticas neoliberales, enmarcadas en el capitalismo, el neocolonialismo y el patriarcado.

El movimiento estudiantil nos señala que hay fuerza y esperanza. En este momento puede darse un giro y un golpe, hay posibilidades de transformación y resistencias. Es el tiempo para expandir la lucha y crear poder popular, por ello pensar en la lucha por aumentar los salarios mínimos podría crear una grieta para hacer de ella un volcán.

Puede la muchachada valiente, inteligente y digna aglutinar muchas voces, no solo académicas; sino las voces de los hermanos indígenas, personas migrantes, las mujeres del agro, las personas trabajadoras del sector privado precarizadas, las trabajadoras del sector público que dejen consignas gremiales, las voces ambientalistas y feministas no aliadas al poder, sumarse e ir con el movimiento estudiantil como protagonista.

Un movimiento que conciba otras demandas, necesidades y derechos, desde esa multiplicidad de voces, cuerpos e historias vitales, golpeadas por la exclusión social.

Son las personas jóvenes quienes poseen la creatividad y quienes tienen la posibilidad de protagonizar la lucha y extenderla a otros sectores de la población, tienen la fuerza, la entereza y la coherencia que tiene todos los colores de la juventud.  No hay que dejarlas en soledad, es un deber ético y político sumarse a la calle con ellas.

Que nos mueva la alegre rebeldía. Que vivan los pueblos que luchan por su dignidad. Sí se puede construir un nuevo futuro para los y las de abajo.

Fuerza, ilusión e imaginación.

Fuente del artículo: https://poderpopular.info/2019/10/26/costa-rica-se-levanta-para-defender-la-universidad-publica/

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