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Carta de Derechos Digitales de los Niños, Niñas y Adolescentes.

Por Aika Educacion

Para promover un entorno digital seguro, la Fundación ANAR ha elaborado la Carta de Derechos Digitales de los Niños, Niñas y Adolescentes. El documento, que consta de diez apartados, pretende poner los derechos de los menores de edad en el centro de cualquier desarrollo digital. A continuación, desglosamos los asuntos que plantea:

1. Sobre el interés superior del menor

En primer lugar, la Carta estipula que el interés superior del menor debe primar en el entorno digital. Los servicios de la sociedad de la información y los dispositivos tecnológicos deben protegerlo y garantizar los derechos fundamentales de los niños y adolescentes.

2. Sobre el derecho a la salud y a la seguridad

El segundo punto defiende la protección de los menores frente a los contenidos y los dispositivos tecnológicos. La Carta establece que los jóvenes tienen derecho a un entorno digital que los proteja frente a cualquier tipo de violencia o abuso realizado a través de la tecnología y ante contenidos que puedan perjudicar el desarrollo físico, mental o moral. Asimismo, el empleo de la tecnología no debe suponer ningún riesgo físico para ellos.

3. Sobre el derecho a la intimidad y a su imagen

Asegurar la privacidad de los menores es otra de las preocupaciones de la Carta. Los niños, niñas y adolescentes tienen derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. También se incluye el secreto de las comunicaciones digitales.

4. Sobre el derecho a la protección de datos personales y el derecho al olvido en redes sociales

El cuarto punto hace referencia a la protección de los datos personales y al derecho al olvido en búsquedas de Internet y en redes sociales, es decir, que los menores puedan borrar su huella digital cuando lo deseen.

5. Sobre el derecho al acceso a Internet

Los menores tienen derecho a acceder a Internet y a las tecnologías sin ningún tipo de discriminación. El quinto punto establece que este acceso debe estar protegido y tutelado por padres, tutores o representantes legales.

6. Sobre el derecho a la información y a la educación

Este punto vela porque los jóvenes reciban información veraz, plural y responsable, ya que tienen derecho a acceder a la información y a la educación a través de Internet y medios tecnológicos.

7. Sobre el derecho a ser oídos y escuchados

La Carta también contempla Líneas de Ayuda a la Infancia para que los menores puedan ser escuchados y puedan acceder a este recurso siempre que lo necesiten.

8. Sobre el derecho de participación

El octavo punto recoge que los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a participar y expresar su opinión en los asuntos que les afecten. Incluye el derecho a la libertad de asociación y de celebrar reuniones con fines pacíficos en el entorno digital.

9. Sobre el derecho a la libertad de expresión

El penúltimo punto protege la libertad de expresión y opinión de los jóvenes en entornos tecnológicos. Este derecho incluye la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión.

10. Sobre el derecho al ocio, al juego y a la cultura

Por último, la Carta promueve el derecho de los menores al esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad, también a través de medios tecnológicos, sin olvidar que el juego presencial es necesario para su adecuado desarrollo psicológico

Descargar aqui; Carta-Derechos-Digitales

Fuente: https://www.anar.org/wp-content/uploads/2019/07/Carta-Derechos-Digitales.pdf

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Joan Subirats: «Hasta que no seamos inmunes al virus no recuperaremos el uso del espacio público»

Por

Joan Subirats, catedrático de ciencias políticas en la UAB, comisionado de Cultura en el Ayuntamiento de Barcelona y sexto teniente de alcalde, ​​plantea la crisis del coronavirus como una antesala que abre un escenario de riesgos y posibilidades. El peligro de ceder nuestra intimidad en pro del bien común y acabar cediendo a lógicas controladoras y totalitarias se contrapone a la oportunidad de implementar las redes de solidaridad.

Sea como sea, sin embargo, la salida de la crisis, Subirats asegura que «no es tan fácil volver a la normalidad» y, es más, considera que «quizás tampoco queramos volver a ella». ¿Cómo serán las ciudades cuando podamos salir de casa en la nueva normalidad? ¿Tendremos miedo unos de otros y primará el miedo al contagio antes que el contacto? Si no se pueden retomar los espacios públicos y no se pueden hacer manifestaciones, ¿cómo será la protesta? Hablamos de cómo será, al fin y al cabo, nuestro trato con la ciudad, con el otro, después de la pandemia

Hace unas semanas publicó un artículo en Ctxt en que citaba a Boaventura de Sousa Santos, quien decía que la normalidad era una crisis permanente. ¿Cómo cree que esta pandemia ha evidenciado que nuestra normalidad era, precisamente, una excepcionalidad?

Boaventura dice que llevamos mucho tiempo en crisis, pero el concepto crisis tiene un problema y es que da la sensación de ser coyuntural. Una crisis es como si tuvieras, nunca mejor dicho, una gripe: la tienes durante un tiempo y luego la superas. Pero la organización mundial que impera actualmente fue gestada en 2008, desde el discurso de que la superación de la crisis lo justificaba todo. Justificó los recortes en sanidad pública, la precariedad laboral o los problemas de vivienda. Ya lo dice Naomi Klein en La doctrina del shock: normalizamos cosas que de normal no tienen nada.

Es ahora, que sufrimos una crisis de otra magnitud, que hablamos de emergencia y de peligro vital. Esto lo encontramos excepcional, pero no ha sido hasta esta excepcionalidad que hemos redescubierto cosas que habíamos perdido durante la ‘normalidad’ anterior. Hemos redescubierto el tiempo, la importancia de servicios y actividades en el hogar, la salud y la vida en relación al trabajo. La normalidad debería ser más segura, pero ahora nos damos cuenta de que estábamos rodeados de riesgos. Hoy, en esta excepcionalidad, aparentemente deberíamos estar inseguros, pero resulta que hemos recuperado seguridades que habíamos perdido.

El hecho de recuperar seguridades, que entiendo que excluye a las personas enfermas, depende mucho de las condiciones en que se viva esta excepcionalidad.

Evidentemente, las desigualdades siguen existiendo.

Darnos cuenta de ello, no significa necesariamente remediarlo. En 2008 se tiró de soluciones cortoplacistas. ¿Cree que habremos aprendido algo?

La crisis del 2008 no tuvo el nivel de esta. Fue muy grande y tuvo muchos efectos, pero no tuvo tanto impacto sobre la cotidianidad. Esto nos está haciendo redescubrir, más que entonces, el poder de la articulación comunitaria. Repensamos cosas que no tuvimos tiempo de repensar en 2008, porque impacta mucho más en los hábitos y modos de vivir y relacionarnos.

Existe el riesgo de hacer como en 2008 y volver al business as usual, reafirmando las desigualdades de los que más sufrieron la crisis, rescatando a los bancos y recuperando el sistema económico de la manera más ortodoxa posible. Pero creo que no pasará. De aquella crisis surgieron movimientos globales como el 15M o el Occupy Wall Street, de los que extrajimos aprendizajes que quizás nos permitan resolver esta crisis de manera diferente.

De 2008 surgieron movimientos globales como el 15M o el Occupy Wall Street, de los que extrajimos aprendizajes que quizás nos permitan resolver esta diferente

La crisis ayuda a evidenciar desigualdades e inseguridades, como la precariedad laboral, la crisis habitacional o la violencia de género. Pero, para un cierto estrato social, este confinamiento no ha supuesto sólo ponerlas de relieve, sino convivir con ellas 24 horas al día, 7 días a la semana.

Es evidente que la desigualdad juega un papel en los efectos de esta crisis. Se ve, no sólo en las condiciones físicas o materiales con las que la gente es capaz de subsistir, sino también en la distribución de los contagios. No es verdad que el virus sea democrático.

Por eso no será tan fácil volver a la normalidad y, además, la pandemia nos deja la reflexión de que no queremos volver a la normalidad. Después de las grandes crisis nunca se vuelve a lo que había antes: después del 11S vimos un cambio brutal en la seguridad del mundo y, ahora, es posible que se incorporen medidas de control tecnológico de la población. Se nos plantean peligros y oportunidades y que la salida sea mejor o peor dependerá de la atención que prestemos a los más perjudicados. Podemos acabar en un escenario con un control brutal de la conducta o en otro en que se haya recuperado la importancia de la red.

¿Corremos el riesgo de ceder los datos sobre nuestra intimidad de manera voluntaria, en pro del bien común?

Es una posibilidad. Las aplicaciones móviles que han creado la Generalitat y el Gobierno son apps en las que, de manera voluntaria, explicas cómo te encuentras. Puede parecer evidente que ahora hay que hacerlo, ya que contribuye sólo a tener más controlada la salud pública. Pero, a la vez, no sabemos si estos datos pueden ser usados de manera negativa.

En China, por ejemplo, cuando una persona en un vagón de tren tiene unos niveles de temperatura altos, que se detectan a través de un sensor, se avisa a los teléfonos de todos los pasajeros. Esto se puede ver como una intromisión brutal, pero también es una garantía para la salud pública. Es lo que Focault denominaba biopolítica, la capacidad de control. Normalmente no cederíamos tan fácilmente nuestra intimidad, pero cuando hablamos de salud, la cosa cambia.

Lo que no podemos hacer es dejar de politizar el debate, es un error pensar que estamos ante un problema estrictamente técnico o científico. Y cuando digo politizar no quiero decir hablar sobre si lo hace mejor Junts per Catalunya, el PP o el PSOE. Quiero decir discutir sobre quién gana y quién pierde con cada decisión, cuáles son los costes y los beneficios y cómo se distribuyen. Que no hay nada neutral.

No podemos dejar de politizar el debate, es un error pensar que estamos ante un problema estrictamente técnico o científico

¿Cómo cree que nos relacionaremos, una vez acabe el contagio? Ahora que hablaba del vagón en China, ¿cree que mandará el miedo al contagio? Y si es así,¿ esto podría aumentar las desigualdades y discriminaciones sociales?

Históricamente esto ya ha pasado: el barrio judío de Barcelona se destruyó en el siglo XIV porque corrió la voz de que la peste se había originado allí. En la India existe el rumor de que una buena parte de la pandemia nació en una mezquita y, con todo el conflicto que hay entre hindúes y musulmanes, esto es un barril de pólvora. En estas situaciones, buscar un culpable es sencillo y eso se notará a la larga. Nos costará volver a salir al espacio público para celebraciones multitudinarias. Hasta que no seamos inmunes al virus o haya una buena parte de la población con inmunidad adquirida, no recuperaremos la normalidad del uso de los espacios.

Es un aspecto del desconfinamiento que deberá ser regulado, sobre todo teniendo en cuenta las ganas que tenemos de recuperar el contacto. Será una decisión científica, médica y política, que deberá buscar la manera en que no acabe repercutiendo más sobre unos que sobre otros. Y aquí, la vuelta a la escuela también tendrá un papel importantísimo.

¿Las diferencias en el acceso a la tecnología y el tiempo y capacidad que tienen las familias para acompañar a los niños en el estudio durante el confinamiento generarán desigualdades que perdurarán en la vida académica de los niños y niñas?

Sabemos que el grado de éxito educativo depende de la formación de las familias. Es una variable importante, así como la disponibilidad de aparatos tecnológicos. Y habrá que continuar con estos debates en el futuro, ya que se deberá reforzar el equipamiento tecnológico de la sociedad cuando salgamos de esta pandemia. Al igual que en el siglo XIX se hicieron redes de saneamiento y alcantarillado, mañana se requerirá una red abierta para la ciudadanía, democrática, y no controlada de manera privativa.

En cuanto a los efectos que tendrá la pandemia en los niños, dependerán de nuestra capacidad de trabajar durante los meses posteriores. El verano será un escenario importantísimo: las colonias y los centros recreativos pueden ser una gran herramienta para eliminar los efectos de la pandemia y las dificultades que se hayan adquirido estos meses. Ahora bien, habrá que garantizar un acceso democrático de la mano de ayudas públicas. El ocio será un elemento central para reducir los efectos de la pandemia.

Los centros recreativos y el ocio durante el verano serán importantes para eliminar los efectos de la pandemia sobre los niños

Durante estos meses, parece que la situación ha cambiado pero los contenidos y la manera de estudiar se ha mantenido. ¿Cree que es momento para replantear metodologías pedagógicas?

La crisis actual pone más de relieve esta necesidad, pero ya hace tiempo que tenemos un problema en el sistema educativo. Hay que introducir más elementos artísticos, experimentales, propios de una lógica que no se base en la reproducción del conocimiento. Hay un gran desajuste entre el cambio de época que vivimos, llena de incertidumbres, y los currículos escolares. Necesitamos incorporar estas palabras mágicas, como la creatividad, la innovación o la emprendeduría para educar personas que sean flexibles en épocas cambiantes, como la nuestra. Y eso, la Covid-19 nos lo demuestra.

Habla de la necesidad de introducir más arte y cultura a la educación. Precisamente la cultura tiene un papel relevante durante este confinamiento. Estamos acostumbrados a consumir cultura gratis y estos días se está demostrando cuán vulnerable es el sector. ¿Es momento para dar más voz a la cultura?

La situación lo requiere. La cultura es determinante en el momento que vivimos, pero a la vez vive en una precariedad crónica. Hemos asumido una cultura de acceso libre que no tiene en cuenta la supervivencia de los creadores. Hay que poner de relieve la importancia de la subsistencia económica de la cultura, no sólo en términos de presupuestos: debemos asumir que vale un precio que hay que pagar.

Pero lo que está claro es que es un sector que saldrá muy tocado de esta crisis. Todavía ahora no tenemos claro cuál es el futuro de grandes eventos como festivales o fiestas. Tenemos Sant Jordi aplazado hasta junio. Y se nos viene la duda acerca de cómo celebrar grandes fiestas como el Grec, la Mercè o, incluso, fin de año. Somos muy conscientes de que los efectos del coronavirus se prolongarán en el tiempo y tenemos que encontrar el equilibrio entre la necesidad de recuperar el pulso de ciudad y los requerimientos sanitarios: entre la salud y el disfrute.

La cultura es determinante en el momento que vivimos, pero a la vez vive en una precariedad crónica: debemos asumir que vale un precio que se debe pagar

Recuperar los espacios públicos es recuperar la soberanía como ciudadanía. Al principio de la entrevista hablaba de los aprendizajes de la crisis del 2008, a través del 15M o el Occupy Wall Street. Ambos basados en la movilización. Si en un futuro cercano se imposibilitan las manifestaciones o la movilización, ¿cómo será la protesta?

En todo el mundo padecemos la misma excepcionalidad y creo que se generarán procesos de cooperación y aprendizajes globales cruzados. Esto se dio en 2008 con el Ocuppy y creo que se volverá a dar, aunque no de forma física. Las redes serán un elemento importantísimo, pero la movilización en la calle se seguirá dando y tendremos que valorar los riesgos. Volvemos a lo que hablábamos antes: en momentos de incertidumbre existe el riesgo de que se valore la seguridad y la salud pública por encima de todo; puede que las lógicas autoritarias aprovechen esta incertidumbre para delimitar las posibilidades de la protesta.

Estos días se da el debate sobre la presencia del ejército en las calles. Por un lado la imagen violenta y de gasto público asociado a los militares y por otra las tareas de desinfección de la UME. ¿Qué pesa más?

Hay que pensar en la capacidad de aprovechamiento político que unos y otros puedan hacer de este debate. Pero creo que ahora lo que corresponde es aprovechar todos los recursos disponibles para hacer frente a una situación excepcional que puede superarnos. En este sentido, me sorprende la politización de este debate, que nos distrae de los verdaderos objetivos de estos días.

Esto, sin embargo, no significa ser naif y que nos dé igual de dónde venga la ayuda y quién nos la ofrezca. No comparto la retórica militarista a las ruedas de prensa y no simpatizo con cómo la monarquía se aprovecha de la situación para intentar salir de la situación patética en la que está. Pero son detalles relativamente pequeños en relación a la dimensión del problema. Es absurdo que haya buques hospital militares o dispositivos de desinfección y que no los usemos. Y eso no justifica la existencia del ejército.

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Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/04/17/hasta-que-no-seamos-inmunes-al-virus-no-recuperaremos-el-uso-del-espacio-publico/

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Pere Vila: «La inteligencia artificial es algo más que un simple robot»

La irrupción de la inteligencia artificial en los medios de comunicación es un hecho. Cada vez más redacciones incorporan este tipo de herramientas que ayudan al profesional a hacer su trabajo de una forma más completa. Por ello, la regulación de la inteligencia artificial y su uso es fundamental. La Comisión Europea el pasado 19 de febrero dio a conocer su propuesta de Libro Blanco para regular esta tecnología.

Pere Vila, director de Planificación e Innovación Tecnológica de Radio Televisión Española (RTVE), considera que queda mucho trabajo por hacer y ver todas las posibilidades tecnológicas que estas herramientas pueden ofrecer al periodista.

¿Cómo percibe la irrupción de la inteligencia artificial en los medios de comunicación?

La inteligencia artificial es algo más que un simple robot que va redactando noticias, sino que está aplicada a la producción de noticias y, con ello, varios elementos diferentes independientes unos de otros. Hay un elemento que que es sean sistemas de alertas a los periodistas y que realmente puedas programarlo y trabajarlo. La creación de metadatado automático en televisión también sería una buena aplicación de inteligencia artificial.

Va entrando poco a poco a diferentes velocidades y con distintos ritmos en cada uno de estos ámbitos. Las alertas de noticias, por ejemplo, es un ámbito que está maduro, pues hay varios en el mercado que están bien. En el tema de las redacción automática de textos empiezan a haber cosas, pero el ámbito de la aplicación es un poco limitado, igual que con los temas de metadatado automático. Tengo la sensación de que cada día va entrando más y que, como son sistemas que aprenden de ellos mismos, cada año que pasa van mejorando y poco a poco ocuparán una parte importante del trabajo que hacemos ahora. Esto no quiere decir que vayamos a quedar fuera, pero que del 100% del trabajo a lo mejor en cinco años un 15 o un 18% del trabajo lo estamos haciendo mediante herramientas de este tipo.

«En cinco años, un 15 o un 18% del trabajo será mediante herramientas de inteligencia artificial»

¿Qué desarrolla Radio Televisión Española (RTVE) en esa línea? 

Lo que estamos haciendo en RTVE es monitorear diferentes fases. Pensamos que sí hay que monitorizar cada uno de estos y en la medida que sea posible y que sea útil ir entrando poco a poco, porque hacer todo el cambio de golpe es muy difícil.

¿Han encontrado dificultades éticas en el desarrollo de su labor?

Nos da la impresión de que el momento en el que estamos ahora es un tema de reflexión, no que tenga aplicación inmediata. Creo que hay que prever y reflexionar sobre inteligencia artificial, pero ahora estamos más interesados en chequear y ver las posibilidades reales que en analizar.

«La Comisión Europea tiene que ir trabajando»

¿Qué opinión tiene sobre la consulta pública del Libro Blanco de regulación de la Comisión Europea sobre la inteligencia artificial?

En principio, no tengo una opinión asentada. Es un tema en el que la Comisión Europea tiene que ir trabajando. Tenemos que ir publicando y compartiendo.

¿Tiene alguna sugerencia en esa línea de puntos sobre inteligencia artificial que deberían tomarse en cuenta  para regularla en la Unión Europea?

Hay varios campos y temas de reflexión. Por ejemplo: en el tema de personalización de la información y de la detección automática de texto. Creo que hay ámbitos de trabajo en los que hay que desarrollar y profundizar.

¿Cree que va a repercutir en los medios de comunicación esta propuesta de la Comisión Europea?

Va a repercutir y tiene que repercutir. Hay medios que ya no se hacen porque son muy caros para hacerlos, pero se podrían hacer de manera automática. Por ejemplo, en un contenido neutro como la previsión meteorológica, estaríamos haciendo una sola previsión y con la personalización de contenidos darías a cada persona lo que le interesa en función de sus gustos e intereses. Vamos a poder personalizar todos estos temas y ahí habrá que entrar. Las noticias que tienen implicaciones políticas o sociales complican las cosas, porque ahí será necesaria regulación y seguimiento.

*Entrevista elaborada por Kelly Robledo y Belén Sanch

Fuente: http://www.aikaeducacion.com/entrevistas/pere-vila-la-inteligencia-artificial-es-algo-mas-que-un-simple-robot/

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Revista ALAI No. 542: Justicia social en un mundo digitalizado

En nuestras sociedades hiper-digitalizadas, es urgente definir una agenda para garantizar la justicia social frente al impacto del modelo monopólico de las corporaciones digitales, con amplia participación de actores sociales.  Esta edición abarca esta problemática mundial desde diversos ángulos, que incluyen: los datos como bienes comunes, el comercio electrónico, el trabajo, la educación, el género y la manipulación genética, con colaboraciones de participantes de la Coalición Just Net.

Contenidos

Descargar completo en: https://www.alainet.org/sites/default/files/alem-542.pdf

Fuente: https://www.alainet.org/es/revistas/542

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¿Cultura de webbots o artesanos?: reflexiones críticas sobre la cultura libre.

BY DIGITAL RIGHTS LAC ON SEPTEMBER 19, 2013

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Un retuit, reblog, “me gusta” entre otros vienen como bálsamo para la generación de la gratificación inmediata donde un contenido más, sea libre o no, es un elemento para la colección.

Por Luis Fernando Medina*

En el siguiente texto busco explorar de una manera muy intuitiva y breve, y basado en mi experiencia como académico, investigador y activista, algunas consideraciones críticas de los modelos abiertos y la llamada cultura libre. Indudablemente, como ocurre con las iniciativas de este talante, el propósito no será dar una respuesta única y absoluta, sino tal vez procurar lanzar algunas preguntas esperando que estas sean las adecuadas. Sin embargo, tampoco es mi intención acudir a ésta fórmula como pretexto para eludir conclusiones, por lo cual procuraré esbozar alguna recomendación útil, en la medida en que la retórica escapista y relativista de nuestros tiempos lo permita. Para lograr el objetivo, quiero presentar dos componentes que se me hacen claves en la cultura libre y son la cultura del software la fanática. Luego, a partir de una enunciación de algunos puntos problemáticos que observo en la cultura libre, mostraré cómo la cultura libre se ha acercado más al paradigma del software y qué consecuencias trae eso. Finalmente mencionando lo que considero algunas inexactitudes en el discurso imperante de la cultura libre avanzaré al plácido campo de la especulación con, espero, algún fruto minúsculo pero valioso.

Quiero iniciar con una anécdota para ilustrar quizá una contradicción que creo es común. El año pasado participé, en Cali, en la mesa de cultura libre del evento ComunLAB, donde se encontraban varios artistas, activistas, comunicadores, entre otros. Recuerdo que en la discusión, uno de los asistentes con bastante trayectoria en el tema de arte y lo “libre” dijo algo así como que la única manera en que concebía compartir –la única manera verdaderamente libre- era el dominio público. Curiosamente y de manera casi inmediata, otro de los asistentes se levantó y manifestó, con la firmeza de quien no domina un tema por lo que no tiene nada que perder,  que no estaba de acuerdo, porque él quería poder cobrar por sus cosas. Esto alborotó un poco al auditorio, pero es mi percepción que las fuerzas se inclinaban más por la segunda intervención. ¿Qué me recordó esto?

En primer lugar, los dogmatismos que siempre han aquejado a la comunidad del software libre. Por otro lado, que el discurso de la ética hacker – el cual comparto y defiendo – a veces, sacado fuera de contexto, puede llevar a contradecir el sentido común. Y finalmente y de manera categórica; que el dinero, desestimado en ocasiones bajo el discurso de las utopías digitales, es un factor inevitable en una sociedad capitalista.

A partir de esta anécdota puede recordarse la enorme influencia de la cultura del software en la cultura libre. Indudablemente esto no es accidental, si se sigue la línea que observa que las prácticas de compartir código estuvieron siempre vinculadas con el desarrollo de software, desde los inicios de la computación y décadas antes de la invención misma del término software libre.  Algo similar puede decirse de los orígenes de Internet. De manera tragicómica la tendencia fue subvertida por el software comercial el cual surgió – revolución traicionada – de las postrimerías del sueño hippie digitalizado en lo que es conocido como la filosofía californiana: computadores para liberar pero millones en la bolsa. La conexión con el software libre puede notarse también con la misma enunciación de licencias como creative commons, las cuales recuerdan directamente las libertades del software libre. Esto corresponde, como ha sido notado decenas de veces, al intento de transportar un modelo que funciona en el software, a la producción cultural con resultados más bien mixtos.

De otro lado, cabe recordar que en entornos no mediados por el software, la cultura fanática es un referente de las redes de intercambio y de formas de creación en circuitos periféricos. Dejando de lado, por no caer en la disgresión, las conocidas vanguardias artísticas que experimentaron con formas de creación y distribución, la cultura fanática que florecía alrededor de contenidos culturales, se constituía en sí misma en generación de artefactos culturales. Los fanzines, de tradición de ciencia ficción pero de explosión masiva por el fenómeno del punk y la fotocopiadora, el graffiti y sus propuestas artísticas autogestionadas (al menos en sus orígenes) o el recientemente cincuentón benemérito formato del casete, el cual ayudó a crear toda una red de distribución e intercambio para fanáticos y creadores, constituyen ejemplos paradigmáticos.

Es evidente que el compartir no está exclusivamente ligado a las tecnologías digitales y específicamente a la cultura del software ¿por qué entonces esta comparación? Más allá del breve relato histórico considero que si bien la cultura libre está también muy emparentada con la cultura fanática, es su ADN de la época digital la que la lanza al terreno donde confiar en el determinismo tecnológico puede ser un error. El software cuenta con una dualidad: puede ser compartido pero a la vez es un medio para compartir, lo cual genera algo de ruido en el momento de trasponer su paradigma hacia la cultura libre. Esto mezclado con algunos discursos absolutistas de las tecnoutopías digitales arrojan sombras sobre el rumbo del movimiento. Siguiendo con la comparación con la cultura del software libre, éste último lleva 20 años intentando encontrar un modelo de negocio efectivo, el cuál se ha dado en solo unos pocos casos. ¿Podría ocurrir lo mismo con la cultura libre y los licenciamientos abiertos? A continuación menciono aspectos que son utilizados como sustento de la cultura libre y que creo prudente desmitificar:

Lo digital es una economía de la abundancia. Esto es cierto y sirve para explicar que el costo de copiar algo es mínimo. Sin embargo, al parecer, la abundancia de bienes culturales digitales circulando puede tener doble filo. He oído a muchos artistas quejarse en voz baja (hacerlo en público sería el suicidio) de que su video, producto de mucho trabajo, palidezca en visitas en Internet, comparado con, por decir algo, el gorila revolcándose en sus heces. Que no se me malentienda, no se puede volver a los tiempos de acceso privilegiado a los medios, más la abundancia de bienes culturales circulando podría también llevar a una “inflación digital” donde el valor real de cada creación disminuye porque hay mucho de donde escoger, o simplemente la intoxicación de información es tal, que debe acudirse a agregadores, editores, curadores, con lo cual la celebrada horizontalidad del sistema sería un espejismo. Aunque estas inquietudes han sido abordadas por discursos como el de la “cola larga” y los mercados de nicho, aún los casos fehacientes de un modelo de negocio son esquivos, por lo menos a mi memoria. La más bien reciente tendencia de empezar a utilizar licencias de creative commons de “atribución” y “compartir igual” ignorando el antes casi que obvio “no comercial” implica ignorar también, de alguna manera, que los grandes medios no iban a caer como aves de rapiña sobre los contenidos abiertos y que algo estaba fallando en la generación de riqueza a partir de este modelo.

Para finalizar quiero señalar que, en ocasiones, la misma abundancia parece vencer la utopía del creador/consumidor por una cultura del capitalismo simbólico más puro e inmediato: no se trata de qué tanta información se digiera y analice si no cuánta se acumule y se le haga saber a los otros que se tiene. Un retuit, reblog, “me gusta” entre otros vienen como bálsamo para la generación de la gratificación inmediata donde un contenido más, sea libre o no, es un elemento para la colección. La misma configuración de los ISP donde la velocidad de descarga supera la de carga, o la insistencia  de algunos activistas a las descargas libres más que a la educación en medios para crear, acercan a la red a ese televisor de 1000 canales de donde es difícil escoger.

¿Qué hacer? Exactamente no sé, pero considero que mientras encontramos la interfaz más adecuada para una coordinación cada vez mejor de la cultura libre dentro de un modelo capitalista, podemos reivindicar la figura del artesano digital, que se toma el tiempo en generar sus contenidos, que es un fanático que lo hace por amor al arte, dispuesto al intercambio, al trueque y los bancos de tiempo como alternativas de generación de riqueza. Así, y reinvindicando otra metáfora del software libre, aspiraremos más al pequeño bazar donde se armen pequeños círculos de creadores, y no al gran mercado donde la máscara más admirada es la del webbot cultural.

*Luis Fernando Medina Cardona,  es Profesor Asociado de la Universidad Nacional de Colombia y miembro del colectivo Trueque Digital. http://about.me/luscus9

Fuente: https://www.digitalrightslac.net/es/cultura-de-webbots-o-artesanos-reflexiones-criticas-sobre-la-cultura-libre/

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Guia de Infoactivismo: Una guía de comunicación para el cambio social

En SocialTIC llevamos poco más de 5 años trabajando para promover el infoactivismo en América Latina.

Nuestra labor en infoactivismo (el uso estratégico de la tecnología y la información para el cambio social) consiste en:

– documentar casos infoactivistas de la región
– compartir los aprendizajes del trabajo que hacemos en conjunto con organizaciones y colectivxs
– quebrarnos la cabeza buscando maneras de compartir nuestros aprendizajes en talleres o procesos de acompañamiento.

Después de muchos años de explorar en cientos de talleres impartidos, queremos compartir la guía de infoactivismo donde hemos plasmado tanto nuestro esquema del proceso de infoactivismo, como actividades que pueden ayudar la planeación y evaluación para quienes deseen mejorar su comunicación para el cambio social.

Esta guía se complementa con los contenidos de http://infoactivismo.org/, esperen próximamente también el nuevo sitio 😉

Queremos agradecer a quienes nos ayudaron revisando este recurso previo a su publicación y enviaron sus comentarios: Arabella Jiménez – ILSB, Susana Arroyo, Daniel Klie – Periodista de Provea, y a la organización Educa.

Descarga la guía aquí:http://bit.ly/GuiaInfoactivismo

Si tienes cualquier comentario sobre la guía, escríbenos a infoactivismo@socialtic.org

Fuente; http://infoactivismo.org/una-guia-de-comunicacion-para-el-cambio-social/

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La bandera del anonimato: de las mujeres zapatistas a la lucha por las libertades en internet

Un evento organizado por las mujeres del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) a principios de este año, en el que participaron 7.000 mujeres de todo el mundo, sirvió como resorte para reavivar el debate sobre la privacidad en el presente y la necesidad de seguir levantando la bandera del anonimato.

América del Norte/Mexico/elsaltodiario.com

La lucha zapatista, al cubrir su rostro con un pasamontañas, construyó nuevas preguntas sobre la importancia de nuestros rostros y nombres reales. El pasamontañas pasó de ser una prenda de vestir para cubrirse del frío a tornarse un acto político para denunciar el desprecio hacia las fisonomías indígenas. “Al cubrir su rostro los zapatistas desviaron la mirada de la sociedad y los medios de comunicación, y quienes antes solo pasaban una mirada superficial sobre su cara y su cuerpo entero, ahora no paraban de hacerles fotografías como si de alguien importante se tratase, sí, ahora sí eran importantes”, señala el investigador Daniel Fajardo Montaño.

Son escasas las agrupaciones políticas o movimientos sociales que actualmente se abocan a rescatar el valor del anonimato. Conocemos Anonymousgrupos piratas y colectivos trans-hacker-feministas que ponen este valor por delante en la mayoría de sus acciones. Pero ¿qué pasa con el valor de la anonimato en la actualidad?

Uno de los síntomas de nuestra época es el hecho de que estamos siendo observados todo el tiempo. “El Estado ha refinado sus instrumentos de vigilancia, y quien quiera huir hacia lo oscuro se enfrentará con artillería iluminadora en su fuga”, señalaba el teórico marxista francés Guy Debord en los 60. Hoy, sin embargo, a muchas personas les resulta agradable y hasta excitante abrir las puertas de lo más íntimo en redes sociales digitales comerciales.

El flujo de informaciones que circula en internet es un núcleo privilegiado de monitoreo de la ciudadanía global para diferentes sectores públicos y privados con diferentes propósitos. Los fines: comerciales, publicitarios, administrativos, securitarios, afectivos… Es innegable que nuestras acciones cotidianas se tornan cada vez más sujetas a registro, análisis y clasificación.

Empresas como Google, Facebook, Microsoft, Skype, Youtube, Apple, entre otras, entregan la información de sus usuarios al Gobierno de Estados Unidos

En junio de 2013, gracias a las filtraciones de Edward Snowden, se hicieron públicos una enorme cantidad de documentos secretos de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA). Estos documentos demuestran que, de manera voluntaria o no, empresas como Google, Facebook, Microsoft, Skype, Youtube, Apple, entre otras, entregan la información de sus usuarios al Gobierno de Estados Unidos. “Los únicos que tienen alguna protección legal son los ciudadanos de Estados Unidos. El resto de nosotros no tiene garantía alguna de que nuestra información no esté siendo, de hecho, espiada”, señala Rafael Bonifaz, activista ecuatoriano del software libre y experto en seguridad informática.

Para Bonifaz las revelaciones de Snowden o las de Cambridge Analytica actuaron como cimbronazos, pero el olvido funciona más rápido que la lección a aprender a partir de las llamadas de atención sobre cuestiones tan caras como nuestra intimidad y la propiedad de nuestros datos personales. “Los temas son tan complejos que es difícil ir aterrizando todo esto”, reflexiona y explica que no es la NSA y las grandes empresas de internet las que hacen extractivismo de datos en internet. El juego ha cambiado. “Entregamos voluntariamente nuestra información privada en redes como Facebook a cambio de estímulos sociales como likes u otros”, describe Bonifaz. Este especialista en privacidad cuenta que cuando anotó a sus hijas en una escuela, y lo obligaron a participar de el famoso grupo de Whatsapp de “mamis y papis”, se vio en la urgencia de escribir una entrada en su blog explicando con detalle los nuevos, sútiles y escondidos, riesgos para nuestra privacidad.

SABIDURÍAS ANCESTRALES PARA DESENMASCARAR

La capucha, el pasamontañas, la máscara, la careta o simplemente el cubrirse el rostro con un pañuelo son técnicas antiguas de camuflaje utilizadas por la mayor parte de las culturas del mundo. Con motivo de ceremonias rituales, de carnavales o escenificaciones teatrales, el recurso del anonimato se ha utilizado como forma de protección ante un sistema estructurado desde la vigilancia permanente. La máscara y el anonimato son estrategias actuales de autodefensa y debemos pensarlas tanto en las redes de bits como en las calles.

“[Usamos el pasamontañas] por seguridad y es nuestro signo político. Si nunca nos miraron, si ni sabían que existíamos, ¿por qué ahora tantas ganas de vernos las caras?”

“Cuando pensamos en una mujer o un joven que cubre su rostro al asistir a una manifestación pública, pensemos que esta gente en primer lugar está cuidando el secuestro de su imagen, vivimos en un Estado represor, que hasta la fecha lleva aproximadamente 30.000 personas desaparecidas. Como en otras dictaduras, la nuestra tiene a su cargo nutridos equipos de ‘inteligencia’ que se dedican a monitorear a toda persona que piensa o actúa de manera diferente al gran poder ideológico, si además esta persona deja de manifiesto su descontento en un espacio público y se dedica comunicar su forma disidente de pensar o actuar en colectivo, entonces está en peligro latente”, reflexionan integrantes de Engendro Colectivo desde algún lugar de México.

La periodista argentina Marta Dillon en el I° Encuentro Internacional Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres se refirió directamente al asunto en una entrevista a una de las mujeres zapatistas.

—Everilda, ¿puedo preguntarle por qué siguen usando el pasamontañas?
—Es por seguridad y es nuestro signo político. Si nunca nos miraron, si ni sabían que existíamos, ¿por qué ahora tantas ganas de vernos las caras? —cerró la joven dirigenta.

Aquello que para las zapatistas es tan necesario como el oxígeno para sobrevivir para la masa crítica conectada muchas veces parece una medida extraña, cansina o exagerada.

“Es algo que no se siente. La mayoría de la gente cierra la puerta de su casa, las cortinas, cuando se va a dormir. En el mundo físico se siente mucho más la necesidad de privacidad que en la vida digital. Cuando envío un correo es difícil entender las consecuencias de que alguien lo esté leyendo, pero esta posibilidad existe de hecho. Cada vez más tenemos conocimiento de que, cuando no estoy ocultado mi actividad en línea, voy dejando una huella y eso podría afectarme en el futuro”, explica Bonifaz.

“La mayoría de la gente cierra la puerta de su casa, las cortinas, cuando se va a dormir. En el mundo físico se siente mucho más la necesidad de privacidad que en la vida digital”

El ejercicio de la máquina del tiempo es útil: imaginar qué pasará con nuestras informaciones en un futuro de gobiernos totalitarios. “Es llamativo mirar hacia atrás y pensar que en América Latina durante los años 70 todo el mundo se hubiese cuidado de publicar toda esta información. Si pensamos en el futuro, en los gobiernos que llegarán ya tendrán montados sus aparatos represivos para la persecución con todos nuestros datos a la mano”, relata el investigador en seguridad digital. Como parte del ejercicio de educar, enseñar y orientar sobre estas cuestiones, iniciativas como Privacidad Global ofrecen foros y espacios de formación para defender nuestras vidas digitales a través del software libre.

EL ANONIMATO ES CRÍTICO PARA LAS MUJERES Y PERSONAS LGBTI

En un contexto de lucha entre gobiernos y usuarias, por un lado, y organizaciones por el otro, mujeres y personas no binarias, con diversidad funcional, activistas políticas y defensoras de derechos humanos reclaman el anonimato. Narrar la propia vida en internet para quien se enfrenta contra el racismo, el sexismo o el bullying en los espacios de trabajo, y se sabe vigilado, equivale a someterse a la auto-censura o arriesgar la fuente de trabajo o correr el riesgo de ser atacados en sus propias casas.Estas son algunas de las razones por las cuales (aún) las personas usan seudónimos en internet, pese a la ideología Facebook que ha impuesto la ideología de uso del “nombre real”, puesta en cuestión gracias a la acción de internautas y organizaciones de la sociedad civil. “Cualquiera que haya trabajado con mujeres sobrevivientes de violencia sabe que el anonimato es crítico para su curación y supervivencia. La privacidad le permite a las supervivientes vivir sin temer constantemente que el abusador esté mirando a cada paso. Les permite buscar ayuda y acceder a la justicia para reconstruir sus vidas”, señala Anna desde el blog FWD.

Para las personas que por su género, raza o sexualidad no encuadran en los patrones normativos, el derecho al anonimato y la protección de sus datos es un pilar

La ubicuidad de la tecnología hizo de la privacidad un derecho clave. Para las personas que por su género, raza o sexualidad no encuadran en los patrones normativos y que, de hecho, son supervivientes de violencia en línea y fuera de línea, el derecho al anonimato y la protección de sus datos es un pilar. “Ejercen su libertad de expresión en contextos en los que el Estado o la sociedad son hostiles, sobre todo cuando se trata de cuestiones relacionadas con los derechos sexuales y reproductivos, como el aborto, el cambio de denominación social u otras causas de disidencia política. Es decir, medidas contra el anonimato o a favor de una mayor recolección y conservación de los datos personales en internet terminarían dándole más poder al Estado y las empresas, ya que ampliarían su capacidad de identificar voces disidentes y, posiblemente, censurar el contenido y el comportamiento en función de sus propios intereses”, apuntan desde el colectivo Antivigilancia.

El anonimato no es la estrategia ideal para todo el mundo: existen diferentes tácticas que permiten camuflarse en internet. Pero este derecho debería estar disponible para quien lo demande. Tal como señalan las organizaciones que luchan por las libertades en la red, sin privacidad, no hay autonomía, y en internet el anonimato abre los caminos que llevan hacia la autonomía.

“En un ecosistema opaco, hecho para succionar datos indiscriminadamente y hacer perfiles antojadizos de las personas, muchas veces sin su consentimiento informado, no es nada difícil que empresas como Cambridge Analytica exploten también esos datos, esta vez, para fines electorales”, remarca la investigadora chilena Paz Peña en un informe especial sobre datos en contextos electorales.

Sin embargo, millones de usuarias de redes sociales y de motores de búsqueda consideran una tarea engorrosa corregir y reapropiarse de su privacidad en internet, ven de lejos la noción de que las expresiones anónimas enriquecen nuestras aspiraciones democráticas. Cada día más organizaciones que luchan por los derechos digitales se abocan a facilitar la tarea cotidiana de valorar los datos privados de las personas.

La lucha zapatista tiene en su haber el uso rebelde y más osado del pasamontañas. Hoy más que nunca se actualiza su importancia metafórica y concreta. “La lucha zapatista se cubre el rostro y convierte el pasamontañas en un símbolo, como lo hicieron las Madres de Plaza de Mayo con su pañuelo blanco, a partir de este momento como tiempo después lo hiciera la máscara de Guy Fawkes, el rostro zapatista no es uno, es todos los rostros, es la multitud indígena, es miles de personas originarias de diferentes lenguas, diferentes creencias, diferentes ideas, diferentes vidas, pero desde ese momento un mismo rostro rebelde”, propone Fajardo Montaño.

Más información

https://www.derechosdigitales.org/
https://www.apc.org/es
http://privacyinternational.org
https://tacticaltech.org/
http://enlacezapatista.ezln.org.mx/
https://ciberseguras.org/
https://securityinabox.org/es/
https://www.takebackthetech.net/es/be-safe/herramientas-de-seguridad

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/tecnologia/el-derecho-al-anonimato-desde-el-ezln-hasta-la-red
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