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¿Qué es la verdad que decimos enseñar?

Por Miguel Andrés Brenner

o de la muerte de la conciencia de verdad [1]

QUE TIRE LA PRIMERA PIEDRA EL QUE ESTÉ LIBRE DE NO DECIR LA VERDAD.

Políticos, empresarios, sindicalistas, justicia institucional, deberían partir de ahí.

Ver la cosa parcialmente, y en el otro, es un recurso metonímico,[2] no es verdad.

Partamos de lo siguiente, y veremos en dónde concluimos: Ya no importa la verdad, y no por las noticias falsas o fake news, la cosa es más grave aún.

En la filosofía de occidente se ha discurrido sobremanera acerca de la “verdad” y la verdad como patrimonio de la inteligencia, no de la práctica[3]. Y, particularmente, en el mundo contemporáneo al que haremos referencia, bajo el apotegma de que la inteligencia es reemplazada por la emoción, suponiendo su universalidad, fuera del tiempo, fuera de la historia. La filosofía de la liberación, en cambio, ha hecho hincapié en la justicia. La verdad es subordinada a la justicia, y ésta antes que nada a su práctica ética[4]. Sin embargo, la misma es aplastada, como tendencia, por su olvido de las instituciones eurocéntrico-universitarias.

Desde la perspectiva del Norte político, nos preguntarnos “¿qué es la verdad?” Podemos afirmar, entre otros, la corrección respecto la respuesta en relación con la adecuación a lo que se desea preguntar. Si me pregunto acerca de ello, pretendo la respuesta cuyo imaginario anticipo. O sea, la subjetividad impregna de su modo de ser a la respuesta, sin el reconocimiento de la misma. Por ejemplo, el arbitrio de no encontrarse fuera de las normas APA[5]. Por ende, se pensaría según los cánones de los Estados Unidos de América o “no sirve la cosa”. Así, casi importaría más la forma que el contenido. Entonces, el contenido práxico de la vida de nuestros pueblos no vale si no se adecúa al modo de ver norteamericano. Además, el acceso al conocimiento se convierte en algo nada más que procedimental, mientras los contenidos y sus valoraciones pasan a un segundo plano. Los procedimientos pueden reducirse a variables cuantitativas, y medirse dentro de la mercantilización de los formatos académicos.

Hay otra visión interesante, el momento del “deseo”, patentizado en la “dialéctica del amo y del esclavo”, según Guillermo Federico Hegel (+ 1831). Es la del ser humano oprimido (digamos, el esclavo) que se “siente-creador” y apetece (appetit) reconocerse como tal en tanto sea reconocido por el otro. Ese otro, en tanto sea el amo, jamás va a apetecer reconocerlo, porque si no, dejaría de ser amo, y de ahí, la lucha por el reconocimiento.

Desde Nuestra América entrevemos, por lo tanto, que el motor de la verdad es la “lucha” en tanto apuntemos a un proceso de liberación, dándose éste solamente en la “praxis”. Si se diera solamente en la adecuación del enunciado del sujeto con el objeto conocido, habría ahí, bajo el pretendido “atenerse a los hechos”, un modo implícito de idealismo. ¿Y por qué? Es que mientras se someten los hechos solo a sus interpretaciones, se restringe la realidad humana a éstas, manipuladas según la voluntad de poder, que contrae lo humano a lo observable como cuantificable, como medible, como manipulable, con altas cuotas de predicción, bajo el determinismo de las leyes o de lo legal, desapareciendo, así, la ética como aventura de la libertad. Y, en el presente milenio, subsumiendo al ser humano a la “decisión” de los algoritmos, a la dictadura de los algoritmos. Consideremos que “las” interpretaciones son aceptables, mientras no afecten al núcleo fundamental que es el de la producción y reproducción de la vida en comunidad.

Más aún, si la posibilidad de un enunciado depende del posicionamiento social dentro del Mercado[6], nos encontraríamos insertos en una trama donde quien define “qué es la verdad” es el sujeto del neoliberalismo capitalista, o sea, el Mercado, quien pensaría, desearía, actuaría. Entonces, el sujeto social se fragmenta según sus posibilidades de la inserción mencionada, muere la conciencia[7] de verdad, y esta última se somete a las fuerzas que deciden, desde relaciones de poder, qué es lo que se permite ser cierto o no. Y lo que se permite o no se asocia, principalmente, a la emotividad, una emotividad fragmentada de la racionalidad, mas bien como su fundamento[8], pues tal adhesión sería la fuente del saber, la fuente de la verdad. Interesante planteo, donde la verdad, supuestamente, radicaría en los intereses del poder establecido, y no en la dignidad como condición de la vida humana.

Es aquí donde nos preguntamos si la verdad tiene que ver con la adecuación de los enunciados del intelecto al objeto conocido, o si la verdad tiene que ver con la “buena vida” de los pueblos. En el primer caso, nos hallamos ante el “pensamiento que se congratula pensarse a sí mismo”, en el segundo, con la praxis efectiva de la justicia y, en consecuencia, de la verdad, ya no como argucia del intelecto, sino como libertad efectiva. En el primero, un craso idealismo al servicio del mercado; en el segundo, una praxis que parte de la dignidad de la condición de la vida humana. Apuntamos a la identidad verdad, vida, bueno.

¿De qué manera comprender hoy a un Sócrates, quien identifica el mal con el error? Obviamente, no lo aceptamos en parte, y sí, en la otra, depende de la perspectiva. No, si identificamos la verdad al modo solo individual en el entramado de un saber teórico-elitista, y sí, mientras tenga que ver con la vida, puesto que, para nuestro filósofo, en este último caso, la “catarsis” o purificación se asocia al bien. Conste que en la actualidad dejamos morir la conciencia del mal en donde haya una identificación del mal con un error, a la manera como un niño se equivoca en una tarea o deber para la escuela[9].

La actual mirada niega radicalmente la concepción de la verdad, pues todo se reduciría a un “me gusta” o “no me gusta”, al modo meta-facebook. La adhesión afectiva sería prioritaria y, tan fuertemente, que ingresa en el plano de un sentido común difícil de cuestionar. El “gusto” no se cuestiona si carece de una base racional. El gusto tal sería motor de la “creencia”.

La “creencia” en un mundo laicizado es el fundamento del posicionamiento humano. Y la cosa es tan “grave” que hasta toda la economía financiera se basa en dicho paradigma. Es que la presente economía, sustentada en un “dólar-a-futuro”, o sea, el dólar como “deuda”, supone que a futuro será reintegrado a su acreedor, aunque existe la convicción de que es un imposible y, a pesar de ello, se “mantiene” la creencia. Es decir, todo un edificio económico financiero se fundamenta en una creencia que carece de solidez, esfumándose por doquier. Y, sin embargo, dicha “creencia” sostiene un “castillo de naipes”, la economía de base financiero-especulativo-parasitaria, tan frágil como frágil es la condición humana bajo una “fe” no religiosa que la carcome, actuando como un Leviatán absoluto[10].

Es fácil escuchar “¿creés que fulano de tal es corrupto?” Y si tú crees, es suficiente garantía de verdad, partiendo de las caracterizaciones dadas oportunamente por el nazi Joseph Goebbels, el padre de la propaganda política contemporánea, aunque sin su tecnologíaxi. Para Platón, la creencia es casi el grado más bajo del saber, en la actualidad es el fundamento del saber. Otra forma de lo mismo aparece en la expresión “¿tú qué opinas?”[12]

Desde aquí hasta se llega a banalizar el crimen, la verdad, la misma vida. Y acontece cuando “no se cree ni en uno ni en otro”, o bien cuando la “insensibilización conlleva a no sentir la vulnerabilidad del otro” (salvo que le toque a uno).

Por ende, cuando educativamente nos planteamos “enseñar la verdad”, ¿qué es lo que pretendemos decir hoy día?

Si hablamos de lo que se denomina STEM, es lo que más importa a los sistemas escolares del poder establecido. Science, Technology, Engineering and Mathematics (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).  Y la lengua se aborda principalmente en su función instrumental, sin la pretensión freireana comunicativo/dialogal/crítico-problematizadora desde la praxis real de la vida de los educandos, y también de los educadores no tratados como educandos en las normativas. En cuanto a esta reciente referencia, siempre se menciona al aprendizaje como núcleo del proceso educativo, y no a la relación docente-alumno, educador/educando—educando/educador.

Si los educadores carecen de voluntad ético-política no se tendrá en cuenta el núcleo de la verdad que radica en el buen vivir del pueblo, en la buena vida de los pueblos. Resulta necesaria, al respecto, una fuerte intervención de quienes dicen defender los derechos de los docentes, así evitar un curricular acotado al STEM.

Dice Karl Marx que el ser humano es vida productiva, creadora: “La vida productiva es… la vida genérica. Es la vida que crea vida.”[13] Ésta es la explicación más hermosa que conocí acerca del significado de lo humano. El vocablo “Rúaj” señala en hebreo el soplo creador (Dios) en el relato de la creación, primer libro del Antiguo Testamento, Génesis, mientras que el ser humano participa como co-creador, a imagen y semejanza de Dios. Tiene que ver con la vida y su disfrute. “Dis” es indicativo de la muerte del fruto, aunque para “más y mejor” fruto, que solo puede darse en comunidad.

Entre tanto, el Banco Mundial, desde una concepción utilitarista al servicio del mercado, sustenta la recuperación de los aprendizajes perdidos en el contexto de la pandemia en el “uso” de estrategias de recuperación, en el autoaprendizaje “individualizado” y en programas de aprendizaje acelerado, mediando las tecnologías vigentes que ofrece la economía de mercado… “brindando apoyo financiero. Entre estas organizaciones se encuentran el Grupo Banco Mundial; la Unesco; Unicef; el Ministerio de Relaciones Exteriores, del Commonwealth y de Desarrollo del Gobierno del Reino Unido (FCDO); USAID, y la Fundación Bill y Melinda Gates”[14], éstos ligados al lucro y al espionaje.

Valga concluir el presente texto con la pasión y el ánimo que muchísimos educadores ofrecen a sus alumnos como hálito vital desde el que intentan luchar contra viento y marea a fin de potenciar la vida, y vida en comunidad.

Siempre es actual la pregunta acerca de la verdad que enseñamos, y no para lavarnos las manos.

Notas:

[1] a) Agradezco a mis alumnos de los Institutos de Formación Docente nº 35 y nº 41 de la Provincia de Buenos Aires, Argentina, desde los cuales mi imaginación vuela en el deseo carnal de la enseñanza y me permite esbozar el presente texto. b) Parafraseo libremente una expresión del Papa Francisco, cuando enuncia el “debilitamiento de la conciencia del pecado”, aunque soy más radical en tal sentido, puesto que menciono la “muerte”. https://www.religiondigital.org/el_papa_de_la_primavera/Francisco-Perder-conciencia-pecado-tiempo_0_2200279995.html (consulta: 24/09/2022)

[2] Metonimia. Confundir la parte con el todo.

[3] Marx, Carlos. “Once tesis sobre Feuerbach.” Tesis segunda. “El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico.” https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/45-feuer.htm (consulta: 23/09/2022)

[4] El occidente universitario ha obviado la verdad desde otros pueblos

[5] ¿Qué son las Normas APA? Las Normas APA es el estilo de organización y presentación de información más usado en el área de las ciencias sociales. Estas se encuentran publicadas bajo un Manual que permite tener al alcance las formas en que se debe presentar un artículo científico. APA, estilo metodológico elaborado por la American Psycological Association, extendido a todo el mundo como un formato estándar de referencias y citas textuales.

[6] Brenner, Miguel Andrés (2018). “El pos maestro. Una crítica a la pedagogía neoliberal.” Donde presento al “mercado”, como sujeto ficticio o ficcional, cuyos deseos serían al modo humano. https://contrahegemoniaweb.com.ar/2018/03/04/el-pos-maestro-una-critica-a-la-pedagogia-neoliberal/

[7] Adrede utilizo la cualidad “conciencia”.

[8] Ver, de Brenner Miguel Andrés (2019), el texto “Educación Emocional”. https://rebelion.org/el-neuroneoliberalismo-capitalista-fascista/

[9] Es más fácil oír “me equivoqué en la vida”, o bien “cometí un error”, en vez de “hice mal” o “cometí un daño”.

[10] La deuda de los EE.UU., en el instante de realizar la presente escritura, es de treinta y un billones de dólares. https://www.usdebtclock.org/ (consulta: 23/09/2022)

[11] https://confilegal.com/20180826-los-11-principios-de-la-propaganda-nazi-hoy-vigentes-en-las-fake-news/ (consulta: 22/09/2022)

[12] En un juicio institucional, si el veredicto tiene que ver con la propia posición, se lo acepta como válido, caso contrario, se lo cuestiona.

[13] Marx, Karl. “Manuscritos económico-filosóficos de 1844.” Capítulo 1. XXIV, Tercera determinación del trabajo enajenado. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/manuscritos/

[14] Banco Mundial (2022). “El aprendizaje está en crisis: Dar prioridad a la educación y las políticas eficaces para recuperar el aprendizaje perdido.” https://www.bancomundial.org/es/news/immersive-story/2022/09/16/learning-in-crisis-prioritizing-education-effective-policies-to-recover-lost-learning

Miguel Andrés Brenner. Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires

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Libro (PDF): Metodología de los bordes : psicoanálisis y lógicas no clásicas

Reseña: CLACSO

El conjunto de trabajos que se presenta a continuación busca cumplir con diversos propósitos, pero tiene en común una línea de investigación que trata de encontrar y mostrar los vínculos entre algunas ciencias y el psicoanálisis. Aunque predomina el uso de nociones provenientes de la lógica clásica y de las lógicas no clásicas, el interés que nos mueve es exponer y discutir los correspondientes conceptos teniendo presente la idea de que es posible un psicoanálisis con lógica.

 

Autor(es):            Beller Taboada, Walter
Editorial/Editor:  Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, DCSH/UAM-X
País de Edición:            Mexico
ISBN            978-607-28-1808-8
Descarga:                     Libro (PDF): Metodología de los bordes : psicoanálisis y lógicas no clásicas

Fuente:                         http://biblioteca.clacso.edu.ar/

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Opinión: El ritual escolar: de la incertidumbre a la verdad (¿o al revés?)

Por:


En esta cuarta entrega de la serie “El ritual educativo”, Andrés García Barrios nos invita a contestar la siguiente pregunta: ¿hoy, en la escuela, a qué llama el timbre?

Quiero empezar este ensayo expresando una vez más mi admiración a todos los miembros de la comunidad escolar pues gracias en buena parte a ellos, y a que han perseverado en mantener la escuela a toda costa durante la pandemia de COVID-19, se ha podido conservar la cohesión social durante el último año, a lo largo del planeta.

En cada época, la sociedad pide a la educación escolar que enseñe a sus miembros las habilidades técnicas necesarias del momento. Más allá de éstas, la escuela transmite también un espíritu de pertenencia y una fuerza de cohesión que es ancestral y que se realiza a través de lo que he llamado (en varios ensayos, en este mismo espacio) el ritual escolar.

Este ritual va más allá de toda intención consciente y empieza a cumplirse por el simple hecho de que un centro escolar convoque a la comunidad a sus aulas. No importa que esa comunidad sea un pequeño poblado o el mundo entero (la educación en línea ha favorecido esto último como nunca); ni importa si los miembros se reúnen de manera presencial y cotidiana o de vez en cuando y a distancia (El ritual educativo durante la pandemia). Sólo importa, en principio, esa convocatoria, es decir, la apertura de un espacio en donde la gente puede reunirse a…

¿A qué se reúne la gente en este lugar, a qué convoca exactamente la escuela? Esa es la pregunta crucial, y en la que estoy tratando de indagar en esta serie de breves ensayos.

Verdad

Encuentro que el ritual escolar tiene varios componentes: para empezar ― y esto surge de la etimología de la palabra escuela, que significa ocio―, nos presenta a la escuela como lugar de descanso y juego (El ritual escolar: el aprendizaje como juego). También nos permite desplegar intenciones conscientes e inconscientes ―de atracción, rechazo, cooperación y competencia, entre otras― hacia todas y todos los miembros que participan en él; es decir, nos permite ejercer y moldear esa mitología que según el filósofo alemán Ludwig Wittgenstein está contenida en el lenguaje (El ritual escolar: mitología).

Sin embargo, el principal componente, el que todos de inmediato identificamos, es la necesidad de aprender, a la que simplificando un poco llamamos curiosidad o dramatizando denominamos ansia de conocimiento.

Todo empieza, como he dicho, con la convocatoria, y se activa aún más el primer día de clases cuando atravesamos el portón escolar y súbitamente ya estamos en completa relación unos con otros, aplicando la variada y oculta mitología que contiene nuestro lenguaje/pensamiento. Por todas partes brincan, corren, vuelan esa infinidad de niños y adultos, haciendo todo tipo de cosas, agitados, dispersos, dejando más claro que nunca que cada cabeza es un mundo. Oigamos el Génesis bíblico: “En el principio era el patio de escuela”. ¿No dice así? ¿No es ésta la mejor imagen del caos primigenio? Nada ahí tiene inicio, medio o fin, ni existe indicio de objetivo o función.

Y sin embargo Dios dijo: “¡Que suene el timbre escolar!”

Pocas veces tenemos la oportunidad de testificar el paso del desorden al orden como en ese patio. Cuando el timbre suena, al instante la comunidad se deja ver. Creo ―bromas aparte― que de alguna forma la esencia del ritual escolar está representada en ese timbre: la escuela es ante todo un llamado, un llamado a conocer la verdad.

No hay escuela sin verdad, sin llamado a la verdad. Más que en ninguna otra parte, en la escuela se dan esos momentos en que la certidumbre nos envuelve, tranquilizadora y deslumbrante. Aprendemos a hacer con un lápiz un garabato al que damos significado, y constatamos que los demás lo entienden. Lo mismo pasa si sumamos dos más dos o si aprendemos una nueva palabra: el resultado es algo que los demás comparten. Ya no sólo existen las suposiciones y la imaginación: ahí está la verdad, lo comprobamos. Como dice la española María Zambrano acerca de lo que ocurrió en la conciencia humana cuando llegó la filosofía de Platón: “Por primera vez se pensó claramente sobre lo que tan oscuramente se sentía. Los símbolos se tornaron en pensamientos claros y a los misterios sucedieron las ideas”.

Ansia

Pero ¿de dónde procede la necesidad de aprender? ¿Por qué valoramos tanto esa verdad?

La realidad en que vivimos es misteriosa. Su misterio, sin embargo, no es comparable con un espacio oscuro al que sentimos que podemos ir despejando. Hay algo más, una contradicción profunda, una suerte de duda acerca de si lo que vemos a nuestro alrededor existe realmente, e incluso de si nosotros mismos estamos aquí. Me explico.

Una de las primeras preguntas que recuerdo haberme hecho al inicio de la pubertad ―apenas puse un pie fuera del mundo infantil― fue: “Si el universo físico en el que vivo tiene un final, ¿qué hay más allá de él?” La respuesta me llevaba a imaginar la Nada, lo cual era imposible, y sin embargo al intentar entonces imaginar un universo que no acabara nunca, mi fantasía se detenía bruscamente sin poder alejarse más allá de cierto punto. También un universo infinito era inimaginable.

Intenté una y otra vez resolver el enigma, pero yo mismo caía siempre en contradicción: a la vez que sabía que no había solución para ello no perdía la esperanza de encontrar algún día la respuesta. Sólo en tiempos recientes vine a enterarme de que este y otros problemas semejantes sobre el universo (Kant les llama antinomias) son importantes cuestiones filosóficas que, estando en el meollo del entendimiento humano, no tienen solución; o más bien, tienen dos soluciones contradictorias, es decir permiten dos “verdades” opuestas y nos dejan en el huracán de la incertidumbre.

Las antinomias y la angustia que generan han estado presentes a todo lo largo de la historia humana. Por fortuna el lenguaje, la mitología y los rituales cohesionadores integran alrededor nuestro un mundo habitable, dotado de eso que llamamos verdad. Por él solemos pasearnos como por un paraíso en el que lo finito y lo infinito conviven y lo unido y lo separado son lo mismo. Sin embargo, y sin que sepamos bien por qué, eternamente vuelve a nosotros una sensación de pérdida, de incompletud. Los mitos, los rituales y todas nuestras formas de estar en ese mundo ideal no parecen ser suficiente.

Experimentación

Cada etapa histórica tiene su verdad y sus espacios “escolares” para hacerla común a todos: la edad mítica y sus narraciones alrededor del fuego; la razón platónica y la academia; la fe tomista y la universidad, todas son formas en que la escuela va cambiando, sin perder nunca el vínculo con aquella contradicción primigenia, con el consuelo que otorga la verdad y con los rituales de enseñanza originarios.

La historia de la escuela moderna empieza una mañana de 1581 en la catedral de Pisa, cuando el joven Galileo Galilei tuvo una especie de revelación, una epifanía que cambiaría la forma de pensar y de ver el mundo. No fue Dios quien le causó ese arrobo sino la presencia de otro Altísimo, uno bien material y sujeto a leyes naturales: me refiero (y perdóneseme la broma) al “altísimo candelabro” que colgaba de la cúpula y que un sacristán había hecho mecerse pendularmente.

En el vaivén, Galilei creyó observar que, aunque el objeto recorría una distancia cada vez más corta pues se iba deteniendo, tardaba exactamente el mismo tiempo en cada vuelta. ¡Era absurdo! Sin embargo, en vez de exclamar “¡milagro!” o salir corriendo, el muchacho llevó a cabo ahí mismo algo inusual para la época: se puso a hacer experimentos. Usando su propio pulso para medir el tiempo, descubrió que lo observado era cierto.

El método experimental galileano tuvo, como es obvio, muchos rivales (entre otros la Inquisición), y la escuela de todo ese periodo sufrió una crisis de incertidumbre. Finalmente, cuando la ciencia adquirió carta de legitimidad con las ideas publicadas en 1781 por el filósofo Immanuelle Kant, las cosas empezaron a estabilizarse (divierte ver que fueron exactamente doscientos años después).

Además de ser un viejito puntual, a cuyo paso la gente ponía su reloj, Kant encontró una nueva verdad que permeó pronto a todo occidente. Demostró que los seres humanos tenemos la capacidad de reunir ―con y en nuestra razón― todos los hechos del universo. El éxito que tuvo esta idea hizo fraguar, por fin, el racionalismo de la edad moderna, con lo cual el conocimiento científico ocupó cada vez más el lugar de la verdad en el ritual escolar. Ahora los estudiantes acudirían no sólo a las aulas sino también a laboratorios y explorarían la naturaleza como única realidad. Poco a poco entenderían también que el único conocimiento es el que obtenemos al relacionar entre sí los conceptos de la realidad y ―lo que nos interesa más en este momento― experimentarían cómo con esa nueva forma de pensar, las antinomias perdían toda validez y la angustia desaparecía mágicamente. Kant lo había explicado: las antinomias son conceptos sobre un Todo (todo el universo) y dado que sólo existe un Todo, no encontraremos nunca nada fuera de él con lo cual relacionarlo.

Bastaba con esto para ver en todo lo existente una unidad con sentido. Gracias a la ciencia, la sensación de incompletud ―que procedía de un pasado oscuro― giraría su flecha para dirigirse a un luminoso futuro, convirtiéndose en un progreso constante. Las verdades irían llegando gracias a un trabajo paulatino de descubrimientos demostrados y los seres humanos iríamos avanzando de generación en generación hacia ese reino de realidades evidentes. Había llegado el momento de ―como dice la ya mencionada María Zambrano― “obligar a la vida, a la vida toda, a (seguir) el destino del conocimiento”.

En la escuela, los niños sólo debían confiar en verdades que podían observarse y comprobarse, pues sólo ese método garantizaba nuestra tranquilidad. Pocos han expresado con tanta claridad la nueva fe como lo hizo David Hilbert cuando George Cantor publicó la Teoría de Conjuntos que da base a la matemática moderna: “Ahora nadie nos expulsará del paraíso que Cantor ha abierto”.

Una verdad más profunda

“No es el fin, es el mar”

— L. Cardoza y Aragón

A principios del siglo XX, cuando apenas acababa de ser demostrada la Teoría de la relatividad, un grupo de científicos franceses y alemanes dieron a luz una nueva ciencia, tan válida y demostrada como cualquier otra pero que ponía en el centro del conocimiento a la incertidumbre. No es aquí el lugar para hablar de esa disciplina, a la que se dio el nombre de mecánica cuántica (y que es la base de tecnologías como los láseres, la fibra óptica, la resonancia magnética y el GPS); basta con decir que sus conclusiones sobre el comportamiento del mundo subatómico contradijeron todo lo comprobado hasta entonces por la física clásica (la de Einstein y Newton) acerca del funcionamiento del mundo macroscópico, es decir el de las moléculas, los seres vivos y el resto del universo.

Con la llegada de los nuevos descubrimientos quedaron expuestas ante los ojos del mundo dos verdades que no concordaban, dos mundos separados regidos por distintas leyes. Los científicos no estaban acostumbrados a tales rarezas. ¿Dos verdades opuestas? El físico teórico Sylvester J. Gates Jr. describió esta crisis perfectamente: “Se supone que las leyes de la naturaleza se cumplen en todas partes, así que si tanto las teorías de Einstein como las de la mecánica cuántica se cumplen siempre, resulta que tenemos dos siempres distintos”.

Volvían las antinomias. La ciencia no podía responder a todo con racional certidumbre. Años antes, Thomas H. Huxley, el insigne biólogo defensor de Darwin, también rechazaba el criterio de algunos de sus colegas según el cual la materia inerte del cerebro puede producir pensamientos. “¿Cómo puede ser que una cosa tan notable como un estado de conciencia surja de irritar el tejido nervioso? Es tan inexplicable como que aparezca un genio cuando Aladino frota la lámpara”.  En otro terreno, muchos niegan de forma rotunda la versión matemática actual de que la nada puede ser causa de todo lo existente. “Si usted cree que de la nada pudo surgir el universo, entonces usted tiene más fe que yo”, dijo algún creyente.

En 1910, el gran pensador y maestro mexicano Justo Sierra, en su discurso de inauguración de la Universidad Nacional de México, resumió el criterio que empezaría a regir en la escuela contemporánea: “Pedimos a la ciencia la última palabra de lo real, y nos contesta y nos contestará siempre con la penúltima palabra”.

El siglo XX buscaría la última palabra pedagógica en múltiples experimentos. No es necesario enumerar la cantidad de tendencias que se abrieron desde Piaget hasta el New Age y el posmodernismo, mientras el ideal del conocimiento racional quería seguir imponiéndose. Finalmente, en 1999, como si pusiera un punto y aparte a la discusión, el filósofo y pedagogo francés Edgar Morin, creador de las teorías del pensamiento complejo, colocó entre los 7 saberes necesarios para la educación del futuro la idea de que conocer es navegar a través de archipiélagos de certezas en un océano de incertidumbres. Poco después, en su libro El camino a la realidad, el ahora Premio Nobel de Física, Roger Penrose, publicó unos párrafos también contundentes, admitiendo que tal vez más allá de la física, la matemática y la psicología, existe una “verdad más profunda, de la que tenemos muy poca idea en el momento presente”.

En los últimos años también la escuela ha empezado a colocarse en el vértice del aparente conflicto entre el entendimiento y el misterio. En última instancia la pregunta es: ¿hoy, en la escuela, a qué llama el timbre? Para responder no podemos dejar de tomar en cuenta lo aprendido durante la pandemia de COVID-19, que al obligarnos a priorizar de forma radical nuestros recursos también nos ha ayudado a vislumbrar con nitidez los componentes esenciales de ese ritual escolar al cual seguimos acudiendo tan ávidamente en busca de cohesión social.

Dejemos a un lado intereses particulares para concentrarnos en lo que ha sido vital en este año: reuniones con otras personas más allá del seno familiar, aprendizaje como juego y descanso a la rutina del dolor, y un tipo de convivencia en la que podemos ejercitar distintos roles de vida y seguirnos conociendo y moldeando…

¿Y en cuanto a la verdad?

En su poema en prosa El maestro de sabiduría, Oscar Wilde nos cuenta de un sabio que posee el perfecto conocimiento de Dios, el cual atesora en silencio. Un día se encuentra con un perverso y hermoso ladrón, y se siente embargado de compasión hacia él. Abusando de esa compasión, el joven lo amenaza con perderse en el pecado si no le revela el divino secreto. El sabio sucumbe y susurra al oído del joven el conocimiento de Dios, quedándose vacío al hacerlo. Deshecho en lágrimas, ve que alguien está de pie a su lado, un ángel: “Hasta ahora has tenido el perfecto conocimiento de Dios ―le dice éste―. Desde ahora tendrás el perfecto amor de Dios. ¿Por qué lloras?”

La renuncia al perfecto conocimiento y su relevo por el amor, es retomado por el psicoanalista Erich Fromm en su libro El arte de amar, donde explica que el sentimiento de completud/incompletud asociado con la conciencia humana sólo encuentra solución en la unión amorosa con otros seres (o, desde un punto de vista religioso, con Dios), solución que no es de ninguna manera irracional sino que al contrario, es la consecuencia “más audaz y radical” del racionalismo: la razón, nos explica, es capaz de conocer sus limitaciones y saber que nunca “captaremos el secreto del hombre y del universo, pero que podemos conocerlos, sin embargo, en el acto de amar”.

Cuáles son las formas de esa unión y cuáles las que se presentan en el ritual escolar, son temas para seguir reflexionando. Por ahora sólo quiero añadir, siguiendo a Fromm, que la misión de la escuela es la misma de siempre: llamar a la verdad. No a la verdad que encuentra sus límites en la ciencia sino a una verdad “más profunda” donde los saberes de la comunión ocupan un lugar preponderante. Firmemente posada en islas de certeza, la comunidad escolar empieza a ser capaz de lanzarse al océano de la incertidumbre con esa “audaz y radical” confianza en que el mar ―y el amor― son también parte de nuestra esencia.

Fuente e imagen: observatorio.tec

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Ayotzinapa: la “verdad” de la verdad histórica

Por:  Abelardo Carro Nava

Transcurridos, prácticamente, 6 años de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la escuela normal rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero, la investigación sigue atorada en la búsqueda de la “mal llamada” verdad histórica. Ciertamente, muchas “cosas” han cambiado desde que el ex procurador, Murillo Karam, diera a conocer los resultados de una indagación que, falsamente, aseguraba que estos jóvenes habían sido asesinados y calcinados por delincuentes pertenecientes a una organización criminal de ese estado, pero ¿esto es así? Es decir, ¿muchas cosas han cambiado? Veamos.

Hace unos días, el Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, a través de un video mensaje, afirmó categóricamente que se había acabado la verdad histórica (Aristegui Noticias, 30/06/2020); esto, tras la detención del José ángel Casarrubias Salgado, alías el “Mochomo”, líder del cártel “Guerreros Unidos” e implicado en la desaparición de los normalistas, motivo por el cual, solicitaron 46 órdenes de aprehensión en contra de diversos funcionarios en Guerrero, acusados de, presuntamente, haber participado en esa desaparición, además de buscar la detención de Tomás Zerón, ex jefe de la Agencia de Investigación Criminal, y por lo cual, se había pedido a la Interpol, girar una ficha roja para este propósito.

Como era de esperarse, diversos medios de comunicación informaron sobre tal cuestión y, como parece obvio, los señalamientos y cuestionamientos hacia el gobierno federal no tardaron en hacerse presentes. Desde luego, hubo quien ligó este anuncio por la serie de reacciones que hubo en el país dada la visita, que estaba en puerta, del Presidente López Obrador a Estados Unidos por la entrada en vigor del T-MEC (nueva versión del Tratado de Libre Comercio); no obstante, lo anterior, también hubo reacciones que aseguraban que las pesquisas iban por bueno camino porque, en Palacio Nacional, se encuentra una administración diferente.

En esas estábamos, entre voces a favor y en contra, cuando de repente, otra vez los medios de comunicación informaron de la liberación del “Mochomo”, y de su recaptura al salir de la prisión del Altiplano, en el Estado de México; esto, porque un juez federal, consideró que hubo irregularidades en el proceso judicial del presunto integrante del cártel “Guerreros Unidos” por lo que, decidió liberarlo y, ante tal hecho, se dio una nueva orden de captura solicitada por la Fiscalía General de la República (FGR), misma que fue admitida por el juez, sin embargo ya no estaría relacionada al caso Ayotzinapa sino por “otras” actividades “ilícitas” al mando de dicho cártel (El Economista, 01/07/2020).

Ni tarde ni perezoso, el Presidente López Obrador, un día después de que se diera a conocer la liberación-reaprehensión del “Mochomo”, en conferencia de prensa, dijo que existían pruebas de corrupción en el juzgado federal que liberó a este presunto delincuente, señalado como uno de los principales responsables de la desaparición de los normalistas (La Jornada, 2/07/2020). ¿La verdad de la verdad histórica que había dado a conocer Gertz Manero se había caído? Y bueno, reza el refrán que “para que la cuña apriete, ha de ser del mismo palo” e, irrisoriamente, esto se comprobó cuando varios medios de comunicación afirmaron que, funcionarios de la FGR, filtraron un audio sobre el presunto soborno que recibió el juzgado mexicano que libero a este, insisto, presunto delincuente (Forbes México, 3/07/2020). ¿Un gobierno diferente? Es decir, ¿la filtración de información, que puede ser parte de la indagación para esclarecer los hechos relacionados con los normalistas, es la forma correcta de hacer cumplir la ley en nuestro país? En fin.

Con estos cuestionamientos estábamos, cuando otra vez el país se sacudió con la información que la FGR dio a conocer en los primeros días del mes de julio puesto que, a decir de ellos, se habían identificado los restos de Christian Alfonso Rodríguez Telumbre, otro de los normalistas desparecidos; esto, derivado de la búsqueda que habían realizado, entre el 21 y 29 de noviembre de 2019, en la barranca La Carnicería, que se localiza a 800 metros del basurero de Cocula del municipio guerrerense (La Razón, 8/07/2020). Y, de nueva cuenta, así como lo lee usted, se aseguró que la verdad histórica, la de Murillo Karam, se había derrumbado. No obstante, esta afirmación, dicha FGR no dio a conocer teoría alguna sobre el cómo los restos de este joven llegaron a ese lugar, así como también, cuáles serían las líneas de investigación que, probablemente, se abrirían por tal hallazgo. Otra vez la incertidumbre, otra vez los cuestionamientos.

Pasado estos desaguisados, y cuando las cosas al parecer se habían calmado, resurgió el tema de Ayotzinapa puesto que, a través de diversos medios de comunicación, se dio a conocer un video mediante el cual, Tomás Zerón, interrogaba a Felipe Rodríguez Salgado, presunto jefe de sicarios de “Guerreros Unidos”, hecho por el cual se aseguró que, durante la investigación, por los lamentables sucesos de Iguala en 2014, existió tortura (Milenio, 13/07/2020). Asunto que no es nuevo puesto que, si usted recuerda, he podido documentar tales cuestiones, mismas que se desprenden del trabajo que, en su momento, realizó el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) (https://profelandia.com/ayotzinapa-a-65-meses-cronologia-de-un-estado-de-derecho-podrido/). ¿En verdad la FGR descubrió el hilo negro en este asunto?

Visto lo anterior, una pregunta que me parece importante formular en estos momentos, tiene que ver con el estado actual de las cosas sobre la desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa dado que, como hemos visto, nos encontramos, de nueva cuenta, ante un escenario en el que la incertidumbre, las declaraciones que llenan los medios de comunicación, los desaseos en la indagación, las teorías inexistentes, las evidentes muestras de corrupción, entre otras tantas cuestiones, impiden saber qué pasó con los 43 normalistas de Ayotzinapa.

Si no me equivoco, el estado mexicano tiene la obligación de salvaguardar y/o proteger la vida de sus habitantes. La realidad que nos muestra el día a día en este país, es que todo puede suceder sin que exista una plena seguridad de la aplicación de un estado de derecho. Las leyes, como parece obvio, y así ha sido demostrado, son letra muerta porque, indiscutiblemente, la barbarie se ha apoderado del sistema que tiene por obligación hacerlas cumplir.

No sé si aquellas imágenes, acompañadas de gritos, que se obtuvieron de los celulares de los videos que grabaron los estudiantes que presenciaron los trágicos sucesos del 26 y 27 de septiembre de 2014 hayan podido salir de su mente. En la mía siguen presentes: ¡No tenemos armas, no tenemos armas! ¡Ayúdenos! ¡Somos estudiantes! Esto, mientras estos alumnos observaban a un compañero caído.

¡Ayotzi vive, la lucha sigue! Hasta que haya justicia.


Referencias:

Redacción AN. (30/06/2020). Se acabó la verdad histórica, afirma fiscal Gertz sobre caso Ayotzinapa. Aristegui Noticias. Recuperado de: https://aristeguinoticias.com/3006/mexico/se-acabo-la-verdad-historica-dice-fiscal-gertz-sobre-caso-ayotzinapa/

Monroy, J. (01/07/2020). Liberan al Mochomo y lo detienen por otros delitos. El Economista. Recuperado de: https://www.eleconomista.com.mx/politica/Liberan-al-Mochomo-y-lo-detienen-por-otros-delitos-20200701-0153.html

Urrutia, A. y Muñoz, A. (2/07/2020). Pruebas de corrupción en la liberación de Mochomo: AMLO. La Jornada. Recuperado de: https://www.jornada.com.mx/ultimas/politica/2020/07/02/pruebas-de-corrupcion-en-la-liberacion-de-el-mochomo-amlo-1136.html

Redacción Forbes. (3/07/2020). FGR filtra audio del presunto soborno para la liberación de El Mochomo. Forbes, México. Recuperado de: https://www.forbes.com.mx/noticias-fgr-audio-soborno-caso-el-mochomo/

Chaparro, J. y Butrón, J. (8/07/2020). Hallan a normalista a 800 m del basurero de Cocula. La Razón. Recuperado de: https://www.razon.com.mx/mexico/identifican-restos-tercer-normalista-ayotzinapa-396636

Redacción Milenio. (13/07/2020). Video de interrogatorio de Zerón demuestra tortura en caso Iguala: Felipe de la Cruz. Milenio. Recuperado de: https://www.milenio.com/politica/video-tomas-zeron-demuestra-tortura-caso-iguala-vocero-padre

Fuente: https://profelandia.com/ayotzinapa-la-verdad-de-la-verdad-historica/
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El caso Ayotzinapa: verdad y justicia a cuenta gotas

América/México/Fuente: Tlachinollan

 

El Titular de la Unidad para el caso Ayotzinapa de la PGR, Omar Gómez Trejo, en una conferencia de prensa, anunció que entre los restos llevados a Innsbruck, uno corresponde Christian Alfonso Rodríguez Telumbre, uno de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa; la identificación fue verificada por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

Los días 21 y 29 de noviembre de 2019 se realizaron acciones de búsquedas en un punto conocido como Barranca de la Carnicería, Ejido de Cocula; este lugar no es el basurero de Cocula ya que la Barranca se encuentra a más de 800 metros de distancia donde se crea la narrativa de la “verdad histórica”, afirmó Omar Gómez.

Vidulfo Rosales, abogado de las madres y padres, consideró que hoy se ha recibido una noticia con mucho dolor, pero es un paso en la dirección correcta en la búsqueda de la verdad y la justicia. Sin embargo, queremos decirle a la familia que estamos a su lado, con el compromiso de seguir abrazados, que sentimos su dolor en la distancia y que sin duda no es nada comparado porque la esperanza de que llegara Christian era más inmensa, incluso que la verdad. Nos solidarizamos.

Omar Gómez Trejo dijo que el 19 de junio de 2020, la Universidad de Innsbruck comunicó a la Unidad Especial del caso Ayotzinapa y al Equipo Argentino, que después de realizar los análisis respectivos de los restos óseos enviadas a Innsbruck, una de ellas corresponde al estudiante Christian Alfonso Rodríguez Telumbre, uno de los jóvenes normalistas desaparecidos. Para mayor certeza de los resultados de Innsbruck también fueron analizados por el Equipo Argentino de Antropología Forense, terminando su revisión el 4 de julio. Las conclusiones fueron deforma coincidente que una de las piezas óseas enviadas al laboratorio de Innsbruck pertenece efectivamente al estudiante normalista Christian de forma indubitable. El titular de la Unidad Especializada del caso Ayotzinapa, en sus aseveraciones finales, consideró que con estos hallazgos se rompe el pacto de la impunidad y del silencio, así como se acaba la “verdad histórica”, parafraseando al Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero.

Por su parte, Vidulfo Rosales, confía que el hallazgo de los restos pueda revelar una verdad que se ha ocultado a la opinión pública de México y que se ha convertido en una de las promesas de la actual administración, asumida desde la presidencia desde diciembre de 2018. Los primeros indicios de esa verdad llegan con el trago amargo de la muerte de Christian Alfonso Rodríguez que fue víctima de desaparición forzada cuando apenas tenía 19 años.

Aún sigue siendo un tema pendiente. Esta noticia no es más que el símbolo de un país de los desaparecidos, de los rostros ausentes, de la ignominia; un aparato de Estado que quiere exterminar a la voz rebelde, que desaparece a los cuerpos incómodos.

Fuente e imagen: http://www.tlachinollan.org/nota-informativa-el-caso-ayotzinapa-verdad-y-justicia-a-cuenta-gotas/

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Enseñanza en la era de la posverdad

América del Norte/México/22.09.2019/observatorio.tec.mx

Por: Paulette Delgado

La Real Academia Española define la posverdad como la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y enactitudes sociales”. La Fundéu BBVA la describe como lo “relativo a las circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos a la hora de modelar la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. Es decir, las personas están más inclinadas a creer cosas que se sienten verdaderas aunque haya evidencia que indique lo contrario.

En la “Era de la posverdad”, las escuelas deben ayudar a los estudiantes a deconstruir lo que ven en los medios y las redes sociales y aprender a buscar evidencia de su veracidad, incluso si esos datos no respaldan su afirmación. Este tipo de habilidades de evaluación son más importantes que nunca en la actualidad donde hay mayor acceso a evidencias aportadas por el campo científico y académico.

Al tener tantas opciones con tantos puntos de vista diferentes, es fácil elegir o preferir aquellas que refuercen lo que pensamos. Si bien la posverdad ha existido durante años, el internet exagera sus efectos con sus algoritmos que crean “burbujas de filtro”. Estos filtros estudian a la persona para ofrecer artículos o información similar a la que anteriormente se hizo clic o que les dieron “me gusta”. Gracias a estos algoritmos, que se pueden encontrar en todas partes desde las redes sociales hasta las búsquedas en internet, la información que vemos en internet solo refuerza las mismas ideas en las que creemos.

En un mundo perfecto, los algoritmos ofrecerían una gama equilibrada de artículos con diferentes puntos de vista, pero, como la realidad no es así, la responsabilidad de equipar a los alumnos con las herramientas necesarias recae, principalmente, en los educadores. Los docentes deben buscar que el alumnado esté expuesto a diferentes puntos de vista y darles las herramientas necesarias para evaluar la información que reciben y las bases para poder crear diferentes posiciones y argumentos.

Un estudio realizado por Sam Wineburg en la Universidad de Stanford, muestra que los estudiantes no poseen las habilidades para detectar sesgos y noticias falsas, así como tampoco para evaluar afirmaciones verdaderas. Otra encuesta realizada por Joseph Kahne de la Universidad de California, Riverside y Benjamin Bowyer de la Universidad de Santa Clara, mostró resultados similares: los estudiantes prefieren buscar evidencia que se alinee con sus propias creencias o apoye su punto de vista que puntos de vista opuestos.

Una forma en que los educadores pueden abordar esta era de la posverdad es enseñando alfabetización mediática crítica. Este conocimiento alienta a los estudiantes a interrogar textos y publicaciones por sesgos de pensamiento y preguntarse si pierde otros puntos de vista.

Esto no quiere decir que no hay verdad ni conjuntos de conocimiento, sino que debemos ser mucho más rigurosos y críticos ante supuestas verdades. Los estudiantes deben aprender que los hechos existen y desarrollar su pensamiento a través de ellos con una visión crítica así como con evidencia y lógica.

Un enfoque de alfabetización crítica también debería enseñar a los estudiantes a consumir y producir información y conocimiento a través de la colaboración. A lo largo de extensos proyectos de investigación, así como al enseñarles sobre prejuicios y propaganda, estarán más equipados para pensar, evaluar y reflexionar sobre las fuentes que podrían dispersar.

De esta manera, los estudiantes se convertirán en ciudadanos críticos e informados en un mundo progresista. Así, los estudiantes podrían verse a sí mismos como agentes auto-actualizados en lugar de consumidores pasivos de información.

Además, al enseñar a los estudiantes a razonar y buscar evidencias, los educadores los apoyan para enfrentar el desafío de mantener los principios de la democracia. Al enseñar a los estudiantes a sopesar los hechos, considerar diferentes puntos de vista, formar una opinión y luego articularla para que puedan responder a aquellos que no están de acuerdo con evitar la polarización.

En un tiempo en el que todos estamos expuestos a algoritmos sesgados y políticas polarizadas, se necesitan más que nunca, habilidades de análisis, debate y alfabetización crítica.

¿Has abordado el tema de la posverdad en tu clase? Compártenos cómo enseñas a tus estudiantes la importancia del análisis, el debate y pensamiento crítico.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/enseanndo-en-la-era-de-la-posverdad

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