La participación de la familia, más allá del grupo de WhatsApp

Por:  Saray Marqués

que esta sea eficaz? Distintos expertos y padres y madres nos explican cómo trabajar desde las asociaciones para sentir que ha merecido la pena.

Las madres y padres españoles son muy sociables, según el último informe PISA, que mide por primera vez esta variable. Los que más, junto con escoceses e irlandeses. Quienes más familias del cole conocen, más compañeros de sus hijos son capaces de nombrar y no tienen problema en dirigirse al equipo docente si tienen alguna duda (son, junto con los suecos, a quienes menos les cuesta hablar con los profesores del progreso de sus hijos).

¿Deriva esta mayor sociabilidad en un mayor grado de participación –que la OCDE considera un indicador de calidad– y de asociacionismo? Para Jordi Garreta, del Grup de Recerca Anàlisis Social i Educativa (GRASE) de la Universitat de Lleida, no necesariamente: “Una cosa es conocer a los demás… pero pensando en tu hijo, por saber con quién va, por enterarte de los deberes que tiene, en una relación más de grupo de WhatsApp, y otra, implicarse, tener unos intereses no solo individuales sino sociales, lo cual requiere participación”.

Garreta, que llevó a cabo en 2008 un estudio sobre las AMPA de la mano de CEAPA, define dos tipos de familias: con expectativas individuales (que a su hijo le vaya bien) y colectivas (que mejore la educación). Hay barreras para la participación –la no disponibilidad (59,6%), la falta de formación (58,1%), la incompatibilidad horaria (41%) o las dificultades por el nivel socioeconómico (20,4%)– pero, por encima de todas ellas, Garreta sitúa la actitud personal, el afán de trabajar por la escuela.

Participativos y ‘gorrones’

Las familias consultadas coincidieron mayoritariamente con dos afirmaciones; por un lado, en que “las asociaciones funcionan gracias a unos pocos que dedican parte de su tiempo a esta actividad de voluntariado” y, por otro, en que “el buen funcionamiento del AMPA favorece el buen funcionamiento escolar”. La coexistencia de ambas la explica, según Garreta, la convivencia de dos perfiles: “Los participantes en el AMPA suelen estar en otras asociaciones y entidades, son más activos socialmente. De hecho, está la idea de que son ‘siempre los mismos’, de que se ven las mismas caras en distintos lugares. Frente a estos, estarían los padres y madres gorrones, en terminología de Mariano Fernández Enguita, los que piensan: ‘Ya lo hacen otros, por qué lo voy a hacer yo’, los que se aprovechan de lo que otros hacen, los que solo si no hay nadie quizá dan el paso”.

Pero, para José Luis Pazos, expresidente de CEAPA, estos gorrones se equivocan. Recuerda un estudio piloto llevado a cabo hace una década por la FAPA Giner de los Ríos en una zona de Madrid: “Demostró que el abandono educativo temprano era de un 5% entre los hijos de padres y madres implicados. No quiere decir que la participación te blinde pero, por lo general, estás más al tanto de la educación de tus hijos, le concedes una importancia que estos notan, y tienes más interacción y más real con los docentes”, señala Pazos.

Esta comunicación más fluida es, para Garreta, una de las razones de ser de la existencia de las AMPA: “Aparte de prestar servicios (extraescolares, comedor, libros, jornadas…) son un canal clave de conexión familia-escuela”. Asegura que una de las grandes limitaciones a la participación es la concepción del AMPA como mera prestadora de servicios, con lo que los padres que no los necesiten ni se molestarán en pagar la cuota: “Esa visión se impuso durante años, pero con la crisis considero que se recuperó el carácter reivindicativo de los inicios, las AMPA se movieron para lograr recursos, para echar una mano a las familias del centro, para pedir mejoras en educación, para arreglar la escuela”.

Fue el caso del AMPA del CEIP Ramón Sainz de Varanda de Zaragoza. Su vocal, Miguel Ángel Sanz, 10 años en el AMPA, recuerda cómo la época de recortes la vivieron intensamente, “movilizándonos y movilizando a otras AMPA del barrio y de otros barrios en lucha contra esas medidas”. Para Sanz, una de las claves para contar con un AMPA potente está en la colaboración con el centro, que este tenga en cuenta los proyectos que surgen de las inquietudes de las familias, en un trabajo continuo pero al que van incorporando nuevos frentes. En la suya, acaban de crear una comisión de medio ambiente, y el curso pasado fue el de la reforma del patio, con todos los padres echando una mano en un proceso que está sirviendo ahora de guía a otras AMPA.

Frentes abiertos

La transformación del patio, pero también la lucha contra la construcción de los centros escolares por fasesla batalla por unos mejores comedores escolares, por facilitar el acceso a los libros de texto o el cuestionamiento de aspectos del sistema como los deberes o los tiempos escolares son solo algunas de las batallas de las AMPA. Pazos cita otras que nos recuerdan que para muchos la crisis aún no ha pasado: “En el instituto de mi hija, con el apoyo del equipo de profesores, se han puesto en marcha los desayunos gratis, porque había alumnos que acudían sin desayunar”.

Pazos, que entró en el mundo del asociacionismo en 2001 y, como prometió, dejó los puestos de responsabilidad cuando su hija pequeña cumplió 18 años, ha visto en este tiempo cómo el movimiento perdía fuelle. Algunas AMPA desaparecieron, algunas resurgieron con la crisis. Si hoy hay menos es porque, a su juicio, se topan contra “muros de piedra”.

“No son tantas como entonces, pero los padres y madres que se acercan están más preparados”, asevera Pazos, que entiende que, salvo en centros que siempre han sido muy participativos, hoy hay más rechazo a la implicación, también entre los profesores: “Por ejemplo, antes, con los exámenes en primaria, el niño lo llevaba a casa corregido y lo veías y lo firmabas. Ahora está prohibido sacarlos y los padres como mucho tienen derecho a una copia, nunca al original. Ha habido una involución en la participación conjunta en educación, y yo tengo la sensación de que ahora los sectores están más divididos”.

Según el estudio de Garreta, el 40% de los docentes consideraba la participación de las familias en los centros “suficiente”, siendo un 33% los que la tildaban de “insuficiente”. Por su parte, un 30% de las familias estaba muy o bastante de acuerdo en que hay resistencia entre el colectivo docente a que participen más en los centros.

CEIP Sainz de Varanda

Experiencias de éxito

No basta con ser sociables pero tampoco basta con participar. Según el informe del Consejo Escolar del Estado Las relaciones entre familia y escuela (2015), para que tengan éxito es clave que se considere a los padres y madres como iguales, valorando su contribución al proceso educativo, que el papel de la escuela sea proactivo y no reactivo, que se supere el enfoque tradicional en que solo participan algunos, que se dediquen esfuerzos a la formación y que se plantee la participación como una cuestión más de calidad que de cantidad, que se pase de muchas actividades inconexas sin planificación estratégica a una colaboración realista y flexible, capaz de perdurar.

Si no todos, el proyecto de Comprensión Lectora de la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos Nueva Escuela Canaria (FANUESCA), reúne buena parte de estos rasgos. En marcha desde hace más de una década, partió de una inquietud de Paqui Vega, presidenta de la federación, que se define como una “fanática de la participación ciudadana”.

“El equipo de maestros, cada vez que había consejo escolar o reuniones, se quejaba de que los niños no entendían lo que leían, de que los había que, siendo unos cracks en matemáticas, suspendían porque no interpretaban bien el enunciado”.

Un grupo de padres y madres, en colaboración con los directores e inspectores de la zona, el Ayuntamiento de Santa Lucía, que aportó subvenciones, y el gabinete psicopedagógico Activa Educa, que formó a maestros en paro para que pasaran a formar parte del proyecto, dieron forma a la solución: talleres que emplean a unas 20 personas en los que los niños de los 24 centros del municipio, de primaria y secundaria, aprenden jugando. Vega logró embarcar en esta iniciativa a todas las AMPA, que se han encargado de que las familias y los educadores que lo deseen se formen también.

Pública-concertada

Garreta, en su día, se centró en la pública. Ahora, desde hace dos meses, analiza también la privada y la concertada: “No podría ser concluyente, pero quizá en la pública el asociacionismo es más independiente, mientras que en la concertada hay más dirigismo”.

Según el presidente de CONCAPA, Pedro José Caballero, la labor que se desempeña desde las asociaciones del 28% de familias que engloban, en la concertada católica, es “representar a los padres en los consejos escolares autonómicos, municipales, de centro, en las comisiones municipales de absentismo, de acoso escolar, de abandono, de admisión de alumnos… en todos los sitios donde las administraciones educativas nos llamen y podamos participar”. “Un AMPA es un conjunto de familias que quiere lo mejor para sus hijos, que la educación que les llegue sea de la mayor calidad y en las mejores condiciones, da igual si estudian en un colegio público o en uno concertado”, zanja. “Y los retos son los mismos: lograr una mayor participación de las familias, en parte por las dificultades para conciliar vida laboral y familiar”, añade, y más cuanto más mayores son los hijos: “Si hasta los 12 años el 90% de las familias está ahí cuando se las necesita, a partir de 1º de ESO la implicación cae al 20%”.

Eli Miralles es secretaria en la asociación Nova AMPA Cos, de la escola Pedagogium Cos (concertada laica). Su visión va más allá: “Sin las AMPA dejamos a los niños en el cole, donde el docente da sus clases, y en casa repasamos. Con ellas nos conocemos mejor, los maestros y los padres coinciden en ámbitos no puramente docentes, colaboran en la educación, en las mejoras que haya que plantear… Todo es más sencillo, no hay ruptura”.

En su caso, están muy implicados en un proyecto intergeneracional con diferentes entidades en que colaboran los niños, los padres, el equipo docente, la dirección, y una residencia de cuidado de personas mayores, con el apoyo con el Ayuntamiento de Sant Boi de Llobregat: “Si en clase están hablando de las nutrición los niños se entrevistan con los abuelos, descubren qué comían cuando eran pequeños, les acompañan, comparten sus vivencias, trabajan en el huerto con ellos…”. “Los padres están encantados, porque ven cómo actúan sus hijos, y que aprenden, y los niños, lo mismo, sienten que participamos en cosas suyas. A muchos les cambia la cara cuando su papá entra en su mundo”.
CEIP Sainz de Varanda

De dónde venimos

Rafael Feito es profesor de Sociología de la Complutense y ex padre implicado. Su tesis versó, precisamente, sobre la participación de las familias en los centros. Compara este movimiento con el vecinal: “En su momento, las AMPA tuvieron un papel tremendamente democratizador. Con la LODE (1985) y los consejos escolares, pero también antes, con los consejos de dirección que establecía la Ley General de Educación (1970), la presencia de los padres y madres arrojó luz sobre lo que estaba ocurriendo en los centros”.

Sin embargo, considera que parte de este entusiasmo se ha ido perdiendo, con las familias como “convidados de piedra” en unos consejos escolares sin capacidad resolutiva, a años luz del “control y gestión” del que se habla en la Constitución, y dedicados, en muchos casos, a organizar “la fiesta de la tortilla, el carnaval, el día de la bicicleta…”. Frente a esta concepción como “empresillas encargadas de organizar actividades extraescolares”, Feito aboga por retomar el esquema de participación real, para crear comunidad educativa, de sus orígenes: “Hoy, si quieres a 200 padres reunidos en un comedor, convoca una reunión sobre la jornada, no sobre el programa bilingüe o si las matemáticas que se imparten merecen la pena… Es un fiasco, aunque los elementos para que las cosas se hagan de otra manera están, y hay excepciones”.

Sin embargo, y pese al amplio margen de mejora, para María Ángeles Hernández Prados, de la Universidad de Murcia, que un centro se quede sin AMPA es una muy mala noticia. Para la profesora supone “un retroceso considerable en los derechos de la ciudadanía, un paso atrás en la democratización de los centros, la adopción de un modelo clientelar, una mayor segregación de los centros en función de las posibilidades de económicas de las familias en detrimento del derecho de todos a recibir una educación de calidad y una mercantilización de la educación”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/12/04/la-participacion-de-la-familia-mas-alla-del-grupo-de-whatsapp/

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Entrevista a Rosa Valdivia: “Ir por la calle a la hora en la que deberían estar los niños jugando y que no estén debería preocuparnos”

21 septiembre 2017/Fuente: El Diario de la Educación

Urge que niñas y niños retomen el espacio público, no solo para mejorarlo, sino para que recuperen una autonomía que el mundo adulto les ha ido quitando en su afán de protección.

Maestra durante toda su vida, Rosa Valdivia llegó al grupo Ciudad de la Infancia a través de una amiga. Este colectivo se dedica, siguiendo el pensamiento del pedagogo italiano Francesco Tonucci, a reflexionar y poner en valor la participación infantil y la autonomía de los niños en la ciudad, elementos ambos básicamente inexistentes en las ciudades modernas. “Tenemos que volver a sacar a los niños a la calle. Cuando los niños están en la calle la ciudad es segura, no al revés”, explica Valdivia. En cuanto se jubiló, esta profesora se volcó con el proyecto, que ahora coordina.

¿En qué momento y por qué salieron los niños de las calles?

Los medios de comunicación han jugado un papel muy importante, que las mismas noticias se oigan una y otra vez lo largo del día y del tiempo. Antes había pocas emisoras de radio, pocos periódicos, una o dos cadenas de televisión. Cuando había un suceso relacionado con niños ese suceso se oía ese día, un par quizá. Pero no era esta lluvia constante de noticias negativas relacionadas con los niños. Además, cuando hay una noticia se recuperan otras anteriores y queda en el imaginario colectivo que a los niños se les secuestra permanentemente, se abusa sexualmente de ellos permanentemente… Esto no es cierto. Se da la impresión de que es muy insegura la ciudad. Hay casos, pero no tanto como para el miedo de construir la ciudad en recintos cerrados que provocan que los niños solo se relacionan con los que viven en su casa, en su entorno. Se está provocando una segregación dentro de la ciudad de unos niños de una clase social, de una situación cultural, de una procedencia. Es muy inadecuado. Sucede en la escuela también. Hay escuelas que se están convirtiendo en reductos de niños que tienen una problemática debido a su procedencia o a no conocer bien la lengua castellana. Hay que volver a la calle, a los niños jugando en la calle, resolviendo los conflictos que surjan en el momento. Los niños no saben resolver conflictos porque siempre hay un adulto que les está ayudando a hacerlo. Para crecer hay que poner un poquito de riesgo. Si no, no crecen. Se quedan en una situación de confort y no dan el siguiente paso. Que unos niños discutan, incluso se peleen, es una forma de aprender a resolver conflictos.

¿Se nota esta falta de autonomía y de capacidad de decisión en las escuelas?

Sí se nota, aunque en la escuela siempre hay un adulto pendiente de que nunca estén solos. Pero sí nos damos cuenta de que los niños maduran más lento que hace unos años y tienen más problemas para resolver cosas de la vida cotidiana. Y luego de repente hay como un punto de inflexión, que es el paso a la Secundaria, en el que parece que les das una varita mágica y ya van a tener poderes de resolución, y eso no es cierto. Debe ser algo progresivo.

Esto igual se me sale un poco del tema, pero ¿puede influir también en esta falta de autonomía el hecho de que los niños pasen antes a Secundaria?

Doce años [la edad de paso a 1º de la ESO] es una buena edad. El problema es que tienen falta de autonomía en Primaria, y en Secundaria la cosa se resuelve regalándoles un móvil. Que la familia sepa dónde están en cualquier momento; parece que el móvil es la varita mágica. No lo es, no existe. Y, si existiera, es la autonomía personal. Saber qué hacer y cuándo hacerlo. Saber decir que no es el principal problema que se plantea. Antes de que tengan la necesidad de plantearse si dicen que sí o que no, hay un adulto que interviene y dice: “No, esto no”. Se les priva de la capacidad de ser autónomos y, pensando que les proteges no lo haces. Y luego no tienen la herramienta adquirida por su experiencia para poder afrontar las situaciones cotidianas de la vida. Con tanta protección, les estamos desprotegiendo.

Espero que no suene muy a batallita, pero cuando yo iba al colegio, a principios de los 90, muchos compañeros íbamos solos con 11-12 años y teníamos que coger el metro y un autobús, entonces era normal.

Esto es impensable ahora. Como mucho van niños de 10-12 años acompañados o niños inmigrantes, que sus padres deben tener unas jornadas laborales larguísimas. Solo esos. Un niño de esa edad puede ir andando con otros niños, puede coger un autobús o el metro y bajarse dos estaciones más allá. Si fueran solos se encontrarían con otros niños y podrían ir juntos. De aquí nace la filosofía del camino escolar.

¿En qué consiste el camino escolar?

La idea es dotar a los niños de la suficiente autonomía como para que puedan ir solos al cole. El trabajo previo consiste en hacer unas arañas de movilidad, ver por qué zonas se mueven los niños para ir al cole. Hay que hacer también un trabajo muy serio con las familias, les suele parecer muy inseguro que los niños vayan solos. Pero los pocos datos que hay al respecto dicen que la mayoría de accidentes los provocan los propios padres que van al colegio a dejar a sus niños al intentar aparcar, abrir la puerta por el lado inadecuado, al salir los niños corriendo porque llegan tarde al cole. La idea es establecer unas rutas para que los niños se vayan encontrando unos con otros camino del colegio. Puede haber unos adultos al principio acompañando a los niños más pequeños. Luego se hacen una especie de tutores, niños más mayores que se encargan de los más pequeños, y también se intenta implicar a los comerciantes de la zona para que si un niño tiene algún problema pueda entrar en un comercio, debidamente señalizado con una pegatina fuera, para resolverlo. Este es un proceso muy interesante, sobre todo por la tranquilidad que da a los padres. Lo más costoso es convencer a los padres de que es bueno para sus hijos ir solo y no es peligroso.

¿Cómo se le cambia la mentalidad a los padres? ¿Debe salir del colegio?

Creo que es una tarea del colegio, sí. Dentro de los colegios, la toma de decisiones que compete a lo que sucede dentro. Es una tarea para la escuela de padres del colegio.

Eso pinta regular entonces, porque a las familias les cuesta mucho relacionarse con la escuela.

Y a las escuelas les cuesta mucho abrirse a los padres últimamente. Pinta mal. La complicidad que existía entre padres y escuelas hace unos años está despareciendo a marchas forzadas y es un elemento que complica más la cosa. Los niños piensan que tienen que ser más autónomos, quieren ir andando al cole, con sus amigos. Les parece que es una forma de hacerse mayores, que les lleven sus padres hasta la puerta no les gusta nada.

¿En qué momento se empezaron a distanciar familias y escuelas?

No lo sé. Pero sí creo que circunstancias como que los currículums sean muy extensos puede llevar a creer que solo hay que trabajar algunas cosas en los colegios y los padres tienen poca cabida para hacer talleres, participar de las dinámicas de clase. También existe inseguridad de los profesionales, que creen que tener la puerta del aula abierta es exponerse. Creo que es una falta de seguridad absoluta en tu trabajo. Todos podemos confundirnos o tener un error, pero si tienes seguridad en lo que haces no tiene mayor importancia. Sin embargo, existe una reticencia por parte de los profesionales de la educación a que entren las familiass en la escuela. Existe como una falta de confianza de los padres a la escuela, de la escuela a los padres.

¿Hay una edad ideal o adecuada para empezar a dejarlos solos?

Creemos que a partir de los 8 años es suficiente. Nosotros en los procesos de participación trabajamos con niños de entre 8 y 12 años. Son muy sensatos, saben dónde están los peligros, saben cuáles son sus posibilidades. Pensamos que un niño de 8 años tiene la capacidad de ir tomando elementos de autonomía dentro de la ciudad. Quizá no al 100%, pero sí poco a poco. No tiene ningún sentido que un niño de 10-12 años nunca haya ido a comprar algo solo, nunca se haya tenido que preocupar de que le den bien las vueltas. Lo que cuando yo era pequeña era hacer recados -ir a comprar el pan, la leche- no lo hacen ahora. Más aún, no tienen ni la noción de lo que cuestan las cosas. Eso es un problema la falta de autonomía.

El diseño de las ciudades, pensadas para los coches, supongo que tampoco ayuda.

Pero hay ciudades que tienen ya una trayectoria y han hecho calles peatonales, solo de una dirección, calles de tráfico calmado con aceras más anchas. Las ciudades están diseñadas para los coches, tenemos que cambiar el paradigma. Hay ciudades que se lo están replanteado. Pontevedra, por ejemplo, para nosotros es LA ciudad. Han decidido peatonalizar todo el centro, solo los transportes y servicios pueden entrar. Es una apuesta muy arriesgada, porque el coche está muy metido en nuestro ADN y tocar el coche se ve feo. Por ejemplo, cada vez que el Ayuntamiento de Madrid anuncia que va a peatonalizar alguna calle hay muchas protestas.

¿Es posible recuperar las calles para que jueguen los niños tal y como está la ciudad?

Creemos que sí. El espacio público se ha ocupado mucho con terrazas de bares, etc. Las plazas, el lugar donde podrían jugar los niños, se han convertido en espacios para adultos solo. Enseguida aparece el cartel de “prohibido jugar”. El espacio público se ha convertido en espacio privado, comercial. El poco espacio que podía haber para que jugaran los niños sin tráfico, tampoco existe. Hay que dar un vuelco. Los niños deben salir a jugar, tenemos que convencer a las familias de que salgan a jugar con sus hijos y tenemos que convencernos todos los ciudadanos de que hay que recuperar el espacio público, compartir espacios de manera intergeneracional, que haya abuelos, niños. Tenemos que volver a un modelo de ciudad más humanizada, menos fría.

Supongo que esto no es un fenómeno exclusivo español.

No, es de todo el mundo. De hecho, la Ciudad de los Niños nace en Italia. Estamos en contacto con muchas ciudades argentinas en la misma situación. Estuve hace poco en Portugal y también estaban viendo cómo afrontar el tema. Ir por la calle a la hora en la que deberían estar los niños jugando por la calle y que no estén nos debería preocupar a todos, no a cuatro chaladillos.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/09/11/ir-por-la-calle-la-hora-en-la-que-deberian-estar-los-ninos-jugando-y-que-no-esten-deberia-preocuparnos/

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