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Violencia escolar: un conflicto en crecimiento

Por Carlos Ornelas

Para resolver un problema —reza una proposición de política— primero hay que conocerlo. Y reconocer que existe, pudiera agregarse. Informes de la Secretaría de Educación Pública, del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, incluso del Poder Legislativo, documentan que la violencia escolar va en aumento. La prensa y los medios se encargan de divulgar los hechos extremos; algunos con amarillismo y hasta morbo.

En la academia también crece el interés por estudiar la violencia escolar. Cada institución, académicos —y sus estudiantes— escogen estrategias de análisis diversas y se enfocan en un asunto en particular. Todos construyen conocimiento, pero es parcial, de casos o sólo de uno o pocos aspectos de la violencia.

En enero de este año, el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo, que rastrea la labor de los Estados miembros de la UNESCO para conseguir Las Metas del Milenio, publicó un informe, “Decidamos cómo medir la violencia en las escuelas”. Es un llamado a gobiernos e instituciones nacionales para documentar, cuantificar y catalogar los actos de violencia escolar. El propósito: diseñar estrategias locales y globales para combatir ese desarreglo social.

Este informe no se centra en un solo aspecto de la violencia escolar. El inventario es amplio: intimidación, castigo corporal, abuso verbal y emocional, hostigamiento sexual y agresión. Además, actividad de pandillas y presencia de armas en los recintos escolares.

También llama la atención en el hecho de que las formas más comunes y generalizadas suelen pasar desapercibidas, aunque son las que causan mayor daño a la experiencia educativa de niños y adolescentes. En una sola oración, sintetiza el drama de por qué no se adquiere mayor conocimiento ni se divulga más información: “a menudo involucrar tabúes”. Como agresión a docentes, que casi no se menciona en estudios nacionales.

El informe de la UNESCO sintetiza datos de pesquisas nacionales e internacionales que presentan un panorama calamitoso. Por ejemplo, cita una encuesta nacional representativa sobre la violencia contra los docentes en Alemania: alrededor de 23% de los encuestados había sido objeto de abuso, difamación, intimidación, amenazas o acoso, al menos una vez en los últimos cinco años. Según la encuesta, durante este periodo, seis por ciento de los profesores había sido agredido por estudiantes.

Si eso pasa en Alemania, donde el Estado monopoliza la violencia legítima, ¿qué podemos esperar en México?

Si bien es cierto que las teorías de la reproducción de las relaciones sociales por medio de la escuela ya no tienen el atractivo que tuvieron hasta los 80, la escuela no es una institución aislada de la sociedad. Buena parte de la violencia que se observa entre niños y adolescentes nace en la familia, el entorno de las comunidades y los medios de comunicación.

En amplias zonas de la geografía de México impera la brutalidad; no sólo la violencia criminal: pleitos entre y al interior de las comunidades, riñas entre vecinos, linchamientos de ladrones pobres diablos —a los grandes y de cuello blanco nunca los atrapan— reyertas por cualquier accidente de tránsito. Aunque recelo, sé que hay policías buenos y competentes. Pero otros participan en actos que se supone deben prevenir y sancionar.

La violencia es un embarazo del Estado mexicano. Es un asunto en el que las instituciones y los mandos han fallado. La impunidad y la corrupción abonan a la violencia que se reproduce en las escuelas, aunque —vaya ironía— es allí donde puede encontrarse la solución de plazo largo. Digo, si en lapsos breves el Estado hace su tarea, genera conocimiento, reconoce el problema y ataca de frente la violencia en el ámbito social.

Fuente del Artículo:

Violencia escolar: un conflicto en crecimiento

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Honduras: Aulas en la línea de fuego

Honduras/05 de Junio de 2017/Revistazo

Roxana mira hacia arriba desde su escritorio con una mirada fija. Una mujer pequeña en una silla baja, está prácticamente escondida detrás del gran escritorio que denota su posición como directora del centro educativo.

Sobre este escritorio hay una pila de 39 solicitudes de traslados para alumnos.

“En todos el motivo del traslado es inseguridad,” dice Roxana.

(Por su seguridad hemos cambiado los nombres de los maestros, administradores de centros escolares y voluntarias citados en este reportaje).

Ella es la directora de un centro educativo en una colonia pequeña ubicada algunos kilómetros al norte de la cuidad de Tegucigalpa. Por muchos años la colonia fue un refugio tranquila aparte del bullicio de la cuidad. Pero según la directora, hace un año empezaron los disparos y no han cesado.

“Antes fue una alegría ir al trabajo. Fue relajado salir de la cuidad y ver los árboles,” dice la directora. “Quedarnos [en el centro educativo] hasta las 3 de la mañana trabajando y salíamos sin problema.”

Todo cambió cuando una guerra territorial empezó entre dos pandillas, supuestamente el Combo que No se Deja y la Mara Salvatrucha, según gente de la colonia, en el mes de marzo del 2016. Desde allí han tenido alrededor de siete incidentes de disparos cerca de la escuela.

El 27 de febrero del 2017, las balas penetraron adentro de las aulas.

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Algunas de las balas penetraron por los techos de la escuela. 

 

La directora estaba en su oficina como cualquier día cuando a la 1:30 p.m., los disparos comenzaron. Esta vez se escuchaban diferentes.

Estaban más fuertes, de armas pesadas, y más cerca de la escuela. Las balas empezaron a impactar contra el segundo piso del centro educativo, donde los alumnos de séptimo, octavo y noveno estaban recibiendo clases.

La directora corrió hasta el segundo piso, donde algunos de los alumnos ya estaban sentados contra la pared y otros, acostados en el piso.

Ella y un maestro los dirigieron al aula de computación en el primer piso, donde había menos ventanas.

 

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La directora encontró en el segundo piso a varios alumnos sentados contra la pared y otros, acostados en el piso.

Roxana les dijo a los alumnos que revisaran sus cuerpos para heridas. Una muchacha vio que su pantalón estaba roto. Metió su dedo en el hoyo y sintió sangre. Tres muchachas más encontraron heridas en sus brazos, piernas y cabezas donde las balas les pegaron.

 

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Algunos alumnos con heridas en la cabeza, brazos y piernas.

 

Los disparos duraron 15 minutos. Los maestros sospechan que el Combo que No se Deja disparó desde la cima de la colina hacia unos miembros de la MS-13 que se situaron al fondo de la ladera; la escuela estaba en medio.

Se cerró el centro educativo por diez días y cuando se abrió de nuevo, el gobierno asignó agentes de la Policía Militar para vigilar el instituto. Pero los disparos siguen y, según Roxana y otros maestros, muchos de los maestros, alumnos y familias no se sienten seguros.

El profesor que estaba en el aula donde la mayor cantidad de balas impactaron es el que fundó el centro educativo hace 21 años. Él dice que casi nunca llora, pero lloró dos veces ese día. Una vez cuando una de las muchachas dijo que no podía sentir su cabeza por causa de una bala que le pegó encima de la cabeza y otra vez cuando llegó a la casa en la noche y vio sus hijos.

Dice que para él, ver el cambio en el centro escolar es doloroso.

“Llegamos al trabajo con miedo,” dice él. “Pero somos obligados a venir por el sueldo y porque tenemos familias.”

Él y otros maestros quieren trasladarse. No obstante, la situación es delicada porque saben que si muchos maestros y alumnos se van, el centro puede cerrar y la colonia se queda sin escuela y sin colegio.

La violencia afecta la educación

Los altos niveles de violencia y criminalidad en Honduras afecta a toda la gente, pero más aún a los niños. Los niños crecen en medio el crimen y ellos mismos son víctimas de violencia en la cultura y en las calles. Ni dentro de las escuelas están a salvos.

A principios del 2017 el Consejo Noruego de Refugiados (CNR) publicó un informe sobre el impacto de la actividad pandillera en la seguridad y educación de niños hondureños. El CNR realizó una encuesta en 1,110 hogares en zonas afectadas por la violencia en Tegucigalpa y San Pedro Sula y descubrieron que de esas casas 1,239 niños de edad escolar no asistieron a un centro educativo. Además, encontraron que uno de cada tres menores a nivel nacional no tiene acceso a un centro educativo seguro.

Cerrada por amenazas

Entre los problemas que afectan a los alumnos, uno de los más graves es la presencia de pandillas.

El informe del CNR reportó que en el 2016, las amenazas por parte de las pandillas motivaron el cierre de al menos 15 centros escolares nocturnos en Tegucigalpa, afectando a más de 3,600 alumnos y 48 maestros.

En 2016, dos de los casos más conocidos de escuelas suspendidas por la violencia ocurrieron en el Instituto Superación San Francisco y el Instituto Saúl Zelaya, ambos en Tegucigalpa.

En mayo del 2016, dos alumnos y un exalumno del Instituto Superación San Francisco fueron encontrados muertos en un carro junto con los cadáveres de dos jóvenes más. Según una nota en El Heraldo, la siguiente semana, otros alumnos del colegio recibieron mensajes de amenaza en sus celulares. Las clases fueron suspendidas por dos días debido al temor de los encargados del colegio que más estudiantes podrían sufrir atentados.

 

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Los menores eran muy queridos por su compañeros quienes además escribieron en los pupitres mensajes para recordarlos. // Foto El Heraldo

 

A principios del 2016, el Instituto Saúl Zelaya se encontró en medio de una guerra territorial. El colegio se queda en la frontera entre cuatro colonias “calientes”. Según una nota en La Tribuna, mareros de la pandilla Barrio 18 decidió prohibir que los jóvenes de Las Torres, territorio de la Mara Salvatrucha (también llamado MS-13), asistieran a clases y las amenazas empezaron. Durante meses, los alumnos y los maestros pasaron sus días en miedo. El colegio suspendió clases en marzo del 2016 para hacer un plan de seguridad.

Tres alumnos del colegio perdieron sus vidas entre marzo y abril. Según los medios, 200 alumnos pidieron traslado y solo los alumnos de las zonas ocupados por el Barrio 18 se quedaron en el colegio.

El ambiente se arregló un poco cuando el gobierno mandó ocho agentes de la Policía Militar y dos guardias de seguridad para patrullar el colegio.

Problemas territoriales

La tensión entre zonas de diferentes bandas puede crear fronteras más poderosas que muros. Según el informe del CNR, esta tensión restringe el acceso que pueda tener los menores que viven en estas zonas a intercambios culturales, así como a derechos básicos como servicios de salud y educación.

Elvia, una administradora del Distrito de Educación Cinco de Francisco Morazán, recuerda un tiempo bonito cuando los centros escolares participaron en eventos y competencias juntos. Había danzas, competencias de pirámides y partidos de deportes entre centros escolares, pero el distrito dejó de hacerlos por evitar problemas entre menores de diferentes pandillas.

Elvia cuenta que ahora si el gobierno quiere tener un evento entre centros escolares, tiene que verificar primero si se quedan en zonas de diferentes pandillas.

Según el informe del CNR, la tensión territorial puede poner algunos alumnos en peligro en su propio centro escolar, como fue el caso de Instituto Saúl Zelaya. Los alumnos que tienen que cruzar fronteras pandilleras para llegar a su escuela están constantemente en riesgo.

Wendy, una maestra de un colegio en la Israel Norte, una colonia pequeña y conflictiva ubicada en una colina al oeste de Tegucigalpa, contó que su colegio se queda en la zona del MS-13 y “nadie viene de afuera de la 13”.

Como para comprobar que tan en serio toma la comunidad este control total de la MS-13, Wendy cuenta una anécdota. Hacia unos años, una alumna del colegio se enojó durante una clase y empezó a gritar. Las palabras “les voy a mandar a mis parientes en la mara 18” salieron de su boca y treinta minutos después, sus padres llegaron a solicitar traslado para ella.

Tegucigalpa no es la única ciudad afectada por esta dinámica. También impacta fuertemente en San Pedro Sula y otros municipios de la zona norte. La colonia Rivera Hernández en San Pedro Sula es un caso extremo. Rivera Hernández es un sector grande compuesta de 20 colonias; 6 pandillas diferentes ejercen control sobre diferentes partes de la zona, y con frecuencia están en conflicto sobre las fronteras de estos territorios. Según el informe de CNR, 3,000 estudiantes en San Pedro Sula piden transferencias de escuela cada año por problemas con pandillas criminales.

Debido al alto nivel de conflicto territorial, hay residentes de la Rivera Hernández que no tienen acceso a algunos servicios estatales. Eso incluye muchachos que no pueden ir a un colegio porque no existe uno en su zona y no pueden entrar a la zona de otra pandilla sin ponerse en mucho riesgo.

En 2016, Revistazo publicó un reportaje sobre una niña de 14 años que fue asesinado por una pandilla porque entró en su territorio para llevar sus primos a la escuela.

“Es una protección y a la misma vez una amenaza”

 Adentro de algunas de las zonas más fuertemente controladas por maras o pandillas, la presencia de los mareros pone los centros escolares y sus maestros en una situación compleja y delicada. Las mismas maras que traen violencia a las colonias también pueden ser los protectores más fieles de los centros, si les conviene.

Según el informe del CNR las maras buscan influir los centros educativos a través de amenazas, pero también, a veces, de apoyo.

El colegio de Wendy en la Israel Norte se queda en un acantilado con vista a las colonias Israel Norte y San Francisco. El colegio no tiene muro perimetral, y el viento sopla fuerte, levantando el polvo en el aire.

Con su muro caído y solo un guardia para vigilar el espacio abierto, el colegio es más que todo protegido por el MS-13, que controla la zona. Una vez, los miembros de una pandilla pequeña llegó a molestar a los maestros y los alumnos del colegio. Uno de los alumnos tenía conocidos en la MS-13 y los llamó. Inmediatamente, miembros de la MS-13 llegaron para “ponerles en orden” a la otra pandilla.

En otra ocasión, una maestra fue asaltada camino al colegio. La MS-13 se dio cuenta. Preguntaron a la maestra quienes fueron y le dijo que nunca volvería a pasar.

Para Wendy, la protección de la MS-13 no le hace sentir más segura.

El colegio parece aislado, metido en la ladera como una fortaleza, pero según Wendy, la gente entra y sale como quiere porque no hay portón para evitarle. Dice que durante el recreo, vienen tipos a jugar fútbol con los alumnos.

Los maestros no pueden decir nada porque no saben quiénes son.

“Es una protección y a la misma ves una amenaza,” sostiene Wendy.

En la colonia San Francisco, otra zona geográficamente y económicamente marginada de Tegucigalpa, Iris, una ex voluntaria de la Cruz Roja, cuenta que vio de forma positiva la relación delicada entre la mara y el centro educativo de esta zona.

Cuenta que un año en el Día del Niño unos pandilleros llegaron sin previo aviso en un pickup lleno de piñatas, pasteles y dulces de buena calidad para cada uno de los niños. El director de la escuela le dijo a Iris que él no tenía opción: tenía que aceptar a todo para no ofenderles.

Iris dice que los mareros incluso hacen reparaciones y mejoras en los centros educativos.

“Ellos ayudan a la comunidad y la comunidad les apoya: se queda callada,” ella explica.

Kenia, la directora de una escuela en la Nueva Suyapa, un barrio marginal construido sobre las faldas inclinadas de una montaña en la periferia de Tegucigalpa, ha decidido no quedarse callada. En su escuela el guardia, contratado por la Secretaría de Educación, deja que los mareros entren en la noche.

Cuenta Kenia: “Nos robaron computadores, libros, material para construcción, muebles, mesas para computadores, auriculares nuevos que los alumnos ni usaron”.

Según Kenia, el guardia alquila el edificio de la escuela a los mareros para jugar futbol, tener reuniones o emborracharse. Ella dice que no recuerda el nombre de la pandilla—es un grupito pequeño, local—pero sabe bien que cada vez que la escuela recibe recursos nuevos, este grupo paga un pequeño soborno al guardia, y en cambio él les permite robar las cosas de los niños.

Después de los robos en el 2015, Kenia puso una denuncia en la Dirección Distrital sobre los equipos extraviados. Pero no ha recibido respuesta y el mismo guardia sigue trabajando en la escuela. (Un experto legal consultado por Revistazo especuló que el resultado podría haber sido diferente si se hubiera presentando la denuncia directamente a la oficina central de la Secretaría de Educación).

La seducción

Un factor importante en la relación delicada entre las pandillas y los centros educativos es el hecho que algunos de los mareros son padres, tíos, hermanos o amigos de los alumnos. Incluso los mismos alumnos a veces son miembros o colaboradores de las pandillas.

Según el informe del CNR, las maras han reclutado a más de 4,700 menores de edad en Honduras.

Un reportaje de InsightCrime explica que niños de apenas seis años pueden trabajar para las pandillas como “banderas”. Las banderas son los ojos de la pandilla en la comunidad, informando a los pandilleros sobro novedades que suceden en su territorio, como por ejemplo la llegada de un vehículo desconocido.

Al llegar a ser adolescentes, los niños pueden convertirse en “paisas” de la MS-13 o “locos” del Barrio 18. Al tener este estatus, hacen mandados para la pandilla y si pueden probar su lealtad, pueden ser candidatos para convertirse en miembros plenos o “soldados” de la pandilla.

En la experiencia de las maestras entrevistadas para este reportaje, muchos de los estudiantes en colonias vulnerables bajo el control de pandilleros o mareros vienen de familias de ingresos bajos y educación baja. Kenia, la directora de la escuela en la Nueva Suyapa, tiene niños en sus clases que a los 9 años tienen que ayudar a sus familias a trabajar. Ella dice que a veces los alumnos piden permiso a sus maestros a salir de la escuela temprano para ir a vender o hacer mandados para sus padres.

En la Israel Norte, Wendy dice que la mayoría de los alumnos vienen de familias desintegradas. Hay muchos que vienen de hogares con madres solteras o no viven con sus padres sino con abuelos, tíos u otros parientes. Para algunos de los alumnos que sí viven con sus padres, los padres trabajan todo el día y a veces toda la noche también. Wendy ha tenido hasta alumnos que trabajan toda la noche para pagar la escuela.

“Cuando la mara viene, les ofrece 500 lempiras a niños de nueve o diez años solo para avisarles quien entra la colonia. ¿Qué van a hacer?” pregunta Wendy.

Cuando los niños llegan a los diez o 12 años de edad, según las docentes, los mareros ya no tienen necesidad de reclutarlos ni buscarlos. Los niños buscan a ellos.

Un joven de 17 años residente de la Flor del Campo, un barrio conflictivo ubicado a menos de un kilómetro del aeropuerto Toncontin y del lujoso City Mall, pero al otro lado de una frontera invisible que da paso a un mundo muy diferente, explica que los mismos miembros de la Barrio 18 tratan de convencer a los muchachos de no entrar en la pandilla por el peligro.

Iris, ex voluntaria para la Cruz Roja, explica que los muchachos son atraídos a la mara por la idea de dinero, respeto, y poder, cosas que no encuentran en sus casas.

“No es un reclutamiento,” dice Iris. “Es una seducción.”

Para Elvia, la administradora del Distrito 5, la participación de sus alumnos en las pandillas no cambia su opinión de ellos. Ella dice que son víctimas de su ambiente, pero al fin del día solo son niños.

“Son bellos como personas, pero sus circunstancias son difíciles. Ellos no quieren ser así, les obliga el falto emocional y económico,” sostiene Elvia.

Mareros en los pupitres

Obligados o seducidos por sus circunstancias, la promesa de respeto, la presión social o lazos familiares, cuando los niños están en las pandillas, se convierten en medios para que las pandillas puedan estar dentro de los centros escolares.

El informe del CNR dice que las pandillas usan la intimidación y el apoyo para seguir haciendo actividades criminales al interior de los centros escolares.

Según Wendy, en la Israel Norte la MS-13 manda ciertos muchachos al colegio solo para vender drogas o buscar a otros que pueden vender también. Para ella, la presencia de estos jóvenes mareros ocasiona el riesgo más grave que enfrenta su centro educativo.

Es bien fácil notar quiénes son los que están mandados por la mara, dice Wendy. Son los muchachos que andan encorvado en sus pupitres, a quienes no les despierta ningún interés los estudios. Son los que distraen a los otros alumnos y nunca prestan atención. Son los que sacan notas bajísimas que bajan el promedio de la clase de la escuela. En una palabra, son los muchachos sin ninguna pizca de motivación.

Wendy dice que con estos muchachos es bien difícil provocar cambio en sus vidas. Ella y sus colegas han encontrado a unos muchachos fumando o llegando al colegio drogado o tomado. Cada vez que los encuentran así, los maestros los mandan a consejería y orientación, pero en la gran mayoría de los casos, los jóvenes vuelven a caer en el mismo ciclo.

Wendy es amigable con sus alumnos y ha logrado la confianza de muchos de ellos. Algunos le dicen cuando hay un alumno peligroso con quien ella debe tener cuidado.

Su posición de amistad con los alumnos en ocasiones le ha puesto en situaciones tragicómicos. Hace unos años ella formó una relación amistosa con un alumno marero. Un día, él llegó drogado al colegio. Se enojó y gritó, “Voy a mandar a matar a todos menos la profesora Wendy.” Su declaración tocó a Wendy mucho. Lastimosamente, él se enfermó del uso de drogas y después de unos meses, se murió.

El rol de maestro en estas circunstancias es difícil. Los maestros pueden ponerse en riesgo por ayudar a los alumnos.

Otro alumno de Wendy se retiró del colegio y un tiempo después, Wendy la vio en las noticias. La habían capturado por su participación en una pandilla. Wendy quería visitarle en la cárcel, pero decidió no hacerlo por el peligro que podría implicar. Si Wendy la visita puede parecer que ella está involucrada en la mara también, y por la seguridad de ella y su familia, no puede arriesgarlo.

“Hay un margen de distancia y respeto y cariño,” dice Wendy de su trabajo pesado.

Parte del trabajo de manejar ese “margen de distancia” tiene que ver con evitar las amenazas de los alumnos.

El informe del CNR explica que “las amenazas, intimidación y coerción contra los maestros los conduce a aprobar el avance de los estudiantes que son miembros de bandas criminales, lo que permite que los miembros de las bandas siguen realizando actividades criminales al dentro de centros educativos.”

Según Elvia, pandillas están en todas las escuelas del Distrito 5. Se puede identificarles por su manera de vestirse con el último botón abotonado, el estilo de pelo, la uña pequeña pintada negra, o un tipo específico de gorra.

El reportaje de InsightCrime explica que en 2002 el gobierno de Honduras implementó políticos con la mentalidad de la “mano dura” contra pandillas. Durante esta época, la policía capturó pandilleros sospechosos solo por tener tatuajes o vestirse en cierta manera supuestamente pandillero. Las pandillas aplicaron sus propios políticos para responder al problema. Dejaron de ponerse tatuajes en lugares obvios en sus cuerpos y adoptaron un modus operandi más sutil.

De la declaración de Elvia, uno puede concluir que pare del modus operandi sutil de algunas pandillas incluye estos cambios pequeños de vestirse. En lugar de tatuajes obvios, hay un tipo específico de gorra o un botón abotonado discretamente.

Hoy en día, un maestro tiene que saber cómo hablar con un muchacho que podría ser pandillero. Uno no puede faltar respeto a un miembro de las pandillas.

“Si les tratan bien a los alumnos, ellos no se enojan. La estrategia es no llamar atención al niño cuando le regaña, no ofenderle,” sostiene Elvia.

Una vez Elvia dijo a un alumno que tenía que quitar su gorra, y el respondió, “No te metas”. Ella dejó de insistir para no meterse en problemas con él.

Usualmente la estrategia de Elvia es hablarles en una manera suave o bromeando cuando les disciplina. En lugar de decir que no pueden andar con el último botón de la camisa abotonado, ella les dice cuan guapo mirarían si no se abotonan hasta el último botón.

Kenia confirme que el ambiente es similar en su escuela en la Nueva Suyapa. Según ella, muchos de los niños tienen familiares que forman parte de las pandillas. En años anteriores, si un maestro hablaba fuerte a un alumno, el alumno le amenazaba, pero ahora las amenazas pasan menos frecuentes.

Según las historias de las docentes, los niños que no tienen nada que ver con pandillas también reconocen e intentan aprovechar del poder que tiene una amenaza en este ambiente. En los pasillos y en las aulas suelen escucharse frases como “No sabes quién soy yo”, “No sabes de donde soy” o “No sabes quién es mi papa”.

La directora Kenia experimentó una amenaza más legítima. La madre de una alumna le dijo a un maestro, “deja que mi niña pase su clase, su padre es marero”. El problema fue resuelto rápidamente cuando Kenia reunió con la madre y le explicó que a la niña le causaría más daño avanzar un grado sin realmente tener los conocimientos que debería tener, y que mejor fuera que ella quedara en el mismo grado otro año para volver a aprender. La madre quedó convencida y la hija se quedó en el mismo grado.

Protección para la educación

El artículo 11 del Ley del Estatuto del Docente Hondureño prohíbe “exigir al docente la realización de trabajos que pongan en riesgo su integridad física y psíquica, su salud, su vida, o las vidas de sus alumnos”.

El artículo 6 del Código de la Niñez y la Adolescencia dice que el Estado “adoptará las medidas económicas, sociales y culturales que sean necesarias para brindarle apoyo a la familia y a la comunidad, con miras a crear condiciones que hagan posible el sano y pleno desarrollo de los niños”.

Hay directores como Roxana y Kenia que manejan bien sus centros escolares y sus roles como directores a pesar de la ausencia de guardias confiables, a pesar de padres que amenazan a los maestros, y a pesar de la posibilidad de tener pandilleros en sus aulas. Pero no deben tener que hacerlo.

Parte del problema se radica que en las limitantes presupuestarias que enfrenta la Secretaría de Educación. Según un informe del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales, el presupuesto para la Secretaría de Educación en 2017 es de unos 26 mil molles de lempiras, el equivalente a aproximadamente 20% del presupuesto público para el año. Sin embargo, según el mismo informe, el porcentaje recomendado para el presupuesto de educación en un país debe ser más del 30% del presupuesto público.

Por otro lado, para el 2017, el 13.6% del gasto público se dedica a seguridad y defensa. El presupuesto de la Secretaría of Seguridad ha aumentado en un 62% desde el 2015, pero los efectos de este aumento no han llegado a los centros educativos mencionados en el presente reportaje.

Roxana, la directora de la escuela tiroteada, dice que aparte de los militares que guardan la escuela desde el tiro, no ha habido presencia policial en la colonia conflictiva donde ella trabaja.

Jaime Varela, un ex – policía que trabaja con la Asociación para una Sociedad Más Justa, una organización de la sociedad civil, contó a Revistazo que algunas colonias conflictivas de Tegucigalpa, como la Flor del Campo, solo tienen dos policías preventivos asignados para mantener la paz. Otras colonias no tienen ni uno solo agente asignado a patrullarlas.

En respuesta a la inseguridad que se enfrenten los niños del país, la Secretaría de Educación está desarrollando una iniciativa contra la violencia que se llama “Estrategia Nacional para la Prevención Integral de la Violencia en la Niñez, Adolescencia y Juventud de Hondura en el Sector de Educación”. Ahora la iniciativa está en sus primeras fases de aprobación.

Según Brenda Lagos de Del-Arca, la Subdirectora General de Educación para la Prevención y Rehabilitación Social, la iniciativa tiene como objetivo juntar diferentes instituciones, empezando por las Secretarías de Educación, Seguridad y Salud, para combatir la violencia en las escuelas y las comunidades, promover la paz e incidir en el aprendizaje.

Según Lagos, el plan abarcará a todos los centros educativos en el país, alcanzando a unos 2 millones de alumnos y será contextualizada para adaptar a las particularidades de cada región.

Juntos, los distintos entes gubernamentales harán su parte en capacitar a maestros, enfermeras escolares, alumnos y otros miembros del ambiente escolar para enseñarles qué pueden hacer para prevenir, reconocer, y responder a varios tipos violencia que incluye el acoso escolar, el abuso sexual y la violencia relacionada con las pandillas.

“La Secretaria [de Educación] no tiene equipos especializados para tratar de todos los problemas en los centros educativos,” dice la subdirectora Lagos. “Por ejemplo, si una muchacha es violada, tenemos que trabajar juntos con la Secretaria de Seguridad y la Secretaria de Salud”.

Lagos dice que la Secretaría no puede vencer la violencia en las aulas sola, sino que ocupa que la ciudadanía en cada nivel también se esfuerce para lograr la seguridad para los niños. Dice que la participación de los padres, las comunidades y de los mismos alumnos es vital para crear un ambiente seguro en todos los aspectos de sus vidas.

Por ejemplo, los clubes estudiantiles y las comunidades pueden hacer actividades después de las clases para que los puedan ocupar su tiempo en actividades positivas.

La subdirectora Lagos cuenta historias similares a las experiencias documentadas en este reportaje. “El crimen organizado utiliza a los jóvenes para el sicariato, como mulas, para recoger impuesto de guerra, para vender drogas,” dice ella.

Cuenta Lagos que ella visitó un centro escolar que no tiene muro porque una pandilla usa el centro educativo como su centro de operaciones. En otro centro escolar, el guardia dejaba entrar cualquier tipo en la hora de recreo porque tenía miedo negarles la entrada. El guardia dijo que los pandilleros sabían dónde vivía él y su familia, y los podría matar.

Por eso el sistema educativo del país también necesita ayuda de la Secretaria de Seguridad.

El subcomisionado de policía Lincoln Gustavo Pacheco Murillo también forma parte del equipo que está trabajando en la iniciativa, y también reconoce los problemas graves enfrentados por los centros escolares. Reconoce que los alumnos son reclutados por pandillas, venden drogas, y que hay algunos que no asisten a un centro escolar.

Pacheco dice que hasta ahora, la policía no ha tenido la capacidad de dar cobertura a todas las colonias vulnerables. Dice que la Policía visita varios centros educativos para hablar con los alumnos y darles el número de emergencia para llamar en caso que suceda alguna situación de amenaza. En algunos centros educativos la policía también implementa el DARE, un programa que enseña a los alumnos como responder al enfrentarse con decisiones difíciles acerca de cuestiones como pandillas y drogas.

El subcomisionado explica que los cambios que se están llevando a cabo en la Policía Nacional mediante el proceso de depuración y reestructuración ayudarán a mitigar problemas históricos como la falta de agentes policiales, la falta de cobertura, y la falta de confianza en la policía por el parte de la ciudadanía.

Según Pachecho, la iniciativa de la Secretaría de Educación combina bien con los planes que tiene la Policía Nacional. Por ejemplo, la nueva Ley Orgánica de la Policía contempla un plan para establecer la Policía Escolar, dedicada asegurar la seguridad de los alumnos dentro de los centros escolares y en sus caminos entre la casa y la escuela.

Pacheco agrega que el aumento de personal policial y cambios en la educación de los policías vendrán a fortalecer las unidas y proveer mejor cobertura al país.

Muchas preguntas por enfrentar

Las declaraciones de los docentes y administradores dejan claro que el gobierno tiene mucho que considerar en sus iniciativas nuevas. ¿Los centros educativos tienen muros? ¿Tienen guardias contratados por el Estado? ¿Qué debe hacer un docente si un pandillero quiere meterse en el centro? ¿Cómo deben responder las oficiales de seguridad y educación cuando un centro de educación se enfrente con problemas de pandillas? ¿Qué debe hace un centro educativo cuando las balas de una guerra entre pandillas caen en sus aulas?

Los docentes del centro educativo de Roxana sospechan que la poca ayuda que han tenido de la Policía Militar después del tiroteo no va a durar, aunque los tiros sigan en la colonia. Dicen que el estado no tiene los recursos para mantener la ayuda en su centro pequeño.

Las reformas de la ley policial y la iniciativa de la Secretaria de Educación representan una esperanza que la falta de seguridad para niños del país puede cambiar. Sin embargo, mientras los cambios sigan en sus fases iniciales, los docentes y alumnos que viven un peligro inmediato solo pueden esperar.

“Estamos en la línea de fuego,” dice una docente. Y allí se quedarán hasta que abandonen sus puestos o el gobierno intervenga.

Fuente: http://www.revistazo.biz/web2/index.php/nacional/item/1183-aulas-en-la-l%C3%ADnea-de-fuego

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CEPAL analiza las formas de violencia y la educación desde la mirada de los y las estudiantes, sus familias y docentes

CLADE – CEPAL/16 de mayo de 2017/Fuente: http://v2.campanaderechoeducacion.org/

Datos de 15 países de América Latina y Caribe muestran la percepción de la violencia en las escuelas de educación primaria y en los entornos escolares y su impacto sobre la garantía del derecho a la educación

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en alianza con la Oficina Regional para América Latina y el Caribe de UNICEF, ha publicado el documento “Las violencias en el espacio escolar”, basado en el análisis de los resultados educativos del Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo (TERCE), realizado por la UNESCO en el año 2013.

Para abordar el tema de la violencia en la educación primaria, el documento analizó datos de 15 países de la región: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, México, Paraguay, Panamá, Perú, República Dominicana y Uruguay. Los resultados generales de esta medición indican que, en la mayoría de estos países, los ambientes de mayor violencia en el entorno de la escuela constituyen uno de los factores asociados a un menor rendimiento académico entre los y las estudiantes. Asimismo, la violencia en la escuela tiene impacto sobre la trayectoria de los y las estudiantes, y puede manifestarse como intimidación, violencia sexual o basada en el género, acoso sexual, peleas entre pares en el patio de la escuela, violencia pandillera, agresión con armas y discriminación por condición económica o condición étnica/racial.Alrededor de un 30% de los niños, niñas y adolescentes en edad escolar en América Latina afirma haber vivido situaciones de violencia en la escuela, tanto en forma de agresiones físicas como burlas por distintos motivos”, afirma el estudio.

“Los contextos de violencia que sufren los estudiantes en la escuela son muy preocupantes en cuanto a sus diversos efectos en el proceso de aprendizaje. Diversos estudios plantean que la exposición a distintas formas de violencia en el contexto escolar lleva al ausentismo, al abandono escolar, a la falta de motivación académica y peor desempeño escolar”, señala la publicación.

En general, los niños perciben mayores niveles de violencia en el aula que las niñas. Es un fenómeno que ocurre en mayor medida en escuelas urbanas públicas, más que en las rurales o privadas. La población de estudiantes en situación de trabajo infantil también percibe climas de aula más violentos, así como la población de estudiantes indígenas y la de inmigrantes.

El tema fundamental detectado por los y las estudiantes en la región tiene relación con las burlas entre pares. En promedio, alrededor de un tercio de los/as estudiantes de sexto grado perciben alta frecuencia de burlas en la sala de clases. Esto es consistente también con la cantidad de estudiantes que perciben haber experimentado directamente burlas por parte de sus compañeros/as de clase.

Tanto en el tercero como en el sexto grado, el 79% y el 86%, respectivamente, de los y las estudiantes a nivel regional indican que siempre o a veces hay burlas entre compañeros/as, destacándose Uruguay, Argentina, Panamá, Brasil, Colombia y México.

El 18% de las y los estudiantes de Perú dicen tener temor a ser agredidos físicamente por algún/a compañero/a. “En Argentina se destaca nuevamente el caso de que los compañeros lo fuerzan a hacer cosas que no quieren (18% contra 10% para el promedio). La República Dominicana por su parte, es el país donde los estudiantes señalan en mayor medida que para el promedio de los países, que los compañeros los dejan solos (17% contra 13%), que se sienten amenazados por uno de ellos (14% contra 10%) y que  le temen a algún compañero (15% contra 11%). Este es el tipo de violencia que demuestra tener impacto en los aprendizajes (en el caso de ciencias) en este país”, complementa el estudio.

En promedio, las y los docentes destacan situaciones de violencia y conflicto entre pares más que en la relación entre estudiantes y profesoras/es, o ambientes de agresividad más generales. Más del 40% del magisterio de la región percibe que se dan situaciones como que un/a estudiante le pegó a otra/o, la/o insultó o se amenazaron. Para todos estos indicadores, la publicación destaca la frecuencia con que las y los docentes de Costa Rica señalan presenciar este tipo de conductas.

En la región, solo un 16% de docentes señala situaciones de violencia de un/a estudiante hacia un profesor. En el caso de Brasil, casi el 40% de los docentes que participaron en el estudio destaca este tipo de conducta.

Cuando cuestionadas acerca de los indicadores de violencia en el entorno inmediato de la escuela, las familias y directoras/es de escuelas se refieren a la probabilidad de que exista venta explícita o consumo de drogas y robos y/o actos de vandalismo en los alrededores de la escuela. Al respecto, las y los directoras/es tienen una percepción más negativa que las familias. Ambos consideran que las actividades relacionadas con drogas son comunes. El 46% de las y los directoras/es percibe que es probable o muy probable que ocurra, comparado con un promedio del 34% en el caso de las familias.

A su vez, el foco de violencia identificado con mayor frecuencia por las familias y los/as directores/as son los robos. El promedio regional de los/as directores/as que indican que esto es probable que ocurra supera el 50%.

La publicación alerta para la importancia de esta temática y destaca que espacios y entornos escolares violentos vulneran el derecho de niñas, niños y adolescentes de desarrollarse en ambientes seguros y protegidos. Se recuerda también el rol de la escuela que, además de promover los procesos de enseñanza y aprendizaje, tiene como propósito formar ciudadanos/as, así como promover la diversidad y la convivencia pacífica en ambientes democráticos.

Fuente de la Noticia:

http://v2.campanaderechoeducacion.org/

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Claves de actuación tras una agresión en el centro

Por: Pablo Gutiérrez del Álamo

El día después de un suceso de violencia escolar es importante poner en marcha mecanismos y espacios de diálogo e información para toda la comunidad educativa. Información clara y suficiente y posicionamiento frente a los comportamientos violentos, claves del proceso.

Hace unos días saltaba a los medios de comunicación un brutal ataque cometido, en esta ocasión, por una niña de 13 años contra un compañero de instituto de 14. Un hecho dramático que ha vuelto a generar especulación, horas de lecturas y llamadas, de conversaciones con expertos sobre cómo podemos evitar que estas cosas pasen, sobre problemas mentales en la adolescencia… un largo etcétera.

Es un problema social, no escolar. Mientras esto no esté claro, solo gana Jesús Vázquez”. Contundente y crítica se muestra Carmen (nombre ficticio) directora de un colegio público andaluz. Está claro que lo sucedido hace unos días en Madrid es algo extraordinario por algunos de sus elementos, pero en cualquier caso, sí hay una situación complicada en muchos colegios e institutos de todo el país.

“La escuela, prosigue Carmen, empieza a ser, lo es, víctima de una sociedad muy enferma. De unos políticos que se ríen de ella y de sus propios planes de igualdad, convivencia, inclusión… papel mojado si no empiezan a financiarlos (porque necesitan recursos, no sólo económicos, que también). La escuela no puede hacerse cargo de todo lo que la gente ensucia”.

Carmen no es optimista con la situación que han de enfrentar miles de docentes a diario pero, eso sí, “lo que yo haría después en mi colegio, al día siguiente, sería pasar el día hablando, escribiendo… con el claustro… y la Inspección y las familias, preguntarnos si realmente nos creemos que la prevención es posible”.

Algo que no difiere de lo que haría Angels Grado, entre otras muchas cosas, presidenta de la Asociación Convives. Defiende que antes de llegar al día siguiente se impone la necesidad de hacer una reunión “de emergencia” con el claustro. Una reunión en la que se acuerde quién va a decir qué. Pero no con la lógica de ocultar nada, sino con la intención de evitar rumores, corrillos de pasillo o que la información circule por grupos de WhatsApp. Evitar que cada persona cuente lo que cree que ocurrió, lo que le han contado. “Una reunión en la que no se esconda la realidad, para explicar lo ocurrido, pero con información y con prudencia“.

Una reunión en la que también debería estar el personal de administración y servicios, conserjes, personal de limpieza. Toda la información debe ponerse sobre la mesa; debe, además, armonizarse. Y con algunas cosas en el punto de mira: “El hecho es intolerable, pero no debe estigmatizarse a las personas”.

“La respuesta tiene que ser conjunta y muy clara: en esta escuela no se toleran estos comportamientos, no te lo vamos a permitir”. Esta sería la primera respuesta de Sara Carbonell, directora del CEIP Luis Vives de Cullera. Una comunidad de aprendizaje que realiza las actuaciones educativas de éxito. “Lo que sabemos que no funciona es dejarlo pasar, trivializarla o justificarla por la edad o el contexto”.

Ana Cobos es la presidenta de COPOE, organización de orientadores y orientadoras. Para ella “no se puede hacer como que no ha pasado nada”, entre otras cosas, porque si no se pone sobre la mesa “los alumnos lo magnifican”. Hay que poner las cosas en su lugar, “ver qué ha ocurrido, que el alumnado también participe”. Desde luego “dejar correr este tipo de asuntos empeora las situaciones”.

Para esta orientadora es clave “decir la verdad, sin exagerar ni quitar importancia. Atajar lo antes posible los rumores y sacar lo positivo que se pueda de la situación para conseguir un aprendizaje”.

“Hay que hacer trabajo con el grupo en general y con las personas implicadas en particular. Luego se habla con cada una y se hace mediación. Que las familias -continúa Cobos- participen ayuda mucho. Cuando no están presentes en el centro, se hace más complicado”.

Un tema, el de las familias, en el que también incide Angels Grado. “Hablar con las familias quiere decir hablar con todas. Pero no es necesario hacer una asamblea. Se puede enviar una nota informativa a las familias en la que se explica lo ocurrido y que el centro discernirá y dará una respuesta educativa a la situación”. Independientemente de que se pueda hacer reuniones con aquellas familias que lo soliciten.

Desde comunidades de aprendizaje, será la comisión mixta de convivencia, con representación docente y de las familias, la encargada de que en las asambleas que se realizan (la general, las de delegados y delegados y las de aula) se lance la pregunta “¿por qué ha pasado esto en nuestra escuela?”. “Abrir espacios de diálogo como las asambleas permite -asegura Sara Carbonell- que la clase, el profesorado e incluso las familias, rechacen el comportamiento violento y puedan dar apoyo a la víctima, nos dan la oportunidad de crear contextos tolerancia 0.”

En el caso de las familias del alumnado agresor, lo más probable, cree Grado, es que estén consternadas. Desde su punto de vista es interesante que en la reunión que se tenga con ellas, el docente que sea tutor del grupo pueda estar acompañado, incluso por alguna persona ajena al centro, que en una situación determinada, pueda reconducir la reunión.

Volviendo a Carmen, “el centro educativo, víctima de la desidia de una familia y de la enfermedad de la agresora, solo puede hablar claro, dolerse y comprometerse a intentar o seguir intentando que estas cosas no pasen”.

A partir del día después, claro, los centros pueden encontrarse, como en el caso de Madrid, con la necesidad y la obligación de tomar las medidas pertinentes, más teniendo en cuenta que la menor es inimputable dada su edad. Una difícil tarea con la que lidiar.

Grado es partidaria de la reparación. Para ella el papel del personal docente en estas situaciones es de proteger a niñas y niños como menores que son. Con esta perspectiva “no puede pensarse en eso de que ‘ya vendrá otro que lo arreglará’. Somos parte activa”, insiste. “Es importante que hablen las dos personas, pero mediadas por otras que sepan. Que haya intención de compromiso por las partes. Y que quien medie se sienta capaz de hacerlo. Que sea el tutor con alguien, no tiene por qué hacerlo solo”.

La creación de espacios seguros y de denuncia en los centros es clave para Carbonell. El ellos cada persona puede posicionarse públicamente para rechazar el comportamiento violento y apoyar a la víctima. El objetivo es doble: “Se vacía de atractivo lo violento porque ya no tiene éxito social y por otra parte, la víctima siente una red de apoyo y no se queda sola”.

El mecanismo es que la persona que denuncia el comportamiento pase de ser “chivato” a alguien valiente por afrontar la situación. Para ello ha de sentir el apoyo de todo el centro educativo.

Como explica Grado, también es interesante, y a veces obligatorio, que en estos procesos aparezcan otros roles profesionales, de más allá del centro educativo. “En Cataluña (donde ella trabaja) cada hecho inimputable se deriva a la dirección general de atención a la infancia, por ejemplo”. Carbonell afirma que, además de seguir los postulados de comunidades de aprendizaje, “seguimos los protocolos de intervención” de la Conselleria d’Educació “y facilitamos a las familias y al alumnado los servicios con los que pueden contar para protegerse (como por ejemplo el teléfono contra el acoso, personas a las que se pueden dirigir a parte del tutor: Directora, Jefe de Estudios, Coordinadora de Igualdad, psicóloga del centro)”.

Por supuesto la Inspección juega también un papel importante aquí, más allá de sancionar o vigilar. Puede, por ejemplo, plantear algún tipo de programa de reincorporación al centro de ambas personas, “para no revictimizar a la persona agredida ni estigmatizar a la agresora. Las etiquetas son peligrosas”.

Sea cual fuere el caso, claro queda que compartir la mayor cantidad de información disponible, de la forma más clara posible y con todas las personas que forman parte de la comunidad educativa, desde el personal d administración y servicios, pasando por todas las familias, alumnado y equipo docente, son los pasos imprescindibles. Crear, como dirían en comunidades de aprendizaje, espacios donde sentirse seguros y protegidos para denunciar y donde los comportamientos violentos dejen de resultar atractivos.

“Solo así conseguiremos que esas agresiones paren y lleguemos a tener escuelas seguras libres de violencia”, concluye Sara Carbonell.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/05/09/claves-de-actuacion-tras-una-agresion-en-el-centro/

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Entrevista: Comprender, respetar, aceptar: aprender

Cuba/08 de Mayo de 2017/Granma

Entrevista a Mariela Castro Espín

La escuela no puede estar divorciada de la ideología de la Revolución, de ese sentido de responsabilidad colectiva que es lo que nos da capacidad de independencia, es lo que nos permite emanciparnos como seres humanos.

«Maestro. Maestra: Palabras sagradas».

Así comienza su diálogo con Granma la doctora en Sociología y directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), Mariela Castro Espín, para quien la 10ma. Jornada cubana contra la homofobia y la transfobia, nos coloca en esta ocasión frente a la oportunidad de mirar (nos) un espacio trascendental de la sociedad como lo es la escuela.

De los prejuicios que pueden subsistir en el escenario de aprendizaje social por excelencia, y cuánto hemos podido avanzar como país en materia de políticas públicas, y en la visión y la transformación de la opinión ciudadana y política sobre la población LGBT (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales), habla la entrevistada.

El hecho de que este año se hayan escogido los espacios escolares como escenario fundamental de la décima Jornada, dijo, no guarda relación directa con estudios cuantitativos o estadísticas al respecto sino con algunas investigaciones cualitativas e informes del Servicio de Orientación Jurídica del Cenesex, subrayó la experta.

«Cuba se encuentra entre los países que menos situaciones de violencia escolar vive, según estudios regionales. Sin embargo también en investigaciones nuestras, que no son muchas y se necesitan incrementar, se describen algunas expresiones concretas de violencia hacia las personas LGBT.

«Hay problemas, y aunque no contamos con suficientes estudios, los identificados bastan para visibilizar el tema y fortalecer las estrategias de prevención y atención. Nuestras escuelas son uno de los lugares más seguros en la vida de las niñas, los niños, los adolescentes y jóvenes, por eso debemos velar porque este tipo de situaciones no ocurran».

Para la doctora Castro Espín, «en la escuela se aprende el sentido de ciudadanía, que es entenderte como sujeto con deberes y derechos. Es importante saber que los derechos entrañan deberes, porque cuando no comprendes tus responsabilidades sociales, podrías entonces violar los derechos de otras personas, y vulnerar los tuyos.

Ello, expresó, se aprende además en la familia, en los diferentes entornos comunitarios, en la televisión y diversos medios. «Por tanto el Programa Nacional de Educación y Salud Sexual tiene el deber de sintonizar todos estos ámbitos con una responsabilidad educativa, en tanto trasmiten valores, conocimientos, cultura, y facilitan el aprendizaje de estos mensajes. «La escuela no puede estar divorciada de la ideología de la Revolución, de ese sentido de responsabilidad colectiva que es lo que nos da capacidad de independencia, es lo que nos permite emanciparnos como seres humanos», significó. Por eso el Ministerio de Educación trabaja para prevenir todas las formas de violencia y de manera específica el acoso ( bullying ) homofóbico y transfóbico.

«Mediante la educación se pretende movilizar un proceso de transformación de las conciencias y de la realidad de manera coordinada para generar mecanismos efectivos para prevenir y atender la violencia basada en la orientación sexual e identidad de género en las escuelas. Defendemos el fortalecimiento de valores basados en los principios de igualdad y no discriminación en nuestra sociedad».

Este año, subrayó, los mensajes están dirigidos, sobre todo, a las niñas y niños en las escuelas, a sus maestras y maestros, al personal en general que labora en las instituciones escolares pues todos tienen una responsabilidad educativa, y con su actitud transmiten valores.

ROMPER ESTIGMAS

«Alguien nos dijo un día, cuando suene la corneta china y los tambores todos saldrán a la calle. Y así fue», cuenta Mariela, que habla de la Conga santiaguera, con un entusiasmo cómplice, y asegura que luego de diez años de jornadas se ha avanzado en la toma de conciencia de las personas con relación a la necesidad de trabajar el respeto a los derechos por orientación sexual e identidad de género; y ello se aprecia en todo el país.

«Todas han sido maravillosas. Cada jornada le sube la parada a la anterior. Antes de ir a Santiago, hubo quien comentó tener cuidado porque era muy fuerte la cultura homofóbica y machista; y en Santiago se realizó una de las mejores jornadas con todo el apoyo de las autoridades locales».

«Con la conga salió todo el mundo a la calle. Tenían motivación, interés en entender qué era lo que queríamos comunicar», dice y en ese punto se detiene para afirmar con determinación: «La Conga cubana contra la homofobia y la transfobia, que ha ido ganando en organización en todo este tiempo, es una manera alegre y autóctona de presentar nuestros mensajes y reflexiones para que la población se involucre en los diferentes escenarios de diálogo. No es una provocación».

Para la experta, «en la medida en que las campañas de bien público se han perfeccionado a lo largo de cada jornada, unas dirigidas a los espacios familiares, otras a los laborales, y actualmente a las escuelas, se han articulado mejor los mensajes y fortalecido el Programa Nacional de Educación y Salud Sexual (Proness)».

Asimismo, dijo, el proceso de organización de las jornadas es muy democrático, y parte de las propuestas de las instituciones, organizaciones y activistas que participan en el comité organizador, en cuanto a las actividades y mensajes que se presentarán.

«Cada país tiene culturas muy ricas –e independientemente de que coincidamos en el mismo objetivo, que es involucrarnos en la sensibilización de toda la población para garantizar los derechos sexuales en general, y los derechos por orientación sexual e identidad de género– creo que cada uno puede aportar de una manera auténtica a este tipo de celebraciones. Realmente me parece muy aburrido uniformarnos en una sola forma de presentar el tema».

«La manera en que lo hacemos es divertida, creativa. Me da satisfacción cultural, espiritual, que lo hagamos buscando en los propios recursos tradicionales de nuestra cultura. Hay países que tienen muchos más años de vida que la nación cubana, con una riqueza cultural más amplia y antigua, que recurren a sus tradiciones para presentar mensajes hacia la población. Hay mucha alegría pero sobre todo un alto sentido de responsabilidad.

«Me parece excelente que se tomen como referencia los sucesos de Stonewall en New York, generalmente reconocidos como el catalizador del movimiento moderno pro-derechos LGBT en esta nación y en todo el mundo, pues constituyó un valioso espacio de lucha por las libertades civiles».

«Recuerdo cuando me recibió el secretario de Harvey Milk en San Francisco, y me contaba: “aquí corrió mucha sangre. Ahora se ve alegría, banderas multicolores, la gente celebrando, pero aquí se sufrió mucho, y hubo que luchar”. Allí, en un pequeño museo que tienen en la calle Castro, que incluso ha sido atacado, se ve claramente cómo la lucha por los derechos LGBT han estado estrechamente ligadas a movimientos sociales más amplios por las libertades civiles que reclamaban las mujeres, las poblaciones originarias, afroamericanas e inmigrantes, los sindicatos, entre muchas otras. Es no solo más poderoso, sino más orgánico», refirió. «Porque no tiene sentido luchar solamente por un tipo de problemática sin mirar al lado. La solidaridad es indispensable para desmontar los mecanismos que generan discriminación y exclusión social», aludió la entrevistada que acto seguido ejemplifica como parte de las Jornadas se sumaron a la lucha internacional por la libertad de los Cinco y aún se integran en el repudio al bloqueo de Estados Unidos hacia Cuba.

¿Avances? Para la sexóloga cubana, la formación de activistas por los derechos sexuales, que no solo involucra a personas LGBT sino a toda la población interesada en la tarea, es una de las principales fortalezas que se han logrado, además de la respuesta articulada del Partido, el gobierno, salud, educación, junto a otras instituciones del Estado y organizaciones de la sociedad civil que en cada provincia participan; en la búsqueda también de resultados de investigaciones científicas como sostén de los mensajes.

TRANSFORMAR CONCIENCIAS Y REALIDADES

De aquel 17 de mayo de 2007, «de aquel recorrido desde el Cenesex hasta el cine 23 y 12 en que salimos por primera vez a celebrar el día internacional contra la homofobia y la transfobia. De aquel frío acusador de la mirada, del miedo que pueden provocar las expresiones desagradables, de desaprobación», habla Mariela satisfecha, también de lo diferente diez años después.

«Entonces la reacción de las personas no fue agresiva físicamente, pero sí incisiva, cuestionadora, molesta. El objetivo nuestro no fue molestar, sino generar comprensión, solidaridad e interés por pensar en la realidad que viven las personas LGBT».

Sonríe mientras recuenta que incluso, «en las primeras congas donde empezamos a llevar carteles, yo observaba mucho los diversos rostros de la población, sus miradas, y me llamaba la atención cómo leían y se quedaban pensando y comentando. Nos dimos cuenta de que el recurso educativo funcionó, y le dedicamos entonces mucho tiempo a la selección y elaboración de los lemas que le presentamos. La conga se convirtió para nosotros en un recurso educativo y comunicacional».

Pero, afirmó, tenemos que continuar buscando diferentes soportes para comunicar y espacios de divulgación para que llegue a la mayor cantidad de personas posibles de todas las edades; así como lograr una mejor articulación de trabajo con las organizaciones de masas y especialmente las estudiantiles y juveniles, en la construcción colectiva de ideas que nutran las campañas.

«Enviar un mensaje y abrir una puerta de diálogo. Nuestro objetivo es ese, porque en el diálogo se construye el conocimiento, en el diálogo se construye el consenso, la unidad de un pueblo para transformarse y enriquecerse espiritual y culturalmente, y encontrar mejores caminos ante las contradicciones que se viven», apuntó.

Resulta muy raro que en Cuba ocurran crímenes de odio homofóbico y transfóbico, lo cual no quiere decir que no existan expresiones de incomprensión, exclusión, discriminación, gente que prefiere segregar, excluir, apartar a estas personas como en otros tiempos se hacía con los negros o los pobres, o las mujeres. Seguimos reproduciendo, muchas veces sin tener conciencia de ello, esos mismos mecanismos de discriminación hacia otras personas, que además generan injusticia social», ejemplificó.

Si un saldo positivo ha dejado cada una de las jornadas anteriores es, a juicio de la entrevistada, la oportunidad de fortalecer los vínculos del Programa Nacional de Educación y Salud Sexual (Proness), y del Cenesex con organizaciones como la Central de Trabajadores de Cuba, «donde recibimos todo el apoyo del compañero Ulises Guilarte, su secretario general, en la pasada campaña dedicada a los espacios laborales.

«Este año hemos trabajado de conjunto con el Ministerio de Educación y pretendemos visibilizar y fortalecer el programa de educación sexual en las escuelas que forma parte y es uno de los más importantes del Proness. La campaña pretende impactar de manera especial en las carreras pedagógicas y las escuelas formadoras de maestros y maestras, y el espacio de diálogo de las escuelas con la familia».

Asimismo, mencionó que la Unesco ha tenido un liderazgo importante en investigaciones y proyectos en el mundo para visibilizar las problemáticas del bullying homofóbico y transfóbico, que constituyen un importante referente metodológico para esta campaña.

DIÁLOGO Y PENSAMIENTO COLECTIVO

«Queremos que el profesorado asuma un mayor protagonismo creativo en el Programa nacional de educación sexual en la escuela», señaló la doctora Castro Espín, quien significó el hecho de que hoy en los seminarios metodológicos los maestros y las maestras solicitan otros recursos educativos de referencia.

En ese sentido, explicó que el Proness ha ido identificando sus fortalezas y debilidades y uno de los retos es justamente perfeccionar el trabajo en las carreras pedagógicas y las escuelas formadoras de maestros.

«Con este trabajo pretendemos aportar otros elementos al diálogo de la escuela con la familia, que es una figura insustituible en la vida de un ser humano, en tanto es la institución fundamental, sobre todo en las primeras etapas de la vida, y a lo largo de esta, desde su lugar protector, educador, contenedor. La familia necesita herramientas educativas y la escuela como una de las instituciones culturales más importantes de la comunidad, tiene el deber de aportarle a la familia recursos educativos. Ser familia, madre y padre es muy difícil, es una responsabilidad que también se aprende», refirió la experta.

«La familia y la escuela tienen cada uno su rol propio y no se deben confundir. Una cosa es que en condiciones excepcionales el maestro asuma un rol más abarcador, de apoyo emocional a niñas y niños que vienen de hogares disfuncionales, que sea una figura muy especial, significativa… pero ello no quiere decir que sustituya a la familia, y la palabra maestra, maestro es muy importante en la vida de un ser humano».

Un buen ejemplo de esos roles no confundidos, dice, es Martí. «Rafael María de Mendive fue transcendental en la vida del Apóstol, pero Martí tenía a su mamá que fue fundamental y a su papá, con quien tenía grandes contradicciones pero lo amaba y respetaba, y lo admiraba por ser un hombre honesto».

«La escuela y la familia son espacios fundantes de la psiquis humana y vehículos educativos fundamentales encargados de proporcionarnos herramientas de pensamiento, y debe cada una jugar su papel»

La entrevistada insistió en que la población entienda que «la campaña que se está llevando a la escuela y junto con la educación de la sexualidad, no pretende ponderar la homosexualidad, sino dar conocimientos, valores, para que todas las personas se sientan felices, en paz, no sientan culpa; y sobre todo para que cada niño o niña se sienta orgulloso de su capacidad solidaria de ponerse en el lugar de otro, de comprender y respetar a cada persona de acuerdo con sus características singulares. Es un ejercicio de aprendizaje de lo que significa la ciudadanía, que todas las personas nacemos con derechos y aprendemos nuestros deberes».

«La sociedad no puede interpretarse en blanco y negro, dentro de los extremos de los rígidos arquetipos de lo masculino y lo femenino hay matices, y por eso ninguna persona es inferior. Aprender a respetar, comprender, es sumamente importante, nos hace mejores personas. Eso sí, vivir la sexualidad plenamente es hacerlo con sentido de responsabilidad», concluyó.

Fuente: http://www.granma.cu/cuba/2017-05-05/comprender-respetar-aceptar-aprender-05-05-2017-00-05-58

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¿Qué puede hacer el municipio frente al acoso escolar?

Pablo Gutiérrez del Álamo

Creación de espacios seguros y de colaboración, mejorar las condiciones de vida (sanidad, educación, empleo…), así como políticas de diálogo y mejora de la convivencia son clave.

El papel de la municipalidad, de los ayuntamientos, en la mejora de las condiciones de convivencia de los centros educativos podría parecer tangencial, a no ser que se pensara que el mejoramiento de la situación vital, de los servicios o de los trabajos de la población en general podría repercutir, y repercute en las situaciones que se viven en colegios e institutos.

Sobre ello y sobre acoso escolar hablaron Philippe Rio, alcalde de Grigny; Ary José Vanazzi, prefeito de Sao Leopoldo y María Gladys Valero, directora del Instituto para la Economía Social- IPES, Alcaldía Mayor de Bogotá. Junto a ellos, Pedro Uruñuela, presidente honorífico de la Asociación Convives y Matthieu Damian, director de Ecole de la Paix, Grenoble. Lo hicieron en el marco del I Foro Mundial sobre las Violencias Urbanas y educación para la paz y la convivencia organizado por el Ayuntamiento de Madrid en colaboración también con el de París. Un evento que ha traído personas de los cinco continentes que han hablado en la ciudad sobre diferentes formas de violencia relacionadas con la xenofobia, el machismo, el urbanismo, el sistema educativo…

El establecimiento de diálogos entre los centros educativos y los poderes públicos para conocerse y reconocerse es uno de los pasos importantes que pueden darse. Como decía Matthieu Damian, no hay una escuela de paz aislada, es necesaria la colaboración de agentes externos a los centros.

Más si se tiene en cuenta la influencia de lo externo a lo escolar. Como explicaba Philippe Rio, Grigny es un suburbio de París, atravesado por diferentes violencias (desempleo, tasas altas de abandono escolar temprano, droga…) que afectan, claro, a sus centros educativos. Para él, es básico crear “ciudades benévolas, integradoras”. En su municipio han puesto el foco en tres pilares para mejorar estas condiciones de vida: igualdad de acceso y reconquista de los derechos humanos (educación, empleo, sanidad, cultura…); una puestas por la educación como columna de la justicia social, y por último, el trabajo sobre la cultura de paz.

Una cultura de paz a la que podría sumarse una necesidad de recuperar espacios de convivencia ante un aumento del individualismo. Para Ary José Vanazzi, las municipalidades deben “recuperar el sentido de convivencia en las plazas, en las calles”; hacer posible que las personas se encuentren y compartan en ellos. Algo en relación con lo explicaba María Gladys Valero sobre la importancia de crear ciudades en las que se viva sin miedo, en las que se pueda caminar o coger un transporte público de forma segura o la creación de consejos locales con jóvenes para que se impliquen en la población, creando sentimiento de ciudadanía.

Un conocimiento y reconocimiento que pasa porque las distintas partes asuman sus responsabilidades en la educación. Vanazzi lo encarnaba explicando cómo en Brasil en muchos lugares las familias simplemente dejan a sus hijos en los centros educativos y se desentienden de la educación, no forman un movimiento de padres y madres que establezca diálogos con los centros y esto es importante para que tanto los centros, como la infancia y las poblaciones vivan en contextos más cooperativos.

El diálogo, que abordó otras cuestiones como los planes de convivencia escolar en los centros, o algunas experiencias sobre mediación, contra el bullying, terminaba con un mensaje de mayor participación para la consecución de territorios de paz. “Sentar a todos, incluidos los abuelos, no solo en los barios pobres, si no crear estructuras mixtas con asociaciones, vecinos, administración educativa. Tenemos que acompañarnos mutuamente”.
Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/04/21/que-puede-hacer-el-municipio-frente-al-acoso-escolar/
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En España: Un juego de realidad aumentada detecta casos de violencia escolar

Investigadores de la Universidad de Almería (España) han desarrollado un juego de realidad aumentada para detectar casos de violencia escolar. Los estudiantes tienen que interaccionar entre ellos mediante acciones que realizan con un dispositivo móvil y, a partir del análisis de esas dinámicas, los expertos obtienen un esquema visual con el que pueden identificar posibles situaciones de acoso.

La metodología de esta investigación consta de tres fases. Una primera, en la que se recogen los datos del comportamiento de los estudiantes a través de un juego de realidad aumentada. En una segunda fase, todos estos datos pasan a un servidor donde se interpretan a través de un esquema visual o sociograma. Finalmente, se extraen las conclusiones que permitirá a los profesionales de los centros educativos entender la realidad del aula y prever los posibles casos de violencia o acoso escolar.

Como explica a la Fundación Descubre el investigador del área de arquitectura de computadores de la Universidad de Almería, José Antonio Álvarez, durante el juego cada participante tiene un peto con dos códigos QR y cada uno de ellos codifica un número. Los móviles usan esos códigos para identificar a cada jugador. De esta forma, cuando un usuario señala a otro con su dispositivo, éste activa su cámara para leer el código QR del oponente y tener información sobre él.

Además, el sistema se compone de sensores para medir el movimiento de los participantes. Por ejemplo, si se pretende dar un ‘empujón virtual’ al oponente para quitarle puntos, se zarandea el móvil, mientras en la pantalla aparece su imagen. La situación es similar a la que se produce durante una partida de paintball, pero en lugar utilizar armas y bolas, en este caso, los ataques se ejecutan de forma virtual con el móvil.

Todas las acciones realizadas con el móvil pasan a un servidor conectado a un ordenador externo de donde se extraerán los datos del comportamiento de los jugadores. “De esta forma, al final del juego podemos conocer a través de sus movimientos y actitudes quiénes son agresores y qué participantes tienen el perfil de víctima. Por ejemplo, los empujones son interpretados como agresiones y restarán puntos”, asegura José Antonio Álvarez.

La segunda fase del proceso implica la recogida de datos, e interviene un portátil y un router. El ordenador tiene un servidor con una base de datos que recoge la interacción de cada participante. Una vez analizados todos los datos se obtiene un esquema visual, denominado sociograma, que muestra de manera gráfica las interacciones entre los alumnos y su manera de comportarse.

Tras el análisis de sociogramas, los investigadores concluyen, en un estudio publicado en la revista Frontiers in Psychology con el título ‘System to Detect Racial – Based Bullying through Gamification’, que las principales discriminaciones o situaciones de violencia se producen entre estudiantes de nacionalidades diferentes.

En cuatro de los cinco colegios examinados, ninguno de los estudiantes extranjeros se sentaba en los escritorios de la primera fila, es decir, estaban más cerca de la parte de atrás de la clase, excepto en el grupo que tenían entre siete y ocho años de edad.

Los datos también revelan que aunque la mayoría de los estudiantes prefiere trabajar o compartir una mesa con un compañero nativo (un 72 por ciento de la muestra), la desconfianza no se asocia más con los estudiantes extranjeros, ya que el 60 por ciento de los participantes expresó que desconfiaba de cualquier compañero de cualquier nacionalidad.

Con respecto a la coexistencia fuera del aula, la discriminación por estigma racial no está presente en los deportes, sólo el 20 por ciento de la muestra afirmó que no invitaría a un compañero de clase inmigrante. Respecto a otras actividades no deportivas, como una fiesta de cumpleaños, el porcentaje de rechazo de los estudiantes extranjeros se eleva al 64 por ciento.

En cuanto al comportamiento de los estudiantes en actividades fuera del aula, como salir de vacaciones con un compañero, los resultados reflejan que el 56 por ciento de la muestra prefiere ir con estudiantes extranjeros.
El estudio ha contado con financiación del grupo de investigación ‘Intervención psicológica y médica a lo largo del ciclo vital’ de la Universidad de Almería.

Fuente: Fundación Descubre/Ncyt.-

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