Las universidades: espacios claves para prevenir la violencia de género contras las mujeres

Por: Mishell Mantuano

 

Introducción y edición: Ana Acosta 

Ilustración portada: Andrea Venturini

Publicado 30 de septiembre del 2022

La violencia basada en el género (VcM) es una violación flagrante de los derechos humanos que afecta no solo la vida de las mujeres y niñas, sino de toda la sociedad. En las últimas semanas, el femicidio de María Belén Bernal por parte de su esposo, el teniente de la Policía Germán Cáceres, dentro de una Escuela de Policía, despertó la indignación de miles de mujeres y toda la sociedad, pero también la necesidad de buscar salidas para decir: ¡Basta de violencia de género!

Pero el femicidio de María Belén no es un caso aislado. En Ecuador, al menos 6 de cada 10 mujeres han sido agredidas por razones de género, según el INEC, siendo la cifra más alta en Sudamérica, después de Bolivia. Esta realidad afecta a las mujeres en todos los espacios de la vida social, uno de ellos es el espacio educativo. Según el estudio De la evidencia a la prevención ¿Cómo prevenir la violencia contra las mujeres en las universidades?, elaborado por la USMP por encargo del Programa PreViMujer implementado por la GIZ, 1 de cada 3 estudiantes universitarias reporta haber sido agredida alguna vez por su pareja o expareja, desde que está en la universidad; mientras que 1 de cada 3 estudiantes mujeres ha sido agredida por otros integrantes de la comunidad universitaria.

El mismo estudio destaca que existen muchos factores que contribuyen a generar y mantener la violencia contra las mujeres: la dominancia masculina, la percepción de que las mujeres son objetos, la hostilidad masculina y la tolerancia cultural hacia la violencia contra las mujeres, entre otros. Todas estas variables pueden ser modificadas, pues todas son ideas, creencias, actitudes basadas en patrones culturales machistas. En este contexto, la educación es la estrategia más efectiva para combatir la violencia contra las mujeres. Las universidades pueden ser espacios donde se promuevan relaciones saludables, mediante una formación continua de respeto, igualdad y equidad de género, que luego pueda ampliarse hacia toda la sociedad. Es así que el estudio  recoge cómo a través de movimientos estudiantiles se ha visibilizado la problemática de la violencia de género y los avances que se han logrado. Estudiantes, docentes y organizaciones feministas han buscado diversas formas de prevenir y enfrentar la violencia de género en las universidades: creando redes, colectivas estudiantiles, acompañando demandas, grupos de apoyo, entre otras iniciativas.

Este reportaje recoge tres iniciativas de estudiantes y docentes de distintas universidades del Ecuador para prevenir, acompañar y contribuir a la prevención y erradicación de la violencia de género en las universidades. Sus experiencias, aprendizajes y avances pueden ampliarse hacia toda la sociedad.

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Iniciativa Johanna

Natalia Angulo Moncayo es docente titular e investigadora de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador. Desde el 2014, ella junto a  un grupo de docentes y estudiantes decidieron impulsar acciones para la prevención de la violencia y el acoso en la universidad, en particular en la Facultad de Comunicación. A pesar de que la violencia más común en las universidades es el acoso sexual ejercido por docentes hombres, otra situación que pone en alerta a las docentes es la violencia que sufren las estudiantes por parte de sus parejas.

La docente cuenta que durante el confinamiento por la pandemia de la Covid-19, en una sola semana, recibió tres llamadas de estudiantes que pedían orientación para saber qué hacer frente a la violencia que estaban sufriendo por sus parejas hombres “esto nos alarmó muchísimo” dice Natalia. Esto se volvió más cercano cuando ocurrió el femicidio de Johanna, una de sus estudiantes.

Johanna Guayguacundo era ex estudiante de la Facultad, periodista, fundadora y co-directora del medio digital Wambra Sapo, quien se graduó en 2018 de la Facultad de Comunicación Social en la Universidad Central del Ecuador. En febrero de 2022 Johanna fue víctima de femicidio. Su ex pareja, contra quien tenía una denuncia y una boleta de auxilio, es el principal sospechoso. Como Johanna, en 2022 en Ecuador, 8 mujeres víctimas de femicidio tenían boleta de auxilio en sus manos, según la Fundación Aldea.

Además, el estudio De la evidencia a la prevención ¿Cómo prevenir la violencia contra las mujeres en las universidades?, elaborado por la USMP por encargo del Programa PreViMujer implementado por la GIZ, revela que, el 33,7% de estudiantes mujeres ha sufrido algún tipo de violencia por parte de su pareja o expareja, en algún momento de su relación, desde que estuvo estudiando en la universidad. La  violencia a las mujeres estudiantes por parte de sus parejas o ex parejas fue en su mayoría la psicológica con el 25.1 % ; el 20.7 % lo hizo tratando de controlar a sus parejas o ex parejas estudiantes, evitando que vayan a clases, fiestas, reuniones de estudio o  realice sus tareas o deberes; no permitiéndole ver o hablar con sus amigos y amigas, familiares o exigiendo que se vista de manera distinta; el 14.1 % ha recibido insultos de manera despectiva, recibió humillaciones frente a otras personas, difamaciones en redes sociales o en público. Mientras que el 19.6 % fue acechada recibiendo llamadas de forma insistente, correos, mensajes, imágenes o videos que hizo temer a las estudiantes por su seguridad, fueron perseguidas, vigiladas y espiadas. Otra forma de violencia que recibieron las estudiantes por parte de sus parejas o ex parejas fue el acoso en un 17.5 % recibiendo comentarios ofensivos y denigrantes sobre su cuerpo, presiones para hablar de sexo sin ser consentido o recibió mensajes, llamadas, imágenes o videos sexuales que ella no deseaba ver.

Por esto, a partir de lo que ocurrió con Johanna, Natalia cuenta que tomó más fuerza la necesidad de hacer algo “no solo empezamos a preocuparnos de la violencia de docentes a estudiantes, sino también la violencia ejercida de las parejas a las estudiantes”. Así nació “Iniciativa Johanna”

Arturo Estrella Osorio es uno de los docentes de la Facultad de Comunicación Social que impulsa el proyecto, nombrado así en honor a Johanna Guayguacundo. Esta iniciativa es para dar a conocer qué es la violencia de género, los tipos de violencia y llamar a la reflexión a toda la comunidad universitaria. Según el docente, hay muchos integrantes de la comunidad universitaria que no conocen ni entienden ciertos actos, situaciones y frases que son violencia. La iniciativa se desarrolla en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador, en la materia de Marketing Social, no como la promoción de una marca sino como un mecanismo para “evidenciar realidades, para alcanzar un fin social y que generen un impacto positivo en la comunidad”, agrega Estrella.

Desde finales de abril y comienzos de mayo de 2022 que empieza a desarrollarse esta iniciativa, se han generado varias acciones con la participación activa de los y las estudiantes, no solo de la Facultad de Comunicación, sino también de otras facultades, como presentaciones artísticas con música feminista, recolección de mensajes de estudiantes contra la violencia de género, el levantamiento de una bandera con mensajes contra la violencia de género. Cuenta Arturo que, a pesar de la buena recepción de la campaña por las y los estudiantes, aún hay resistencias de ciertos docentes. Es así que una de las banderas que buscaba posicionar un mensaje contra la violencia fue retirada un día después porque “un docente se sintió ofendido por uno de los mensajes que contenía. Se me ordenó retirar la bandera y presentar una serie de argumentos de cómo funciona el proyecto. Esto generó una censura. Yo como docente, no tengo la obligación de silenciar la voz de los y las estudiantes o poner frenos para decir lo que va o no va. La idea inicial es que la gente se exprese porque hay la sensación de falta de espacios para expresarse”.

El proyecto también  busca analizar de qué manera se está ejecutando el Protocolo General para la Prevención, Atención y Sanción de los casos de Violencia Sexual y de Género para, posterior a eso, realizar infografías que permitan explicar el paso a paso de cómo presentar una denuncia dentro de la universidad. Además, solicitan al Instituto de Igualdad de Género y Derecho de la Universidad Central, Iniged, un trabajo mucho más intenso para que realicen un monitoreo sobre los casos de denuncias, asimismo que presenten asesorías a las estudiantes violentadas. Pues cuenta Estrella que  “han habido casos en las aulas de que algunos docentes amedrentaron a las estudiantes con atropellar carreras, denuncias en Fiscalía, juicios, demandas financieras. El hecho de que la gente no conozca cómo funciona el protocolo y que existen otros niveles de denuncia, hace que la gente se atemorice y no presente las denuncias”.

A pesar de las trabas que se han presentado en el desarrollo del proyecto, algo importante que destaca Estrella es que en las aulas de clases las estudiantes empiezan a identificar lo que es la violencia y en qué momentos están siendo violentadas, algo que antes no ocurría.

Muchas de las víctimas de violencia de género ignoran que hay redes de apoyo para quienes toman la decisión de hablar y denunciar, por lo tanto, este es uno de los puntos que se busca fortalecer desde la “Iniciativa Johanna”, además, fortalecer el trabajo con los estudiantes hombres, para que dejen de ejercer una serie de prácticas que generan violencia en contra de las mujeres.

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Coalición Feminista Universitaria

La Colación Feminista Universitaria, CFU, abarca siete universidades del Ecuador y cuenta con 40 voluntarias que son embajadoras de sus universidades y que replican los modelos que se trabajan en la Coalición. La CFU nace como el primer espacio de estudiantes independientes a nivel nacional en marzo de 2020. Ljubica Fuentes, fundadora y coordinadora de la Coalición, cuenta que  empezaron  marcando un precedente de la institución universitaria, porque inicialmente le correspondía a las Federaciones de estudiantes universitarios, a las asociaciones femeninas universitarias, a los gremios de docentes y administrativos hablar de violencia de género, pero, “nunca a estudiantes independientes que no necesariamente se sentían vinculados a este tema político detrás de las federaciones”. Entonces la Coalición nace con el propósito de brindar, desde la sociedad civil, “un espacio con la capacidad y la autonomía de trabajar de forma organizada, transparente y sobre todo pensando en el centro de esta problemática que son las mujeres jóvenes estudiantes, brindándoles así por primera vez un espacio de acompañamiento y contención a personas que sufren estos casos”. Ljubica menciona que al empezar a trabajar en la Coalición tuvieron la suerte de contar con el apoyo de la Federación de Estudiantes de Chile, a cargo de Emilia Schneider, dirigente estudiantil, activista y política chilena, para llevar a cabo el proceso.

La Colación Feminista Universitaria ha acompañado más de diez casos de violencia de género, ocho de estudiantes y dos de docentes. Además, entre sus principales ejes de trabajo está el acompañamiento, la democratización de la información; entregando herramientas y generando espacios de conocimiento alrededor de cómo prevenir y erradicar la violencia en las instituciones de educación superior, realizando investigación frente a la realidad que sufren las mujeres dentro de las universidades e incidencia. Según Ljubica la Coalición fue la única organización de la sociedad civil que tuvo presencia dentro de la reforma a la Ley Orgánica de Educación Superior, LOES, para proponer el enfoque de género y el único organismo de la sociedad civil estudiantil que tuvo presencia en la reforma a la Ley Orgánica para Prevenir y Erradicar la Violencia de Género en las mesas técnicas de la Asamblea Nacional, en 2022.

Ljubica cuenta que, a nivel internacional, también son un punto de contacto focal sobre el tema de prevención de violencia en las universidades y han articulado con redes internacionales, como la Red Contra el Acoso Sexual, una alianzan internacional con la que trabajan activamente en congresos y ponencias para prevenir y erradicar la violencia en las instituciones de la educación superior. Además, explica Ljubica que han hecho “espacios propositivos con tomadores de decisiones dentro de los espacios de las universidades con autoridades de bienestar universitario, rectores, vicerrectores a quienes se les ha propuesto diferentes políticas para poder cambiar e implementar nuevas formas de proceder”.

Tras la conformación, organización y el trabajo que realizan en la Colación Universitaria Feminista, Ljubica ha podido notar que hay mayor fortaleza en los procesos de denuncia, en los casos en los que han acompañado “las víctimas ya no se hacen para atrás, continúan el proceso hasta el final y es una nueva figura que también interpela este abuso de autoridad en las universidades, el hecho de ser juez y parte”, añade. Si bien es cierto, la Colación no es un espacio de denuncia, porque no cuenta con esa potestad, es un espacio que brinda asesoría dentro de un proceso, realizan campañas de contención y mediáticas, y se especializa en las diferentes dinámicas universitarias considerando que cada espacio tiene estatutos, medidas y organismos diferentes, por lo que, comprender todo esto, es vital para que un proceso resulte y generar cambios reales.

“Los espacios de la sociedad civil rompen este espectro para decir: las universidades se deben a la sociedad a los y las estudiantes y necesitan ser transparentes, diligentes para poder permitir un acceso válido a la justicia, asimismo, para generar política pública que prevenga y erradique la violencia de género”, dice Ljubica. Para ella es de suma  importancia la articulación de las estudiantes como sociedad civil, “aquí también radica la importancia de que sean mujeres estudiantes que viven o vivieron la violencia, apoyando a otras sobrevivientes de violencia, generando redes y brindando espacios seguros no solo a otras mujeres sino a las personas de la diversidad sexual, porque no hay que olvidar que la universidad es machista, binaria y heteropatriarcal. No hay espacios para las personas diversas y eso es algo que desde la Coalición siempre tenemos presente para poder generar acciones”.

Según Ljubica es necesario la implementación de departamentos de prevención de violencia, comisiones de género al interior de las universidades, organismos especializados para atender la problemática, expertos y expertas trabajando en el tema y un Consejo de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior, CACES, pero de género para poder descentralizar el tema de las universidades, pues mientras estás instituciones sigan siendo “juez y parte de las políticas públicas, es muy difícil que el encubrimiento y la corrupción no vayan a ser parte del proceso”.  Además, otro punto clave es que se implementen en las mallas curriculares el enfoque de género, la educación sexual y reproductiva, los protocolos de atención en derechos humanos, la prevención y erradicación de la violencia.  Esto implica acciones, como exigir que las lecturas obligatorias sean de al menos el 50 % autoras mujeres, contar las ideas de las mujeres que cambiaron la historia, para que, de cierta manera se empiece a ver la presencia de las mujeres no como “invitadas, sino como parte efectiva”.

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Politécnicas disidentes

Paula León es parte de “Politécnicas Disidentes”, una colectiva feminista universitaria que nació el 25 de noviembre de 2021, con alrededor de diez estudiantes mujeres de la Escuela Politécnica Nacional. La colectiva nace frente a la necesidad de “una voz femenina dentro de la institución, donde la mayoría son hombres, donde autoridades y profesores aún encubren acosadores, el machismo está muy normalizado y hay un menosprecio a la capacidad de las mujeres” explica Paula. Por tal motivo decidieron organizarse para hacer visible lo que sucede dentro de la Politécnica y mostrar que hay mujeres que “hacen ciencia y que su voz vale”.

Para Paula es importante visibilizar el trabajo de las mujeres estudiantes dentro de las carreras politécnicas que en la mayoría de los casos “han estado ocupadas por varones”, generar un espacio seguro para las mujeres estudiantes de la Escuela Politécnica Nacional y mostrar las realidades que viven “que no son hechos aislados como muchas veces quieren hacer ver, sino que realmente son hechos generalizados”. Desde la colectiva buscan incentivar a otras jóvenes y niñas para que sepan que son capaces de estudiar carreras relacionadas a la ciencia, la tecnología, las ingenierías y otras. “Buscamos romper con estos estereotipos, super patriarcales, de que las mujeres tenemos ciertas carreras para las que sí somos buenas”.

El trabajo de las Politécnicas Disidentes se centra en realizar campañas por redes sociales y dentro de la institución con mensajes mostrando lo que las estudiantes viven dentro de las aulas. Su trabajo tiene varios objetivos como: crecer como organización no solo dentro de la institución, sino también generando espacios de encuentros, charlas, reflexiones, impulso de reclamos, en articulación con otras mujeres estudiantes de otras universidades.

A raíz de la conformación y organización de la colectiva Politécnicas Disidentes las mujeres estudiantes se sienten acogidas, lograr elevar sus voces sobre cosas que han vivido o experimentado y eso, explica Paula, llama mucho la atención porque todos “estos machitos se chocan con sus mensajes”Además, han obligado a las autoridades de la universidad a tomar acciones en la problemática de la violencia de género, como generar un protocolo de prevención y tratamiento para casos de violencia y la separación de un docente que tenía una denuncia por acoso.

“Nos parece importante que exista un apoyo desde los primeros días de la universidad y luchar contra todos los temas de acoso y encubrimiento que hay hacia profesores que tienen denuncias por acoso y poder respaldar a esas compañeras de manera segura”dice Paula.

*Las opiniones expresadas reflejan los puntos de vista de las personas que han contribuido a este reportaje.

Fuente de la información e imagen: https://wambra.ec

Fotografía: Wambra

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México: Violencia sexual ataca en escuelas

México / 12 de noviembre de 2017 / Autor: Teresa Moreno / Fuente: El Universal

Cada día del último año fueron violadas 27 jóvenes de 15 años o más en el ámbito escolar, es decir, 9 mil 876 en los últimos 12 meses, una cada hora, según resultados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh) 2016. El Inegi informó que 330 mil 629 mexicanas de 15 años o más han sufrido una violación o intento de este acto durante su trayectoria académica.

En lo que corresponde a hostigamiento y acoso por parte de autoridades en los colegios, 58 mil 997 adolescentes y jóvenes reportaron que en el último año tuvieron cuando menos un episodio en el que sus maestros les ofrecieron tener relaciones sexuales a cambio de mejorar sus calificaciones u obtener beneficios en la escuela.

Cuando dijeron que no, en 21 mil 575 sucesos sufrieron castigo o venganza por haberse rehusado, ante lo que las reprobaron, les bajaron su calificación o las expulsaron de la institución.

El Inegi recoge el reporte de que 65 mil 807 mujeres atravesaron por una situación de acoso u hostigamiento en el citado período; es decir, ocurre en promedio una vez cada ocho minutos.

Juan Martín Pérez García, director de la Red por los Derechos de la Infancia en México(Redim), explicó que el entorno escolar no se salva del machismo.

Argumentó que la violencia sexual en contra de ellas se sostiene en tres criterios: los hombres no tienen la capacidad de contener su deseo, las mujeres los provocan y todo acercamiento entre hombre y mujer puede tener una connotación sexual.

“Esto genera un escenario en el que se justifica la violencia y se responsabiliza a las víctimas. Hay que tener presente la relación de poder de los maestros con las alumnas, que puede depender de una calificación negativa el poder pasar o salir de ese periodo educativo. Hay hostigamiento por parte de los docente, [pero] no hay mecanismos de denuncia ni de protección y las víctimas, la mayoría mujeres, tienen pocas oportunidades para negarse”, dijo.

Nisaly Brito Ramírez, directora ejecutiva de la organización Commenta Diálogo de Saberes, que promueve el enfoque de derechos humanos y perspectiva de género, lamento que, por lo general, a las víctimas de acoso u hostigamiento no se les cree, puesto que existe una especie de complicidad con la violencia normalizada dentro del sistema de enseñanza en el país.

“La cultura machista no tiene lugar de excepción. Con los adolescentes de 15 a 18 años se juegan muchas condiciones de poder y la lógica que se teje entre alumna y maestro. El temor a futuro que genera un montón de ansiedad y permite que el sexo se vea como una oportunidad de ser recompensado con calificaciones o reconocimiento social. Existe complicidad dentro del sistema, porque cuando una víctima quiere denunciar a un maestro que es acosador, lo que pasa, por lo regular, es que nadie le cree”.

El Inegi divide la violencia sexual en el ámbito escolar en intimidación, acoso u hostigamiento, abuso y violación e intento de. Estos van desde piropos hasta agresiones graves.

De acuerdo con lo que las propias alumnas dijeron al Inegi, en este contexto fueron agredidas sexualmente una de cada 10 jóvenes y adolescentes en edad de cursar sus estudios en bachillerato o en la universidad.

Esto representa que 810 mil 793 mujeres de 15 años y más pasaron por este tipo de violencia sexual en el ámbito escolar en los últimos 12 meses y que 4.6 millones de mexicanas de ese mismo rango de edad han sido violentadas de diversas formas a lo largo de toda su vida académica.

Dentro de esa categoría general se encuentra el hostigamiento y acoso, así como la violación e intento de; sin embargo, no es lo único.

La encuesta contabiliza a 1.86 millones de jóvenes y adolescentes que fueron víctimas de abuso en este contexto cuando menos una vez a lo largo de su vida, de las cuales 207 mil 351 pasaron por un episodio en 2016.

Esto quiere decir que un hombre les mostró su pene o se masturbó frente a ellas, las obligó a observar escenas o actos sexuales o pornográficos como fotos, videos o películas. Además, las han manoseado, tocado, besado o se le han arrimado, recargado o encimado sin su consentimiento.

Esta categoría engloba agresiones como que las hayan hecho sentir miedo de ser atacadas o abusadas; las hayan acosado con comentarios considerados como “piropos” groseros u ofensivos, de tipo sexual o sobre su cuerpo; les hayan enviado mensajes o publicado comentarios a través de Facebook, Twitter y WhatsApp para insultarlas, ofenderlas o molestarlas con insinuaciones sexuales.

La encuesta no distingue si estos casos se dieron en escuelas e instituciones privadas o públicas. En el caso de las segundas, se considera que los profesores y autoridades escolares son funcionarios, mientras que los federalizados dependen de la Secretaría de Educación Pública (SEP).

En agosto de 2016 se publicó el Protocolo para la prevención, atención y sanción del hostigamiento y acoso sexual para las dependencias y entidades de la Administración Pública Federal.

Se define el acoso sexual como “una forma de violencia en la que hay un ejercicio abusivo de poder que conlleva a un estado de indefensión y de riesgo para la víctima. El hostigamiento es, según el Inegi, el “ejercicio de poder, en una relación de subordinación real de la víctima frente al agresor en los ámbitos laboral o escolar. Se expresa en conductas verbales, físicas o ambas, relacionadas con la sexualidad de connotación lasciva”.

Considera que ambas son conductas que no serán toleradas dentro del servicio público y que “los órganos internos de control [de cada dependencia del gobierno federal] fincarán las responsabilidades a las que haya lugar e impondrán, en su caso, las sanciones administrativas respectivas”.

El Código Penal federal considera penas que van desde multas para los hostigadores sexuales y destitución para los servidores públicos hasta 20 años de cárcel en caso de violación.

La UNAM tiene un Protocolo de Atención contra la Violencia de Género con sanciones para los integrantes de su comunidad que incurran en este tipo de agresiones. Los castigos que impone la máxima casa de estudios van desde rescisión de contrato, amonestación y pueden llegar hasta la expulsión.

Fuente de la Noticia:

http://www.eluniversal.com.mx/nacion/seguridad/violencia-sexual-ataca-en-escuelas

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La consigna del silencio

Miedo y vergüenza, algunos obstáculos creados a partir de estereotipos de género

Por: Carolina Vasquez Araya

Las agresiones sexuales no deben señalar a la víctima sino al hechor. Urgen medidas de prevención.

Todo ser humano que haya sufrido una agresión sexual ha sido tocado en lo más profundo de su integridad. En esto no hay excepciones y, si las hay, suelen ser muy raras. Un niño, niña, adolescente o adulto víctima de tal escarnio difícilmente podrá borrarlo de su memoria, guardando esa imagen con una dolorosa sensación de repugnancia y culpabilidad. Y el silencio. Ya sea por miedo a las consecuencias sociales y familiares o porque sobre ellos pende la amenaza de una cruel revancha, el silencio tras la violación parece haber sido históricamente la marca de identidad de los crímenes de tal naturaleza y los depredadores cuentan con ello.

Durante la semana pasada y como eco de mi columna anterior sobre el incesto, he recibido más información sobre ese tipo de casos. Por las características de quienes me han compartido situaciones similares existentes en su entorno –personas instruidas con posibilidad de actuar- he podido observar el inmenso poder del silencio incluso en ámbitos de cierto nivel cultural, en los cuales se supone que los prejuicios ya han perdido su fuerza. Sin embargo, ahí están; todavía bien instalados en una suerte de umbral de la privacidad, algo así como una cápsula en donde el valiente intruso que desea denunciar termina por arriesgar más que el hechor.

Esto no es nuevo. No en el incesto y tampoco en otra clase de agresiones sexuales, como lo demuestra el largo silencio que ha precedido a las recientes denuncias de la industria cinematográfica en contra de algunos de sus gurús más poderosos. Ahí no se trataba de niñas indefensas en manos de un depredador, sino de mujeres plenamente conscientes de sus derechos, pero quienes guardaron el mismo silencio oneroso de la mayoría de víctimas. Vergüenza, dolor, impotencia y miedo a las consecuencias de hablar, parecen ser la nota constante.

Si en mujeres poderosas la violencia sexual tiene ese efecto intimidatorio, ¿qué podemos esperar en una niña, un niño o una mujer atados a una relación de poder caracterizada por los abusos? ¿Cómo es posible que un ciudadano ignore los pasos a seguir para realizar una denuncia anónima sobre un crimen de tal magnitud? Esto solo revela que ese silencio continúa alimentado por una carga enorme de prejuicios y estereotipos capaces de re victimizar de manera continuada a quienes sufren estos atropellos, abandonándolas a la voluntad de quien o quienes los agreden.

Urge hacer algo al respecto. Es imperativo iniciar campañas masivas de prevención de la violencia sexual en hogares, escuelas, templos, iglesias, hospitales y todo espacio en donde exista un menor en riesgo o un adulto ignorante de los pasos a seguir para denunciar. Urge reforzar la capacitación de los elementos de policía, investigación y administración de justicia para quitar ese velo de duda ante la palabra de un menor, una duda que desde el primer momento ampara a los perpetradores y coloca a las víctimas en una posición de riesgo.

Si las madres no denuncian por el siempre presente temor a quedar sin sustento económico, buscar la manera de darles acceso inmediato a los bienes familiares, los cuales usualmente se encuentran bajo control absoluto de la pareja abusadora, lo cual también está tipificado en la ley Contra el Femicidio y Otras formas de Violencia contra la Mujer como violación de sus derechos económicos. Buscar rutas y soluciones viables a esta realidad cada día más espeluznante debería ser una tarea prioritaria para juristas y expertos, cuyo aporte sirva para liberar y dar esperanzas de justicia reparadora a tantas víctimas inocentes cuyas voces permanecen en el más profundo silencio.

Blog de la autora: http://www.carolinavasquezaraya.com

 

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Primer ministro de Canadá aboga por defender derechos de las niñas

América del norte/Canadá/14 Octubre 2017/Fuente: Prensa Latina

El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, destacó hoy la necesidad de redoblar esfuerzos para que los derechos de las niñas sean respetados y protegidos en todo el mundo.
Todavía demasiadas niñas son víctimas de violencia sexual y de género, mientras luchan por obtener educación, atención de salud y oportunidades económicas equitativas, dijo por medio de un comunicado oficial el mandatario, quien se encuentra ahora de visita en Estados Unidos.

Al celebrarse en esta fecha el Día Internacional de la Niña, Trudeau hizo un llamado de atención sobre la importancia del empoderamiento femenino, empezando desde las edades más tempranas.

Ellas tienen el derecho de vivir, aprender y trabajar sin miedo de la discriminación o la violencia, por ello todos debemos esforzarnos en romper las barreras que enfrentan para hacer oír su voz, expresó.

Las niñas en Canadá y en todo el mundo están construyendo un futuro mejor con su participación en la economía y la sociedad en general, destacó el dignatario por medio del comunicado.

Canadá destina importantes inversiones para la atención a la primera infancia, en servicios de salud, empleo y capacitación que benefician a las niñas. Además, alentamos el liderazgo de las mujeres jóvenes, detalló el primer ministro.

Promover los derechos de las niñas es una prioridad para este gobierno y también en la proyección internacional gracias a la Política de Asistencia Internacional Feminista de Canadá, añadió.

El Día Internacional de la Niña fue instaurado en 2011 por la Asamblea General de las Naciones Unidos con el fin de ‘reconocer los derechos de las niñas y los problemas excepcionales que confrontan en todo el mundo’.

Este año marca el comienzo de un periodo de trabajo dedicado a abordar los desafíos que enfrentan las niñas antes, durante y después de las crisis.

Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=122957&SEO=primer-ministro-de-canada-aboga-por-defender-derechos-de-las-ninas
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En Australia: Las políticas para abordar denuncias de asalto sexual en las Universidades a menudo son «incompatibles» y «confusas»

Oceanía/Australia/abc.net.au

Una serie de informes mordaces han llamado la atención sobre las  políticas y prácticas inadecuadas para responder a las denuncias de los estudiantes de violación, intento de violación y/o asalto sexual en las universidades australianas.

En un informe de 2017 para la Comisión de Derechos Humanos de Australia , el grupo de defensa, Violación End en el Campus (EROC) Australia, señala el alto número de agresiones sexuales que se producen contra los estudiantes universitarios australianos – tanto dentro como fuera del campus.

A pesar de que actualmente no hay estadísticas fiables sobre las tasas de victimización de la violencia sexual en las universidades australianas, las cifras de la Oficina Australiana de Estadísticas (ABS) en términos más generales informan  que 1 de cada 5 mujeres han experimentado violencia sexual desde la edad de 15, en comparación con el 1 en 22 hombres .

¿Cómo las universidades abordan el tema?

Mucha preocupación se ha expresado acerca de las maneras en que los informes de violencia sexual son procesadas por las universidades australianas.

La respuesta a asalto sexual en el campus no es dar mejores clases de autodefensa, escribe Nina Funnell, es abordar el desarrollo de mejores actitudes sobre el tema.

En un caso notorio en 2015 , James Cook University fue criticado por la promoción de un funcionario que había sido acusado de violar a una estudiante indígena, que luego se mantuvo empleado durante tres meses después de que se había declarado culpable y estaba a la espera de sentencia.

Un portavoz de la universidad al respecto señaló: «En el momento en que asumió el nuevo cargo, a principios de 2016, la universidad no estaba al tanto que había sido acusado de delito».

JCU ya ha encargado una investigación externa e independiente para confirmar la cronología de los eventos y las acciones que se tomaron dentro de la universidad.

En 2016, el programa Noche de Canal 7  informó tasas de asalto sexual y el acoso en las universidades australianas a través de programas para la libertad de información (FOI), que muestran que en los últimos cinco años, ha habido 575 quejas oficiales de asalto sexual y el acoso grabada (145 informa específicamente sobre la violación). Sin embargo, de 575 informes, sólo seis de ellos produjo la expulsión del autor del hecho punible de la universidad.

El manejo inadecuado de estos casos contribuye al subregistro, independientemente de que la violencia ocurre dentro o fuera del campus, motivo por el cual pocos estudiantes reportan formalmente agresiones sexuales

En 2016, la Universidad de Sydney encontró que sólo el 1 por ciento de sus estudiantes que habían sufrido un asalto sexual o indecente  ha informado oficialmente del caso a su universidad.

La encuesta de la Unión Nacional de Estudiantes administrada desde el 2015 informa asimismo que sólo el 6 por ciento de las víctimas reportaron el incidente a sus universidades, y menos del 5 por ciento reportó el incidente a la policía.

Estas cifras no son quizás sorprendente, ya que las víctimas de violación están entre las víctimas del crimen que menos probabilidades tienen de informar a la policía, ya que algunos estudios revelan que entre el 15-20 por ciento de los sobrevivientes terminan haciendo una queja formal a la policía.

Universidades aconsejan sobre ‘cómo no violó’

El informe EROC Australia también señala un abordaje inadecuado por parte del personal de la universidad en el apoyo a sobrevivientes de violencia sexual.

Estos podrían incluir declaraciones acusatorias, cuestionamiento inapropiado sobre los detalles del asalto, la minimización, la culpa, identificando posibles responsabilidades del sobreviviente en el hecho, y extralimitandose en los límites de apoyo emocional.

De acuerdo con uno de los sobrevivientes: «La primera persona resaltó lo mucho que había estado bebiendo preguntó. La segunda persona me dijo que iba a arruinar mi vida. La tercera persona dijo que no era un problema de la universidad. La cuarta persona me dijo que le preguntó por qué había esperado tanto tiempo para decirle a nadie.»

También hay preocupación por los consejos de seguridad de la universidad que «a menudo emplean mitos » peligro de los extraños, se centran en gran medida en el consumo de alcohol, y no abordan de forma colectiva las creencias peligrosas sobre el género».

Por ejemplo, las universidades aconsejan a los estudiantes a «no dar mensajes mixtos» con el contacto visual, la voz, la postura y los gestos. También se recomienda a los estudiantes a caminar en áreas bien iluminadas, llevar a alarmas personales y silbatos «violación» y «estar preparado para gritar y gritar si es atacado».

El problema es que estos mensajes de prevención están dirigidos a las que la víctima y lo que él o ella puede hacer para evitar ser violada, más que el perpetrador.

El peligro de este consejo es que muchos de los supervivientes pueden desistir de la presentación de informes ya que pueden sentir que están en falta, o que lo que pasó con ellos en realidad no cuenta como «violación», sobre todo si el agresor es una persona conocida.

¿Es esta una responsabilidad de la universidad?

Las universidades australianas tienen un mosaico de políticas y prácticas para responder a los informes de violencia sexual.

De acuerdo con EROC Australia :

«Las políticas y procedimientos de las universidades australiana con respecto  asalto sexual y el acoso son a menudo confusas e inconsistente, incompletas, o en algunos casos inexistente.» «Esto significa que es extremadamente difícil para los estudiantes que han sido agredidas sexualmente identificar dónde pueden obtener ayuda en la universidad, que pueden reportar sobre el asalto, y cuáles son los procedimientos para dejar sentado la queja formal».

Las políticas y los procesos de información varían entre las diferentes universidades australianas.

Algunas universidades requieren que todos los informes de violación y asalto sexual son reportados a la policía, que podrían ser directamente contra los deseos de los sobrevivientes. En otros casos, un sobreviviente quiere que el incidente sea reportado a la policía, pero se ha desalentado, ya sea formal o informal para hacerlo. Algunas universidades aconsejan a los sobrevivientes a reunirse de manera informal con el agresor.

Al respecto el líder adjunto de Trabajo dijo que es «desgarrador» que poco ha cambiado desde que estaba en la universidad. En todas las universidades australianas, los sobrevivientes tienen la opción de pasar por un proceso interno que investiga una supuesta violación del código o código de conducta de disciplina de la institución, a menudo a través de invitar al estudiante a presentarse ante un panel a declarar.

Una investigación interna no puede implicar pruebas forenses y un agresor no puede ser privado de su libertad. Sin embargo, un presunto agresor puede ser amonestado, suspendido, expulsado o despedido de la universidad si el panel decide sobre el «balance de probabilidades» de que el acto tuvo lugar. Si se realiza adecuadamente , estos procedimientos internos pueden asegurar la equidad tanto a los supervivientes y de los presuntos autores.

Las universidades también pueden aplicar medidas provisionales para excluir a un presunto agresor del recinto de la universidad en espera del resultado de un proceso formal de quejas.

En general, el informe EROC Australia critica los «resultados inapropiados» y «sanciones leves» que las universidades imponen a los autores de las investigaciones internas.

Los datos revelan que los castigos han participado de diversas maneras: multas, servicio comunitario, cartas de disculpa, o en movimiento al agresor a una sala residencial diferente. En otros casos, el autor recibió una advertencia formal o una «nota en el expediente».

¿Qué pueden hacer mejor las universidades?

Por encima de todo, las universidades tienen que adoptar un enfoque proactivo para la lucha contra la violencia sexual en el campus. Las recomendaciones incluyen:

  • Políticas institucionales claras y coherentes sobre la manera de responder a, e informar sobre las divulgaciones de la violencia sexual, con independencia de que el incidente se produjo en el campus y con independencia de que el autor era un estudiante o miembro del personal de la Universidad. Estas políticas deben ser informados por trauma y sobreviviente-céntrica.
  • Una persona designada (o equipo) con conocimientos especiales sobre la violencia sexual y que se pueden llevar a cabo las investigaciones internas.
  • Formación obligatoria de los consejeros universitarios en respuesta a las revelaciones de asalto sexual; y capacitación para ayudar a los líderes de los estudiantes y el personal de apoyo que se entrega por servicios de expertos cualificados.
  • Circuitos de derivación claras, que incluye el conocimiento de los servicios locales externos y una serie de diferentes opciones para los sobrevivientes.
  • La presentación de datos transparentes y accesibles al público.
  • La eliminación de los tiempos de presentación de informes / alojamiento para los procesos internos de conducta indebida.
  • Mayor comunicación con todas las partes acerca de los procesos y los resultados.
    asesoramiento adecuado y la información a los sobrevivientes a través de un sitio web completo y el trauma-informados.
  • Campañas de prevención primaria que: foco en el consentimiento y relaciones de respeto; dar a conocer la naturaleza, el alcance y la prevalencia de la violencia sexual (tanto dentro como fuera del campus); y promover la intervención de los espectadores proactivo para desafiar los comportamientos y actitudes problemáticas.
  • Apoyo de nuevas investigaciones sobre la violencia sexual.

Estas estrategias contribuirán a disminuir las tasas de delincuencia, brindar mayor información sobre las víctimas y una mayor transparencia para las universidades. EROC Australia también recomienda que se creen normas nacionales para obtener mejores respuestas prácticas a la violencia sexual.

Esto es junto con el establecimiento de un mecanismo de denuncia nacional en el que un individuo puede quejarse a una agencia federal sobre las respuestas inapropiadas a la violación, asalto sexual y el acoso sexual por parte de su universidad.

Si usted o alguien que conoce está afectado por la violación o asalto sexual, llame al 1800 al 1800 RESPECTO 737 732 o visite www.1800RESPECT.org.au . En caso de emergencia, llame al 000.

El Dr. Henry Nicola tiene más de 18 años de experiencia en la investigación sobre la violencia sexual en los dos ámbitos de la justicia penal internacional y nacional, y más ampliamente enseña e investiga temas relacionados con la justicia social.

Fuente: http://www.abc.net.au/news/2017-03-01/university-sex-assault-policies-often-inconsistent-confusing/8314964

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Entrevista a Paul B. Preciado: «El colegio y el ámbito doméstico están idealizados pero son dos de los espacios más violentos»

27 febrero 2017/Fuente: El Diario

  • Entrevista al filósofo Paul B. Preciado, que considera la escuela como un espacio de reproducción de violencias y propone una «red de escuelas transfeministas y queer» que permita superar este modelo
  • «No me creo que los docentes no experimentan cotidianamente los efectos de la violencia sexual y de género en la escuela»
  • «El problema no es la silla de ruedas sino la arquitectura no accesible».

Paul B. Preciado (antes conocido como Beatriz Preciado) es un filósofo feminista dedicado a los estudios de género y a la teoría queer, que entiende que la identidad sexual y de género de las personas es una construcción social. El suicidio del joven trans Alan ha vuelto a poner sobre la mesa la preocupación sobre el acoso escolar y la transfobia, y la semana pasada los  colectivos LGTBI se manifestaban en Barcelona para reclamar la implicación de la comunidad educativa en la respuesta al acoso vinculado a cuestiones de identidad sexual y de género. Preciado habla con El Diari de l’Educació sobre una escuela que considera un espacio de reproducción de violencias y propone un modelo educativo que permita superarla.

¿La escuela reproduce conductas homófobas o transfóbicas?

Tenemos una visión todavía idealizada del colegio, como un espacio para el aprendizaje de los niños, como si fuera realmente un espacio de libertad. No se trata simplemente de que el colegio reproduzca conductas homófobas, transfóbicas o estereotipos machistas, sino que es una de las instituciones claves donde se lleva a cabo el proceso de normalización de género o de sexualidad. Y éste es un proceso violento. Curiosamente dos de los espacios más violentos, el doméstico y el colegio, son aquellos que están más idealizados en nuestro imaginario como espacios de protección de la infancia. Hay que desmitificar estos espacios. En los años 60 se inicia una crítica, desde los movimientos feministas, homosexuales y más tarde movimientos transsexual y transgénero, de la violencia inherente a estos espacios pedagógicos, pero hay todavía mucho trabajo por hacer.

Hoy la institución colegio está en una crisis profunda. Por una parte, la transformación neoliberal ha supuesto un derrumbe de una institución que era fundamentalmente pública y vinculada a la regulación estatal. Nos encontramos por tanto en una situación inédita. Por una parte, tenemos que defender la institución colegio, como un derecho universal, pero al mismo tiempo, necesitamos criticar las violentas normas de género y sexuales en las que históricamente se apoya.

¿Y se está abordando este problema?

Hay ya mucha gente que está llevando a cabo esta crítica, pero necesitamos hacer visibles estas luchas y establecer alianzas. En el contexto actual del Estado español hay en cierta forma un retorno a los valores normativos, que son invocados en algunas ocasiones por la iglesia católica. El colegio es también espacio de fabricación de la identidad nacional, de normalización racial y religiosa… Necesitamos un colegio más abierto a la crítica, porque ¿qué significa una pedagogía que no acepta la crítica?

Tendríamos que hacer una marea de colegios para pensar colectivamente cómo queremos ser educados y educar a nuestras generaciones futuras. Nos falta creatividad, imaginación política cuando pensamos en el colegio. Me gustaría que hubiera un colegio que fuera suficientemente plástico, capaz de trabajar con la riqueza de todas las subjetividades posibles.

¿Cuál ha sido su experiencia en la escuela?

Yo crecí en un colegio católico de Burgos sólo para niñas, en el que yo era un caso de fracaso escolar. Gracias a una profesora que tenía un hijo autista y montó un grupo de ocho personas con una educación experimental, con una atención personalizada, de mucho respeto, yo pude salir adelante. Esa experiencia me cambió radicalmente la vida, no sólo porque en el colegio tradicional hubiera fracasado a nivel académico, sino también porque quizás no hubiera sobrevivido.

¿Lo que hacen falta son experiencias como esa?

Ese ideario de género, sexual, nacional, no se acaba en el instituto, se sigue reproduciendo. En el Programa de Estudios Independientes del MACBA que dirigí hasta el año pasado me sorprendía ver a mis alumnos, que estaban en nivel de doctorado, y que eran sociólogos o psicólogos pero nunca habían estudiado nada de feminismo ni de luchas anticoloniales. Reivindico la posibilidad de crear una red de colegios, institutos, pero también de centros de formación universitaria, donde se estudien el conjunto de tradiciones de resistencia minoritaria que han hecho posible construir una sociedad más democrática. Necesitamos una pedagogía radical para tiempos de crisis que nos ayude a construir un ciudadano crítico. Esta debería ser la tarea del colegio y no tanto la de reproducción.

Es crítico con el modelo de escuela inclusiva por el que se viene luchando desde hace unos años.

Hay iniciativas tanto pedagógicas como políticas muy respetable de aquellos que trabajan con una voluntad de crear una escuela inclusiva, pero somos muchos los que venimos de movimientos minoritarios y criticamos la idea de inclusión, porque supone tolerar al otro e integrarlo con la condición de que sea marcado como otro. Esto es lo que Foucault llamaba la “exclusión incluyente.” Uno de los grandes problemas de la escuela inclusiva es que el otro queda como una nota a pie de página en una escuela que no cambia. Se sigue practicando la misma pedagogía: se añade simplemente una silla para el “diferente”, el “discapacitado”, pero no se pone en cuestión la epistemología normativa de la escuela.

Lo radical sería hacer una crítica a la norma como eje de la pedagogía, hacer una pedagogía anti-normativa, en vez de incluir al que es diferente. En el caso de las normas de género y sexuales, no se trata de “incluir” al niño homosexual o transexual, sino de cuestionar la norma heterocentrada y machista del colegio que hace que toda disidencia de género y sexual sea percibida como patológica.

El modelo de escuela inclusiva no evita un caso como el de Alan.

El caso de Alan no es puntual ni es único, es uno entre tantos. Ahora se está hablando más de los casos de jóvenes trans, pero en el caso de niños y niñas queer, niños afeminados, niñas masculinas, niños y niñas son objeto de acoso y vejaciones. ¿Qué significa hacer una escuela inclusiva con una norma heterocentrada? Hace falta una pedagogía radical que incluya la increíble heterogeneidad de todos los alumnos. No se trata de incluir al que es diferente, sino de crecer en un ámbito pedagógico en el que la heterosexualidad no es la norma.

Lo que me asusta con el planteamiento inclusivo son los tratamientos excesivamente patologizantes o médicos de la diferencia: reducir la inclusión a la silla de ruedas o la transexualidad a disforia de género. El problema no es ese, el problema es la arquitectura no accesible y la normativa de género. Ahí está la diferencia entre una pedagogía inclusiva y la pedagogía crítica. Y no hablo de acabar con toda disciplina, sino de pensar colectivamente como construir un conjunto de contra-disciplinas críticas.

¿Hay escuelas que apuesten por un modelo así?

Como profesor en la New York University he tenido la suerte de conocer y he tenido alumnos que han estudiado en el instituto Harvey Milk. Me contaban su experiencia, la sensación de libertad, de por fin llegar a un lugar donde no tenías que sentirte diferente, fuera de un ámbito heteronormativo en el que tenías que explicar quién eras.

Pero son muy pocos los que tienen acceso a un colegio de este tipo.

Es un caso experimental, colegios singulares que pueden servir en un caso de emergencia para alguien que está sufriendo una situación de violencia. Yo defiendo más bien la creación de una red de colegios transfeministas y queer. No hablo de colegios que salgan de la nada, sino de colegios que ya existen, que salgan, por así decirlo, políticamente del armario, que digan que el alumno tiene derecho a experimentar con su propia subjetividad, colegios que se declaren abiertamiente no-heteronormativos y feministas, colegios donde los alumnos tengan derecho a procesos de cambio sin ser objeto de violencia por utilizar códigos masculinos o femeninos, que no se castigue al niño que con 7, 12 o 16 años se pone una falda. Lo pedagógico debería ser trabajar con esta plasticidad que es la base de la creatividad y la transformación social.

¿Entonces su propuesta es que los colegios den un paso adelante en defensa de un nuevo modelo?

Me parecería maravilloso que hubiera un conjunto de colegios que apostaran por una pedagogía queer y dijeran que apuestan en su currículum por una educación feminista. ¿Qué significa esto? Invocar las tradiciones feminista, anticolonialista, … Ahí radica el único cambio político en el que creo realmente. ¿Dónde están los cuerpos pedagógicos, las escuelas, los institutos, que decidan dar un paso al frente y decir que quieren constituir una red de colegios transfeministas y queer? A veces pasa por incluir en el currículum pequeños elementos que puedan hacer que se hablen de las cosas que no se hablan. Y si hay esta red podemos organizar, por ejemplo, toda una serie de talleres de formación.

Por ejemplo, en mi docencia de historia y teoría feminista en la universidad París VIII-Saint Denis en Francia yo incluí una serie de talleres de género en los que los alumnos y alumnas hablaban de su experiencia de normalización y experimentaban encarnando roles masculinos o femeninos. Era mucho más difícil hablar con los alumnos chicos, que creían que las cuestiones de feminismo y sexismo no les afectaban, hasta que se daban cuenta de que también se les estaba imponiendo un determinado modelo de masculinidad. Pero en el caso de las alumnas chicas, resultaba sorprendente ver que la mayoría de ellas hablaban de ser objeto de violencia.

La realidad es que la mayoría de docentes no ha oído hablar de teoría queer. ¿No les queda muy lejos esta propuesta de una red de escuelas transfeministas y queer?

Lo que no me creo es que los docentes no experimentan cotidianamente los efectos de la violencia sexual y de género en el colegio, porque son absolutamente transversales. Un docente que esté atento es consciente que hay alumnos que son objeto de vejación constante, la niña gorda, el tonto de la clase, el niño afeminado, la marimacho… Cualquier docente es consciente de que es urgente, que hay que actuar, que lo que ha pasado con Alan está pasando constantemente en todos los ámbitos de la educación. No puede ser como hasta ahora un acto heroico de un profesor aislado que decide incluir un tema en su trabajo pedagógico, tiene que ser una tarea colectiva.

La cuestión es que para llevar a cabo esta crítica el docente también tiene que criticar su propio modelo de género. En Francia, donde he trabajado más, hasta los años 80 una persona abiertamente homosexual no podía ser docente. Esto revela el alto grado de normalización heterocentrada de la escuela. También requiere un examen de autocrítica de los docentes y un examen de sus propias ideas heterosexistas o machistas.

Todo esto choca con un modelo escolar muy concreto. Lucas Platero nos recordaba  en una entrevista que desde la educación infantil el currículum evalúa si los niños y niñas pueden identificar su género y el de otros.

En lugar de un espacio de reproducción de la norma hay que pensar la escuela como un espacio de crítica. Puedes explicar que la sociedad funciona según estas normas, pero que dentro de este espacio nos vamos a permitir cuestionar esta norma para imaginar otras formas menos violentas de vivir. En mi caso la escuela permitió crear un mundo que era disidente con respecto a mi propia educación familiar, mis padre pudieron acceder a muy poca educación, y en cambio yo me convertí en un ávido lector, algo que no me aportaba mi entorno familiar. El colegio debería ser un espacio de disidencia crítica, un espacio experimental. Luego sería ideal que el parlamento funcionara de la misma manera, que todas las instituciones pudieran funcionar de este modo, en lugar de como dispositivos de reproducción de la violencia. ¿Cómo se hace? Que el conjunto de profesores que no quieren seguir reproduciendo este tipo de normas sociales y de género se unan para pensar cómo hacerlo de otra manera. Que den un paso adelante para elaborar una pedagogía queer. Es utópico, pero no imposible. Si no queremos que el caso de Alan se repita, no hay tiempo que perder, lo imposible es hoy lo necesario.

Fuente:http://www.eldiario.es/catalunya/educacion/espacio-domestico-idealizados-espacios-violentos_0_479802838.html

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