Los maestros de la vida: Un encuentro con los saberes populares

Keyla Isabel Cañizales

Existen seres que están predestinados a dejar huellas; personas que con su ejemplo inspiran a otros. Sin necesidad de recurrir a conceptos y definiciones provenientes de algún diccionario, un “maestro/maestra” debería ser: “ese ser capaz de causar ese impacto en las personas”. Estableciendo como punto de partida esta atrevida concepción, a través de estas líneas compartiré algunas de las experiencias que son el resultado de los encuentros con lo que fueron esos “maestros de la vida”

Cuando inicie este ejercicio de introspección, la pregunta que me formulaba era ¿Qué maestra/o ha marcado mi vida?. Comencé a reflexionar sobre mis vivencias a lo largo de todos los niveles en que he estado estudiando; de repente como por arte de magia, recordé un episodio en mi época de bachillerato (nivel medio) cuando mi profesor de historia universal nos hizo la siguiente pregunta ¿Cuál es la persona que usted más admira?. Me vi sentada en mí pupitre escuchando atentamente lo que decían cada uno de mis compañeros de clase, quienes nombraban a personajes de diversas áreas, desde protagonistas de la historia como Simón Bolívar y Juana de Arco, hasta artistas y deportistas famosos. Cuando llego mi turno le respondí de manera espontánea: “Mi Abuela”; ante mi respuesta el profesor bastante extrañado me pregunto: ¿Tu Abuela, cuéntame porque la admiras?, le dije sin titubear: Porque es una mujer que se vino de su pueblo sin conocer a nadie y sabe muchas cosas.

En consecuencia, esa primera persona que identifique como una “maestra de la vida” fue mi Abuela o como me gusta decirle mi “Mama Elba”. El recuerdo de ese episodio en mi salón de clase, desencadeno un proceso de indagación en mi memoria buscando específicamente ese “sabe muchas cosas”, y les confieso que es imposible plasmar todo lo que recordé. Por ello, haciendo un esfuerzo de filtrado intelectual de todas las escenas, palabras y vivencias con esa “maestra”, les comparto algunas. Esa maestra se caracterizaba por esa sapiencia ancestral que provenía de la intuición y de su experiencia personal, desde allí compartía sin temor y sin egoísmo sus “saberes”; los cuales estaban desde como curar un golpe, tratar la amigdalitis, hasta eliminar un dolor de barriga. Sin contar las clases de historia, música, cocina, economía, política, ecología y valores que magistralmente transmitía, dejando siempre impresionados a sus interlocutores, a pesar de cómo decía ella “yo conozco la O por lo redondo”, indicando muy humildemente su condición de analfabeta.

Más allá del amor infinito que evidentemente siento por ese ser tan maravilloso, descubrí que cada día de su vida de diversas maneras y métodos, sin siquiera conocer lo que es un “modelo instruccional” o un “espacio dialógico”, ella desde la praxis estaba literalmente aplicando el “aprender haciendo” con esta pupila, y de primera mano corroboro que estos saberes se han mantenido y prolongado a lo largo de mi vida al punto de encontrarme transfiriendo ese conocimiento a otros.

En este paseo por el baúl de mis recuerdos, llego a mi mente el segundo personaje. Un vecino a quien llamaban “Marrufo”, un adulto mayor de aproximadamente 70 años. El de vez en cuando se acercaba a mi casa para conversar con mi Mama Elba; el verlos sentados conversando para mí era una experiencia fascinante, siempre los escuchaba de manera muy atenta, pues todos esas historias eran impresionantes. Los temas de conversación eran variados desde los acontecimientos durante la época de Pérez Jiménez y Juan Vicente Gómez, además de toda la evolución del pueblo, sus habitantes y no podían faltar todas aquellas vivencias de sus años mozos. Esas conversaciones me permitieron escuchar y entender muchas cosas que viendo en perspectiva eran temas polémicos y muy profundos para una adolescente. Ahora que ando por el camino de la enseñanza, me doy cuenta que me encontraba en un espacio educativo con enfoque holístico, basado en saberes populares, intuición, historia, situaciones y experiencias, en definitiva todo un legado de conocimientos para abordar la vida.

Marrufo a pesar de su avanzada edad, aún trabajaba él era encargado de cuidar una casona antigua, la cual cada vez que veía me fascinaba por lo hermoso de sus jardines y sentía mucha curiosidad de ver cómo era por dentro. Un día para mi sorpresa Marrufo me dijo ¿Quiere ir conmigo a conocer la casona?, recuerdo que mire a mi Mama Elba y ella sonrió y me dijo: Claro vamos”.

Cuando me encontré dentro de la casona (la cual es patrimonio de la ciudad donde vivo), se pueden imaginar mi emoción, caminaba por esos jardines hermosos, tocaba las puertas gigantes y me deleitaba con las aves que revoloteaban entre los arboles del lugar. Pero eso no terminaba allí, me tenían una sorpresa aun mayor, me llamaron y abrieron las puertas internas de la casa, era primera vez en mi vida que podía conocer algo como eso. Marrufo se dio a la hermosa tarea de mostrarme cada habitación, me indicaba quien había ocupado el espacio y explicaba cada una de las cosas que se encontraban en ese lugar. Al llegar a la sala que era amplia y muy hermosa habían muchos cuadros de personas, de las cuales me dijo con mucha seguridad, el nombre, fecha de nacimiento, que actividad hacia y cuando falleció cada uno de ellos. Luego nos fuimos a la capilla, pues para la época todas las casonas tenían su propia iglesia, allí recorrí esos muros, y Marrufo me decía con cara de orgulloso esta capilla solo abre una vez al año, para que la gente pueda entrar y eso es el 04 de diciembre que es el día de Santa Bárbara.

Como pueden apreciar, de primera mano conocí la historia de unos de los fundadores de la ciudad, eso es algo que nunca olvide. En ningún libro se encuentra reflejada toda la experiencia que significo estar presente en donde ocurrieron los acontecimientos, ver las paredes que guardaban tantas vivencias y tener la oportunidad en primera fila de una visita guiada por ese “maestro” llamado Marrufo.

Los maestros que nos da la vida son infinitos, solo debemos estar atentos para empezar a descubrir esos maravillosos tesoros que se encuentran escondidos detrás del don de la palabra, ese aprendizaje que solo sucede a través de la transmisión oral, el cual está impregnado de inocencia, sabiduría, amor por lo vivido, y en especial en esas ganas de compartir con el otro.

Definitivamente, los espacios de enseñanza y aprendizaje, no solo se encuentran en los ambientes formales y estructurados, aprendemos en cada lugar, en cada momento y con la persona que menos imaginemos, pero eso solo ocurre si estamos atentos, si escuchamos, y me permito afirmar si observamos. Porque la vida se escribe cada día.

Fuente de la imagen:http://3.bp.blogspot.com/-eqksLQOimIo/U0i1-yoHgSI/AAAAAAAAGjw/jIOSBy2o5og/s1600/1104CID01.jpg

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Keyla Canizales

Profesora Universitaria. Investigadora en el área de Educación a Distancia Cursante del Doctorado Latinoamericano en Educación: Políticas Públicas y Profesión Docente.

4 comentarios en “Los maestros de la vida: Un encuentro con los saberes populares”

  1. Te felicito sinceramente sobrina, me alegra sobremanera que describas y escribas esas vivencias que protagonizaras al lado de esa mujer maravillosa (mi tia Elba). Y lo mas importante creo, la decisión de «soltar» esas historias a través de la escritura. Adelante y Dios la bendiga y le alumbre el entendi.miento

  2. Felicitaciones Profesora y Colega Keyla, te habla un Docente, pero también un Maestro Pueblo y leyéndote, me gusto mucho tu experiencia y sentir por tu abuela y vecino. tome algo de tu referente para una ponencia que haré de MAESTRO PUEBLO para el 21 y 22 de febrero 2019 en Venezuela Caracas, me gustaría conocerte si estas aquí saludos y mi abrazo,

  3. Excelente.. me trajo buenos e imborrable momento de seres queridos que pasaron a otor plano..tomarè algunos referentes para la organizacion del primer encuentro de Maestros Pueblo organizado por el Programa Todas las Manos a la Siembra y que se realizarà el 26 de Marzo de 2020 en el estado Merida..gracias de nuevo!!

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