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La era de la anticiencia

Por: Paulette Delgado

 

A nivel mundial son cada vez más las personas que no creen en la ciencia. ¿Qué es lo que provoca esta actitud y qué efectos tienen en la sociedad?

A través del tiempo, la creación, el alcance y la repercusión de mitos sobre la comunidad científica han estado bajo la influencia de diversos factores: política, religión, sociedad, psicología y economía. Sin embargo, algunos persisten mucho después de que la evidencia científica sólida ha presentado explicaciones alternativas. Parece que la sociedad ha descendido a una Edad Oscura en la que los científicos son presentados como enemigos y conspiradores con intereses globales.

No hay mejor ejemplo de esto que lo que comenzó hace cuatro años por estas fechas, la pandemia por COVID-19 de 2020, un suceso que cobró la vida de millones de personas. Durante esta época la respuesta de muchas personas fue no creer en el virus ni en la comunidad científica, que comprobó su gravedad y creó una vacuna para salvar a millones de personas.

Las vacunas suelen ser desarrolladas por científicos médicos que trabajan día y noche tratando de desarrollar nuevas curas, nuevas vacunas, no es algo que ocurre de la nada. Estas deben pasar por un sistema de seguimiento avanzado y ser avalado por sistemas gubernamentales como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés), en el caso de Estados Unidos, que han sido construidos y utilizados por décadas.

Según una investigación del Centro Peterson de Atención Médica y KFF, de junio de 2021 a marzo de 2022 hubo alrededor de 234.000 muertes evitables por COVID-19 en Estados Unidos si tan solo las personas que contagiaron del virus se hubieran vacunado. Tan solo en el estado de Texas, se estima que 40,000 personas murieron porque se negaron a vacunarse.

Hablando sobre su experiencia con las vacunas durante la pandemia, el doctor Robert Froehlke dijo para el New York Times “Antes podíamos convencer más gracias a nuestra experiencia y formación.” Ahora, dice que cita los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades u otras fuentes oficiales solo para no ser acusado de ser un cómplice de alguna gran conspiración.  «Es muy preocupante esta falta de confianza», dice el Dr. Froehlke.

La verdad es que la falta de confianza no es algo nuevo. En 1998, el académico desacreditado, Andrew Jeremy Wakefield, publicó en The Lancet  el paper The MMR vaccine and autism: Sensation, refutation, retraction, and fraud, una investigación engañosa que afirmaba un vínculo entre la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola y el autismo. Esta publicación después se demostró ser falsa, lo que hizo que Wakerfield fuera eliminado del registro médico. Aun así, miles de personas siguen creyendo en su estudio, a pesar de haber sido desacreditado.

Otro ejemplo fuera del campo de la medicina es el de la Tierra y aquellos que creen que es plana, a pesar de que existen fotografías y videos demostrando lo contrario. O también uno de los temas más importantes de nuestro tiempo: el cambio climático. Sin duda, esta era de la anticiencia ha traído no solo desinformación, sino consecuencias mortales.

Esta falta de confianza a datos de fuentes fidedignas viene de la mano de la era de la posverdad y las noticias falsas que han ganado popularidad. Esto se ha intensificado por la facilidad con la que se comparte y consume la información en las redes sociales. La manera en la que las personas producen, comparten y consumen noticias, desempeña un papel fundamental en la manera en que se distribuyen datos erróneos. Aquellos que comparten y publican suelen ser aquellos con pocos conocimientos o habilidades para evaluar contenidos.

El científico y doctor especialista en pediatría, Peter Jay Hotez, publicó un libro titulado The Deadly Rise of Anti-science: A Scientist’s Warning donde explica que si bien las fuerzas anticientíficas no son nuevas, en los últimos años se han vuelto más organizadas, mejor financiadas y adoptadas por ideologías políticas.

La comunidad científica se ha visto fuertemente atacada por esas fuerzas, al grado que el propio Peter Hotez ha recibido amenazas y hasta fue acosado en su casa, pero este no es un caso aislado. Según Hotez, cerca de  dos de cada cinco científicos que hablaban sobre COVID-19 y las vacunas de manera pública, recibieron ataques similares. Una encuesta de Nature realizada a 300 científicos corrobora estos datos, afirmando que decenas de investigadores compartieron historias de amenazas de muerte o amenazas de violencia física o sexual por hablar sobre el coronavirus. Estos ataques han sido por parte de grupos antivacunas y, en muchos países, por políticos.

¿Por qué la gente está en contra de la ciencia?

La fundación benéfica Wellcome llevó a cabo una investigación sobre el estado de la ciencia y la sociedad publicada en noviembre del 2021 que contó con la participación de 119 mil personas de 113 países. En este estudio se explica que la confianza en los científicos está estrechamente relacionada con la fiabilidad en los gobiernos nacionales, tanto así que se vuelve difícil desentrañar dónde termina la credibilidad de uno y comienza la del otro. ¿Entonces el movimiento anticiencia tiene sus raíces en la política? No. La política solo desencadena o amplifica esas actitudes, los fortalece en sus creencias anticientíficas, no las crea.

Entonces, ¿por qué cuando a diferentes personas se les proporciona la misma evidencia, científica algunos la aceptan mientras que otros la rechazan? ¿Cuáles son los principios psicológicos que explican las opiniones anticientíficas de las personas? Una investigación de Aviva Philipp-Muller, Spike W. S. Lee y Richard E. Petty  publicada en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS)especifica cuatro bases centrales que impulsan estas actitudes. Estas anotaciones se basan en décadas de investigaciones sobre persuasión, influencia e identidad social, procesamiento de información y las actitudes mismas.

  1. Cuando un mensaje científico proviene de fuentes percibidas como carentes de credibilidad.
  2. Cuando los destinatarios abrazan la pertenencia social o la identidad de grupos con actitudes anticientíficas.
  3. Cuando el propio mensaje científico contradice lo que los destinatarios consideran verdadero, favorable, valioso o moral.
  4. Cuando hay un desajuste entre la entrega del mensaje científico y el estilo epistémico del receptor.

Cada uno de estos puntos involucra antecedentes específicos y provoca distintos matices de reacción psicológica. A pesar de esto, las cuatro bases están conectadas al revelar maneras en las cuales la información científica choca con el contenido o el estilo de pensamiento ya arraigado en las personas. Estos conflictos resultan difíciles de aceptar y sencillos de rechazar, lo que complica la comunicación efectiva de información científica. Sin embargo, esta dificultad se vuelve más superable una vez que se esclarecen sus fundamentos subyacentes.

La fuente del mensaje científico

La mayoría de las personas dependen de científicos, periodistas, funcionarios de salud, políticos o líderes de opinión para construir su comprensión del mundo. Tradicionalmente, cuanto más creíble era la fuente, más probable era que la gente aceptara su información y se dejara persuadir. Esto nos lleva de regreso a la anécdota del doctor Robert Froehlke que decía que ser doctor era suficiente para que sus pacientes le creyeran, pero ahora carece de credibilidad, en especial sobre temas como las vacunas, ¿por qué?

La credibilidad, según la publicación de la revista PNAS, se compone de tres pilares: “experiencia (es decir, poseer habilidades y conocimientos especializados), confiabilidad (es decir, ser honesto) y objetividad (es decir, tener perspectivas imparciales de la realidad”. Si alguien percibe que el científico o la científica no cuenta con estos tres pilares, son percibidos como inexpertos o parciales y no serán capaces de cambiar la opinión del público.

Aunque anteriormente a estos expertos se les veía con experiencia y competencia, ahora se cuestiona la veracidad de sus hallazgos, desde las ciencias sociales hasta las médicas. Según los autores de la investigación, esto se debe a que su credibilidad se puede ver socavada por la misma misión de la ciencia donde ocurren debates legítimos, defendiendo perspectivas, teorías, hipótesis, hallazgos y recomendaciones diferentes, a veces contradictorias. Estas contradicciones hacen ver a la comunidad científica como no creíble.

Otro punto es que muchas veces las investigaciones son financiadas por farmacéuticas, empresas, instituciones de élite u organizaciones gubernamentales, lo que afecta su fiabilidad, ya que muchos no creen en ellas. Además, la percepción que la gente tiene de las y los científicos es que son fríos e insensibles, además de ateos, por lo cual, muchos conservadores no confían en sus hallazgos por ir en contra de sus creencias.

Destinatario del mensaje científico

Aviva Philipp-Muller, Spike W. S. Lee y Richard E. Petty mencionan que existen investigaciones sustanciales que hablan de la teoría de la identidad social y como los grupos sociales a los que pertenecen las personas influyen en su respuesta a la información que reciben. Es decir, que las identidades sociales juegan un papel en las actitudes y comportamientos anticientíficos, ya que las personas tienden a rechazar la información científica incompatible con sus identidades.

Es normal que un individuo tergiverse los hallazgos científicos para adaptarlos a sus valores y descarten aquellos que amenacen su identidad cultural. Por ejemplo, si a una persona le gustan los videojuegos, es más probable que acepte investigaciones hablando de sus beneficios que aquellos que hablan del daño a la salud.

Más allá de esto, existen personas que se identifican con grupos que ignoran y cierran por completo el pensamiento, las recomendaciones y la evidencia científica en general, como los famosos “antivacunas”. Estas personas suelen relacionarse con identidades personalmente significativas como políticas y religiosas.

Philipp-Muller, Lee y Petty advierten que  “un matiz y una advertencia importante, sin embargo, es que, aunque los científicos puedan caracterizar a algunos grupos sociales como anticiencia, los individuos que se identifican con estos grupos podrían no pensar que repudian explícita o conscientemente la ciencia”.

En la publicación, los autores mencionan que creen que sus puntos de vista son más sólidos desde el punto de vista científico que de los expertos, se respaldan en pseudociencia en varios casos y actúan efectivamente en contradicción con el método científico para la generación y aceptación del conocimiento científico.

El peligro ocurre cuando estos individuos albergan sentimientos hostiles contra las personas que tienen opiniones distintas; se dejan llevar por la antipatía. Estos son los que llegan al punto de la violencia como la que vivieron los científicos durante la pandemia de COVID-19 por personas  que tienden a rechazar los mensajes científicos.

El mensaje científico

En ocasiones, cuando la información científica contradice las creencias existentes de las personas, estas pueden rechazar incluso la evidencia científica más sólida, porque albergar cogniciones contradictorias es rechazado, a esto se le llama disonancia cognitiva. 

La disonancia cognitiva surge cuando un individuo está expuesto a información que entra en conflicto con sus creencias, actitudes o comportamientos existentes, provocando malestar. La verdad es que es más fácil rechazar una pieza de información científica que revisar todo un sistema de creencias existentes que uno ha acumulado e integrado en una visión del mundo a lo largo de los años, a menudo reforzada por la influencia social. Aviva Philipp-Muller, Spike W. S. Lee y Richard E. Petty lo confirman afirman señalando que  “rechazar la información científica novedosa es a menudo el camino de menor resistencia que revisar las actitudes moralizadas existentes”.

A veces estas creencias provienen de la misma ciencia con información científica previamente aceptada, pero ahora obsoleta o errónea, como es el caso del estudio de Andrew Jeremy Wakefield que “comprobaba” que las vacunas provocan autismo. Por un tiempo, esa información provenía de una fuente confiable, un médico y científico, pero después fue comprobado que no era cierto. Para muchas personas, esta sigue siendo una investigación válida porque no va en contra de lo que llevan creyendo durante años.

Por otro lado, es verdad que en los últimos años han aumentado las noticias falsas, las cuales se han distribuido más rápido debido a las redes sociales. Estas suelen propagarse más rápido porque evocan reacciones emocionales más fuertes, además de parecer ser más novedosas que las verdaderas. Una vez que esta se ha difundido es difícil corregirla, especialmente cuando infiltra un grupo porque se ve de confianza por ser compartida por alguien afín.

Desajuste entre la entrega del mensaje científico y el estilo epistémico del destinatario

Hay ocasiones en las que la información científica no entra en conflicto con el individuo, pero, aun así, es rechazada; esto ocurre por la manera en que esta es entregada, ya que puede estar en desacuerdo con el estilo de pensamiento de una persona sobre el tema o su enfoque general para el procesamiento de la información. A esto se le llama estilo epistémico.

Según la publicación de PNAS hay cuatro tipos diferentes dimensiones del estilo epistémico: el nivel de interpretación, el enfoque regulatorio, la necesidad de cierre y la necesidad de cognición.  El primero se refiere a cómo las personas suelen no aceptar las investigaciones científicas debido a que su nivel de abstracción es diferente. Por ejemplo, si las personas piensan en el cambio climático de manera abstracta (degradación ambiental global), la información concreta sobre el ahorro de carbono puede ser menos efectiva.

El segundo es el enfoque regulatorio, que es cuando alguien puede centrarse en las pérdidas en lugar de ganancia. Por ejemplo, describir una vacuna como 90 % efectiva puede ser menos efectivo que describirla como 10 % ineficaz para las personas que se enfocan en evitar riesgos. Otro estilo epistémico es cuando el individuo tiene una necesidad de cierre, no toleran la incertidumbre, por lo que rechazan la información que no es definitiva o concluyente. Por último, está la necesidad de cognición, que es cuando la persona no disfruta procesar, por lo que es menos receptiva a la información compleja que se le entregue, por más de alta calidad que sea.

¿Qué podemos hacer ante las actitudes anticientíficas?

Para combatir las actitudes anticientíficas, se pueden implementar las siguientes estrategias:

  1. Aumentar la percepción de la ciencia como una fuente de información creíble.
  2. Disminuir la identificación con grupos anticientíficos.
  3. Aumentar la aceptación de la información científica.
  4. Adaptar el mensaje al estilo de pensamiento del receptor.

En el primer punto se trata de cómo la gente ya no ve a los científicos como fuentes creíbles, más bien, los ven como inexpertos, poco confiables, y parciales. Para abordar esa visión sobre la calidad de su trabajo, estos deben mejorar la validez de su investigación y establecer la reproducibilidad de sus hallazgos. Además, deben comunicar al público cuando hay un debate, cuál es el desacuerdo y como esto es inherente al proceso científico y es saludable. Aunado a esto, deben contactar periodistas, funcionarios de salud, políticos o líderes de opinión clave y unir fuerzas, ya que es más fácil acceder al público cuando se llega a ellos por medio de fuentes que ya confían.

Además de esto, la comunidad científica debe esforzarse en usar un lenguaje que transmita su mensaje de forma clara y precisa, pero que sea accesible para una audiencia general. Aquí nuevamente es importante recalcar la importancia de acercarse a los medios de comunicación como lo es el Observatorio IFE, que pueden hacer resúmenes no profesionales para los que no son expertos, pero estén interesados en obtener la información al respecto en términos que comprenden.

En el segundo punto, las y los divulgadores científicos deben apelar a identidades sociales compartidas con su audiencia. Pueden utilizar estrategias como involucrar identidades sociales que comparten con la audiencia, ayuda a reducir la hostilidad y aumentar la receptividad. Más allá de encontrar estas agrupaciones, también pueden formar grupos con objetivos compartidos, estos puntos ayudan a aumentar las posibilidades de que su mensaje sea escuchado y aceptado por aquellos que inicialmente pueden ser más reacios a la información científica.

La comunidad científica también debe esforzarse por ganarse la confianza de grupos que históricamente han sido explotados o excluidos por la comunidad científica, aquellas personas que han sido utilizadas como objetos de estudio. Los investigadores pueden trabajar en colaboración con miembros de estas comunidades, desarrollar competencias culturales e involucrar a estas comunidades oprimidas y racializadas.

Para llevar a cabo el tercer punto se debe capacitar a la población en razonamiento científico. Enseñar a las personas cómo evaluar la calidad de la información científica puede ayudarlas a aceptar evidencia científica de alta calidad, incluso cuando contradice sus creencias. Aunado a esto, advertir a las personas sobre la información falsa y luego refutar puede ayudarlos a resistir mejor, a creer en datos erróneos.

Los divulgadores científicos deben presentar argumentos sólidos, bien razonados y fundamentados para alterar incluso las actitudes arraigadas. Si se puede, enmarcar la información científica de acuerdo con los valores morales del destinatario puede aumentar su receptividad al mensaje. En general, es importante utilizar una variedad de estrategias para aumentar la aceptación de la información científica, especialmente cuando contradice las creencias y actitudes de las personas. Por último, para adaptar el mensaje al estilo de pensamiento del receptor, las y los científicos deben identificar el estilo de pensamiento del destinatario y adaptar el mensaje a ese tipo de pensamiento.

La realidad es que la ciencia está atravesando una crisis, ya que no es aceptada ni vista como una fuente confiable como lo era antes y como se mencionó, esto trae muchas consecuencias en la sociedad en todos los sentidos, no solo lo social, sino también en la salud y bienestar de la sociedad. Otra área importante es el rol que tiene el profesorado y la educación en esta era de anticiencia. ¿Cómo puede un educador enseñar sobre algo que sus alumnos no creen? Además, esto también limita el tipo de conocimiento que pueden impartir. Por ejemplo, cada vez se vuelve más urgente enseñar sobre cambio climático, pero si las familias y los propios estudiantes tienen fuertes actitudes anticiencia, ¿qué pueden hacer los docentes?

Para cubrir este tema y hablar más en profundidad del rol del profesorado en esta problemática, próximamente estaré publicando un artículo al respecto, espérenlo.

Fuente de la información e imagen:  https://observatorio.tec.mx

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No eres tú, el calor sí afecta tu desempeño

Por: Paulette Delgado

 

Investigadores advierten de los efectos del calor en las funciones cognitivas y ejecutivas, así como en la memoria y atención.

 

Durante los meses de junio y julio, gran parte del mundo enfrentó una ola de calor sin precedentes. En el caso de México, por ejemplo, rompió el récord de muertes y golpes de calor registrados… y esto es sólo el comienzo.

Según predicciones de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), “hay un 66 % de probabilidades de que, entre 2023 y 2027, la temperatura media mundial anual cerca de la superficie supere en más de 1,5 °C los niveles preindustriales durante al menos un año. Hay un 98 % de probabilidades de que al menos uno de los próximos cinco años, así como el lustro en su conjunto, sean los más cálidos jamás registrados”. A esto es importante agregar que cuando dicen “los niveles preindustriales” se refieren a 1850-1900, ya que “es anterior a la emisión de gases de efecto invernadero procedentes de actividades humanas e industriales”.

Esto quiere decir que tanto las próximas semanas como años, se espera que se rompan récords relacionados con las altas temperaturas, y con esto, la constante sensación de que es más difícil poner atención, formar pensamientos, y demás funcionamientos cognitivos.

Además, se necesita mucha energía para conservar la temperatura del cuerpo y mantenerse fresco. Mantener una temperatura interna constante es vital para el funcionamiento del cuerpo, puesto que este proceso requiere energía. Y con la sudoración, viene la pérdida de líquidos, así como de sales y electrolitos esenciales, como el potasio, el calcio y el magnesio, lo que provoca cansancio.

¿Qué impacto tiene el calor?

Joe Allen, codirector del Centro para el Clima, la Salud y el Medio Ambiente Global de la Universidad de Harvard, y varios colegas suyos analizaron a estudiantes que vivían en dormitorios de la universidad durante una ola de calor en Boston. La mitad de los estudiantes vivían en edificios con aire acondicionado central, con una temperatura de  22 grados; la otra mitad sin aire acondicionado con una temperatura promedio de 27 grados.

«Por la mañana, cuando se despertaron, les enviamos pruebas a sus teléfonos celulares», explica Allen. Los estudiantes tomaron dos pruebas al día durante 12 días consecutivos. Una prueba incluía sumas y restas básicas para medir la velocidad cognitiva y memoria, otra evaluaba la atención y velocidad del procesamiento.

Los investigadores descubrieron que aquellos estudiantes que no contaban con aire acondicionado reaccionaba 13 % más lento en las pruebas de aritmética y dieron casi 10 % menos respuestas correctas por minuto.

Diez años antes del estudio de Joe Allen, en el 2006, el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley descubrió que, cuando la temperatura de la oficina supera los 22 grados, el rendimiento de los trabajadores comenzaba a decaer. Especialmente cuando supera los 27 grados, en donde el rendimiento de los empleados bajaba un 9 %.

¿Cómo se ven afectados el aprendizaje y el bienestar de los estudiantes por el calor?

Al comienzo del ciclo escolar 2022-2023, varias escuelas en Estados Unidos se vieron obligadas a mandar a los estudiantes a casa temprano o cerrar y dar clases de manera remota debido a las altas temperaturas, al no contar con aires acondicionados. Ese verano se registró como el tercer verano más caluroso registrado en la nación y, aún así, el OMM advierte que lo peor está por venir.

En el 2021, los economistas R. Jisung Park y Joshua Goodman combinaron datos de las pruebas estandarizadas de 58 países y 12 mil distritos escolares de EE. UU. con información detallada sobre el clima y el calendario académico para “mostrar que la tasa de aprendizaje disminuye con un aumento en la cantidad de días escolares calurosos”. Esto dejó como resultado evidencia que las diferencias climáticas contribuyen a las diferencias en el rendimiento académico.

R. Jisung y Joshua Goodman también publicaron una investigación, la cual analizó a 10 millones de estudiantes de bachillerato que tomaron la prueba preliminar de la Prueba de Aptitud Académica (SAT por sus siglas en inglés) entre el año 2001 y el 2014. Encontraron que la exposición al calor disminuye la productividad del tiempo de instrucción. “Sin aire acondicionado, un año escolar 1°F más caluroso reduce el aprendizaje de ese año en un 1 por ciento” reportaba la publicación. En su investigación también resultó que realizar un examen en un día de 32 grados puede hacer que sea 10.9 % menor la probabilidad de aprobarlo.

Psychology Today advierte de los efectos del calor en las funciones cognitivas y ejecutivas, así como en la memoria y atención. Las funciones cognitivas las midieron a través de la Tarea de búsqueda visual (VST por sus siglas en inglés) que pedía a los participantes a responder lo más rápido posible a una señal visual que aparece en una pantalla frente a ellos.

El portal describe el procedimiento de la siguiente manera: “en la versión simple de la tarea, el triángulo era un triángulo verde en negrita, sólidamente delineado. En la versión compleja de la tarea, el triángulo era un triángulo hecho de puntos presentados sobre un fondo de puntos parpadeantes. La tarea VST está diseñada para medir la capacidad de filtrar información que distrae e interpretar una señal muy específica”.

Las funciones ejecutivas se midieron utilizando Stroop, donde se presenta una palabra en pantalla y los participantes la emparejan lo más rápido posible. En la versión compleja de esta tarea, se les pidió a los participantes que indicaran el color de la fuente utilizada para presentar la palabra en lugar de la palabra en sí. Algunas palabras eran congruentes (la palabra rojo con tinta roja), y otras eran incongruentes (la palabra rojo escrita en tinta verde), esto con el propósito de registrar el tiempo de reacción junto con el número de respuestas correctas.

La memoria se midió utilizando la prueba de bloques de Corsi, donde “se presentó una cuadrícula de cuadrados de 3 x 3 y se iluminaron secuencias de cuadrados. Se pidió a los participantes que reprodujeran el orden en que se iluminaba el cuadrado, con secuencias de cuadrados iluminados que aumentaban en longitud en cada prueba de tres a nueve. Se registraron las tres secuencias más largas correctamente recordadas”, mencionó la publicación.

Y por último, la atención se midió mediante el Test de Procesamiento Rápido de Información Visual (VP) donde se presentaron aleatoriamente secuencias de tres números entre los valores de dos y nueve. Se pidió a los participantes que indicarán lo más rápido posible si esas secuencias eran pares o impares, mientras que se medía el tiempo de reacción y precisión.

Además de estas pruebas, los participantes también informaron sobre su estado de ánimo y sus sentimientos subjetivos sobre el calor y las tareas que se les pidió que realizaran. También se midieron sus respuestas fisiológicas, por ejemplo, revisando la temperatura corporal, la frecuencia cardíaca, la temperatura de la piel, etc. La mitad de los participantes pasaron una hora sentados en una habitación con la temperatura en 39.6 grados y la otra en 21.2 grados para medir el impacto de la temperatura.

La función cognitiva y ejecutiva se midió nuevamente después de una hora de exposición al calor de ambos grupos. Después se les pidió que regresaran una semana después, en donde se cambiaron las condiciones de exposición y se repitió el estudio.

Psychology Today reportó que “tanto la función ejecutiva como la percepción se vieron afectadas por la exposición al calor”, ya que los tiempos de respuesta fueron más lentos después que los participantes fueran expuestos al calor para las pruebas Stroop VST simpleLas respuestas a la parte más compleja del VST mejoró después de la exposición a las altas temperaturas, aunque los tiempos de reacción fueron más lentos.

Para los investigadores, esto podría demostrar lo que se conoce como la compensación de velocidad/precisión. Los participantes sacrificaron la velocidad por la precisión en esa prueba después de estar expuestos, ya que la mejora no se vió al no estar sujeto a los 39.6 grados. Así que parece que la temperatura más alta del verano podría tener un efecto en la función ejecutiva impulsada por el lóbulo frontal y nuestras habilidades de percepción.

Pero esta no es la única área negativamente impactada por las altas temperaturas; la salud mental también sufre.

Con el calor pareciera que la salud mental se derrite

Los días de calor extremo afectan las interacciones sociales y el bienestar personal, lo cual se vuelve una amenaza para la estabilidad mental. Según un estudio del 2018 publicado en Nature Climate Change, un aumento de 1 grado celsius en la temperatura promedio en los Estados Unidos y México se correlaciona con un aumento del 1 % en los suicidios. Este dato es preocupante si las predicciones de la OMM son ciertas y si las temperaturas empeorarán en los próximos años, si no es que en semanas.

Shabab Wahid, experto en salud mental del Departamento de Salud Global de la Universidad de Georgetown, dijo a Time Magazine que “es fácil entender cómo pasar por una experiencia traumática como un huracán puede afectar la salud mental. La conexión entre el calor y la enfermedad mental no es tan intuitiva”.

Robin Cooper, profesor clínico asociado de la Universidad de California en San Francisco y presidente de la Alianza de Psiquiatría Climática, dice a TIME que “tenemos que empezar a pensar en el cambio climático como una crisis de salud mental. Si ignoramos el cambio climático como una amenaza para la salud pública, estamos abdicando de nuestro papel como proveedores de atención médica”. Lo que significa aún más investigación, especialmente  explicando el efecto del calor en los mecanismos exactos de la función cerebral. Los científicos señalan una multitud de factores psicológicos, sociales y biológicos interrelacionados que van desde la interrupción del sueño hasta la función alterada por el calor de neurotransmisores y hormonas vitales.

Una de las áreas más afectadas por el calor es el sueño, especialmente para aquellos que no tienen ventiladores o aire acondicionado ya que hace que la calidad del sueño sea difícil de alcanzar. Con el tiempo, esto puede provocar pérdida de memoria, falta de concentración y aumento de la irritabilidad. Además, los problemas para dormir están a menudo relacionados con desencadenar episodios maníacos en personas con trastorno bipolar.

Josh Wortzel, quien estudia la intersección del cambio climático, las olas de calor y la salud mental en la Universidad de Brown, explicó a TIME que “el calor también afecta el neurotransmisor serotonina, uno de nuestros reguladores del estado de ánimo más importantes, estrechamente relacionado con mantener la agresión bajo control”.

Wortzel señala que “la serotonina ayuda a transmitir información sobre la temperatura de la piel al hipotálamo del cerebro, que luego controla las respuestas de escalofríos y sudoración cuando es necesario. Los pacientes con depresión suelen tener dificultades con este proceso de termorregulación; el hecho de que estos problemas puedan mejorar cuando los pacientes toman antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina sugiere una relación entre la exposición al calor y la producción de serotonina”.

Aún así, queda mucho por saber sobre cómo el cambio climático y las altas temperaturas afectan la salud mental, pero existe poco apoyo financiero. Si no se tiene más conocimiento sobre el tema, se vuelve difícil para los psiquiatras saber cómo prepararse y ayudar a sus pacientes. Especialmente ante el hecho de que se esperan veranos más calientes y la relación que tiene con el suicidio.

Aunado a todos estos efectos, las altas temperaturas también pueden provocar calambres musculares, agotamiento, náuseas, vómitos, fatiga, fiebre, y golpe de calor, que en casos extremos puede provocar convulsiones o incluso la muerte. Si tienes alguno de estos síntomas, busca ayuda con un profesional de la salud.

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx

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Problemas de salud mental y estrés orillan a personal educativo a renunciar

Por: Paulette Delgado

 

Educadores en todo el mundo están considerando abandonar la profesión debido a los altos niveles de estrés y problemas de salud mental.

Según la organización Education Support, la salud mental de los docentes británicos está en tan mal estado que un número récord está buscando abandonar la profesión. En una encuesta que realizaron a 3082 trabajadores del sector educativo, descubrieron que el 59 % ha considerado dejar el área. De estos, un 67 % son líderes seniors y 59 % docentes. El 68 % de los participantes señalaron la carga de trabajo como la razón principal por la cual piensan dejar sus trabajos.

Esta encuesta la hacen cada año, y a diferencia del 2021, los niveles de estrés han aumentado. Además, se presentaron casos más altos de depresión y ansiedad que los reportados en la población general. Parte del problema viene de que un gran fragmento del personal (78 %) experimenta síntomas de problemas de salud mental debido a su trabajo, y aún así, van a trabajar (47 %).

Pero esto no sólo sucede en el Reino Unido, según la empresa RAND, que realizó una encuesta a 2360 docentes y 1540 directores, encontró que los educadores tienen un peor bienestar que otras profesiones. De hecho, casi tres cuartas partes de los docentes y el 85 % de los directores dijeron que experimentan estrés laboral con frecuencia, en comparación, sólo el 44 % trabajadores de otras áreas respondieron lo mismo.

Muchos de los docentes y directores comentaron en esta encuesta que encuentran alegría en su trabajo, y que son resilientes y por eso se han quedado. A pesar de eso, un 33 % dijo que era probable que dejara su trabajo a finales del año escolar.

En Perú, según informa la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) el 56 % de los docentes padecieron problemas de estrés en el 2022. A finales de ese año, realizaron un informe en el que se monitoreó el bienestar socioemocional docente de la educación básica regular, donde mencionaron que, especialmente las profesoras, tienen una doble carga laboral ya que se les espera estar a cargo de la educación de sus estudiantes, atender sus necesidades socioemocionales y atender lo que necesiten los familiares de los estudiantes.

La psicóloga Tesania Velázquez, que participó en el informe, comentó a la PUCP que «las dobles tareas, tanto a nivel profesional como a nivel del espacio doméstico, aumentan la afectación a su bienestar socioemocional».

Los educadores están bajo mucho estrés

No importa en qué región del mundo se enseñe, está claro que los docente están bajo mucho estrés, y que éste ha aumentado significativamente a partir de la pandemia. Según una investigación de Edweek, la satisfacción laboral de los docentes está en su punto más bajo debido al estrés que se disparó desde que comenzó la pandemia. Muchos educadores tuvieron que lidiar con escasez de personal, cuarentenas, interrupciones en la enseñanza, la nueva modalidad, etcétera.

La encuesta de RAND encontró que las principales fuentes de estrés relacionado con el trabajo entre los maestros fueron:

  • Apoyar el aprendizaje académico de sus estudiantes porque perdieron tiempo de instrucción durante la pandemia (47 %).
  • Manejar el comportamiento de los estudiantes (29 %).
  • Asumir trabajo extra debido a la escasez de personal (25 %).
  • Apoyar la salud mental y el bienestar de los estudiantes (24 %).
  • Pasar demasiadas horas trabajando (23 %).
  • Tener un salario demasiado bajo (22 %).

Las principales razones de los directores fueron:

  • Ocupar puestos docentes y no docentes en su escuela (56 %).
  • Apoyar la salud mental y el bienestar de los docentes y el personal (44 %).
  • Apoyar el aprendizaje académico de los estudiantes debido al tiempo de instrucción perdido (34 %).
  • Apoyar la salud mental y el bienestar de los estudiantes (32 %).
  • Implementar estrategias de mitigación de COVID-19 (31 %).

Cómo gestionar el estrés

Gran parte del estrés que experimentan los docentes y el personal educativo es causado por problemas sistémicos, aún así, la organización Education Support dice que existen estrategias que cada persona puede aplicar para manejarlo:

  1. Hacer un plan o lista de tareas

Esto es especialmente útil para aquellas personas que tienen más de una responsabilidad. Puede ser una lista para cosas por hacer como educador, otra de líder, otra en casa y, por último, en familia. Esto ayuda a compartimentar las diferentes tareas que tiene que hacer, dándole orden y reduciendo los niveles de estrés. Por ejemplo, si estás en una reunión y recuerdas algo relacionado a un evento familiar o alguna compra pendiente, lo puedes anotar en la lista adecuada, reconociendo la tarea por hacer, pero pudiéndose enfocar en la junta ya que ya quedó anotado para realizarse después.

  1. Conocer tus prioridades

Tener claras tus prioridades ayuda a mantener límites saludables e impedirá asumir demasiado o comprometerse con un trabajo que no se alinee con tus prioridades personales. Esto puede marcar una diferencia real en tus niveles de estrés y agotamiento.

  1. Establecer límites y decir «no«

Aunque establecer límites parece una solución algo obvia, para muchasd personas no es fácil hacerlo. En su publicaciónEducation Support da el ejemplo de Brian Dyson, el CEO de Coca-Cola quien menciona que él «habla sobre tener bolas de cristal y bolas de goma en la vida. Tienes que pensar: ¿cuáles son tus bolas de cristal? ¿Y cuáles son las de goma? Entonces, cuando estés haciendo malabares con todas estas pelotas, piensa en qué pelotas de cristal debo concentrarme, porque si no lo hago, se romperán, y considera qué pelotas de goma puedes soltar, porque van a rebotar de nuevo».

  1. Tener relaciones sólidas

Tener a quién acudir y desahogarse es primordial. Ya sea acercarse a un amigo, un compañero del trabajo, la pareja o la familia. Lo mejor sería contar con un profesional, pero, lamentablemente, no siempre está dentro de las posibilidades de todas las personas. El Tec de Monterrey cuenta con el portal TQueremos donde la comunidad de la institución puede encontrar apoyo profesional las 24 horas. Todas las personas necesitan a alguien que les escuche para ayudarles a ver el panorama general.

  1. Ser consciente de lo que te estresa

Hacer una lista de eventos o situaciones que te dejen emocionalmente agotada o te produzcan estrés ayudará a ser más consciente y prepararse emocionalmente para enfrentarlas. Además, puedes complementar la lista con una o dos formas de reducir el estrés para cada una de las situaciones, de esta forma, cuando te enfrentes a una situación así, puedes poner en práctica tus técnicas de reducción del estrés y tomar nota de lo que funciona.

  1. No enfocarse en los errores del pasado

Los sentimientos de culpa, remordimiento y arrepentimiento agotan la energía, además pueden provocar más estrés. Ser amable con uno mismo es una buena estrategia para atraer alegría y paz.

  1. No reprimir las emociones

Muchas veces sentimientos cómo la ira y la frustración son consideradas emociones negativas, pero son emociones que se necesitan expresar porque esto podría significar abordar situaciones difíciles con colegas o amigos expresando y discutiendo sus sentimientos. Estos pesan, y contribuyen a provocar más estrés o desgaste si no se abordan apropiadamente.

  1. Reservar tiempo cada día para pasatiempos o ejercicio

La meditación, el yoga, caminar, nadar, andar en bicicleta, no importa qué tipo de ejercicio sea, cualquier tipo es bueno para aliviar el estrés. Y no sólo la actividad física, realizar actividades como pasatiempos ayudan a enfocar la atención en cosas que te gustan, así se disminuyen los niveles de estrés.

El agotamiento o burnout laboral

Otro tema importante por el que están atravesando gran parte de los docentes y personal educativo es el agotamiento (o burnout). Este se produce como resultado de un estrés sostenido que nunca disminuye. Esto se debe a períodos prolongados de intensidad y demandas excesivas de energía, fuerza y recursos. La responsabilidad, presión, carga de trabajo, el salario bajo y las horas hacen que los educadores y el personal educativo sean presas fáciles del burnout.

Las tres señales más claras de que alguien tiene burnout son el agotamiento emocional y físico que puede reflejarse como irritabilidad, cambios de humor,  problemas de concentración, fatiga crónica e insomnio, así como síntomas físicos como aumento de la enfermedad, palpitaciones, dolor gastrointestinal, dolores de cabeza y mareos.

La segunda señal es despegarse de su trabajo, lo que puede convertirse en cinismo y pesimismo hacia la enseñanza, los colegas, estudiantes o las propias instituciones. Además, pueden aislarse de los demás y experimentar una pérdida del disfrute de las cosas que antes le proporcionaban placer.

La tercera es el rendimiento reducido. Para los educadores, esto puede resultar en sentimientos negativos, falta de productividad y bajo rendimiento. Evidencia de esto pueden ser sentimientos de desesperanza y apatía, baja confianza en sí mismo, mayor irritabilidad con uno mismo y con los demás, mayor tiempo dedicado a completar tareas y apatía por querer hacerlo.

¿Qué se puede hacer para reducir o evitar el burnout?

Estas son algunas recomendaciones de Education Support:

  1. Vivir en el presente

Es importante ser consciente de tus emociones, niveles de estrés y salud. Estrategias como la atención plena, la meditación y escribir en un diario pueden ser útiles, al igual que hablar con otras personas. Tener conciencia y comprensión del estrés, el agotamiento y la salud mental es invaluable para comprenderse a sí mismo.

  1. Hacerse cargo de su bienestar

Los docentes y el personal educativo sólo son humanos, cuentan con las mismas horas que cualquier otra profesión. Aprender a equilibrar el trabajo con sus propias necesidades, al mismo tiempo que descansan y se relajan ayudará a manejar mejor el trabajo y la vida. Sin embargo, hay muchas ocasiones donde los docentes ponen primero a los estudiantes que a ellos mismos; si no se cuidan a sí mismos, no podrán apoyar a los demás.

  1. Cuestionar el impacto antes de asumir un nuevo trabajo

Los docentes quieren hacer lo mejor por sus estudiantes, también quieren ser buenos en lo que hacen. Eso significa que a veces asumen más de lo que deberían. Si se les pide algo más allá de las responsabilidades normales de su función o algo diferente, es válido cuestionar la solicitud en relación con su puesto de trabajo y prioridades, así como el impacto que aceptar la solicitud podría tener en la atención a sus estudiantes y el tiempo que le tomará hacerlo. Si el tiempo vs. el impacto es limitado, considera alternativas y la necesidad de la tarea, ¿realmente se requiere?

  1. Aceptar que a veces sólo tienes que decir que no

Al igual que con el estrés, poner límites es importante. Ya sea por tiempo limitado, una lista de tareas enorme o un impacto limitado a sus resultados, está bien decir que no puedes siempre hacer algo.

  1. Tomar días de salud mental

Como se mencionó antes, según Education Supportun 47 % de los encuestados van a trabajar aunque se sientan mal. Si sientes que podrías estar llegando a un punto de agotamiento, tal vez estés exhausto, emocional y te agitas fácilmente, tómate uno o dos días para recuperarte. Tu salud mental es tan importante como tu salud física. Es importante tomarse el tiempo para relajarse y recuperarse.

  1. Obtener apoyo cuando lo necesites

Así como el personal del Tec cuenta con TQueremos, buscar si tu institución cuenta con un apoyo similar. A veces es difícil hablar con personas cercanas, pero tener a un profesional que te escuche, apoye, asesore y guíe a descubrir las mejores soluciones es importante.

Depresión: detección de síntomas y qué hacer

La depresión es una enfermedad mental conocida como trastorno del estado de ánimo y, según Education Support, es más frecuente entre el personal educativo (32 %) que la población general (19 %).  La pandemia de COVID-19 ha resaltado el bienestar de las personas, tanto la salud física como la mental. Más docentes y personal educativo hablan abiertamente sobre sus desafíos y los colegas muestran su apoyo.

A diferencia de cuando alguien está cabizbajo o tiene un estado de ánimo bajo, la depresión interrumpe su vida diaria y el trabajo. Es cierto que todos experimentan tiempos difíciles, lo que resulta en sentimientos de infelicidad o tristeza, pero se van y no interrumpen su vida diaria. Varios de los signos de depresión son perder interés en lo que alguna vez se disfrutó, sentirse inexplicablemente lloroso, no querer socializar o enfrentarse a un salón de clases lleno de estudiantes, o tener dificultades para levantarse de la cama. Podrías sentirte desesperado, muy cansado, irritable, así como experimentar dolores y molestias en el cuerpo y pensamientos suicidas. Es importante notar que, si bien la depresión es una enfermedad mental común, no hay dos experiencias iguales y los síntomas varían de leves a graves.

Además de acudir con un profesional, aquí hay algunas recomendaciones de la organización Education Support para saber qué hacer si sientes que sufres de depresión:

1) Creo que tengo depresión, pero no sé a quién acudir. No estoy seguro de querer hablar con nadie.

Está bien sentirse así, parte de la naturaleza de la depresión es sentirse aislado o retirarse, por lo que querer hablar con alguien puede ser lo último que quiere hacer. Es importante recordar que siempre habrá alguien que querrá ayudarte y que existen tratamientos disponibles.

2) Me resulta difícil trabajar, pero estoy nervioso por hablar con mi líder

Es válido sentirse inseguro acerca de mencionar la depresión en el trabajo por el estigma social que rodea a la enfermedad pero, por lo menos en México, es ilegal discriminar a cualquier persona que viva con problemas de salud mental. Podrías ir con un colega de confianza en primera instancia antes de hablar con tu líder, además acércate a tu departamento de recursos humanos, quizás te informen de algún programa que apoye a sus empleados en temas de salud mental.

3) Saber qué tipo de tratamientos hay

Buscar opciones de tratamiento es un gran paso que no todas las personas se atreven a dar y debe felicitarse: obtener ayuda no es una señal de debilidad, muestra una fuerza increíble. No todos los tratamientos funcionan igual, por lo que debes probar y practicar lo que te funcione, además de hablar con un experto en caso de tener efectos secundarios por algún medicamento. Es totalmente tu decisión tomar medicamentos, asistir a terapia de grupo, recibir terapia de conversación o practicar el cuidado personal.

Aunque la educación pareciera estar en crisis debido al gran número de educadores y personal educativo que están considerando abandonar la profesión, aún así hay muchas soluciones y caminos que tomar para ayudarlos a bajar su nivel de estrés. Lo más importante es buscar ayuda.

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx

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El estrés y la ansiedad pueden provocar deterioro cognitivo

Por: Paulette Delgado

Las personas con niveles elevados de estrés tienen más probabilidades de experimentar una disminución de la función cognitiva.

Se sabe que el estrés es algo que puede causar problemas de salud como dolor de cabeza, tensión o dolor muscular, dolor en el pecho, malestar estomacal, problemas de sueño, entre otros. Aunado a estos efectos negativos, recientemente salió un nuevo estudio revelando que las personas con niveles elevados de estrés tienen más probabilidades de experimentar una disminución de la función cognitiva, que afecta su capacidad para recordar, concentrarse y aprender cosas nuevas.

La investigación fue publicada a principios del mes de marzo en JAMA Network Open y tuvo como objetivo conocer la asociación entre el estrés percibido y el deterioro cognitivo. Esto es importante debido a que el estrés tiene consecuencias fisiológicas y psicológicas a largo plazo y ha demostrado ser un factor de riesgo modificable para la enfermedad de Alzheimer y las demencias relacionadas. La muestra analítica incluyó a 24 448 participantes donde el 59.9 % eran mujeres y  40.1 % eran hombres de mediana edad entre 45 y 98 años. El 41.6 % de los participantes eran negros y el 58.4 % eran blancos. Estos fueron reclutados entre el 2003 y 2007 con un seguimiento anual continuó hasta el 2021 que empezó el análisis estadístico.

La publicación hace énfasis en el estrés percibido. El Instituto Nacional de la Salud Mental describe el estrés como «la respuesta física o mental a una causa externa, como tener muchas tareas o padecer una enfermedad». Por su parte, el estudio define el estrés percibido como una consecuencia de eventos o demandas que exceden la capacidad declarada de un individuo para hacerle frente.

Para los autores del estudio, el estrés percibido puede tener consecuencias fisiológicas y psicológicas a largo plazo y se ha demostrado que es un factor de riesgo para el deterioro cognitivo leve y la enfermedad de Alzheimer. Esto se asocia con indicadores hormonales e inflamatorios de envejecimiento acelerado, así como un riesgo excesivo de morbilidad y mortalidad cardiovascular y por accidentes cerebrovasculares. Además, desempeña un papel en el empeoramiento de conductas nocivas como fumar, inactividad física y el cumplimiento reducido de la medicación.

De las personas que participaron en el estudio, las que tenían el mayor estrés percibido eran los más jóvenes, mujeres y las personas de piel oscura. Estos tenían menos probabilidad de tener un título universitario, un nivel de ingresos familiares más bajo y vivían en los estados del sureste de Estados Unidos, donde las tasas de accidente cerebrovascular son las más altas en este país.

Hay evidencia de que las hormonas del estrés pueden influir en la cognición, especialmente cuando alguien vive un evento estresante puede afectar el nivel inmediato de la cognición o la capacidad de realizar tareas cognitivamente desafiantes. Según la investigación, aquellas personascon niveles altos tenían un 37 % más de probabilidad de tener una cognición deficiente. Además, el estrés crónico provoca la pérdida de materia gris en la corteza prefrontal, donde están involucradas la inhibición de la respuesta al estrés. Esto deteriora las funciones cognitivas superiores como la memoria.

Otro aspecto importante que afecta la memoria y el deterioro cognitivo es la ansiedad. Esta es un estado de vigilancia intensificada que se asocia con un aumento de la sensibilidad sensorial general debido a la incertidumbre o al conflicto. Un rasgo característico de la ansiedad es el limitado control sobre los pensamientos preocupantes y los sesgos atencionales, lo que contribuye a una mayor concentración en los estímulos negativos.

En otro estudio publicado en Frontiers in Psychology, se ha demostrado que la ansiedad altera el rendimiento cognitivo y la memoria. Su relación funciona como un ciclo, el deterioro cognitivo provoca un aumento en la ansiedad lo que provoca aún más deterioro y así sucesivamente. Cuanto mayor es la ansiedad, más perturbación provoca.

En cuanto a los efectos cognitivos, parece que el estrés y la ansiedad se comportan de manera similar. Sin embargo, el estrés moderado puede mejorar el rendimiento cognitivo mientras que un nivel más bajo y más alto están asociados con una disminución en el rendimiento.

El aumento de la ansiedad está relacionado con un peor desempeño de memoria en todos los paradigmas y contenidos de tareas. Según la investigación, la ansiedad se correlaciona negativamente con la memoria tanto verbal como en el rendimiento de las tareas de rendimiento continuo.

Las posibilidades de desarrollar la enfermedad de Alzheimer son mayores para las personas con antecedentes familiares, pero no es el único factor de riesgo. El estrés y ansiedad son uno de estos factores por lo que buscar maneras de detectar reguladores estresantes en el entorno y tratarlo es la mejor manera de prevenir la enfermedad, al igual que la demencia. Aún así, se necesitan más estudios para probar rigurosamente la asociación del estrés crónico con el deterioro cognitivo en diferentes puntos del ciclo de vida y en grupos racial y étnicamente diversos.

Fuente e Imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/el-estres-y-la-ansiedad-pueden-provocar-deterioro-cognitivo/

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¿Se puede investigar qué nos hace felices?

Por: Paulette Delgado

¿Qué se necesita para ser feliz? ¿Se puede si quiera investigar la felicidad? Más de 80 años de investigaciones demuestran que sí es posible.

La felicidad es algo que el ser humano ha querido alcanzar siempre, tanto así que en las últimas décadas esta búsqueda se ha convertido en una ciencia con la esperanza de comprenderla mejor. Aún así, es un tema complicado ya que es difícil definirla y medirla porque es la felicidad es relativa.

¿Qué es la felicidad? ha sido un tema de discusión desde la Antigua Grecia, siendo Aristóteles quien primero planteó el tema con más fuerza. Para Aristóteles, todas las cosas del universo tienen un propósito, una función y un fin; y la felicidad no es un sentimiento pasajero, es el producto de una vida bien vida, es la suma de una existencia plena, una vida completa.

En esa época, la felicidad se ha conceptualizado como compuesta por al menos dos aspectos: hedonia (o placer) y eudaimonía (la sensación de que la vida se vive bien). De hecho, la palabra principal en el griego antiguo para la felicidad estaba relacionada con este segundo término. Más aún, era una señal del favor divino, la felicidad era aleatoria y dependía de los dioses si alguien era feliz o no. Incluso en la actualidad, este concepto está fuertemente ligado con la suerte. En español «felicidad» es derivado del latín «felix» que es suerte o destino, en inglés «happy» viene del inglés temprano y nórdico antiguo y significa azar o fortuna.

Según el docente y psicólogo, Ed Diener, y su colega Pelín Kesebir, la felicidad es: «las evaluaciones de las personas sobre sus vidas y abarca tanto los juicios cognitivos de satisfacción como las valoraciones afectivas de los estados de ánimo y las emociones».

Aunque no hay muchos historiadores que se dediquen a la felicidad, los que existen están de acuerdo en que, «al menos a nivel de retórica, se produjo un cambio significativo en la cultura occidental hace unos 250 años», según Peter N. Stearns del Harvard Business Review.

¿Qué ocasionó este cambio? Parte fue que la felicidad pasó de ser un objetivo personal a uno colectivo. También hubo más énfasis en que ser alegre agrada a Dios, y hubo mayor valoración de los asuntos de este mundo. Además, inventos que ayudaron a aumentar la comodidad como contar con calefacción en el hogar hasta la invención de los paraguas para protegerse de la lluvia, así como mejores métodos de odontología, entre otros, fueron algunas invenciones que ocasionaron que las personas sonrieran más y contribuyeron a crear la primera etapa de la felicidad occidental moderna.

Y así, lo que se considera felicidad ha ido cambiando a lo largo de la historia. En la década de 1920 en adelante empezó a surgir literatura enfatizada en la importancia de ser feliz, la responsabilidad personal de lograr la felicidad y los métodos disponibles. De ahí en adelante, la felicidad se extendió a la niñez, un área con la que anteriormente no se le asociaba, por lo que no se consideraba como responsabilidad de familiares o tutores.

La ciencia de la felicidad y la psicología positiva

El constructo de la felicidad todavía está evolucionando y, aunque es difícil de definir, es uno que puede evaluarse empíricamente a través de una evaluación cualitativa y cuantitativa. Es por esto que cada vez más universidades y académicos se han interesado en el tema. Incluso la Universidad Tecmilenio cuenta con el Instituto de Ciencias de la Felicidad, el primero en su clase en México. Este Instituto «investiga lo que funciona bien en la vida de las personas y las organizaciones y cómo se puede potenciar la felicidad de la gente».

Algunas personas argumentan que la felicidad no debería tener investigación científica porque es imposible medirla objetivamente. Sin embargo, en 1984 el educador y psicólogo Ed Diener introdujo el término «bienestar subjetivo«, una forma de medir la felicidad haciendo preguntas como: ¿estás feliz? ¿Cómo calificarías tu felicidad en una escala del 1 al 10? Estas preguntas sirven para ayuda a realizar experimentos controlados. Esto ayudó a proporcionar evidencia de que el bienestar subjetivo tiene validez de construcción, lo que significa que es algo constante en el tiempo. Está altamente correlacionado con algunos rasgos de personalidad y tiene la capacidad de predecir resultados futuros.

También existe el «Método de Muestreo de Experiencias» (ESM por sus siglas en inglés) que proporciona una indicación general del bienestar a lo largo del tiempo utilizando un diario para evaluar las experiencias subjetivas de la vida diaria. Existen muchos otros métodos subjetivos, como la Escala de felicidad subjetiva de Lyubomirsky y Lepper en 1999, o la Escala de felicidad de Fordyce en 1977. De los más recientes está el Índice de felicidad de Steen del 2005, donde los participantes leen una serie de declaraciones y seleccionan la que mejor describa cómo se encuentran actualmente. De ahí, se indica si viven cualquiera de los tres tipos de «vida feliz»: una vida placentera, una vida comprometida o una vida significativa.

Por otro lado, en su publicación del 2010, los investigadores Kringelbach y Berridge argumentaron que la neurociencia puede estudiar los circuitos cerebrales relacionados. Los neurocientíficos encontraron que el placer: «no es simplemente una sensación o pensamiento, sino un resultado de la actividad cerebral en sistemas hedónicos». Todos los placeres, desde la comida hasta placeres monetarios, parecen involucrar los mismos sistemas cerebrales. Concluyeron su investigación diciendo que falta más investigación para comprender completamente la neuroanatomía de la felicidad.

Pero ¿esto qué significa? ¿Quiere decir que se puede «medir» la felicidad y darle una explicación científica? Esta evidencia neurológica, junto con los distintos métodos para medir el bienestar subjetivo, sugieren que es posible tener una explicación científica de la felicidad. La investigación psicológica sobre el tema también es importante porque no sólo se relaciona con una mejor salud física y con la longevidad, sino que también es una prioridad para las personas.

Generalmente hay tres formas en que los psicólogos estudian la felicidad:

  1. Teorías de satisfacción de necesidades y metas
    • Se refiere a las teorías que tienen como resultado esforzarse por lograr objetivos apropiados y satisfacer las necesidades humanas fundamentales.
  2. Teorías genéticas y de predisposición de la personalidad
    • Estas proponen que el bienestar está influenciado por genes y está asociado con rasgos de personalidad de extraversión y neuroticismo. Esto significa que el bienestar no cambia mucho con el tiempo.
  3. Teorías del proceso/actividad
    • El bienestar puede mejorar participando en actividades que son atractivas y requieren esfuerzo.

La psicología positiva ha surgido en los últimos años, pero desde el año 2000 los psicólogos Seligman y Csikszentmihalyi publicaron una introducción al tema. Su objetivo es comprender y cultivar los factores que hacen felices a los individuos, las comunidades y las sociedades.

El secreto para ser feliz

En el contexto de las áreas de psicología y el estudio de la felicidad, en 1938 Harvard empezó el «Estudio del desarrollo de adultos» el cual ha estado siguiendo a 268 individuos durante los últimos 80 años para identificar los predictores psicológicos de envejecimiento saludable. El director del estudio, Robert Waldinger, psiquiatra del Hospital General de Massachusetts y profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina de Harvard, dijo en su TED Talk que «el hallazgo sorprendente es que nuestras relaciones y lo felices que somos en nuestras relaciones tienen una poderosa influencia en nuestra salud, cuidar tu cuerpo es importante, pero cuidar tus relaciones también es una forma de autocuidado. Esa, creo, es la revelación».

El estudio expuso que las relaciones cercanas son el elemento clave que mantiene en marcha a las personas a lo largo de sus vidas, más que el dinero o la fama. Los lazos protegen a los individuos de los malos momentos ya que retrasan el deterioro mental y físico y son los mejores predictores de vidas largas y felices más que una clase social alta, un buen coeficiente intelectual o incluso buenos genes.

El psicólogo también dijo que «la salud y la felicidad no dependen del nivel de colesterol de las personas, sino de lo satisfechos que estaban en sus relaciones. Las personas que estaban más satisfechas en sus relaciones a los 50 años eran las más saludables a los 80 años». Aquellas personas que mantienen relaciones cálidas viven más y son más felices puesto que, según el estudio, las personas que cuenten con un fuerte apoyo social presentaban menos deterioro mental a medida que envejecen. Por ejemplo, las mujeres con conflictos maritales presentaron con más frecuencia peores funciones de memoria que aquellas que se sentían unidas con sus parejas. En relación a esto Waldinger aclara: «Resulta que las personas que están más conectadas socialmente con la familia, los amigos y la comunidad son más felices, son físicamente más saludables y viven más que las personas que están menos conectadas».

Aprendizaje: una vía alterna a la felicidad

Un camino menos conocido hacia la felicidad es aprender, crecer y superar desafíos. ¿Qué tiene el aprendizaje que lo convierte en un ingrediente clave de la alegría y el logro? Existen múltiples estudios que demuestran la relación entre aprender y prosperar y brindan orientación sobre las acciones que pueden aumentar la felicidad.

Un ejemplo es el estudio Momentary Happiness: The Role of Psychological Need Satisfaction, realizado por los investigadores Ryan T. Howell, David Chenot, Graham Hill y Coleen H. Howell, el cual indica que aquellas personas que participan en la educación formal experimentan una mayor felicidad y satisfacción con la vida en general. De acuerdo con el estudio, el bienestar psicológico se correlaciona positivamente con la satisfacción de necesidades como autonomía, competencia y relación. Los investigadores exploraron la felicidad momentánea y sus resultados demuestran que cuando se participa en comportamientos que promueven la competencia y se satisfacen las necesidades de autonomía y relación, las personas con altos niveles de satisfacción con la vida experimentaron mayores aumentos en la felicidad.

Estudiar y aprender ayuda a que las personas tomen cierto control sobre sus vidas y su futuro. El aprendizaje puede ser el resultado de perseguir los intereses propios y metas, o para alcanzar cierto trabajo que requiere un plan de estudios obligatorio o cierto.

Además, según un estudio realizado por Sonja C. Kassenboehmer, Feliz Leung y Stefanie Schurer, titulado University education and non-cognitive skill development, estudiar en la universidad tiene una relación positiva con la extroversión y la simpatía de los estudiantes de entornos desfavorecidos.

Otra investigación publicada en la revista Nature llevada a cabo por los académicos Robert C. Wilson, Amitai Shenhav, Mark Straccia y Jonathan D. Cohen, señala que si nunca fallas, no tendrás la motivación de continuar, y si fallas demasiado, sólo te desmotivas. El punto ideal para generar resiliencia y motivación en el aprendizaje es tener un 85 % de éxito y un 15 % de fracaso. Para los investigadores, existe un punto óptimo de dificultad y es un método de enseñanza moderno que está en el corazón del aprendizaje.

Por otro lado, entre más cosas nuevas aprende una persona, más amplía sus horizontes y tiene una mayor perspectiva, lo cual está vinculada a experiencias de mayor felicidad y alegría. Un estudio realizado por Eiluned Pearce, investigadora de psicología experimental de la Universidad de Oxford y la Asociación Educativa de Trabajadores de Inglaterra y Escocia, encontró que cuando las personas participan en clases fuera del trabajo, mejoran su salud mental y física y reportan una mayor satisfacción con sus vidas.

El aprendizaje puede ayudar a tomar mejores decisiones, lo que contribuye al éxito personal. Según una investigación realizada por académicos de la Universidad de Cornell, cuando las personas participan en programas educativos formales, tienden a tomar mejores decisiones y expresan una mayor racionalidad, especialmente en lo que respecta a las evaluaciones económicas. Por último, según una publicación de Björn Högberg, del departamento de Trabajo Social de la Universidad de Umeå, en el que estudiaron a 15 000 personas en 25 países cada dos años desde el 2002, cuando los países respaldan un mayor logro educativo, sus ciudadanos son más felices y saludables.

Cuéntanos para ti ¿qué significa la felicidad? ¿Crees que se pueda investigar? ¿Qué opinas de la ciencia de la felicidad o la psicología positiva?

Fuente e Imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/se-puede-investigar-que-nos-hace-felices/

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El impacto del COVID-19 en las universidades tres años después de la disrupción

Por: Paulette Delgado

A tres años del cierre de las universidades por el COVID-19 ¿cómo siguen las cosas? ¿Qué ha cambiado? ¿Cuáles han sido los aprendizajes?

Ahora que parece que el sistema educativo aparenta volver a la normalidad después de la pandemia, es momento de darle seguimiento al impacto que esta tuvo tras casi tres años de disrupción. Esto fue justo lo que pensó la UNESCO cuando el año pasado publicó el libro ¿Reanudación o reforma? Seguimiento del impacto global de la pandemia de COVID-19 en la educación superior tras dos años de disrupción.

Dana Abdrasheva, Mauricio Escribens, Emma Sabzalieva, Daniele Vieira do Nascimento, y Clarisa Yerovi, autores del libro, señalan que el impacto de la pandemia ha sido «diverso, profundo y varía de una institución a otra y de un país a otro. Las instituciones de educación superior (IES), los estudiantes, el profesorado y el personal han demostrado un gran esfuerzo para ser resilientes y se adaptaron rápidamente a los cambios sistémicos». Para los investigadores, el propósito de esta publicación es detallar las lecciones aprendidas y conclusiones que pueden ser útiles para el futuro.

La mayoría de las instituciones educativas están reevaluando su papel con respecto al bienestar de su comunidad. Cuando comenzaron a aumentar los brotes de COVID-19, la primera respuesta de las escuelas fue cerrar sus puertas y apoyarse en las tecnologías existentes para continuar con sus actividades, dando prioridad a la continuidad pedagógica, y procurar la salud y bienestar de los estudiantes, docentes y el personal.

El Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (UNESCO IESALC) ha seguido de cerca el impacto de la pandemia en la educación superior en todo el mundo. Ha publicado en mayo del 2020, julio 2021, y ahora en el 2022, resultados de más de 100 universidades latinoamericanas encuestadas. Parte de su propósito al compartir estos hallazgos es informar a la comunidad académica del estado actual del impacto de la pandemia, incluyendo estrategias de reapertura en la región e ir mapeando como fueron abriendo sus puertas en el 2021. También incluye observaciones que pueden ser útiles para orientar acciones futuras.

El impacto del COVID-19 en la administración y la gestión

Al momento que empezaron a cerrarse las escuelas, las instituciones de estudios superiores (IES) inmediatamente pusieron en marcha gestión de crisis, sin embargo, pocas se basaron en evidencias de experiencias pasadas. Las mejores prácticas se caracterizan por ser flexibles, tener una buena comunicación, crear equipos especializados en manejo de crisis y la digitalización de los procesos. Este último no trata sólo de las actividades académicas en línea, sino también de darle la oportunidad al personal administrativo de continuar sus actividades desde casa. Las IES deben establecer políticas y procedimientos para aumentar la capacidad de recuperación a largo plazo y prepararse por si algo así vuelve a suceder.

Aunque gran parte de lo que se necesita para digitalizar los procesos administrativos y el aprendizaje depende de la infraestructura, se requiere que las instituciones mejoren su respuesta ante una crisis. No se trata de sólo parchar, si no de crear prácticas que se basen en experiencia y en datos.

La pandemia ha afectado a todos los aspectos de la educación; no sólo a lo que tiene que ver con la enseñanza, sino también a la forma en que se gestionan o administran las instituciones educativas. Una parte clave fue el liderazgo, ya que de éste dependen las políticas de gestión institucional. Además, durante tiempos de crisis, deben poder delegar responsabilidades, comunicar adecuadamente y conectar con las personas.

Otro aspecto importante fueron las finanzas institucionales, ya que la pandemia también creó una crisis económica y de desarrollo. Las inscripciones y la matriculación se vieron afectadas ya que muchos estudiantes tuvieron que suspender o posponer sus estudios; esto sin contar los estudiantes internacionales. Una de las fuentes de ingresos más afectadas fue el alquiler de espacios del campus para eventos como conferencias, obras de teatro, actividades musicales o deportivas, exposiciones entre otros. Además, las IES también perdieron dinero en desocupar los dormitorios o residencias, los servicios de comida como las cafeterías, el estacionamiento, donaciones, formación continua, entre otros. Esto abrió la oportunidad de que las IES revisaran su modelo de negocio y financiamiento para buscar maneras de diversificar sus ingresos para ser menos vulnerables en futuras crisis.

Un aspecto importante del impacto del COVID-19 en la administración y la gestión de las instituciones educativas fue cómo se manejaron los servicios de TI ya que estos fueron la columna vertebral de la enseñanza y el aprendizaje en línea durante el cierre de las instituciones. Aún así, la UNESCO encontró poca información sobre «cómo los administradores de TI de las universidades gestionaron su trabajo durante la pandemia».

Por otro lado, la organización sí pudo encontrar evidencia sobre el impacto del COVID-19 en la salud mental de la comunidad educativa. El confinamiento, la crisis económica, pérdidas de seres cercanos, el cambio de vida debido a las restricciones, entre otros factores, fueron «un catalizador de fuertes sentimientos de estrés, ansiedad y, en algunos casos, depresión».

Muchas IES implementaron o mejoraron sus servicios de salud mental en línea, otras crearon una línea telefónica directa o plataforma virtual de apoyo psicológico. Algunas de estas soluciones llevaron a la contratación de psicólogos adicionales para manejar la crisis y poder tener mejores reuniones con los estudiantes. «Sin embargo, al menos en algunos casos, parece que los servicios de salud mental no han sido utilizados según las necesidades», explica el reporte. En una universidad encuestada para el estudio, las sesiones individuales tuvieron una tendencia a la baja, al igual que las de grupo. «Del mismo modo, en otros casos, la mayoría de los estudiantes con síntomas moderados o graves de estrés, ansiedad y depresión no recibieron la ayuda de un profesional dentro o fuera del campo».

La mayoría de las IES tuvieron que trasladar sus operaciones a formatos digitales, permitiendo que su personal trabajara desde casa, lo que fue una novedad para muchos de ellos. Diversas universidades invirtieron en programas para firmas y comunicaciones digitales más efectivas para sobrellevar el confinamiento, sin embargo, muchas abandonaron estas prácticas y optaron por volver a las actividades presenciales lo antes posible.

El impacto del COVID-19 en la enseñanza y el aprendizaje

El cambio rápido y casi universal de la enseñanza presencial a en línea fue sorprendente, sin embargo, «la escala y la velocidad de la transición repentina a los espacios virtuales repercutieron en la calidad de la enseñanza», señala el estudio de la UNESCO. De los mayores limitantes que se toparon los sistemas de enseñanza fue la brecha de infraestructura y la falta de experiencia en el aprendizaje. Según los autores, esto dejó como resultado «una lenta adaptación a las herramientas en línea, descubrió dificultades para la preparación del material de clase y a la participación activa de los alumnos».

Según un reporte publicado por la Asociación Internacional de Universidades (AIU por sus siglas en inglés) titulado Regional & National Perspectives on the Impact of COVID-19 on Higher Education, en mayo del 2020 alrededor del 67 % de las IES se pasaron a la enseñanza en línea, alrededor de una cuarta parte suspendieron las clases mientras buscaban soluciones, y el 7 % cancelaron completamente sus procesos de enseñanza.

Debido a que la manera en que la pandemia impactó a las universidades cambiaba según el país. Las IES respondieron de manera muy diferente a las otras alrededor del mundo. Algunas cerraron por completo, otras permanecieron abiertas para realizar tareas específicas, otras funcionaron con medidas de distanciamiento social y otras cerraron por poco tiempo.

Aún así, el estudio de la UNESCO menciona que la mayoría de las IES de todo el mundo han experimentado al menos una de las siguientes fases: i) cierre abrupto del campus, ii) adaptación del funcionamiento de las IES en condiciones de cierre y iii) reapertura gradual.

Trasladar la enseñanza a formatos en línea fue la principal estrategia de las universidades para garantizar la continuidad pedagógica. Este fue un cambio abrupto, no fue un proceso sólido, planificado a largo plazo para garantizar contenidos de calidad, y que contara con un apoyo institucional sostenido a estudiantes y profesores.

Los autores del estudio indican que «los educadores están preocupados por las pérdidas de aprendizaje y reconocen que el aprendizaje en línea forzada es un compromiso más que un ejercicio de mejora. En consecuencia, este tipo de experiencia pedagógica se ha definido como educación remota de emergencia, dado que el corto tiempo en el que se realizó la transición no ayudó a preparar eficazmente a los profesores y formarlos para que adoptaran las pedagogías fundamentales del aprendizaje en línea». En un corto plazo, los profesores han tenido una mayor carga de trabajo ya que el «tiempo típico de planificación, preparación y desarrollo de un curso universitario totalmente en línea es de seis a nueve meses antes de impartirlo».

El tiempo típico para planificar, preparar y desarrollar un curso universitario en línea es de seis a nueve meses, pero debido al coronavirus, esto tuvo que hacerse de la noche a la mañana. Gran parte de los docentes, y las mismas IES, no estaban preparadas para enseñar en línea y carecían de los conocimientos, competencias y recursos necesarios para hacerlo con éxito. Muchos simplemente copiaron y pegaron sus contenidos al entorno digital sin adaptarlos, demostrando lo importante que es la capacitación.

Sobre esto último, el estudio de la UNESCO señala que «si no se proporciona una capacitación adecuada, este escenario de enseñanza a distancia de emergencia podría abrumar a los profesores y conducir a resultados de aprendizaje deficientes y a la frustración del profesorado». Alrededor de 14 países de América Latina y el Caribe, ofrecieron programas masivos de capacitación para fortalecer las competencias digitales de sus docentes y promover el uso eficiente de herramientas digitales que se necesitan para crear cursos virtuales y poder minimizar el impacto negativo en los estándares de calidad de la educación superior.

Aunque el confinamiento provocó la transición a la enseñanza y aprendizaje en línea abrió una ventana de oportunidades en cuanto a adopción y adaptación a la tecnología, también trajo importantes desafíos. «Los contenidos, las herramientas pedagógicas y de evaluación deben diseñarse específicamente para los entornos de enseñanza y aprendizaje en línea a fin de garantizar la participación y el progreso de los estudiante», se indica en el estudio.

El impacto de la COVID-19 en la investigación

Desde la capacidad de investigación, los procesos de publicación y el financiamiento, el área de investigación también se vio gravemente afectada por la pandemia. Aún así, no todo fue negativo, el COVID-19 provocó que aumentara la colaboración y las IES desempeñaron un papel crucial para el desarrollo de vacunas. También se amplió el acceso al conocimiento ya que un mayor número de artículos, investigaciones y reportes se publicaron en servidores de acceso abierto e incluso ciertas revistas indexadas dejaron de cobrar temporalmente para acceder a ellas.

Como se mencionó anteriormente, los centros de investigación ayudaron a desarrollar las vacunas, sin embargo, esto también significó que se tuvieran que reasignar gran parte de recursos hacia esa área, dejando a otras áreas de la ciencia con financiamiento insuficiente. Además, otros sectores como el trabajo de campo, se vieron interrumpidos por los protocolos sanitarios y el tener que guardar distancia.

Esto dejó en evidencia que «los investigadores que inician su carrera y los estudiantes de doctorado han sido los más vulnerables en lo que respecta a su inserción y estabilidad en el mercado laboral».  La inestabilidad en los fondos destinados a la investigación exacerbó la inseguridad laboral de los investigadores, especialmente para los que van iniciando y las mujeres académicas. Aún así, la pandemia dejó dos influencias positivas: el enfoque en los principios detrás de la Ciencia Abierta ya que el mundo académico se tuvo que unir y tomar como base el conocimiento acumulado y emergente. La segunda influencia es el reflejo en los esfuerzos para aprovechar la ciencia e informar al público en general y «aumentar la colaboración de investigación conjunta que trascendió las fronteras y otros obstáculos».

A más de tres años desde que surgió la pandemia de COVID-19, su impacto sigue permeando en todo el mundo. Aún así, la UNESCO destaca en esta publicación que «los cambios de 2020 y 2021 no conducirán a una transformación fundamental en la comprensión de la educación superior como un esfuerzo difícilmente presencial». Se requiere que las IES continúen con prácticas de digitalización a largo plazo para evitar que la educación retorne a las prácticas previas a la pandemia y aprender de esta situación para reformarse y no sólo reanudarse.

Fuente de la información e imagen:  https://observatorio.tec.mx
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¿Es la “generación de cristal” más sensible?

Por: Paulette Delgado

Las necesidades, expectativas, perspectivas y aspiraciones de la “Generación Z” son muy diferentes a las de generaciones pasadas. Lejos de ser una “generación de cristal”, estamos ante jóvenes sensibles comprometidos con el activismo en diversas temáticas de justicia social. ¿Qué pueden hacer las universidades para adaptarse a las necesidades de las nuevas generaciones?

La Generación Z, también conocida como «generación de cristal», o «snowflakes» (copo de nieve) en inglés, es una generación que se caracteriza por ser más sensible a los estímulos, según varios autores, entre ellas, Lucie Sara Zavodna quien organizó una mesa redonda con distintos académicos para conocer sus opiniones sobre esta generación.

Según las actas de la conferencia en la que se llevó a cabo la mesa redonda: Is the Snowflake Generation More Sensitive? Research from the Teaching of the New Generation, la “generación de cristal” también conocida como “generación de copos de nieve”, es un término que se usa a menudo para las personas nacidas entre 1995 y 2010. El diccionario Collins da una definición simple: «La generación de personas que se convirtieron en adultos en la década de 2010, vistos como menos resistentes y más propensos a ofenderse que las generaciones anteriores». Los jóvenes son descritos por las personas mayores como volubles, sensibles y con un sentido exagerado de lo que es políticamente correcto. Además, son vistos como impacientes ya que están acostumbrados a obtener información, trámites y compras más rápido gracias al internet.

La autora describe la existencia de lo que se conoce como sensibilidad de procesamiento sensorial (SPS), un rasgo de personalidad que se refiere a la tendencia a procesar estímulos e información con más fuerza y ​​profundidad que otros. La SPS puede reflejarse en muchos otros aspectos como «una mayor profundidad de procesamiento de información, mayor reactividad emocional y empatía, mayor conciencia de las sutilezas ambientales y facilidad para la sobreestimulación, que se cree que es impulsada por un sistema nervioso central más sensible».

Aunque este rasgo de personalidad tiene aspectos positivos como la empatía, puede afectar de manera negativa el bienestar, la calidad de vida y las dificultades funcionales de la persona. Según la investigación de la autora, se ha demostrado que el SPS es un factor de riesgo para la salud mental ya que pueden terminar en ansiedad y depresión.

Para evaluar la SPS se creó un cuestionario llamado Escala de persona altamente sensible (HSPS por sus siglas en inglésel cual fue aplicado por la Dra. Lucie Sara Zavodna a 407 estudiantes universitarios de cuatro universidades diferentes de la República Checa, todos ellos de la denominada «generación de cristal». El 10 % de los hombres y un 43 % de las mujeres resultaron ser altamente sensibles, pero la tasa promedio fue de medianamente sensible. Un 50 % de los hombres y un 55% de las mujeres encuestadas indicaron que su sensibilidad les afecta durante sus estudios. Por otro lado, el 40 % de los hombres respondieron que se consideran más sensibles que sus padres, lo mismo que el 50 % de las mujeres.

La autora explica que la sensibilidad afecta con frecuencia diferentes aspectos de su vida y comparte algunos testimonios de los estudiantes encuestados:

  1. Incapacidad para concentrarse«No puedo concentrarme en tareas importantes a menos que mi psique esté bien. Por el contrario, estoy retirando, posponiendo o cancelando planes en ese momento. Trabajo en la tranquilidad y solo así puedo volver a mis actividades originales”.
  2. Timidez«Simplemente me afecta en toda mi vida. En ciertas situaciones me da vergüenza y a veces he tenido, y todavía tengo, problemas para hacer lo necesario, como preguntar si no entendí algo en clase”.
  3. Sobrecarga de información. Se sienten perdidos y con miedo al fracaso: «Soy muy sensible y me agobio con mucha facilidad, especialmente al comienzo del semestre, cuando en cada lección recibimos las condiciones de finalización del curso. Agradecería tareas regulares en lugar de una larga, que se entrega al final del semestre. Me hace sentir tranquila porque sé que haré un poco de trabajo para cada clase».
  4. Subestimación, especialmente de sus capacidades: «No creo que pueda hacer tanto. Simplemente hay mucho y tengo que pensar en muchas cosas. No sé qué hacer primero. Pospongo cosas que no me importan o que no disfruto».
  5. Estrés y ansiedad«En situaciones estresantes, a menudo sucumbo al estrés, cuando me digo a mí mismo que no puedo dejarlo, pero como tengo a las personas adecuadas a mi alrededor para apoyarme en cada situación, soy capaz de manejar cualquier situación».
  6. Sobrecarga de los sentidos«Los olores fuertes (perfumes sintéticos, dulces fuertes) provocan ataques de asfixia, tos y alergias. Si hubiera una recomendación de no usar perfumes y desodorantes con olor fuerte (una práctica similar existe en Canadá) sería bueno. He visto inhaladores usados ​​por asmáticos en algunos estudiantes, entonces la medida tendría sentido porque es un tema de salud para ellos».
  7. Propensión a la perfección. A menudo se entrenan a sí mismos a la perfección para no fallar«Por ejemplo, si tengo que manejar en algún lugar (siendo principiante), tengo que estudiar la ruta de antemano, ver si el camino es en alguna parte cuesta arriba, si tengo un lugar para estacionar, etc. No me gusta tratar con las cosas en el acto».
  8. Posición inferior. Los estudiantes no toleran la posición superior. Quieren un profesor que sea su «amigo»«No me gusta cuando mi profesor levanta la voz, amenaza con castigarme o dice algo con lo que no estoy de acuerdo. Me molesta la posición profesor contra alumno, donde el profesor siempre está en una posición más alta».

De todos estos puntos, los más frecuentes entre los estudiantes fueron aquellos de enfoque y concentración. Pero también culparon a los profesores como causa principal; ya sea por el miedo que les tienen, porque era muy aburrido, su material es poco interesante, sus tareas muy difíciles o cosas por el estilo. También mencionaron ansiedad y estrés, en este punto nuevamente culpan a sus profesores.

La Dra. Zavodna demostró con su cuestionario que el 40 % de los hombres y el 50 % de las mujeres encuestadas se consideran más sensibles que sus padres. Aun así, para Paula Rice y Margrethe H. Bakke, quienes participaron en la mesa redonda que organizó la Dra. Zavodna, etiquetarlos como “generación de cristal” es problemático. Para las investigadoras, verlos de esta manera es una perspectiva limitante, ya que esta nueva generación participa más activamente en cuestiones de justicia social, se enfrenta a comentarios negativos a través de las redes sociales, utiliza con éxito las tecnologías digitales y muchas cosas más.

Los educadores deben buscar maneras de valorar estas experiencias y aprovecharlas en el aula. Para poder realmente aprovechar las virtudes de los estudiantes y guiarlos para tener éxito en el futuro, todo docente debe aplicar pedagogías críticas. Las investigadoras señalan que «los objetivos de las pedagogías críticas se alinean con las necesidades tanto de los estudiantes actuales como de la sociedad en general. En particular, proponemos el uso de una pedagogía de la amabilidad como una forma de conceptualizar la forma en que vemos a nuestros alumnos y nuestra relación con ellos».

Cuando un docente trata a los estudiantes como si fueran de «cristal», los posiciona como incapaces de navegar el mundo actual y que, por lo tanto, necesitan ayuda o vigilancia constante. Por eso es importante, según Rice y Bakke, utilizar una pedagogía de la amabilidad que capacite y empodere a los estudiantes ya que bajo esta visión, son comprendidos como individuos y se valora su experiencia personal en su aprendizaje. Rice y Bakke señalan que «la enseñanza no se ve como algo que «arreglará» las debilidades de los estudiantes o que deba ajustarse para compensar alguna falla generacional inherente. Esta pedagogía supone que los profesores se acerquen a los estudiantes con consideración positiva incondicional y que a través de esto, puedan construir el conocimiento y las habilidades que necesitan para convertirse en ellos mismos en el futuro».

En el 2016, The Financial Times incluyó «copo de nieve», en su lista anual Year in a Word y lo definió como «un término despectivo para alguien que se considera demasiado vulnerable emocionalmente para hacer frente a puntos de vista que desafían los suyos, particularmente en universidades y otros foros que alguna vez fueron conocidos por debate sólido».

La generación posmilenial, para la que se ha empleado estos términos, se percibe como poco tolerante, rápidos en ofenderse, faltos de resiliencia y débiles emocionalmente, está siendo socavada y menospreciada. Según las autoras, los medios utilizan anécdotas y estereotipos para describir cómo se comportan y reaccionan en lugar de ofrecer datos concretos.

Un ejemplo de ello es como se ha tratado a la joven activista Greta Thunberg. En el 2019, el periodista australiano Andrew Bolt, escribió una columna criticando a Thunberg, calificándola como un «mesías profundamente perturbado del movimiento del calentamiento global»,  y agregando que «nunca había visto a una niña tan joven y con tantos trastornos mentales tratada por tantos adultos como un gurú». Gran parte de estos comentarios hacen referencia a que la activista fue diagnosticada con Síndrome de Asperger, utilizando este diagnóstico para desmeritar sus acciones. «Es un síntoma de autismo y formas de Asperger no ‘preocuparse realmente por los códigos sociales’, o no entenderlos completamente. Eso a menudo significa no tolerar compromisos con otras personas o sus puntos de vista», escribió Bolt.

La representación negativa de los jóvenes diagnosticados como neuro divergentes o con trastornos mentales como «perturbados» por ser incapaces de tolerar ideas que contrarresten las propias, no solo es ignorante sino también dañino para estas personas. Además, esta estigmatización se vincula con problemas de salud mental, minimizando los desafíos que las nuevas generaciones enfrentan. Las nuevas generaciones viven recibiendo acoso en línea y abuso digital por defender sus creencias ya que, al hacerlo, se les denomina como «copos de nieve» o de «cristal». Llamarlos así no hace más que etiquetarlos negativamente.

Enseñando con amabilidad

La experta en la Generación Z, Corey Seemiller, cree que las «necesidades, expectativas, perspectivas y aspiraciones (de los nuevos estudiantes) son diferentes de las de aquellos que ingresaron a la universidad antes que ellos». La realidad es que ha habido un aumento en el activismo universitario y el compromiso de los estudiantes en su lucha en temas de justicia social, por lo que Seemiller los describe como «prioritaria de actuar sobre las raíces de los problemas sociales globales sobre una acción más local a corto plazo sobre los síntomas de estos problemas. Interactúan con diversos grupos en el campus y en todo el mundo a través de las redes sociales, por lo que los estudiantes son actores clave en el cambio social fuera del aula. Aportan a esto su experiencia con tecnología innovadora y una gama de herramientas digitales, ya que esta generación es ampliamente reconocida como «nativos digitales»».

Según Rice y Bakke esto afecta la manera en que aprenden ya que a esta generación le beneficia la enseñanza por medio de «la observación, utilizando videos en línea y publicaciones en redes sociales como herramientas de instrucción, creando hábitos de aprendizaje independiente e intrapersonal y un enfoque práctico». Lo aprendido lo ven como algo que pueden aplicar a más de un área de sus vidas. Las instituciones de educación superior han sido criticadas por no adaptarse a las innovaciones en pedagogía.

Los estudiantes de hoy son constantemente bombardeados por diferentes perspectivas y fuentes de información que están a su disposición 24 horas del día, por lo que las universidades deben adaptarse a estos cambios, permitiéndoles participar activamente en el proceso de evaluar la información y las referencias que utilizan, y guiarlos para que conozcan diferentes perspectivas de manera que puedan  construir su conocimiento y camino hacia un mejor futuro.

Las instituciones educativas muchas veces se centran en enseñar lo que ellos consideran conocimiento importante y cómo éste debe aprenderse. Rice y Bakke señalan que «las universidades aplican un modelo transaccional de educación, con los estudiantes en el papel de clientes, los profesores en el servicio de complacencia del cliente y los administradores como gerentes». Es decir, «un modelo que drena todo el sistema de su humanidad y conduce a decisiones en todos los niveles donde la personalidad de un estudiante, docente o administrador se ve disminuida». Existe un interés en la comunidad educativa de aprender nuevas prácticas pedagógicas que permitan a los estudiantes desarrollar diversas formas de comprender el conocimiento y el aprendizaje.

Para Rice y Bakke el problema no es la llamada «generación de cristal»,  son los modelos educativos y las pedagogías desactualizadas. Calificar como una «debilidad» el hecho de que un estudiante se ofenda fácilmente, hace que la responsabilidad recaiga únicamente sobre el estudiante y no en las instituciones y sus deficiencias. Necesitamos una enseñanza que utilice enfoques que se alineen a las necesidades del estudiantado y su contexto social.

Hablar de los problemas actuales en el aula desde una perspectiva global y crítica ayudará al estudiantado a tener una reflexión crítica sobre cómo un proceso emocional se relaciona con las ideas de autocompasión y abierto a otros puntos de vista. «Los estudiantes y educadores se han resistido a participar en el proceso de reflexión crítica y perturbación de patrones de pensamiento rígidos y binarios debido a la incomodidad y vulnerabilidad involucradas», dicen Rice y Bakke. Puede ser por esto que a los estudiantes les resulta difícil comprometerse con ideas que no reflejan su comprensión o forma de ver el mundo, algo que no sólo es responsabilidad de ellos, sino que también recae en las personas que les enseñan.

Adaptar una pedagogía de la amabilidad que se guíe por la compasión y el cuidado requiere docentes que identifiquen las preocupaciones de los estudiantes, vean el mundo desde sus perspectivas, y que tengan buena comprensión de los desafíos que enfrentan. La amabilidad es algo que no se considera central para la enseñanza e implica un cambio en la práctica docente  ya que implica que los docentes  modifiquen su enfoque de enseñanza del control a uno donde se construyen relaciones con sus estudiantes. «Las estructuras de poder en las que el docente tiene poder y el estudiante no tiene ninguno, debilita la conciencia social y socava el cambio social necesario», describen las investigadoras.

Igualar la distribución de poder o ejercer un modelo menos jerárquico permite a los estudiantes pensar de forma independiente. Cambiar esta práctica por un enfoque de amabilidad ayuda a empoderar a estudiantes de diversos orígenes y les permite tener un papel activo en su aprendizaje y convertirse en personas comprometidas con las actividades de clase y las cuestiones de justicia social. Además de motivarlos en sus estudios y sentirse valorados y respetados, lo que ayudará particularmente a aquellos que sufren problemas de salud mental o a quienes han sido  marginados y descartados por pensamientos estereotipados.

Una pedagogía de la amabilidad requiere que los estudiantes sean vistos como personas primero y estudiantes después. Es importante mencionar que «la compasión no compromete el rigor ni las expectativas. Más bien, modela cómo los estudiantes pueden involucrar a sus futuros interesados. Sin embargo, cambiar la forma en que uno se ve a sí mismo como docente y cómo ve el conocimiento no es sencillo y hace que cambiar la forma de enseñar sea un objetivo permanente». Está claro que implementar un nuevo modelo pedagógico no es sencillo ya que temas personales pueden surgir, ya sea por creencias arraigadas sobre la enseñanza y el aprendizaje que impactan lo que hacen, el contenido del curso y las estructuras institucionales.

La pedagogía de la amabilidad puede lograrse a través de pequeños cambios, principalmente la actitud que tenemos hacia los estudiantes; se necesita generar confianza, creer en ellos. Rice y Bakke afirman que «implementar una pedagogía de la amabilidad no tiene por qué llevar mucho tiempo ni ser agotador», ya que «la amabilidad se experimenta más intensamente a través de gestos aparentemente pequeños realizados con sinceridad».

Esto es importante porque las instituciones educativas se encuentran inundadas de tareas, proyectos y evaluaciones de manera que no se dan el tiempo para implementar una nueva pedagogía con el pretexto de que implicaría un aumento en la  carga de trabajo. Los docentes deben ser conscientes de quiénes son sus estudiantes, sin basarse en prejuicios o  estereotipos que los hacen ver como personas hipersensibles, débiles, o defectuosas.

Es hora de que dejemos de verlos como una «generación de cristal» y reconocer su compromiso con el mundo que los rodea y verlos como personas capaces de  hacer contribuciones significativas. Cuéntanos, ¿consideras a las nuevas generaciones como de «cristal»? ¿Crees que se necesita modificar los enfoques pedagógicos para ser más amables? ¿Cómo podemos implementar una pedagogía de la amabilidad?

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx
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