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Hegemonía, cultura, lenguaje: un campo de lucha

La herencia de Antonio Gramsci ofrece, entre otras aportaciones, una perspectiva fructífera para analizar la hegemonía como algo dinámico, contradictorio, sujeto a un conjunto de fuerzas que la disputan. Análisis como los de Rhina Roux y Ana Esther Ceceña son algunos de los testimonios de lo fecundo que es pensar la hegemonía como una relación, dinámica e inestable.

Cuando se piensa la hegemonía como proceso, como algo que sucede en el tiempo, que está sucediendo ahora, hegemonía como un campo de fuerzas que siempre está en juego, y por tanto en disputa, entonces el poder (no solo la dominación, sino los contrapoderes de luchas y resistencias) también se desobjetiva, se desreifica: el poder se entiende como una relación, una relación que necesita actualizarse y es siempre cambiante.

“Lo que aquí se propone es comprender la hegemonía, usualmente entendida como sinónimo de “ideología dominante” o de “consenso”, en términos menos esencialistas y más procesuales y dinámicos: como un vocablo que permitió a Gramsci conceptualizar el conflictivo proceso político y cultural de conformación de una relación estatal, así como su disputada y frágil reproducción en las prácticas cotidianas, el lenguaje y las mentalidades.” (Rhina Roux)

En una sociedad fracturada, atravesada siempre por jerarquías, asimetrías, inequidades, opresiones, resistencias y luchas, lo que los sujetos individuales producen y reproducen está también atravesado por sus posturas, sus posiciones, respecto a esa sociedad. Así, la cuestión del poder y la hegemonía no puede desligarse de los fenómenos que nos hacen humanos como el lenguaje (el habla articulada, la lectoescritura, la lengua) y la cultura (la producción, reproducción y constante trato con significantes, con símbolos, con actividades y objetos cargados de significación colectiva).

Es central el lenguaje:

“Lo verdaderamente notable de la condición humana se refleja mejor en la historia de la Torre de Babel, en la que la humanidad, con el don de una única lengua, se aproximó tanto a los poderes divinos que Dios se sintió amenazado. Una lengua común conecta a los miembros de una comunidad con una red de información compartida con unos formidables poderes colectivos. Cualquiera se puede beneficiar de los toques de genialidad, los golpes de fortuna o el saber espontáneo de cualquier otra persona, viva o muerta. Además, las personas pueden trabajar en equipo, coordinando sus esfuerzos mediante acuerdos negociados.” (Steven Pinker)

El habla nos permite no solamente comunicarnos, sino debatir, dialogar, poner en la mesa acuerdos y disensos, llegar a acuerdos, pactar acciones colectivas: hacer política. Por ello el lenguaje es de suyo político.

Entonces, todos los integrantes de una totalidad social son productores y constantemente activos en el intento de hegemonizar el lenguaje y la cultura, tanto el poder como todos los sectores o clases subalternas. Participamos todos en la apropiación de lo tradicional, en el consumo activo de lo producido por la cultura hegemónica, en el constante diálogo y disputa por establecer los signos y las referencias de quiénes somos, qué destino seguimos, cómo nos ordenamos en sociedad. Establecer una idea del mundo, de la sociedad, de la historia, y por ello también de lo que debemos ser.

Saber que la hegemonía no es unidireccional ni estática permite leer los procesos sociales, políticos, culturales y lingüísticos (el habla, la escritura) de una manera más compleja: el poder construye constantemente su hegemonía, produce y fabrica consenso, pero su mandato no queda intacto al ser acatado e incluso obedecido, pues el significado se modifica en cada sector, en cada individuo, en cada generación, y por eso el poder tiene que estar trabajando todo el tiempo en la defensa de su discurso, su idea de cómo es el orden normal. Y los grupos subalternos construyen significados que dialogan o compiten con ese discurso, también se disputa el “sentido común”.

Por otra parte, los subordinados, las clases subalternas, no producen su propia cultura sin interactuar con la cultura oficial, estatal o privada, hegemónica. Responden a los discursos y significantes del Estado, del nacionalismo, el populismo, el mercado, con producciones sígnicas o simbólicas (culturas) propias que combinan lo tradicional y lo moderno, lo culto y lo popular, lo hegemónico y lo contracultural.

No nos gusta el término “híbrido” que usa Néstor García Canclini para aludir a esas mezclas que transgreden las dicotomías culto/ popular, tradicional/ moderno, hegemónico/ subalterno, porque un híbrido, en la biología, es una mezcla de dos especies cuya descendencia es estéril. Hay algo de la “hybris”, la transgresión de límites que los griegos desaconsejaban (“Nada en demasía”). Pero en efecto, esos límites se rompen, no son fronteras fijas, son combinaciones fecundas, fructíferas como la interacción entre géneros musicales, por ejemplo.

Dada esta complejidad de los fenómenos de hegemonía, lenguaje y cultura, el estudio de los mismos, así como del poder y de los sujetos frente al poder, no puede ser agotado por una sola ciencia o disciplina: lo económico, la ciencia política, la jurídica, sino que tiene que buscar una interdisciplina o una transdisciplina con elementos de estudios lingüísticos, culturales, antropológicos, sociológicos, de la comunicación, filosóficos.

Incluso las teorías mismas no son meros espejos neutrales que nos devuelven la imagen del objeto o del fenómeno. Ellas mismas están ubicadas e inmersas en posturas, posiciones, puntos de vista que pueden y deben ser críticos, incluso críticos de sus propios instrumentos o andamiajes teóricos. Asumir una postura teórica es ya una política. Foucault es claro en ello: el poder produce regímenes de verdad y quienes resisten producen también saberes desde la resistencia y la lucha.

La hegemonía se revela así como un elemento fecundo en posibilidades: puede asomarse el lector, el investigador, el militante, al mundo histórico contemporáneo comenzando por cualquier ventana (la lengua, la cultura, la política, la economía, etcétera), y pronto encontrará las relaciones que hacen que en cada producción lingüística, cultural, artística, se muestren las fuerzas que intentan hacer prevalecer su régimen de verdad, las que pretenden definir qué es lo justo, qué es lo correcto, qué es lo normal, o hacia dónde está bien que se dirija el proceso social el deber ser, la utopía-horizonte.

Y aún si los participantes tienen elementos desiguales en la disputa, por ejemplo, el capital y sus Estados y empresas  transnacionales cuentan con avasallantes tecnologías, bélicas, industriales, de armamentos, enseres domésticos, alimentos, medicamentos, medios y tecnologías de comunicación, entretenimiento, información, libros, educación, etcétera (Ana Esther Ceceña); por el otro lado, las sociedades, los pueblos, las comunidades, los grupos, los individuos, no asisten pasivamente a consumir los productos y las ideas de los grupos dominantes, sino a modificarlos, resignificarlos, reelaborarlos, apropiarse algunas cosas, pero rechazar y contestar otras. Y contraponer sus propias producciones y creaciones, sus propios símbolos.

Es por ello que ninguna práctica política, ninguna militancia, ninguna agencia puede simplemente contentarse con la acción, ni siquiera si es masiva y puede obtener victorias inmediatas, porque así como los grupos subalternos pueden resignificar incluso productos elaborados desde el poder, también la hegemonía dominante puede cooptar y refuncionalizar los discursos, prácticas, consignas y símbolos contestatarios para tratar de neutralizarlos y domesticarlos.

Un ejemplo interesante es la ideología multiculturalista. Como bien explica Consuelo Sánchez: el multiculturalismo es una construcción del liberalismo. Básicamente propone tolerar las diferencias, las diversidades, especialmente culturales, lingüísticas, la diversidad sexual, como elecciones privadas, siempre en el marco de una hegemonía liberal, es decir, individualista, burguesa, capitalista, defensora de la propiedad privada y el “libre mercado”.

A los indígenas mexicanos, ´por ejemplo, el multiculturalismo del Estado mexicano les permite respetar su diversidad lingüística, cultural, su arte-artesanías, sus rituales y cultos, pero no admite su derecho al territorio. La hegemonía liberal, desde el triunfo de la generación de Benito Juárez y Lerdo de Tejada, ha puesto énfasis en expropiar el territorio (y la autonomía) indígena. Se trata de poner en el mercado las tierras que los indígenas han defendido desde la colonia, la Nueva España. La concentración de la tierra en unas pocas manos durante la dictadura del liberal Porfirio Díaz fue el resultado de la Reforma: el libre mercado no propicia la pequeña propiedad, sino el latifundio, y, en general, la acumulación de la tierra y de los medios de producción en pocas manos.

Así los neoliberales que han gobernado México desde al menos 1982 a la fecha no podrían tolerar que los pueblos, comunidades y organizaciones indígenas, como las comunidades zapatistas o las del Congreso Nacional Indígena, y otras, reclamen su territorio: tierras, aguas, bosques, selvas, desiertos, lagos, etcétera. Para ellos, reconocer la autonomía y el derecho indígena al territorio rompe con el paradigma liberal de la propiedad privada (o estatal, que no es lo mismo que social, colectiva, mucho menos comunitaria) de la tierra.

Por eso fueron los partidos de todo el espectro político los que se negaron a aprobar los Acuerdos de San Andrés, reviviendo el argumento de Ginés de Sepúlveda frente a Fray Bartolomé de las Casas: los indígenas no pueden autogobernarse. El fantasma de que aprobar los “usos y costumbres” indígenas llevarían a la violación de derechos humanos, especialmente los derechos de las mujeres (a pesar de que las mujeres indígenas han ido reivindicando sus derechos sin abandonar la lucha por la autonomía y los derechos y cultura indígenas) es un argumento análogo a los que en el siglo XVI acusaban a los indígenas de idólatras, paganos, propicios a los sacrificios humanos.

En realidad, se trata del territorio. Escribió María de Jesús Patricio Martínez:

“Los pueblos originarios tienen una relación estrecha, tamizada por sus tradiciones, con la Madre Tierra y con el territorio que ocupan; en él se incluyen la tierra, el aire, el agua y el bosque.”

Los pueblos indígenas tienen una relación diferente con la tierra, que no es un objeto, ni puede ser propiedad privada: incluso es madre: Madre Tierra, Pachamama, la Madre Ceiba de los mayas. Por ello proponen que la tierra sea no propiedad,  lo común. (EZLN, comunicados de 2023) Esto es una herejía inaceptable para el liberalismo, para el cual la tierra es un “recurso natural”  apropiable, explotable, privatizable o estatizable.

Por ello el límite liberal es, claro, multiculturalista: puedes ser diferente y diverso en todo lo simbólico, cultural, folklórico, la cultura popular, pero la tierra y el territorio deben ser asunto solo de la economía capitalista, el mercado o el Estado nacionalista.

Contra ello, los pueblos indígenas construyen una resistencia no solo de facto, con sus autonomías y su defensa del territorio, sino con saberes, conocimientos y teorías: muestra de ello son los textos de zapatistas, indígenas del CNI, los mapuche en América del Sur y otros pueblos y autores indígenas. Como otros sectores, clases, etnias y grupos subalternos, los indígenas construyen otro sentido común desde el cual se lee diferente la vida y se propone otro modo de organizarse colectivamente. Lo mismo pueden hacer, y hacen, otros sectores, clases y grupos subalternos: luchan por la hegemonía, la disputan, pelean por su derecho a vivir en paz en el mundo, e incluso trabajan por un mundo en que quepamos todos.

Fuente de la información e imagen:  https://zapateando.wordpress.com

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Pueblos indígenas defienden la selva amazónica y sus alimentos tradicionales

Por Sergio Ferrari

La Cumbre Amazónica, resultados mitigados

Alimentación abundante o hambre multiplicada. Preservar la Madre Tierra o destruir la biodiversidad. Disyuntivas cada vez más cotidianas con efectos directos para una gran parte de la población mundial. Los pueblos indígenas toman la palabra y exigen protagonismo.

El pasado 9 de agosto, para celebrar el Día Internacional de los Pueblos Indígenas 2023, la Red de Pueblos Indígenas “Slow Food”, la cual reúne a 370 comunidades en 86 países, lanzó una Campaña Mundial con el eslogan “Descoloniza tu comida”. Dicha iniciativa anima a las comunidades indígenas a reforzar la lucha para preservar su patrimonio alimentario contra los avances de la “comida rápida”, o “fast food” (https://www.slowfood.com/es/).

Alimentos industrializados vs. biodiversidad

Según los promotores de la Campaña, desde tiempos ancestrales los pueblos autóctonos han defendido y promovido una exhaustiva variedad de especies vegetales y animales y bregado arduamente para asegurar la sobrevivencia de sus conocimientos tradicionales, sus lenguas y sus alimentos, todos ellos seriamente amenazados de extinción por procesos sociales y ambientales destructivos.

La Red de Pueblos Indígenas destaca también que sus territorios, donde vive el 6% de la población mundial, concentra el 80% de la biodiversidad del planeta. Y que sus comunidades son depositarias de conocimientos y alimentos tradicionales. Sin embargo, el acaparamiento de tierras, las prácticas agrícolas insostenibles, las violaciones de los derechos de los pueblos indígenas y el cambio climático amenazan dramáticamente esa herencia.

Otra amenaza trascendente, que a veces no se manifiesta de forma tan obvia, es la colonización creciente de los alimentos locales o nativos por parte de la industria alimenticia. Por una parte, esta industria y sus corporaciones procuran apropiarse de los conocimientos y productos indígenas sin el consentimiento de dichas comunidades. Además, sin reconocerlo ni redistribuir los beneficios con las mismas. Por otra parte, los comestibles industriales y globalizados desplazan gradualmente a los generados por las comunidades locales y tradicionales.

La Red de Pueblos Indígenas denuncia que los medios de comunicación y, en muchos casos, también las políticas públicas, fomentan la producción y el consumo de los productos alimenticios industriales. Como consecuencia, se agrava la inseguridad alimentaria de las comunidades indígenas debido a la homogeneización de su dieta básica y la desaparición de tradiciones y aun sabores culinarios, economías locales e identidades alimentarias.

Las Naciones Unidas advierten que ya en 2020 unos 130 millones de personas en América Latina y el Caribe no lograban contar con una dieta cotidiana saludable. Un informe de varias agencias de la ONU devela el escándalo nutricional que golpea el continente: “En la región, la prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave, de sobrepeso en niños y niñas menores de cinco años, y de obesidad en adultos, es superior a los promedios mundiales. Además, la región tiene la dieta saludable más costosa en comparación con otras regiones del mundo” (https://www.fao.org/3/cc3859es/cc3859es.pdf).

La antítesis de las recetas autóctonas la constituye la comida “chatarra”, o “de rápido acceso” (de allí su nombre en inglés, fast food), con altos niveles de grasas, azúcar, condimentos y aditivos. De acuerdo con datos de la consultora Grand View Research, el mercado mundial de comida rápida generó 529.500 millones de dólares en 2020. Las estadísticas anticipan para ese sector una tasa compuesta de crecimiento anual (CAGR) de 4,6% entre 2021 y 2028 (https://thefoodtech.com/nutricion-y-salud/dia-de-la-comida-chatarra-un-tema-de-salud-que-atane-a-todos/).

El movimiento indígena recuerda el valor de lo propio, de su sabiduría popular: los alimentos autóctonos y tradicionales pueden desempeñar un papel importante en la lucha contra el hambre y la malnutrición. Las dietas a base de ingredientes naturales contribuyen a un estilo de vida saludable y preservan los ecosistemas locales y los recursos medioambientales. Y concluye que “dicho modelo se encuentra en fuerte competencia con los alimentos procesados de la industria agroalimentaria y el creciente uso de Organismos Genéticamente Modificados (OGM)”. La “inundación” del mercado con estos productos provoca un cambio considerable en los hábitos alimentarios, cuyos efectos nocivos para la salud se expresa cotidianamente. Sólo en 2022, la superficie mundial de cultivos transgénicos aumentó un 3,3%, alcanzando los 202 millones de hectáreas, la superficie más alta jamás sembrada hasta ahora. Este incremento se dio, especialmente, en Brasil, Australia, India, Paraguay y Sudáfrica.

De los 29 países que siembran cultivos transgénicos en el mundo, 10 se encuentran en Latinoamérica, región donde se concentra casi la mitad del área cultivada. De los 10 principales países de este sector, 4 son latinoamericanos, con Brasil y Argentina a la cabeza (https://www.argenbio.org/actualidad/67-temas-de-interes/12691-biotec-latam-un-gran-logro-de-2022).

Alimentos e identidad

Comentando sobre la importancia de la Campaña Descoloniza tu comida, Dalí Nolasco Cruz, dirigente indígena mexicana, y miembro del directorio de Slow Food, sostiene que “Nuestra alimentación nos conecta con nuestras comunidades, con la Madre Tierra y con nuestros antepasados. Es nuestra cultura, nuestro conocimiento, nuestra vida, es decir, nuestra propia identidad».

Para esta joven activista social oriunda del Pueblo Nahua de Tlaola, en Puebla, dirigente de la organización local Timo’Patla Intercultural A.C. y miembro de la mesa coordinadora de la Red Mopampa de empresas de economía social y solidaria de mujeres indígenas, «es esencial garantizar que los alimentos de los pueblos indígenas sigan siendo respetados, protegidos y celebrados como parte integrante de la cultura culinaria mundial» (https://www.gob.mx/bienestar/es/articulos/mopampa-proyecto-de-mujeres-para-mujeres). En México, la Red de Pueblos Indígenas está desempeñando un papel muy activo en esta campaña al promover que las comunidades indígenas identifiquen y presenten los alimentos locales que desean descolonizar. Desde años participa en las diversas iniciativas y campañas que demandan un país sin transgénicos (https://www.comidalenta.org/ogm/).

Nolasco Cruz insiste fervientemente en la necesidad imperiosa de promover la «agricultura local para defender la biodiversidad, el territorio y la identidad de las comunidades nativas”, en particular en América Latina, “donde la situación sigue siendo crítica”. Ya en 2022, en declaraciones de prensa, afirmaba que en las comunidades indígenas esta labor es aún más importante pues la represión que han sufrido durante muchísimo tiempo ha causado que se olviden de sus tradiciones. «Muchas mujeres indígenas mexicanas están haciendo recetarios para descolonizar la dieta, reeducar los paladares y reconectar con los sabores de los pueblos indígenas y los ancestros».

Participación indígena para preservar la Amazonia

El 8 y el 9 de agosto, y en paralelo – aunque sin ninguna relación orgánica– con la Campaña Descoloniza tu Comida promovida por la Red de Pueblos Indígenas (muchos de los cuales viven en naciones de la cuenca amazónica), se realizó en la ciudad de Belém de Pará, en el norte brasileño, la Cumbre de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA). En dicha Cumbre, convocada por Brasil, también participaron dirigentes de primer nivel de Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, Guyana, Surinam y Venezuela –las otras siete naciones que integran esa región geográfica, verdadero pulmón ecológico y principal reserva de la biodiversidad del planeta.

El documento final, con un centenar de puntos, incluye una agenda para confrontar la deforestación y establece medidas de cooperación entre naciones para la protección del Bioma Amazónico. Un aspecto clave del documento final consiste en recordarle a las naciones poderosas del mundo que deben cumplir sus compromisos financieros destinados al cuidado y la protección de la Amazonia, tal como lo establecen los acuerdos climáticos de la ONU. Se trata de una cifra cercana a los 100.000 millones de dólares anuales. A pesar de esos pasos positivos, portavoces de las comunidades indígenas expresaron su escepticismo sobre los resultados globales de la Cumbre. Temas esenciales como la meta de deforestación cero hasta 2030 o el control de la expansión petrolera y de gas en la Amazonia no encontraron respuestas efectivas.

Importantes organizaciones indígenas, fundamentalmente de Brasil, reunidas en Brasilia muy poco antes (28 a 30 de junio), fueron categóricas en cuanto a la exigencia de una participación activa de los pueblos indígenas en la Cumbre Amazónica. En esa ocasión se acordó convocar una suerte de pre-Cumbre (sociedad civil y representantes de los gobiernos) en la misma Pará de Belém. Sin embargo, la participación real de los pueblos indígenas en el cónclave de la OTCA así como en la dinámica de toma de decisiones, sigue siendo un punto de fricción debido a desavenencias entre la sociedad civil y los Estados.

A fines de junio, las organizaciones indígenas reunidas en Brasilia advirtieron que, si bien los pueblos indígenas de la cuenca amazónica “son verdaderos y profundos expertos y protectores de los bosques, aún no cuentan con las condiciones necesarias e indispensables aseguradas para participar efectivamente en los procesos de diálogo, proposición y construcción de la mencionada Cumbre”. Además, que abordar la agenda de la Amazonía sin la participación efectiva de sus propios Pueblos Indígenas demuestra la falta de reconocimiento de sus vidas y de los roles que juegan a favor del mantenimiento y defensa de los bosques. “Una vez más”, señalaron en dicha ocasión, “nos enfrentamos a debates y construcción de propuestas sobre nuestros territorios sin la garantía de nuestra participación, lo que revela la práctica colonialista recurrente que busca silenciar nuestros protagonismos, al tiempo que suplanta nuestras voces y autonomía en los espacios de toma de decisiones” (https://www.brasildefato.com.br/2023/07/05/pueblos-indigenas-piden-mas-espacio-para-participar-en-la-cumbre-de-la-amazonia).

Con la mira en la preservación de la biodiversidad amazónica y poniendo el acento en la necesidad de la valoración de los alimentos autóctonos, los primeros días de agosto el movimiento indígena pasó a la ofensiva. Y alzó su voz fuerte y decidida, aunque no siempre escuchada, reconocida y valorada por los Estados y el poder económico. Un paso más de denuncia de la colonización 531 años después de un tal Cristóbal Colón.

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Debate en la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual: Conocimiento indígena y recursos genéticos, apropiados indebidamente por grandes corporaciones y Estados

Por Genaro Bautista

Necesario nombrar Custodios Indígenas de Recursos Genéticos. Conocimientos tangibles e intangibles indígenas representan un soporte vital social. Pandemia y falta de conectividad obstáculos para avanzar en negociaciones.

Después de dos décadas de negociaciones, este año se espera acelerar los acuerdos del Instrumento Jurídico Internacional sobre Conocimientos Tradicionales, Propiedad Intelectual y Recursos Genéticos en la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI).

Durante la 42 sesión del Comité Intergubernamental sobre Propiedad Intelectual y Recursos Genéticos, Conocimientos Tradicionales y Folclore, celebrada del 28 de febrero al 4 de marzo de 2022, la representación indígena, manifestó su confianza para que, después de dos décadas de negociación, ahora sobre Recursos Genéticos, se tenga un instrumento final vinculante y piden revivir el espíritu de compromiso que embargó la CIG 36, para que cualquier compromiso sea respetuoso con los derechos de los Pueblos Indígenas y las Comunidades Locales.

Los representantes de pueblos indígenas recordaron que el motivo de estas negociaciones se centra en la apropiación indebida del conocimiento tradicional indígena por parte del capital global y a expensas de los pueblos indígenas.

Por ello, afirman, “cualquier instrumento que surja de estas negociaciones debe tener como objetivo la protección de los derechos indígenas, y no limitarlos en función de los intereses de Corporaciones y Estados que han violado persistentemente los derechos de las sociedades originarias”.

Fue una Jornada intensa, donde la habilidad del Caucus Indígena, permitió pequeños pero significativos avances del Instrumento, con el respaldo de países de Abya Yala, África, Asia, Suiza y otros países de la Unión Europea.

Aunque las negociaciones fueron complejas, se tiene la simpatía de nombrar a los Custodios Indígenas de los Recursos Genéticos, buscando que exista el observatorio permanente para identificar los riesgos y saqueos de que sean objeto.

Durante la inauguración, Cacique Phillips, representante indígena de Canadá, en nombre del Caucus indígena fue muy claro al afirmar que no aceptarán nada por debajo de lo ya establecido, tanto en el Convenio 169 de la OIT, como en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (DNUDPI).

Así, señalaron que el texto presentado por el Presidente del CIG Ian Goss, debe incluir protecciones más fuertes de los derechos de los pueblos indígenas.

“Nos referimos, indicaron, en las reparaciones para el robo y la apropiación indebida de Recursos Genéticos (RR.GG) y Conocimientos Tradicionales (CC.TT) tanto pasados como actuales”.

De igual forma respaldaron la incorporación en el Instrumento Jurídico Internacional, del requisito obligatorio de divulgación del origen, con bases de datos como medida complementaria. Y sostuvieron que la publicación o inclusión de conocimientos tradicionales asociados a RR.GG. en las bases de datos “no coloca dichos conocimientos en el dominio público”.

La divulgación obligatoria contó con el apoyo de la mayoría de los Estados, con la excepción de Estados Unidos y Japón.

Los pueblos indígenas han dejado claro que los recursos genéticos y los conocimientos tradicionales conexos son instrumentos técnicos, tangibles e intangibles cuya existencia y uso representan un soporte vital social, económico y cultural para los portadores. Con este fin, las medidas de protección y participación en los beneficios en caso de divulgación obligatoria y necesaria en aras del interés público sólo deben autorizarse en el marco de una nueva instancia internacional y vinculante que respeten los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales.

Estas disposiciones, señalaron, son fundamentales para evitar las apropiaciones indebidas y las violaciones de los derechos.

El Caucus Indígena afirma que sus pueblos se ven gravemente afectados por las múltiples crisis complejas, como las derivadas del cambio climático a las que ahora se suma el COVID-19, mientras que la bancada indígena recuerda que el Desarrollo Sostenible se define como «desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas propias «.

Como tal, y en el marco de los compromisos de los Estados para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030, la satisfacción de los derechos culturales, económicos, religiosos y políticos de los Pueblos Indígenas y las Comunidades Locales es una obligación como todas las demás cuestiones de derechos humanos.

Durante este período de sesiones, nos hemos acercado a un acuerdo sobre cuestiones fundamentales para la protección de los derechos de los pueblos indígenas, en particular la inclusión en el texto de requisitos obligatorios de divulgación del origen.

Un aspecto fundamental y que exige atención es que parte de la dificultad para incidir en las negociaciones en la OMPI se dio con las restricciones de COVID y la posibilidad de participar en línea por la escasez de tecnologías en sus pueblos y comunidades.

Por ejemplo, para este CIG 42 algunos representantes indígenas se vieron obligados a viajar más de 1,000 kilómetros para obtener una conexión estable a Internet.

En diferentes momentos, las delegaciones, informaron que las numerosas consecuencias negativas que han sufrido los Pueblos Indígenas por la pandemia están documentadas en el Informe del Relator Especial de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de julio de 2020 [1].  Y en ese punto expusieron que debido a la pandemia y la falta de infraestructura de banda ancha en sus comunidades, entre otros obstáculos, se enfrentan a limitaciones graves al momento de participar en estas negociaciones.

Y remarcaron que, si bien estas negociaciones se interrumpieron por el COVID 19, la apropiación indebida y la explotación de los CC.TT., las ECT y los RR.GG. han continuado y se ha ignorado el requisito de consentimiento libre, previo e informado de los Pueblos Indígenas.

Reafirmaron la responsabilidad de los Pueblos Indígenas, tal como “nos lo ha concedido el Creador”, de proteger la herencia cultural, tierras tradicionales y recursos. Esto incluye proteger la biodiversidad del mundo y la protección de los recursos genéticos y conocimientos tradicionales asociados de los Pueblos Indígenas.

Esto mismo fue subrayado en la Clausura del CIG 42 el pasado 4 de marzo y que será parte de los avances en las negociaciones del CIG 43 prevista para finales de mayo de 2022.

Nota:

[1] Disponible en A/75/185 – E – A/75/185 -Desktop (undocs.org).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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Pueblos indígenas exigen detener el extractivismo en la Amazonia

Organizaciones indígenas de Ecuador entregaron a la Corte Constitucional más de 365.500 firmas de respaldo recogidas en todo el mundo, para que se les garantice el derecho a una consulta previa, libre e informada a las comunidades sobre los planes de actividades extractivas –sobre todo en minería y petróleo- en sus territorios en la Amazonía.

Representantes de las nacionalidades Cofán y Waorani, entre otras, llegaron a la Corte para mostrar el respaldo internacional a su reclamo de consulta sobre las concesiones mineras y petroleras que el gobierno neoliberal de Guillermo Lasso pretenda celebrar en la Amazonía.

Lasso, emitió en julio pasado un decreto para intentar duplicar la producción petrolera del país, acción calificada de «inconstitucional» por organizaciones sociales, que le acusan de hacerlo sin mediar la obligatoria consulta a las comunidades que podían ser afectadas. Se espera que la Corte Constitucional se pronuncie en los próximos días sobre la demanda, apoyada por organizaciones sociales ecuatorianas e internacionales.

«No queremos explotar nuestro bosque, ni mineros, ni maquinaria pesada. Queremos que sea como antes, que el río y bosque estén sin contaminación», declaró Víctor Quenamá, presidente de la comunidad A’i Cofán de Sinangoe.

Leonidas Iza, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), que acompañó a las bases amazónicas, dijo que esta acción forma parte de una lucha contra el cambio climático que se produce por los excesos «del sistema de explotación capitalista». Isa exigió detener esta «forma de desarrollo criminal» que atenta sobre la forma de vida de los pueblos indígenas de la selva amazónica.

Iniciativas como «Quienes Deben Decidir», «Wao Resistencia» y «Stand With Sinangoe» recogieron cientos de miles de firmas de apoyo que fueron entregadas a la Corte Constitucional junto a una carta en la que se pide escuchar a los pueblos indígenas y que se «garantice» su derecho a decidir sobre sus territorios.

«Nos sentimos respaldados de todo el mundo por nuestra lucha y resistencia», aseguró Silvana Nihua, presidenta de una organización Waorani, y dijo confiar en que la Corte Constitucional dará el paso «histórico» en beneficio de las comunidades que habitan en la región amazónica y en el país entero.

“El mundo tiene sus ojos sobre Ecuador debido a los históricos casos de la comunidad A’i Kofán de Sinangoe y Waorani de Pastaza, que vencieron al poder empresarial y al Estado ecuatoriano que entregó concesiones mineras y petroleras en sus territorios ancestrales, sin la debida consulta”, expresa la petición.

Por su parte, el líder de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Confenaie), Marlon Vargas se refirió al precedente que sentó la comunidad del A’i Kofán y subrayó que la corte tiene “la oportunidad histórica” de emitir un fallo favorable que garantice el derecho de las comunidades autóctonas a la consulta y “el consentimiento previo, libre e informado”.

Como parte de esta iniciativa, las comunidades que habitan junto a los ríos Coca y Napo presentaron un centenar de pedidos de medidas cautelares ante el Consejo de Judicatura de Puerto Francisco de Orellana, en el corazón de la región amazónica del país, ante el avance acelerado de la erosión regresiva del río Coca, catalogada como un peligro inminente a los derechos de estas comunidades a vivir en un ambiente sano, a la salud, la alimentación, el acceso a la información y la justicia.

A inicios de abril pasado se produjo en esta región la rotura de los principales oleoductos ecuatorianos: el Sistema de Oleoducto Transecuatoriano (Sote), del Oleoducto de Crudos Pesados (OCP) y el Poliducto Shushufindi–Quito. La avería y posterior derrame de miles de barriles de crudo al suelo y cauces de los ríos afectó a más de 100 comunidades kitchwa con una población de al menos 27.000 personas.

Las comunidades denunciaron que detrás de la rotura estaba la negligencia de las empresas y otras entidades públicas, que no adoptaron medidas preventivas pese a que alertaron sobre las consecuencias de la erosión regresiva, unido a la inestabilidad geológica, la actividad sísmica y volcánica de la región.

Para evitar futuras averías y derrames, las comunidades demandan la inmediata suspensión del bombeo, el establecimiento de planes efectivos de respuesta inmediata, la reparación ante posibles inundaciones y otros daños, y la provisión de agua y proteína animal de manera estable hasta que los cauces del Coca y el Napo recuperen su normalidad.

El Ejecutivo ecuatoriano ha afirmado que las políticas aprobadas por el Gobierno de Lasso, que buscan intensificar la producción petrolera y minera en el país, tienen como objetivo impulsar la economía y reducir la pobreza que afecta, entre otros grupos sociales, a los indígenas.

Pero las organizaciones indígenas aseguran que su experiencia, a lo largo de décadas de extracción petrolera en el Amazonía, pone de manifiesto que los beneficios de dichas actividades extractivistas no llegan a las comunidades y que, además, entrañan el alto riesgo de desastres irreparables para la naturaleza y la vida de los pueblos originarios.

La Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica); la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Confeniae) y la Alianza de Organizaciones por los Derechos Humanos respaldan la campaña “Detén la Extracción en la Amazonía”.

Eloy Osvaldo Proaño. Analista e investigador ecuatoriano, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Fuente: https://estrategia.la/2022/01/20/pueblos-indigenas-de-ecuador-exigen-detener-el-extractivismo-en-la-amazonia/

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Libro: Pueblos indígenas en tiempos de la Cuarta Transformación (pdf)

Prólogo

Estas palabras buscan incentivar la lectura de un texto escrito con rigor. En tanto prólogo no sigue las pautas habituales. No es resumen. Es un recorrido que rompe el orden de exposición propuesto por el autor. Me dejé seducir por las ideas y las reflexiones que López y Rivas plantea de forma abierta y descarnada. Además, el autor tiene la virtud de sintetizar con un lenguaje claro el momento que viven México y América Latina. Describe la lucha contra el neoliberalismo militarizado, la necropolítica y las nuevas formas de exterminio de los pueblos indígenas. No presenta críticas hueras. Selecciona y fija conocimiento. No es una suma de tablas estadísticas, éstas aparecen acompañando la explicación. El libro da argumentos para el debate y la formación militante. Es parte de la lucha política y teórica por apropiarse de la realidad. Una propuesta de pensamiento subversivo para ganar, no sólo para resistir.
Bajo el título Pueblos indígenas en tiempos de la Cuarta Transformación se esconde un trabajo minucioso, que recorre el debate teórico enfrentado por la corriente indigenista hasta su mutación en etnopopulismo. Desgrana su evolución desde sus comienzos en los años cuarenta del siglo pasado, bajo la batuta de Manuel Gamio, antropólogo que sentó las bases del edificio culturalista que niega la identidad de los pueblos indígenas. Su máxima “no se trata de indianizar México, sino de mexicanizar al indio”. Sobre estos pilares, nos dice el autor, vio la luz el Instituto Nacional Indigenista, fundado en la superioridad étnico-racial de la cultura capitalista, blanco-criolla. Lo indígena pasó a ser un resabio a superar bajo las ideas de progreso técnico y asimilación cultural. López y Rivas centra el debate. El nacimiento del etnopopulismo en los años sesenta, cuyos teóricos más destacados fueron Arturo Warman y Guillermo Bonfil Batalla, supuso la visión más alambicada del indigenismo, cuyo eje fue el concepto de la nación con hegemonía monoétnica. Desde
esta posición rebate y propone una salida para romper el círculo  vicioso: el etnomarxismo. En su interior problematiza el concepto de nación, de pueblos sin historia, para, desde la crítica, recuperar las bases de una propuesta alternativa, abierta, en que la posibilidad de crear autonomías regionales favorezca la emergencia de “una entidad nacional de nuevo tipo: popular, multiétnica, pluralista y democrática. El desarrollo de la nación tiende, pues, a romper con los límites y superar las contradicciones de la nación burguesa, las cuales se expresan fundamentalmente en la explotación de clases, el racismo, la segregación de los pueblos indios, la opresión peculiar de las mujeres-patriarcado, la discriminación a grupos de edad, la exclusión de los jóvenes y el control imperialista de nuestras economías y sociedades”. Es la disputa por la nación, dirá López y Rivas, y el etnomarxismo evidencia los múltiples reduccionismos en los que incurren las visiones etnopopulistas e indigenistas, economicistas, esencialistas, clasistas. De esta manera, López y Rivas sostiene que una propuesta de Estado multiétnico, democrático, popular, antipatriarcal y plural, sólo será posible redefiniendo el contenido de la nación, siendo las reivindicaciones de autonomía regional de los pueblos indígenas el eslabón capaz de dar fuerza a la propuesta.

Link de descarga: pueblos-indígenas-4t-VF-impresión-digital pueblos-indígenas-4t-VF-impresión-digital

Fuente: https://rebelion.org/download/pueblos-indigenas-en-tiempos-de-la-cuarta-transformaciongilberto-lopez-y-rivas-y-rivas/?wpdmdl=697435&refresh=61a3b8fd0fcee1638119677

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Hispanidad: la narrativa para silenciar voces indígenas

Por:  Sara Mediavilla

Descolonizar la Historia es fundamental para dar visibilidad a la lucha de los pueblos originarios, para el reconocimiento de sus derechos, y para su supervivencia y la de toda la humanidad.

“Como descendiente del primer pueblo indígena que contactó con Colón y sufrió los embates del colonialismo en América, me preocupa que los demás pueblos hermanos hoy en día estén sufriendo. A pesar de que fue un momento histórico, sus repercusiones hoy en día son emuladas por gobiernos abusivos e inversionistas sin escrúpulos”. Son palabras de un miembro del pueblo indígena borikua taíno.

El 12 de octubre de 1492 la, para entonces, moribunda expedición de Cristóbal Colón, llegaba a una isla de las Bahamas llamada Guanahani por sus habitantes indígenas (los taínos), nombre que los conquistadores españoles ignoraron por completo para rebautizarla como San Salvador. El genocidio más largo de la historia acababa de comenzar. Más de cinco siglos después, a la luz del 500 aniversario de la caída de Tenochtitlán, el 13 de agosto de este año, activistas indígenas zapatistas viajaron 47 días en barco desde México a España para realizar una conquista a la inversa. En lugar de exigir la repatriación del oro incrustado en las iglesias europeas o exigir el perdón por los crímenes del colonialismo, el movimiento zapatista ha invadido pacíficamente Europa (comenzaron en Viena, pasaron por Madrid, esta semana estuvieron en Berlín) para promover el diálogo y reafirmar su resistencia frente a las continuas amenazas del colonialismo y el capitalismo globales sobre los pueblos indígenas.

Zapatistas en Madrid durante su Gira por la Vida por Europa.
Zapatistas en Madrid durante su Gira por la Vida por Europa.SARA MEDIAVILLA/SURVIVAL

Pero ¿qué significan realmente estos últimos cinco siglos para los pueblos indígenas de América? La llegada de Colón al continente americano no es tanto el surgimiento de una Hispanidad (irreal e inventada) que a pocos representa y a la que demasiados se aferran, sino más bien el comienzo de una historia de exterminio por enfermedades importadas contra las que los pueblos indígenas no tenían inmunidad, y por la violencia, esclavitud, saqueo, robo de tierras y recursos que llega hasta nuestros días.

Se estima que solo hacia 1600, alrededor de un 90% de la población había muerto a causa de la llegada de los españoles al continente americano y, aun así, cada 12 de octubre, este hecho histórico se celebra en España envuelto por el aura gloriosa de la Hispanidad y ante el desconcierto de los pueblos indígenas, descendientes de los supervivientes y de una parte cada vez mayor de la población mundial.

Sin embargo, gracias a las voces de miles de pueblos indígenas y sus aliados, la celebración de este día está, cada vez más, en declive. Muchos países de Latinoamérica han optado por renombrar la festividad como el día de las culturas, de la resistencia indígena, de los pueblos originarios, de los pueblos indígenas o del descubrimiento de dos mundos. Y en algunos estados de Estados Unidos se ha optado por eliminar su celebración por completo. En España, el movimiento descolonizador se hace más fuerte cada 12 de octubre bajo el lema “Nada que Celebrar” y la manifestación pacífica que tiene lugar en Madrid _ a la vez que el despliegue militar de orgullo post-imperial_, cuenta cada año con más adeptos.

“[La llegada de Colón a América] es también el comienzo de la resistencia de todos nuestros pueblos originarios a los que han querido erradicar del mundo saqueando, diezmando, asesinando, violando, indoctrinando, racializando y dividiendo con fronteras arbitrarias y nacionalismos tóxicos ficticios”. Son palabras de un miembro del pueblo nahua, en México.

Esta apología de la supremacía blanca no hace sino perpetuar un sistema colonial que pone en peligro la supervivencia de cientos de pueblos indígenas en la actualidad

Pero ¿qué se celebra exactamente en España? ¿El descubrimiento de América o la llegada de otro europeo más a las costas de un continente ampliamente habitado? ¿La unión de culturas o la destrucción de miles de lenguas, tradiciones y cosmovisiones? ¿El concepto inventado de Hispanidad o el orgullo nacionalista por un pasado imperial?

Son estos y otros mitos, potenciados especialmente durante el franquismo, los que han configurado una leyenda rosa sobre la época colonial en América que ha calado profundamente en la sociedad española: la absurda comparativa sobre qué modelo colonizador fue el “menos malo” (las numerosas muertes fruto de la esclavitud, trabajos forzados y masacres no son excusables bajo ninguna comparativa), la incapacidad de mirar al pasado con los ojos del presente (¿no es el concepto de Hispanidad una revisión histórica positiva de siglos de colonización?), que los españoles salvaron a muchos indígenas de los yugos imperialistas inca y azteca (de nuevo, siglos de violencia no son ninguna salvación) o que la cultura europea nutrió las culturas precolombinas (más bien destruyó cosmovisiones, conocimientos ancestrales y avances desconocidos hasta la época en Europa, a la par que productos americanos como la patata salvaron a Europa de las periódicas hambrunas de la Edad Media).

Esta apología de la supremacía blanca no hace sino perpetuar un sistema colonial que pone en peligro la supervivencia de cientos de pueblos indígenas en la actualidad. Para muchos, la llegada de Colón a América representa el comienzo de un genocidio que llega hasta nuestros días. En la ONG Survival International luchamos desde hace más de 50 años junto a los pueblos indígenas para que la historia no se siga repitiendo. Desafortunadamente, en la actualidad hay muchos ejemplos de esta perpetuación racista, colonial y genocida.

En Paraguay, los ayoreos no contactados viven en una huida constante, escapando de las excavadoras de los rancheros que destruyen sus tierras. En Brasil, el presidente Bolsonaro ha declarado la guerra a los pueblos indígenas no contactados. Si su gobierno no renueva las ordenanzas que protegen sus tierras de madereros, mineros y otros invasores, pueblos enteros podrían ser aniquilados. En Perú, mientras sus tierras no estén legalmente demarcadas y protegidas, los pueblos indígenas no contactados seguirán bajo la amenaza constante de las industrias extractivas y los invasores.

Indígenas no contactados en Brasil vistos desde el cielo durante una expedición del gobierno brasileño, Acre, mayo de 2008.
Indígenas no contactados en Brasil vistos desde el cielo durante una expedición del gobierno brasileño, Acre, mayo de 2008.G. MIRANDA / FUNAI / SURVIVAL INTERNATIONAL

Para los pueblos indígenas no contactados la covid-19 es la última de las numerosas enfermedades importadas que amenazan su vida. Su supervivencia es una cuestión moral y de justicia. Ellos son una parte esencial de la diversidad humana, pero además la defensa de sus derechos es crucial para luchar contra la pérdida de la biodiversidad, de la que todos dependemos. Los pueblos indígenas son los mejores guardianes de la naturaleza.

Estas tragedias son criminales y surgen del racismo perpetuado por una sociedad colonial aún vigente y bajo la narrativa de la Hispanidad. “Celebrarlo [el genocidio] es dar armas para que nos sigan sometiendo, para que nos sigan humillando”, según Xóchitl, chichimeca/zapoteca.

Es hora de que el Estado español pase de enorgullecerse por un pasado genocida y expoliador, a enorgullecerse de ser un Estado del presente, inclusivo, en el que las celebraciones vengan de reconocer los errores del pasado y en el que los espacios públicos, físicos y simbólicos, sean plurales, que no humillen, dando ejemplo de diversidad y compasión, celebrando la resistencia de los pueblos indígenas, y no su genocidio.

Debemos hacerlo para evitar que la historia se siga repitiendo: por los pueblos indígenas, por la naturaleza y por toda la humanidad.

 

Sara Mediavilla es activista y comunicadora en Survival International.

 

Fuente: https://elpais.com/planeta-futuro/red-de-expertos/2021-10-12/hispanidad-la-narrativa-para-silenciar-voces-indigenas.html

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Víctor Báez Mosqueira: Desidia global con los pueblos indígenas

Solo 22 países han ratificado el Convenio 169 de la OIT El Convenio 169 de la OIT, instrumento internacional que garantiza los derechos indígenas y hace hincapié en los derechos de trabajo de los pueblos indígenas y tribales y su derecho a la tierra y al territorio, a la salud y a la educación.

El 13 de setiembre de 2021 se cumplieron 14 años de la aprobación de la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas por parte de las Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU). Este, sin embargo, no es el primer documento internacional aprobado sobre el tema. En 1989, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) adoptó el Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales, el cual sustituyó al Convenio 107 de la misma organización, adoptado en 1957, “sobre poblaciones indígenas y tribales”.

La diferencia entre estos dos convenios mostró un avance conceptual importante. El Convenio 107 tenía como meta integrar a los pueblos originarios a la idea tradicional que los colonizadores tenían de la “civilización”, a expensas de que su legado ancestral indígena y su cosmovisión fueran invisibilizados y paulatinamente olvidados. Y es que, en la historia, quienes colonizaban siempre sostuvieron que hacían un favor a quienes dominaban, porque los estaban “civilizando”. El carácter asimilacionista y paternalista del Convenio 107 fue crecientemente criticado, hasta que se aprobó el Convenio 169, el cual ya reconocía como criterio fundamental la conciencia de la identidad indígena o tribal y el derecho de esos pueblos al goce de los derechos humanos y libertades, sin obstáculos ni discriminación.

Ese progreso en los conceptos y en las legislaciones no fue acompañado, sin embargo, por la práctica, generando múltiples acciones que van en sentido contrario.

Pongamos datos históricos sobre la mesa. Un escrito del profesor Carlos Enrique Ruiz, de la Universidad de Paraíba, trae una cita que el actual presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, hizo en 1998, cuando era diputado: “La caballería brasileña fue muy incompetente. Competente, sí, fue la caballería norteamericana que diezmó a sus indios y hoy no tiene ese problema en su país”.

Brasil y Estados Unidos no fueron los únicos. Las campañas de exterminio de indígenas tomaron otros nombres en varios países y hoy raramente se llevan a cabo por la acción militar. Son comunes y cada vez más numerosos los casos de trabajo esclavo de nativos, intercambio de niños o niñas indígenas por algunas cabezas de ganado, asesinatos de líderes o activistas, expulsiones sumarias de sus tierras por gangsters armados al servicio de empresas multinacionales, compras y ventas simuladas de tierras indígenas con títulos falsos y exigencias incomprensibles de parte de gobiernos para que demuestren que son pobladores antiguos de las regiones donde viven. Nutridos grupos de nativos pasean su miseria por las calles de las ciudades, sin lograr llamar la atención del establishment.

Cabe aclarar que el problema histórico no se ha producido solamente en las Américas. Cuando a fines del siglo XIX, las potencias ya habían perdido casi todas sus colonias en el “nuevo mundo”, se reunieron en Berlín, entre 1884 y 1885, para repartirse el continente africano. La reunión quería evitar problemas entre esos países poderosos. Así, discutieron el libre comercio y las formas de adentrarse en el continente para explotar mejor sus recursos naturales. Al rey belga Leopoldo II le regalaron el territorio del Congo. Su empresa explotó el caucho y el castigo frecuente a los nativos era cortarles una mano. Los indígenas peruanos que extraían el mismo producto sufrían punición similar.

La colonización de Asia y Oceanía no fue menos cruenta.

Según datos de la OIT, si bien hay más de 54 millones de personas en América Latina y el Caribe que pertenecen a pueblos indígenas y tribales, en el mundo existen más de 476 millones de las mismas. Un tercio de ese número total vive en Asia y el Pacífico.

Sin embargo, solamente 22 países han ratificado el Convenio 169 de la OIT. De Asia y el Pacífico solamente Nepal y Fiji, en África solo la República Centroafricana, en América Latina y Caribe nada más que 14 Estados y en Europa, cinco. Esos números indican la escasísima importancia que se otorga a un grupo humano que representa más del cinco por ciento de la población mundial.

Es más, cuando algunos gobiernos de países desarrollados hablan de poner trabas al comercio con países o regiones que no respetan el medio ambiente, ni siquiera mencionan las persecuciones, asesinatos y expulsiones de personas indígenas de sus reservas o territorios. Artificialmente separan la supervivencia de los bosques de la suerte que corren sus guardianes naturales quienes viven en ellos.

Por tanto, es urgente que todos los países del mundo ratifiquen el Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales, así como otros documentos internacionales similares e incorporen sus contenidos a sus políticas nacionales e internacionales.

Debe haber mucha claridad sobre los contenidos del Convenio 169, que promueve la participación y consulta a los pueblos indígenas y tribales. No puede haber consulta si no hay participación y no puede haber participación efectiva si no hay información. Consecuentemente, como bien lo requiere el artículo 6 del citado Convenio, hay que facilitar los medios apropiados para que los pueblos indígenas puedan participar.

La consulta debe ser previa a la medida sobre la cual se quiere consultar y debe buscarse siempre el consenso. Es inaceptable la tesis promovida por sectores empresariales de que si los pueblos indígenas ya fueron consultados y no están de acuerdo, el gobierno ya queda libre para hacer o dejar que el sector privado haga lo que fue rechazado por las comunidades originarias.

Debe ser bien claro para todo el mundo que las motivaciones de las consultas obligatorias y previas son, entre otras, poner freno a la discrecionalidad y la arbitrariedad y comenzar a reparar las desigualdades que se fueron acentuando durante siglos como producto de las políticas de exclusión y/o exterminio.

Todos los Estados de América Latina y el Caribe aprobaron la Declaración de la ONU que mencionamos al principio. A su vez, el Sistema Interamericano es, sin duda, el Sistema Regional que ha desarrollado mayores y más estándares para la protección del derecho a la consulta y el consentimiento, previo, libre e informado de los pueblos indígenas. Estas situaciones deben ser aprovechadas, claro. Pero a la vez hay que involucrar a las sociedades de países desarrollados que son mayoritariamente el origen de muchas multinacionales extractivas cuya codicia se manifiesta en el destierro, la esclavitud y el exterminio de los pueblos indígenas y evidencia que la discriminación y exclusión de estos pueblos es universal.

*Secretario General Adjunto de la Confederación Sindical Internacional (CSI)

Fuente: https://www.pressenza.com/es/2021/09/desidia-global-con-los-pueblos-indigenas/

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