Colombia: Los casos de bullying que tienen conmocionado al país

Solo en dos días se presentaron tres casos en Envigado, Medellín y Caldas. ¿Qué está pasando?

En solo 48 horas se conocieron tres casos de bullying que sacudieron a la opinión pública y se volvieron el tema central de una reunión que tuvo la ministra de Eduación, María Victoria Ángulo, con 96 secretarios de Educación del país.

Se trata de un martirio que sufren al menos tres de cada diez estudiantes de colegios en Colombia, según un análisis del Laboratorio para la Economía de la Educación de la Universidad Javeriana (LEE).

Tal vez el caso más impactante fue el de un menor de 13 años que estudia en el Colegio Granadino, ubicado el municipio de Villamaría, Caldas. El menor de edad estaba jugando con sus compañeros cuando uno de ellos trató de empalarlo con una varilla.

La agresión le acarreó una lesión en un testículo y al menos ocho días de incapacidad, aunque ya se está recuperando en su casa.

Su caso, sin embargo, no es el único, pues ya se han registrado otras agresiones en los últimos días, dos de ellas fueron en Antioquia.

Una de ellas se dio en el colegio La Salle, de Envigado. En un video que se hizo viral esta semana quedó reflejada una escena indignante: un joven está sentado en el piso bajo la mirada de sus compañeros que le rociaron lo que parece ser alcohol en la cabeza. Luego, le prendieron fuego. Las llamas arden durante unos segundos y de fondo se escuchan gritos y risas.

El secretario de Educación de Envigado, Juan Gabriel Vélez, indicó que los jóvenes implicados ya dieron su versión de los hechos, que está siendo evaluada.

Otro caso se dio en el colegio Cefa, de Medellín y no solo involucró acoso escolar, sino que fue una muestra clara de racismo. Una estudiante y su madre le pidieron a una compañera afrodescendiente que explicara en clase por qué tenía un olor diferente. La niña se vio obligada a hablar del tema frente a sus compañeros.

La Secretaría de Educación de Bogotá, mientras tanto, reportó que este 5 de mayo las estudiantes del Colegio Distrital Técnico Menorah hicieron un plantón dentro de la institución para protestar contra los hechos de violencia que se registran dentro de las aulas. Incluso estaban pidiendo la renuncia inmediata de la rectora.

Según se conoció, las alumnas y sus familias no solo se estaban quejando de casos de acoso escolar, sino también de violencia sexual dentro de la institución.

“Las estudiantes junto con su equipo directivo acordaron realizar el debido reporte de los casos puntuales sobre bullying, acoso y discriminación en el sistema de alertas”, informó la Secretaría de Educación de la capital en un comunicado

Los hechos de violencia registrados en los últimos días coincidieron con la publicación de un análisis de datos realizado por el LEE a partir de los resultados de las pruebas Pisa de 2018, que además de evaluar el rendimiento académico de los estudiantes, también les pone la lupa a la calidad y la seguridad de sus entornos escolares.

Tras comparar las respuestas de los estudiantes colombianos con los de otros sistemas educativos, el LEE recogió datos preocupantes.

Encontró, por ejemplo, que entre los diez países latinoamericanos que son socios o aliados de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Colombia es el segundo país en el cual el bullying es más frecuente. El primer puesto lo ocupa República Dominicana.

Varias conductas violentas en las aulas de clase se presentan con mayor regularidad en Colombia que en el resto de países de la OCDE.

Mientras que en los países miembros de esa organización el 22% de los estudiantes dijo que ha sufrido bullying, en Colombia ese porcentaje subió hasta el 32 %. Lo mismo sucedió con conductas como el robo de pertenencias, que en los países OCDE se dio en el 6.6% de los estudiantes y en Colombia en el 12,2 %; las burlas, 13,7 % en el promedio OCDE y 18,1 % en Colombia; y las agresiones físicas, con 7 % para los países de la OCDE y 11,2 % para Colombia.

Los resultados son aún más dicientes si se tiene en cuenta que Colombia destacó en bullying, pero mostró un rezago en desempeño académico, pues los estudiantes estuvieron por debajo del promedio de resultados en las tres áreas evaluadas: matemáticas, lectura y ciencias. No obstante, ha logrado cerrar las brechas educativas desde que empezó a participar en las Pruebas Pisa, en 2006.

Como el bullying también tiene efectos negativos en el desempeño académico (ver Para Saber más), el LEE también les dio recomendaciones a las autoridades educativas para que reduzcan la incidencia de estos casos en Colombia.

Entre otras cosas, recomiendan mejorar la recolección de información sobre el bullying en el país, pues la información sobre fenómenos como el ciberacoso aún es limitadas. También recomiendan agilizar los mecanismos de denuncia para las víctimas y sensibilizar a padres, maestros y en general toda la sociedad para que sepa identificar el bullying.

En la tarde de este 5 de mayo, precisamente, la ministra de Educación, María Victoria Ángulo, se reunión con los secretarios de Educación del país para hablar sobre las políticas públicas contra el acoso escolar.

“Estamos trabajando en equipo para fortalecer el sistema de Convivencia Escolar, compartir los avances de Evaluar para Avanzar y fortalecer el bienestar, acceso y permanencia de nuestros estudiantes en todos los territorios”, dijo la funcionaria

Fuente: https://www.elcolombiano.com/colombia/los-casos-de-bullying-en-colombia-que-conmocionaron-a-manizales-medellin-y-bogota-JN17385396

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“Profe…” e inclusión educativa

Por: Pablo Romero

Hace pocos días, nuevamente una profesora fue agredida por un alumno, esta vez en el liceo 49 (Uruguay). El chico en cuestión fue el mismo que muy poco tiempo antes había cometido una agresión similar en el liceo 25. La docente debió soportar toda clase de agresiones verbales, sumado a que fue empujada y acorralada contra una pared mientras el alumno discurría en sus groseros insultos. Violencia física y verbal.

El caso se hizo público a partir del paro convocado por los docentes, a partir de la resonancia mediática que suelen tener los paros. Por supuesto, algunos prefirieron cuestionar la medida y no debatir lo importante del asunto, que es la violencia que se vive a diario en nuestras instituciones educativas y que sufren tanto los alumnos como sus educadores.

El sistema educativo público uruguayo es el epicentro de distintas formas de violencia, que reproducen y canalizan, por supuesto, la violencia que circula a raudales en nuestra sociedad. Se sabe: el sistema escolar es atravesado por todos los hilos sociales. Pero en tal sentido, y aunque la violencia allí presente sea cometida y padecida tanto por hombres como por mujeres, debemos ser claros en un punto: son en particular las mujeres (y eso más allá de la evidente feminización del sistema educativo) las permanentemente agredidas en nuestras instituciones escolares.

Desde hace ya unos cuantos años asistimos a situaciones en las que maestras son golpeadas por padres (y, en la mayoría de los casos, madres, que atacan a la referente educativa de sus hijos), y venimos asistiendo también desde hace un buen tiempo a una realidad aun más desoladora, que es la del ciclo básico, en donde no sólo se producen casos de alumnos que golpean a profesoras, sino que se ha convertido en moneda corriente la agresión verbal.

Nuestras educadoras suelen ser insultadas de manera denigrante, sobre todo en el ciclo básico, en donde es habitual escuchar a alumnos (justo en esa edad en que se están construyendo como sujetos que valoran) que tratan de “putas” y “zorras” a sus profesoras, amén de recurrir a otros adjetivos que responden a ciertos códigos contrarios a toda forma de autoridad y puesta de límites por parte del mundo adulto. Así, el docente con frecuencia es tildado de “alcahuete”, botón”, “ortiva” y calificativos similares.

Para ejemplificar esta situación contaré un caso ocurrido hace poco en el liceo de ciclo básico en el que ejerzo mi tarea docente. Con motivo de las primeras reuniones docentes de evaluación, los profesores de un grupo particularmente complicado del liceo tuvimos la oportunidad de evaluar en equipo la situación de cada uno de los alumnos y del grupo en general. Al llegar el momento de detenernos en un alumno particularmente violento, que viene generando problemas graves dentro de la institución, una de las colegas narró lo que le había tocado vivir con él recientemente. Contó que en una de sus clases lo tuvo que “invitar” a salir del salón, para poder seguir con la clase sin que siguiera agrediendo física y verbalmente a otros alumnos que intentaban ejercer su derecho a ser educados en un clima adecuado. Tras el pedido de la profesora, el alumno se retiró, insultándola, pero se colocó luego con la cabeza atravesando la ventana (que no tiene vidrio) de la puerta del salón de clases, y allí permaneció, repitiendo una y otra vez la misma frase, “profe puta, profe prostituta”, a la que sumaba otras referencias de tono sexual referidas a la docente. Todo esto ocurrió ante la mirada del resto de los alumnos, que reclamaban “que se hiciera algo” para terminar con el violento espectáculo que estaban padeciendo.

Frente a una situación que no sólo constituía un ataque a su dignidad y era motivo de un estrés emocional marcado, la profesora trató de no responder a la provocación, quizá por miedo, quizá para evitar males mayores. Lo cierto es que se mantuvo estoica. Justamente, cuando terminó de contar lo que le había sucedido, fue esto último -su estoicismo frente a una situación absolutamente violenta- lo que motivó la primera reacción de las autoridades presentes (una representante de la dirección, una adscripta y la psicóloga de la institución), que atinaron a felicitarla por no haber reaccionado, por haber permanecido en su rol de “profesional”, en su rol de “adulto”, y no haber siquiera pestañeado. A su vez, la invitaron a escribir un papelito en el que debía contar el hecho, y le dijeron que luego lo juntarían con otros papelitos que narraran casos similares en los que estuviera involucrado ese alumno y los elevarían, finalmente, al Consejo de Educación Secundaria, para ver si en un futuro próximo se podía lograr que comenzara a asistir sólo medio turno. Eso sí, el alumno involucrado no sería nuevamente suspendido -a esa altura, las observaciones de conducta se contaban en números de dos cifras: acumula agresiones y faltas de todo tipo dentro de la institución-, porque, según indicaron las mencionadas autoridades presentes, “no es la solución”. Cuando se lo ha suspendido “vuelve peor”, dijeron, y además remarcaron que “se lesionan” los “derechos educativos” del estudiante cuando se le suspende su concurrencia al liceo. La cuestión, según parece, es apelar a incluir a toda costa, aunque sea fomentando -sin que sea la intención, pero sí la consecuencia- la cultura de la impunidad con que estamos educando a muchos de nuestros adolescentes en los liceos.

En lo esencial, son las mismas explicaciones que brindó por estos días la directora general de Secundaria frente al caso de agresión ocurrido en el liceo 49: minimizar los hechos de violencia, pensar las agresiones bajo parámetros de una supuesta inclusión, educar a los gurises en la lectura de que no hay consecuencias punitivas frente a los actos de violencia cometidos contra otros, frente al no respeto a las reglas, incluyendo las no escritas sobre lo que implica la mínima convivencia social. El ejercicio de la autoridad es visto como un ejercicio autoritario que lesiona derechos. Confundir autoridad con autoritarismo o con insensibilidad ante alumnos en situaciones vulnerables termina por resultar un combo explosivo que afecta negativamente a todos los involucrados.

Por supuesto, este caso narrado no es el único dentro del liceo; hay casos aun más graves de conducta violenta, casi todos vinculados a alumnos con variadas patologías psiquiátricas que están sufriendo esta concepción errónea de lo que, efectivamente, implica incluir. Son, a la vez, víctimas y victimarios del sistema educativo.

¿Se entiende la gravedad de esta lógica? ¿Se entiende lo que están padeciendo nuestros alumnos y lo que estamos viviendo los educadores y, en particular, las mujeres que ejercen la docencia en nuestro país?

Los profesores, viene bien recordar, también somos personas, más allá de que seamos profesionales de la educación. Muchos colegas terminan padeciendo problemas de salud mental a causa del estrés laboral y del desamparo que vivimos a diario frente a situaciones que nos violentan desde lo emocional hasta lo estrictamente profesional.

Y la tan mentada inclusión no deja de ser una farsa de consecuencias nefastas, porque para incluir tienen que darse las condiciones adecuadas, que son justamente las que hoy no tenemos ni por asomo. La amplia mayoría de los liceos no cuenta con equipos multidisciplinarios ni con personal docente e infraestructura adecuada que permita apelar a estrategias pedagógicas y de salud mental que, al menos, hagan visualizar formas mínimas de integración. Por el contrario, en este panorama que tenemos estamos simplemente generando formas permanentes de estigmatización y discriminación, de exclusión dentro de una supuesta inclusión. O sea: obtenemos exactamente lo contrario de lo que se busca.

Porque es fundamental cuidar a nuestros adolescentes y a nuestros colegas, es clave enterar a la población de las situaciones que se viven a diario en la educación. Alcanza, en tal sentido -sin detalles de nombres particulares y con referencias generales a roles y situaciones, para proteger la identidad de todos-, con narrar los casos particulares y colectivos que a diario vamos viviendo, para trascenderlos y exponer un tema que va más allá de nombres y rostros. Sería un primer paso para dejar de ser cómplices involuntarios de la violencia, para dejar de enmascararla y justificarla en nombre de “derechos” sin responsabilidades y teorías psicológicas que, paradójicamente, generan instituciones vulneradas en las que se lesionan derechos más amplios de alumnos y educadores y en donde se patologizan los vínculos, generando problemas de salud mental aun mayores que los que ya estamos padeciendo.

No permanecer estoicos frente al “profe puta”, y cuestionar el patológico modo de inclusión que estamos amparando, es socialmente vital y éticamente imprescindible.

Fuente: http://ladiaria.com.uy/articulo/2016/6/profe-puta-e-inclusion-educativa/

Fuente de la imagen: http://1.bp.blogspot.com/-CR4lctb4zYE/UGnVX9wJ1WI/AAAAAAAACQ4/Ut6peB_uzj8/s1600/gokusen+1.jpg

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México: Las políticas públicas deben desmantelar el machismo.

Hace 22 años que trabaja en México con grupos de reflexión para hombres con conductas violentas. Hay que enseñarles a los hombres a ser, pensar y actuar respetando la diversidad.

América del norte/México/24.05.2016/Autor:Javier Camara/Fuente:http://www.lavoz.com.ar/

Hace 22 años, Roberto Garda Salas, maestro en Sociología por la Universidad Nacional de México, fundó en su país la asociación civil Hombres por la Equidad, a través de la cual forma grupos de reflexión que ayudan a varones a modificar conductas violentas hacia las mujeres y hacia los hijos. Invitado por la Secretaría de Lucha contra la Violencia hacia la Mujer y la Trata de Personas, Garda Salas está en Córdoba para apoyar la implementación de un centro de atención a varones agresores o en situación de violencia.

–¿Son recuperables los hombres violentos?

–En los últimos 22 años hemos desarrollado diversas metodologías y estrategias para educar y reeducar a varones para que aprendan a través de técnicas educativas a detener sus conductas de violencia y de abuso y a tratar con equidad a sus parejas. Siempre nos damos con esta pregunta: los hombres violentos, ¿cambian o no cambian? Lo primero es decir que hay una responsabilidad de los estados nacionales en crear servicios dirigidos a hombres que deseen cambiar, o para aquellos que por un mandato judicial necesitan cambiar conductas de abuso.

–¿Qué opina sobre la polémica que dice que un hombre golpeador debe recibir castigo más que educación?

–Puede haber castigos, sanción punitiva, pero también –y a mí me parece lo más importante– espacios reeducativos en donde aprendan qué es la equidad de género, cómo manejo la masculinidad, de qué manera se puede manejar el enojo sin ejercer violencia, de qué manera puedo expresar la tristeza sin victimizarme, sin manipular, y de qué manera puedo ceder ante determinados conflictos y también de qué manera puedo poner límites. Todas estas habilidades se aprenden en los grupos de reflexión. Lo que vemos en nuestros grupos es que algunos hombres cambian muchas de sus conductas violentas; otros cambian menos y entonces hay que hacer otro tipo de intervención, terapia, grupos focalizados, etcétera.

–¿Los resultados son rápidos, son efectivos?

–Todos sabemos que los procesos de reeducación son a largo plazo y no dan resultados inmediatamente. Nadie cambia de la noche a la mañana, pero lo importante es brindar esta posibilidad, porque hay muchos que quieren cambiar y asumir conductas equitativas.

–¿Cómo se puede incluir a estas personas en el diseño de políticas públicas para la prevención?

–Creo que las políticas públicas dirigidas a los hombres deben buscar generar reflexividad, políticas con perspectiva de género planteadas para los hombres, servicios que les permitan identificar ideas machistas, prácticas abusivas, usos abusivos del poder, para que puedan mejorar su paternidad, su vida de pareja, su vida sexual, para que puedan, ante los conflictos, aprender a negociar sin sentirse culpables o menos hombres. Las políticas públicas deben desmantelar el machismo y generar en los hombres una necesidad de ser, pensar y actuar respetando la diversidad de maneras de ser y de expresarse como hombre, no una nueva masculinidad.

–¿Con qué obstáculos se encuentra a la hora de tratar a un hombre violento?

–Los límites son los que los hombres ponen. Para cambiar no hay límites. Lo primero es que desee cambiar, que tenga voluntad de cambiar. El segundo aspecto es crear situaciones institucionales para que el hombre pueda construir ese cambio. Si los hombres con voluntad de cambio se suman a las políticas públicas destinadas a ellos veremos que no hay límites. Predomina en América latina esta masculinidad que intimida, el machista que construye jerarquías, el que sigue pensando que está bien tener muchas mujeres, que eso lo hace más viril. Pero no están claras las alternativas a eso.

–Para usted, ¿cuál es la alternativa de fondo?

–Construir una nueva ciudadanía para los varones en la que los hombres comprendan que la única manera de vivir en democracia es respetando la pareja, pero también como un respeto de amor propio, que lleva a decir al hombre: “Yo no puedo maltratarte porque eres una ciudadana como yo soy ciudadano, y entre ciudadanos no nos maltratamos, podemos tener conflictos, pero sobre todo respetamos nuestros derechos”.

Fuente: http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/las-politicas-publicas-deben-desmantelar-el-machismo

Imagen: http://staticf5a.lavozdelinterior.com.ar/sites/default/files/styles/landscape_642_366/public/nota_periodistica/Garda_Salas.jpg

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