Resiliencia psíquica y social ante el colapso ecológico

Por: Fernando Cembranos

La riqueza relacional proporciona más bienestar y protección que el aislamiento, la fragmentación y la desigualdad. Los pueblos que viven con lo justo no son menos felices.

Cada vez es más difícil negar la degradación de los ecosistemas y de los factores ambientales relevantes que sustentan la vida (clima, agua, biodiversidad…), lo que nos aboca a un colapso ecológico de gravísimas consecuencias para la humanidad.

La inadecuación del sistema económico, la desadaptación cultural, la desigualdad social y las limitaciones de la psique humana hacen poco probable una respuesta lúcida y justa de las sociedades humanas ante el colapso ecológico (junto con otros) que se avecina. En efecto: los indicadores económicos que manejamos no detectan la destrucción de la base material de la vida (vivimos una cultura del despilfarro, de energía y materiales, a la que llamamos “desarrollo”), y la desigualdad social estructural hace difícil tomar medidas de contención sin que se dispare la tensión, la injusticia y el conflicto violento.

Por si esto fuera poco, la psique humana prefiere no procesar información negativa grave si no tiene muy claro cómo afrontarla, por lo que no se puede decir que tengamos una buena preparación para hacer frente a la grave degradación ecológica y social que se nos viene encima. Y, puesto que el futuro viene con grandes dosis de incertidumbre, conviene explorar cuáles son nuestros recursos y potencialidades para responder de una manera inteligente a los nuevos escenarios de deterioro material y escasez energética.

Es sabido que a partir de cierta renta per cápita las sociedades humanas no consiguen ser más felices. El incremento de la “producción” material y emisión de residuos provoca nuevos problemas, muchos de ellos irreversibles en el tiempo histórico, sin conseguir mejorar el nivel de bienestar subjetivo. El fracaso del modelo actual para dar respuesta a muchas de las necesidades y aspiraciones humanas es ya una invitación a la búsqueda de soluciones y formas de organización alternativas.

Sociedades más resilientes

Los seres humanos en ocasiones han sabido responder a situaciones muy difíciles aumentando los mecanismos de cooperación y solidaridad, el coraje, el ingenio, la motivación, la empatía y creando nuevas formas de organización. El concepto de resiliencia nos recuerda que las personas, los colectivos y los sistemas pueden salir fortalecidos a partir de fuertes tensiones negativas. En la actualidad se sabe que la supervivencia humana ha dependido fuertemente de comportamientos cooperativos y que contamos con un equipaje emocional y neurológico adaptado a ello. Las investigaciones sobre la empatía, la resonancia corporal, el contagio emocional y las neuronas espejo avalan esta idea.

Para que la respuesta sea acertada se necesita una información veraz, por dura que sea. Si bien en un primer momento puede provocar parálisis y cierto nihilismo, si no se conoce la gravedad de la situación es poco probable que se tomen las medidas adecuadas, algunas de ellas muy costosas en el corto plazo. Es verdad que la información dura y amenazante ha de ir acompañada de un esquema de respuesta relativamente claro en el que se identifiquen las causas y las medidas a tomar con razonables posibilidades de éxito. Si no, la información dolorosa será desestimada, negada y (momentáneamente) olvidada. Serán más resilientes (capaces de fortalecerse en la dificultad) aquellas sociedades que no recurran a falsas creencias tales como la fe tecnológica, la sumisión incondicional al crecimiento o el escepticismo incrédulo del “nunca ha pasado”, y se pongan a la tarea con información relevante y realista por incómoda que sea.

La zanahoria detrás del palo

El neocórtex posibilita al ser humano aplazar sus satisfacciones inmediatas para obtener satisfacciones futuras. Por eso hemos podido almacenar el grano para el invierno y mudar el campamento cuando ha sido necesario. El ser humano es capaz de visualizar escenarios futuros y actuar para conseguir los deseables y escapar de los indeseables. Incluso hay testimonios de sociedades que eran capaces de roturar una tierra que no les daría frutos inmediatos pero se los daría a sus descendientes.

La motivación de logro estudiada por la psicología social ha resultado ser uno de los procesos más poderosos del ser humano para afrontar situaciones difíciles. Lejos de la propuesta plana del confort, planteada a menudo por el mercado, los seres humanos aumentan su motivación cuando incorporan el esfuerzo. A más dificultad y esfuerzo más motivación, a condición de que el esfuerzo, las dificultades sufridas o el trabajo incorporado tengan una probabilidad razonable de éxito. Las dificultades no faltarán, pero se hace preciso visualizar el logro, tener algún tipo de horizonte deseable, alimentar de forma creíble la esperanza.

El ser humano y las sociedades humanas han buscado siempre un sentido que les explique y que les trascienda. La supervivencia y la dignidad de las generaciones futuras (y ya también las actuales) es sin duda una fuente inagotable de sentido. Qué mejor motivo que la lucha para que la toda la especie humana, (incluidos nuestros nietos) pueda seguir estando invitada a sobrevivir y disfrutar en este planeta.

Las sociedades y grupos más cohesionados y más igualitarios tienen más posibilidades de sobrevivir y responder adecuadamente. Tienen más capacidad de realizar cambios y tomar medidas costosas. Disponen de mayor presión grupal para que sus miembros modifiquen y mantengan sus conductas más adaptativas. Es más fácil asumir trabajos y esfuerzos si se tiene la idea de un compromiso colectivo. La inclinación a implicarse es superior y la vivencia es más satisfactoria.

La cercanía del colapso ecológico puede redirigir nuestras sociedades a una mayor riqueza relacional en lugar de un uso más intensivo de materiales y energía. La riqueza relacional proporciona más bienestar y protección que el aislamiento, la fragmentación y la desigualdad. Los pueblos que viven con lo justo no son menos felices. Nos hace infelices la explotación, la violencia, la desigualdad, la soledad o los ataques a la libertad y la dignidad.

El poder de los imaginarios

Es interesante centrarse en las soluciones que además de valer para el largo plazo valgan también para el corto. Las soluciones bajas en consumo energético provocan menos contaminación y crean cercanía. Disminuyen los destrozos del colapso y pueden mantenerse en el largo plazo. Algunas de estas soluciones orientadas a la sostenibilidad, como: la movilidad corporal, algunos ritmos lentos, la densidad relacional, etc, también mejoran el bienestar subjetivo presente.

Las propuestas de Lakoff muestran cómo no siempre los meros datos o argumentos son suficientes para movilizar conductas, sino que es necesario hacer resonar esquemas cognitivos-emocionales (valores). “El pueblo unido jamás será vencido”, “Tierra y libertad”…, la mayor parte de las sociedades han tenido en cuenta en su imaginario y en su sistema normativo a las generaciones venideras, es más, la mayor parte de los seres humanos se preocupan con fuerte implicación emocional por el devenir de su descendencia (el gen “egoísta” ha resultado ser a menudo muy generoso).

Desde el punto de vista histórico, muchas generaciones se han visto portadoras de una importante misión: la revolución francesa, la lucha contra el nazismo o la conquista de la democracia. Tal vez la generación actual tiene ante sí uno de los mayores retos que jamás ha existido: cambiar las reglas del juego para poder seguir existiendo sobre la faz de la Tierra, y con dignidad y justicia.

La naturaleza, las sociedades humanas y las personas también han dado muestras de “optimismo”, realizando operaciones que a priori tenían baja probabilidad de éxito pero que finalmente han resultado acertadas al insertarse en sistemas complejos. Tenemos múltiples ejemplos de esto: desde el propio proceso de formación de la vida a las diferentes soluciones para expandir los hábitats a territorios hostiles, las luchas sindicales y feministas o las mismas revoluciones.

Lemas como “otro mundo es posible” o “sí se puede” permiten implicar a las personas en causas difíciles; a la vez, pueden actuar como profecías que conllevan su propio cumplimiento. La mera creencia puede aumentar las probabilidades de éxito. Ante el colapso ecológico tenemos la responsabilidad de ser optimistas; ya puestos, también inteligentes.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=234508

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