Contra pedagogia de la crueldad en el Cuerpo de las Mujeres

Gracias a la profesora venezolana y amiga Yurbin Aguilar, conocí los aportes de Rita Laura Segato con un texto llamado “Las estructuras elementales de la violencia”. Una antropóloga feminista argentina, residenciada en Brasil. Con motivo de la edición de su libro “La guerra contra las mujeres”, esta autora dió una serie de conferencias. Me dispongo a desarrollar brevemente su hilo argumentativo en una de ellas: “La violencia expresiva y la guerra contra las mujeres”, pues creo que en el, encontraremos algunas pistas para entender, como las guerras, todas las guerras actualmente, se desarrollan en el cuerpo de las mujeres. Lo que quizá promueva una mayor empatía con las mujeres en Siria, por ejemplo, o entre nosotras mismas, las venezolanas.

En los primeros años de la década de los 90 realizó una investigación en la cárcel de Brasilia con sentenciados por delito de violación. En la sociedad en general, esta muy difundida la percepción de este delito como “el robo de un servicio”, porque tenemos muy inculcada la idea de una líbido masculina, un deseo sexual incontenible en los hombres. Sin embargo, sus entrevistas no arrojaban que fuese este el motivo, pues muchos tenían novias e iban a burdeles, es decir podían tener sexo de muchas otras formas. Por ende no apuntaba a ser una violencia instrumental/utilitaria, el tomar por la fuerza la obtención de la satisfacción del cuerpo/instrumento de la mujer. Mas bien era ininteligible para el sujeto mismo que lo cometió, entonces ¿qué es la violación?, se preguntó.

Encontró como una dimensión fundamental del hecho, que eran cometidos en compañía. A diferencia de lo que las instituciones y el sentido común piensa, el violador como un sujeto anómalo, enfermo, solitario, alguien diferente a los demás. Algo que hace mucho el feminismo ya había rastreado. Es una acto socialmente compartido de forma natural y sobretodo, por los más jóvenes. Para estos, el paradigma de masculinidad que son sus padres, sus hermanos mayores, sus primos más fuertes, sus compañeros líderes en el colegios, es decir, quienes encarnan el modelo de una masculinidad bien realizada, exitosa, que son a quienes llama: interlocutores en sombra. Resalta el desastre que es el mandato de masculinidad, ese hombre violador que la sociedad produce.

Llega a la conclusión que el acto de la violación es un “crimen expresivo”, una forma de violencia expresiva, no instrumental, ¿pero expresiva de qué? De la masculinidad como potencia. El sujeto masculino “obtiene” su masculinidad y la obtiene mediante pruebas, desafíos, que lo declaran “potente”. Esa prueba tiene que ser dada ante los pares. Así, la agresión hacia la mujer, no es sólo eso. La relación mujer/hombre, no debe ser pensada fuera de la complejidad, para volver inteligible el acto de la violación. No existe sólo el eje del agresor/agredida, sino también un eje, quizá más importante, que es el eje del agresor y la relación con sus pares, ante los cuales debe demostrar, siempre, que el es un “hombre”. Los otros le darán su título.

Potencia que la compendia la “potencia sexual”, pero es mucho más, es potencia bélica, económica, política, intelectual, moral y puede haber muchas otras, que se entreveran, entrelazan, sustituyen. ¿Qué dice que un sujeto es potente? un tributo que fluye de la posición femenina a la masculina, en forma de admiración, subordinación, de cuidado, en varias formas. Es un tributo que es exaccionado desde la posición femenina a la posición masculina y construye la potencia, construye la masculinidad. Cuando esto no se realiza por las buenas, en tiempos de paz, se toma a la fuerza, se hace de manera violenta.

Acá entra la guerra como una exhibición de potencia, de capacidad de crueldad, capacidad de atravesar algunos límites. Es un espectáculo de potencia ante ojos que examinan, ojos que evalúan la masculinidad. La estructura de la masculinidad es la estructura mafiosa, el pacto de la masculinidad tiene una analogía precisa con el pacto mafioso. El cuerpo de las mujeres es el bastidor en el que se inscribe la potencia del hombre y de la mafia, se inscribe entonces la soberanía jurisdiccional, la potencia sobre un territorio. Así la guerra se ha feminizado, se hace en el cuerpo de las mujeres, no es que se apropia, no es un botín ya, sino el territorio en el cual ella se despliega. Se mata a la mujer, muerte que podríamos pensar no sólo física, para vencer, destruir a un pueblo. Efectuando una pedagogía de la crueldad, usando la violación como arma de guerra, pero si esta es exhibición de potencia, de seguro que no es la violación su única arma. Como las potencias se entrelazan, el poder económico sobre los cuerpos de las mujeres, pareciera emerge como arma también, sobretodo en los nuevos escenarios de guerras no convencionales a los que asistimos en este siglo.

Podríamos preguntarle a Rita por qué en nuestras cárceles violan y matan a los violadores, o solía hacerse. Pero sin duda este análisis hace preguntarnos por cómo nuestros cuerpos de venezolanas son los territorios de la guerra. No olvidemos que lo que primero comenzó a escasear fueron los artículos de higiene, personal y del hogar, luego alimentos y medicinas, todos esenciales para el cumplimiento del rol de cuidadoras, asignado culturalmente ¿cómo ha impactado eso en nuestras vidas cotidianas, en nuestras psiquis y espíritus?.

Parece urgente reflexionar sobre quiénes son estos interlocutores en sombra, frente a los cuáles el enemigo imperial despliega esta violencia expresiva, inscrita como poder/potencia en nuestros cuerpos de venezolanas. Se me viene a la memoria las noticias de los femicidios, espectacularmente crueles, de venezolanas migrantes en países de América Latina, como Perú, Chile, Panamá, México, Colombia1. Acaso podríamos ser tan ciegxs y no darnos cuenta que se orquesta una exhibición frente a pares en el ejercicio político del Estado, desde una subjetividad masculina hegemónica, un orden simbólico patriarcal/colonial compartido, en el cual el inseguro macho imperial “necesita” demostrar y ser legitimado como el poderoso señor de la guerra, el gendarme del mundo.

1 Ver el minuciosos conteo que hace la periodista Jessica Dos Santos http://www.15yultimo.com/2018/04/05/el-ultimo-round-y-tu-las-conocias/

Fuente: articulo enviado a redacción OVE

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Indhira Libertad Rodríguez

Socióloga feminista. investigadora del Centro Internacional Miranda. Miembro del colectivo la araña feminista