Por: Daliri Oropeza
La violencia contra las mujeres también es virtual. Cuatro hombres dan detalles de los grupos donde intercambian capturas de pantalla de mujeres, como si fueran estampas. Intentan desobedecer el mandato de masculinidad. Es una invitación a la reflexión sobre la normalización de la violencia en línea en grupos a través de las redes sociodigitales
“Hay que demostrar a los hombres que
buscar expresar la potencia por medio de la violencia
es una señal de debilidad.
El hombre que usa el recurso de la violencia es un hombre frágil.
Lo que se quiere exhibir como potencia es precisamente
impotencia”.
Laura Rita Segato, 2019
—Ese día me asusté cuando encontré en su celular capturas de pantalla de muchas mujeres— me dice mientras caminamos por el parque. Es de mis mejores amigas, y su ahora exnovio, también. Continúa su relato:
—Me enojé mucho después y le llamé por teléfono, le dije a gritos que por qué tiene capturas de tantas mujeres desde su cuenta de insta, ¡hasta de nuestras amigas!, ‘¿Qué haces con ellas? ¡Responde!’, le grité. Lo mandé a la chingada. Me dijo que las tiene para darle ejemplos a su mamá, una tejedora, para hacer bikinis. Pero de 100 fotos, una tenía tejido.
Mientras caminamos por el parque me pide que le diga qué hace el exnovio con las capturas. Yo no lo sé. Tal vez lo sospecho, por el tipo de bato que es. Pero no lo podría asegurar. Le pido que nos sentemos en una banca e intento disimular mi nerviosismo. Me pregunta si es común hacer grupos en mensajeros virtuales para intercambiar fotos entre hombres. Me sorprende cómo su intuición la lleva a hacerme esa pregunta. Lo veo posible.
—Yo no he participado en esos grupos— No sé por qué no me atrevo a decirle lo que sé.
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Muchos son grupos de amigos. Como hombres estamos bombardeados de imágenes de mujeres sensuales, chavas muy buenas, en el metro, en el comercial. Las conocidas, las guapas que hemos conocido en la vida, si subió una foto muy sexy a sus redes, al rato la comparten en el grupo. Se hacen comentarios: ‘está bien buena’, ‘chido’, ‘qué rico’.
Los hacen como modo de ejercer la sexualidad, es la cultura machista y nada, conoces a otra gente así. Y las comparten. Son muchos tipos de grupos. No son todos. Es una forma de ser vato, desde la primaria me acuerdo de expresiones, chistes, que te inculcan los propios papás.
Yo participé en un grupo así y hay competencia de quién tiene el mejor contenido. Cuando ponen capturas de amigas, sí, lo comentamos. Pero es mucho más el contenido porno.
Hay otros grupos donde la dinámica es que hay gifs porno, y ponen ‘buenos días’ con imágenes porno de 10 segundos. Hay hasta memes que son sexuales, sobre chavas que de alguna manera como hombre, desde morros, hay un humor que está mal, que ofende, pero en la convivencia de hombres, da risa.
Por eso s bueno tener amigas feministas, que te cuestionan. Yo ya no participé más en ellos. Llega a ser incómodo.
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El intercambio de imágenes con mujeres sensuales opera de la misma forma en que se realiza el intercambio de imágenes en grupos virtuales con otros objetivos. El elemento principal es que aquí el cuerpo de la mujer es un “regalo”, un premio. Por ejemplo un cumpleaños o, alguna otra cosa que se celebra.
El cuerpo de la mujer, evidentemente, es un premio que se otorga a otro hombre, aunque sea en términos virtuales. Entiendo, y ahora lo reflexiono, se trata de dar un gozo o disfrute a través del cuerpo femenino. En mi caso he abandonado grupos de este tipo donde se me agregaron sin mi consentimiento.
Se hace como una forma de “cotorreo”. Es bastante común compartir este tipo grupos. Es un acuerdo tácito “entre hombres” en cualquier ámbito, profesional o amistades. Es algo que no nos cuestionamos. Cuando alguien conocido me incluye en un grupo (odio los grupos de whas) y solo hay hombres, es práctica común recibir imágenes de mujeres, pornográficas y no.
Creo que no hay una racionalización del porqué lo hacemos. Es porque somos “hombres” que sobre entendemos que la visualización del cuerpo femenino es normal y que es algo que todos compartimos, sin cuestionarnos si es así.
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Es un acuerdo entre varios hombres que comparten un entorno común: trabajo, escuela, amistad, vecindad. Entre confianzas se comentan que vieron algo en línea y que les gustaría compartírselo al otro. Una persona crea el grupo y cada quien “aporta” lo suyo de cuando en cuando.
Hay veces en las que si uno no es lo suficientemente colaborativo, el resto de integrantes del grupo se disgustan. No puedo hablar en general, hablo desde mi propia experiencia.
En mi caso, fui incluido en uno a partir de mi entorno laboral e inició con la intención de compartir links y videos de pornografía heterosexual subida en sitios web populares, casi siempre protagonizada por estrellas porno. pero se agotó para temas laborales. He de decir, eso sí, que en este caso jamás se compartió una sola captura de pantalla o contenido sexual de alguna persona que conociéramos o algún “pack”.
Aunque sí hay casos de intercambio de contenido sin ningún tipo de pudor, incluso de capturas de mujeres que son del interés sexual de los integrantes del grupo para obtener un “consenso” de los demás y se “opine” sobre sus posibilidades.
¿Por qué se hace? No lo sé a ciencia cierta. Creo que varios grupos surgen por la misma razón que ver porno: mera satisfacción de un placer. Una segunda intención es la de satisfacer un deseo sexual reprimido /frustrado. Donde también comparten fotografías de mujeres conocidas o que no son necesariamente porno, suelen usarse para opinar sobre los atributos de dicha persona e incluso fantasear con ello.
Es cierto que el movimiento feminista ha hecho abrir los ojos a varios sobre la ruindad moral que esa conducta implica. Eso, para los más autocríticos; para los que no lo son tanto, lo que los ha motivado a dejar esos grupos son las implicaciones legales de ello.
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Nunca he estado en estos grupos. Pero por lo que sé, hay varios tipos. Públicos, en donde la gente no se conoce. Son para sexoservicio. Lujuria. Mal. Otros, donde la gente sí se conoce. La gente se agrega en la lógica de compartir. Grupos de hombres específicos. Se reúnen así.
Es más común de lo que se piensa. Tiene que ver con su funcionamiento. Hay un comportamiento previo a las redes sociales que se aprende, desde niño, se cruza con la crucificación de la mujer. Farolear el ligue, el faje, en el que tiene una línea delgada con la novia. Es un trofeo. Competitividad.
Yo lo siento más reforzado por la producción de espectáculo, la cultura del capital, donde la competencia por la mujer sea por coger o porque la aman. Siempre termina figurando la mujer como trofeo.
El hombre quiere estatus a partir del cuerpo de la mujer. Su erotismo. Sus atributos. Los demás pueden fantasear con ella. Los batos se pueden masturbar con ella. Pero es tu morra, o la que tú te cogiste.
Comienza a coquetear con la permisividad de esta lógica de una mujer pública, cualquiera puede hacer lo que quiera con ella. No solo no te interesa la imagen de la mujer, además implícitamente propones que cualquiera disponga de ella.
Pactos perversos. Masculinos. La carta que asegura que tú puedas formar parte de ese clan. Compartiendo. Festejándolo. Tu disposición a formar parte de esas cosas para pertenecer. Entra un lado poco visible, el miedo permanente de círculos de hombres que compiten en términos de jerarquía, la moneda de cambio es la imagen o el video.
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“Hay una máquina de muerte que se manifiesta en el cuerpo de las mujeres”, dice la antropóloga Rita Segato. Una relación entre hombres, un cuerpo que iconiza una posición, que le exige a ese cuerpo para mantener su estatus de hombre. Obedece al “Mandato de masculinidad”.
La masculinidad es una corporación que se replica en varias fuerzas armadas, maras, policías, paramilitares, ejército, explica Segato. Según el valor supremo de la lealtad a sí mismo, a esa membresía. Y la jerarquía entre hombres.
La violación, la violencia explícita, cruda, cruel, no es una cultura, lo que resulta del orden patriarcal no es cultura, es un sistema, asegura Rita haciendo una lectura de género de la historia humana en La crítica de la colonialidad en 8 ensayos. Esto es perjudicial para los hombres mismos y para la humanidad, dice.
Para ella, la masculinidad, la escuela del mandato de masculinidad es pedagogía de la crueldad, y enseña a mostrar mas insensibilidad. En una entrevista, Rita Segato explica:
“El mandato de masculinidad dice a los hombres que necesitan apropiarse de algo, ser dueños. La precarización de la posición masculina pone en cuestión su potencia. Y por lo tanto solo queda la violencia —sexual, física, bélica— para restaurarse en la posición masculina”. Yo agregaría que ahora también en esta forma de restaurarse en la posición masculina está la violencia en línea.
“Hay que demostrar a los hombres que buscar expresar la potencia por medio de la violencia es una señal de debilidad. El hombre que usa el recurso de la violencia es un hombre frágil. Lo que se quiere exhibir como potencia es precisamente impotencia”.
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El el Artículo 181 Quintus del código penal, sobre quien comete el delito contra la intimidad sexual, en el apartado II describe:
“Quien exponga, distribuya, difunda, exhiba, reproduzca, transmita, comercialice, oferte, intercambie y comparta imágenes, audios o videos de contenido sexual íntimo de una persona, a sabiendas de que no existe consentimiento, mediante materiales impresos, correo electrónico, mensajes telefónicos, redes sociales o cualquier medio tecnológico”.
Esta reforma que modificó la Ley, fue gracias a Olimpia Coral, víctima de la publicación de su intimidad. Se estableció en el código penal que es necesaria una denuncia para perseguir la difusión no consentida de contenido sexual privado; es decir, se perseguirá por querella.
El informe realizado por Luchadoras La violencia en línea contra las mujeres en México la define como “Actos de violencia de género cometidos instigados o agravados, en parte o totalmente, por el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), plataformas de redes sociales y correo electrónico; y causan daño psicológico y emocional, re-fuerzan los prejuicios, dañan la reputación, causan pérdidas económicas y plantean barreras a la participación en la vida pública y pueden conducir a formas de violencia sexual y otras formas de violencia física”.
Para entender qué es la violencia en línea o relacionada con las tecnologías, Luchadoras lanza 13 formas de violencia en línea que identifica, de las cuales incluye la difusión de información personal o íntima sin consentimiento, lo cual incluye Compartir información privada, exposición de identidad hasta generar pornografía no consensuada.
Una violencia que va concatenada es el abuso y explotación sexual relacionada con las tecnologías. Luchadoras lo define como el “ejercicio de poder sobre una persona a partir de la explotación sexual de su imagen y/o cuerpo contra su voluntad, en donde la tecnología es intermediaria y fundamental para llevarlos a cabo. Puede implicar la obtención de un beneficio (lucrativo o no)”.
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La mujer que cachó al exnovio se atreve a denunciar.
Fuente de la información e imagen: https://piedepagina.mx