La evaluación en tiempos de Covid-19

 

Por: Alejandro Cheyne.

El sistema de evaluación siempre ha sido motivo de debate en las instituciones de educación. Sin embargo, en la coyuntura actual, esta discusión se hace más álgida ante el reto de realizar el proceso de enseñanza y aprendizaje por modalidad de acceso remoto, sin ningún tipo de contacto presencial debido a la cuarentena nacional en la que nos encontramos.

En esta coyuntura, se han presentado los interrogantes de: si la eliminación de cualquier tipo de evaluación, o la aplicación inmediata de una evaluación cualitativa y no cuantitativa, podrían contribuir al desafío actual de la educación. A estas preguntas, por supuesto, la respuesta es que de ninguna manera estas “soluciones” resuelven el reto pedagógico. Lo anterior, con base en las siguientes reflexiones:

  1. Por encima de cualquier consideración, la evaluación es una oportunidad extraordinaria para que el estudiante aprenda mientras la desarrolla. Por ello, debe ser vista como un espacio para el aprendizaje, y no como un proceso para “medir”, “juzgar” e incluso “sancionar” a una persona por su aprendizaje.
  2. En la educación, la evaluación permite obtener la información necesaria para determinar la brecha existente entre los objetivos de aprendizaje y la realidad de cada estudiante. Por tanto, debe ser diseñada y desarrollada con los estudiantes, ya que, de lo contrario, podríamos caer en el error de pensar que la única persona con las competencias necesarias para evaluar es el profesor, dejando al estudiante como un actor pasivo del acto pedagógico. La evaluación debe surgir, precisamente, del diálogo entre el profesor y el alumno, para que así, de común acuerdo, se establezcan los criterios y la metodología adecuada.
  3. ¿Profesores y estudiantes tienen la humildad para reconocer y analizar los resultados de la evaluación? Pareciera que cualquier resultado se puede interpretar por ambas partes como un error en la exigencia del curso, falta de compromiso de los estudiantes, entre muchos otros factores que intervienen. Sin embargo, la evaluación es un arte que debe empezar con una concientización de su impacto, tanto a los profesores como alumnos, y que se debe realizar con unos criterios técnicos que han sido definidos en la pedagogía hace muchos años, pero que en muchos escenarios falta llevarlos a la práctica, para poder asegurar su validez y credibilidad.
  4. La evaluación debe ser continua y, de alguna manera, debe pasar inadvertida para los estudiantes, en la medida en que hace parte de su proceso cotidiano de aprendizaje. Mantener una evaluación tradicional, muy especialmente al final del proceso educativo, confunde a los estudiantes y no le aporta a su proceso de aprendizaje.
  5. ¿El acceso remoto es un obstáculo para la evaluación? Definitivamente no. En estas situaciones, la educación debe ser diferente, y esto requiere de una innovación pedagógica. Debemos evitar la estandarización y poder evaluar el aprendizaje de los estudiantes de acuerdo con las particularidades de cada uno.

En este orden de ideas, la coyuntura del Covid-19 no puede privar a los estudiantes de la oportunidad extraordinaria de aprender mientras son evaluados. Por el contrario, es el momento de prestar más atención a la evaluación, como un medio formativo para los jóvenes, muy necesario en este escenario marcado por la incertidumbre.

Es importante que toda institución de educación pueda, en unos meses, realizar una metaevaluación, como un proceso para calificar la evaluación y determinar si realmente nuestros sistemas tradicionales le están agregando valor al aprendizaje de los jóvenes. Debemos recordar siempre que ellos (los jóvenes) son los protagonistas en el proceso de enseñanza y aprendizaje, que consiste en un acto de amor y generosidad por parte de quienes, durante tantos años, han desarrollado su vocación de servicio a través de la docencia.

Fuente del artículo: https://www.semana.com/opinion/articulo/columna-rector-del-rosario-la-evaluacion-en-tiempos-de-covid-19/660595

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¿Cómo pueden ser exitosas las escuelas de padres?

Por: Alejandro Cheyne.

La propuesta de la ministra de Educación Nacional reconoce la responsabilidad de la familia en el proceso educativo de las personas.

Este proceso, que empieza desde el nacimiento, se trata precisamente de un acompañamiento a la construcción permanente del proyecto de vida. Cada día, las instituciones educativas (colegios y universidades), las empresas y los proyectos emprendedores, reconocen la importancia de la familia en un proceso de coformación.

Lo anterior, se da en un momento en el que los signos de hipermodernidad reflejan una mayor vulnerabilidad de las personas ante la influencia, cada vez mayor, de los medios de comunicación (principalmente redes sociales), la presión de las modas, el exceso de información imposible de asimilar (infoxicación) y la tentación a la vida fácil, que dificultan la comprensión del verdadero significado del proyecto de vida.

Debemos tener en cuenta que, desafortunadamente, no toda la población colombiana tiene acceso a la educación. Según cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), para el año 2017 solo el 23,3 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA) había completado la educación básica primaria, lo cual hace aún más complejo la función de la familia en la educación de sus hijos.

La permanencia o deserción de los estudiantes depende de factores como: las características de las instituciones educativas (condiciones académicas e institucionales) y las condiciones familiares e individuales de las personas, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Deserción en la Educación (ENDE), del Ministerio de Educación Nacional. Asimismo, dentro de las condiciones familiares, destacan la interacción padres-escuela, que consiste en la participación en actividades de asociación de padres, de seguimiento escolar y extra-escolares.

Las escuelas de padres deben ser un compromiso, no una obligación. La imposición puede generar efecto rechazo

En este sentido, y teniendo en cuenta que el desafío educativo requiere de la participación de todos los actores, se deben tener en cuenta las siguientes recomendaciones para que la propuesta de escuela de padres sea exitosa:

1. La riqueza de la educación está en la diversidad de las instituciones que hacen parte del sistema. Por esta razón, no se pueden generar escuelas de padres estandarizadas, ya que cada una de ellas debe reconocer la misión, los objetivos y los valores de cada institución. Además, estas deben ser un espacio construido con un programa de orientación psicopedagógico estructurado y con la participación de todos los actores que acompañan a la persona (niño, joven o adulto), sin mensajes unidireccionales y estandarizados.

2. Las escuelas de padres deben ser un compromiso, no una obligación. La imposición puede generar efecto rechazo, por lo que se debe respetar la autonomía de las familias y la realidad que está viviendo cada una de ellas. En ese sentido, el primer paso es establecer un diálogo con los padres, para generar una apertura al cambio y una disposición a trabajar en equipo. Es importante recordar que este es un proceso de acompañamiento, no de sobreprotección.

3. No se puede convertir estas escuelas en un escenario para resolver problemas puntuales o reaccionar a problemas particulares. Es un espacio para la reflexión sobre la coformación y maximizar los talentos. El fin último es la formación integral de personas en su dimensión académica, cultural, espiritual y física, en donde el único protagonista del acto educativo es el estudiante y su proceso de aprendizaje.

4. Las escuelas de padres deben tener un ejercicio de planeación y prospectiva propio, en donde se puedan medir permanentemente su coherencia con unos resultados observables en el tiempo. De lo contrario, se puede convertir posteriormente en un conjunto de conferencias aburridas o un espacio de encuentro social sin propósito, que desmotive a los participantes.

Finalmente, retomando la propuesta realizada por el Ministerio de Educación acerca de la participación de la familia en el proceso de aprendizaje, considero que debe ser motivo de reflexión no solo en los colegios sino en todos los niveles de formación, incluidas las universidades. Esto, ya que es precisamente la familia la cuna de valores que tanto demanda nuestra sociedad.

Fuente del artículo: https://www.eltiempo.com/vida/educacion/columna-de-opinion-de-alejandro-cheyne-rector-de-la-universidad-del-rosario-391652

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La paradoja de las universidades privadas en Colombia

Por: Alejandro Cheyne García.

En el primer y segundo semestre de 2019, las universidades privadas han encontrado una mayor dificultad para atraer a los estudiantes a sus aulas. De hecho, el descenso en los niveles de matrículas universitarias se evidencia desde el 2017.

Según datos del Sistema Nacional de Información de Educación Superior (SNIES), en el 2016, 285 833 personas accedieron a educación privada, mientras en el 2017 fueron 255 462, lo que evidencia una reducción aproximada del 10%.

Al mismo tiempo, Colombia cuenta con un acceso a la educación superior significativamente bajo en comparación con estándares internacionales. En el país, solo el 22% de las personas entre 25 y 64 años cuentan con un título universitario, un porcentaje muy inferior al promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que es de 38%, tal como lo mencionan en su investigación ‘Education at a Glance 2018’.

Además, la desigualdad en el acceso a la educación en las regiones del país es realmente crítica. De acuerdo al SNIES, en el 2017 se encontró una concentración mayor en Bogotá de los estudiantes que accedieron a la educación superior, mientras que en departamentos como Amazonas, Chocó y Arauca este porcentaje fue significativamente menor.

En este orden de ideas, la paradoja se evidencia en un excedente de personas que quieren estudiar y no tienen el dinero para pagar su formación y, al mismo tiempo, en “sillas vacías” en las universidades privadas por la caída en las matrículas. Se estima que, entre los factores asociados a esta disminución, se tiene la influencia del modesto crecimiento económico de Colombia, (1.8 % en 2017, 2.7 % 2018 y una  perspectiva todavía incierta del 3.0 % para 2019) junto con un desempleo creciente del 10.5% para el mes de mayo de 2019, de acuerdo con el DANE. Lo anterior, disminuye sustancialmente la capacidad y disposición a pagar por parte de los jóvenes y sus familias.

Otro factor a tener en cuenta es el envejecimiento creciente de la población. Tal como afirmó el director del DANE, Doctor Juan Daniel Oviedo, en el Simposio de Envejecimiento y Longevidad de la Universidad del Rosario (2019) el 13.4% de la población en Colombia tiene más de 60 años. En este sentido, se ve una disminución de la población en edad productiva interesada en ingresar a la educación superior.

Pero, ¿por qué las universidades privadas no se dieron cuenta de esta tendencia? Una explicación puede ser el número de matrículas crecientes como resultado del programa Ser Pilo Paga que financió cerca de 40 mil estudiantes desde el año 2014. Ahora bien, esta paradoja nos plantea tres interrogantes adicionales a las universidades privadas.

1. ¿Es realmente compatible el sueño de una “educación universitaria para todos sin restricciones de acceso”, con la necesidad de inversión creciente que realizan las universidades privadas comprometidas con estándares de alta calidad nacional e internacional?

La respuesta para un modelo universitario de ingresos con dependencia superior al 85% de las matrículas no puede ser afirmativa, razón por la cual se requiere del diseño de nuevas formas de financiación en donde la alianza Universidad – Empresa – Estado sea fundamental para convertir este sueño en realidad, siempre y cuando se cumpla con el supuesto de la equidad, es decir, que la ayuda realmente la reciba quien la necesita.

2. ¿Una disminución de precios en las matrículas genera un desplazamiento de la demanda?

La respuesta, por supuesto, es negativa. Para muchos jóvenes que han nacido a principios del Siglo XXI y que ahora se están incorporando a la universidad, tener un título universitario ya no es garantía de un trabajo decente con los criterios establecidos por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Los jóvenes realmente están buscando nuevos escenarios de formación con mayor pertinencia a nuestra realidad. En este sentido, se hace evidente la necesidad de una innovación pedagógica con programas que desafíen esquemas tradicionales de las universidades, con una mayor proximidad a los verdaderos protagonistas que son los jóvenes universitarios

3. ¿Se justifica el gasto creciente que realizan las universidades en su proceso de atracción, en medio de una competencia feroz por quedarse con los estudiantes?

La inversión promedio puede representar entre 5% y 7% de los ingresos, bajo el supuesto que lo asume la institución y no el estudiante, con un costo de oportunidad importante para la docencia, investigación y extensión. El sector de la educación está cambiando y los supuestos con que trabajaban las universidades privadas ya no son los mismos. Las megatendencias plantean la necesidad de una cooperación mayor entre todos los actores de la educación superior, para ofrecer un servicio educativo de talla mundial en un escenario de incertidumbre.

Esta paradoja se convierte en un gran reto para las universidades privadas en Colombia, quienes deben plantear nuevos lineamientos y escenarios de formación, teniendo en cuenta las necesidades de los jóvenes y los nuevos modelos pedagógicos. Adicionalmente, es fundamental proponer nuevos instrumentos de financiación para facilitar el acceso a la educación superior para todos.

Fuente del artículo: https://www.semana.com/opinion/articulo/la-paradoja-de-las-universidades-privadas-en-colombia-columna-de-alejandro-cheyne-garcia/624171

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