Fantasmas del MEP.

Por: Armando González R.

Auditores del Ministerio de Educación Pública (MEP) constataron, una vez más, la práctica de “inflar” números de matrícula para elevar los ingresos de algunos educadores mediante el pago de lecciones no ofrecidas. La anomalía fue detectada en varios colegios técnicos nocturnos, pero ha sido frecuente en otras instituciones educativas.

Estudios de auditoría ejecutados en años recientes hacen sospechar de un fraude cercano al 20% de la matrícula. Es mucho dinero y mucha falta de control. Los directores de centros educativos informan sobre la matrícula y cuentan con la escasa supervisión del MEP para mantener el engaño.

Cuando los auditores identifican la diferencia entre la matrícula reportada y el número de estudiantes en las aulas, los directores alegan la deserción estudiantil en los meses transcurridos después de la matrícula. Sin embargo, las autoridades confían en sus hallazgos y dicen haber identificado a los estudiantes “fantasma” sin tomar en cuenta las deserciones y traslados. Por otra parte, valdría la pena preguntar a los docentes si no notan el pago en exceso cuando el Ministerio les gira el salario.

El asunto preocupa en varios planos. Los implicados son maestros a quienes se confía la formación de los jóvenes. Además, el engaño no es posible sin la participación de la más alta jerarquía de cada centro educativo. Los altos porcentajes de “inflación” de la matrícula son, en sí mismos, preocupantes, porque subrayan la falta de controles adecuados. También alarma la persistencia del problema, cuya solución debió aparecer hace años.

Pero nada preocupa tanto como la tibia respuesta del Departamento de Recursos Humanos del MEP ante los hechos constatados por la auditoría. El informe está bajo análisis para “subsanar” las anomalías detectadas, no para establecer responsabilidades e iniciar los procedimientos administrativos y judiciales del caso.

Mucho puede mejorar la supervisión del MEP, como quedó demostrado. Las oportunidades de abuso deben ser erradicadas y si los sistemas fallan, es necesario subsanar sus debilidades, pero ningún procedimiento impedirá las desviaciones si al final del camino solo espera la impunidad.

Los esfuerzos de la auditoría servirán de muy poco si tan solo conducen a “subsanar” errores del sistema. Cada parche, no importa su eficacia, se constituirá en una invitación para renovar los engaños con otros capaces de burlar los controles mientras hacerlo no tenga consecuencias.

Fuente: http://www.nacion.com/opinion/columnistas/Fantasmas-MEP_0_1644835514.html

Imagen: http://www.nacion.com/nacional/educacion/MEP-funcionamiento-Ministerio-recuperacion-ARCHIVO_LNCIMA20160811_0003_5.jpg

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Capitalismo y educación

Por: Armando Gonzalez

Una de las responsabilidades fundamentales de los padres es la educación de sus hijos. En primaria, secundaria y en educación superior o universitaria.

Dos siglos de capitalismo han probado que la competencia es un elemento esencial. No hay actividad en nuestra época que ejemplifique ese principio como el sistema educacional. En el lado positivo está el sistema de educación superior, a la altura de cualquiera en el mundo. En el otro lado está el deficiente ejemplo del sistema de escuelas públicas de primaria, junior y secundaria. La gran diferencia entre las dos es competencia.

El capitalismo requiere varias características para operar bien: la propiedad privada es una. El sistema legal para regir contratos es otra. El dinero estable es también importante. Más aún, si no todas las condiciones existen, el capitalismo incipiente puede funcionar. Si hay límites sociales en la posesión de propiedad privada, el capitalismo puede aferrarse, furtivamente, en sectores donde esos límites sean más débiles. Los mercados negros en sistemas comunistas han probado eso por años.

Sin embargo, no hay sustituto para la competencia en el capitalismo. Sin competencia, los otros elementos del capitalismo no pueden existir. La propiedad privada, impedida de competir por un monopolio, deja de existir en esa esfera, la ley es limitada y el dinero deja de tener efecto.

Donde existe la competencia, el capitalismo puede surgir en subsectores de sociedades no capitalistas. En subsectores donde no existe la competencia, el capitalismo deja de existir.

No hay mejor prueba de la importancia de la competencia que una comparación entre el sistema universitario americano y el sistema de escuelas públicas. Ambas comparten importantes similitudes. Gobiernos –federal, estatales y locales– están estrechamente involucrados y aportan cantidades sustanciales de dinero a ambos sistemas. Lo que los dos sistemas no comparten es competencia. Comparado con el sector privado, el sistema universitario americano no es el mejor ejemplo de competencia. Pero sí lo es comparado con el sistema de escuelas públicas. El sistema universitario encara competencia en muchos aspectos. El sistema de escuelas públicas, por otra parte, busca refugio contra la competencia.

En el sistema universitario los estudiantes escogen a qué college o universidad desean asistir. Los colleges y universidades, por lo tanto, tienen que competir para atraerlos. Los estudiantes transfieren regularmente. La movilidad es característica en el sistema universitario.

El contraste no puede ser mayor con los sistemas de escuelas públicas. La elección de la escuela, disponible para todo universitario, es virtualmente inexistente en el sistema de escuelas públicas. Es el mayor enemigo de los sindicatos de maestros. La selección de la escuela, vouchers, educación en la casa y escuelas charter –cualquier forma en que el estudiante pueda moverse libremente– es anatema para ellos. La única forma que un estudiante pueda cambiar de escuela es que sus padres se muden.

La diferencia en la movilidad de los estudiantes trae a colación otro aspecto donde la competencia diferencia a los dos sistemas: fondos. Colleges y universidades compiten por fondos en todas sus formas. Los estudiantes y sus tuition dollars son el ejemplo más claro. Porque los estudiantes gozan de completa movilidad, su dinero se mueve con ellos.

Colleges y universidades también compiten por asignaciones gubernamentales. Los sindicatos de maestros de escuelas públicas se oponen también a eso. Cada escuela y distrito escolar –independientemente de la calidad de su trabajo– debe recibir la misma cantidad. Aquí, fallar es siempre excusado por “fondos inadecuados”, así que lo que se recompensa es fallar y no buen rendimiento.

El capitalismo tiene muchos facilitadores pero un solo conductor. La diferencia entre el sistema de educación universitaria y el sistema de escuelas públicas es una lección en eficiencia y una condena de su ausencia.

AGonzalez03@live.com

Fuente: http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article147245294.html

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