Este es el momento para que los Gobiernos inviertan en educación

Cristina Álvarez

El año pasado acudí a un centro escolar para ver cómo un grupo de alumnos de diez años trabajaban la propuesta didáctica que cada año planteamos desde la Campaña Mundial por la Educación (CME), un movimiento de la sociedad civil presente en más de 120 países y que desde el año 2000 reúne a organizaciones y coaliciones nacionales de muy diverso signo en defensa del derecho a la educación, a través tanto de actividades de sensibilización y movilización con las comunidades educativas como de acciones de incidencia política a nivel regional, nacional e internacional.

Para realizar la actividad de ese día, los niños y niñas se dividieron por equipos, cada uno de los cuales representaba a un país: Siria, Perú, España, Islandia y Etiopía. El docente planteaba una serie de preguntas sobre cada uno de los países –si vivían en un contexto de paz, si contaban con infraestructuras y profesorado suficiente, si las niñas iban a la escuela– y, en función de las respuestas, el equipo podía (o no) ir avanzando por el tablero de juego. Fue fascinante observar cómo el alumnado iba dándose cuenta de las diferencias entre unos y otros, y haciéndose conscientes de que algo tan aleatorio como el país en el que te haya tocado nacer o vivir determina en gran medida no solo tu situación presente, sino tus oportunidades de futuro. Al acabar la actividad, todos terminaron verbalizando la suerte que tenían de poder ir al colegio y de aprender, a pesar de las carencias y las dificultades que también afectan al sistema educativo español.

Siempre es así con la educación. Pocos temas suscitan un acuerdo tan unánime: a quien quiera que le preguntes —clase política, sector privado, niños y niñas— el conjunto de la ciudadanía es unánime en su defensa de la necesidad de garantizar una educación de calidad para todas las personas, tanto en nuestro país como, sobre todo, en otros donde el contexto es más complicado.

Sin embargo, cuando llega el momento de que este discurso tan ampliamente aceptado —el de que contar con una educación de calidad es esencial para garantizar la igualdad de oportunidades y construir sociedades más equitativas, igualitarias y prósperas— se materialice en compromisos reales, todo este consenso parece diluirse entre las diversas prioridades de la agenda política y la coyuntura económica. En definitiva, siempre parece haber algo más urgente en lo que invertir nuestros recursos.

El problema es que la falta de acceso a una educación de calidad no es un juego, y que los más de 263 millones de niños, niñas y adolescentes de todo el mundo que actualmente no van a la escuela no pueden esperar. Y ahora se nos presenta la oportunidad de que no tengan que hacerlo. Los días 1 y 2 de febrero se está celebrando en Dakar (Senegal) la Cumbre de la Alianza Mundial por la Educación (AME), el principal fondo multilateral que reúne a países del Sur, donantes, sector privado y sociedad civil con una meta común: movilizar fondos que permitan mejorar la calidad y el acceso a la educación en 89 países en desarrollo. El éxito de este encuentro depende del compromiso de todos los actores implicados y, en último término, de todos y cada uno de nosotros.

El problema es que la falta de acceso a una educación de calidad no es un juego. Los más de 264 millones de niños, niñas y adolescentes de todo el mundo que actualmente no van a la escuela no pueden esperar

España forma parte de la Alianza Mundial por la Educación desde 2006 y ha sido uno de sus principales donantes. Pero su última aportación al fondo se remonta al 2011

Desde la Campaña Mundial por la Educación, instamos al Gobierno español a que no espere para demostrar con algo más que palabras su apoyo a la educación

Por un lado, se trata de que los Gobiernos de los países en desarrollo se comprometan a adoptar las medidas necesarias para lograr que, en 2020, el 20% de sus presupuestos se destine a financiar el fortalecimiento de sus sistemas educativos. Estos recursos deben destinarse a ámbitos que, como la inversión en una mejor remuneración del profesorado, pueden no resultar del todo atractivos para los Ministerios de Hacienda de dichos países e incluso para la propia comunidad internacional, pero que son absolutamente imprescindibles para lograr verdaderos avances en el ámbito educativo. Sin embargo, aún en ese escenario, serían necesarios 39.000 millones de dólares adicionales para garantizar que todos los niños y niñas del mundo puedan recibir una educación infantil, primaria y secundaria inclusiva y de calidad. Ahí entra en juego el papel de los países donantes, entre los que se encuentra España, que para cubrir ese déficit deberían aportar a la AME un total de 3.100 millones de dólares entre 2018 y 2020. De tal manera que, para el año 2020, la AME reciba unas aportaciones totales de 2.000 millones de dólares anuales.

La sociedad civil internacional se ha volcado con este evento, que ya ha recibido el apoyo de figuras tan destacadas como la Premio Nobel de la Paz, Malala o el Papa Francisco, y países como Francia (que organiza la Cumbre junto al Gobierno de Senegal) ya han manifestado su compromiso, no solo moral, con la causa educativa. España también debe dar un paso adelante. Nuestro país forma parte de la AME desde el año 2006 y ha sido uno de sus principales donantes, aunque su última aportación al fondo se remonta al año 2011. En este sentido, esta próxima Cumbre de Dakar constituye una oportunidad histórica para que España recupere su papel como donante en el sector educativo, especialmente de cara al cumplimiento de los objetivos que plantea el nuevo marco internacional que supone la Agenda 2030. Por eso, desde la Campaña Mundial por la Educación (liderada en España por Ayuda en Acción, EDUCO y Entreculturas) y con el apoyo de Plan International España, instamos al Gobierno español a que no espere para demostrar con algo más que palabras su apoyo a la educación y que, en el marco de esta Cumbre, realice un compromiso de financiación firme y ambicioso de, al menos, dos millones de euros.

Ese es el mensaje que me gustaría transmitir en mis próximas visitas a los centros educativos españoles: que para sus representantes políticos, la educación no es un juego, y que se toman en serio no solo su futuro, sino también el de los millones de niños, niñas y jóvenes de todo el mundo que no comparten su suerte. No les hagamos esperar. El momento es ahora.

Fuente del articulo: https://elpais.com/elpais/2018/01/30/planeta_futuro/1517330986_488984.html

Fuente de la imagen:

https://ep01.epimg.net/elpais/imagenes/2018/01/30/planeta_futuro/1517330986_488984_1517331368_noticia_normal_recorte

Comparte este contenido:

Pido la palabra por la educación

Por: Cristina Álvarez

La Campaña Mundial por la Educación recuerda a los Gobiernos su compromiso de garantizar una formación gratuita, equitativa, inclusiva y de calidad para todas las personas.

Pido la palabra por la educación. Lo hago porque creo firmemente que, en un mundo que se enfrenta a retos cada vez más complejos, la educación es el principal instrumento para el progreso material, pero sobre todo humano, de las sociedades. Una poderosa herramienta capaz de cambiar las vidas de las personas, contribuir a que puedan salir de la pobreza y paliar la desigualdad. Y, lo que es más importante, es un motor de cambio que permite generar oportunidades y dotar de esperanza a quienes tienen una vida más difícil. Es la única vía posible para construir entre todos un futuro mejor.

Pido la palabra para decir a los representantes políticos que en el mundo aún hay 263 millones de niños, niñas, jóvenes y adolescentes sin escolarizar, la mayoría de ellos en el África subsahariana. También tengo que decir que 758 millones de personas adultas son analfabetas, dos tercios de ellas mujeres. Y que la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) española se ha reducido en más del 65% entre 2008 (4.762 millones de euros) y 2015 (1.627 millones de euros de AOD neta, apenas el 0,13% de la renta nacional bruta). Estos recortes han afectado desproporcionadamente a la ayuda destinada a educación. En sólo siete años, la AOD española destinada a este sector prácticamente ha desaparecido: se ha reducido en un 90% entre 2008 y 2015, pasando de 354 a 34 millones de euros.

En septiembre de 2015, sentí una mezcla de esperanza e ilusión cuando los Estados miembro de las Naciones Unidas adoptaron los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), con los que se comprometen a trabajar de forma conjunta para conseguir que, en 2030, todas las personas vivamos en un mundo más justo y sostenible. Este nuevo marco de acción, mucho más ambicioso que sus predecesores los Objetivos de Desarrollo del Milenio, se caracteriza por su carácter universal (es aplicable a todos los países del mundo) e integral (para que la agenda sea efectiva, deben cumplirse todos sus objetivos, sin excepción).

Desde luego, esta nueva agenda no sería viable sin su cuarto objetivo (ODS4), que nos enfrenta al reto de “garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa, y promover las oportunidades de aprendizaje permanente para todos para el año 2030”.  Sitúa así el derecho a la educación en el lugar central que sin duda merece en la agenda internacional. El ODS4 no sólo es esencial en sí mismo, sino que es fundamental para la consecución de otros objetivos relativos a la salud, el crecimiento económico y el empleo, el consumo y la producción sostenibles o el cambio climático.

Pido la palabra para decir a los representantes políticos que en el mundo aún hay 263 millones de niños sin escolarizar, la mayoría de ellos en el África Subsahariana

Considero que la educación es mucho más que un simple objetivo. Es la herramienta de transformación más poderosa con la que contamos para hacer avanzar a las personas, las comunidades y las sociedades. Y es, sobre todo, un derecho. A pesar de los enormes avances realizados en términos de acceso a la educación en los últimos quince años, sigue siendo un derecho vulnerado para millones de personas. ¿Cómo limita y limitará sus vidas no poder ejercerlo? Sin olvidar, por supuesto, otros retos como la calidad, que se ve gravemente afectada por la falta de inversión y los recortes en el gasto público; el insuficiente número de docentes, su cualificación y su remuneración; la desigualdad de género en el acceso a la formación; la falta de infraestructuras adecuadas o el número o la cuantía de las becas, entre otros. El futuro de la humanidad depende de que, entre todos, seamos capaces de cambiar esto.

Por eso, no podemos dejar que las promesas de la comunidad internacional y de nuestros responsables políticos caigan en saco roto. 2017 es un año crítico para garantizar el cumplimiento de los ODS, ya que en los próximos doce meses los Gobiernos deberán definir los indicadores que van a servir para medir su cumplimiento, es decir, para saber si avanzamos al ritmo necesario para lograr estas metas en el plazo establecido. ¿Cuántos niños, niñas y jóvenes acceden a la educación primaria y secundaria? ¿Cuántos las terminan? ¿Adquieren las competencias adecuadas? ¿De manera igualitaria entre hombres y mujeres? ¿Contamos con sistemas educativos inclusivos y de calidad? ¿Y con los fondos necesarios para financiarlos?

No podemos dejar que las promesas de la comunidad internacional y de nuestros responsables políticos caigan en saco roto

La respuesta a estas preguntas nos afecta directamente a todos y todas. Por eso, desde la Campaña Mundial por la Educación nos estamos movilizando –colegios, docentes, alumnos y alumnas– en más de 100 países para exigir a nuestros Gobiernos que adopten las políticas, medidas y recursos necesarios para hacer del derecho a la educación una realidad para todas las personas. Queremos reclamar también la necesidad de que estos procesos se lleven a cabo de forma abierta y transparente, a través de espacios que faciliten la participación y las aportaciones del conjunto de la ciudadanía, y especialmente de las comunidades educativas y de las organizaciones que trabajamos en defensa del derecho a la educación y los derechos de la infancia. Como nos decían los niños y niñas de uno de los colegios con los que trabajamos: “Todos tenemos los mismos derechos, por lo que todo el mundo tiene derecho a participar”.

Dentro de unas semanas, estaremos en más de 30 ciudades españolas celebrando decenas actos públicos y de encuentro con nuestros representantes políticos, para demostrarles que el derecho a una educación gratuita, equitativa, inclusiva y de calidad nos importa y nos afecta a todos y todas. Escribo este artículo para aportar mi pequeño (pero imprescindible) granito de arena a este movimiento internacional que pide la palabra por la educación. Tú también puedes hacerlo –únete a nosotros durante la Semana de Acción Mundial por la Educación (SAME), del 24 al 29 de abril, y pide la palabra por la educación. El futuro está en nuestras manos.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/04/05/planeta_futuro/1491390505_123672.html

Comparte este contenido: