El camino obligatorio y permanente del teletrabajo

Por: Claudio Rama. 

En medio de la pandemia, tarde lamentablemente, se ha planteado el teletrabajo como uno de los mecanismos para construir un equilibrio viable entre la necesaria protección de la salud a través de la cuarentena y el distanciamiento social por un lado, y la protección de la calidad de vida a través del empleo y el funcionamiento de la economía por el otro.

Pero el teletrabajo debe ser visto de forma diferenciada y con un enfoque más amplio y de largo plazo. No es una modalidad flexible que atenta contra el empleo, ni una solución paliativa en el contexto de la crisis actual, ni mucho menos una forma precaria de trabajo, sino como uno de los ejes de los nuevos escenarios laborales que están instalándose en el mundo en el mediano y largo plazo de la mano de las tecnologías digitales y de las nuevas oportunidades de especialización, diferenciación y flexibilización. Es en este sentido un sendero que Uruguay debe recorrer y que debe aprovechar la circunstancia actual en la cual una parte importante del empleo tradicional se está pasando a modalidades de teletrabajo para comenzar a consolidarlo con políticas y acciones sociales acordes para los tiempos futuros. No debe ser sólo una respuesta desordenada, rápida y coyuntural al coronavirus y la necesidad de superar los riesgos de una parálisis económica total, como algunos han planteado equivocadamente. Es claro que muchas organizaciones tanto públicas como privadas están realizando transformaciones rápidas para ajustarse a esos escenarios, pero debe considerarse como una de las formas estructurales del mercado de trabajo para muchas líneas de producción y servicios que es necesario impulsar.

Es parte de la nueva economía digital basada en el mayor uso del conocimiento, que requiere recursos humanos profesionales más capacitados y marcos jurídicos de estabilidad, y que no sólo permitirán mayores oportunidades de exportar servicios, mayor calidad de vida a sus participantes, menos contaminación en las ciudades y más oportunidades a la sociedad.

El teletrabajo es una derivación del impacto arrollador de las tecnologías en el mundo del empleo como nos revela el reciente informe “La naturaleza cambiante del trabajo” del Banco Mundial. Es una oportunidad de trabajo que brinda la innovación y las tecnologías digitales, y es también resultado de la conformación de amplias plataformas digitales globales que viabilizan estas nuevas formas de trabajo en red. Es sin duda además una derivación de la nueva sociedad de acceso con un decreciente costo de internet y los equipos informáticos y una oportunidad en un mundo global de ofertar servicios más allá de las fronteras nacionales, y que los jóvenes y no tan jóvenes profesionales continúen emigrando.

Es también una derivación de las nuevas realidades de largos tiempos ociosos en el tránsito en las atiborradas ciudades, y especialmente en Montevideo cuya compleja estructura urbana sigue llevando a la población hacia el este con crecientes tiempos perdidos de transporte y de vida. También en Uruguay es imprescindible para crear oportunidad de trabajo en el interior del país que siempre tiene menos oportunidades y sufre el drenaje de recursos humanos.

No se puede pensar con el mismo paradigma que el trabajo a domicilio que se expandió hace 500 años antes de las manufacturas en el temprano capitalismo huyendo de los gremios de entonces, ni mucho menos como una expresión de lógicas de empleo precarias e informales basadas en ventajas por las diferencias de estructuras de costos y de prestaciones sociales.

La telemedicina, el teletrabajo, la teleeducación, las telecompras, el trabajo mediado por plataformas o la economía colaborativa y las miles de miles de formas de trabajo en red desde las casas, oficinas, cafés o coworking, no son formas precarias de empleo, sino nuevas formas del empleo modernas que se están expandiendo en el mundo presente y futuro, expandidas al límite gracias a tecnologías digitales, conectividad, software de trabajos profesionales y costos de traslado. Es un amplio mundo de trabajo más calificado, que no requiere fuerza bruta sino habilidades cognitivas e informáticas y que remunera al conocimiento y las competencias por encima de otras variables laborales. La mayor parte de esos empleos son de alta formación y de elevada productividad.

Al tiempo que se produce un avance de la inteligencia artificial y la automatización, también se está expandiendo el teletrabajo, de tipo especializado, muchas veces en formas tercerizadas y de alcance global. Algunos lo ven como un mundo de “call centers” y centros de apoyo como empleo, pero la realidad de los datos muestra que el teletrabajo está más asociado a tareas técnicas, tecnológicas y de profesionales universitarios, y que se desarrolla más ampliamente en los países desarrollados. Ya en Luxemburgo el 15% de la población activa está inserta laboralmente en el teletrabajo. Los países que expanden la educación a distancia para los estudiantes también al tiempo han impulsado el teletrabajo docente, que es la otra cara de la moneda de las nuevas dinámicas educativas que se requiere profundizar en forma urgente. Tanto los estudiantes como los profesores pierden tiempo de viajes, y también más se benefician ambos de sus actividades mediadas por tecnologías de comunicación digitales, tanto en la enseñanza como en el aprendizaje.

En Uruguay el teletrabajo era visto como un fenómeno marginal y no era mirado como centro de la política económica, de educación y de empleo y la pandemia, entre sus positivas y necesarias derivaciones, es expandir esta nueva modalidad laboral, y nuevas formas de aprovechar las tecnologías en un mundo laboral con menos fábricas de enormes cadenas de producción en serie, sino de más trabajos en red, con más trabajos de servicios profesionales y técnicos, y con nuevos desafíos para el mundo educativo, normativo. Las resistencias ideológicas deben superarse también ante estas nuevas realidades y se necesita un nuevo marco de regulación urgente pero que no la limite y anule.

Un interesante estudio del fenómeno del teletrabajo en Uruguay, realizado por Diego Ventura en el 2017, mostraba nuestras debilidades en la materia, verificado además en el bajo peso del sector de comunicaciones, menor incluso que el promedio regional. Mientras que en Uruguay, el sector de las comunicaciones era el 1,4% del PIB, en la región el promedio regional era 50% superior al alcanzar el 2,1% del PIB, en tanto que en los países desarrollados era el 4,2%, o sea tres veces más. Y los datos muestran la alta relación entre el desarrollo económico y el uso de las tecnologías de comunicación e información.

Fuente del articulo: https://www.republica.com.uy/el-camino-obligatorio-y-permanente-del-teletrabajo-id760170/

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La desigualdad educativa tiene cara de hombre en el Uruguay

Por: Claudio Rama

La educación superior en Uruguay se caracteriza por su carácter desigual, y entre esas desigualdades destaca la inequidad de los géneros dada por la escasa y decreciente participación de los hombres a medida que se desarrollan los trayectos educativos. La desigualdad existe en tanto no se representan en igualdad los diversos sectores de la sociedad y que a medida que la formación tiene más importancia en los niveles superiores decrece la incidencia de un sector y se distancia de un acceso equitativo. En el 2017, las mujeres fueron mayoría en el ingreso y en el egreso en todas las áreas (tecnicatura, licenciatura, especialización, maestría y doctorado), siendo el 60,3% de todos los ingresos y el 62,6% de todos los egresos. En salud, por ejemplo en el egreso, los hombres son apenas el 22,8%.

A inicios de los 2000, al frente de la Unesco impulsé una serie de estudios y reuniones de discusión en toda la región para iluminar, reflexionar y formular políticas sobre la inequidad del acceso para el caso específico de las mujeres que se ha resuelto positivamente superando aquella desigualdad. Hoy, casi 20 años después, la desigualdad se ha invertido y mi visión se focaliza en la necesidad de impulsar políticas que impulsen la participación de los hombres. Era tan injusto aquello como este escenario.

La desigualdad de los accesos y egresos en los distintos ciclos educativos y especialmente en la educación superior se podría deber meramente a una escasa disposición al estudio por parte de un sector social, genero, raza o religión como parte de decisiones personales de abandono por selección de otras opciones en contexto de libertad, y ello no implicaría que existe una desigualdad sino diferencias. Cuando la desigualdad en las trayectorias personales es resultado de contextos culturales o sociales, sí nos encontramos frente a fenómenos educativos derivados de problemas sociales y en los cuales se requiere una atención particularizada para su superación.

El feminismo durante muchos años se constituyó en un conjunto de ideas y políticas que contribuyeron a procesos de empoderamiento, desarrollo individual y social y políticas para impulsar el acceso a la educación y superar las desigualdades existentes antes. Con ese mismo enfoque cabe hoy poner en la mesa visiones de género que tomen en atención el marginamiento continuo de los hombres de los sistemas educativos, analicen sus causas y formulen políticas de soluciones que contribuyan a la igualdad, y que con ello permitan que la educación sea un motor real en la equidad en la sociedad.

En este contexto, cabe analizar la existencia de algunas barreras implícitas o explícitas que han ido provocando la des-masculinización de la educación superior, en tanto es claro que cualquier enfoque que se soporte en que las mujeres tienen más capacidades que los hombres no sólo es racista o xenófobo, sino que se basa en un paradigma no sustentado en la biología o la genética. La creciente marginación de los hombres de los sistemas educativos, y especialmente en los niveles superiores, es una derivación de situaciones sociales y culturales, lo cual se verifica que aunque la expulsión de los sistemas escolares a través de la deserción y el abandono se produce en todos los sexos y grupos, sin embargo es mucho más significativo en los hombres de menores ingresos económicos, los hombres del interior del país, los que trabajan, los casados y los que tienen hijos.

El sistema educativo se constituye en una estructura que margina y expulsa en las trayectorias escolares a un amplio sector de la población, siendo esa tasa de deserción más alta en los hombres que en las mujeres, incluso en condiciones de embarazo y maternidad. La deserción y el abandono superior de los hombres hace que el avance de la feminización de la cobertura y del egreso sea más notorio, y ella se está expresando en una feminización muy elevada en el mercado laboral en las áreas de educación, salud y justicia, y que continuará en cada vez más mercados laborales, dadas las tasas de titulación referidas.

Esta dinámica requiere una atención particularizada y la necesidad de políticas de compensación o proactivas. La Real Academia Española de la Lengua define la discriminación positiva como una «protección de carácter extraordinario que se da a un grupo históricamente discriminado, especialmente por razón de sexo, raza, lengua o religión, para lograr su plena integración social». Es una expresión de una concepción democrática de la construcción de los equilibrios sociales y una derivación de la igualdad de las personas ante la ley en nuestras sociedades.

Algunos movimientos feministas consideran que no hay una desigualdad, o incluso que la desigualdad en los procesos de formación es la base para construir la igualdad –que aún no existe plenamente– en las remuneraciones en los mercados de trabajo privados. Otros vemos que en la transición de los mercados laborales, de una dominancia de una demanda de fuerza bruta típica masculina a mercados laborales con mayor composición del trabajo intelectual, donde a su vez se está dando también la transición hacia una mayor igualdad en las estructuras salariales, se está construyendo una nueva desigualdad estructural de géneros que impactará fuertemente en la sociedad.

Más allá del movimiento del masculinismo como un conjunto aún muy confuso de ideologías y movimientos políticos, culturales y económicos centrados en el análisis de la «construcción masculina de la identidad y los problemas de los hombres frente al género», y como un movimiento análogo al feminismo, se debe buscar comprender la desigualdad en la participación de los hombres en el sistema educativo y construir una agenda de igualdad real. La alta desigualdad del índice 20/20 en la educación superior en el Uruguay (13 veces entre el quintil más alto y el más bajo) es resultado de que la cobertura de las mujeres es (2014) 80% para las mujeres y 62% para los hombres, o sea, 18 puntos de diferencia, y casi la mayor de todo el continente luego de Argentina, que tiene 19, y donde en el mundo desarrollado es mucho menor (España 7 puntos o USA 10). Este enfoque falta en la actual política educativa.

Fuente: https://www.republica.com.uy/la-desigualdad-educativa-tiene-cara-de-hombre-en-el-uruguay-id719213/

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Políticas educativas: ¿Del universalismo básico a la focalización compensatoria?

Por: Claudio Rama. 

 

Las políticas sociales constituyen un tema de amplia discusión. Ello se asocia en estos tiempos, tanto a la evaluación de la acción del MIDES y a la necesidad de encarar acciones dados sus resultados obtenidos, como a la situación del país en la materia donde la crisis impacta en variadas situaciones y que los mecanismos existentes de asistencia social no logran responder eficazmente. Ello fue objeto de una interesante reflexión hace unos días por parte de Mg. Eduardo Alonso a través de una charla “Políticas sociales republicanas del Futuro”, en la ocasión del Acto Fundacional del Circulo Republicano impulsado por Manuel Flores Silva y que contó con la participación al cierre de Julio María Sanguinetti.

En la ocasión, el debate se estructuró alrededor de la desarticulación entre políticas universales y políticas focalizadas, mostrando la relativa duplicidad administrativa, la imprecisión de funciones y la ausencia de coordinación eficaz, entre por un lado organismos y acciones que impulsan políticas sociales universales o básicas como el Ministerio de Trabajo, el Banco de Previsión Social, el Codicen o el Ministerio de Educación,  y por el otro lado, un nuevo ámbito que se ha conformado como el MIDES, centrado en políticas sociales focalizadas. La visión que se presentó la existencia de una estructura burocrática paralela de formulación y ejecución de políticas sociales focalizadas frente a los ámbitos institucionales tradicionales de ejecución de políticas universales. Se develó la ausencia de un plan integrado entre políticas universales y políticas focalizadas, pero especialmente la repetición de ámbitos, políticas, acciones y recursos en tanto los organismos tradicionales ejecutores de políticas universales habían ya desarrollado políticas particulares focalizadas.

Las políticas asistenciales focalizadas no han sido nuevas en Uruguay, sino que ellas siempre se articularon con políticas sociales de tipo universal al interior de los propios ámbitos. Éstas políticas que hoy se han tendido a llamar de asistencialismo básico o universal, constituyen políticas de igualación de situaciones y muy tradicionales en el Uruguay batllista, y que en su instrumentación han tendido a derivar también en la creación de políticas focalizadas de acompañamiento a las políticas generales. En nuestro país además ellas han tenido una relativa articulación donde fuese posible a la educación, en tanto se ha partido siempre del paradigma que la formación de capital humano debe ser el objetivo final de cualquier acción social y transferencia monetaria.

La discusión entre políticas de asistencialismo básico y políticas de atención focalizada se constituye también en el centro conceptual de la educación dada las diferencias de capacidades de aprendizajes de las personas y las diferencias de entornos sociales, culturas y recursos. La educación para tener calidad siempre requiere de una atención particularizada para permitir alcanzar los aprendizajes, e igualmente, alcanzar cobertura, requiere políticas universales y también acciones de equidad particularizadas para determinados sectores marginados de menores ingresos, privados de la libertad, del interior, con capacidades especiales, etc. Lo universal existe también como sumatoria de diversidades sociales, culturales, geográficas y económicas.

Así en educación también se ha ido articulando un discurso que plantea la necesidad de articular políticas universales y políticas focalizadas. El universalismo básico requiere ser complementado eficientemente y focalizado con acciones que permitan alcanzar la mayor inclusión. Son acciones de compensación proactiva de tipo social y pedagógico, para alcanzar los resultados del universalismo básico que debe tener la política pública. No es un igualar hacia abajo, sino de impulsar un nivel de asistencialismo básico y universal para todos, para que desde ese piso, la educación ayude a construir trayectorias de éxito.

En educación se tienden a llamar políticas proactivas o de compensación. Es este un debate importante en varios países con existencia de políticas de calidad que han impuesto determinadas barreras de acceso a la universidad (cupos), y que gracias a las políticas focalizadas han creado accesos preferenciales de estudiantes a través de cupos especiales para determinados grupos sociales excluidos y un sinfín de políticas socioeducativas.  En Uruguay, el acceso a los sistemas educativos se ha apoyado en políticas de gratuidad y de acceso abierto. Sin embargo, la realidad muestra que ello no es condición suficiente para cubrir a todos los sectores.

La prueba más clara y ejemplo de este tema, ha sido la creación y el funcionamiento del Fondo de Solidaridad creado por la Ley Nº 16.524 de 1994, que creó un sistema de becas para los estudiantes de bajos ingresos, o los estudios que  tienen evaluaciones como -ahora- las carreras de Tecnologías Médicas de la UDELAR y que requerirían cupos.

En materia de educación superior, las políticas focalizadas se constituyen  en ejes de las políticas públicas. En Brasil fue el debate de la Ley de Cotas para el acceso a la educación superior para la población de color y en Bolivia y México se crearon universidades multiculturales para el acceso de los indígenas, como algunas de las cientos de expresiones de políticas en esta materia proactivas. Cuando los países impulsan políticas de calidad, tienden a promover a la vez  políticas proactivas de compensación. Cuando los países impulsan equidad bajo políticas sólo universales y sin políticas activas, la accesibilidad y a calidad es menor.

Este es el caso del modelo dominante de acceso abierto y centrado en la cobertura y la equidad y no en la calidad como se da en el país. El muestra una enorme desigualdad en los ingresos y egresos, así como el carácter desigual en términos sociales de la educación superior. Uruguay se ha focalizado en políticas de tipo universalistas con una escasa presencia de políticas focalizadas. Si entran todos en la educación, si hay gratuidad universal se pensaba que ello alcanzaba. La solución está viniendo desde el Fondo de Solidaridad que contribuye desde dos niveles. Por un lado aumenta los ingresos a la educación superior de estudiantes de menos recursos, y por la otra, ellos desertan menos y se titulan más, al estar las becas asociadas a los resultados y los esfuerzos.

En esta dinámica hay que empezar a pensar en más políticas focalizadas y revisar un universalismo básico que no está dando hoy los mismos resultados en los nuevos contextos sociales. ¿Cabe preguntarse y reflexionar si convendrá complementar “presencialidad” con tutorías, expandir otros modelos educativos como la educación a distancia, e incluso, si los bajos rendimientos y la repetición deben asociarse a perdida de la gratuidad?

Fuente del artículo: https://www.republica.com.uy/politicas-educativas-del-universalismo-basico-a-la-focalizacion-compensatoria-id717572/

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