La insoportable levedad de la educación

La diputada argentina por La Libertad Avanza del presidente Milei, Lourdes Arrieta, se excusó de haber visitado en la cárcel a uno de los más brutales genocidas de la dictadura militar anterior diciendo:

“No sabía quién era Astiz, no sabía porque aparte nací en el 93, no tengo idea, yo solamente sé que se juzgaron a quienes se tenían que juzgar, no les conocía las caras hasta ese momento y cuando salí del penal me puse a ‘googlear’ justamente quién era”.

En resumen, no sabía nada de la historia más reciente de su propio país, pero es representante del pueblo en una cámara que escribe y aprueba leyes nacionales.

La respuesta, aparte de absurda, actualmente no es una excepción sino la regla. Bastaría con considerar las respuestas de los estudiantes en varios países o de las múltiples entrevistas callejeras, como la del popular Sergio Rodríguez que incluyo en esta nota sólo a modo ilustrativo.

Cada día, cada año se hace más común la idea de “Yo no sabía nada porque no había nacido” o “No tengo idea de eso porque era muy chico”, lo cual significa un vacío mortal en la educación formal en cualquier sociedad. Nadie o casi nadie vivió en tiempos de Moctezuma II, Napoleón, Theo Roosevelt, Hitler, Stalin, Batista o Árbenz. Nadie vivió sobre todo un país, en cada provincia, en cada ciudad, en cada barrio, en cada clase social mientras era un adulto mientras Onganía daba un golpe de Estado y Lyndon B. Johnson aprobaba el uso de químicos mortales en Vietnam. Muchos vivieron en tiempos de Ronald Reagan sin saber que financiaba en secreto al grupo terrorista de los Contras y a otras dictaduras amigas que dejaron tendales de cientos de miles de muertos. Nadie o casi nadie tiene acceso a los más recientes videos de torturados en Guantánamo, cientos de ellos declarados inocentes por el mismo gobierno de Estados Unidos, pero sin derecho a reclamo. Aunque los jóvenes más pendejos viven en los tiempos de las cárceles secretas de la CIA por todo el mundo, ninguno de ellos sabe dónde están ni a quién se tortura allí.

Para todo eso está la educación. No sólo para informarse, sino para aprender a pensar y no repetir “No sé porque por entonces yo era chico”. Algo tan absurdo (y al mismo tiempo tan consistente) como el clásico “Yo sé lo que digo porque lo viví”, dicho por esos mismos que ni siquiera sabe qué está pasando en sus casas cuando lo dicen. Como si uno tuviese la última palabra por vivir en un país X durante un tiempo Y.

De nuevo: es otra prueba irrefutable del vacío gélido, mortal, de la educación histórica, filosófica, crítica e integral. No debe sorprender a nadie, obviamente, porque de eso se ha ocupado el poder económico por generaciones. Sólo que sus éxitos son cada vez más obvios: por “Viva la libertad, carajo” se refieren a esta cárcel de hierro oxidado.

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¿La única forma de eliminar la pobreza?

Por: Jorge Majfud 

Según el presidente argentino Javier Milei, “la única forma que descubrió la humanidad de terminar con la pobreza es el crecimiento económico”. La máxima fue anunciada en una entrevista televisada desde la Casa Rosada el 11 de julio de 2024. La importancia de la idea no radica en su genialidad, sino en su simplismo y en sus trágicas consecuencias.

Se trata de un conocido dogma inoculado por el sistema capitalista y fosilizado por los verdaderos capitalistas, es decir, por aquellos que viven de sus capitales y no de un salario (Un capitalista asalariado es un oxímoron.) Un conocido absurdo similar, reza: “no puede haber redistribución sin crecimiento”. En 2012, el biólogo e historiador británico David Attenborough reflexionó: “alguien que piense que es posible sostener un crecimiento infinito en un medio finito o es un loco o es un economista”. O las dos cosas.

El crecimiento de la economía ni es la única forma de eliminar la pobreza ni su efecto contrario es infrecuente. La historia modera (los últimos 300 años) lo desmiente a cada paso. Como vimos en Moscas en la telaraña, por siglos, muchas sociedades indígenas tenían menos pobres, eran más altos por su mejor alimentación y vivían más que los europeos de la Revolución industrial. Su seguridad social estaba mejor organizada. No conocían la miseria, ni las deudas, ni la propiedad privada ni la codicia, motor del progreso, según palabras de los colonos expertos en desarrollo, con o sin dinero, como lo reportó en 1885 el senador Henry Dawes de Massachusetts (ver La frontera salvaje. 200 años de fanatismo); tenían menos guerras, sufrían menos enfermedades y eran más higiénicos. Las películas (como The Missionuna recomendable) que representan a los indios sin dientes y a los europeos con una sonrisa blanca no solo consolidan una idea falsa, sino que la realidad era la opuesta. Todo terminó con la llegada del fanatismo europeo a este continente y a otros.

En las colonias (en menor grado en los imperios, ya que es más difícil tener pobres vampirizando el resto del mundo) cuando creció la economía creció también la pobreza. Los llamados “milagros económicos” como el brasileño de Médici o el chileno de Pinochet, milagros del capitalismo tutelado y financiado por el gobierno de Estados Unidos en América latina lo confirman.

Esta obsesión por el PIB de la economía capitalista surgió en los años 30 durante la Gran Depresión y, desde entonces, suma tanto la producción de bienes necesarios, innecesarios, constructivos, destructivos y contaminantes en un mismo número. En 1937, su inventor, el economista y luego premio Nobel Simon Kuznets, llegó a advertir ante el Congreso del peligro de un uso simplificado de su invento, pero los acuerdos de Bretton Woods lo canonizaron en 1944 como la única medida de éxito económico y social. En 1962, Kuznets insistió: “Es necesario distinguir entre la cantidad y la calidad del crecimiento… Las metas para un mayor crecimiento deben especificar de qué y para qué necesitamos más crecimiento”. Jason Hickel observó que “desde 1980, el PIB mundial se ha triplicado, mientras los pobres sobreviviendo con menos de cinco dólares diarios ha crecido en 1,1 mil millones; esto se debe a que, a partir de cierto punto, el crecimiento comienza a producir más efectos negativos que positivos”.

Todavía quedan por discutir otras dimensiones de los seres humanos, como la justicia social, la que no es sólo una bandera de la izquierda, sino que fue la repetida crítica (profecía) en el caso de los profetas bíblicos y de otras religiones; queda por discutir o considerar la comercialización de la existencia, la deshumanización y alienación del individuo, la destrucción de la naturaleza, entre otros problemas centrales.

El actual sistema capitalista no es capaz de resolver ninguno de los problemas existenciales que ha creado, como la acumulación surrealista de la riqueza, la destrucción de la biosfera, el agravamiento de los conflictos de forma directa por su insaciable industria de la guerra e, indirectamente, a través de exiliados y marginados de todo tipo, económicos y ecológicos.

Ahora, hasta los más férreos defensores del sistema capitalista en Europa y Estados Unidos comienzan a publicar libros, artículos y a dar entrevistas en los grandes medios proponiendo “salvar al capitalismo de sí mismo” a través de la intervención agresiva de los gobiernos en la economía y en la redistribución de la riqueza. Es decir, una vez más, desde la Depresión de los años 30 hasta las brutales crisis neoliberales en el Sur Global a finales de los 90 y la Gran Recesión en Estados Unidos diez años después, se recurre al socialismo como bombero.

Por no problematizar otras dimensiones humanas. Un estudio publicado en la British Medical Association en 2006 reveló un consistente aumento de los problemas psicológicos en los niños y jóvenes ingleses. Todo pese al incremento del PIB nacional, a la relativa estabilidad de la inflación y de la economía británica de entonces.

Crecimiento económico no es desarrollo, como la obesidad no es un signo de salud. Ambos, crecimiento y desarrollo son producto del progreso acumulado de la humanidad a lo largo de siglos, algo que no ocurrió gracias al capitalismo sino pese al capitalismo y sus primeros beneficiados: los maniáticos con síndrome de Diógenes bancario.

Como ya hemos desarrollado por años, los inventos tecnológicos, científicos y sociales más importantes que contribuyeron a este progreso y desarrollo humano se produjeron antes de que el sistema capitalista se desarrollara con la privatización de las tierras comunales de Inglaterra en el siglo XVI y, cuando ocurrieron a posteriori, casi siempre fueron autoría de científicos asalariados, inventores de talleres, activistas sociales, entre otros grupos e individuos que no invertían años en investigación y creación motivados por las ganancias futuras sino por el objetivo mismo de su vocación.

De hecho, los mayores “milagros económicos” de la historia moderna se produjeron por dos únicas vías: (1) el imperialismo capitalista (saqueando, masacrando cientos de millones de «subhumanos», y destruyendo la competencia de otras potencias de ultramar) y (2) por la intervención de los gobiernos, desde la Unión Soviética del malo de Stalin hasta la China comunista posterior a la Gran hambruna (que, con sus millones de muertos y medida por los mismos estándares, ni siquiera compite con las mayores masacres y hambrunas del capitalismo).

¿Estoy proponiendo una vuelta a un sistema comunista del estilo soviético? No, para nada. Vuelta a nada. El pasado es una obsesión del fascismo. Entiendo que no debemos dejarnos pasar por encima del sermón del dogma capitalista y neoliberal que ha hambreado, matado y saqueado a las clases trabajadoras por siglos y siempre encuentra una forma de mantener el sermón del amo, aterrorizando a los desprevenidos y a los más necesitados.

El actual terremoto ideológico y geopolítico lleva al poder hegemónico a echar mano a todos los recursos procediendo, según lo explicamos con la fórmula P = d.t por sus tres escalones principales: (1) narrativo, (2) legal y (3) bélico.

¿Hay esperanza? Claro. Afortunadamente, los seres humanos no son seres unidimensionales como Milei.

*Imagen: Niños juegan afuera de un taller de pulido de metales en Uttar Pradesh, India. Foto: UNICEF/Niklas Halle’n

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El negocio del prejuicio: sexo, racismo y miedo

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

En Estados Unidos, diferentes grupos de atletismo femenino (desde fútbol hasta el tenis) han luchado por una equiparación de salarios con sus colegas hombres desde los años 70s.[i] Según el imperio del mercado que rige no sólo la economía de los países sino sus formas de pensar y de sentir, la diferencia se justificaría por la ley de la oferta y la demanda. La misma ley que hasta no hace mucho justificaba que las mujeres pagasen más en seguro médico que los hombres porque requerían algunos cuidados particulares relacionados a su aparato reproductivo.

En gran medida todavía es así.[ii] Necesitan más servicios, que paguen más. Pero aceptar que las sociedades y la existencia humana se organicen completamente bajo las leyes del mercado es, por lo menos, cuestionable y arbitrario.

En 2022, las jugadoras de fútbol estadounidense lograron un sonado triunfo en una demanda por la igualdad salarial, por la cual se resolvió que recibirían 24 millones de dólares y un compromiso de la federación de fútbol para igualar los salarios de las selecciones nacionales masculina y femenina.[iii] La base razonable de estas reivindicaciones ha sido calificada o descalificada como feminista. Ahora, como es bien sabido, el machismo como cultura y el patriarcado como sistema no dependen sólo de los hombres sino de las mujeres también.

En este sentido, algunos grupos de atletas mujeres han logrado comercializar su fama mal pagada en los deportes con actividades en redes sociales, las cuales les proveyeron, en algunos casos, de millones de dólares de ingreso. ¿Cómo? Explotando su propia explotación y, de paso, perpetuando la tiranía del patriarcado.

Un sistema siempre paga muy bien a sus defensores, y ningún defensor de la esclavitud más efectivo que unos pocos esclavos con privilegios. Las atletas que se hicieron millonarias en las redes sociales explotaron el principio ancestral y comercial de lo que un informe del New York Times subtituló, “El sexo vende”.[iv] Por un lado tenemos las justas reivindicaciones de igualdad y por el otro el triunfo de las reglas del mercado que favorece la cosificación sexual de las mujeres.

Es el caso de Olivia Dunne, gimnasta del equipo femenino del estado de Luisiana, quien se encuentra en camino de alcanzar la cifra de dos millones de dólares a través de sus poses sensuales en sus cuentas de Instagram y TikTok. Los mismos casos de las gimnastas Sunisa Lee y Paige Bueckers o basquetbolistas como las mellizas Cavinder además de una decena de otros casos. La comercialización de la propia imagen se disparó cuando las leyes dejaron de limitar su uso a las universidades para las cuales compiten los atletas.

Por un lado, las leyes resuelven un problema de justicia individual y por el otro consolidan una ideología, la del mercado, y una cultura, la del machismo que cosifica a las mujeres jóvenes y confirma la comercialización de la existencia humana y la explotación del mercado de sus instintos ancestrales, en este caso el sexo del otro.

Internet en general y las redes sociales en particular basan su negocio en los bajos instintos humanos. El gran mercado sabe que tiene más para ganar de los bajos instintos (miedo, ira, sexo, venganza) que de los sentimientos elevados (amor, justicia, solidaridad). El mercado del miedo, por ejemplo, es uno de los más lucrativos.

Miedo a un ataque exterior (musulmanes, inmigrantes pobres, marcianos), miedo a que nos roben la identidad, miedo a perder el trabajo, miedo a que gane el adversario en las elecciones presidenciales, miedo a una crisis económica, miedo a los de abajo, miedo a los virus en Internet, miedo a abrazar, miedo a mirar al otro a los ojos… Aunque la estabilidad es una de las condiciones de una sociedad desarrollada (la palabra crédito procede de creo, creer en el otro), la inestabilidad y la incertidumbre son motores del sistema capitalista.

Si un trabajador no temiese perder su trabajo y, con él, en un efecto dominó, su seguro de salud, su casa y su familia, no trabajaría como un esclavo; no sería tan dócil y diría lo que realmente piensa de su jefe y del sistema. La industria del miedo domina gran parte del mercado y sus productos se clasifican todos como seguros: seguro de salud, seguro de accidente, seguro contra incendio, seguro de vida.

Si no fuese por los ejércitos de programadores de virus digitales, las poderosas industrias de antivirus no serían tan poderosas. Si no fuese por el miedo al crimen y la inseguridad urbana, la policía y el aparato represivo del Estado no sería tan importante. Si no fuese por el miedo a los de abajo, los de arriba no consolidarían su vampirización de la clase media.

Todo personaje que triunfe en las redes sociales, sea un político, un periodista o un “influencer” debe tener algo o mucho de negativo; algo o mucho ridículo en su personalidad o en su personaje; algo que exaspere a todo el mundo alrededor y dentro de su esfera de influencia. El mecanismo psicológico del consumidor post capitalista no es muy sofisticado:

  1. El enunciado sin base racional, estadística o histórica produce la indignación del lector circunstancial.
  2. Como una mosca que cae en una telaraña, el lector sensato reacciona tratando de rebatir el absurdo con varias respuestas que siguen a los contraargumentos, cuando no insultos.
  3. Los seguidores del personaje ridículo lo admiran por su capacidad de poner furiosos a sus adversarios, que son los adversarios dialécticos de sus seguidores. El troll, real o involuntario, se convierte en su propio personaje alentado por las reacciones recibidas.
  4. Como lo definiera el mismo Joseph Goebbels, “la propaganda debe reconducir la agresión especificando los objetivos del odio”.[v]

De esta forma, lo que para los mismos personajes ridículos eran afirmaciones no meditadas, se convierten en signos y prueba de éxito: la burla efectiva de un ser superior. Esto explica por qué gente medianamente inteligente admira o, por lo menos, consume la ilimitada producción de gente con problemas psicológicos, como Nikocado Avocado, gente con serios problemas intelectuales, influencers de Youtube y TikTok, o personajes llanamente tóxicos y sin contenido, como frecuentemente inexplicables políticos populares. Así, las moscas, que poseen la capacidad de volar y de ver con miles de ojos, terminan en el excremento o en la telaraña, donde son chupadas lentamente por la tejedora de ocho patas.

En 2014, un estudio realizado por profesores de la Universidad de Beihang de Pequín sobre 200.000 usuarios de la plataforma Weibo (similar a Twitter, con más de 500 millones de usuarios), concluyó que los mensajes que contenían rabia viajaban más rápido, llegaban más lejos y tenían una influencia mucho mayor que otras emociones como la alegría.[vi] En 2015, otro equipo de científicos, con la autorización de Facebook, manipuló durante una semana las noticias a la que 700.000 usuarios eran expuestos.

A un grupo de usuarios se los expuso a noticias negativas y al otro a noticias positivas. No es necesario ser un genio para predecir el resultado. El primer grupo mostró mayores alteraciones en su humor. Sólo esta simple comprobación puede hacer sonar las alarmas de psicólogos y educadores, pero también hace frotar las manos de quienes entienden que el interés y los beneficios personales son el interés y los beneficios del resto de la sociedad.

La indignación no es mala, todo lo contrario, pero cuando es un instrumento de manipulación del poder (en este caso, del poder de los negocios) entonces no solo es mala sino perversa e inmoral.

No es una ironía sino una consecuencia entendible, el hecho de que múltiples estudios indican que existen vínculos entre el uso excesivo de las redes sociales y la depresión, la soledad y una serie de otros problemas psicológicos. En Gran Bretaña, por ejemplo, los adolescentes pasan un promedio de 18 horas a la semana en sus teléfonos, en gran parte usando las redes sociales.

Otro estudio relacionan el uso de las redes sociales durante un período de cuatro años con un aumento de la depresión entre los jóvenes de secundaria y preparatoria.[vii] Otros estudios encuentran que la limitación a solo 30 minutos de redes sociales en los adolescentes muestran una mejoría en el nivel de soledad y depresión alcanzado luego de varias semanas.[viii]

En noviembre de 2017, el creador de Napster, primer inversionista y presidente fundador de Facebook, Sean Parker, dijo que su red social masiva se aprovechaba de “una vulnerabilidad de la psicología humana para atraer y retener la atención de los usuarios”. El objetivo es “cómo consumimos la mayor cantidad posible del tiempo del usuario capturando su atención”, lo cual “significa que debemos proveerle de un poco de dopamina cada tanto, sea porque a alguien le gustó o hizo un comentario de una de sus fotos, de una de sus publicaciones o lo que sea”.[ix]

Esta dopamina artificial, como la cocaína y como cualquier otra droga inevitablemente conduce a la depresión y la dependencia. La cual no es una predicción ni una conjetura sino un dato relevado por diferentes estudios sobre los efectos de las redes sociales. Parker, como todos los billonarios con algún cargo de conciencia, es un conocido filántropo.

Jean Twenge, profesora de psicología en la Universidad Estatal de San Diego, en 2021 afirmó que “la evidencia que muestra un claro vínculo entre el uso de las redes sociales y la depresión es bastante definitiva en este momento. Los estudios más abarcativos y mejor realizados que tenemos, muestran que los adolescentes que pasan más tiempo en las redes sociales tienen más probabilidades de estar deprimidos o infelices”.[x]

Cuando en marzo de ese mismo año la representante demócrata de Florida, Kathy Castor, en la interpelación del Congreso al dueño de Facebook, Mark Zuckerberg le preguntó, si estaba familiarizado con un estudio de 2019 que encontró que el riesgo de depresión en los niños aumenta con cada hora diaria que pasan en las redes sociales, Zuckerberg simplemente respondió que no.

A pesar de las dimensiones psicológicas y hasta ancestrales que podemos rastrear de las conductas sociales y post sociales, existen notables diferencias culturales. No es un secreto académico, por ejemplo, que regiones como las Américas son las más desiguales del mundo, no por casualidad, las más violentas del mundo. En regiones con densidades de poblaciones varias veces mayores, como en Asia, a contramano de las percepciones, miedos y estereotipos occidentales, la criminalidad es relativamente muy baja.

Aparte de las obscenas diferencias sociales del continente americano y, sobre todo latinoamericano, existen diferencias culturales―para no entrar en la discusión sobre del banco genético e histórico que lo compone, según las oleadas de conquistadores e inmigrantes que lo poblaron.

Pero ha sido este mundo, sobre todo los valores del Estados Unidos anglosajón, el que, desde mediados del siglo XIX, ha exportado y diseminado su propia cultura como la forma de hacer correctamente las cosas, como la forma de juzgar la belleza, el bien y la justicia.

Un estudio en Canadá realizado en 40 millones de tweets (no se consideraron los bots) encontró que los canadienses tienden a escribir más palabras positivas que los estadounidenses. Los tweets canadienses abundaron en palabras como “genial”, “increíble”, “impresionante” y “gracias”, mientras que los estadounidenses prefirieron expresiones como “odio”, “extraño”, “aburrido”, “cansado”. Una hipótesis que lo acompaña propone que las palabras no reflejan el estado de ánimo sino la forma en que uno decide hablar.[xi] Una hipótesis al margen de los datos concretos.

En Estados Unidos, por ejemplo, la mayoría de las personas afirman que les gusta sentirse emocionadas, felices y positivas. Sin embargo, investigaciones han encontrado que los usuarios de las redes sociales de ese país son más influenciables por publicaciones que expresan ira, rabia y otras emociones negativas”.[xii] Ni la filosofía del Ubuntu ni la búsqueda del equilibrio o de la paz del Nirvana están en el corazón de la ansiedad anglosajona. No por casualidad sus tribus saltaron de sus islas y de sus minúsculos feudos para someter el mundo a fuerza de fanatismo y cañón que llamaron libertad y democracia.

No sólo los negocios y la cultura del consumo están compuestos de una dosis de ideas racionales y nueve de puras emociones (miedos y deseos), sino la política también. Mejor dicho, la política electoral, ya que la gran política es parte del negocio de quienes están en el poder de los grandes negocios, la cual se nutre de inversiones (donaciones) y retornos concretos (leyes escritas por los mismos donantes) y rara vez están en disputa por una simple elección nacional.[1]

En lo que se refiere a la naturaleza de las redes sociales, la emoción de la “política electoral” y de la batalla dialéctica es el único factor capaz de convertir algo, lo que sea, en un fenómeno viral. El fenómeno viral es provocado y produce la fiebre dialéctica y sus consecuencias: la ira, la reacción, el odio y otros hilos pegajosos donde las moscas se enredan más y más a la espera de su salvador.

[1] Aunque no es una idea nueva, en 2018 el USAToday y el Center for Public Integrity, publicaron una interesante serie de datos que demuestran la práctica de las grandes corporaciones que escriben las leyes que los legisladores proponen y aprueban. Uno de esos informes se titula, por ejemplo “Copy, paste, legislate. How Laws Are Written by Corporations and Interest Groups, Explained Visually”, abril 2019.


Notas

[i] Lakritz, T. (26 de agosto de 2021). “Athletes who have fought for equal pay in women’s sports”. Insiderhttp://www.insider.com/athletes-olympians-equal-pay-womens-sports#billie-jean-king-was-a-champion-of-equal-pay-in-womens-sports-in-the-1970s-1

[ii] Romaine, J. (2022, March 11). “Single women spend more on health insurance than single men, study says”. The Hill, 11 de marzo de 2022.

[iii] “U.S. Soccer and Women’s Players Agree to Settle Equal Pay Lawsuit”. (2022). The New York Timeshttp://www.nytimes.com/2022/02/22/sports/soccer/us-womens-soccer-equal-pay.html

[iv] “New Endorsements for College Athletes Resurface an Old Concern: Sex Sells”. (2022). The New York Timeshttp://www.nytimes.com/2022/11/08/sports/ncaabasketball/olivia-dunne-haley-jones-endorsements.html

[v] “Propaganda – Goebbels’ Principles.” Smu.edu, 2022, http://www.physics.smu.edu/pseudo/Propaganda/goebbels.html.

[vi] Fan R, Zhao J, Chen Y, Xu K (2014) Anger Is More Influential than Joy: Sentiment Correlation in Weibo. PLoS ONE 9(10): e110184. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0110184

[vii] “Is Social Media Threatening Teens’ Mental Health and Well-Being?” Columbia University Irving Medical Center, 20 May 2021, http://www.cuimc.columbia.edu/news/social-media-threatening-teens-mental-health-and-well-being.

[viii] “No More FOMO: Limiting Social Media Decreases Loneliness and Depression | Journal of Social and Clinical Psychology.” Journal of Social and Clinical Psychology, 2018, guilfordjournals.com/doi/10.1521/jscp.2018.37.10.751.

[ix] “Sean Parker: Facebook Takes Advantage of ‘Vulnerability in Human Psychology.’” Cbsnews.com, CBS News, 9 Nov. 2017, http://www.cbsnews.com/news/sean-parker-facebook-takes-advantage-of-vulnerability-in-human-psychology/.

[x] “Facebook Calls Links to Depression Inconclusive. These Researchers Disagree.” NPR.org, 18 May 2021, http://www.npr.org/2021/05/18/990234501/facebook-calls-links-to-depression-inconclusive-these-researchers-disagree#:~:text=A%20study%20he%20published%20last,over%20that%20same%20time%20period.

[xi] Snefjella, Bryor, et al. “National Character Stereotypes Mirror Language Use: A Study of Canadian and American Tweets.” PLOS ONE, edited by Ryan L Boyd, vol. 13, no. 11, Nov. 2018, p. e0206188, https://doi.org/10.1371/journal.pone.0206188.

[xii] “A Stanford Study of Japanese and U.S. Twitter Users Sheds Light on Why Emotional Posts Are More Likely to Go Viral.” Stanford.edu, 8 Sept. 2021, news.stanford.edu/press-releases/2021/09/08/cultural-values-ral-social-media/.

* Escritor y traductor uruguayo, radicado en Estados Unidos. Del libro Moscas en la telaraña. Resumen de un capítulo del libro Moscas en la telaraña (2023)

Fuente de la información e imagen:  https://www.nodal.am

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Nuevos dioses, viejas supersticiones

Por:  Por Jorge Majfud 

Hace casi una década, cuando se buscaban imágenes de gorilas en Google Images, éste devolvía fotografías de hombres negros. El prejuicio racial de la fotografía se remonta a la creación misma de la fotografía cuando, en Europa, se ajustaron los oculares para hacer que los rostros blancos no saliesen quemados. Como consecuencia, los rostros negros salían casi indistinguibles. Pero esto no era un problema. Según el historiador del cine Richard Dyer, cuando los primeros fotógrafos recurrieron al retrato en la década de 1840 “experimentaron con la química del material fotográfico, el tamaño de la apertura, la duración del revelado y la luz artificial, procedieron bajo la suposición de que lo que había que hacer bien era el aspecto del rostro blanco”. (Para ampliar y verificar fuentes, ver Moscas en la telaraña.)

Poco después, la torpeza algorítmica del gigante de Silicon Valley se alimentó del prejuicio y del racismo humano, hasta que Michelle Obama comenzó a aparecer en las mismas búsquedas. Más tarde, en 2016, Microsoft tuvo el mismo problema con Tay, su chatbot: Tay tuvo que ser sacrificada horas después, luego de lograr cien mil seguidores en Twitter dando respuestas racistas a sus nuevos amigos y debatiendo como si fuese una admiradora encubierta del Ku Klux Klan. Los operadores políticos y los manipuladores de elecciones tomaron nota. Los señores feudales de Wall Street y de megacorporaciones más privadas (es decir, más opacas y oscuras como una roca) como BlackRock, también.

En la tecnología biometric o de reconocimiento facial, los rostros de gente no blanca tienen más posibilidades de ser reconocidos como sospechosos que los blancos. O simplemente no los reconocen como humanos, lo cual quizás sea una compensación paradójica. Esta observación no es nueva. Pertenece a la prehistoria de las técnicas de reconocimiento facial, denunciadas, por lo menos, desde el año en 2009.

Con un sistema diferente al logaritmo, las IA se parecen a niños superdotados de cinco años: aprenden de sus mayores humanos y, aunque pueden desarrollar su propia personalidad, no se distinguen mucho de sus progenitores y actúan en consecuencia, en casos de formas más radicales sin ninguna creatividad.

A modo de especulación, en 2015 escribí la novela Silicona 5.0 para abordar este problema sobre una serie de muñecas sexuales con capacidad de terapeutas y de asesinas, debido a los traumas de la Eva humana usada para su comercialización. Una mujer cosificada por su cultura, alimentando la existencia de una cosa humanizada con aspecto de mujer. Más recientemente, se usó la colección de 600 ensayos publicados en majfud.org por su sistematicidad y consistencia humana desde 1999 para desarrollar otra IA. Algo que me inquieta profundamente, pero que no puedo evitar.

A principios de 2024, otra IA produjo un escándalo internacional al crear imágenes de soldados nazis de la Alemania de Hitler con rostros morenos y asiáticos. ¿A qué se debió esta contradicción con lo que señalamos antes? Aparentemente, las IA fueron instruidas para ser “políticamente correctas” insertando diversidad en donde nunca la hubo. Otra vez, la micropolítica rebelde haciéndole el juego a la macro política del establishment. Así, árabes barbudos vestidos de soldados alemanes perseguían judíos; mujeres negras arrojaban bombas atómicas sobre Hiroshima y Nueva York; gays y lesbianas dirigían el FBI de Hoover para perseguir gays y lesbianas sospechosos de ser comunistas; y los nativos del Tercer Mundo invadían y saqueaban Europa y Estados Unidos y luego masacraban a su población hasta lograr imponer dictaduras militares en Londres, París y Washington. Porque hay que prevenir el racismo promoviendo la diversidad.

Veamos un ejemplo más digerible. Durante la Semana Santa de este mismo año, hubo una proliferación de retratos de Jesús creados por la Inteligencia Artificial. Los retratos de ChatGPT muestran a hombres de ojos marrones y piel más morena que los clásicos retratos de los museos de Europa y de las modestas casitas de África y América Latina. No en pocas casas piadosos cristianos le rezaron por años a una fotografía de Jim Caviezel o de Robert Powell. No pocos “cristianos verdaderos” se ofenderían con la sola idea de inclinarse ante una imagen realista del africano San Agustín, también retratado por siglos como un santo llegado de algún pueblo esloveno.

Aunque algunos lo encontrarán más realista que el David de Miguel Ángel o el Jesús de Leonardo da Vinci, también los nuevos retratos de Jesús pintados por ChatGPT tienen un fuerte prejuicio etnocéntrico, porque fueron alimentados con ese material de la historia eurocéntrica más el maquillaje de la diversidad epidérmica (también eurocéntrica). Aunque aquí las AI se aleja unos centímetros del Jesús caucásico de ojos celestes tipo Robert Powell (angelical, confiable, higiénico y desarrollado), continúa muy lejos del aspecto facial de los habitantes del Medio Oriente de hace 2000 años. No deja de ser el rostro de un hombre caucásico luego de unas largas vacaciones en Cancún.

Lo de pobre también se le quitó en la vestimenta. La pulcritud y la calidad de sus túnicas revelan prejuicios de clase, otra vez negando y contradiciendo la realidad de un carpintero de Galilea veinte siglos atrás, alguien que viajaba en burro y que tenía por amigos pescadores y mujeres de las clases más humildes, con excepción de una sola.

Ahora, cada tanto leemos artículos sobre lo qué piensa la Inteligencia Artificial de la existencia humana, de cómo será el mundo del futuro o de cómo era el mundo hace mil o diez mil años. “¿Qué dice la IA sobre el mundo en 2040?” “¿Cómo se veía una cena en el Imperio Romano según IA? “La IA predice que en 2050 seremos todos felices”, “La IA revela los cinco hábitos para un matrimonio feliz” ―algo tan confiable como los consejos de un sacerdote católico.

Las IA tienen algo en común con los dioses anteriores: son metahumanos. Su credibilidad radica en que se asume que no dependen de los criterios de los creyentes, mortales de un día. No tienen “bias” (prejuicios). Como sea, es indiscutible que tienen algo en común: si no son ambos creaciones humanas, sin duda están hechos a nuestra imagen y semejanza, como esos dioses llenos de pasiones que, en nombre del Amor Universal condenan a su propias creaciones al infierno, no por haber hecho algo inmoral, como arrojar una bomba atómica sobre una ciudad o por haber promovido una guerra genocida, sino por no haber rezado de la forma indicada o por tener creencias equivocadas sobre el más allá.

Otra similitud: las IA son leídas y escuchadas con una profunda superstición: si lo dice una super inteligencia, debe ser cierto. O lo más aproximado a la realidad posible. Es algo más allá de la comprensión humana. Pero la Inteligencia Artificial no es una gran inteligencia. No aún. Es solo un niño con un conocimiento y una velocidad de procesamiento más allá de los límites humanos. Claro que los humanos no somos mucho mejores. Seguimos procesando pensamientos y creencias como en tiempo de las estepas del cálido Sur y de las cavernas del frío Norte. Cuando no creemos historias imposibles creemos en dioses virtuales.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente de la información e imagen:  https://rebelion.org

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Orar es barato, pensar cuesta un poco más

Por: Jorge Majfud

El migrante se había endeudado por diecisiete mil dólares para que un coyote lo pasara por la frontera. Una visa legal hubiese sido cien veces más barata, pero las embajadas de Estados Unidos no le dan visas a los pobres.

Un atardecer, en un estacionamiento de Jacksonville Beach, un policía me preguntó por qué estaba caminando sin dirigirme a ninguna parte. Lo miré y pensé en la justificación puritana del sexo: es solo para reproducir feligreses.

Because I feel like it (Porque se me antoja) ―le contesté, y continué caminando.

En realidad, yo estaba molesto por otra razón. Tal vez el policía había preguntado con intención de ayudar en algo. Debió pensar unos segundos y, finalmente, se volvió al patrullero. Pensé: ¿qué hubiese pasado si yo fuera un joven centroamericano y con miedo a ser deportado? Habría contestado las preguntas del policía, intimidado y revelando que tal vez estaba allí de forma ilegal,»robándole» el trabajo a alguien que no quería o no podía hacer mi trabajo. Habría terminado detenido.

Unos meses después, desayuné con otra de esas historias que le quitan a uno las ganas de hacer nada por un día. El día anterior, un viernes a las 9:00 de la noche, Virgilio Aguilar Méndez volvía a su modesta habitación del Motel Super 8 de Jacksonville que compartía con otros tres trabajadores, cuando un oficial de la policía lo detuvo.

El sargento Michael Kunovich entendió que el joven de 18 años, quien iba hablando por teléfono con su madre, era sospechoso y decidió interrogarlo, aunque no había recibido ninguna denuncia contra él.

Los guatemaltecos sin papeles son bajitos y hablan mam o alguna otra lengua ancestral. Pocos hablan español con fluidez. Menos inglés, por lo que Aguilar no contestó las preguntas ni se tiró al suelo a tiempo, como se lo había ordenado el sargento. Se limitó a repetir la frase que mejor sabía decir: “I am sorry”.

―¿Dónde vives? You, where…?

Aguilar le señaló la puerta de la habitación que compartía con sus amigos.

―¿Qué estás haciendo?

Eating ―dijo Aguilar, cuando logró entender los gestos.

―¿Y por qué no estás comiendo dentro del motel? ―insistió el sargento.

―No understand. I’m sorry.

―¿Llevas armas? ¿Guns?

―No. No. I am sorry.

A pesar de que Aguilar no había reaccionado con violencia, el sargento usó su pistola eléctrica para inmovilizar al sospechoso. Lo mismo hicieron los otros tres oficiales que arribaron minutos después.

El joven obrero, que puso nerviosos a los cuatro corpulentos oficiales, tenía 18 años, medía 1,65 metros y pesaba 52 kilogramos. Luego de la violenta detención, los oficiales decomisaron un cuchillo en posesión de Aguilar (que el joven llamaba family), pero no encontraron ni drogas ni armas en la modesta habitación de los cuatro trabajadores.

Poco después, el sargento Kunovich colapsó por una arritmia cardíaca y murió en un hospital. Aguilar fue acusado de homicidio, mientras una multitud acudía a la iglesia Joseph Catholic Church al sur de Jacksonville.

―Nuestra hermandad estará siempre con cualquier oficial que haya sido asesinado de forma violenta en el cumplimiento de su deber ―dijo Brian Briska, quien viajó desde Nueva York en representación de la Hermandad de los Caídos.

En su cuenta oficial de Twitter, el gobernador libertario de Florida, Ron DeSantis, publicó:

El sargento Michael Kunovich fue asesinado en cumplimiento de su deber por un inmigrante ilegal que se aprovechó de nuestras fronteras abiertas. Oramos por la familia Kunovich y por toda la comunidad”.

Orar es barato; pensar cuesta un poco más. Las cámaras policiales y la investigación revelaron otra cosa, pero Aguilar continuó preso.

Unos meses después, llamaron a Hortensia Salcedo, una de mis colegas de la universidad, para otro de sus trabajos habituales. Hortensia es de Venezuela y una amiga muy cercana. La suelen llamar como traductora en los hospitales, cada vez que un inmigrante indocumentado se mete en problemas y no sabe de qué se trata.

―Siempre salgo llorando de allí ―me dijo una vez―, pero, al menos, ayudo a esa gente.

Renunció a un trabajo mejor pago en uno de los hospitales más prestigiosos del país, al cual la recomendé, porque descubrió que la tarjeta de identificación que debía llevar era un GPS.

La última vez, le pidieron que ayudarse con el caso de otro guatemalteco, llamado Pascual. Seguramente no por casualidad, otro viernes de noche Pascual había salido con sus compañeros de trabajo a relajarse, luego de una semana intensa, una de esas rompe-hombres con rutinas que pocos aquí aguantarían por las dos primeras horas del lunes. Como Pascual y sus amigos no pueden conducir, tampoco pueden ir muy lejos.

Esa noche cenaron en un almacén hispano y bebieron unas cervezas. Como estaba cansado, Pascual decidió irse antes a dormir, pero equivocó la calle y se perdió. Para peor, había dejado su teléfono en la habitación.

Alguien notó que había un hombrecito de aspecto extraño que iba de un lado para el otro sin dirección precisa y llamó a la policía. Cuando llegó el patrullero, Pascual no supo qué decirles. ¿Cómo decirles que estaba perdido? Lost? Pascual no parecía una amenaza. Caminaba como si tuviera una pierna rota.

El patrullero lo llevó a un hospital. Al día siguiente llegó Hortensia. De inmediato se dio cuenta que Pascual hablaba mam y apenas entendía castellano.

―¿Usted sabe dónde está? ―le preguntó.

―No ―dijo Pascual.

Hortensia lo miró a los ojos y recordó otros casos, en los cuales las enfermeras le habían dicho que el internado tenía Síndrome de Down, pero ella sabía que no, que era un maya quiché sin dominio del inglés.

―Usted está en un hospital psiquiátrico.

―Es que yo camino así porque nací con un defecto en la rodilla ―dijo Pascual―. No puedo quedarme aquí. Si no voy a trabajar el lunes, pierdo el trabajo y mi familia en Guatemala me necesita. Si no le pago al coyote, la van a visitar.

Pascual se había endeudado por diecisiete mil dólares para que un coyote lo pasara por la frontera. Una visa legal hubiese sido cien veces más barata, pero las embajadas de Estados Unidos no le dan visas a los pobres. La legalidad es para gente bien.

―Usted está en un psiquiátrico.

―Es que mi rodilla no tiene arreglo.

―¿Por qué está aquí?

―Me perdí. Yo nunca tomo cerveza y una solita hizo que me perdiera.

―¿Dónde vive?

―No sé. Si veo la calle sé cómo llegar.

Hortensia llamó a Jesús, la esposa de Pascual en Guatemala, pero hablaba tectiteco.

―Tengo que trabajar el lunes ―se lamentó Pascual―. Si no envío el dinero, los coyotes van a ir por mi esposa.

Luego de una hora sin saber qué hacer con Pascual, Hortensia le preguntó:

―¿Recuerda algún comercio que esté cerca de su casa?

―Uno de colombianos…

Hortensia trató de recordar algún store colombiano en la zona. Recordó uno por Baymeadows. Buscó en Google Street View y le mostró una foto.

―Sí, es ese. Está cerca de donde vivo.

Hortensia habló con las enfermeras del hospital.

―Pascual no debe estar aquí. No tiene ningún problema psiquiátrico. Su problema es otro.

―Pero el doctor debe evaluarlo y eso lleva tiempo…

―Déjenlo ir. Llamen a un Uber. Aquí tienen la dirección.

Hortensia volvió el lunes.

―¿Y Pascual? ―preguntó.

―Pascual se fue ―dijo la enfermera en voz baja.

*Arte: Karina Perez

Orar es barato, pensar cuesta un poco más

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Los nazis de nuestro tiempo no usan bigote

Por Jorge Majfud

No deja de ser una trágica ironía de la historia que aquellos que desde el principio condenaron las acciones bélicas de Hamás y del Gobierno de Israel sean acusados de estar a favor del  terrorismo por aquellos que solo condenan a Hamás y justifican el terrorismo masivo, histórico y sistemático del Gobierno de Israel.

Afortunadamente, cientos de miles de judíos (sobre todo en el hemisferio norte) han tenido el coraje que no han tenido evangélicos o laicos políticamente correctos y previsibles de salir a las calles y a los centros del poder mundial a aclarar que el Estado de Israel y el judaísmo no son la misma cosa, confusión básica, estratégica y funcional que radica en el centro del conflicto y beneficia solo a unos pocos con la complicidad fanática e ignorante de muchos otros.

De hecho, decenas de miles de judíos estudiosos de libros sagrados del judaísmo como la Torá han afirmado que el judaísmo es anti sionista. Muchos dirán que es materia de opiniones, pero no veo por qué su opinión deba ser menos importante que la del resto de charlatanes belicosos.

Ha sido este pueblo judío, que sabe que su convivencia con los musulmanes ha sido, por siglos, mucho mejor que esta tragedia moderna, quienes han gritado en Washington y Nueva York “No en nuestro nombre”, “Paren el genocidio del Apartheid” y no en pocos casos han sido arrestados por ejercer su libertad de expresión, que en las democracias imperiales siempre fue la libertad de aquellos que no eran tan importantes como para desafiar el poder político, como lo demuestra, por ejemplo, la libertad de expresión en tiempos de la esclavitud. Pero a estos pertenecerá la dignidad otorgada por la historia.

Cuando vuelva la luz a Gaza y el mundo se entere qué ha hecho uno de los ejércitos nucleares más poderosos del mundo, con la complicidad de Europa y Estados Unidos, sobre un gueto sin ejército y un pueblo sin derecho a nada más que respirar, cuando puede, se enterará de que no son miles sino decenas de miles de vidas tan valiosas como las nuestras, aplastadas por el odio racista y mecánico de gente enferma, unas pocas de ellas con mucho poder político, geopolítico, mediático y financiero, que es, en definitiva, lo que gobierna el mundo. Naturalmente, la propaganda comercial tratará de negarlo. La Historia no podrá. Será implacable, como suele serlo cuando las víctimas ya no molestan más.

Muchos callarán, temblorosos de las consecuencias, de las listas negras (periodistas sin trabajo, estudiantes sin becas, políticos sin donaciones, como lo han informado hasta medios como el New York Times), del estigma social que sufren y sufrirán aquellos que se atreven a decir que no hay ni pueblos ni individuos elegidos por Dios ni por el Diablo, sino meras injusticias del poder desatado.

Que una vida vale tanto y lo mismo que cualquier otra.

Que el pueblo palestino (con una población ocho veces la de Alaska, cuatro o cinco veces la de otros estados de Estados Unidos) arrinconado en un área invivible, tiene los mismos derechos que cualquier otro pueblo sobre la superficie de la esfera planetaria.

Que los palestinos, hombres, mujeres y niños aplastados por las bombas indicriminadas, no son “animales sobre dos patas”, como afirma el Primer Ministro Netanyahu (si fueran perros al menos serían tratados mejor). Ni los israelíes son “el pueblo de la luz” luchando contra “el pueblo de las tinieblas”.

Que los palestinos no son terroristas por nacer palestinos, sino uno de los pueblos que más ha sufrido la deshumanización y el constante asedio, robo, humillación y asesinato impune por ya casi un siglo.

Pero éstos, quienes se atreven a protestar por una masacre histórica, una de las tantas, son, vaya casualidad, los acusados de apoyar el terrorismo. Nada nuevo. Así han procedido siempre los terroristas de Estado en todas partes del mundo, a lo largo de toda la historia y bajo banderas de todos los colores.

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Libertad de expresión en tiempos de la esclavitud

Por: Jorge Majfud 

El primero de enero de 1831 apareció en Massachusetts The Liberator, el primer periódico abolicionista del país y, más tarde, defensor del sufragio femenino. Por entonces, los esclavistas de Georgia ofrecieron una recompensa de 5.000 dólares (más de 160.000 dólares al valor de 2023) por la captura de su fundador, William Lloyd Garrison. Naturalmente, así es como reacciona el poder a la libertad y la lucha por los derechos ajenos, pero este intento de censura violenta no era por entonces la norma legal. La libertad de expresión establecida por la Primera Enmienda se aplicaba a los hombres blancos y nadie quería violar la ley a plena luz del día. Para corregir esos errores siempre estuvo la mafia, el paramilitarismo y, más tarde, las agencias secretas que están más allá de la ley―cuando no el acoso legal bajo otras excusas.

En su primer artículo, Garrison ya revela el tono de una disputa que se anuncia como algo de larga data: “Soy consciente de que muchos se oponen a la dureza de mi lenguaje; pero ¿no hay motivo, acaso? Seré tan duro como la verdad y tan intransigente como la justicia. Sobre este tema, no quiero pensar, ni hablar, ni escribir con moderación. ¡No! Dígale a un hombre cuya casa está en llamas que dé una alarma moderada, que rescate moderadamente a su esposa de las manos del violador, que rescate gradualmente a su hijo del fuego…[i]

The Liberator, ejerciendo su derecho a la libertad de prensa, comenzó a enviar ejemplares a los estados del sur. La respuesta de los gobiernos sureños y de los esclavistas no fue prohibir la publicación, ya que iba contra la ley―una ley que fue hecha para que unos hombres blancos y ricos se protegieran de otros hombres blancos y ricos que nunca se imaginaron que esta libertad podía amenazar de alguna forma la existencia del poder político de todos los hombres blancos y ricos.

En lugar de violar la ley se recurrió a un viejo método. No es necesario romper las reglas cuando se pueden cambiarlas. Es así como funciona una democracia. Claro que no todos tenían, ni tienen, las mismas posibilidades de operar semejante milagro democrático. Quienes no pueden cambiar las leyes suelen romperlas y por eso son criminales. Quienes pueden cambiarlas son los primeros interesados en que se cumplan. Excepto cuando la urgencia de sus propios intereses no admite demora burocrática o, por alguna razón, se ha establecido una mayoría inconveniente, a la que aquellos en el poder acusan de irresponsable, infantil o peligrosa.

En principio, como no se podía abolir directamente la Primera enmienda, se limitó las pérdidas. Carolina del Norte aprobó leyes prohibiendo la alfabetización de los esclavos.[1] Las prohibiciones continuaron y se extendieron por los años 1830s a otros estados esclavistas, casi siempre justificándose en los desórdenes, protestas y hasta disturbios violentos que habían inoculado los abolicionistas entre los negros con literatura subversiva.

La propaganda esclavista no se hizo esperar y se distribuyeron posters y panfletos advirtiendo de elementos subversivos entre la gente decente del Sur y de los peligros de las pocas conferencias sobre el tema tabú. El acoso a la libertad de expresión, sin llegar a su prohibición, también se daba en las mayores ciudades del Norte. Uno de los panfletos proesclavistas fechado el 27 de febrero de 1837 (un año después de que Texas fuese arrancada a México para reestablecer la esclavitud) invitaba a la población a reunirse frente a una iglesia de la calle Cannon en Nueva York, donde un abolicionista iba a dar una charla a las siete de la noche. El anuncio llamaba a “silenciar este instrumento diabólico y fanático; defendamos el derecho de los estados y la constitución del país”.[ii]

Las publicaciones y las conferencias abolicionistas no se detuvieron. Por un tiempo, la forma de contrarrestarlas no fue la prohibición de la libertad de expresión sino el incremento de la propaganda esclavista y la demonización de los antiesclavistas como peligrosos subversivos. Más tarde, cuando el recurso de la propaganda no fue suficiente, todos los estados del Sur comenzaron a adoptar leyes que limitaban la libertad de expresión de ideas revisionistas. Solo cuando la libertad de expresión (libertad de los blancos disidentes) se salió de control, recurrieron a leyes más agresivas, esta vez limitando la libertad de expresión con prohibiciones selectivas o con impuestos a los abolicionistas. Por ejemplo, en 1837, Missouri prohibió las publicaciones que iban contra el discurso dominante, es decir, contra la esclavitud. Rara vez se llegó al oprobio de encarcelar a los disidentes. Se los desacreditaba, se los censuraba o se los linchaba bajo alguna buena razón como la defensa propia o la defensa de Dios, la civilización y la libertad.

Luego de estallar la Guerra Civil, el Sur esclavista escribió su propia constitución. Como lo hicieran los tejanos anglosajones apenas separados de México y por las mismas razones, la constitución de la Confederación estableció la protección de la “Institución peculiar” (la esclavitud) al mismo tiempo que incluyó una cláusula en favor de la libertad de expresión. Esta cláusula no impidió leyes que la limitaban para un lado ni que el paramilitarismo de las milicias esclavistas (origen de la policía sureña) actuaran a su antojo. Como en el “We the people” de la Constitución de 1789, como originalmente la Primera enmienda de 1791, esta “libertad de expresión” no incluía a gente que ni era “the people” ni eran humanos completos y responsables. Se refería a la raza libre. De hecho, la constitución del nuevo país esclavista establecía, en su inciso 12, casi como una copia de la enmienda original de 1791: “El Congreso no hará ninguna ley con respecto al establecimiento de una religión, o que prohíba el libre ejercicio de la misma; o coartando la libertad de expresión, o de prensa; o el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y solicitar al Gobierno la reparación de agravios”.[iii] Más justo, equitativo y democrático, imposible… El secreto estaba en que, otra vez, como casi un siglo antes, eso de “el pueblo” no incluía a la mayoría de la población. Si alguien lo hubiese observado entonces, sería acusado de loco, de antipatriota o de peligroso subversivo. Es decir, algo que, en su raíz, no ha cambiado mucho en el siglo XXI.[2]

Para cuando el sistema esclavista fue legalmente ilegalizado en 1865, gracias a las circunstancias de una guerra que estuvo a punto de perderse, The Liberator ya había publicado 1820 números. Aparte de apoyar la causa abolicionista, también apoyó el movimiento por los derechos iguales de las mujeres. La primera candidata mujer a la presidencia (aunque no reconocida por ley), Victoria Woodhull, fue arrestada días antes de las elecciones de 1872 bajo el cargo de haber publicado un artículo calificado como obsceno―opiniones contra las buenas costumbres, como el derecho de las mujeres a decidir sobre su sexualidad. Como ha sido por siglos la norma en el Mundo libre, Woodhull no fue arrestada por ejercer su libertad de expresión en un país libre, sino bajo excusas de infringir otras leyes.

Con todo, esta no es una característica exclusiva del Sur esclavista ni de Estados Unidos en su totalidad. El Imperio británico procedió siempre de igual forma, no muy diferente a la “democracia ateniense”, veinticinco siglos atrás: “somos civilizados porque toleramos las opiniones diferentes y protegemos la diversidad y la libertad de expresión”. Claro, siempre y cuando no crucen determinados límites. Siempre y cuando no se conviertan en un verdadero peligro para nuestro poder incontestable.

En este sentido, recordemos sólo un ejemplo para no hacer de este libro una experiencia voluminosamente imposible e impublicable. En 1902, el economista John Atkinson Hobson publicó su ya clásico Imperialism: A Study donde explicó la naturaleza vampiresca de Gran Bretaña sobre sus colonias. Hobson fue marginado por la crítica, desacreditado por la academia y la gran prensa de la época. No fue detenido ni encarcelado. Mientras el imperio que él mismo denunciaba continuaba matando a millones de seres humanos en Asia y en África, ni el gobierno ni la corona británica se tomaban la molestia de censurar directamente al economista. No pocos, como ocurre hoy en día, lo señalaban como ejemplo de las virtudes de la democracia británica. Algo similar a lo que ocurre hoy en día con aquellos críticos del imperialismo estadunidense, más si viven en Estados Unidos: “miren, critica al país en el que vive; si viviese en Cuba no podría criticar al gobierno”. En otras palabras, si alguien señala los crímenes de lesa humanidad en las múltiples guerras imperiales y lo hace en el país que permite la libertad de expresión, eso es una prueba de las bondades democráticas del país que masacra a millones de personas y tolera que alguien se atreva a mencionarlo.

¿Cómo se explica todas esas aparentes contradicciones? No es tan complicado. Un poder imperial, dominante, sin respuesta, sin temor a la pérdida real de sus privilegios, no necesita la censura directa. Es más, la aceptación de la crítica marginal probaría sus bondades. Se la tolera, siempre y cuando no crucen el límite del verdadero cuestionamiento. Siempre y cuando el dominio hegemónico no esté decadencia y en peligro de ser reemplazado por otra cosa.

Ahora veamos esos contraejemplos del poder hegemónico y de sus mayordomos. ¿Por qué no te cas a Cuba donde la gente no tiene libertad de expresión, donde no existe la pluralidad de partidos políticos?

Para comenzar, sería necesario que señalar que todos los sistemas políticos son excluyentes. En Cuba no permiten a partidos liberales participar de sus elecciones, las cuales son tachadas de farsa por las democracias liberales. En los países con sistemas de democracia liberal, como Estados Unidos, las elecciones básicamente son elecciones de un partido único llamado Demócrata-Republicano. No existe ninguna posibilidad de que un tercer partido pueda desafiar seriamente a Partido Único porque éste es el partido de las corporaciones, que son la elite que tiene el poder real del país. Por otro lado, si, por ejemplo, en un país como chile gana las elecciones un marxista como el actual presidente Gabriel Boric, a nadie se le ocurre siquiera imaginar que ese presidente va a salirse del marco constitucional, el cual prohíbe la instauración de un sistema comunista en el país. Lo mismo ocurre en Cuba, pero hay que decir que no es lo mismo.

Ahora, volvamos a la lógica de la libertad de expresión en distintos sistemas de poder global. Para resumirlo, creo que es necesario decir que la libertad de expresión es un lujo que, históricamente, no se han podido dar aquellas colonias o repúblicas que luchaban por independizarse de la libertad de los imperios. Bastaría con recordar el ejemplo de la democracia guatemalteca, destruida por la Gran Democracia de Estados Unidos en 1954 porque su gobierno, democráticamente electo decidió aplicar las leyes soberanas de su propio país, las que no convenían a la megacorporación United Fruit Company. La Gran Democracia no dudó en instalar otra dictadura, la que dejó cientos de miles de muertos a lo largo de décadas.

¿Cuál fue el problema principal de la democracia de Guatemala en los 50s? Fue su libertad de prensa, su libertad de expresión. Por ésta, el imperio del Norte y la UFCo lograron manipular la opinión pública de ese país través de una campaña de propaganda deliberadamente planeada y reconocida por sus propios perpetuadores―no por sus mayordomos criollos, está de más decir.

Cuando esto ocurre, el joven médico argentino, Ernesto Guevara, se encontraba en Guatemala y debió huir al exilio en México, donde se encontró con otros exiliados, los cubanos Fidel y Raúl Castro. Cuando la Revolución cubana triunfa, Ernesto Guevara, para entonces El Che, lo resumió notablemente: “Cuba no será otra Guatemala” ¿Qué quería decir con esto? Cuba no se dejará inocular como Guatemala a través de la “prensa libre”. La historia le dio la razón: Cuando en 1961 Washington invade Cuba en base al plan de la CIA que aseguraba que “Cuba será otra Guatemala”, fracasa estrepitosamente. ¿Por qué? Porque su población no se sumó a la “invasión libertadora”, ya que no pudo ser inoculada por la propaganda masiva que permite la “prensa libre”. Kennedy lo supo y se lo reprochó a la CIA, la cual amenazó con disolver y terminó disuelto.

La libertad de expresión es propia de aquellos sistemas que no pueden ser amenazados por la libertad de expresión, sino todo lo contrario: cuando la opinión popular ha sido cristalizada, por una tradición o por la propaganda masiva, la opinión de la mayoría es la mejor forma de legitimación. Razón por la cual esos sistemas, siempre dominante, siempre imperiales, no le permiten a sus colonias el mismo derecho que les otorgan a sus ciudadanos.

Cuando Estados Unidos se encontraba en su infancia y luchando por su sobrevivencia, su gobierno no dudó en aprobar una ley que prohibía cualquier critica al gobierno bajo la excusa de propagar ideas e información falsa―siete años después de aprobar la famosa Primera Enmienda, que no surgió de la tradición religiosa sino de la ilustración antirreligiosa europea. Naturalmente, esa ley de 1798 se llamó Sedition Act.

Estos recursos del campeón de la libertad de expresión se repitió otras veces a lo largo de su historia, siempre cuando las decisiones y los intereses de un gobierno dominado por las corporaciones de turno sintió sus intereses amenazados seriamente. Fue el caso de otra ley también llamada Sedition Act, la de 1918, cuando hubo una resistencia popular contra la propaganda organizada por maestros como Edward Bernays en favor de intervenir en la Primera Guerra Mundial―y así asegurarse el cobro de las deudas europeas. Hasta pocos años antes, las duras críticas antimperialistas de escritores y activistas como Mark Twain fueron demonizadas, pero no hubo necesidad de manchar la reputación de sociedad libre poniendo en la cárcel a un reconocido intelectual, como en 1846 habían hecho con David Thoreau por su crítica a la agresión y despojo de México para expandir la esclavitud, bajo la perfecta excusa de no pagar impuestos. Ni Twain ni la mayoría de los críticos públicos lograron cambiar ninguna política ni revertir ninguna agresión imperialista en Occidente, ya que eran leídos por una minoría fuera del poder económico y financiero. En ese aspecto, la propaganda moderna no tenía competencia, por lo tanto la censura directa a esos críticos hubiese entorpecido sus esfuerzos de vender agresiones en nombre de la libertad y la democracia. Por el contrario, los críticos servían para apoyar esa idea, por la cual los mayores y más brutales imperios de la Era Moderna fueron orgullosas democracias, no desprestigiadas dictaduras.

Sólo cuando la opinión pública estuvo dudando demasiado, como durante la Guerra fría, surgió el macartismo con sus persecuciones directas y más tarde el asesinato (indirecto) de líderes por los derechos civiles y la represión violenta con presos y muertos en universidades cuando la crítica contra la Guerra de Vietnam amenazó con traducirse en un efectivo cambio político―de hecho, el congreso de los 70s fue el más progresista de la historia, haciendo posible la investigación de la comisión Pike-Church contra el régimen de asesinatos y propaganda de la CIA. Cuando dos décadas más tarde se produce la invasión de Afganistán e Irak, la crítica y las manifestaciones públicas se habían convertido en intrascendentes y autocomplacientes, pero la nueva magnitud de la agresión imperial a partir de 2001 hacían necesario tomar nuevas medidas legales, como en 1798.

La historia rimó de nuevo en 2003, sólo que en lugar de Sedition Act se llamó Patriot Act, y no sólo estableció una censura directa sino otra mucho peor: la censura indirecta y frecuentemente invisible de la autocensura. Más recientemente, cuando la crítica al racismo, a la historia patriótica y a los demasiados derechos a las minorías sexuales comenzaron a expandirse más allá de lo controlable, se volvió al recurso de la prohibición por ley. Caso de las últimas leyes de Florida, promovidas por el gobernador Ron DeSantis directamente prohibiendo libros revisionistas y regulando el lenguaje en las escuelas y universidades públicas―como para empezar. La creación de un demonio llamado woke para sustituir la pérdida del demonio anterior llamado musulmanes.

Mientras tanto, los mayordomos, sobre todo los cipayos de las colonias, continúan repitiendo clichés creados generaciones antes: “cómo es que vives en Estados Unidos y críticas a ese país, deberías mudarte a Cuba, que es donde no se respeta la libertad de expresión”. Luego de sus clichés se sienten tan felices y tan patriotas que da pena incomodarlos con la realidad.

El 5 de mayo de 2023, se realizó la ceremonia de coronación del rey Carlos III de Inglaterra. El periodista Julián Assange, prisionero por más de una década por el delito de haber publicado una parte menor de las atrocidades cometidas por Washington en Irak, le escribió una carta al nuevo rey invitándolo a visitar la deprimente prisión de Belmarsh, en Londres, donde agonizan cientos de presos, algunos de los cuales fueron reconocidos disidentes. A Assange se le permitió el sagrado derecho de la libertad de expresión generosamente otorgado por el Mundo libre. Su carta fue publicada por distintos medios occidentales, lo que prueba las bondades de Occidente y las infantiles contradicciones de quienes critican al Mundo libre desde el Mundo libre. Pero Assange sigue funcionando como ejemplo de linchamiento. También durante la esclavitud se linchaban a unos pocos negros en público. La idea era mostrar un ejemplo de lo que le puede pasar a una sociedad verdaderamente libre, no destruir el mismo orden opresor eliminando a todos los esclavos.

Notas:


[1] Las leyes no prohibieron explícitamente que los esclavos aprendieran a leer y escribir. Prohibieron que quienes sabían hacerlo les enseñaran a leer y escribir a los esclavos. De la misma forma, hoy en día no hay leyes que prohíban la educación de nadie, sino todo lo contrario. Pero diversas políticas hacen que la educación sea inaccesible para quienes, por ejemplo, no pueden pagarla, al mismo tiempo que se estimula el comercio del entretenimiento, de la distracción, es decir, del ejercicio opuesto a la educación.

[2] Esta interpretación quedaba grabada a fuego por la misma constitución de 1861 que, al mismo tiempo que consolidaba el derecho a la esclavitud, trataba de erradicar el mal ejemplo de “negros libertos” que podían ser introducidos desde el norte y a los cuales, en gran medida, se los exportó a Haití y a África, donde fundaron Liberia. La sección 9 establecía: “Queda prohibida la importación de negros de raza africana de cualquier país extranjero que no sean los Estados o Territorios esclavistas de los Estados Unidos de América; el Congreso está obligado a aprobar leyes que impidan efectivamente esta posibilidad”.

[i] William Lloyd Garrison’s The Liberator. 11 de setiembre de 2015. http://www.accessible-archives.com/collections/the-liberator/

[ii] Abolitionists and Free Speech. (2021). Mtsu.edu. http://www.mtsu.edu/first-amendment/article/2/abolitionists-and-free-speech

[iii] Avalon Project. Constitution of the Confederate States; March 11, 1861. Yale University. avalon.law.yale.edu/19th_century/csa_csa.asp

Capítulo abreviado del libro de próxima publicación Moscas en la telaraña (2023) https://www.youtube.com/watch?v=4iuUou3H5Gs

Ver: https://youtu.be/4iuUou3H5Gs

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