Debates y testimonios acerca de un enemigo, a veces invisible, presente en las instituciones de educación superior.
Por Matias Loja/@matiasloja
“Cuando se tratan temas referidos al período colonial de la trata esclavista, todo el curso me mira como si, por ser afro, fuera la única que puede hacer algún aporte”, dice Mérida Doussou, afrodescendiente nacida en Rosario. Alí Delgado es estudiante de derecho en la UBA, es afroargentino y asegura que muchas veces en la facultad sufrió discriminación, sobre todo de los profesores que apenas ven su nombre y su rostro le preguntan de dónde es. Ambos testimonios le ponen imagen al flagelo del racismo en la educación superior. Docentes, estudiantes y especialistas opinan sobre una problemática que no solo se presenta en forma directa, sino que también habita en las universidades de manera silenciosa.
Mérida Doussou estudia en el profesorado de historia en Instituto Olga Cossettini y advierte que el racismo también se suele presentar de forma más solapada a través de la bibliografía. Por ejemplo, cuando en una materia sobre historia mundial los contenidos y autores son, en general, occidentales. “Hay una ausencia total de contenido bibliográfico de intelectuales afrodescendiendes, africanos o de pueblos originarios”, sostiene.
Además de los contenidos, la joven estudiante rosarina alerta que el racismo está ausente también como tema de discusión en las aulas. Y afirma: “Eso hace que las personas con ascendencia afro no puedan reconocerse como tal y al existir esta ausencia de debate la misma educación hace que se niegue a las y los estudiantes la posibilidad de reconocer su propia historia, que en última instancia es la historia de todos y todas. La educación es parte del racismo institucional que existe en nuestro país y el racismo es algo que en las aulas de las escuelas secundarias y primarias está explícito. Entonces, es necesario poder incorporar estos temas a las currículas de los profesorados y universidades”.
Profesora kolla de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), Olga Sulca admite que en su trabajo docente experimentó varios episodios de discriminación étnico-racial y social. Pero si tiene que elegir el más doloroso, menciona cuando no le permitieron formar parte de un tribunal en un concurso porque la persona que iba a concursar pertenecía a la “pequeña oligarquía de provincia”, además de poseer fuertes conexiones políticas. Y no pudo estar en ese tribunal aún cuando se trataba de un cargo para una materia en la que ella era la responsable.
Olga Sulca recuerda también cuando en 2013 presentó un proyecto sobre inclusión educativa, que apuntaba a acompañar a alumnos indígenas en sus trayectorias académicas. Y cuenta: “Me citó la secretaria académica de nuestra universidad para objetar la propuesta. Sus argumentos fueron que yo intentaba formar un gueto con los alumnos indígenas, que quizás los exponía y me preguntó si había alumnos indígenas. Mi respuesta fue que estaba frente a una docente indígena pero que antes había sido alumna. Me contestó que ella no acordaba con la idea. Pese a ello, como el proyecto lo evaluaba la Secretaría de Políticas Universitarias (dependiente del Ministerio de Educación de la Nación) ganó y fue puesto en marcha”.
Desafíos
El racismo en la educación superior no se manifiesta de manera unívoca. Daniel Mato advierte que hay una forma visible, que tiene que ver con el rechazo directo hacia las personas. “A veces cuando le preguntan a una persona negra de dónde es —como el testimonio de Alí Delgado, de la UBA— quien hace la pregunta tal vez no lo hace con maldad, pero al otro lo incomoda”, ejemplifica Mato, investigador principal del Conicet y director adjunto del Centro Interdisciplinario de Estudios Avanzados (Ciea) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref).
Hace dos años, Mato brindó una conferencia sobre el tema en el exterior. Cuando terminó, un investigador de un pueblo originario se le acercó y con tono dolido le dijo: “¡Ay Daniel, si yo te contara toda la discriminación que sufre un docente indígena te sorprenderías!”. No era la primera vez que Mato escuchaba un testimonio de ese tipo, pero ese en particular lo conmovió. Si bien ya venía trabajando desde 2004 el tema de la educación superior y los pueblos indígenas y afrodescendientes, pasó todo el viaje de regreso a su casa craneando la forma de encarar el tema de manera más profunda. Reorientar su trabajo para que este tipo de problemas no siga presentándose.
Ese fue precisamente el punto de partida de la “Iniciativa para la Erradicación del Racismo en la Educación Superior en América Latina”, una línea de trabajo que la Cátedra Unesco Esial (Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref) puso en marcha en junio de 2018, en colaboración con universidades y otras instituciones de la región.
En el canal de YouTube de la Iniciativa de hay varios microvideos con análisis y testimonios de especialistas en la materia. En uno de ellos, Laura Rosso —directora del programa de pueblos indígenas de la Universidad Nacional del Nordeste— cuenta la anécdota que sufrió una estudiante y activista qom en una sede de la universidad de El Impenetrable chaqueño, donde viven indígenas del pueblo qom, whichí y descendientes de inmigrantes europeos. Estando en clases, esa estudiante escuchó una vez que uno de sus compañeros dijo: “Yo no sé para qué vienen las indígenas acá a la universidad y no se quedan en la calle vendiendo canastos”.
IPara Daniel Mato, director de la Iniciativa, estas formas abiertas de discriminación racial no solo merecen ser atendidas por motivos éticos y de derechos constitucionales, sino también porque son “el tipo de problemas que los estudiantes deben superar a lo largo de sus carreras para seguir estudiando”, por lo que en estos casos “ir a clases se torna desagradable, cuando no peligroso”.
Un arma silenciosa
Pero el investigador de la Untref advierte que hay formas más solapadas de racismo. Por ejemplo, el racismo estructural de la sociedad por el cual los jóvenes indígenas o afrodescendientes directamente no llegan a la universidad. O si llegan no pueden continuar sus estudios porque no pueden contar con el apoyo económico de sus familias o porque tienen que trasladarse lejos de su hogar para cursar.
La que menciona la estudiante rosarina del Instituto Olga Cossettini —la exclusión de saberes de otros sitios por fuera de occidente— es otra de las marcas invisibles. “En farmacia —agrega Mato— tampoco se estudia el conocimiento de los pueblos originarios en aplicaciones farmacéuticas de especies vegetales, sobre las que después las industrias farmacéuticas investigan y patentan”.
La Constitución Nacional establece en su artículo 75 que el Congreso debe “reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos”. Por su parte, el artículo 2 de la vigente ley de educación superior sostiene la responsabilidad principal e indelegable del Estado de “promover políticas de inclusión educativa que reconozcan igualitariamente las diferentes identidades de género y de los procesos multiculturales e interculturales”. Y según el censo 2010, cerca del 2,4 por ciento de la población del país es descendiente de pueblos originarios. La UNR cuenta desde 2012 con un programa de becas para estudiantes de pueblos originarios, a la que este año accedieron 19 alumnos de carreras de grado y 9 de pregrado que cursan en la Agrotécnica (Casilda).
Racismo presupuestario
Sin embargo, Mato advierte que al no haber en la mayoría de las universidades programas de becas destinadas a estas problaciones —una realidad que describe como “racismo en el presupuesto”— y no producir estadísticas acerca de cuántos estudiantes indígenas y afrodescendientes cursan en la educación superior argentina, se los invisibiliza tanto física como estadísticamente, porque “la discriminación racial se hace evidente cuando los estudiantes, sorteando todos los obstáculos desde su primera infancia, logran llegar a la universidad”.
Este contexto es el que se presenta, por ejemplo, en las universidades de Brasil desde el arribo de Lula al poder, cuando se establecieron una serie de políticas públicas para favorecer el acceso de estudiantes indígenas y afrodescendientes a las universidades. Ese nuevo escenario generó situaciones como la ocurrida en una importante universidad brasileña, cuando un estudiante “blanco” puso de forma violenta una banana en el pupitre donde se sentaba un estudiante “negro” y le dijo: “Macaco cotista”. Es decir, “mono de cuota”, en referencia a los programas de cupos reservados estudiantes de estos sectores históricamente excluidos. “La discriminación es una práctica, el racismo es una ideología que clasifica a la personas en razas, que es un concepto anticuado y negado en las ciencias, pero que sigue teniendo aplicación para mucha gente que lo ejerce”, explica Mato.
>> Sobre extranjeros y reciprocidad
Respecto del pedido de algunos sectores para arancelar la universidad para los extranjeros, Daniel Mato dice que, haciendo la salvedad de que no es especialista en el tema ni tiene responsabilidades de gestión, desde su experiencia como docente universitario en Argentina y América Latina “la evaluación de la incidencia de personas de origen extranjero en las aulas no debe limitarse a una cuestión económica, como si fuera un asiento contable”.
“Al menos en el caso de las ciencias sociales y las humanidades, la presencia de un estudiantado diverso es lo más deseable y lo que más enriquece el trabajo en el aula del docente”, afirmó.
>> Coloquio internacional
La Iniciativa para la Erradicación del Racismo en la Educación Superior en América Latina se propone contribuir a erradicar todas las formas de racismo y discriminación racial en la educación superior, sobre todo hacia las personas y comunidades indígenas y afrodescendientes.
Este propósito recoge una de las recomendaciones plasmadas en la Conferencia Regional de Educación Superior de América Latina y el Caribe (Cres), realizada en Córdoba en junio 2018, que en su declaración final afirma: “Es necesario promover la diversidad cultural y la interculturalidad en condiciones equitativas y mutuamente respetuosas. El reto no es solo incluir en las instituciones de educación superior a mujeres, personas con discapacidad, miembros de pueblos indígenas y afrodescendientes e individuos de grupos sociales históricamente discriminados, sino transformarlas para que sean social y culturalmente pertinentes. Estos cambios deben asegurar la incorporación en las instituciones de educación superior de las cosmovisiones, valores, conocimientos, saberes, sistemas lingüísticos, formas de aprendizaje y modos de producción de conocimiento de dichos pueblos y grupos sociales”.
Desde su puesta en marcha, la Iniciativa logró una importante sinergia entre diversas instituciones de la región, permitió que la problemática se difunda fuera del ámbito meramente académico y continúa con una serie de actividades hasta fin de año. El proyecto tiene proyección latinoamericana e impulsó además la creación de una coalición para la erradicación del racismo en la educación superior, un espacio interinstitucional del que participan más de veinte instituciones de seis países latinoamericanos.
Encuentro en la Untref
En el marco de la Iniciativa, el 6 y 7 de noviembre se realizará la sexta edición del Coloquio Internacional “Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina”. Será en la sede rectorado centro de la Untref, en la Ciudad de Buenos Aires. Con treinta ponencias provenientes de distintas universidades de Latinoamérica, se darán a conocer estudios e intercambiarán reflexiones sobre las formas de racismo y discriminación racial que en pleno siglo XXI persisten en los sistemas de educación superior, tanto las abiertamente “visibles” en los comportamientos de las personas, como aquellas de carácter sistémico o estructural que están naturalizadas y resultan “invisibles”.
Para conocer más sobre la Iniciativa y sus actividades consultar el sitio web unesco.untref.edu.ar
Fuente: https://www.lacapital.com.ar/educacion/erradicar-el-racismo-un-desafio-las-universidades-n2530753.html