Los vecinos tocan la puerta del Perú

Los vecinos tocan la puerta del Perú 

Nicolás Lynch*

Los resultados de las últimas dos semanas con el triunfo del MAS en Bolivia y la aprobación en plebiscito de una Convención Constituyente que cambie la carta de Pinochet en Chile, son un muy serio llamado atención para el orden neoliberal aún vigente en el Perú.

Lo que se está jugando en ambos países es la permanencia del capitalismo salvaje como eje del funcionamiento económico social y político. Es más, en ambos casos, nos encontramos frente a situaciones que han pretendido perpetuarse por la fuerza. En Bolivia por la vía del golpe de Estado, en Chile por medio de la represión indiscriminada.

Y en ambos casos se ha impuesto una vía electoral, resultando triunfante fuerzas que reafirman o piden un cambio contrario a la lógica neoliberal.

El poder mediático se ha esmerado por presentar las cosas al revés de lo que son. En Bolivia acusando a Evo Morales de ser un dictador repudiado por la mayoría de los bolivianos, en Chile diciendo que las protestas eran obra de unos cuantos desadaptados.

No cabía en la cabeza de las oligarquías neoliberales que en Bolivia podía haber un liderazgo producto de los pueblos originarios y en Chile, la joya de la corono neoliberal, pudiera haber descontentos, por la honda desigualdad, producida por el modelo vigente. Pues ambas cosas han sucedido y por su persistencia pareciera que han venido para quedarse.

Lo sucedido refuta además los análisis de aquellos que presagiaban el fin del giro a la izquierda en América Latina y la “vuelta a la normalidad” de la democracia, si cabe el término, neoliberal. A pesar de Trump y de la falta de resolución de la crisis democrática en Venezuela, no ha habido vuelta a la normalidad ni subordinación absoluta al imperio. La utopía del grupo de Lima de regresar a una “pax americana” se ha quedado en buenos deseos.

La interrogante ahora es el efecto que estos sucesos pueden tener en el Perú. A diferencia de años anteriores cuando en la región dominaba el progresismo y en el Perú una férrea hegemonía de los grandes propietarios, el efecto parecía ser nulo. Luego vino la contraofensiva derechista, de menor calado si la comparamos con el giro a la izquierda de principios del siglo XXI, pero que prometía una erradicación de la izquierda.

Hoy, tenemos una vuelta de esta última y de los movimientos sociales que obtienen victorias en las urnas, casi en nuestras narices, cuando el Perú atraviesa una crisis del régimen neoliberal sin solución a la vista. El problema es que no hay todavía un bloque importante de fuerzas, salvo la que levanta la candidatura de Verónica Mendoza, que plantee un indispensable cambio de paradigma y haga de éste un parteaguas electoral. La tónica sigue siendo no hacerle ni cosquillas a la Confiep.

El asunto adquiere ribetes de escándalo cuando nos referimos al tema constitucional, donde la comparación con Chile no es odiosa. El Perú, strictu sensu no tiene constitución. La que lleva el nombre de tal, la carta de 1993, fue producto de un golpe de estado y aprobada en un referéndum fraudulento, como distinguidos juristas señalaron en la época.

Está, por lo tanto, viciada de origen. No se ha podido cambiar por el veto permanente de la Confiep, que le cerró el paso inclusive a la tímida reforma que promovió Henry Pease el 2003. Una muy pequeña minoría no puede seguir dictando lo que se supone es la norma jurídica suprema del Perú. Ha llegado la hora, sobre todo en este tema, de dar un viraje que nos lleva a una constitución democrática para todos los peruanos.

En este escenario nacional y continental ya no caben los pequeños ajustes. Como en Bolivia y Chile, lo que está en juego es un asunto mayor: la persistencia o el final del neoliberalismo en América Latina por la vía democrática. Solo que este camino ya no es el de una democracia de minorías como nos dicen liberales y neoliberales, sino que tiene que ser un camino hacia una democracia de mayorías, que tiene como un componente central al pueblo movilizado.

A diferencia de los politólogos conservadores, que adornan las vitrinas de su devenir postrero cortejando minorías, “demasiada democracia” es mejor que las democracias de élites a las que han pretendido acostumbrarnos.

* Sociólogo y político peruano. Columnista de OtraMirada.pe

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Perú entre la huelga de maestros y la crisis del relato oficial

Por: Nicolás Lynch

Una poderosa huelga de maestros comienza a quebrar el consenso neoliberal en Perú. Las elites políticas intentan desconocer su potencial.

Por primera vez en varios años, un movimiento social provoca una grieta de proporciones en la hegemonía política y cultural que el neoliberalismo ha impuesto a la sociedad peruana. Desde hace más de dos meses se desarrolla una huelga de maestros de la educación pública en Perú. La huelga, que empezó en el sur con varias manifestaciones regionales, continúa hasta hoy en la mayor parte del territorio nacional. Desde el año 2003 no había una huelga de estas proporciones en el magisterio. La medida de fuerza cuenta con una adhesión de aproximadamente 250.000 maestros de un servicio público total de 340.000 docentes. Esto lo hace el movimiento social más grande y con más tradición de lucha que han debido enfrentar algunos de los gobiernos de derecha que se han sucedido en los últimos 15 años.

El movimiento huelguístico llega además en un momento de drástica reducción del auge económico de la década pasada por la caída de los precios de las materias primas en el mercado mundial, que señala un crecimiento del PIB que apenas superará el 2,5% este año, frente al 6% de los años anteriores. Por otra parte, encuentra a la derecha dividida, con el presidente Pedro Pablo Kuczynski en control del Ejecutivo y el partido de la familia Fujimori, Fuerza Popular, en control del Congreso y en pugna constante con el primero.

En este contexto, los maestros han procedido a derrotar varios aspectos del relato dominante difundido por la buena parte de la elite política y los principales medios de comunicación. Primero, la invisibilización de la huelga cuando sucedieron los primeros conatos en el sur. Segundo, que la huelga era un invento de Sendero Luminoso, cuando aquella llegó a la capital trayendo la voz de miles de maestros del interior. Tercero, que como sus dirigentes estaban ligados a grupos terroristas, no había con quién negociar, por más que ya existía un Comité Nacional de Lucha y sus dirigentes se paseaban por los medios de comunicación y el Congreso de la República. Y cuarto, que como no había dirigentes confiables, había que negociar por la vía de intermediarios, sin sentarse a la mesa con los verdaderos interlocutores. Estos sucesivos momentos señalan un desprecio por el otro –por parte de las autoridades y los medios— por ser pobre, provinciano y maestro, como pocas veces se ha visto en nuestra historia reciente.Todo ello tiene el corolario de un Poder Ejecutivo que ha dado por finalizada la huelga y miles de maestros que continúan movilizándose y acampando en el centro de Lima.

A contrapelo de este relato, el movimiento magisterial ha demostrado a lo largo de dos meses que es un movimiento real, constituido abrumadoramente por maestros de base, con una plataforma justa y que atiende a los problemas de fondo de la educación peruana. Un movimiento que, además, ha repercutido en casi todas las ciudades del Perú y ha despertado la simpatía y solidaridad de los estudiantes, padres de familia y sociedad en general porque ven reflejada su propia situación de carencia. Todas estas cuestiones le han dado legitimidad a la huelga entre la población. Sin embargo, a diferencia de otras grandes huelgas magisteriales de décadas pasadas, su dirección ha sido fragmentada, en buena medida espontánea y sin reconocimiento legal, lo que le ha quitado fuerza en la resolución del conflicto. Paradójicamente, la dirección nacional del sindicato más reconocido, el Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Perú (SUTEP), dice que no hay huelga. Este otrora sindicato radical, dirigido por el partido de izquierda Patria Roja, ha sido definitivamente rebasado por sus bases. Asimismo, esto ha permitido la influencia de sectores más radicales ligados a Sendero Luminoso que, a pesar de ser minoritarios, han dado pie para la satanización de la huelga por los poderes políticos y mediáticos.

El movimiento, con una diversidad de reclamos y amplias dimensiones, expresa el fracaso de una política educativa que se ha presentado en la última década como una «reforma de la educación», clave en la hegemonía neoliberal, que le permite pasar del asalto a los bolsillos al asalto a las mentes de los peruanos. Esta política fracasa en un punto fundamental: la necesaria relación que debe existir entre el salario del docente y la evaluación a la cual se lo somete. Desde la famosa frase del dúo Alan García-José Antonio Chang, el primero presidente de la República y el segundo su ministro de Educación en el quinquenio 2006-2011, «no habrá aumentos sin evaluación», se llega a la radicalización de esta política que se lleva a cabo en la gestión ministerial de Jaime Saavedra, tecnócrata de la filas del Banco Mundial, que abarca tres años (2013-2016) y alcanza dos gobiernos. La experiencia nos ha señalado que no se puede evaluar al maestro sin tomar en cuenta las condiciones materiales, el salario y las condiciones de trabajo en las que desenvuelve. Evaluar a quien no puede reproducir su fuerza de trabajo lleva a una explosión como la que hemos visto en las últimas semanas.

Esta es la «teoría del maestro barato» que llevó a Saavedra, en la práctica enviado del Ministerio de Economía y Finanzas en el Ministerio de Educación, a multiplicar varias veces el número de maestros contratados y adjudicar menos de la mitad de las plazas que tuvo a disposición para nombrados. En otras palabras, multiplicar a los contratados que cuestan menos y evitar a los nombrados que cuestan más. La teoría del maestro barato con una evaluación por encima de sus posibilidades tiene como objetivo tener asustado al magisterio para controlarlo políticamente. Esta es una cuestión clave en un gremio con gran capacidad de protesta como el de los maestros. Ahora bien, ¿por qué se produce esta huelga en junio-julio de este año? Por la amenaza de una evaluación de desempeño para el segundo semestre de 2017, que junto con la ausencia de aumentos a la vista, los maestros interpretan como un procedimiento masivo de despido de la carrera docente. Esto hace que la combinación de bajos sueldos y evaluaciones llegue a su punto de ebullición.

Empero, está también la negativa magisterial –casi de principio– a someterse a cualquier evaluación que tenga consecuencias, en caso de no aprobarla en tres oportunidades, en su salida de la carrera docente. Este es un debate tan antiguo como el inicio de las evaluaciones a principio del siglo XXI. Aquí chocan el interés corporativo del gremio interesado en la estabilidad laboral con el interés social interesado en la calidad de la educación. El mal tratamiento de esta contradicción puede llevar a una radicalización sin salida de los docentes y a su aislamiento del resto de la comunidad educativa y de la sociedad en general. Por ello, es de fundamental importancia un manejo adecuado de la cuestión, que incluya el aumento de las remuneraciones y las pensiones, las capacitaciones necesarias y, finalmente, la participación de los profesores en las evaluaciones.

Pero no solo se trata de salarios y evaluaciones. Los maestros señalan también la necesidad de revisar la Ley General de Educación de 2003 y la Ley de Carrera Pública Magisterial de 2012, así como de aumentar el porcentaje de la riqueza nacional que se dedica a educación en el presupuesto nacional. En este punto plantean una cifra quizá inviable, 10% del PIB, pero si erran en el número no lo hacen en el tema, ya que la meta de 6% se planteó en el Acuerdo Nacional hace 15 años y solo hemos llegado a 3,8% del PIB como presupuesto educativo en la actualidad. Aunque el poder lo niegue, existe una preocupación de estos maestros por la educación en su conjunto, solo que abordar el problema supone revisar leyes y presupuestos y la política educativa ya fracasada, a lo que tercamente se oponen las elites neoliberales, ya que es uno de los pilares de su hegemonía actual.

Todo esto se produce en un contexto de división del sindicato magisterial. Una división que no es nueva y tiene ciertamente como ingredientes la disputa de grupos como Sendero Luminoso y Puka Llacta con Patria Roja, tradicionalmente el partido de mayor influencia sindical en el magisterio. Hoy se observa que la dirección nacional, el Comité Ejecutivo Nacional del SUTEP, en manos de Patria Roja, ha sido largamente rebasado por sus bases, en una magnitud que no puede ser explicada solo por la disputa con los grupos radicales. Es indudable que el efecto de la política neoliberal en los maestros ha sido subestimada por la dirigencia nacional, y esa es la clave de su desplazamiento. No sabemos aún cuál será el futuro del sindicato magisterial, pero la solución corresponde solamente a los maestros y ojalá el resultado sea un sindicato nacional unitario y democrático.

Queda por ver cuál será el resultado de la huelga actual. Ante la fuerza del movimiento social y la falta de alternativas del gobierno de Kuczynski, este parece haber tomado la decisión de liquidar la huelga, es decir, de aparecer derrotándola más allá del acuerdo o el desacuerdo al que se llegue. Esta opción es clara cuando se descalifica a la dirigencia que conduce a la mayoría de las regiones a través del llamado Comité Nacional de Lucha. Primero se anuncia que no se negociará con ella y luego, ante la presión de la opinión pública, se decide hacerlo de manera vergonzante, mediante intermediarios, estableciendo una distancia entre maestros y funcionarios del sector que es resentida por los primeros. En este punto, con la ministra del sector educación Marilú Martens en el sexto piso del Ministerio de Educación y los dirigentes magisteriales en el primero, la negociación lógicamente fracasa. El espectáculo de una negociación que en realidad ha sido una no negociación ha indignado a los huelguistas y los ha llevado a continuar su lucha, recordando el desprecio de la elites de este Perú, en muchos sentidos todavía colonial, por las mayorías populares.

Los gestos hablan por sí solos. Ojalá que los próximas días deparen algo mejor.

*Fuente: http://nuso.org/articulo/peru-maestros-en-huelga-gobierno-en-silencio/

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