Por: Nicolas Ramos Gandia.
La calamidad que encarna el desempeño de los estudiantes de nuestro sistema educativo en las pruebas PISA -informada a fines del año pasado-, ha sido escondida debajo de la alfombra de la discusión pública. Como pueblo seguimos creyéndonos que con ignorar los problemas estos se resolverán mágicamente sin ninguna intervención de nuestra parte. El naufragio de la inversión multimillonaria que hacemos anualmente en la educación fue tratado, si acaso, livianamente por los rimbombantes programas radiales de comentarios.
En recientes declaraciones, la designada secretaria del Departamento de Educación nos dijo que basará su gestión en cuatro pilares que los componentes del sistema educativo deben internalizar para que así todos remen en la misma dirección. Se trata de “mejorar el aprovechamiento académico de los estudiantes, atender las necesidades de los alumnos como un ser completo, profesionalizar a maestros y directores escolares y reducir el tamaño de la agencia a nivel administrativo”.
No cabe duda que el aprovechamiento académico de los estudiantes es la misión primordial de nuestro sistema educativo. Entonces, preguntémoslo: ¿cómo sabremos, en los próximos años, si las políticas establecidas y las acciones correspondientes llevadas a cabo por el gobierno han cumplido con su propósito? Pues no es ningún misterio: los resultados de los estudiantes puertorriqueños en las pruebas PISA y las puntuaciones en las cinco pruebas del College Board pueden convertirse en la métrica para ponderar la efectividad del sistema educativo.
Las pruebas del College Board son tomadas por los estudiantes de escuela superior anualmente y, en los últimos 30 años, los resultados de las escuelas públicas nunca han alcanzado un promedio de 500 puntos o más. Si bien en los últimos años el promedio de las escuelas privada ha mostrado un descenso, el promedio de estas todavía es superior al de la escuela pública en las cinco pruebas. Así pues, el sistema educativo habrá mejorado el aprovechamiento de nuestros estudiantes si estos superan, en promedio, los 500 puntos dentro de cuatro años.
Por el otro lado, cuando nos contextualizamos a nivel mundial debemos poner en nuestra mira las pruebas PISA. El secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, lo expone claramente: “el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, PISA, se ha convertido en el principal baremo mundial para evaluar la calidad, equidad y eficiencia de los sistemas educativos. PISA ayuda a identificar las características de los sistemas educativos de mayor rendimiento, lo que puede permitir a gobiernos y educadores reconocer políticas efectivas que pueden adaptar a sus contextos locales”.
Si nos encontramos en el fondo del escalafón de las pruebas PISA, no queda otra que aspirar a salir de ahí lo antes posible. Por ejemplo, el desempeño en las pruebas de los años 2018 y2021 debe ir moviéndonos de los últimos diez puestos a una posición equivalente al promedio del escalafón mundial para el 2021, año de nuestra cuarta participación en la prueba.
¿Qué hemos hecho en realidad con los resultados en las pruebas PISA? Pues nada, y como siempre buscamos explicaciones latosas que en realidad son escusas y racionalizaciones para no enfrentar como país la colgada estrepitosa que nos debería provocar calor en la cara.
Fuente: http://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/sinexcusasantelacolgadaenlaspruebaspisa-columna-2286361/
Imagen: http://rec-end.gfrcdn.net/images/tn/0/188/2544/1455/900/447/2017/01/31/c4cbbbde-daac-4564-9db0-94c1c7c22041.jpg