El para qué de la educación

Por Rosario Anzola

En estos días me espanté cuando me enteré que mi nieto de catorce años ve doce materias. Por supuesto y con toda razón, no le encuentra sentido a la magnitud de esta carga académica, además de que no puede (por el tiempo que le toma estudiar) hacer actividades que sí le interesan como la música, los idiomas y el deporte. Mayor espanto me produce ver a los papás dando carreras diarias con las absurdas tareas que deben llevar sus hijos al colegio o a la escuela. Y es que las exigencias del pensum han convertido a la educación (al menos en nuestro país) en un tornado que se lleva por delante la armonía escolar y familiar.

Educar no es solamente proporcionar y evaluar conocimientos, es preparar para una vida digna, productiva, solidaria y respetuosa con los seres y con el planeta. Las teorías del aprendizaje se han centrado hasta ahora en el dominio de contenidos, en definiciones operacionales y en las maneras de medir los cambios de conducta frente a la instrucción. En algunos países, actualmente, se revisan los paradigmas educativos tratando de adaptar, ajustar y complementar los avances tecnológicos con la repercusión interna de la información y contenidos. Encontrar el para qué de la educación en el siglo XXI es un asunto de Estado, de políticas públicas acertadas y asertivas y de sobrevivencia de las civilizaciones.

Se comienza a comprender la importancia de generar la co-creación en los grupos de estudiantes, así como la convicción responsable de que las acciones humanas transforman el entorno, positiva o negativamente. Por eso ya no se trata de indagar cómo se aprende o por qué no se aprende, sino para qué se enseña y para qué se aprende. Durante siglos y como consecuencia de una educación academicista, los estudiantes han sido meras abstracciones, un número, acaso un pupitre.

Me consta el interés de los docentes por buscar mecanismos y herramientas que les permitan formar a sus pupilos en el autoconocimiento, en la comprensión del otro, en la sensibilidad y en el afecto. Estos maestros y profesores, mal pagados y peor reconocidos, son unos héroes que tienen que bregar diariamente con el bullying, con la apatía de unos alumnos a quienes poco les interesa lo que les da la escuela, con el poco o ningún compromiso de los representantes y, sin embargo, mantienen una enorme disposición para desbrozar los destrozados caminos por los que nos ha tocado transitar. Por ellos y con ellos trabajo para que estos caminos se despejen.

Formar en el marco de la empatía y la alteridad es más importante que aprenderse fechas de hitos históricos, nombres de las capitales del mundo o anatomía humana. Sentimientos, creencias, valores y afectividad conducen al ejercicio del espíritu crítico y de la capacidad creadora. Afecto, sensibilidad y cognición son fuerzas complementarias para construir y reconstruir el bien común, que es lo mismo que decir: el bien en común. Pero nuestro sistema educativo es una camisa de fuerza para avanzar hacia un futuro promisorio que ya es presente en otras culturas.

Japón lleva la delantera en la búsqueda de una educación para ese futuro que ya los alcanzó. Basándose en programas educativos como Erasmus, Grundtvig, Monnet, Ashoka y Comenios, el país nipón ha dado un vuelco para hacer de sus estudiantes ciudadanos del mundo. Transcribo a continuación unas líneas referidas a la actual pedagogía japonesa; están dando la vuelta al mundo por las redes y nos reseñan lineamientos dignos de emular:

En las escuelas no se rinde culto a la bandera, no se canta el himno, no se vanagloria a héroes inventados por la historia. Los alumnos ya no creen que su país es superior a otros por el solo hecho de haber nacido allí. Ya no irán a la guerra para defender los intereses económicos de los grupos de poder, disfrazados de “patriotismo”. Entenderán y aceptarán diferentes culturas y sus horizontes serán globales, no nacionales. El programa de doce años, está basado en los siguiente conceptos: cero patriotismo, cero materias de relleno, cero tareas y  solo tiene cinco materias, que son: Aritmética de Negocios. Las operaciones básicas y uso de calculadoras de negocio; Lectura. Empiezan leyendo una hoja diaria del libro que cada niño escoja y terminan leyendo un libro por semana; Civismo. Entendiendo el civismo como el respeto total a las leyes, el valor civil, la ética, el respeto a las normas de convivencia, la tolerancia, el altruismo y el respeto a la ecología; Computación. Office, Internet, redes sociales y negocios on-line; Idiomas, Alfabetos, Culturas y Religiones: japonesa, americana, china y árabe, con visitas de intercambio a familias de cada país durante el verano.

Sé que soñar no cuesta nada. Sueño y sueño y sueño. Hacia allá vamos… Me lo dicen los niños, los jóvenes y los docentes de auténtica vocación.

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@rosarioanzol

Fuente: http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/para-que-educacion_637526

Imagen: cdnmed.eluniversal.com//resources/jpg/6/1/1485871072916.jpg

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