Por: María Victoria Peralta
En esta época del año una de las preocupaciones centrales de muchas familias, es la selección de un jardín infantil supuestamente de “calidad” para sus niños y niñas. En tiempos de Reforma Educacional el calificativo “de calidad” se ha agregado a lo que era la tradicional búsqueda, lo que esperamos amplíe el ámbito de exigencias.
Cuando se les pregunta a los padres qué entienden por un “jardín infantil de calidad”, la gama de respuestas es muy amplia y variada.
Hay familias que visualizan establecimientos con una gran parafernalia en la infraestructura, imaginando palacios de princesas tapizados por sus rincones con todo tipo de personajes que van desde Blanca Nieves y los siete enanitos, hasta las últimas versiones de la animación actual, donde “El Hombre Araña”, “Shrek” y “Frozen” llevan las de ganar.
Si bien es cierto que todo ello se hace para hacer más “atractivo el lugar” para los párvulos, lo concreto es que no se justifica como tal, ya que se supone que el jardín debe entregar algo más que lo que aporta un parque de entretenciones comercial.
Otro grupo de padres, muy interesados en el rendimiento académico de sus hijos, busca jardines infantiles que, en lo posible desde la sala cuna, muestren que la iniciación a la lectura, escritura y matemáticas empieza tempranamente. Ello se expresa en paredes y móviles llenos de letras, números, figuras geométricas y muchos textos de trabajo para hacer actividades de “lápiz y papel”.
Así los niños rellenarán interminablemente figuras estereotipadas y harán diversos trazos según se les solicite. No está demás señalar que todo ello, no favorece ningún aprendizaje aportador en estos ámbitos y que los niños por lo general se aburren y terminan rechazando este tipo de actividades.
Por el contrario, otros padres se preocupan por los proyectos educativos que se desarrollan en estos establecimientos. Corroboran que haya profesionales y técnicos especializados en educación parvularia, que el jardín cumpla con las normativas del sector como su patente comercial y el empadronamiento de JUNJI, lo que asegura criterios de seguridad y cantidades adecuadas de niños y niñas por educadores (ratio) acorde a los espacios que se dispone.
De igual manera, observan los espacios internos y externos donde se van a realizar las actividades de los niños, constatando que hayan zonas y materiales diversos e interesantes para su desarrollo integral. Estos deberán además estar seleccionados y organizados para el acceso con los párvulos, acorde a sus características de desarrollo y a la modalidad curricular de que se trate.
Este último aspecto quizás resulte más técnico para los padres y por tanto difícil de aplicar, pero para una mejor compresión, tiene que ver con las diversas formas en que puede desarrollarse el proyecto pedagógico, que debe responder en lo general a las orientaciones básicas que se tienen para el país desde el ministerio de Educación y a ciertos énfasis teórico-prácticos más específicos.
Entre estas modalidades curriculares algunas de las más conocidas son el “Método Montessori”, el “Currículo Integral”, el “Curriculum Cognitivo, el Currículo Personalizado”, el “Método Steiner” u otros de propia elaboración de las comunidades educativas en respuestas a sus concepciones de la educación de la primera infancia (artísticos, ecológicos, interculturales, etc).
En esta diversidad está la riqueza de la educación parvularia. Todas estas modalidades seriamente seleccionadas y desarrolladas con alta participación de la familia, le aportarán a los niños y niñas un desarrollo integral y una experiencia gozosa, que les fomentará la curiosidad, su afán exploratorio, la imaginación, su inventiva y el cuestionarse todo dentro de una concepción activa y respetuosa de lo que significa ser un párvulo en estos maravillosos primeros años de vida.
Por ello es fundamental que las familias hagan una cuidadosa búsqueda y selección de la sala cuna, jardín infantil o grupo de párvulos en escuelas a los que se integrarán sus niños. Los que deberán ser amables en todo aspecto y de puertas abiertas para un trabajo conjunto de educadores y familias en esta etapa formativa tan delicada.
Recordemos que los primeros seis años de vida es el período donde se establecen las bases afectivas, cognitivas y sicomotoras propias de lo que significa “ser humano” en un marco de valores y principios compartidos. Ello es lo que se debe resguardar en lo esencial, un “jardín infantil de calidad”.
Fuente: http://blogs.cooperativa.cl/opinion/educacion/20150310124246/buscando-un-jardin-infantil-de-calidad/