Por: BBC Mundo
El cierre de transporte público, el corte de vías y cierto temor por las continuas protestas que se convocan desde hace tres semanas están alterando el ritmo educativo y laboral del país, que se adapta a las circunstancias
Emilia no fue a clase este miércoles, pero entregó por internet un cuestionario para la asignatura de Historia de Venezuela. La estudiante de 15 años no estudia a distancia, pero casi.
En el mes de abril sólo ha pisado su elitista escuela de Caracas en tres ocasiones. Y no por las vacaciones de Semana Santa, sino por las protestas tanto de la oposición como del gobierno que desde hace casi un mes agitan la capital y toda Venezuela.
La polarización del país, en ebullición desde que a final de marzo el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) emitiera dos sentencias que limitaban los poderes de la Asamblea Nacional, en manos de la oposición, ha dificultado el día a día de muchos venezolanos, incluido el de los que se consideran apolíticos.
Algunos negocios y empresas cierran y muchos trabajadores se ven afectados por la falta de transporte. Este miércoles hubo marcha de la oposición y también de los simpatizantes del gobierno del presidente Nicolás Maduro, y el metro de Caracas cerró completamente.
«En resguardo de usuari@s, personal, instalaciones y unidades, las estaciones del sistema no prestan servicio comercial», anunció Metro de Caracas en su cuenta de twitter.
Sin metro, muchos caraqueños deben buscar alternativas para llegar a sus trabajos y a las marchas.
La oposición culpó del cierre al gobierno, al que acusa de querer dificultar el acceso a las manifestaciones de la oposición. El metro lo justificó por «acciones terroristas», lenguaje usado por el gobierno contra los opositores.
Eso provoca que se llenen las camionetas y pequeños autobuses que cubren diversas rutas.
«Pude venir a la oficina, pero no sé cómo volveré a casa», me dijo Luisa, que pese a la incertidumbre decidió ir este miércoles a trabajar.
Sólo hasta media jornada trabajaron el miércoles en algunas empresas. «Y el lunes di el día libre», me contó el propietariode una. Él mismo asiste a las marchas de la oposición y facilita que sus empleados lo hagan, si lo desean. O al menos, al cerrar, no les pone en la dificultad de buscar cómo desplazarse hasta el lugar de trabajo.
«¿Cómo vamos a buscarlos?»
El transporte en auto es la principal preocupación de José, el papá de Emilia.
«El tema no es la hora de llevarlos (a los niños) sino la hora de buscarlos. Si se tranca la autopista (uno de los puntos habituales de manifestación), ¿cómo vamos a buscarlos?», se pregunta.
El correo electrónico e internet permiten que Emilia no pase días ociosos frente a la televisión, sino que pueda estudiar y estar activa.
Las marchas de la oposición registran episodios de violencia que hacen que la gente tema incluso salir a la calle.
«Si no vas a clase, mejor, porque nadie quiere ir a clase, pero a veces te aburres, no hay mucho que hacer», me dice Emilia.
Este miércoles la asistencia fue de un 33% en un elitista colegio femenino.
«Está incluso en riesgo la pérdida del año escolar», alerta una directiva del centro, que pidió no ser identificada.
Pese a que la asistencia es escasa, estas escuelas privadas no pueden cerrar.
El gobierno ya hizo un llamado en contra de la «suspensión ilegal y arbitraria de actividades educativas por parte de algunas instituciones privadas» bajo la amenaza de sanciones.
Menos alumnos, pero sí hay clase
La situación en el este de Caracas, donde hay una gran concentración de clase media y alta -tradicionalmente afecta a la oposición-, es más extrema que en el centro y el oeste de la capital, zonas más populares.
En el liceo público Fermín Toro, muy cerca del palacio presidencial de Miraflores, la asistencia fue la habitual. «Lo que sí pasa es que vienen por los chamos (niños) antes», me dice el conserje. Son las 12:30 y Doris ya va a buscar a sus dos hijos y a los dos de su vecina.
«Yo vivo aquí al lado», dice antes de iniciar un corto paseo a casa. La subdirectora del liceo afirma que en la jornada «todo fue normal».
Doris recogió temprano este miércoles a sus dos hijos y a los dos de su vecina.
Sin embargo, desde primera hora de la mañana en un día de marchas se ven por la calle a jóvenes con el uniforme de polo celeste y pantalón azul marino a una hora en la que habitualmente deberían en clase.
Junto al liceo público Andrés Bello, a mediodía del miércoles se concentraban los simpatizantes chavistas que iban a participar en la marcha de la juventud en apoyo al presidente Nicolás Maduro, que los esperó en Miraflores.
Poco interesada en los problemas de la oposición que trata de avanzar en su marcha de protesta y llegar a la sede de la Defensoría del Pueblo ni en la concentración chavista, Kenya, de 14 años, salió antes de hora acompañada de su mamá.
«De 30 que somos en el grado, fuimos 20», me dice, tímida. Su madre explica que aunque el temor a disturbios en el centro es menor que en el este, donde tradicionalmente marcha la oposición y se producen los enfrentamientos con la policía, también existe preocupación.
De ahí que busque refugiarse un poco antes este miércoles.
En la escuela popular subsidiada Fe y Alegría del barrio de Valle-Coche, en el oeste de Caracas, la falta de transporte afecta.
Este miércoles acudieron 538 de los 1.090 estudiantes, según su directora, Betty Vázquez, lo que obliga a actividades de repaso.
«Habrá que repetir cuando las cosas se normalicen, porque se prefiere no avanzar», afirma Vázquez, resignada pero acostumbrada.
Permitido faltar a clase
La Universidad Central de Venezuela (UCV) amaneció este miércoles prácticamente vacía, como ha sido habitual en las tres últimas semanas.
Sentadas junto a la Faculta de Ingeniería, donde acaban de empezar a estudiar, Michelle, de 17 años, y Valentina, de 18, repasaban aplicadas los primeros apuntes.
Viven cerca y por ello fueron a clase. Apenas acudieron diez de los 40 alumnos.
La ciudad universitaria de la UCV está casi vacía cada vez que se convocan jornadas de marcha.
Lo mismo sucede en la Escuela de Letras, donde se aprobó una reprogramación del semestre y la suspensión de la asistencia obligatoria.
En Mérida, en el oeste del país, el rector de la Universidad de Los Andes (ULA), Mario Bonucci, suspendió todas las actividades académicas y administrativas este martes por los actos de violencia en las marchas y enfrentamientos del lunes.
Ya sea por la violencia, el temor o por la falta de transporte, la educación y otros ámbitos de la vida en Venezuela se flexibilizan para adaptarse a una realidad marcada por las continuas protestas que, de momento, no parece que vayan a terminar pronto.
*Fuente: http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-39728025