Por: Miguel Jara
Se publicó hace unos días un artículo que ha ido un poco más allá en la negación del fenómeno de la llamada hipersensibilidad a los campos electromagnéticos. Se titula Electrosensibles: un trastorno psicológico que crece en el primer mundo y tacha poco menos que de “locas” a las personas que, en número cada vez mayor, se quejan de los impactos de la contaminación electromagnética en su salud.
Lo primero que me viene a la mente cuando leo cosas así es que menuda crueldad para con personas que no tienen suficiente con los daños que padecen como para que además se les“diagnostique” periodísticamente problemas mentales. Qué falta de empatía con los sufrientes porque en el post no aparece de ninguna manera su opinión, es decir, no se ha consultado a “las locas” que seguramente tengan algo que decir.
Se “juzgan” además sentencias judiciales que dan la razón a las personas “electrosensibles” y se hace todo en nombre de la “evidencia científica”, que faltan pruebas científicas vaya sobre la citada hipersensibilidad.
Por contra me parece sugerente y por cierto, muy bien escrito un post de José A. Martínez en su atrevido blog Ciencia sin miedo titulado Descreídos de la epidemiología.
Trata sobre las controversias científicas, los prejuicios a la hora de encararlas, el sano escepticismo que ha de guiarnos a la hora de afrontar problemas de salud pública que son nuevos y tanbién sobre el falso escepticismo, el fundamentalista. que llega a poner a la ciencia (ahora en minúscula) por encima de la salud de las personas.
Leer este post me ha recordado la existencia del primero porque en buena medida trata el tema de la contaminación electromagnética. José A. escribe que hay dos tipos de incrédulos:
El segundo tipo es el de incrédulos cerriles, en el que ‘todo es basura’. Bueno no todo, los resultados de investigaciones que concuerdan con sus intereses personales sí que valen, pero los que no son consistentes con su visión del mundo son altamente cuestionables. Si creen que la contaminación electromagnética no afecta a la salud, te dirán que ‘todo es basura’, que todas esas investigaciones son cuestionables”.
Este segundo tipo de descreídos -continúa- sucumben al sesgo de confirmación, tan presente cuando hablamos de consistencia cognitiva; creen lo que quieren creer, lo consistente con sus creencias y prejuicios. Es un modo de autodefensa, una forma de minimizar sus costes psicológicos.
Utiliza muy bien los conceptos este autor y utiliza variados ejemplos que suelen serme conocidos (de hecho me cita amablemente en un par de ocasiones):
Estos descreídos son también vulnerables al efecto halo. Si encuentran que los resultados de una investigación que no concuerda con sus intereses son cuestionables, entonces rápidamente extienden ese razonamiento a todas las demás, sin evaluar su valor.
Es decir, “como esta investigación tiene muchas limitaciones”, todas las demás que argumentan implicaciones similares son inválidas. Este es uno de los razonamientos empleados por personas para atacar cualquier tipo de tópico de investigación, como la asociación entre la exposición a pesticidas y los problemas de salud en niños“.
Nos cita también a Dennis Henshaw, de la Universidad de Bristol, que que se atreve a explicar 35 años de relación entre la leucemia infantil y los campos electromagnéticos de baja frecuencia recurriendo a la literatura de varias ramas científicas que él considera que son olvidadas a la hora de reconocer un problema que tendría otra perspectiva si se adoptara una visión multidisciplinar.
En España ser un investigador multidisciplinar y el propio autor del texto lo ha sufrido en sus carnes.
Significativo es el análisis que hace de los resultados del informe Bioinitiative 2012 (con una actualización en 2014), donde se realizó una revisión de los estudios publicados desde 2007 en relación a los efectos biológicos de la exposición a campos electromagnéticos, tanto de baja como de alta frecuencia. Las pruebas estadísticas a favor del efecto dañino de la contaminación electromagnética.
Tenemos cientos de investigaciones que encuentran asociaciones con diversas enfermedades.
Tenemos muchísimos casos de apariciones de cáncer en personas viviendo en las inmediaciones de fuentes emisoras, ya hayan sido identificadas como cluster estadístico o no.
Tenemos un incremento notable de personas electrosensibles, discapacidad reconocida en algunos países de nuestro entorno.
No existe una prueba definitiva, es cierto, pero los indicios nos llevan a pensar que ‘algo hay’. Esos indicios son, en definitiva, la base de la aplicación del Principio de Precaución, mencionado en el artículo 191 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (UE)”.
Después de analizar los puntos anteriores (es útil que leáis todos) José A. concluye:
considero que tengo indicios suficientes para pensar que la contaminación electromagnética es perjudicial para la salud, por debajo de los niveles que a día de hoy se consideran legales. Tengo indicios, no certezas. Pero esos indicios son suficientes para que yo establezca mi propio juicio al respecto”.
Articulo tomado de: http://www.migueljara.com/2016/02/20/electrosensibles-locos-por-la-contaminacion-electromagnetica/