“El proyecto no es tomar el poder. Ante el poder no te empoderas, te rebelas”: María Galindo

Por: María Galindo

Intervención de la activista feminista boliviana María Galindo en el Encuentro Internacional Feminista ‘We call it feminism. Feminismo para un mundo mejor’, organizado por el Ministerio de Igualdad

Les cambio el derecho al voto por el derecho a la redefinición radical de lo que se entiende por política.

Les cambio el derecho al matrimonio igualitario por la abolición del matrimonio.

Les cambio el derecho a la inscripción del delito de feminicidio en el código penal por el derecho a no ser asesinadas.

Y les sugiero que si les preocupa la trata de personas, especialmente a las españolas y europeas acá presentes, luchen por la abolición de la Ley de Extranjería y no por la criminalización de las trabajadoras sexuales. Y por si acaso esa lucha no puede darse en el contexto de sus sistemas políticos nacionales porque esas cosas no se deciden acá.

Este preámbulo no es retórico, sino un llamado a preguntarnos alevosamente: ¿qué hacer? No qué hacer con los derechos, sino qué hacer con la política.

Agradezco la invitación que me hacen, estoy aquí porque no puedo despreciar ningún espacio de habla, pues vengo de un país que en el mapa mundial no existe, donde además soy paria y mi trabajo está sujeto a polémicas y persecuciones continuas.

No puedo negar que me ha extrañado la invitación viniendo de un Ministerio.

En esta mesa de Derechos Humanos me encuentro desubicada.

Mi trabajo no se enmarca dentro de lo que llaman Derechos Humanos.

Y mientras lo digo me pregunto; ¿a qué le llaman Derechos Humanos?

Le llaman Derechos Humanos muchas veces a ese conglomerado de luchas peligrosas y subversivas, a las que por su fuerza no pueden borrar, pero que también por su peligrosidad para el orden social constituido prefieren catalogar como luchas por los derechos humanos.

Prefieren premiarlas y domesticarlas. Con la etiqueta de Derechos Humanos intentan despolitizarlas, suavizarlas y expulsarlas del campo al que realmente pertenecen, que es el campo de la invención de nuevas formas y raíces de política.

Mi oficio no es la lucha por los derechos humanos, sino la invención de prácticas políticas feministas masivas

Mi oficio no es la lucha por los derechos humanos, sino la invención de prácticas políticas feministas masivas, desde abajo y desde fuera del estado, y que tienen la fuerza de construir una gigante empatía social antifascista. Es a eso a lo que me dedico, y es eso lo que me embarra de pies a cabeza, pero también es eso lo que me permite estar marcando huella histórica en mi país.

Tengo la capacidad de hacerme entender con una sociedad entera y sumar esperanzas luchando por cosas muy concretas y pequeñas que el Estado y los partidos políticos desprecian como pequeñeces y que yo nombro como política concreta.

Considero que la comprensión de los feminismos como la lucha por los derechos es una trampa agotada en la que no hay que caer.

No es que a los Derechos Humanos les faltan los derechos de las mujeres para completarse.

No es que en clave interseccional a los derechos de las mujeres les faltan los derechos de las mujeres expulsadas del universo blanco heterosexual.

El problema no son los derechos para las trabajadoras sexuales, las trabajadoras del hogar o las mal llamadas migrantes. Migrantes que no son otra cosa que exiliadas de economías neoliberales donde no hay trabajo. Migrantes que no son otra cosa que expulsadas de territorios de saqueo ecocida de donde solo puedes huir.

El problema no es sumar derechos a los Derechos Humanos para que sean más humanos.

Agendar derechos sector por sector y universo por universo en una suerte de relato épico de búsqueda de reparto o ampliación de derechos por parte de los Estados es perder tiempo histórico, energía vital, creatividad política y capacidades que es urgente gastar en otro proyecto y en otro lado.

Y como si fuera poco seguir hablando de derechos es aburrir a la gente y ser cómplice de provocar la apatía social generalizada por la ausencia de ilusiones movilizadoras.

No hay política, hay privatización de la política.

No hay democracia, hay machocracia.

No hay democracia, hay democracia basura donde no se decide nada con el voto.

No hay elecciones, hay escenarios de marketing electoral.

No hay estados nacionales soberanos, hay un proyecto supraestatal colonial capitalista al que se supeditan los estados. Donde los gobiernos son meros administradores.

Por eso hay que hablar de política y no de derechos.

Pero si quieren hablar de derechos, hay que decir que son retóricos, porque no es lo mismo enunciarlos que ejercerlos.

Si quieren hablar de derechos, hay que decir que es una discusión chantajista: te los doy, te los quito, o te los recorto y mutilo.

Si te dan derechos, no puedes cuestionar la estructura sistémica que te los otorga. Porque los derechos te colocan en el lugar de cliente del sistema y no de sujeto.

Si quieren hablar de derechos hay que decir que se segmentan por orden de prioridad e importancia, y que quienes estamos a la cola esperando los nuestros estamos ya cansadas de tanta postergación histórica.

Si quieren hablar de derechos hay que decir que el capitalismo nos ha quitado la soberanía sobre nuestros cuerpos, por lo que habría que hablar de recuperar lo perdido y no de obtener lo nuevo.

El problema no son los derechos que faltan sino su definición misma, su pretensión de universalidad en un mundo pluriversal.

No se traguen el cuento de que universal quiere decir para todos, todes y todas.

Universal quiere decir europeo, blanco, imperial, colonial y de una única matriz civilizatoria entendida como modelo de sociedad y modelo de democracia único que debemos acatar y copiar.

Universal quiere decir europeo, blanco, imperial, colonial

Resulta que hasta los Derechos Humanos sirven de instrumento de medición colonial.

Por eso se puede criticar a Maduro y Ortega, –que está muy bien que se los denuncie y critique–, pero no se puede denunciar lo que hace Israel o EEUU.

Las violaciones a los derechos humanos cometidas en Europa o por Estados europeos no cuentan como barbarie, no cuentan como violación. No son denunciables como dictadura racista, dictadura capitalista o dictadura extractivista ecocida.

Aquí el problema son los dueños y las dueñas de los Derechos Humanos y lo que declaran humano respecto de lo que declaran animal, lo que declaran legítimo y digno de vida respecto de lo que declaran daños colaterales.

Estamos en Europa con un mar Mediterráneo convertido en una fosa común donde, como lo hicieron ya en el siglo XVI, son despojados de su condición de humanos masas humanas sin que nadie o muy pocos se atrevan a decir algo a riesgo de ser criminalizados como Helena Maleno, acusada de tráfico de personas por intentar salvar vidas en el mar.

Los organismos de Derechos Humanos emiten un discurso que es perverso, que es una máscara para tapar la muerte, que es una hipocresía necesaria para que nadie se atreva a tomar conciencia de lo que se está haciendo realmente.

Se está matando en el Perú, y ese no es un problema nacional de ingobernabilidad, sino que es para que el orden colonial mundial pueda seguir su curso y esas muertes sirvan en toda la región para seguir controlando la extracción de materias primas en las condiciones que los Estados alemán, chino, ruso o norteamericano lo impongan. Imposiciones donde el Estado español juega un papel de guarda de seguridad de la puerta de la discoteca.

El problema no son los derechos, sino los mundos y proyectos políticos.

Estoy aquí desubicada.

Huelo a ají picante.

Mi pasaporte huele a cocaína; sustancia ilegalizada para que en Colombia, México o Bolivia eso nos cueste una narcoguerra sangrienta cuya única solución posible es la legalización de las drogas y la despenalización de la hoja de coca que se niegan a discutir, porque nuestras muertes no valen en la contabilidad de violaciones a los Derechos Humanos.

Huelo a litio.

Huelo a Amazonia incendiada.

El olor a oro y plata del siglo XVI no se me han quitado aún del cuerpo.

Estoy aquí desubicada,

No quiero hacer lobby en Ginebra por los derechos X, J o P.

No quiero buscar una audiencia con los dueños de los Derechos Humanos para decir que somos humanos y humanas aunque vengamos de Bolivia, Haití o cualquier otro destino borrado del mapa de lo humano.

Me dedico a pensar y construir un proyecto despatriarcalizador, anticapitalista y anticolonial

No quiero que se jacten con mi lesbianismo tercermundista y me brinden apoyo internacional que consiste en palmaditas en la espalda a cambio de que se sientan más civilizadas.

Me dedico a pensar y construir un proyecto despatriarcalizador, anticapitalista y anticolonial, que rebalsa todo discurso de derechos; sean estos de mujeres, de animales, de trans o de maricas.

Pueden acusarme de perder la perspectiva de lo posible.

Yo les acuso de aburrirme.

Disculpen que les falte el respeto temático de esta forma.

Aunque dicen que hablamos el mismo idioma no parece que nos entendiéramos.

En estos escasos diez minutos que me dan es todo lo que puedo decirles.

Para terminar, un pedido: deseo que le cambien el nombre a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Me gustaría que la nombren de esta forma: Declaración Retórica de los Derechos de los que los Europeos consideran como Humanos.

El proyecto no es tomar el poder.

Ante el poder no te empoderas.

Ante el poder te rebelas.

El proyecto es hacer la revolución.

Muchas gracias.

Fuente de la Información: CTXT

Foto: María Galindo subida encima de la mesa durante su intervención en el Encuentro Internacional Feminista 2023. (Suigeneris)

 

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Argentina: #VotoFemenina. Un hecho que marcó la historia de lucha de las mujeres en el país.

Se cumplen 72 años de la ley del voto femenino en Argentina. Quiénes fueron las imprescindibles. Pasado y presente de un derecho que se convirtió en un hito de nuestra lucha.

Un día como hoy, pero de 1947, Eva Perón daba la noticia, desde la Plaza de Mayo, de la promulgación de la Ley 13.010, que once días después de su sanción en el recinto habilitaba el sufragio femenino en el país y, con ello, la participación de las mujeres en el Congreso, en las dos Cámaras.

Fue también la antesala del reconocimiento de otros derechos, como la patria potestad (1949) y el divorcio (1954), pero aunque se promulgó en 1947, las mujeres argentinas van a ejercer este derecho recién cuatro años después, en noviembre de 1951, cuando ya habían pasado 35 años de la sanción de la Ley Saenz Peña, que habilitaba a los varones nacidos en el país a ejercer este derecho desde los 18 años.

Según esa ley, de 1912, el voto era hasta ese momento «obligatorio», secreto y “universal”. Sin embargo, el sufragio estaba restringido a los varones y, salvo algunas excepciones, las mujeres tenían prohibido elegir cualquier cargo electoral.

La primera en votar, de hecho, fue Julieta Lanteri, el 26 de noviembre de 1911, cuando aún restaban 28 años de intensa lucha para conquistar que el Estado nos reconociera esta demanda. Julieta pudo votar después de varias presentaciones legales y varios intentos previos, pero eso no se extendió a todas las mujeres.

De hecho, luego de su gesto «arrebatado», se sancionó una ordenanza que prohibía explícitamente el voto de las mujeres, con el argumento que para empadronarse era necesario realizar el registro del servicio militar. Por eso, junto a muchas otras luchadoras, Julieta alzó su voz y ese grito colectivo fue mucho más allá.

La organización del Partido Feminista Nacional, que la llevaría a Julieta como candidata a diputada, es parte de esa historia. “En el parlamento, una banca me espera, llevadme a ella”, invitaba en los carteles que plasmaron su campaña en las calles.

Militantes del Partido Socialista en campaña electoral

Aunque estuvo dirigida a los varones y mujeres del país, y especialmente a la clase trabajadora, ella ya era la candidata de las mujeres y su plataforma ya proponía que “las obreras (pudieran) dejar de concurrir a las fábricas o talleres hasta los 30 días subsiguientes al alumbramiento, debiendo entre tanto guardarles el puesto”. También “un máximo de 6 horas de trabajo para las mujeres, jubilación y pensión para todos los obreros e igualdad salarial para mujeres y varones”, algo por lo que aun hoy seguimos luchando.

La conquista del derecho al voto femenino, durante el gobierno peronista, quedó por eso popularmente asociada a la figura de Eva Perón, quien fue la encargada de anunciar, en 1947, el reconocimiento a esta demanda. Sin embargo, la historia da enormes testimonios de organización y de lucha de las militantes socialistas y feministas, mucho tiempo antes, en Argentina y en el mundo, para arrancar este derecho.

El nombre de Julieta Lantieri solo es uno, porque desde principios del siglo XX, militantes feministas y socialistas participaron en común de la lucha por la conquista de éste y otros derechos civiles y laborales, como las condiciones de trabajo de las mujeres, el derecho al divorcio, o contra la injerencia de la Iglesia en la vida privada.

Junto a ella, estuvo por ejemplo Alicia Moreau de Justo, con quien Julieta fundó el Centro Feminista, una de las primeras organizaciones que lucharon abiertamente por los derechos de las mujeres. Alicia, de hecho, fue autora de uno de los primeros proyectos que exigían este derecho, y por eso también fue crítica de la ley que finalmente, después de muchos años, se sancionó bajo el peronismo.

Fuente de la Información: http://www.laizquierdadiario.com/VotoFemenino-un-hecho-que-marco-la-historia-de-lucha-de-las-mujeres-en-el-pais

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Australia: Schools are not adequately preparing young Australians to participate in our democracy

Oceanía/Australia/Diciembre del 2017/https://theconversation.com/

Australia’s youth are interested in politics and are passionate about issuesbut, unless we take note of the latest report into civics and citizenship education, their capacity to participate in democracy and shape society in future may be limited.

Since 2004, the National Assessment Program – Civics and Citizenship (NAP-CC) has been administered every three years to a national sample of year six and ten students. It’s used to measure students’ level of knowledge about subjects including Australian government, judiciary and democratic processes, and explores their attitudes towards civic participation.

The 2016 NAP-CC report has just been released and the results show some concerning, but familiar, trends.

As with previous assessments, the percentage of Australian students achieving the proficient standard remains low. This is a point on a scale that represents what has been deemed as a challenging but reasonable expectation of student achievement for their year level.

The report shows 55% of year 6 students achieved at or above the standard.

More problematic is the fact the rate of year 10 students attaining this standard was just 38%. This is the lowest result on record.



Civics and citizenship is a government priority

Enhancing young people’s understanding of civics and citizenship has been a priority for successive Australian governments.

The Australian Curriculum: Civics and Citizenship was developed in 2012/2013 to provide educators with tools to teach students about democracy and civic participation. This curriculum is delivered to students from Year 3 to Year 10. It’s based on the principle that informed and committed citizens will advance a robust democracy and schools play a vital role in preparing young people for the responsibilities of adult citizenship.


Read more: National curriculum review: experts respond


This latest report into civics and citizenship education is the first opportunity for educators to see how students are performing under the new curriculum, and the results are disappointing. It shows by Year 10, Australian school students don’t possess the fundamentals deemed necessary to become active, informed citizens.

So what else should be done to help prepare our young people to participate in the democratic process?

What do young people think?

We have been undertaking research with recent school leavers aged 18 and 19 about their preparedness to participate in the Australian political process.

Many have told us they’re interested in political issues, but are uncertain about how the system works.

They also believe more could’ve been done to address this knowledge deficit while they were in school.


Read more: Young Australians are engaged in political issues, but unsure how democracy works


These high school graduates reported, while they could recall the subject being covered when they were in primary and early secondary school, they did not remember what had been taught.

The young people we spoke to suggested civics and citizenship education be extended through to Year 12. Interestingly, they wanted it to be viewed more as a life skill (similar to drug and alcohol education, for example) and not an academic subject.

They said young people need support when they’re approaching voting age and it would be useful for schools to assist with enrolment and provide basic information about the system of voting.

As one 18-year-old put it:

The last time that my high school spoke about politics I was in Year 9. I was 14 years old. I’m not voting yet, it’s not relevant to me, I’m not even 16. I can’t even go to the doctors by myself.

A simple and clear explanation in late high school would help alleviate the feelings of uncertainty first-time voters can experience when they go to cast a vote at the ballot box.

As another 18-year-old said about her peers:

So many of my friends said to me, “which box do I tick?” and, “what do you mean I have to go above the line and below the line?”. Basic definitions and terminology is really important.

Where to from here?

The 2016 National Assessment Program – Civics and Citizenship report tells us by Year 10, a majority of school students have little knowledge about Australian civics and democracy. This is concerning, especially as many students don’t encounter the topic later in high school, yet they will be required to vote when they turn 18.

Young Australians want more specific information about voting closer to the time they become eligible to vote. Bradley Kanaris/AAP

We need to ensure all young people have the basic skills required to engage in Australia’s political process. As young Australians approach voting age they need simple, clear and practical instructions about the mechanics of how government works and how to vote.

School is the best place to teach this and it should be covered in the senior years. Doing so would help more young people become confident and empowered participants in Australia’s democracy.

Fuente: https://theconversation.com/schools-are-not-adequately-preparing-young-australians-to-participate-in-our-democracy-88131

Fuente Imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/sM19Maq17XdDol_RY1DJZRxSUDBiaV1ejL2yDo5Ge0CvmnYkm0lzqL591OX2ktUaJS7M=s170

 

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