Libro(PDF): «Didáctica no parametral. Diálogos para repensar la educación ambiental»

Reseña: Tesis

La presente tesis aborda el tema de la didáctica no parametral como perspectiva de trabajo para la educación ambiental, parte de la problemática que se presenta en este campo por la reducción del espacio didáctico de la enseñanza de lo ambiental a una simple descripción y transmisión de conocimientos, y teniendo en cuenta la complejidad del reto que nos presenta esta temática se hace necesaria su comprensión y acción desde opciones que se diferencien de lo tradicional y permitan otras miradas al problema; para tal fin, se utilizó como metodología el enfoque hermenéutico para abordar el tema y realizar el análisis interpretativo y la construcción de sentido desde los discursos de académicos expertos en esta nueva propuesta, encontrándose al final que ésta resulta ser de gran aporte para la enseñanza de lo ambiental ya que está sustentada en unas premisas y un enfoque epistemológico acorde para tal propósito.

 

Autores (as): Loaiza Robles, Fabiola

Editorial/Editor(a): Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud alianza de la Universidad de Manizales y el CINDE

Año de publicación: 2009

País: Colombia

Idioma: Español.

Descarga en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/Colombia/alianza-cinde-umz/20130709115732/TFabiolaLoaiza.pdf

 

 

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Gobernando mediante datos. Una pedagogía al margen de las personas

Rodrigo Juan García

Las reformas educativas actuales se muestran sujetas a las llamadas ‘evidencias’. Es decir, a un conjunto de índices, gráficas y comparaciones… Sin menoscabo de su valor descriptivo, pueden inhibir iniciativas de profundización democrática, justifican una pedagogía al margen de las personas y afianzan una sociedad cada vez más fragmentada.

Las instituciones escolares asumen el mandato que el modelo social hegemónico les encomienda. Tiene todo el sentido averiguar cuál es el contenido de este mandato y comprobar si incorpora, sin eufemismos, valores de inclusión y de justicia curricular. Sólo en estas circunstancias, las escuelas tendrían la exigencia de erigirse en verdaderos baluartes de prácticas inclusivas y justas.

Apuntar algunas de las ideas maestras en las que se ancla nuestro modelo social va a constituir el propósito de esta contribución. Una de estas referencias, en este caso de las más relevantes, por servir de acceso al resto, es la relacionada con el modo de conocer que se considera más valioso; es decir, con la lógica utilizada para valorar la realidad que observamos.

Según el método y las herramientas empleados para analizar el sistema educativo, nos acercaremos a unos hechos, circunstancias y perspectivas, y dejaremos otros fuera de foco. Desde hace algún tiempo, en educación y en otros ámbitos, asistimos al resurgimiento y utilización, casi en exclusiva, del método científico entendido de la forma más restrictiva y convencional. En nuestra práctica social y política se considera apreciable solo aquello que se obtiene de la aplicación de un modo de conocer analítico, expresado en cantidades numéricas, con propósitos comparativos y de generalización (OCDE, Education GPS). Esta opción metodológica no contempla una posible utilización ‘conveniente’ de los datos, ni toma en consideración la relevancia que, para los colectivos más débiles, tienen otros parámetros no seleccionados. “Los imaginarios que se suceden en ese terreno vinculan la política con el engaño, las prebendas o los pactos adulterados e inconsistentes” (Martínez Bonafé y otros, 2017)

Capitalismo cognitivo

En los documentos de organismos internacionales (por ejemplo, en la ET 2020), se señala que nos encontramos inmersos en una economía y en una sociedad del conocimiento que necesita estar basada en ‘evidencias’, como las únicas referencias capaces de sustentar dos principios que se consideran básicos para el desarrollo económico y social: la competitividad y elemprendimiento [CE. Rethinking education, COM(2012) 669 final].

Este modo exclusivo de concebir la ciencia, de analizar y percibir la realidad, que permite una gestión aparentemente neutral de los datos obtenidos, es denominado por algunos autores (Blondeau et al, 2004) como ‘capitalismo cognitivo’. Al utilizar esta expresión ponen de manifiesto la insistente pretensión de encasillar la realidad en índices, cantidades, datos, evidencias… con fines comparativos que, convenientemente ‘cocinados’, permiten encontrar soluciones provechosas y eficientes desde una lógica de mercado (McLaren y Huerta–Charles, 2010).

Gestionar desde esta lógica facilita el control social por parte de agencias y organismos internacionales que, sobre la base de un conocimiento experto y la utilización de las nuevas estrategias de gobernanza (lógicas de contrato, redes de trabajo, fuertemente respaldadas por datos, evaluaciones, resultados…), influyen de diferente manera en las políticas de reforma de los gobiernos nacionales (Lingard y Lewis, 2017). Al contar con respaldo experto eluden llevar a cabo actuaciones de profundización democrática, corriendo el riesgo de generar nuevas exclusiones, en nombre de un bien común que no ha sido consensuado. El ejercicio burocrático de este tipo de estrategias es reflejo, por tanto, de una determinada opción ideológica que, como hemos manifestado, se presenta como neutral, basada en datos… cuando en realidad supone una reedición de la tradición más capitalista, occidental y colonial de nuestro modelo social.

Colonialismo cognitivo

Entre las peculiaridades que encierra este modo de ‘gobierno a través de los datos’, destacamos su instrumentalización como línea divisoria en la organización del mundo y la sociedad;Boaventura De Sousa Santos (2010) la califica de ‘abismal’, por mantener el carácter ‘colonial’, convirtiendo en invisibles e inexistentes otras culturas, otros modos de conocer y otras formas de entender la realidad. Es un pensamiento que divide: incluye a determinados sectores de la sociedad en un espacio de privilegio (en razón a su posición cultural próxima a una lógica experimentalista, cuantificable y transferible), mientras excluye al resto. Concede a la parte más fuerte el poder de veto sobre la vida y sustento de la parte más débil. Su concepción única sobre lo que es o no conocimiento y su posición de privilegio le lleva a seguir afianzándose en un status al que no se está dispuesto a renunciar (Jones, 2017).  El eslogan del presidente Trump (Hacer grande a Estados Unidos de nuevo) es paradigmático de lo que estamos planteando.

Un espacio de pensamiento rebelde

¿Es esta la única posibilidad? Por supuesto que no, ningún sujeto político o social ha conseguido apropiarse de la historia (Puiggrós, 2010). Necesitamos construir un espacio de pensamiento rebelde que estimule la creación de categorías disidentes (Rodríguez, 2010) Contamos para ello con otros referentes sociales y educativos que se están renovando y vuelven a imaginar utopías, a construir escenarios donde la justicia social predomina sobre la apropiación de los unos por los otros, donde la creación humana alcanza niveles de belleza, de solidaridad, y la pedagogía se impregna de amor por la vida.

Estos otros relatos son capaces de movilizar conciencias y prácticas, tan necesarias para generar cambios profundos en educación. El impulso y desarrollo de innovaciones y la promoción de reformas éticas e inclusivas, exige grandes dosis de energía, de ilusión… que se consiguen gracias a la aparición de nuevos horizontes de referencia para lograr una realidad social y educativa más justa.

Una reforma justa

Movilizar a la población en el desarrollo de una reforma justa, la única que a nuestro juicio merece denominarse educativa, exige voluntad y esfuerzo que raramente se conseguirán a base de comparaciones en torno a estándares, construidos a espaldas de movimientos, culturas y comunidades educativas. Una concepción mecánica, de arriba-abajo, del cambio en educación no asegura transformaciones duraderas ni profundas. Se pierde en medidas concretas y cosméticas, que se tratan de instalar a golpe de consigna burocrática, alejadas de todo análisis crítico. El mandato de reforma que necesita un sistema escolar para ser cada vez más inclusivo debe encerrar la sincera ambición de lograr una sociedad justa en lo económico, sabia en lo social y ecológica en lo natural. Sin embargo, en el breve análisis que estamos realizando, nos encontramos con emergentes que apuntan en un sentido totalmente opuesto.

Reformas ‘con alma’

Somos conscientes de que nada se logra sin participación de las personas y movimientos sociales para analizar y situar en su lugar las decisiones adoptadas por expertos, agencias y organismos internacionales y establecer las bases del ejercicio de Otra Política Educativa. A la pedagogía, a los movimientos de innovación y a la ciudadanía, nos queda mucha tarea por delante. Debemos denunciar la práctica burocrática ideologizada de ‘reformas sin alma’. Es preciso reivindicar con presión de la sociedad civil, con movilizaciones y con la difusión de prácticas pedagógicas justas la construcción colectiva de unmandato diverso que recoja todas las voces, que defienda la igualdad en la diferencia; es decir, la posibilidad de ‘crear un  mundo en el que caben muchos mundos’ (eslogan del Foro Social Mundial). Debemos estar vigilantes y activos ante un modo de gobierno que se ejerce mediante datos y comparaciones al margen de las personas.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/09/07/gobernando-mediante-datos-una-pedagogia-al-margen-de-las-personas/

Imagen tomada de: http://www.neontommy.com/sites/default/files/Big_data.ashx__0.png?1429121841

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La pedagogía del opresor: educación por competencias

Por: Olmedo Beluche. Reevo

A los docentes que aún no comprenden la lógica subyacente a la “educación por competencias”, les recomiendo el artículo “Educando para el fracaso” (Opinión, La Prensa), del ingeniero Juan Planells, quien lleva muchos años trabajando el tema educativo desde las perspectivas del sector empresarial. Planells va directo al grano: “¡Que se sepa: sacar buenas calificaciones no garantiza que al terminar sus estudios el graduado tenga un trabajo asegurado!“.

Todos sabemos que un título no garantiza automáticamente el empleo, pero lo novedoso del planteamiento de Planells, y lo que es el centro de las competencias, es que lo importante para las empresas no son los conocimientos adquiridos, sino las actitudes del trabajador.

Veamos: “Hoy, lo primero que hace la empresa cuando evalúa un candidato, incluso antes de considerar sus competencias laborales, es revisar cuáles son sus valores. Los departamentos de personal someten a los aspirantes a las vacantes a una serie de pruebas que muestren su comportamientos frente a diferentes situaciones emocionales críticas, para ver si las aptitudes que presentan en su historial estudiantil fueron adquiridas sobre la base de actitudes frente a la vida que le den un claro objetivo de desarrollo personal y social sano“.

¿Qué evalúan lo departamentos de recursos humanos de las empresas en esas pruebas? “Estos exámenes evalúan aspectos como el autocontrol, independencia, agresividad, dinamismo, liderazgo, así como prioridades y motivaciones, entre otras llamadas competencias no cognitivas o emocionales“, dice Planells.

Mucho más claro todavía: “La escuela parece no haber entendido ese mensaje y sigue apostando a evaluar seriamente solo las competencias cognitivas, asignando calificaciones y otorgando créditos y honores a los que mejor puntaje obtienen en una larga serie de asignaturas… La calificación de las actitudes o valores no aparece en las páginas amarillas de la escuela…”.

De eso se trata, la educación por competencias nace desde el seno del sector empresarial y es impulsada por los organismos que regentan el sistema capitalista internacional, entre ellos el Banco Mundial, en función de aumentar la “eficiencia” y “productividad” de los trabajadores en tiempos de crisis del sistema, o sea, aumentar la explotación del trabajo.

En busca de esos objetivos, los conocimientos técnicos o especializados ya no son tan importantes, por un lado, porque pasan a ser controlados por una élite mundial cada vez más estrecha; por otro, porque los procesos de trabajo son tan genéricos que no requieren más que una base elemental y capacidad para aprender trabajando. Lo que Carlos Marx llamaba “trabajo abstracto” que remplaza al “trabajo concreto”. El “arte” o capacidad personal del trabajador cada vez importa menos, porque los procesos de trabajo permiten que cualquiera pueda ser reemplazado.

La idea es que hay que iniciar desde la formación temprana de los trabajadores cuando aún son niños o jóvenes. Para ello, los énfasis de la educación deben cambiar, ya no interesa tanto el aprendizaje en sí, es decir, los conocimientos técnicos o profesionales, sino las actitudes. Porque la empresa privada lo que pide a la escuela es que le entregue personal dócil y maleable, capaz de afrontar situaciones críticas sin rebelarse.

Según la teoría de las competencias, el énfasis de la educación y la evaluación debe pasar del conocimiento a las actitudes. A eso responden los cuatro postulados básicos de la educación por competencias: a. Saber ser(actitudes); b. Saber hacer (no tanto como técnica, sino también actitudinal, trabajar en equipo, etc); c. Saber comunicar (relación con los demás); d. Saber-saber (aquí tampoco interesa el conocimiento técnico o especialista, sino la actitud para la autoformación permanente).

Esos cuatro postulados son divididos en tres niveles al momento del diseño del currículo, ya sea por materias o para toda una carrera o nivel educativo (Programas Analíticos por Competencias): a. Competencias básicas (énfasis en las comunicativas); b. Competencias genéricas (con énfasis en los valores y actitudes); c. Competencias específicas(que tampoco son los conocimiento técnicos tradicionales, o “saberes muertos” como le llaman, sino que están referidas a un modelo general impuesto desde la Unión Europea llamado “Competencias Tunning”, que se refieren a capacidad análisis y síntesis, de resolver problemas, adaptación, etc.).

Planells tiene razón, los educadores “viejos”, que fuimos formados en el modelo constructivista, ponemos el énfasis de la evaluación en la capacidad del estudiante por aprender las bases de la ciencia o la técnica que estemos enseñando. De manera que una ínfima parte de la evaluación, tratando de ser objetivos pero también de estimular al estudiante, es la apreciación, con la que evaluamos las actitudes.

Los empresarios no quieren eso, y tampoco es el objetivo de las “competencias”, para ellos es al revés: el centro de la evaluación son las actitudes, si el estudiante aprende el fondo, no interesa. Por ejemplo, sobre la estructura de la célula, importa más si el estudiante usó “data-show”, si trabajó en grupo, si tiene una personalidad comunicativa, a si en verdad comprendió la esencia del asunto.

La pedagogía constructivista, basada en los descubrimientos de Piaget, se trataba de buscar técnicas participativas para que el estudiantes construyeran un conocimiento real sobre el mundo y comprendieran a cabalidad los proceso implicados en su profesión.  Pero conocer implica comprender, no memorizar o repetir. Conocer y comprender implican la capacidad de realizar juicios críticos.

Paulo Freire desarrolló su “pedagogía del oprimido” sobre la base del constructivismo, para alfabetizar adultos de sectores marginales de Brasil, relacionando las palabras con el mundo que vivían, haciendo del alfabeto un instrumento para reflexionar sobre su realidad concreta y proclamarla a la sociedad. A decir de Ernani María Fiori, el método de Freire “no enseña a repetir palabras”, sino a decodificarlas críticamente, para “decir y escribir su mundo, su pensamiento, para contar su historia”.

Tanto los intereses empresariales, como la educación por competencias, no les interesa que el estudiante “sepa”, que conozca, y menos aún que “comprenda críticamente”. Alguien puede alegar: ¿Acaso es malo evaluar los valores y las actitudes? ¿Acaso no debemos fomentar la colaboración, el trabajo en grupo, las capacidades comunicativas? No es malo. Siempre han sido parte del proceso educativo.

El problema es que para Planells, para las empresas y para las “competencias”, los valores y actitudes que desean promover están en función del sometimiento dócil a la voluntad del empresariado. En ese esquema la capacidad “crítica”, es decir, reflexiva y comprensiva, no interesa. Y, aunque se habla de promover el “diálogo” se condena la lucha cívica por los derechos, de la cual el estudiantado de todas las generaciones ha aportado a la sociedad.

Planells dice: “Los encargados de recursos humanos deben explicarle a los educadores que por encima de tener puntuación de cinco en matemáticas y lengua, un joven que no pueda sustentar sus ideas en un diálogo y escoge la vía violenta en las calles está condenado al fracaso social...”. ¿Son “fracasados sociales” los jóvenes que el 9 de Enero de 1964 se lanzaron a la calle para plantar una bandera? Gracias a ellos, todos podemos pasear por el canal, recibir sus beneficios económicos y, algunos empresarios aumentar su pecunio con las “áreas revertidas”.

El objetivo de esta “pedagogía de los opresores”, es un estudiante dócil y manipulable, por ello las primeras víctimas son las materias que ayudan a reflexionar sobre la realidad social, que el empresariado no quiere que se sigan impartiendo: filosofía, historia, sociología. Según la lógica de las competencias los  contenidos de esos cursos son “saberes muertos”, sin utilidad para la vida práctica. Para la “vida práctica”, según esa pedagogía de los opresores, interesa más que el estudiante sepa inglés y manejar una computadora que rudimentos de lógica o la historia de su país.

A la larga, también serán devaluados los títulos académicos o tendrán validez temporal, en un mundo capitalista que impone la precariedad laboral a los trabajadores. Desde la lógica de “las competencias”, a mediano plazo, será irrelevante si el título dice profesor, sociólogo o economista, después que el titulado tanga buena actitud para adaptarse a la voluntad de la empresa.

Al final, la educación también es un campo de batalla de la lucha de clases. Es un campo de batalla ideológico. Los educadores debemos ser conscientes de que el ataque que se sufre en los derechos laborales, en las campañas de desprestigio contra nuestros gremios y dirigentes, en la inestabilidad laboral, son parte de un nuevo modelo educativo que responde a la “pedagogía que conviene a los opresores”, la de “las competencias”.

Como dice Ernani M. Fiori: “En un régimen de dominación de conciencias, en que los que más trabajan menos pueden decir su palabra, y en que inmensas multitudes ni siquiera tienen condiciones para trabajar, los dominadores mantienen el monopolio de la palabra,  con que mistifican, masifican y dominan. En esa situación, los dominados, para decir su palabra, tienen que luchar para tomarla. Aprender a tomarla de los que la retienen y niegan a los demás, es un difícil pero imprescindible aprendizaje: es ‘la pedagogía del oprimido’“.

Fuente: http://reevo.org/externo/educacion-por-competencia-o-pedagogia-del-opresor/

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